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Noviembre 2010

La pobreza de la política peruana

Antonio Romero Reyes


Como cualquier oferta novedosa de cualquier producto en un mercado, los candidatos y candidatas a ocupar cargos políticos tratan de ganarse al electorado mediante campañas mediáticas y ataques descarados contra los/las contrincantes de la vereda de enfrente, más aun si no comulgaran del todo con la ideología de las armonías universales. En Lima, la campaña electoral para renovar la alcaldía metropolitana, así como las distritales, se desplegó recién con fuerza a pocos meses de la fecha de los comicios, mediante el despliegue de grandes carteles publicitarios, afiches de todo tamaño y pintas en las paredes. Se marketeaba la imagen sin ideas ni propuestas relevantes: rostros sonrientes, bien presentados, la mayoría derrochando simpatía, porque la premisa de quienes les orientaban consistía en que el “producto” debía cautivar los ojos del público (no su conciencia), estar a la vista de todos y en este contexto, la “propuesta política” era presentada convenientemente empaquetada en un rostro. Todos creyeron que esta ciudad se gobierna haciendo “obras”: pavimentando calles, construyendo nuevas vías, arreglando o construyendo edificios, en resumen, cambiando de cemento para que Lima “se vea más linda”, siguiendo así una tradición que reduce la complejidad de lo urbano al fetichismo de las “obras”. Por eso el “discurso político” –en realidad tecnocrático— de la campaña municipal estuvo abrumadoramente centrado en la ideología de “hacer obras” y en seguirlas haciendo, pues se presume que esa es la “demanda” del electorado. Incluso las palabras que se emplearon estuvieron al servicio de la venta de imagen (el producto) ya que esto se considera mucho más importante, aun al costo de la perversión de las palabras (identificación de un determinado rostro con el “cambio radical”).

La Alcaldía de Lima Metropolitana, y esta municipalidad como tal, tuvo un fuerte contenido simbólico en la disputa electoral que culminó el 3 de octubre. Para toda la derecha peruana y sus corifeos, ganar esta plaza representaba una estación necesaria dentro de la ruta que se propuso recorrer para consolidar y perpetuar su proyecto político de continuismo neoliberal, en los próximos 15-20 años, retomando así –esta vez de manera “democrática”— el fracasado proyecto re-eleccionario de la mafia fujimontesinista. Y todo esto vino enmascarado con las idílicas palabras de “progreso” y “modernidad”.

Miserias mediáticas y colonialidad del discurso

De agosto en adelante, y tras conocerse resultados de los sondeos, el debate político arreció sobre las virtudes y defectos de la candidata a la Alcaldía de Lima Metropolitana, la sra. Susana Villarán, una mujer destacada a quien se le criticó por haber cometido el "error" -para sus críticos- de haberse aliado con un partido de izquierda como "Patria Roja" (PR) a través de una nomenclatura creada por este (el Movimiento Nueva Izquierda, MNI), descalificado y demonizado por la derecha mediática, así como por encargo gubernamental. Esa alianza, en realidad más pragmática que política, fue hábilmente utilizada por la prensa de derecha para azuzar el susto e inhibir mediante el cuco del "terrorismo" el voto de los potenciales electores a favor de Susana Villarán y Fuerza Social.

Varios factores permiten explicar el protagonismo insólito que de un momento a otro adquiriera la candidatura de Susana Villarán, ocasionando modificaciones sustanciales en el tablero de ajedrez político, y que no solo concernieran a las recientes elecciones municipales. Dejando de lado la tacha contra el candidato de consenso de la centro-derecha, Alex Kouri (Cambio Radical), que lo sacó de la competencia municipal debido a un formalismo legal aunque de ninguna manera por motivos éticos y razones de "limpieza moral"; dejando también a un lado el escándalo que afectó a la otra candidata de derecha, Lourdes Flores (Partido Popular Cristiano), por el descubrimiento periodístico de sus “vínculos profesionales” con un individuo vinculado con el lavado de dinero del narcotráfico; los sectores populares y otros sectores sociales (incluso dentro del A y B) estaban dando muestras de saturación con respecto al discurso y las propuestas que implican el continuismo neoliberal, o liberalismo a ultranza, que suele ir acompañado por la corrupción de todos los poderes y a todo nivel, no solamente en el Perú. Esto constituyó un rasgo común a todos los regímenes políticos neoliberales que hemos tenido desde 1990 (Fujimori, Toledo, García).

