Economía Política de la Globalización capitalista Antonio Romero Reyes[1] Presentación
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El paradigma del desarrollo dominante descansa en el crecimiento incesante de la producción de bienes y servicios cuya finalidad última es el consumo, y cuya amplitud y profundización a través del juego de las fuerzas "invisibles" ("libres") del mercado, se espera que irradien a toda la sociedad (estándares de consumo y niveles de ingreso superiores a las necesidades básicas). Este tipo de desarrollo ha producido una realidad muy diferente a la postulada por el modelo: desigualdad social y entre los géneros, violencia, destrucción del ambiente y contaminación son algunas de sus características.
Es innegable que la llamada «globalización» tiene como principales beneficiarios a los grupos económicos y las grandes corporaciones, siendo dirigida u orientada desde la cúspide del poder internacional. En otros términos, el fenómeno como tal tiene una dimensión tanto económica como política, ambas inseparables.
El ensayo comprende 4 partes. Las dos primeras abordan las dimensiones económica y política de la globalización, en este orden. La tercera incorpora la problemática latinoamericana y en la última se plantean algunos elementos para alimentar el debate sobre las alternativas, en términos de las respuestas que van surgiendo y madurando desde lo local.
I.La dimensión económica de la globalización
La globalización por la que atraviesa actualmente el sistema-mundo-capitalista (Wallerstein) es el resultado -para ponerlo en términos de la economía política de Marx- principalmente de la revolución de las fuerzas productivas, que desde los años setenta vienen operando desde determinados nichos vinculados a la generación de conocimientos, información y tecnologías. Este proceso repercutió profundamente sobre la división del trabajo, tanto al interior de los ámbitos nacionales de los países más desarrollados, como sobre las relaciones económicas internacionales. La consecuencia más palpable de todo esto es el agrandamiento de la brecha entre países ricos y países pobres, que es medida mediante distintos indicadores del reparto desigual de la riqueza que genera el sistema-mundo dominante. Si en la división del trabajo clásica industrial lo que se valoraba era la fuerza física del obrero, hoy en cambio, con la globalización, son las capacidades mentales y las habilidades técnicas los ejes o referentes principales de la valoración de cualquier tipo de trabajador que se ponga al servicio del capital, ya se trate de un simple operario de máquina, un campesino, profesional técnico o un director de empresa. Una de las fuentes de la ganancia en el capitalismo consiste en que el valor de uso de las capacidades reales del ser humano son infravaloradas, por lo que el nivel real de la valoración, medido por ejemplo en el salario, está condicionado por el conflicto capital-trabajo que la globalización no ha suprimido.[2] Frente al discurso apologético que ensalza a la nueva economía proveniente de la revolución científico tecnológica, el grado de conocimiento, así como el manejo técnico y el dominio de información, entre otros, se han convertido en elementos que actúan detrás de los procesos de segregación y exclusión de trabajadores de los mercados de trabajo y de los procesos productivos más modernos.
1.1 Acumulación de capital a escala global
Al exponer sobre la «Tendencia histórica de la acumulación capitalista» [3] Marx daba a entender que mientras no cesara el proceso de concentración de la producción junto a la de los medios técnicos y la propiedad, la humanidad se mantendrá bajo la férula de la prehistoria del capital. En los tiempos previos a la primera revolución industrial y posteriormente, ese proceso se caracterizó por métodos violentos e infames de despojo; pero es a partir del surgimiento del capitalismo monopólico y de la era imperialista (desde fines del XIX y principios del XX) que la concentración de los capitales se fue realizando mediante métodos más racionales y "técnicos", liderados por el capital financiero.
¿Con la globalización estaría llegando a su fin la «prehistoria del capital»? Aníbal Quijano escribió hace varios años: «El capitalismo, la Historia del Capital, avanza ahora más rápida e irreversiblemente en la dirección de su última realización. Cuanto más exitoso y más plenamente realizado y gracias exactamente a su éxito, se despide de sí mismo.» [4]
Considerando entonces el argumento anterior, uno se sentiría tentado a concluir que la tan mentada globalización representaría nada más y nada menos que el «Fin de la Historia», pero de ese proceso, como el anuncio de la gran victoria del capital. Sin embargo, conviene preguntar también si será el siglo de la decadencia del capitalismo, aunque no necesariamente el de su derrota.
Hay quienes sostienen que el capitalismo no enfrenta actualmente una "crisis económica estructural" sino social (tesis de Göran Therbon). Ello, sin embargo, no supone negar la existencia de elementos que ya se hallan incubados y que con toda probabilidad llevarán al sistema a una próxima crisis, la cual, más que coyuntural o cíclica, debe interpretarse como una crisis sistémica que vendría dada por la incapacidad del capitalismo para renovar en el futuro las condiciones de acumulación, reproducción y crecimiento. Esos factores estarían asociados al progreso técnico y a la centralización del capital. Para ponerlo en forma de pregunta: ¿qué pasará si las fuerzas productivas ya no puedan ser más revolucionadas (es decir, cuando cese la innovación tecno-científica) y la centralización de la propiedad y los recursos lleguen al límite? ¿En qué condiciones la humanidad y el planeta alcanzarán ese punto? Mientras eso suceda es obvio que el sistema continuará generando crisis sociales, lo cual se ha vuelto "habitual" reconocer en todos los diagnósticos socioeconómicos. La cuestión es preguntarse hasta cuándo es todo eso política y socialmente tolerable, y quiénes están dispuestos a implantar una política de detente al mismo tiempo que de cambios estructurales del sistema.
1.2 Con la globalización el capitalismo no volverá a ser lo que era antes
La revolución tecnológica ha hecho de la biotecnología, la investigación genética, el conocimiento científico-tecnológico, la capacidad de innovación y los servicios, entre otros, los nuevos nichos de generación de valor y plusvalor; repotenciando la capacidad de reproducción del sistema a niveles y escalas nunca antes imaginadas. Esos avances han puesto al capital globalizado, entendido como una relación estratégica entre los estados (¿nacionales?) y las grandes corporaciones, en condiciones de ejercer su dominación sobre las vidas, mentes y cuerpos; y esta es la gran diferencia con la época del capitalismo industrial clásico y luego monopólico a nivel mundial (la era imperialista) donde lo vital era la explotación del trabajo asalariado.
Como ya han señalado algunos autores y autoras occidentales (Ulrich Beck, Viviane Forrester, André Gorz, Jeremy Rifkin) el mundo del trabajo ha empezado "virtualmente" a desaparecer. El trabajo excedente sobre el trabajo socialmente necesario, es decir, tiempo de trabajo no retribuido por el capitalista al trabajador, que era la principal fuente del plusvalor, tiende a ser desplazado por un tipo de trabajo altamente calificado orientado sobre todo a la producción de conocimientos y medios técnicos para el desarrollo a su vez de nuevos procesos (microelectrónica, biotecnología, informática, nanotecnología, etc).[5] El tiempo de trabajo invertido efectivamente en la producción es progresivamente sustituido por el trabajo sin tiempo ni espacio: el mundo de la virtualidad. Se trata de un proceso inexorable e irreversible. Ser considerado competitivo, hoy en día, significa ser capaz de brindar una corriente de servicios intangibles altamente valorados por el capital, es decir conocimientos, creatividad e innovación, como condiciones para añadir "valor agregado" a lo que se produce.
