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TEORIA ECONOMICA Y CIENCIAS SOCIALES:

ALIENACION, FETICHISMO Y COLONIZACION

Antonio Romero Reyes1

antorom45@hotmail.com

Rebelión

      […] los economistas burgueses, enredados en las ideas capitalistas, quienes ven, sin duda, cómo se produce dentro de la relación capitalista, pero no cómo se produce esta relación misma ni cómo, al mismo tiempo, se producen en ella las condiciones materiales de su disolución, con lo cual se suprime su justificación histórica como forma necesaria del desarrollo económico, de la producción de la riqueza social.2

Introducción

El artículo tiene dos propósitos: i] propiciar el debate y/o la revisión de los fundamentos sobre los que está construido el edificio de la “ciencia económica”; ii] estimular el desarrollo de un pensamiento crítico en economía que, en base al replanteamiento epistemológico de sus fundamentos, apunte a la “creación heroica” de una economía política desde la realidad latinoamericana; es decir, un tipo de economía que recupere en sus razonamientos la historia, la política, la larga duración y la “flecha del tiempo”, que vaya al encuentro de otras ramas de las ciencias sociales y, por tanto, haga de las relaciones humanas revestidas con contenido social el verdadero objeto de sus preocupaciones.3 En suma, todo esto apunta a lo que Wallerstein llamaba en otro lugar “una ciencia social para el siglo XXI” (Wallerstein 2002), o una “utopística” (Wallerstein 2003b).4

Enfocamos la atención en la ciencia económica consagrada como neoliberalismo pero que tiene sus raíces en el paradigma neoclásico; es decir, el tipo de economía que se enseña predominantemente en las universidades, que en el ámbito público proporciona el sustrato de las políticas económicas e imbuye de determinado sentido –mejor dicho, de un sinsentido- a la gestión política de la economía. Por razones de espacio hemos dejado de lado la consideración de visiones económicas contrapuestas a dicho paradigma, o adscritas a la tradición clásica, contenidas en perspectivas de desarrollo alternativas que surgieron en la segunda mitad del siglo XX, como la del “desarrollo a escala humana” (Max-Neff),5 el “desarrollo de capacidades” y el “desarrollo como libertad” (Amartya Sen).

Influencia del paradigma mecanicista de la revolución newtoniana

Tomando como referencia la biografía intelectual de Adam Smth, a este filósofo y economista escocés le tocó vivir una época de transición, es decir, en la interfase entre la 1 Economista peruano, consultor e investigador. Alienación de la economía y colonización de las ciencias sociales decadencia del feudalismo y el surgimiento del capitalismo en Europa (la era moderna). La Revolución Industrial aun no se había iniciado (esto le tocó vivir a David Ricardo, el otro gran economista clásico), simplemente estaban surgiendo las condiciones materiales, tecnológicas y sociales para ello.

La cultura y el ambiente intelectual de esa época estaban marcados por el enciclopedismo. Las ciencias se hallaban repartidas entre, por un lado, la filosofía moral que abarcaba las ciencias del espíritu y de la sociedad, y, de otro, la filosofía natural que comprendía a las ciencias físicas y matemáticas. Conviene aclarar que las ideas económicas aun no se habían independizado y menos conformado en una rama de las llamadas ciencias de la sociedad. La misma filosofía moral, que se prolongó desde el XVIII hasta la primera mitad del XIX, fue un sucedáneo del iusnaturalismo o “jurisprudencia natural”, el cual a su vez devino de la escolática (siglos IX al XVII). Estamos hablando de un largo proceso donde cada uno de ellos, en su momento, constituyeron sistemas omni-comprensivos del derecho natural que se fueron ampliando –y quebrantando- a medida que se iban acumulando nuevos conocimientos, hechos y análisis; todos con la misma finalidad: establecer leyes naturales concernientes a la sociedad y la razón.

El siglo XVII –y parte del XVIII- fue testigo de la “edad heroica” de los descubrimientos de la física y la matemática cuyos éxitos sobre el gran público entusiasmaron a los filósofos del derecho natural (los iusnaturalistas), “muchos de los cuales se preguntaron si sus instrumentos analíticos no tendrían, a pesar de todo, alguna semejanza con los de los físicos victoriosos” (Schumpeter 1971a: 125). Este tipo de declaraciones dio pábulo a los ataques subsecuentes de los críticos provenientes sobre todo de la escuela histórica. Si la filosofía moral representaba un nuevo sistema del derecho natural, probablemente resultaba tentador asociarla con las pretensiones iusnaturalistas de emular la “filosofía experimental”, como se conocía a la física de Copérnico y Galileo.

La Riqueza de las Naciones (1776) representa la culminación de un proceso de maduración de ideas, principios, conceptos y preceptos de política económica que venían de más atrás en el tiempo y por lo tanto no se originaron exclusivamente en Smith. Fue una gran obra de síntesis (representa una “situación clásica” como la define Schumpeter) para la cual él era el único en su tiempo que estaba preparado, realizando uno de los más meritorios aportes que legó a la economía del XIX.

Aunque no fueron contemporáneos y pertenecieron en el tiempo a generaciones y países diferentes, es posible que Smith como filósofo tomara conocimiento de los Principia de Newton,6 en la perspectiva de un ambicioso proyecto de “historia de las ciencias liberales y de las bellas artes” con relación al cual escribió 6 ensayos, uno de los cuales titulaba:

“Principles which lead and direct Philosophical Enquires; illustrated by the History of Astronomy”.7 La probable influencia de Newton se inscribe entonces en un proyecto histórico-filosófico de largo aliento para el cual ni el tiempo ni la salud le alcanzaron a Smith.

Pero la verdadera y efectiva incorporación del paradigma mecanicista ocurrirá muchos años después, en las obras de Stanley Jevons y Léon Walras,8 quienes erigieron los principios de la mecánica como claves del proceso económico. Entretanto, mientras eso ocurría en el campo de la economía, que a partir de la revolución marginalista pasó a ser considerada “teoría económica”, la física revolucionaba con el descubrimiento de las leyes de la Termodinámica que –en palabras de Georgescu-Roegen (1996: 47)- “los arquitectos de ‘la mecánica de la utilidad y del egoísmo’” ignoraron o pasaron por alto. En esto consistió lo que el mismo economista de origen rumano llamó “el pecado mecanicista de la ciencia económica” (Georgescu-Roegen 1996: 45). Ernst Mach (1838-1916), filósofo del conocimiento injuriado sin embargo por el propio Lenin a comienzos del XX,9 ya había criticado antes “las pretensiones metafísicas de la Mecánica newtoniana”.