A pesar de la desorientación y confusión general, y abstrayendo la parte de los sectores populares que se identifican con el populismo de derecha, o las posiciones ideológicas de la centro-derecha y el neoliberalismo dogmático, las recientes elecciones municipales han permitido entrever que ya ha empezado la búsqueda de opciones "diferentes" a las que han venido dominando durante los últimos 20 años en la escena oficial; diferente tanto en los estilos de conducción del Estado como en el diseño y manejo de las políticas públicas. Y todo esto atañe inevitablemente a la calidad del "régimen democrático" que tenemos; por ende, al contenido del que está hecha la misma democracia a la peruana.

A través de un sector del periodismo -el menos rancio y cavernario, más "progresista"- existió el reconocimiento implícito de que a la derecha criolla se le acabaron las personalidades políticas de talla; también las ideas.[1] Alan García es lo último que les queda, pero ya todos saben qué intereses defiende o promueve y a quiénes representa. La nueva camada de dirigentes que han surgido desde ese espacio político, algunos de los cuales fueron candidatos a alcalde, creció y maduró influenciada por el contexto histórico y social que vivió el Perú en los años del fujimorato. Esencialmente, son gente pragmática en política cuyas decisiones son orientadas por el tecnocratismo económico. Ven la política a través de las anteojeras "universalistas" que rigen en la economía académica. En este sentido, cualquier visión que pudieran elaborar sobre los procesos sociales y el cambio estructural está en función primeramente de la propiedad, las inversiones y los mercados, en este orden, así como del "progreso" material que la concreción de estos "universales" supuestamente traerá en términos del desarrollo capitalista del país. El pensamiento que expresaría a esta nueva generación de dirigentes y líderes lo podemos representar en la siguiente frase, pronunciada más o menos así en un debate televisivo: "gobernar la economía con mano derecha y atender a lo social con la mano izquierda". La economía, enajenada por el neoliberalismo de cualquier control político democrático (que no debe confundirse fácilmente con el estatismo), pero además de cualquier exigencia de democratización social (concerniente al trabajo, los recursos y productos, los derechos de propiedad, entre otros) es la "novedad" filosófica contenida en esa manera de pensar posmoderna. En el terreno ideológico, político y cultural constituye más bien una de las formas en que se manifiesta la colonialidad del saber.

Durante la campaña previa a las elecciones municipales y regionales, que se intensificó en septiembre pasado, los arteros y canallescos ataques con propósitos de demolición contra la candidatura de centro-izquierda de Susana Villarán descansaron en tres modalidades.

  1. El cuento de hadas del progreso y la modernidad propalado principalmente desde la tribuna electoral por la derechista Lourdes Flores Nano, en el hipotético caso que fuera elegida alcaldesa de Lima Metropolitana.

  2. El cuento de la caperucita roja (destinado a mentalidades con nivel educativo parvulario, de las que hay muchísimas en el Perú) que desde cierta prensa (diarios Correo, Expreso, La Razón) presentaba a la candidata de centro-izquierda como una mujer ingenua, por aliarse con los “lobos” de Patria Roja y otros “extremistas”.[2]

  3. El cuento de la cripta del terrorismo cuyo fin discursivo era excluir, polarizar, asustar e inocular el miedo [3] a cientos de miles de incautos. En suma, estimular la histeria colectiva que tan buenos réditos políticos diera en los procesos electorales de años anteriores (1990 contra Mario Vargas Llosa; 2006 contra Ollanta Humala).

No está demás señalar que esa campaña fue compartida por toda la derecha económica, política y mediática; los poderes empresariales, financieros y tecnocráticos; contando, por si fuera poco, con la complicidad del régimen aprista encarnado en un ególatra.

En esos tres pilares se condensó, a nuestro entender, el mensaje ideológico propalado por los dominadores con sus operadores políticos y mediáticos; siendo inevitable que se vuelva a repetir con contenidos renovados en la contienda que se avecina para la elección presidencial del 2011, más aun si dentro de un plazo relativamente inmediato se lograra concretar dos requisitos básicos para enfrentar con algún éxito electoral a los candidatos(as) de la derecha y/o proclives a la perpetuación del status quo socioeconómico: i] una candidatura presidencial unitaria y de consenso anti-neoliberal; ii] un amplio frente político, popular y democrático.

Políticos como Alejandro Toledo (Perú Posible), Humberto Lay (Restauración Nacional), y otros, quieren aparecer como adalides de centro-izquierda por puro oportunismo político y aprovechamiento electoral. En la lid presidencial que se avecina estas gentes (neoliberales encubiertos) se presentarán como defensores del pueblo, fieles intérpretes de sus necesidades, etc., etc., pero a la hora de gobernar no tengamos la menor duda que lo harán tal como lo hicieron sus antecesores. Esto es lo que Mario Vargas Llosa entiende por "tener la democracia asegurada"[4], es decir, la del billete (que en el Perú es la de “billetón” para quienes juegan a “meter la mano” en el erario público) y de los que amasan capitales o grandes fortunas, la democracia de los poseedores de riqueza ajena, la de quienes concentran poder.