¿Cuál sería el correlato de un proceso de trabajo que se vuelve cada vez más virtual? La gran rentabilidad, así como el potencial crecimiento y expansión de los nuevos núcleos productivos, donde está el corazón de la revolución en las tecnologías, ha atraído ingentes capitales porque se ha visto en ello la nueva piedra de toque de la acumulación, sustento a su vez del dinamismo de los mercados financieros: la inversión en acciones y valores de empresas, grandes firmas y corporaciones vinculadas a las ramas "de punta", son también objeto del juego de la mera especulación financiera y del interés de los capitales de riesgo. Empresas como CiscoSystems, Yahoo!, Amazon y la misma Microsoft están estrechamente vinculadas con estos capitales y mercados.
Sin embargo, se ha identificado la globalización con el "éxodo del capital" (Gorz 1998), para dar a entender que la base de la acumulación actual está constituida por los mercados financieros y bursátiles donde el capital es dinero acumulado que se reproduce a-sí-mismo, aparentemente con una autonomía, dinámica y racionalidad propias, lo cual es parcialmente cierto, pues parte importante de ese dinero que se acumula y se va capitalizando alimenta el funcionamiento de los nuevos núcleos productivos, altamente rentables; es decir, no todo ese capital está desprovisto de algún contacto con la esfera de la producción. En cambio, parte del capital-dinero que se ve incrementado por la distribución de jugosos dividendos, participación en los beneficios o por atractivos intereses, que por tanto no retorna a la producción y que más bien se desvía hacia la especulación, ha ido generando una "economía casino" o de carrusel a nivel mundial, siendo la expresión plus ultra del "éxodo" al que se refiere Gorz; es decir, dinero que engendra dinero mediante las cotizaciones en bolsa y la presión de una tecla, porque son billones de dólares los que se mueven todos los días de un lugar a otro del globo en fracción de segundos, pero cuyo respaldo y garantía son los depósitos y ahorros de toda la vida de la gente, así como las reservas y fondos de encaje de los bancos centrales.
Ese es el fantástico mundo del nirvana capitalista, la realización suprema del capital-dinero, donde solo en cuestión de un parpadeo de ojos se gana o se pierde millones de millones de dólares. [6] Las locuras especulativas (burbujas financieras) acaban arrastrando (cuando explotan) a las economías de los países que se adiccionan de ellos. Véase sino lo que ocurrió en 1997-1998 con los "tigres" asiáticos (Tailandia, Malasia, Indonesia), después en Rusia y Brasil; antes con México y Japón a comienzos de los noventa.
Mientras que el desarrollo tecnológico y de punta está produciéndose en los principales nichos de valor y cadenas de valorización, aguzando la mayor concentración del capital y de la propiedad, así como procesos de segregación / exclusión de la fuerza de trabajo; en su fuga hacia el mundo de la virtualidad y la especulación, el capital-dinero de naturaleza propiamente financiera, causa estragos en las relaciones económicas internas, sea en los ámbitos sectorial, regional y aun local. Uno y otro proceso llevan necesariamente al agudizamiento de las contradicciones del capitalismo imperialista en el largo plazo, frente a lo cual se está respondiendo con la globalización política desde los grandes centros, liderados por Estados Unidos, consistente en un nuevo ordenamiento de las relaciones de poder entre los estados en función de la mundialización de la economía.[7]
En países como los latinoamericanos, para aquellos emprendimientos que no hayan logrado modernizarse lo suficiente para poder competir (léase: exportar), o no se hayan acoplado adecuadamente en alguna parte de la cadena de valorización global de alguna gran corporación, solo les queda el apoyo estatal, su absorción por (fusión con) otra empresa financieramente más solvente, o la simple sobrevivencia.
En este proceso de mutación el capital ha ido dejando a su paso muchos ejércitos de excluidos, desempleados y subempleados, recursos y capacidades de trabajo que "no le sirven". Masas de gente desesperadas y famélicas recorren las ciudades buscando emplearse en cualquier cosa u ofreciendo lo que tiene / sabe hacer. El autoempleo es un fenómeno social cotidiano en países como el Perú, una estrategia de los pobres y aun de las capas medias para agenciarse de dinero y poder vivir.
1.3 Relativización del trabajo y crisis del Keynesianismo
Podemos abordar esta cuestión mediante las siguientes preguntas: ¿cómo y en qué sentido el sistema económico "tiende a relativizar el rol del empleo"? Si el empleo está perdiendo importancia relativa en la economía (sea por la tecnología ahorradora de mano de obra, o por la menor demanda laboral y/o aumento de la informalidad), entonces ¿para quiénes va dejando de ser relevante la consideración del empleo "como mecanismo de acceso a recursos monetarios"?. Obviamente, no para los más pobres quienes solamente poseen su propia fuerza de trabajo y la de sus familias.
En el marco de una economía con pleno empleo se asume que toda la población en edad de trabajar (la PEA) está incorporada en el aparato productivo (la informalidad no existe); empleo y ocupación son además conceptos equivalentes porque hablamos de trabajo contratado y remunerado, sea por la empresa privada o por el Estado. El valor del producto social que se genera con la fuerza laboral existente (dado un stock de capital) corresponde con la cantidad de dinero que se echa a la circulación (emisión monetaria), haciendo equiparables oferta y demanda. Bajo este contexto de equilibrio macroeconómico (donde el Estado mantiene un presupuesto equilibrado) el empleo sí es un mecanismo válido de acceso a los recursos monetarios (léase: ingresos, salarios y remuneraciones en general), que permiten cubrir exactamente las necesidades del trabajador y su familia (los trabajadores no ahorran). Esta es, en síntesis, la versión de la macroeconomía estándar.
Sin embargo, cuando el empleo es "relativizado" por el sistema entonces estamos operando en una realidad no solamente con desequilibrios macroeconómicos, sino también con dualismos y brechas sociales, que es la realidad latinoamericana: empleo/desempleo, moderno/tradicional, formal/informal, riqueza vis-a-vis pobreza, inclusión de pocos/exclusión de muchos, etc. En un contexto así la macroeconomía (keynesiana o neoclásica) deja de ser el marco apropiado para diagnosticar, analizar y evaluar la realidad. Para diseñar alternativas se necesita en estos casos construir escenarios más complejos o realizar un análisis estratégico donde la economía es solamente una de las dimensiones del desarrollo.
En la actual etapa histórica esa postura teórica y epistemológica implica al argumento sobre el agotamiento del pensamiento keynesiano, reconocido sin embargo por pocos. Si se pasa revista a los planteamientos con enfoque macro surgidos sobre política social en la región (pobreza y necesidades básicas, gasto y seguridad social, desarrollo urbano y otros) aparecen al menos dos elementos comunes: el primero (a nivel teórico) lo constituyen los fundamentos keynesianos alrededor sobre todo de la política fiscal redistributiva (particularmente: impuestos, subsidios y reorientación del gasto); el segundo, en estrecha correspondencia con el anterior, se refiere al rol activo y promotor que se le asigna al Estado, lo cual es mal visto por quienes han hecho de la oposición entre mercado y Estado una disyuntiva falaz (o una imagen maniquea).
Desde hace más de una década existe en América Latina una disputa ideológica y política sobre el nuevo rol del Estado, pero que aún no concluye. Bajo el contexto de las reformas estructurales y los procesos de ajuste, impuestos por el Banco Mundial y el FMI, la reducción del tamaño del Estado iba frecuentemente acompañada por la menor asignación de recursos para los llamados "sectores sociales" (educación, salud, vivienda, seguridad social). Cualquier intento de propugnar una gestión pública del presupuesto más sensible hacia las necesidades sociales urgentes, era y es vista como sinónimo de intervencionismo estatal y rebrote inflacionario. Por eso, mantener a raya el déficit fiscal ha sido desde entonces el caballo de batalla de los tecnócratas, cualquiera fuese el régimen político, que más bien oculta una preocupación central (la cara oculta de la moneda): asegurar para el capital una tasa de ganancia y brindar condiciones favorables para la inversión, como mecanismo sine qua non de la ansiada integración de los estados latinoamericanos en la globalización.