La revolución marginalista que produjeron Jevons, Menger y Walras, entre otros, en el último tercio del XIX, ocurrió mientras el capitalismo estaba pasando de su etapa victoriana y competitiva (la que estudió Marx) a otra monopólica e imperialista. Esa revolución en el conocimiento involucró un cambio del paradigma económico ya que a partir de allí se fue borrando -no sin intención- todo rastro societal que antes se podía apreciar en el estudio de las relaciones económicas (de allí el nombre de economía política), y gran parte de ello se explica por la incomodidad que significaba seguir lidiando con la teoría del valor-trabajo.

Si anteriormente la tradición clásica había estudiado las relaciones de producción y distribución así como las condiciones de crecimiento en el largo plazo, con el nuevo paradigma se van a privilegiar las relaciones de circulación, esto es, la formación de precios y su dinámica a través del intercambio de mercancías en el mercado. El concepto del valor-trabajo fue expulsado de –mejor dicho, negado en- toda explicación lógica sobre las relaciones económicas, pasando a ser reemplazado por las curvas de oferta y demanda y los modelos matemáticos del equilibrio general, iniciando así el reinado de la “ciencia económica”.

La economía se simplificó al extremo pero se complejizó en su presentación formal: dados ciertos supuestos y postulados lógicos sobre racionalidades y comportamientos maximizadores/minimizadores, ante cualquier perturbación en el sistema este era restablecido por providenciales mecanismos automáticos. En otras palabras, “la mano” se hizo más invisible. Ello se convirtió en el nuevo credo de la economía que de esta manera ganó en simplificación y elegancia instrumental, pero al costo de lo que podríamos designar como el proceso de alienación de las categorías económicas con relación al mundo real, perdiendo por consiguiente poder explicativo con relación a los fenómenos económicos reales.10

De economía política a teoría económica

En el epílogo a la segunda edición alemana de El Capital Marx (1988: 12-16) hizo un recuento de la evolución de la economía política en Inglaterra, Francia y Alemania, comprendiendo el periodo que va desde la publicación de la obra principal de David Ricardo (1817) hasta mediados del siglo XIX, en paralelo con los cambios políticos y económicos observados. Allí dedicó al mainstream de economistas de su época un argumento desafiante al sostener que con Ricardo (1772-1823) “la ciencia burguesa de la economía había alcanzado sus propios e infranqueables límites” (1988: 13). Estos límites se sintetizaban en las contradicciones que permean los intereses de las clases sociales en las formaciones más avanzadas del capitalismo, y que la economía evitaba sacar a luz. En pocas palabras, en opinión de Marx, la economía se volvió “economía vulgar”.11

Más allá de esa línea divisoria –en términos del citado argumento de Marx- cabían dos posibilidades: i) profundizar la indagación sobre las contradicciones del capitalismo; o bien ii) alejarse lo más posible de dichos límites y llevar a la economía por derroteros totalmente diferentes. Es indudable que Marx escogió el primer camino tomando críticamente, como punto de partida, los Principles de Ricardo. Para él eso representaba el camino de la “investigación científica” la cual, en la medida que fuera libre, desinteresada y desprejuiciada, sin compromisos con el poder establecido pero comprometida con el cambio y la transformación social, solamente en esa medida podía esperarse frente a ella la reacción de “las furias del interés privado”.12 Por el contrario, la segunda opción fue el camino que siguió efectivamente la economía, no sin implicar la redefinición de su objeto, al transformarse en “ciencia”/disciplina académica.

La “investigación científica” en el sentido que le dio Marx está fuertemente emparentada con el uso del “método dialéctico” recreado por él de Hegel: “En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque… es, por esencia, crítica y revolucionaria.”13

Gracias a las contribuciones de Dussel (1991), hoy sabemos que los Grundrisse condensan el método de investigación de Marx, mientras que El Capital representa su método de exposición.14 Hoy sabemos también por este mismo autor que El capital tuvo cuatro redacciones: la primera constituida por los propios Grundrisse (borradores de 1857-1858); la Contribución de 1859 y los Manuscritos del 61/63 que vendrían a conformar la “segunda redacción”; la tercera vendría dada por los Manuscritos del 63-65 que representaron “la única ocasión en la que Marx escribió enteramente los tres libros de El capital.” (Dussel 1990: 9). Finalmente, la “cuarta redacción” de los tres libros, que cubre un periodo de 10 años (1865-1875), pero de los cuales solamente logró publicar en vida el libro I.15

En lugar de asumir el desafío lanzado por la crítica de Marx en El Capital los economistas de la época lo pasaron por alto e ignoraron del todo; se dedicaron más bien a cuestionar desde distintos ángulos la teoría del valor-trabajo proveniente de Ricardo, así como denostaron los resultados últimos a que la había llevado Marx mediante su método dialéctico (la aparición de la plusvalía y del antagonismo de las clases). Esa actitud fue más bien el comienzo de la fuga con relación al estudio de la “anatomía de la sociedad civil” (la economía política) que partía de la esfera de la producción, donde se advertían los riesgos y peligros adonde podían conducir las ideas de Ricardo (El Capital era un claro ejemplo), para afincarse en la del consumo y la circulación de mercancías, donde las “relaciones impersonales del mercado” –en la visión de los neoclásicos- aparecían como las aguas más tranquilas y desprovistas de cualquier contenido social o de clase.

De manera que la economía política posterior al periodo clásico –es decir, la economía post Ricardo- atravesó por una gran transformación epistemológica (de 180º) alrededor del propio objeto de estudio. Los límites de este último fueron reformulados en función de dos procesos simultáneos: 1] El desplazamiento de la cuestión del valor, desde su determinación afincada en las condiciones materiales e históricas de la producción, hacia una concepción hedonista-utilitarista y metafísica del mismo basada en la subjetividad de los consumidores (valor = utilidad o satisfacción obtenida del consumo). 2] La supresión y aun desaparición de toda referencia a las “clases sociales” en la explicación del problema económico, como lógica consecuencia del punto anterior.16

Toda referencia a lo social y, con mayor razón, a lo político, fue radicalmente apartada y literalmente expectorada del campo de “lo económico”. En este sentido, todo el esfuerzo de los economistas posteriores a Marx apuntó a la “des-socialización de las categorías económicas y su des-historización” (Iguiñiz 1978: 102) y no cabe duda que, si tomamos como línea divisoria la publicación de El Capital de Marx –en 1867- la economía atravesó por un proceso de bifurcación en sus fundamentos epistemológicos que duró alrededor de medio siglo: del último tercio del XIX hasta inicios de la tercera década del XX, ciclo que es coronado con el trabajo de Lionel Robbins (1932).