La efectividad de los mensajes, sean mediáticos o provenientes desde la tribuna electoral, con sus correspondientes contenidos, radica en el completo control que ejerce la burguesía criolla, oligárquica y dependiente de los poderes transnacionales sobre la casi totalidad de los medios masivos de comunicación convencionales (prensa, radio, televisión), pero también –y esto no es menos importante— por su plena hegemonía sobre la producción de la subjetividad colectiva y toda forma de creación cultural a través de esos medios.

La contrapartida de ese control pleno sobre los medios, de esa hegemonía cultural en la producción de subjetividad, así como de significados, símbolos y sentidos, consiste en la subalternización del pensamiento y la capacidad de respuesta política organizada de los oprimidos y dominados, que es el otro lado de la ecuación. Porque el ejercicio del poder desde las instituciones y/o a través de los medios, en países cuyos líderes –como el Dr. Alan García— aspiran y hasta sueñan con llevarnos hacia el olimpo del “primer mundo”, descansa en una relación de colonialidad. Aquí radica para nosotros el secreto de las “locuras del poder” que vivimos actualmente en el Perú.[5]



La colonialidad de la re-clasificación social

Mirado desde lo que ha sido y es permanentemente “excluido” o “marginalizado”, aun subordinado, la colonialidad del poder en el terreno de la producción de subjetividad y conocimiento, implica la re-clasificación social de todos y todas en dos grandes bandos: quienes están a favor –y proclaman su fe inquebrantable en ello— con lo que es considerado ideológica y culturalmente “correcto” en torno al crecimiento, el mercado, la democracia, que son los valores “universalistas” celosamente cuidados con unción en el altar del mundo euro-norteamericano/ anglosajón. Léanse sino los artículos de Mario Vargas Llosa, uno de los grandes illuminatti cuya pluma se encarga de asegurar que la pureza universal de esos valores no sean contravenidos desde ningún rincón del globo, especialmente si son contradichos desde América Latina y el mundo hispano (este fue el verdadero motivo por el que recibió el Premio Nobel de Literatura 2010).

En el segundo bando están considerados “los diferentes”, cuyas subjetividades y producción de ideas “alternativas” son irremediablemente condenadas como arcaicas, jurásicas, “pasadistas”, anti-modernas, y otras sandeces parecidas. En este segundo bando entran desde indígenas amazónicos hasta zapatistas; desde el fundamentalismo religioso musulmán hasta el separatismo vasco o irlandés; desde guerrillas como las FARC en Colombia hasta las luchas de resistencia del pueblo palestino; los/las ecologistas que entregan su vida para defender nuestro planeta de la voracidad del capital; las feministas que pelean en desiguales condiciones por la igualdad de derechos de los géneros en todos los ámbitos de la existencia social; todos los movimientos sociales contestatarios, todas las expresiones del “altermundismo” y del “anticapitalismo” que se expresan en los Foros Sociales Mundiales, y una larga lista de etcétera.

En el medio de esos dos bandos está la inmensa masa (la mayoría de la “humanidad”) de los indiferentes, apolíticos, los políticamente indecisos; no desean meterse en política y menos contra el poder de turno; quienes viven dedicados a sus propios asuntos privados; solamente quieren trabajar y están dispuestos a dejarse explotar por muy miserable que sea el pago, con tal de tener algo de dinero con qué vivir; para quienes los asuntos comunes, sociales, colectivos o públicos son de exclusiva incumbencia de los políticos profesionales y las instituciones estatales (no va con ellos y ellas), porque para eso son elegidos.

Esa burda y grotesca re-clasificación social y política del mundo en dos grandes bandos, con un centro amorfo y siempre manipulable desde los centros de poder (incluso si es un poder mafioso y narcotizado); re-clasificación efectuada por los capitalistas desde su peculiar concepto de modernidad, con la finalidad de facilitar la dominación, cualquiera sea la escala territorial en la que esta se aplique, tiene como premisa histórica la apropiación de los productos, medios y condiciones materiales del trabajo social, así como de las mismas capacidades (físicas, mentales, intelectuales) de todo trabajo humano; la apropiación de todas las fuerzas productivas que hacen posible la generación de esos productos, medios técnicos, condiciones materiales y capacidades; la apropiación de territorios, regiones extensas, países, continentes, así como los diversos modos de producción y de vida allí existentes; la posesión privada de los recursos naturales, ecosistemas y toda forma de biodiversidad en el planeta que tenga algún aprovechamiento rentable, metamorfoseado en mercancía (valor de cambio). Porque a esto se reduce precisamente, a final de cuentas, la modernidad del capital: convertir al mundo en mercancía constituye su único norte, su “santo y seña”.