Conviene plantear: ¿por qué el keynesianismo como estrategia de política económica cayó en desgracia en los años setenta (segunda mitad)? Más que por una debilidad intrínseca, la economía keynesiana reveló su crisis bajo los nuevos cambios y necesidades que experimentaba el capitalismo, siendo este el contexto histórico en el que tiene que ser explicado. La gestión keynesiana del Estado de Bienestar en Europa y Norteamérica con sus controles, reglamentaciones, pero sobre todo con sus políticas económicas interventoras, junto a la rigidez del sistema monetario internacional y del comercio exterior, resultaba una camisa de fuerza y una traba para la creciente movilidad del capital -especialmente financiero o en la forma de inversión extranjera directa-, que tendía a rebasar los marcos de los estados nacionales. El "triunfo neoliberal" [8] en la década de los ochenta tiene una doble lectura. De un lado, la apertura total del comercio así como la libre flotación de las monedas que requerían los capitales en expansión, encontraron en el recetario neoliberal la respuesta "científica" que necesitaban para justificarse. De otro lado, los neoliberales tuvieron la audacia de presentarse como una solución en el momento preciso, con un discurso económico que le daba en la yema del gusto a los intereses del capital, es decir, que el nuevo "modelo" prescindía del Estado e inclinaba la balanza de la economía hacia las fuerzas más dominantes del mercado (las grandes empresas, corporaciones y banca internacional).
II.La dimensión política de la globalización
Si la globalización es un proceso inevitable y autónomo, la pregunta es: ¿hasta qué punto? Esto nos lleva a la cuestión de los límites, que son nítidamente dos: 1) los límites ambientales o la soportabilidad del planeta frente a los impactos a escala del capitalismo globalizado sobre los espacios naturales y sociales nacionalmente considerados; 2) los límites políticos o la "capacidad de aguante" de la humanidad afectada (clases, grupos, estratos, capas y sectores sociales; comunidades étnicas, naciones, tribus) por los estragos de la globalización y las miserias que produce. Desde este punto de vista, la globalización capitalista solo puede dejar de ser inevitable políticamente, contraponiendo al poder global del capital un contrapoder societal liderado por un conjunto de actores, entre los cuales deberán estar los trabajadores. En ausencia de ese contrapoder será entonces la Naturaleza la encargada de fijar tales límites, solo que cuando estos se manifiesten con toda su fuerza podría ser demasiado tarde para la supervivencia humana en el planeta. Estas son las cartas sobre la mesa que desde hace un buen rato el capital ha lanzado a toda la humanidad, y no es ningún tremendismo ni fatalismo decir que nuestra suerte está echada: en cualquier caso está en juego la supervivencia o la extinción, y es hasta estos límites adonde hemos llegado o el capital nos ha llevado a todos.
2.1 La globalización es la contrarrevolución política del capital
¿Qué es lo que permite entender cabalmente el "fenómeno" de la globalización? ¿Por qué apareció y hacia dónde nos lleva? Para empezar, el movimiento cíclico del capital como sistema económico siempre viene acompañado de su respectivo ciclo político, es decir, por la alternancia entre revolución y contrarrevolución. La globalización no es un suceso aislado (un epifenómeno) sino el resultado de muchos factores a la vez y por eso es multidimensional. Cierta literatura atribuye la globalización a lo que se podrían llamar acuerdos económicos interestatales de los países más poderosos, materializados en políticas de liberación financiera y desregulación comercial, como consecuencia del "auge" de regímenes neoliberales. Aunque aquí se esgrime un contenido político no es necesariamente la explicación política. La explicación política es otra. Conviene aclarar que la globalización es mucho más que la expansión de los mercados a lo largo y ancho del planeta, como es la opinión recurrente que ha sido masificada en el "sentido común" por los medios que producen "opinión pública". Significa, ante todo y sobre todo, el nuevo ordenamiento del poder hegemónico del capitalismo, lo cual exigió previamente -y aquí viene lo decisivo- la derrota histórica de todos los movimientos revolucionarios tanto en el Norte como en el Sur, pero también la del "despotismo burocrático" que rigió en Rusia y los países del este cuyo sistema político se conoció luego con el nombre de «socialismo realmente existente» (Rudolf Bahro).
Estamos hablando de dos siglos de enfrentamientos, que vienen desde el XIX y cubren casi todo el XX, a lo largo del cual el capitalismo lidió su supremacía contra todo lo que se le opuso al frente. El periodo entre 1965 y 1975 fue la etapa más reciente de esos enfrentamientos, la que decidió il nuovo corso de la globalización y el "auge" neoliberal. Los movimientos por una globalización alternativa, tienen como su más inmediato antecedente la lucha de ese periodo que puso en cuestión a la cultura burguesa y el poder de la burocracia.
Allí tomaron parte no solo los trabajadores sino también otros explotados y oprimidos, capas medias, juventud universitaria, víctimas de la colonialidad, movimientos "antisistema", guerras de liberación, luchas anticoloniales, y guerrillas en América Latina; pero el escenario donde el conflicto era estratégico y en donde el capital dirimió su poder hegemónico fue toda Europa (el conflicto este-oeste). Algunos hitos: mayo del 68 en Francia y Alemania; la revolución cultural china; el fin de la "primavera de Praga" con la invasión de tanques soviéticos; guerra de Vietnam y Woodstock; la masacre de Tlatelolco (México) y el "cordobazo" argentino; aniquilamiento militar del proyecto político guerrillero del che Guevara; instauración del fascismo en Chile luego del sangriento derrocamiento de Salvador Allende.
¿Dónde radicó el fracaso de esos movimientos e intentos, o por qué fueron todos ellos derrotados? ¿Acaso el capitalismo no fue suficientemente cuestionado? ¿Los revolucionarios y contestatarios no estaban prisioneros de la racionalidad capitalista proveniente de la colonialidad del poder? Aníbal Quijano propuso una explicación:
«La cuestión apenas comienza a ser abierta. Con todo, es probable que eso se deba, en lo fundamental, a que en especial desde el fin del siglo XIX hasta entrados los años 60 del actual, entre esos movimientos y en particular entre sus grupos más exitosos, la hegemonía del eurocentrismo -el patrón fundamental de la racionalidad capitalista- permaneció incontestada. Es decir, no solo no alcanzaron a liberarse de ella, sino que nunca la pusieron realmente en cuestión, ni en su teoría ni en su práctica.
«Dicho de otro modo, toda la historia del siglo XX, incluidas las revoluciones, transcurrió dentro de y como parte del desarrollo del capitalismo. Y las revoluciones sociales, triunfantes sobre todo, pero no mucho menos las derrotadas, sirvieron a la plena y final realización y universalización de las principales tendencias y virtualidades del capital y de su orden de dominación.»[9]
La derrota política de los sesentas y setentas fue entonces lo que permitió dar luz verde a la contra-revolución neoliberal, contribuyendo -aun sin quererlo- al reordenamiento del poder capitalista en el mundo (la mentada globalización). Esta es la historia que está por acabar y el capitalismo no volverá a ser lo que era antes. No existe ningún fatalismo, al contrario, una nueva historia ya empezó. Como sostiene Quijano: «en tabla alguna está escrito que seremos siempre derrotados. Es, por el contrario, el momento de romper con las rejas del eurocentrismo y de preparar la otra Historia, la que resultará de las grandes luchas que ya están a la vista. ¡Esa nueva Historia puede ser la nuestra!».