La bifurcación es manifiesta en la separación que se hace de las relaciones “puramente económicas” de las relaciones sociales y políticas; la diferenciación de una esfera de estudio para la economía y otra para las demás “ciencias sociales”; la neutralidad y aun indiferencia que la ciencia económica –y el economista que la practicara- debía guardar con relación a la naturaleza de los fines, es decir, las connotaciones morales o éticas y los “juicios de valor” que encerraba la acción humana como hecho económico. Estas y otras bifurcaciones quedaron así consagradas en forma de premisas y principios metodológicos que pasaron a sustentar el desarrollo de la economía como “disciplina científica”.17

Indudablemente que la bifurcación formaba parte de un proceso histórico más amplio de diferenciación de las ciencias sociales consistente en la “disciplinarización y profesionalización del conocimiento”, lo cual se institucionalizó y consolidó entre 1850 y 1914 (Wallerstein: 2003a: 9, 15). Hubo de esperar hasta la aparición de Keynes quien, a pesar de su fobia hacia Marx, antes que finalizara la década del 20 y, más aun, antes de desatarse el “crac” de 1929 y la consiguiente “gran depresión” de los años 30, ya había denunciado –por cierto que académicamente- sobre las limitaciones e insuficiencias de los mecanismos automáticos del mercado en The end of Laissez-Faire (1926). Este no constituyó su principal trabajo teórico pero representó el grito de guerra de Keynes contra los principios que le habían inculcado sus maestros, sobre todo Alfred Marshall. La animadversión de Keynes hacia Marx no le impidió reconocer tácitamente que la economía había sido herida de muerte por las críticas endilgadas al capitalismo, tal como se lee entrelíneas al final de la carta que –mientras se encontraba escribiendo la General Theory- dirigió al filósofo Bernard Shaw: “Pero habrá un gran cambio y, en particular, los fundamentos ricardianos del marxismo serán demolidos”.18

Alienación y fetichismo

La alienación como concepto tiene unos orígenes que se remontan hasta la Antigüedad. Se advierte su presencia en las obras de Rousseau, San Agustín, la mística judeocristiana, los neoplatónicos y en Platón mismo; asimismo, ha sido redescubierto en la filosofía budista, en el Islam, la filosofía clásica en India y China (Schaff 1979: 43-44). En el sistema de Hegel la alienación es explicada en términos del conflicto entre sujeto y objeto, expresando también una relación de contrarios: subjetividad/ objetividad, entendimiento/sensibilidad, pensamiento/ existencia, o entre el espíritu y el mundo de los objetos.

Tanto la alienación como el fetichismo están enlazados con la obra filosófica y económica de Marx, de tal manera que ha llegado a carecer de sustento referirse a una supuesta contradicción entre el pensamiento del Marx “joven” de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y el Marx “maduro” de El Capital. Esto ha sido demostrado por el filósofo marxista polaco Adam Shaff, cuyos argumentos hemos resumido en el siguiente cuadro.

Desarrollo de la concepción de Marx sobre la alienación

      Obras La alienación como

      situación objetiva

      La alienación como

      situación subjetiva

      Manuscritos de París (1844) x x
      La Sagrada Familia (1845) x
      La Ideología Alemana (1845) x
      Grundrisse (1857-1858) x
      El Capital (1867) x

Fuente. Schaff (1979: 43-90).

En términos del cuadro, la alienación es vista desde una situación objetiva o subjetiva. El concepto de alienación tuvo varios sentidos o significados a lo largo de las obras mencionadas, varias de ellas escritas conjuntamente con Engels. En los Manuscritos de 1844 la alienación tenía una doble connotación –objetiva y subjetiva- denotando tanto una situación de extrañación (el producto del trabajo adopta una existencia como poder independiente) como de “enajenación de sí mismo” (el trabajo humano objetivado como un poder enemigo). A partir de La Ideología Alemana el significado de la alienación irá decantándose de connotaciones subjetivas, dándose cada vez mayor importancia a la situación o situaciones objetivas con las que se quería dar cuenta, hasta llegar a la redacción de El Capital. Tanto en este como en los borradores preparatorios (Grundrisse) la alienación pasó a significar una realidad objetivada: el producto del trabajo humano (o de la actividad humana en general) convertido en cosa. Por ello, en el contexto de El Capital, las relaciones sociales entre los productores en el mercado aparecen transfiguradas como relaciones entre mercancías que se intercambian, donde la “fuerza de trabajo” es una mercancía más que se ofrece por un salario.

Fue de esta manera como la categoría del “fetichismo” vino a proporcionar un nuevo contenido –científico además- al de alienación. No es difícil explicarnos entonces por qué Marx restó importancia a la “economía vulgar” de su época: para él las categorías económicas y la economía que profesaban los economistas posteriores a Ricardo, habían dejado de dar cuenta de la realidad económica de una manera “racional”, reemplazándola en cambio por una realidad llena de “conexiones aparentes”, “ideas triviales” y “verdades eternas” (Marx 1988: 99, nota 32). En síntesis, podemos aseverar que la economía se había alienado –en el sentido de apartado y alejado- de su objeto dentro de un progresivo proceso de “extrañamiento” respecto de las relaciones sociales reales, culminando –como ya dijimos- en la revolución marginalista o jevoniana.

La alienación como fetichismo presenta dos connotaciones coexistentes en el mismo proceso. De un lado, significa para el trabajador pérdida y privación de los productos de su trabajo (el problema de la objetivación) que incide sobre el deterioro de sus condiciones materiales de existencia (el trabajador se empobrece). De otro lado, y en virtud de una relación contractual, significa expropiación de los productos del trabajo por cuanto estos son apropiados por los dueños del capital, lo cual redunda también sobre el empobrecimiento del trabajador. Esta doble connotación es inherente al régimen capitalista de producción y se halla detrás de las evidentes disparidades entre riqueza y pobreza (o entre países ricos y pobres) que ese mismo régimen produce y reproduce.19

Como observara Mandel (1980), la alienación fue un concepto que formó parte en todo momento del arsenal instrumental con el que Marx profundizó la crítica del capitalismo, utilizándolo incluso en el proceso de descubrimiento de nuevas categorías como la plusvalía y el perfeccionamiento de la teoría clásica del valor-trabajo, opinión coincidente también con la de Schaff.20 En virtud de este proceso de investigación, la alienación fue puesta por Marx con los pies en la tierra, transitando desde una concepción filosófica-antropológica (la alienación como inherente a la “naturaleza humana”) a una concepción materialista e histórica, pues ella hunde sus raíces “en las condiciones específicas del trabajo, de la producción y de la sociedad humanas” (Mandel 1980: 210). Las condiciones de su superación se encuentran presentes también en las específicas condiciones históricas, ya que en el capitalismo la alienación ha adquirido un carácter multidimensional: se expresa como alienación económica, social, religiosa o ideológica, pero también actúa en planos específicos: “la alienación en el plano del consumo; la alienación de las capacidades de desarrollo del individuo; la alienación de los conocimientos socialmente posibles, etc.” (Mandel 1980: 212).