La colonialidad del poder asienta sus raíces en los procesos históricos de explotación y acumulación originaria del capital, que desde los albores del capitalismo ha sido –y sigue siéndolo— un proceso perenne, inacabado, mientras existan “recursos”. En su estudio fundacional del capitalismo, Marx mostró que la producción de plusvalor lleva aparejada la enajenación de los trabajadores; es decir, la reducción del individuo a fuerza de trabajo (“factor de producción”), separado/despojado de las condiciones materiales de producción (maquinaria y otros medios técnicos, tierra y otros recursos naturales) y de reproducción social en general; condiciones que son apropiadas por los capitalistas, que estos imponen ante el resto de la sociedad como fuerzas extrañas para succionarle más valor y asegurar el crecimiento económico in perpetuum movile, pero cuya fórmula secreta es acumular por acumular. Parte vital del funcionamiento a perpetuidad de este engranaje endemoniado y a la vez fatídico es el permanente sometimiento del “trabajo” al fetichismo del dinero y del salario; en la esfera de la sociedad (el “mercado” en el pequeño mundo de los neoliberales) ello se traduce en la producción de una ciudadanía enajenada de cualquier cosa que implique autonomía, emancipación y verdadera libertad humana; ciudadanos alienados de si mismos y de toda relación social que se disimula con hipocresía y cinismo mediante la seudo libertad burguesa de los mercados. Sobre este conjunto de condiciones histórico-estructurales se asienta entonces la colonialidad del poder.[6]

La digresión que acabamos de hacer sobre las conexiones entre la colonialidad del poder y los procesos de enajenación/alienación,[7] a través de las relaciones de producción en el capitalismo histórico, nos sirven necesariamente para entender por qué en un país como el Perú la candidata a la presidencia, Keiko Fujimori, o el sr. Luis Castañeda, encabezan las preferencias de intención de voto; o por qué los sectores populares se dejan embaucar por las promesas e ilusiones de liderazgos que representan la continuidad del estatus quo respecto del cual existen evidencias más que suficientes indicando saturación, malestar y hartazgo. También nos permite desmenuzar, en términos de las categorías de colonialidad y/o enajenación, cada una de las modalidades en que se materializó el reciente discurso unívoco, monocorde y vulgar desde el poder político y mediático. En este artículo solamente nos ocupamos del primer discurso.

El fetichismo del progreso y la modernidad

El analfabetismo en los países pobres suele medirse en función del acceso a la escuela, el aprendizaje de contenidos en el “idioma oficial” –así como el dominio de este último— y los niveles educativos alcanzados. Pero ¿qué se enseña y aprende en la escuela básica (desde las más alejadas en zonas rurales, hasta las situadas en ciudades metropolizadas), en el colegio, el instituto técnico superior, la universidad? Pues contenidos y valores propios de la cultura occidental, considerada el epicentro de la modernidad y luz del mundo.[8] A los alumnos de toda edad y condición se les inculca que Occidente es el “centro del mundo”, la fuente de donde surge e irradia lo “moderno” referido al conocimiento, la tecnología, los valores morales, los bienes materiales, la riqueza, la buena sociedad, el crecimiento económico, etc. ¿Y qué es Occidente? Esencialmente, Estados Unidos y Europa occidental. El resto como Japón en Asia, Canadá en América del Norte, Israel en Oriente medio y países que –como los “tigres asiáticos”— mediante la frenética carrera por el desarrollo, buscando asimilarse a los anteriores, son sociedades occidentalizadas. En este proceso se encuentran también muchos de los países “de reciente industrialización” (Brasil, Rusia, India y China, los BRIC) y los llamados “emergentes”, provenientes de las canteras del Tercer Mundo o “en vías de desarrollo”.

Todos, en consecuencia, quieren parecerse a Occidente, ser como Occidente, vivir como se vive en Occidente. Occidente es el norte, el gran paradigma civilizatorio que todos imitan y al que –políticos y gobernantes—quieren igualarse. Opio moderno y permanente de los pueblos. Ese querer ser o parecernos a lo que en realidad nunca fuimos, pero al que los poderes omnímodos inducen y nos pretenden llevar (existir a imagen y semejanza de Occidente y de la civilización burguesa), a las buenas o malas, urbi et orbi, acaso constituye una poderosa fuente para la producción (material y espiritual) de todo proceso (económico, social, político, cultural) concerniente al “extrañamiento”, al dejarnos “fuera de sí”, y a la “privación [pérdida] de [la propia] realidad”. La crítica fundacional de Marx en El Capital a la economía burguesa, no solamente de su tiempo sino a los fundamentos sobre los que dicha economía se asienta, es la mejor prueba de lo que estamos hablando. El obrero y su prole nunca serán, ni tendrán ni vivirán como el buen burgués y su familia; lo mismo podríamos decir de los pobres y excluidos en general con respecto a los “ricos”; los campesinos respecto de los trabajadores urbanos mejor pagados; la masa de asalariados respecto de la aristocracia obrera; los habitantes precarios de barrios populares con relación a los habitantes de barrios residenciales; los empleados con respecto a la burocracia dorada y la alta tecnocracia; los ciudadanos comunes y corrientes (“de a pie”) con relación a los poderes públicos en las altas esferas del estado, y así sucesivamente. En cada polaridad, así como en el conjunto social, hay una lucha desigual por alcanzar o reducir distancias con “la cumbre” (el Occidente pletórico de cosas, tecnologías avanzadas, bienes, comodidades, abundancia; pero también lleno de banalidades, contaminación y miseria humana por doquier); lucha sistemáticamente ocultada con las pomposas palabras de modernidad y progreso, inversiones y “obras”.