2.2 ¿Globalización versus intereses "nacionales"?
¿América Latina está integrada en la globalización capitalista? La respuesta es afirmativa si se considera que la región vive la globalización de los impactos de políticas macroeconómicas que deciden e imponen los centros de poder con EE.UU. a la cabeza. La misma pregunta se responde negativamente al constatar que los centros no son consecuentes con el discurso sobre los beneficios que supuestamente trae la apertura comercial para todos los países, cuando ellos mismos cierran su mercado interno a las exportaciones latinoamericanas (por lo menos algunas) mediante medidas para-arancelarias. Desde este punto de vista, la globalización para AL tendría más de ficción que de realidad.
En contrapartida, los beneficiarios directos de esa globalización, así entendida, se hallan en los países del Norte. En el primer caso, dado que las políticas neoliberales operan a favor del capital financiero-especulativo, los beneficiarios son los bancos, grupos financieros, inversionistas y grandes trusts. En el segundo, el proteccionismo favorece a las empresas y productores de bienes no-transables (es decir, no-exportables) del Norte, particularmente de la agricultura y algunas manufacturas (v. gr. textiles). Viendo las cosas de esta manera, la globalización bloquea el desarrollo económico "nacional" en el Sur al tiempo que desestabiliza el manejo macroeconómico por déficits comerciales y endeudamiento público externo, reforzando por esto mismo la dependencia de capitales foráneos.
Eso lleva a plantear algo similar a lo que en su momento se debatió en torno a la tesis del intercambio desigual, que suscitó Arghiri Emmanuel (1980) en los años sesenta y setenta. Este autor, utilizando los esquemas de reproducción de Marx, llega a mostrar que la desigualdad en el intercambio comercial de mercancías surgía esencialmente por las diferencias de salario entre los países, lo que ponía en entredicho el principio socialista de la solidaridad internacional del proletariado. Su tratamiento del salario como una variable independiente o exógena a la empresa capitalista con sede nacional, determinada por las condiciones sociales e históricas de cada país, llevó también a un debate aparte, como el que mantuvo con Christian Palloix para quien el salario estaba determinado por la productividad del trabajo (tesis de la economía neoclásica). La cuestión fue que la discusión sobre el intercambio desigual, llevada a la arena de la política, suscitó posiciones encontradas en torno de si la naturaleza del conflicto radicaba en el enfrentamiento entre países "ricos" y países "pobres" (conflicto Norte-Sur) o en una alianza "solidaria" del proletariado y los dominados de todos los países contra la burguesía mundial (propuesta hecha por Charles Bettelheim). La primera implica posturas nacionalistas en el sur (y oportunistas en el norte) en virtud de las cuales se instiga a la "clase obrera" para apoyar los intereses económicos, supuestamente "nacionales", de las "burguesías" de los países subdesarrollados. [10]
Pareciera entonces que la globalización estimula el resurgimiento, en los países del sur, de un nacionalismo renovado en la política, desde el centro hacia la izquierda, más aun si se aprecia que entre capital y trabajo está nada menos que el Estado. De aquí a defender el estado de bienestar en la política y la intervención del estado en la economía (o defendiendo las empresas públicas de las privatizaciones) solo hay un paso. ¿Significa esto una suerte de neopopulismo? En todo caso, ¿dónde estaría la continuidad y dónde la ruptura con respecto al populismo, el estatismo y el nacionalismo?
2.3 Las nuevas condiciones del enfrentamiento
El problema para la crítica de la economía política del capitalismo, en su etapa actual de globalización, es que, a diferencia de los siglos XIX y XX, la generación del plusvalor ya no descansa solamente en la explotación del trabajo asalariado. Como ya se ha señalado, el conocimiento técnico y científico tiende a desplazar a la fuerza física del obrero del proceso de valoración del capital, como viene sucediendo en las ramas e industrias de punta que lideran y experimentan con mayor intensidad la revolución tecnológica; la producción en tiempo real tiende a ser el sucedáneo de la producción según el clásico "tiempo de trabajo". El desplazamiento del trabajo asalariado, como tendencia, también debe quedar reflejado en la composición orgánica del capital pues la nueva tecnología, plasmada en los equipos y maquinaria moderna, exige para su manejo una capacidad de trabajo altamente calificada, entrenada y capacitada (además de convenientemente disciplinada y "educada"). Los trabajadores que no tengan la suerte ni el privilegio de reunir estos requisitos de calificación para ser empleados como fuerza de trabajo del capital en las nuevas condiciones, son irremediablemente condenados a vegetar en el mercado laboral como mano de obra temporal, subocupada, autoempleada, o lanzados al abismo del "cuarto" mundo del lumpenproletariado, indigentes y pobres extremos.
Aquella es la base estructural del retorno del desempleo en Europa y los Estados Unidos, de la ampliación de la masa de marginados y desplazados en el Sur, así como de la masificación del «ejército industrial de reserva» en todo el sistema.[11] La globalización obliga además a replantearse el contenido de (y la utilidad práctica de seguir utilizando) las categorías económicas tradicionales como trabajo, empleo y producción, exigencia igualmente válida para esquemas de interpretación distintos como los análisis neoclásico y keynesiano.
Cabe preguntar: ¿es relevante seguir planteando el conflicto político en términos de capital y trabajo, o de «lucha de clases»? Si dos de las tres "novedades" que la globalización nos trae consisten en la escala planetaria con que ahora opera el capital, más la dominación en todo sentido mediante la "homogeneización cultural", entonces es toda la sociedad la afectada y no son únicamente los trabajadores. Pero hay una "novedad" adicional a tomar en cuenta y que abona a favor de esta posición, a saber: El capitalismo creció y se desarrolló más de la cuenta, favoreció a algunos países, culturas, territorios y clases sociales más que a otros, pero nos ha comprometido a todos en la crisis ambiental. Entonces, el nuevo escenario del conflicto es el de la aldea global donde el centro y la periferia se han entremezclado (ya no son claramente distinguibles ni separables).
Sostener que es "toda la sociedad" la afectada corre el riesgo de llevar a posiciones nacionalistas y proestatistas de nuevo cuño, que ponen el acento en la confrontación entre estados fuertes y estados débiles o sus equivalentes (conflicto Norte / Sur, países "ricos"/ países "pobres"), tal como sostendría cualquier postura política a la usanza de la antigua balanza de poder del siglo XIX (Polanyi 1992). Esta cuestión así planteada nos lleva necesariamente a debatir la naturaleza real del Estado en la globalización.
La globalización, sea mediante las políticas de desregulación de los mercados nacionales, o las modernas tecnologías y las comunicaciones en tiempo real, ha abolido prácticamente las fronteras entre los países para la libre circulación de capitales y mercancías. En una palabra: fronteras para los pueblos, libertad para el capital. Pero al mismo tiempo el concepto de sociedad civil, adscrito a la primera modernidad, ha dejado de ser tal para ser sustituido por el de la sociedad civil transnacional, esto es, la pérdida del carácter "nacional" que encerraba el concepto de sociedad en la sociología clásica. Por tanto, la globalización hace desaparecer virtualmente la soberanía nacional del Estado en materia económica y socava los fundamentos del «nacionalismo metodológico» de la primera modernidad donde sociedad y estado aparecían integrando una misma arquitectura (marco referencial) con base en el territorio (Ulrich Beck 1998).