Sabido es que el “largo recorrido” de El Capital desemboca en el “capítulo inconcluso” (el LII) sobre las clases que, sin embargo, desde el Libro I, van siendo reveladas por el movimiento del capital tanto en las relaciones de producción como de circulación (el Libro II), develando al mismo tiempo el “círculo infernal de la cosificación” (Bensaïd 2003:183), todo ello siguiendo “un camino infinito de determinaciones que apuntan a la totalidad sin alcanzarla” (Bensaïd 2003: 186). La posibilidad de emprender el camino inverso desde el capítulo inconcluso (“de la lucha de clases como lucha política al modo de producción”), no es menos problemática dado que el tema sobre el Estado había quedado fuera de las indagaciones; en el mejor de los casos, fue pospuesto. Marx aportó elementos en sus análisis políticos de la realidad europea, y especialmente la de Francia. Tanto en el contexto de esos análisis como en El Capital el problema de las clases es visto como una “totalidad relacional” y “en la dialéctica de su lucha” (Bensaïd 2003: 158 y 186). La cuestión de la emancipación del proletariado y la humanidad es situada por Marx en ese terreno.

Conviene decir algo respecto al tema del Estado. Entre 1858 y 1866 Marx fue abandonando algunos temas, al mismo tiempo que restringiendo, modificando y redistribuyendo el alcance de su plan original, de manera que, según Rosdolsky (1986:37): “los seis libros originalmente planeados se redujeron a uno solo: el del capital.” Los temas del Estado, comercio exterior y mercado mundial resultaron ser los más afectados; es decir, los libros IV, V y VI previstos en el “primer plan estructural” de su obra económica, consignados en la Introducción de 1857 a los Grundrisse, al final del apartado sobre “El método de la economía política”. La decisión con respecto a los tres temas mencionados dependía de –y quedó librada a- la “eventual prosecución de la obra” (Marx citado por Rosdolsky 1986: 49, 50 y 82), eventualidad que evidentemente no se dio. La decisión clave se produjo probablemente durante la transición del plan antiguo al plan nuevo, cuando Marx decidió priorizar la investigación y exposición de “el capital en general”, lo cual se fue cristalizando en el transcurso de 1865-1866 con la redacción del tomo I de El Capital.21

Marx contaba en la categoría de alienación –desmitificada de su sentido hegeliano- con una herramienta poderosa para elaborar su teoría del Estado, en correspondencia con el modo de producción capitalista que estaba estudiando y analizando. Se lo impidieron el propio tiempo invertido en atender intrincados razonamientos en la escritura de los manuscritos de El Capital (particularmente de los libros II y III), la salud, su precaria situación económica, así como los compromisos con el movimiento obrero de su época.22

Eternización del capitalismo a través de la fetichización de las categorías económicas

El ideal cognoscitivo de las ciencias de la naturaleza, el cual,

aplicado a la naturaleza se limita a servir al progreso de la ciencia, resulta ser, aplicado al desarrollo social, un arma ideológica de la burguesía. Es vital para la burguesía entender su orden productivo como si estuviera configurado por categorías de atemporal validez, y determinado para durar eternamente por obra de leyes eternas de la naturaleza y de la razón; y, por otra parte, estimar las inevitables contradicciones no como propias de la esencia de ese orden de la producción, sino como meros fenómenos artificiales, etc.23

En un orden social como el capitalismo la realidad y sus contradicciones son sistemáticamente ocultadas por el universo de ideas, nociones y categorías que los poderes dominantes construyen para representarse el mundo como el más perfecto de todos los posibles, e imponérselo al resto del mundo como la única verdad. Esto es posible cuando el sistema de la propiedad privada y la división del trabajo han llegado a su máximo desarrollo, lo cual implica una forma de sociedad donde los individuos aislados carecen de poderes efectivos para influir sobre las condiciones materiales de su existencia (estas mismas condiciones les son externas y, ergo, los individuos experimentan la alienación política) y las relaciones entre ellos, socialmente hablando, son guiadas principalmente por “el sentido de posesión”.

¿Qué papel juega hoy en día la economía en tanto que “ciencia”, sistema de categorías conceptuales y representación del mundo, con relación al orden social existente?

Hoy en día, el nuevo orden productivo está marcado por la “globalización” de las relaciones capitalistas de producción. Categorías como mercado y libre comercio, inversión privada, crecimiento, eficiencia y competitividad, entre otras, se han convertido en objetos de veneración y culto, en los ideales hacia los cuales toda economía real debe tender forzosamente –como se nos dice machaconamente- para alcanzar el progreso y la modernidad, y así el sistema pueda perpetuarse sécula seculórum. ¿Qué relación podemos encontrar entre el “fetichismo de la mercancía” y la alienación que esas categorías económicas proyectan como culto de un orden económico “natural”, pretendidamente universal?

Para Marx las relaciones (económicas) entre las cosas-mercancías son también “una relación social entre objetos” que intercede entre los trabajos privados/individuales y el trabajo social global. En el régimen de producción de mercancías más desarrollado, el modo de producción capitalista, el “trabajo social global” es expresado en la forma dinero como equivalente general: “Pero es precisamente esa forma acabada del mundo de las mercancías –la forma de dinero- la que vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados, y por tanto las relaciones sociales entre los trabajadores individuales.” (Marx 1988; p. 92-93). Se puede entender de aquí que cuando la economía en tanto que “ciencia social” discurre sobre el comportamiento de variables agregadas como el consumo, la producción, las exportaciones, la inversión, etc., nos están hablando –en última instancia- de relaciones entre cosas más que de relaciones sociales.

En eso consiste el quid pro quo señalado por Marx, es decir, la economía razona teniendo como paradigma un mundo económico invertido, porque ha perdido de vista que detrás de los intercambios –de todo intercambio- hay relaciones sociales y de poder desiguales, lo cual no se resuelve remitiendo el asunto a parcelas especializadas aun dentro de la misma disciplina económica (p. ej. la “economía institucional”); es un paradigma en cuyo mundo las cosas son más importantes que las personas y tienen una existencia independiente de las condiciones de vida de éstas, lo cual conduce a señalar el fetichismo de la teoría (“autorregulación” de los mercados en la microeconomía; crecimiento del PBI, equilibrios fiscal y de balanza de pagos en la macroeconomía).24 Es un fetichismo que mantiene atrapado al razonamiento económico –micro o macro economía- en el reino de la “relación social entre objetos”.