La economía burguesa disfrazada de economía académica o “teoría económica” presta justamente un valioso servicio a esa labor de ocultamiento, que se ve reforzada cada vez que desde las esferas de poder divulgan por diversos medios los indicadores del crecimiento, atribuibles al “modelo económico” y su respectiva gestión macroeconómica; sin reconocer de ninguna manera que obedecen realmente a la explotación de los trabajadores, así como a la apropiación privada de toda forma de excedente social. El fetichismo de la mercancía es una forma efectiva de ocultamiento de las relaciones sociales entre productores, que en el mercado son presentadas como relaciones alienadas entre cosas. Cualquiera que sea la composición y número de variables y ecuaciones, el “modelo” que refleja este mundo ficticio erigido en base a supuestos cuestionables, modelo proporcionado por la economía matemática, no solamente refuerza dicho fetichismo; potencia asimismo la hegemonía cultural e ideológica de todo discurso que hace de los mercados, las inversiones y la propiedad privada los modernos demiurgos. En este esquema, la política de los dominadores juega el papel de mantenernos a todos en la misma cárcel, tanto mental como material, de la ilusión y el engaño. Se completa de esta manera lo que Bensaïd llamaba el “círculo infernal de la cosificación”.[9]

Lo que puede venir

Con Luis Castañeda y Keiko Fujimori en el partidero de las presidenciales, que se iniciará el año entrante, el proyecto de perpetuación del neoliberalismo en el Perú –nos referimos a la vertiente más dura, corrupta y fundamentalista— pasa por asegurar la impunidad (y eventual retorno a la presidencia) del autor de la nefasta y a la vez canallesca teoría del perro del hortelano. Nos referimos al Dr. Alan García Pérez quien además por decisión propia se ha convertido en un factor de perturbación. Así, cada vez que el Dr. García hace declaraciones con algún propósito político bajo la manga, es porque algo importante se está tramando –o ya está preparado— desde los poderes públicos que él preside y entonces va a ocurrir, aclaremos bien, contra los opositores o cualquier atisbo de oposición que pueda malograrle el “negocio” de volver a la presidencia el 2016.

Si la derecha programática persiste, en los próximos años y décadas, en imponer (electoralmente hablando) a personajes como Alan García, y a toda camarilla corrompida con la que estos líderes políticos suelen rodearse, tiene asegurada la profundización del "malestar" social de las masas y muchos "baguazos" sin que estas rebeldías lleven al país a ninguna revolución, ni se tumben al gobernante que tengan al frente, pero igualmente serán satanizadas y duramente reprimidas. Nadie dentro de esa derecha, tal como es hoy y en proyección, reúne los atributos necesarios para conducir al Perú por los cauces de una suerte de liberalismo social, de centro-izquierda. Este es justamente el reclamo del mensaje lanzado sutilmente, casi imperceptiblemente, por el periodismo más "progre". Liberalismo social, en el Perú, quiere decir la promoción y el acceso sin restricciones burocráticas a la libertad de empresa, al crédito y otros recursos "escasos", especialmente entre los sectores populares "emergentes" y "emprendedores"; significa también la democratización del capitalismo "salvaje", de hechura neoliberal, haciéndolo redistributivo; y, en lo político, implica la capacidad para poder gobernar con el consenso de fuerzas disímiles y heterogéneas (sobre esto último recuérdese el gobierno de transición de Valentín Paniagua, de muy corta duración, debido a la coyuntura excepcional que representó la caída de Fujimori y su régimen). Ni los sres. Pedro Pablo Kuczynski ni Alejandro Toledo están en condiciones de reclamar para sí las cualidades y calificaciones -sobre todo éticas- que los pudiesen asimilar a propuestas de centro-izquierda, pues sabemos como se comportaron con el poder que ejercieron (uno como ministro y el otro como presidente).