¿Qué fuerza política puede tener el propugnar un Estado "nacional" en medio de un capitalismo globalizado que literalmente destruye el empleo y expulsa a los trabajadores hacia la precariedad (lo que se llama un capitalismo sin trabajo) y, a consecuencia de esto, "resquebraja también la alianza histórica entre capitalismo, Estado del Bienestar y democracia"? (Beck 1998, p. 97)
III.América Latina y la Globalización
3.1 La nueva dependencia
América Latina vivió un proceso de desarrollo que podría caracterizarse como de capitalismo nacional, desde -digamos- 1945 hasta mediados de los 80 con intervalos de políticas económicas más o menos liberales. Dornbush y Edwards (1992) llaman "populismo económico" a todas las experiencias que tuvieron lugar en dicho periodo, donde incluyen desde las variedades de nacionalismo estatal hasta los experimentos de socialismo y las políticas heterodoxas. La justificación teórica y política -para ellos- es que todas esas modalidades compartieron el intervencionismo estatal, que distorsionaba el libre desempeño de la economía y el cual vendría a ser el origen de todas nuestras desgracias según la reacción neoliberal de los 80.
Sin embargo, el desarrollo del capitalismo en América Latina no hubiera tenido lugar sin la participación / intervención del Estado, tal como aconteció en aquel periodo. El Estado latinoamericano fue una instancia privilegiada porque allí se definían y regulaban (políticamente) las grandes orientaciones del desarrollo, y es la dirección económica de esa instancia la que fue decididamente disputada por los neoliberales. Hoy en día las políticas económicas son gobernadas y monitoreadas desde afuera por una tecnocracia internacional y desde los centros de poder económico financiero.
La alianza que había entre capital estatal y capitalismo privado, que rigió con el modelo de sustitución de importaciones para desarrollar los mercados internos, fue quebrada y reemplazada por una nueva fórmula: la del minimax, que significa menos Estado y más Mercado. Con una gran diferencia: las economías de los países dependen, de ahora en adelante, sola y exclusivamente de los mercados mundiales respecto de los cuales las consignas son: ¡Exportad o morir! y ¡¡creced, creced, creced!! El Estado fue reducido y refuncionalizado para resguardar las fronteras, mantener el orden interno y asegurar condiciones irrestrictas a la libre entrada / colocación / circulación de capitales en cada territorio.
La adicción a las divisas sea bajo las modalidades de inversión extranjera, fondos de cooperación o colocaciones de corto plazo, constituye uno de los mecanismos de la nueva dependencia de muchas economías en desarrollo, entre ellas particularmente las de América Latina, porque las políticas económicas de los países compiten entre si a través del manejo de las tasas de interés y el tipo de cambio en procura de atraer esos capitales para resolver crisis coyunturales (léase: de balanza en cuenta corriente, déficit fiscal o stock de reservas internacionales).
Lo que dichas políticas evidencian es la articulación entre el Estado y el capital financiero internacional, la cual tiene su concreción orgánica en los acuerdos con el FMI y el Banco Mundial (Cartas de Intención) o en estrategias más globales (Consenso de Washington). Las políticas económicas, al menos en América Latina y el Tercer Mundo, han dejado de ser soberanas desde hace mucho tiempo. La adhesión a los equilibrios macroeconómicos y al fomento de una "economía sana" de libre mercado, son los principales argumentos de un discurso supuestamente moderno y técnico, realista y pragmático, para encubrir con un velo ideológico la alianza estratégica de las élites empresariales, políticas y tecnocráticas con el gran capital. En realidad, oculta también la incapacidad (política) del Estado (que en América Latina es histórica) para tomar decisiones económicas que consideren los intereses y necesidades de las mayorías postergadas y empobrecidas. Es necesario, pues, introducir en los países pobres la demanda por democratización en el manejo de los asuntos económicos de interés público, que ya tienen un apoyo mundial con lo de Seattle y el Foro Social Mundial.
3.2 El Consenso de Washington (CW)
Antes del CW América Latina ya había pasado por experiencias de políticas macroeconómicas populistas (Dornbush y Edwards 1992) y de estabilización de corte ortodoxo, ninguna de las cuales consiguió resolver la «crisis fiscal del Estado» (Bresser Pereira 1991) que, en cambio, en el lenguaje del consenso, está codificado como un problema de estatismo / populismo.
El CW se puede entender como la gestión macroeconómica del capital en la globalización. Fue concebido para remover la ingerencia del Estado en la economía, especialmente en los países del Sur, y lo logró en las cuestiones que se propuso hacer (privatizaciones, reducción del aparato público, desregulaciones, apertura y libre entrada de capitales, "flexibilidad" laboral).[12] Paradójicamente, el Estado recibió la responsabilidad de realizar con aplicación el mismo recetario en todas partes, y por eso es también un gran perdedor. Esto permite revelar la incapacidad de la clase política que se turnó en el poder para defender los intereses de cada país. Dado que la sociedad siempre ha dependido del Estado en América Latina, al perder el Estado perdió también la sociedad (exceptuando a las élites económicas) y la clase política se desprestigió.
El CW y otros instrumentos similares tradujeron la voluntad política del Norte de querer gobernar a las economías latinoamericanas con el mismo rasero. Los países experimentaron la enajenación de sus políticas económicas, lo que equivalió a una pérdida de auto-determinación.
El CW impuso a los estados latinoamericanos una doctrina económica cerrada que bajo el manto de un "consenso" ocultaba los intereses del gran capital. La revolución económica -mediante la cual las economías de la región son desestatalizadas- significó también la sistemática desestructuración del sistema de estados-nación en la región y de los esfuerzos relativamente autónomos de integración que se habían dado, condición sine qua non para pasar hacia el reinado del mercado (léase de las grandes transnacionales).
Las políticas económicas inspiradas en el CW y consensos similares privilegian las variables monetarias (déficit fiscal, tasas de interés, tipo de cambio, encaje bancario, circulante) sobre las variables reales (producción, empleo, ingresos), lo que expresa la preeminencia del capital-dinero sobre las otras formas del capital en el manejo de la economía de un país. La gestión macroeconómica que impone una estrategia como la del CW se posesiona en dos áreas claves, en torno de las cuales hace girar todo lo demás: pago de la deuda y gasto público, lo cual hace que toda gestión macroeconómica sea convertida en asunto de fondos: cuando hay crisis es por el factor NHP ("NO HAY PLATA"), tal como se mostró patéticamente en Argentina.
El CW creó entonces un recetario homogéneo y estandarizado que se aplicó por igual a todas las economías de la región, independientemente de su nivel de desarrollo; las políticas económicas perdieron no solamente márgenes de autonomía sino que también les enajenaron su nacionalidad, en el sentido que las decisiones fundamentales se toman fuera de nuestros países. Se ha implantado la costumbre de que, antes que un nuevo gobierno se instale, la "comunidad internacional" tiene que saber qué va hacer con la economía y cuál el rumbo que piensa seguir, y esto se conoce primero en cónclaves y reuniones especiales; pero lo que se difunde públicamente son generalidades y lugares comunes. El secretismo es lo que rodea a las decisiones claves de la política económica.
EL CW equivale a hablar de política macroeconómica estandarizada, que fue consensuada entre todos los organismos internacionales, los países más desarrollados y las grandes multinacionales, para "gobernar" sobre nuestras enflaquecidas y famélicas economías. Es decir, para gobernar también a los pobres. En tanto que consenso, impuso un lenguaje y forma de pensar que se ha legitimado en la opinión de políticos, banqueros, empresarios y de muchos economistas locales. Los medios masivos de comunicación lo convirtieron en un lenguaje de sentido común que se habla y se repite todos los días, aunque muchas veces sin que la gente entienda bien los contenidos y el sentido que se da al usar términos técnicos (reducir el déficit fiscal, equilibrar el presupuesto, devaluar la moneda, etc.) con las consecuencias que encierran para sus condiciones de existencia.