Muy diferentes son los resultados cuando el análisis de las categorías económicas se lleva a cabo penetrando en las contradicciones inherentes del capitalismo.25

Si tras el fetichismo de las mercancías que son intercambiadas en el mercado se ocultan relaciones sociales entre los productores, la alienación del trabajo hace que las relaciones sociales estén dominadas y/o determinadas por las cosas que se poseen o se es capaz de poseer;26 y la expresión más universal que consagra la alienación es la propiedad privada.

Con la extensión de las relaciones capitalistas por todo el mundo (la globalización) hasta la misma vida humana ha sido convertida en objeto de apropiación y comercio, es decir, en una mercancía que se busca poseer para adquirir “placer y goce”. Ahí está como caso extremo la prostitución de las mujeres y el tráfico de menores (niños y adolescentes) de ambos sexos, o el surgimiento de todo un mercado de placeres camuflados como servicios (p. ej. masajes). ¿Qué nos querrá decir la teoría económica convencional cuando nos habla de la obtención del placer y del goce como resultados de la utilidad de las cosas que se consumen (teoría subjetiva del valor)? A través de sus elegantes modelos matemáticos –y metafísicos- de la utilidad marginal esta teoría no hace sino consagrar, al mismo tiempo que ocultar, un fenómeno social que consiste en la alienación progresiva y generalizada de las relaciones sociales. Tanto con referencia a la alienación como al fetichismo, las relaciones sociales están mistificadas como relaciones entre cosas; y estas relaciones entre cosas son reificadas por la “ciencia” en categorías que supuestamente expresan con “objetividad” la realidad.

La misma definición de ciencia económica consagrada por Robbins (1932),27 cuando la confrontamos con la realidad del capitalismo, resulta siendo un verdadero contrasentido frente a la realidad antieconómica del derroche, la producción en masa de bienes suntuarios, el consumismo, la contaminación del ambiente y la destrucción de la naturaleza junto a la ingente pobreza que genera. Las decisiones económicas en torno a las mejores combinaciones alternativas entre fines y medios siempre son ordenadas por el capital en función de la racionalidad de la ganancia, antes que en cualquier decisión democrática portadora de valores no crematísticos ni inspirados en el hedonismo utilitarista.

Si –coincidiendo con Bensaïd (2003: 166)- “Alienación y fetichismo enraízan en la relación de producción”, acompañando al propio tiempo el proceso de constitución de las “clases sociales”, es lícito preguntar ¿qué tipo de sociedad –y de Estado- es lo que emerge desde las profundidades del averno de la explotación económica? Lo que emerge es un tipo de sociedad donde las relaciones sociales están dominadas y maniatadas por el capital, que se proyecta sobre aquella como una “fuerza enajenada” y “autonomizada”, como poder capitalista que se materializa en una determinada forma estatal. No solamente una sociedad escindida y antagonista, sino también una sociedad con “ciudadanos” alienados y espiritualmente mutilados, sojuzgada por los imperativos de la ganancia y el lucro, y por el imperio de “leyes económicas” con pretensiones de validez universal.

Ese estado de cosas requiere, ciertamente, de un orden que lo mantenga y permita su reproducción perpetua; orden que debe ser materialmente expresado en términos tanto de ordenamiento jurídico como de régimen político. En otros términos, un orden estatal. De esta manera, la esfera política resulta inevitablemente contaminada o –si se quierecolonizada por los intereses y las prioridades del capitalismo: la “incesante acumulación de capital” (Wallerstein 2005: 40). ¿Por quién/quiénes doblan las campanas cuando de legislar la propiedad y los intereses de los poderosos de trata?

Por consiguiente, nada extraño resulta que la política sea convertida en otra esfera donde la alienación se enraíza y reproduce, pasando a significar “ilusión” y “engaño”: la política como lugar de la alienación, o, alternativamente, la alienación como una de las funciones (primordiales) de la política en una sociedad clasista, desarrollada o subdesarrollada.28

En la esfera de la circulación de mercancías, y por ende en la vida cotidiana, la alienación es producida por la manipulación de las costumbres, hábitos, y sentido común de la gente. Las campañas publicitarias ensalzan las supuestas virtudes de las mercancías para proporcionar “bienestar”, así como sentimientos de “alegría” y “felicidad” a los individuos que las consuman, de manera que la alegría de vivir se vuelva una función del consumo de mercancías. Estas campañas tienen un impacto aun más fuerte y perdurable si vienen acompañadas de imágenes, porque buscan instalarse en el subconsciente colectivo. La alienación es vivida de manera diferente por las clases sociales. Así, para los trabajadores y todo aquel que dependa de un salario (o que simplemente esté sin trabajo), la alienación significa una lucha por la subsistencia; para los sectores sociales pudientes, en cambio, el tener/ poseer cosas significa una manera de adquirir y conservar estatus.

En forma de discurso desde el poder la alienación es producida mediante expresiones más bien técnicas, que persigue la aceptación del status quo y hasta la resignación con lo existente: “el mercado es más eficiente que el Estado”, “la globalización nos afecta a todos”, “el crecimiento económico resolverá la pobreza y traerá el bienestar (el famoso chorreo)”, “la inversión privada generará empleo”, “la economía debe guiarse por las señales del mercado”, etc. Expresiones como éstas son fáciles de encontrar en los medios de comunicación a través de las secciones de economía de revistas y periódicos, en artículos de opinión de los “especialistas y expertos”, en las declaraciones de los ministros que manejan las finanzas públicas del país o de cualquier cartera vinculada con el tema económico (comercio exterior, agricultura, minería, etc.). En otros términos, la alienación viene aquí camuflada bajo la ideología económica del capital por estar vinculada con su razón instrumental.

Podemos concluir esta parte señalando que tan pronto como se desmitifica la realidad económica y social mediante el descubrimiento de su “negatividad inherente” queda allanado el camino para el cuestionamiento de las categorías pretendidamente objetivas. El capitalismo se ha vuelto un sistema decadente y pernicioso, que es disimulado y/o encubierto por una serie de representaciones y símbolos alienantes como modernidad, libertad y democracia a secas. Es hora de desmitificarlo, haciendo una expropiación y reapropiación de esos símbolos, resignificándolos dentro de una propuesta de transformación. Para eso se necesita desde América Latina, entre otras cosas, el retorno o la restitución de un pensamiento crítico y la construcción social de un paradigma alternativo. La cuestión del poder, para cambiar este sistema opresivo, hoy está más vigente que nunca antes y es urgente no sólo debatirlo sino también organizarlo.