Objetivamente, ha surgido un escenario propicio y auspicioso para las posiciones de centro-izquierda en el país, y Susana Villarán -entre todo el espectro de fuerzas que compitieron- encarnó esas posiciones mejor que nadie. Para lo que se quisiera en términos de una “izquierda democrática” y funcional, se delinea entonces un escenario que –desde la derecha bienpensante y los liberales bien intencionados— está inevitablemente atado a la consolidación (o, al menos, reforzamiento) “en democracia” de la vía capitalista peruana; escenario que alejaría el riesgo –siempre latente— de que se repitan en el país las experiencias boliviana o ecuatoriana, así como el "constitucionalismo transformador" en que estas desembocaron.10 Conjurado entonces cualquier atisbo de rebelión social, contando para ello con la colaboración de una hipotética izquierda democrática, u otra que reúna el perfil buscado, y en aras del mantenimiento del “modelo económico”, la insurgencia de propuestas radicalmente alternativas, civilizatorias e internacionalistas; en suma, revolucionarias, serían combatidas con mano de hierro, mediante leyes especiales, represión selectiva, persecución o amedrentamiento, desapariciones si fuera necesario, chantaje ideológico permanente, satanización incluida, previamente arrinconadas y aisladas de todo contacto popular que implique acercamiento u organización.

Nada de eso puede hacerse desde una derecha política que empieza a acusar el desgaste de sus propuestas, así como de su ideología mesiánica neoliberal, hasta su propio consenso, al gobernar durante tantos años sin un necesario contrapeso político que al sucederla no ponga en peligro el sistema y garantice la continuidad (también la impunidad).

Per contra, nosotros sostenemos que la refundación de la izquierda en el Perú, más aun de una tradición socialista en el país –truncada esta última tras el deceso de José Carlos Mariátegui—, para que sea auténtica, tiene que nacer y estar arraigada desde abajo, en los propios sectores populares. La potencialidad de esta apuesta estratégica conlleva un verdadero “cambio radical” (un giro completo) con respecto a lo que ha sido la forma tradicional de relacionarse con dichos sectores y construir organización política, generalmente de manera vertical (el partido-vanguardia y la “conciencia de clase” como exterioridades impuestas sin atender necesariamente a los intereses y aspiraciones sociales reales). Decimos esto porque la lucha por cambiar y transformar tiene que darse desde el interior, no del exterior, del sistema.[11]

La apuesta que hacemos implica que los mismos sectores populares sean los sujetos, y por ende dejen de ser objeto, de la construcción de alternativas. ¿Cuándo lo entenderán, y actuarán en consecuencia, alguna vez?

Lima, 23 de octubre 2010

1 Son sumamente graciosas, sin estar desprovistas de pedantería, las declaraciones a un diario limeño de Álvaro Vargas Llosa, émulo de escritor e hijo del laureado novelista: “Mi visión por estos días es nostálgica porque no hay una opción política en el Perú que sea plenamente liberal.[...] Que no esté presente la gran fuerza intelectual e ideológica de los últimos 20 años y [que] ha contribuido a la modernización del país de modo espectacular me parece lamentable y triste.” (Diario16, Lima, 24 de octubre 2010, p. 5). Desde el fondo de su fuero interno, AVLL se lamenta de que el paso fugaz de su padre por la política peruana (1987-1990) no haya dejado herederos políticos que merecieran ser considerados “plenamente liberales”. AVLL defiende la pureza de su ideología, porque –según él— allí radica “la fuerza del mensaje liberal”. Sus tribulaciones consisten: a ideología pura, individuos “puros”, democracia pura y economía pura. ¿Dónde se encontrará todo esto? Hasta el mismo pensamiento del (antes iluso) Francis Fukuyama dejó de montarse sobre esta nube navegando en cielo sereno y límpido. AVLL, y muchos otros como él, en realidad, vive(n) fuera de este mundo. Pero él no se conforma con ser el único iluso, pues también es uno de los modernos ilusionistas de nuestros tiempos, que suelen reemplazar (hipostasiar) la descarnada realidad del capitalismo histórico con sus prístinos y devotos deseos liberales.