Los resultados alcanzados por el Consenso de Washington son, en resumen los siguientes:
1) En términos sociales (educación, salud, seguridad social, pobreza, empleo, distribución del ingreso) los resultados obtenidos por las políticas económicas del CW fueron contraproducentes en América Latina. Se profundizaron y ensancharon la desigualdad social y la inequidad, afectando la gobernabilidad de los países. Los perdedores de esas políticas fueron y siguen siendo los trabajadores de la ciudad y del campo, los desempleados, los habitantes que viven en la periferia de las ciudades, los nuevos pobres (sectores medios urbanos), las mujeres, los jubilados y los niños.
2) En términos económicos el CW favoreció con creces -y en primer lugar- a la banca internacional, inversionistas extranjeros, grandes compañías, financistas y especuladores; en segundo lugar a los grupos empresariales con mayor poder económico de cada país, esto es, a los principales exportadores y grandes banqueros, seguidos por los capitales privados que producen para el mercado interno y que en algunos casos son socios menores de empresas extranjeras. El crecimiento económico -cuando se dio- se produjo en función de las decisiones y los intereses corporativos de estos sectores, que fueron los grandes ganadores y destinatarios del consenso.
IV.Elementos para construir alternativas desde los espacios locales
Desde hace un buen tiempo, en realidad a lo largo de los años noventa, los ideólogos del capital y del pensamiento único han insistido machaconamente que fuera de las políticas económicas por ellos promovidas, "no existen alternativas". ¿Es cierto? Lo único cierto es de que, desde América Latina, no ha logrado constituirse un pensamiento crítico que cuestione los fundamentos teóricos y filosóficos de la economía dominante, pero que al mismo tiempo vaya en procura de brindar las bases maestras para la construcción de una nueva economía. Esto último pasa necesariamente por una práctica junto a los sectores populares y de todos aquellos que buscan el cambio, experimentando modalidades heterodoxas de intercambio, organización de la producción, valorización de recursos y capacidades, distribución del trabajo, es decir, poniendo a prueba y aprendiendo por ensayo y error. La Nueva Economía, si es que se da, tendrá que venir asociada necesariamente a la cuestión del empoderamiento desde los espacios locales.
Resulta importante que el énfasis del desarrollo, puesto actualmente sobre el crecimiento de la producción material y el consumismo, se desplace hacia una mayor atención por el ser humano en el sentido de potenciar y liberar sus capacidades creativas. En este nuevo contexto, que debe ser socialmente construido, categorías como producción, valor y reproducción tendrán probablemente que ser liberadas de sus connotaciones productivista, economicista y de apropiación que tienen bajo el capitalismo.
Sin embargo, la economía política no ha desarrollado una crítica de la razón instrumental ni del poder capitalista sino un discurso de la subalternidad,[13] con ingredientes neoliberales sobre la "efectividad" del gasto social y eslóganes sobre la eficiencia de los pobres. El problema de la construcción del discurso político y de una propuesta de poder societal, corre varios riesgos como quedar encerrados dentro del paradigma de la "onda larga" capitalista (v. gr. "consensos" de Buenos Aires y Santiago); pero también se abren las compuertas al retorno de posturas políticas aparentemente clausuradas como los variados nacionalismos y populismos. De allí la importancia de actualizar la crítica del capitalismo en un mundo globalizado, sin dejar de tentar salidas alternativas que la situación exige sean igualmente globales.
4.1.¿Qué tipo de sociedad emerge tras el «diluvio neoliberal»?
En los países de AL, donde sobre todo se han aplicado con dureza el mismo recetario, lo que han emergido son sociedades de sobrevivencia o fracturadas en su tejido social ya que los impactos del ajuste agravaron y aun comprometieron las condiciones de reproducción de la misma existencia. A diferencia del famoso relato bíblico, quienes pudieron salvarse de ese diluvio no han sido precisamente los trabajadores de la ciudad y del campo, ni los más pobres y necesitados.
En cambio, suponiendo que la pregunta se refiera a una sociedad que está siendo reconstruida, es necesario hacer explícita su premisa principal (sobre el Estado). Al respecto, ese proceso pasaría primero por la conformación de una coalición de fuerzas políticas progresistas, "desde el centro hacia la izquierda", que haciéndose cargo de la reforma del Estado conduzca hacia la democratización sustantiva de la sociedad. En esto consistiría el "nuevo curso" de la política democrática en América Latina para los próximos años.[14]
Debemos considerar que, si lo que ha emergido tras el diluvio neoliberal es una sociedad de sobrevivencia con masas de excluidos, como lo es efectivamente en no pocos países de América Latina, las tareas de democratización no pueden ser dejadas para después de que las cuestiones económicas hayan sido atendidas. La propia reforma del estado y la reforma democrática de las instituciones no pueden marchar junto con una sociedad debilitada por tanto ajuste macroeconómico y desprovista por eso de capacidad de organización y conciencia ciudadana para involucrarse en los asuntos públicos, lo cual deja al régimen democrático relativamente aislado y expuesto a los grupos de poder económico, las empresas transnacionales y los organismos internacionales que influyen sobre las finanzas públicas.
4.2.Democratizar los mercados
Los mercados se pueden democratizar de distintas maneras. Si abrimos el concepto de "mercado" para incluir relaciones y prácticas más allá del mero intercambio, la democratización de los mercados implica apostar -en el largo plazo- por un proyecto de transformación de las relaciones económicas. Si además tenemos en cuenta que el mercado es la institución fundamental del capitalismo, lo que debemos responder al plantearnos una consigna como aquella (democratizar los mercados) es si queremos mantenernos en la sociedad de mercado o superarla. Se trata pues de una apuesta estratégica y no de cualquier cosa porque detrás se halla la construcción de un poder alternativo.
La perspectiva de democratización de los mercados tiene que quedar inscrita en un proceso de transición, cuya posibilidad depende de muchos factores como los sgtes: el interés y la voluntad que pongan los actores que se involucren, los propósitos y objetivos que se quieran alcanzar; las relaciones de producción, de propiedad y de organización económica que se busquen innovar; la tecnología necesaria; los recursos humanos, materiales y monetarios que se pongan a disposición; la capacidad para generar nuevas ideas e inventiva, improvisación; las capacidades y experiencias personales, de grupo e institucionales que concurren; las actividades económicas, los territorios y espacios donde tengan lugar, etc. No menos importante es que la política y la economía deben marchar juntas, ya que los mercados realmente existentes no son entelequias y están conformados por actores con poder económico y político, incluyendo al propio Estado. Además en esta "aventura" se deben tomar decisiones, ejercer liderazgo y direccionar / desencadenar procesos así como efectos multiplicadores.
Hasta no hace mucho se había vuelto vox populi postular una economía de mercado "con rostro humano". En los hechos significaba combinar el recetario neoliberal con un nuevo contenido de la política social: mayor asignación del gasto gubernamental para salud, educación y seguridad social en el presupuesto + programas de lucha contra la pobreza y el desempleo. Es lo que recomiendan tecnócratas sensibilizados por la cuestión social como Nancy Birdsall y Augusto de la Torre (2001). Se trata de una política social que a fin de cuentas permita poner un poco más de dinero en el bolsillo de los pobres para que puedan consumir y participar en el mercado, pretendiendo reducir así los niveles de pobreza crítica y salir paulatinamente de la exclusión (si es que salen). Si esta política reactiva la demanda agregada lo hará pero con un breve plazo de duración, ya que entre otras limitantes depende del dinero del Estado y los fondos de ayuda (no reembolsables) que se puedan conseguir en el exterior, además de someter a los pobres a esta (nueva) dependencia.