En el desaparecido bloque soviético la alienación se expresaba de manera diferente. Esencialmente, el Estado hiper centralizado y conducido a voluntad por un autócrata, se convirtió en una entidad exterior y opuesta a cualquier posibilidad de control democrático por parte de los trabajadores y la sociedad organizada. A pesar de la invocación de principios “marxistas” y aun a despecho de estos, representaba un poder más bien opresivo. En la ex-URSS y en los países sojuzgados a su influencia por tratarse del propio espacio vital (Europa oriental), la dictadura del partido único así como de la burocracia que controlaba férreamente el funcionamiento de la economía y los hilos de la política, representaba un tipo de régimen social que estaba muy lejos de asemejarse al socialismo postulado por Marx.

Fragmentación y colonización de las ciencias sociales

Cuando las relaciones sociales son cosificadas por el capital como relaciones entre cosas, esto tiene consecuencias graves en la manera como la sociedad se representa el mundo, consistente en la fragmentación de la realidad en el pensamiento mediante la creación de disciplinas de estudio (economía, sociología, política, cultura). La fragmentación de la realidad en el pensamiento mediante la creación de disciplinas de estudio no es gratuita ya que cada una de ellas (a su manera) tiene necesariamente, y a la larga, un rol funcional al mantenimiento de la dominación capitalista; es decir, deben contribuir a perpetuar las condiciones de la alienación en la sociedad, en razón de que ninguno de los saberes particulares o “disciplinas especiales” se halla en condiciones de aportar a la comprensión de la totalidad social. Tampoco es gratuito, por eso mismo, que se haya dado un proceso de colonización de la llamada “ciencia económica” - especialmente de la corriente más extrema, el neoliberalismo- sobre las demás ciencias sociales siendo el caso más patético lo experimentado por la filosofía política (Boron 1999). Esta situación constituye la ratificación a nivel del pensamiento de lo que ocurre como tendencia objetiva.29

Un artículo del profesor Schuldt (2006) aporta detalles sobre la colonización de las ciencias sociales por parte de la economía neoclásica, aunque también da cuenta de la tendencia opuesta. Pensamos que la expresión formalizada de estas tendencias resaltadas por Schuldt es el producto de la mercantilización de todo lo existente, incluyendo las subjetividades, que el régimen capitalista ha generado con la globalización.

La fragmentación en disciplinas académicas es una de las resultantes de la fetichización de las relaciones sociales que, además, junto a la relación de colonización que atraviesa al conocimiento de lo social, forman el trasfondo que ayudarían a explicar las “graves crisis teóricas” en que se hallan las ciencias sociales (Boron 2004).

En América Latina, las “graves crisis teóricas” señaladas por Boron fueron precedidas por transiciones paradigmáticas en las ciencias sociales, de los años 70 a los 80, tránsito que culminaría en los 90 con la consolidación del “pensamiento único” en economía (el neoliberalismo). Después del dependentismo de los 60 y 70s, las ciencias sociales transitaron desde una "teoría de la revolución" a una "teoría del orden": el discurso sobre la explotación y la dominación en América Latina fue sustituido por otro sobre la gobernabilidad y la democracia en general. En los años 80 sobrevino la crisis de los paradigmas (Sonntag 1988: 141, 152 ss),30 en medio de la derrota política de las izquierdas, de todos los movimientos sociales y la arremetida de la contrarrevolución neoliberal. Al abandono de los temas del poder y de la explotación le sucedieron, desde esa década, una epistemología empirista y pragmatista en las ciencias sociales latinoamericanas (Quijano 1998: 24) que aún es hegemónica. ¿Qué "horizontes de sentido" se pueden producir con el pragmatismo y el empirismo? La racionalidad instrumental le podrá permitir a las ciencias sociales proyectarse sobre la realidad inmediata, pero ellas han perdido capacidad para producir horizontes de sentido, en la medida que para esto se necesita entre otras cosas imaginación y utopía, cuestiones de las que terminaron renunciado en los 90 a consecuencia –entre otras razones- de la “influencia totalitaria” del neoliberalismo y su principio unificador del individualismo metodológico.

Dada la fragmentación del conocimiento de lo social en un conjunto de saberes especializados, la economía se ha convertido por ende en uno de estos saberes, por lo demás superespecializado a través de las sucesivas ramificaciones que ha experimentado. Con relación a la cuestión de la totalidad cabe hacer la pregunta: ¿puede comprenderse la realidad económica de nuestros días solamente con las categorías y el lenguaje técnico de los economistas? Esta interrogante implica el reconocimiento de que algo está fallando en la “ciencia” económica convencional o dominante, con respecto por ejemplo a su capacidad para prever las crisis y responder con medidas adecuadas a las consecuencias que aquellas tienen sobre la sociedad. De otra manera no nos explicamos cómo es posible que el sistema siga profundizando las brechas entre “ricos” y “pobres”, o entre riqueza y miseria en países como los nuestros, subdesarrollados y periféricos.

En los años 80 ya se reconocía públicamente, en el ámbito de la profesión, la “crisis en la ciencia económica” para dar cuenta de los nuevos fenómenos (p. ej. la estanflación: coexistencia de inflación y desempleo) y responder con políticas económicas eficaces, en un contexto donde el debate y las orientaciones eran hegemonizadas por dos escuelas en permanente pugna: los keynesianos y los monetaristas. Tal era el desconcierto que ni unos ni otros sabían bien dónde radicaba “el origen y la naturaleza de la crisis” (Meller 1987: 156); desconcierto que puede ser explicado –al menos en parte- por el permanente afán de “búsqueda del rigor lógico”, esto es, la abstracción por la abstracción plasmada en modelos cada vez más sofisticados pero irrelevantes en términos de conocimiento y saber, que poco o nada contribuyen a la explicación de la realidad, porque ignoran el contexto institucional, social e histórico, e igualmente irrelevantes en sus conclusiones y prescripciones de política.

Hace más de 25 años un economista latinoamericano se preguntaba, mientras en nuestros países se aplicaban políticas de estabilización –estandarizadas por los organismos internacionales- para corregir los desequilibrios macroeconómicos, si la teoría económica que se hallaba detrás de esas políticas era ciencia o ideología (Lessa 1979), pregunta que nos remite a una vieja cuestión: el papel de la economía en tanto que “ciencia”, sistema de categorías conceptuales y representación del mundo, con relación al orden social existente. Esta cuestión atañe también, directa o indirectamente, a las demás “ciencias sociales” si pensamos en la relación de colonización intelectual que la disciplina de la economía ha adquirido sobre ellas.