2 En términos de las reflexiones de Mannheim, en el debate televisado entre las dos candidatas finalistas en las encuestas, el cual tuvo lugar en el popular distrito de Villa El Salvador, la noche del 27 de septiembre, Lourdes Flores (Partido Popular Cristiano) enfiló sus ataques mostrando desde el comienzo una “voluntad de aniquilamiento psíquico” contra su adversaria, buscando mellar con sus golpes bajos el “prestigio público” de Susana Villarán (Fuerza Social). Esta última, en cambio, optó por “aguantar” esos golpes, pero sin responder casi ninguno de ellos, priorizando la exposición (académica) de sus propuestas de gobierno para Lima. «La discusión política... Se esfuerza no sólo en tener razón, sino en demoler los cimientos de la existencia intelectual y social de su adversario. [...] penetra más profundamente en los fundamentos existenciales del pensamiento que la discusión que sólo piensa en términos de unos cuantos “puntos de vista” seleccionados y considera únicamente “lo teórico” de un argumento. El conflicto político, que es ya, desde el principio, una forma racionalizada de la lucha por el predominio social, ataca el estado social del adversario, su prestigio público y su confianza en sí mismo.» (Karl Mannheim, Ideología y Utopía. Introducción a la sociología del conocimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 2004 [1ra. ed., 1941], p. 71). En ese sentido, Lourdes Flores habría sido la discípula más aplicada de Mannheim. Las previsiones de ciertos periodistas que enfocaron ese debate como un pugilato, desde el punto de vista de las aspiraciones de la candidata pepecista, tampoco estuvieron del todo desacertadas (ver p. ej. Perú.21, 27 de septiembre 2010, p. 5).

3 Sinecio López, “Discursos excluyentes e inclusivos”, La República, Lima, 1 de octubre 2010, www.larepublica.pe/el-zorro-de-abajo/01/10/2010/discursos-excluyentes-e-inclusivos#20

4 Entrevista a MVLL en La República, Lima, 9 de octubre 2010. www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20101009/3/node/293773/todos/15

5 La colonialidad del poder propicia, entre otras cosas, situaciones de anomia colectiva y pasividad social: “El nivel de hipocresía al que ha llegado nuestro país para admitir que puede ser normal que cada día la elección de Lima avance alrededor de 0.05%, y que se lean estos resultados como gran cosa, y los diarios hablen de las ventajas de los candidatos que aumentan y disminuyen, y sobre todo que aquí nadie debe protestar sino que se debe creer en las instituciones que no creen en sí mismas; o que a nadie escandalice que después de un encuentro Alan-Ivcher se cierre el programa de Bayly, es tremendamente nauseabundo.” (Raúl Wiener, «Locuras del poder», La Primera, 17 de octubre 2010, www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/locuras-del-poder_72308.html).

6 Los comentarios de Fernando Dorado y Tito Pulsinelli en sus “Tesis sobre la lucha latinoamericana. Aprendiendo de la experiencia del Ecuador” son desafortunados en cuanto a comprensión, y desacertados en la crítica que hacen a «la teoría de la “Descolonialidad del poder” de Aníbal Quijano» (ALAI, 2010-10-14, http://alainet.org/active/41572&lang=es); teoría a la que tipifican –junto con otras—de “idealistas y atemporales”. Nada más alejado de la manera de pensar de Quijano, como podrá constatar cualquiera que conozca sus escritos sobre el tema de la (des)colonialidad. Que el discurso sobre este tema, emanado de dicho autor, haya tenido por principales interlocutores a los movimientos indígenas del Abya Yala, en los Foros Sociales Mundiales y otros eventos parecidos, es algo muy diferente a hacer de dicha “teoría” un factor de aislamiento, porque según ellos esa y otras teorías “terminan aislando a los pueblos indígenas del resto de población afrodescendiente, mestiza y blanca”. Tan descentrado y fuera de foco es este argumento que desconoce reflexiones como la de Rodrigo Montoya quien, por el contrario, reconociendo “la contribución de teoría política ofrecida por Aníbal Quijano y otros autores sobre la colonialidad del poder”, propuso en el caso peruano y tras los sucesos de Bagua (5 de junio 2009): “Lo ideal sería que a partir de la rebelión amazónica se crease un movimiento político de largo plazo en el que confluyan numerosas fuerzas desde abajo y que en el paso a paso del camino vaya formándose un nuevo liderazgo con nuevos rostros, otros apellidos y mejores ideas para que al fin contemos con una dirección que defina la líneas gruesas de otro horizonte. Lo importante es el mediano y largo plazo y la tarea de construir a partir de las luchas concretas a nivel local, regional y nacional.” (R. Montoya, «Puentes para unir los fragmentos», ALAI, 2010-07-06, http://alainet.org/active/3954).