Ese tipo de neopopulismo económico (y político) -si se le puede llamar así- significa más de lo mismo, donde los mercados se democratizan para los pobres en tanto consumidores, pero no toca (ni siquiera roza) el poder de los oligopolios y "todos felices" porque el mercado tiene ahora "rostro humano".
Existen al menos dos maneras de entender la consigna de «democratizar los mercados». Una, que sea asumida desde el Estado por una suerte de coalición "progresista" que cubre desde el centro hacia la izquierda (aunque no tan a la izquierda).[15]
La otra manera de entender el asunto consiste en democratizar y aun recrear los mercados desde abajo, es decir, por (o con) la propia participación de los sectores populares. Una cuestión previa a resolver es quiénes son los "sectores populares".
4.3.Las experiencias de economía popular
En muchos países de la región estas experiencias surgieron como respuestas frente al problema del desempleo y el subempleo. Por ejemplo, los clubes de trueque en Argentina a partir de mayo 1995, de los que tratamos a continuación.
Lo interesante es observar como se dio el proceso de desarrollo de dicha experiencia. Empezó en una localidad próxima a Buenos Aires (Bernal) entre 20 personas, luego se propaló a todo el barrio, de aquí se expandió hacia la ciudad dando lugar a clubes de trueque que luego se denominaron nodos, cuando la "red" empezó a desarrollarse. El efecto demostración permitió multiplicar la experiencia, reproduciéndola desde la gran ciudad hacia los municipios y las provincias del interior. De esta manera, el fenómeno fue emergiendo a partir de la periferia urbana para ir conquistando sucesivamente nuevos espacios (la ciudad, lo local, la provincia). En su mejor momento, llegó a estimarse en medio millón de personas los participantes regulares en toda la Argentina, denominados «prosumidores», con un movimiento que valorado a precios de mercado fluctuaba entre 400 y 600 millones de dólares al año.[16]
La difusión y marketing de la experiencia argentina se esparció rápidamente por la región. Así, en Brasil, en la ciudad de Río de Janeiro y en el estado de Fortaleza/Ceara; está también presente en Montevideo y Chile, en ciudades como Santiago, Valparaíso y Aconcagua. En la subregión andina la experiencia argentina inspiró los casos de Rumihuaico y Toctiuco, en Quito - Ecuador, y al Centro de Servicios de San Marcos en el departamento de Cajamarca, sierra norte del Perú.
En el mundo existen muchas otras experiencias de intercambio con moneda social, que utilizan distintas estrategias económicas, organizativas y metodologías de trabajo. Estos mercados "heterodoxos" constituyen al mismo tiempo una suerte de laboratorios para ensayar instrumentos y técnicas de gestión para economías locales (con proyección hacia lo regional), pero son también espacios de experimentación social para reconstruir relaciones de ciudadanía, institucionalidad y poder locales.[17]
Como toda experiencia novedosa, la de trueque con moneda social no está exenta de riesgos, uno de los cuales es que su desarrollo no pueda sobrepasar de lo local y se queden en prácticas que redunden en nuevas modalidades de sobrevivencia.[18] En este punto, la capacidad para consolidar una base de acumulación es un factor crítico o estratégico, ya que supone al menos dos tipos de articulación: uno al nivel de actividades, entre consumidores y productores (unidades familiares, comunidades, micro empresas, talleres artesanales), y otro al nivel territorial entre distintos espacios mercantiles que se articulan, integran y logran complementarse. Sobre las posibilidades y los potenciales límites que enfrentan las experiencias de trueque, José Luis Coraggio (1998) ha tenido un interesante debate con los líderes de la Red Global de Trueque.
Otro tipo de riesgo -a manera de tendencia externa- es que esas experiencias, a medida que van adquiriendo notoriedad pública e importancia, puede que sean cooptadas y formalizadas por el Estado, pues predomina el enfoque tradicional de verlas como actividades "informales". Asimismo, tarde o temprano, la necesidad de mantener la supervivencia de la experiencia o de desarrollarla a otros niveles, lleva a buscar el apoyo del gobierno central y/o de las agencias del estado (ministerios, secretarías técnicas, proyectos especiales, gobiernos provinciales). Sea como fuere, el acercamiento desde / hacia el Estado requiere de mucha claridad política acerca de lo que se quiere conseguir en tiempo y lugar, en términos de costos y beneficios, de relaciones con el poder, de vinculación con otros actores socioeconómicos, de aprendizaje y maduración, entre otros muchos elementos que deben ser evaluados concienzudamente.
La democratización de los mercados basándose en el trueque con moneda social no es la única posibilidad. Existen otras experiencias como las que se orientan mediante principios de solidaridad, abarcando actividades de producción, comercio, consumo y finanzas "solidarias". En estos casos, como en los de la moneda social, los criterios económicos convencionales son subvertidos y la economía se rige con una racionalidad "social" donde la calidad importa tanto o más que la cantidad. Véase por ejemplo las formas que asume la economía de solidaridad en el Brasil, relatado por Paul Singer (1998)
Existen además muchos proyectos, actividades y estrategias institucionales, que asumen la perspectiva del desarrollo humano del PNUD, a través de los cuales se busca igualmente democratizar a los mercados (sin ser necesariamente un objetivo explícito), aunque en el fondo no modifican ninguna estructura de poder. Se hace alusión particularmente a los proyectos de las ONGs, organizaciones comunitarias y otras formas de asociación sin fines de lucro, que trabajan en espacios locales, en las periferias de las ciudades, en ámbitos regionales mayores, con comunidades campesinas o indígenas, con grupos de jóvenes y mujeres, con desempleados y excluidos. Muchos de estos proyectos reciben fondos del exterior y hasta forman parte de programas sociales del Estado; en no pocos casos -si son proyectos de desarrollo productivo- se les exige resultados tangibles, económicamente medibles en términos del usual costo-beneficio privado o de costo-efectividad si son de naturaleza social. Por eso y con razón -ha sostenido J.L. Coraggio (1999)- el paradigma neoliberal se mantiene «vivito y coleando», su eficacia se debe a que ha sabido imponerse como parte del sentido común, incorporándose en las prácticas de los supuestos agentes del cambio o de quienes lo cuestionan, "introyectando sus valores y criterios en el campo democrático", sirviendo al mismo tiempo de "argamasa ideológica que pretende dar unidad a una sociedad que se fragmenta materialmente".
En conclusión, la democratización efectiva y real de los mercados involucra también un cambio de paradigma, una revolución en el pensamiento, en los hábitos y maneras de pensar, observar, investigar, conceptualizar. ¿Podremos hacerlo desde las ciencias sociales latinoamericanas?
4.4 La propuesta del Ingreso Ciudadano (IC) [19]
¿Cuáles son los roles que en la economía y la sociedad tendría que cumplir el Estado para volver aplicable (viable) el IC?, ¿quiénes (qué actores sociales y políticos) deberán definir esos roles y de qué manera (condiciones de democracia y gobernabilidad)?; el IC ¿financiarlo con recursos del exterior (endeudamiento, donaciones, préstamos no reembolsables) o con una política redistributiva (impuestos a la riqueza, transferencias, contribuciones de solidaridad)? La primera opción (fuentes externas) conlleva el riesgo de manejar los recursos con criterios populistas y de clientelismo político; la segunda, en cambio, conduce a la negociación con los grupos de poder económico y la concertación entre actores (partidos, organizaciones sociales, gremios empresariales), cuyas premisas básicas son: transacción entre derechos y compromisos, apertura democrática y disposición a los cambios.