¿Qué podremos entender por colonización de la política por la economía o de esta sobre las demás ciencias sociales? Difícil, complicada y polémica pregunta, más aun si la economía a secas (o economics) había dejado de ser una “ciencia social”.31 La pregunta, además, busca dar cuenta de nuestra historia del conocimiento y plantea una interpelación a los mismos científicos sociales o de estos con relación a las disciplinas que practican.

Se podría abordar el problema viéndolo como un proceso en cadena, y así parece haber ocurrido en realidad. Si la economía y especialmente la vertiente neoliberal “colonizó” a la política y a las ciencias sociales –como sostiene Boron (1999)- aquella fue colonizada en cambio por las matemáticas y estas por el mecanicismo de la física clásica; de manera que el reclamo debería recaer sobre la misma Física o la filosofía experimental del siglo XVII, pero también sobre quienes lo permitieron o fomentaron en sus propias disciplinas. El conocimiento científico en diferentes áreas de la vida humana progresó y se desarrolló prestándose e intercambiando conceptos, metodologías e instrumentos entre unos y otros, todo lo cual tiene que ver con sus particulares modos de producción del conocimiento.

John Maynard Keynes antes de volverse economista estudió y se formó como matemático, sumergiéndose especialmente en la teoría de las probabilidades sobre la cual llegó a escribir y publicar un libro. Como el padre de la macroeconomía sus aportes se remontan a las lecturas e investigaciones que hizo sobre los principios de la inducción, los grandes números y la teoría de los números índice. De allí a tener una visión instrumental de la economía como un todo solo había un paso. De manera que, en el caso de Keynes, la combinación de matemáticas con estadística “colonizaron” a la economía, sin las cuales no se habría producido la “revolución keynesiana”.

Otro caso interesante de “colonización”, ésta vez en América Latina, lo da el propio Prebish (un economista) y el grupo de personas que nucleó alrededor suyo y de la CEPAL. Las relaciones centro-periferia, el deterioro de los términos del intercambio, el reparto desigual de los frutos del progreso técnico y la “puja” distributiva, categorías y argumentos relacionados con éstas que dieron pie para hablar del estructuralismo latinoamericano, han servido como marcos interpretativos para estudiar el conflicto político en la región y las relaciones estado-sociedad, lo cual produjo una extensa literatura que será posteriormente cuestionada por su determinismo económico y por poner énfasis en lo externo (el imperialismo y el comercio internacional). ¿Colonización entonces de la política latinoamericana por el estructuralismo del primer cepalismo?

Podríamos referirnos, indudablemente, a la colonización del “marxismo eurocéntrico” sobre el “marxismo latinoamericano”, con la notable excepción -seguramente- de José Carlos Mariátegui. De esto se ha debatido mucho (Franco 1981). El propio pensamiento de Marx fue también víctima del seccionamiento por parte de las disciplinas académicas que se apropiaban cada una de su objeto sui generis, mediante la parcelación de la realidad del mundo en especialidades de estudio. En el caso del pensamiento de Marx, se hablaba y escribía sobre un Marx sociólogo, un Marx economista, filósofo, etc.

El problema de la “colonización”, antes que problema de subordinación, presupone una decisión previa del investigador: cómo nosotros mismos lo permitimos cuestionando o no los presupuestos metodológicos, gnoseológicos y filosóficos de tomar prestado o de “importar” lo que una determinada rama del conocimiento ha logrado, sin saber por anticipado las consecuencias que puede traer. Si desde tiempos recientes el arsenal de instrumentos y metodología de la economía neoclásica se han entronizado y vienen “colonizando” a la ciencia política, así como a la sociología, antropología e historia, en primer lugar no es culpa de los economistas muchos de los cuales además están ya colonizados por la razón instrumental. El problema tampoco se resuelve lanzando a la economía, desde las ciencias sociales, al ostracismo. El problema tiene que ser abordado afrontando críticamente la razón instrumental y sus premisas epistemológicas. La razón instrumental es uno de los soportes de la dominación del capital, y debería ser un terreno de lucha que las ciencias sociales deberían compartir con los economistas que buscan desarrollar otra manera de pensar la economía y la sociedad.

Lima, septiembre - octubre 2007


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2 Marx (1985: 106-107).

3 Coincidimos con Streeten (2007) de que la filosofía, la ciencia política y la historia son los grandes ausentes en la enseñanza de la economía contemporánea así como en la formación de los economistas, aunque nuestra crítica de la economía pretende ir más allá del reclamo de interdisciplinariedad o multidisplinariedad.

4 “[…] la utopística implica replantear las estructuras del conocimiento y de lo que en realidad sabemos sobre cómo funciona el mundo social” (Wallerstein 2003: 6).

5 Desde la distancia del tiempo las siguientes palabras resuenan tan vigentes como cuando fueron inicialmente formuladas respecto del contexto latinoamericano, para referirnos a países que en la actualidad –como en Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil- porfían y se aferran al mismo y consabido recetario: “Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha sido fabricante de recetas; por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento o una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas austriacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un neo-liberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.” (Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn 1986: 12).

6 Adam Smith nació en 1723, cuatro años antes de la muerte de Isaac Newton (1642-1727).

7 Los 6 ensayos fueron publicados en un libro póstumo: Essays on Philosophical Subjects by the late Adam Smith (1795).

8 S. Jevons, The Theory of Political Economy (1871); L. Walras, Eléments d´économie politique pure (1874). Junto a Carl Menger fueron los padres fundadores de la “revolución marginalista”.

9 En el libro Materialismo y empiriocriticismo (1908).

10 “Es así como se llega a la situación actual en que la teoría económica moderna se ha vuelto demasiado abstracta y esotérica, y fundamentalmente orientada a resolver puzzles lógicos en vez de contribuir a la comprensión de los fenómenos económicos.” (Meller 1987: 165).

11 En una nota a pie de página Dobb (1945: 95) indica que Marx empleaba la noción de “economía vulgar” en un sentido descriptivo antes que despectivo. Lange (1966: 207) creía en cambio que Marx enfatizaba este último sentido.

12 Prólogo a la primera edición alemana de El Capital, 25 de julio de 1867(Marx 1988: 9).

13 “Epílogo a la segunda edición de El Capital, 24 de enero de 1873 (Marx 1988: 20).

14 “[…] los Grundrisse son la única obra en la que vemos surgir, genéticamente, objetivamente… las categorías esenciales del discurso de Marx, del cual El capital de 1867 es su mejor ejemplo expositivo desarrollado.” (Dussel 1991: 14).