7 Para más detalles véanse nuestros trabajos: «De la crítica de la economía política al cuestionamiento de la sociedad burguesa y el Estado (la tarea pendiente)», Globalización, octubre 2009 (http://rcci.net/globalizacion/2009/fg895.htm); «Alienación y fetichismo: bases para la crítica de la sociedad burguesa y el Estado clasista a escala global», Globalización, agosto 2010 (http://rcci.net/globalizacion/2010/fg1034.htm). La sociología de los procesos de enajenación (la sociedad alienada), en sintonía con las luchas políticas y de clase, existentes en las formaciones sociales del capitalismo histórico (véase a manera de ejemplo la nota 8), constituyó una veta inexplorada y abandonada por el pensamiento socialista, debido sobre todo a la influencia de Louis Althusser y su escuela. Fueron autores marxistas como el húngaro Itsván Mészáros, el polaco Adam Schaff, en los años 70, y, en años más recientes, el argentino Néstor Kohan entre los latinoamericanos, quienes rescataron la categoría de alienación/enajenación (Entfremdung), que fuera confinada al ostracismo por el “marxismo ortodoxo”.

8 Leamos una interesante interpretación sobre el mito contemporáneo de la escuela en los andes peruanos: “Los campesinos de las comunidades están convencidos que al ser analfabetos viven en el mundo de la noche. En oposición, el mundo del día es el mundo occidental y criollo. Está en la noche quien es monolingüe quechua o aymara, quien participa y reproduce las tradiciones de sus comunidades, y se viste con el viejo estilo de las antiguas comunidades. Forma parte del mundo del día quien habla castellano, vive en la ciudad, tiene una experiencia limeña, y se viste según la moda occidental y cristiana. Entre ambos mundos, el de la noche y el del día, hay una fase del despertar y para los campesinos despertar significa ir a la escuela, abrir los ojos. Vivir en la noche es tener los ojos cerrados y vivir en el día es tener los ojos abiertos. En consecuencia, ir a la escuela es despertar y abrir los ojos. Para los campesinos de las comunidades, la escuela tiene una importancia capital.” Más adelante, al tiempo de reconocer que la lucha por la escuela formó parte de las reivindicaciones campesinas en la lucha política contra el gamonalismo, el autor señala: “Pero, por otro lado, la escolarización significa también renunciar a las costumbres tradicionales de la comunidad, perder aun más la identidad andina en proceso de perdición a lo largo de siglos de dominación.” (Rodrigo Montoya, «Comunidades campesinas: Historia y clase», Sociedad y Política Nº 9, Lima, julio 1980, ambas citas en la p. 35).

9 Daniel Bensaïd, Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2003, p. 18 [1ra. ed. en francés, 1995].

10 Boaventura de Souza Santos, Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur. Lima: Instituto Internacional de Derecho y Sociedad - Programa Democracia y Transformación Global, 2010, p. 55.

11 “Pasado un siglo podemos decir que las negaciones de la democracia liberal –que hoy llamaríamos socialismo y fascismo— no enfrentan la democracia desde fuera, sino desde dentro. La democracia liberal está hoy vigente en casi todo el continente y es en su seno que las del fuerzas del socialismo y las fuerzas del fascismo se enfrentan. Las luchas de vocación o potencial socialista se manifiestan en los procesos de radicalización de la democracia; de la democracia participativa, comunitaria e intercultural; de la democratización del acceso a la tierra; de la redistribución de las rentas de explotación de los recursos naturales; de la promoción de alternativas de desarrollo, como son el buen vivir (el Sumak Kawsay o el Suma Qamaña); o de la negación de la separación entre sociedad y naturaleza, concebida como Madre tierra (Pachamama).” (Op. cit., p. 56).



En Globalización: ANTONIO Romero Reyes


Agosto 2010 Alienación y fetichismo: bases para la crítica de la sociedad burguesa y el Estado clasista a escala global

Junio 2010 La herejía del autocentramiento: Economía nacional con poder popular

Marzo 2010 Revolución anti-capitalista y Socialismo planetario

Dic 2009 Falacias del Neoliberalismo en el Perú

Nov 2009 El misterioso fetichismo del capital en el pensamiento de Hernando de Soto

Oct 2009 De la crítica de la economía política al cuestionamiento de la sociedad burguesa y el Estado (la tarea pendiente)

Sept 2009 El fetichismo de la mercancía en el pensamiento económico. Desde la economía vulgar al dogma del crecimiento

Junio 2009 Hacia el desarrollo autocentrado de base popular en el Perú y América Latina. Parte III (final)

Mayo 2009 Hacia el desarrollo autocentrado de base popular en el Perú y América Latina

Feb 2009 Hacia el desarrollo autocentrado de base popular en el Perú y América Latina

Dic 2008 Depresión, caos, bifurcación: ¿hacia el fin de la Historia del capitalismo?

Nov 2008 Un marco crítico para comprender la actual crisis financiera

Sept 2008 Pueblos indígenas y regiones: el desarrollo desigual-combinado en Perú y América Latina

Agosto 2008 El Desarrollo Local desde una perspectiva de Transformación

Junio 2008 Teoría Económica y Ciencias Sociales: alienación, fetichismo y colonización

Oct 2003 Economía Política de la Globalización capitalista





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