Se corre el riesgo de confundir el IC con la noción de "ingreso mínimo vital", que en el marco de las necesidades básicas es un ingreso para pobres e indigentes. Otro riesgo es creer que el IC forme parte de una política asistencial de nuevo cuño. Habría que empezar aclarando: ¿quiénes entran en la definición de ciudadanía/ciudadano? Decir "los miembros de la sociedad" es demasiado genérico para la realidad latinoamericana, especialmente en países donde lo étnico convive dislocado de la ciudadanía, de la ciudad y de las políticas ciudadanas. Una cuestión esencial: si el IC es un asunto de justicia distributiva su rango debe ser un parámetro socialmente establecido, incentivando para ello a la participación y diferenciando los espacios de aplicación en el país que se trate (local, microcuenca, región, urbano y rural). De esta manera quedaría descartada la imposición de valores únicos u homogéneos de mínimos y máximos. El IC, si es bien entendido y practicado, puede convertirse en un instrumento de educación ciudadana, así como en un medio para recrear la institucionalidad desde la base social, promoviendo además el poder local (y no me refiero a los caudillismos locales).
Lima, Septiembre del 2003
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NOTAS
[1] Economista (Universidad Ricardo Palma, 1990). Consultor en desarrollo económico local y economía regional.
[2] "Las luchas de clases moldean la división del trabajo nacional e internacional y determinan las condiciones objetivas que se ocultan detrás de la apariencia económica inmediata, la oferta y la demanda. A su vez, la estructura de la oferta y la demanda constituye la base objetiva sobre las que operan estas luchas". (Samir Amin 1981, p. 109-110). "La jerarquización de los salarios no tiene una base objetiva de productividad o calificación. Deriva de la lucha de clases y, dentro de ella, en gran medida de las estrategias del capital, no sólo a la escala de la empresa sino también a la escala de la sociedad" (op. cit., p. 111).
[3] Cf. sección 7, capítulo XXIV de El Capital, Siglo XXI editores.
[4] Aníbal Quijano, «La historia recién comienza», La República, Lima, 8 de diciembre 1996, p.25.
[5] La «nanotecnología» hace referencia a las tecnologías convergentes como nuevo campo de investigación. En relación a ellas están asociados siglas y nombres como BANG (bit, átomo, neurona y gene); NBIC (nano-bio-info-cogno) o convergencia tecnológica a nano escala; Ingeniería memética; Socio-Tec. Véase el informe «La teoría del pequeño BANG: la estrategia de las tecnologías convergentes» donde se comenta y evalúan los resultados del Seminario: Converging Technologies for Improving Human Performance" -Tecnologías Convergentes para el Mejoramiento del Desempeño Humano, realizado en Washington DC, el 3 y 4 de diciembre del 2001, organizado por la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF) del Gobierno de los Estados Unidos y el Departamento de Comercio. (Revista La ONDA digital N° 132, www.uruguay.com/laonda 22-28 abril 2003).
[6] Por ejemplo, en la semana del 12 al 16 de marzo del 2001 se produjeron caídas bursátiles en las principales plazas de Estados Unidos, Europa y Japón, entre el 5 y 20%, ocasionando multimillonarias pérdidas o fugas de capital. Cf. Humberto Campodónico, «En sólo una semana se esfumaron 888,000 millones de dólares», La República, Lima 18 de marzo 2001, p. 36.
[7] Samir Amin (2001) entiende por mundialización al proceso de polarización de la economía que, en su forma imperialista, se está dando en torno de 5 grandes monopolios: 1) el monopolio de las nuevas tecnologías, 2) el control de los flujos financieros, 3) el control del acceso de los recursos naturales, 4) el control de los medios de comunicación y 6) el monopolio de las armas de destrucción masiva. El correlato político de este proceso es el nuevo "tablero mundial" en base a la ley del valor mundializada.
[8] En un diálogo sobre el neoliberalismo, Göran Therbon (en Perry Anderson et. al, 1997) lo define como "un conjunto particular de recetas económicas y de programas políticos" que en términos de doctrina se inspiraron en el pensamiento de Milton Friedman y Friedrich Hayek.
[9] "La historia recién comienza", Ibíd.,
[10] En el Perú esa política estuvo encarnada a lo largo de los setentas y los ochentas en el «reformismo obrero-burocrático», practicado por el Partido Comunista Peruano "Unidad", la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), y los partidos socialistas velasquistas.
[11] La «marginalidad» como campo problemático de estudio se inscribe en el marco de las relaciones entre el movimiento del capital y la estructura de la población laboral. En este contexto, una sobrepoblación es relativa con respecto a las necesidades de acumulación de capital, y en tal sentido constituye un «Ejército Industrial de Reserva», en los términos como lo estableció Marx en el tomo I de El Capital. Sin embargo, en las condiciones del subdesarrollo latinoamericano, parte importante de dicha sobrepoblación tendía a crecer en la periferia urbana de las principales ciudades e independientemente del ciclo del capital, lo cual implicaba un excedente permanente de mano de obra que no lograba ser incorporada al aparato productivo y terminó refugiándose en el comercio y diversos servicios, contribuyendo al fenómeno de la "tercerización" de muchas economías latinoamericanas. Originalmente, la cuestión estructural de la mano de obra permanentemente excedentaria con respecto a las necesidades del capital, buscaba ser rescatada y explicada mediante el concepto de marginalidad, asunto que generó una de las más importantes controversias y discusiones en el pensamiento social latinoamericano.
[12] John Williamson (1990) identifica 10 instrumentos de política económica cuyo manejo "razonable" es apreciablemente valorado por las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial) afincadas en Washington. Dichos instrumentos están referidos al déficit fiscal, gasto público, reforma tributaria, tasas de interés, tipo de cambio, política comercial, inversión directa extranjera, privatizaciones, desregulaciones y derechos de propiedad. De allí que se hablara del "Consenso de Washington".
[13] Aníbal Quijano, «La subalternización de los discursos sociales» (Quijano 1998, 13-62).
[14] En el Perú eso es lo que estaría en trance de ocurrir en los próximos años, tras la experiencia del «centrismo» y las ambigüedades del toledismo.
[15] A finales de los 90 se llevó en Buenos Aires un cónclave de intelectuales, líderes y dirigentes políticos de la centro-izquierda latinoamericana, buscando hallar un consenso en torno de propuestas que ayudaran a aliviar las consecuencias sociales de los ajustes económicos. A los acuerdos tomados se les conoce como el «Consenso de Buenos Aires» (cf. Castañeda et al, 1998).
[16] "Diez mil personas inauguraron ayer un mercado del trueque en Quilmes". Clarín, 2 de mayo 2001 (http://ar.clarin.com). Para la evaluación de la experiencia argentina consúltese el documento de Ana Luz Abramovich y Gonzalo Vázquez (2003).
[17] Los interesados en conocer experiencias en otros hemisferios pueden visitar el website de Community Exchange Systems in Asia, Africa and Latin America: http://ccdev.lets.net/index2.html
[18] En los hechos ocurrió que la capacidad de manejo fue desbordada por la concurrencia masiva, hubo emisión descontrolada de los "créditos" (uno de los nombres que se le dio al dinero alternativo), la oferta mostraba limitaciones para atender la gran demanda, y algunas dirigencias no fueron transparentes a la hora de rendir cuentas; fueron algunos de los numerosos errores y dificultades. (Abramovich y Vázquez 2003).
[19] Este es un tema lanzado y discutido en la sección Debates N° 2 de urbared (www.urbared.ungs.edu.ar) en el 2001. Se reproducen aquí parte de los comentarios enviados por el autor (4 de junio del 2001).