15 Para una lectura sobre los avatares de la elaboración y reelaboración de El Capital, véase Rosdolsky (1986:36-85). Frente al argumento de los cambios de planes para la misma obra, sustentado por dicho autor, Dussel (1990: 14-20) defiende la tesis de la constancia de un plan en “seis partes”.

16 “[…] maximizar el placer, ese es el problema de la economía” (Jevons citado por Meek 1980: 212).

17 Sobre los cambios epistemológicos experimentados por la economía en el periodo mencionado sugerimos las siguientes lecturas: Dobb (1945: 91-127), Dobb (1980: 185-230), Lange (1966: 205-246), Meek (1980: 204-217), Myrdal (1967: 99-121), Napoleoni (1968: 31-43), Schumpeter (1971b: 66-117). Lange (1966: 134-204) valoró favorablemente los planteamientos instrumentales de la revolución de la economía marginalista, por considerarlos de utilidad para la planificación central en el “socialismo” (sintetizados dentro de la categoría de praxeología). Empero, este autor se equivocó al asimilar como “socialismo” el tipo de régimen político imperante en Rusia bajo la “era de Stalin” y los años de la guerra fría (periodo llamado, eufemísticamente, de “coexistencia pacífica”).

18 Carta de J. M. Keynes a George Bernard Shaw, 1 de enero de 1935, en Harrod (1958: 530). En la carta se advierte claramente la incomprensión de Keynes con relación a la teoría de Marx.

19 Nótese como la cuestión de la pobreza se relaciona con el problema de la alienación-fetichismo en cuanto realidad objetiva, permitiendo que aquella sea replanteada desde una perspectiva crítica.

20 “[…] la alienación del trabajo es el factor decisivo en todos los análisis que Marx ha formulado sobre el sistema social capitalista […] está a la base de las categorías mercancía, capital y trabajo asalariado.” (SCAF 1979: 262). Otro autor que estudió a fondo la cuestión de la alienación en el pensamiento de Marx fue el filósofo húngaro István Mészáros, en su libro Marx´s Theory of Alienation (publicado por primera vez en 1970), disponible en www.marxists.org/archive/meszaros /works/alien/index.htm

21 Con relación al sistema de crédito y el mercado mundial: “Pero estas formas más concretas de la producción capitalista sólo pueden explicarse con amplitud luego de haberse comprendido la naturaleza general del capital (…)” (Marx citado por Rosdolsky 1986: 81). Consideramos que esta misma argumentación, en cambio, no es igualmente aplicable a la cuestión del Estado.

22 “En pleno activismo, como promotor inesperado de los contactos obreros europeos… escribió Marx los Manuscritos del 63-65 y el libro I de El capital. Su tarea teórica casi se interrumpió al final del Manuscrito II del libro II, alrededor de 1870. Pareciera que la acción (la praxis) era para aquel genio teórico un impulso necesario para su creatividad.” (Dussel 1990: 10).

23 Lukács (1975: 12).

24 “El modo de pensar que se oculta en la teoría subjetiva del valor, primero crea un reino en el que la libre imaginación se halla en comunión con objetos etéreos de elección y, después, inconsciente de la distancia entre este mundo abstracto y la realidad, intenta representar las relaciones que encuentran en este reino como reguladoras de las relaciones prevalecientes en la sociedad económica real y como controlando la forma que los acontecimientos deben tener bajo todos y cada uno de los sistemas sociales. Esto es confundir el pensamiento y adulterar la realidad. Es poner de cabeza todas las cosas. Emancipar el pensamiento económico de esta herencia es una tarea que está pendiente desde hace mucho tiempo.” (Dobb 1945: 127). No es gratuito que esta manera de pensar haya devenido para algunos en un modelo de pensamiento o análisis económico

calificado de autista, en contraposición al cual ha surgido en los últimos años una corriente de economía postautista (Krätke 2007).

25 “Las relaciones económicas parecen objetivas debido sólo al carácter de la producción de mercancías. Tan pronto como se escudriña tras este modo de producción y se analiza su origen, se puede ver que su objetividad natural es mera apariencia y que es en realidad una forma de existencia histórica específica que el hombre se ha dado a sí mismo. Además, una vez que este contenido sale a la luz, la teoría económica se convierte en una teoría crítica. […] Tan pronto como se descubre su carácter mistificador, las condiciones económicas aparecen como la negación completa de la humanidad. La forma del trabajo pervierte todas las facultades humanas; la acumulación de la riqueza intensifica la pobreza, y el progreso técnico conduce «al dominio de la materia

muerta sobre el mundo humano». Los hechos objetivos cobran vida y enjuician a la sociedad. Las realidades económicas exhiben su propia negatividad inherente.” (Marcuse 1971: 276).

26 El dominio de las cosas que se poseen sobre la vida individual y social fue anticipado por Horkheimer en los años 40: “[…] hoy el poder social viene mediado como nunca antes por el poder sobre las cosas. Cuanto más intenso es el interés de un individuo por el poder sobre [las] cosas, tanto mayor será el dominio que sobre él ejercerán las cosas, tanto más le faltarán rasgos verdaderamente individuales, tanto más se transformará su

espíritu en un autómata de la razón formalizada.” (Horkheimer 2002: 144).

27 “Economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación.”

28 “[L]a concepción ‘negativa’ de la política en Marx tiene como uno de sus fundamentos la teoría de la alienación. En efecto, este identificó la existencia de un conjunto de prácticas, instituciones, creencias y procesos mediante los cuales la dominación de clase se coagulaba, reproducía y profundizaba.” (Boron 2004:187)

29 “El proceso económico del capitalismo ejerce una influencia totalitaria sobre toda la teoría y la práctica.” (Marcuse 1971: 312).

30 La “crisis de los paradigmas” en el contexto latinoamericano involucró al desarrollismo, el dependentismo y el marxismo ortodoxo.

31 “En vez de una ciencia de las relaciones económicas entre los hombres, ha surgido una ciencia cuyo objeto es la relación entre el hombre y las cosas; en vez de una ciencia que trata del campo particular de la actividad humana, ha surgido una ciencia formal sobre determinado modo de comportamiento, una ciencia que es simplemente un capítulo de la praxeología. Al concentrarse sobre la actividad del hombre con respecto a las cosas, la economía subjetivista se aparta de las relaciones sociales. Una teoría económica así concebida deja de ser una ciencia social.” (Lange 1966: 216). Podemos resumir esta argumentación afirmando que la moderna “teoría económica” se sustenta en el comportamiento del individuo alienado –en el sentido de separado, apartado y aislado- de todo vínculo social.

Lima, septiembre - octubre 2007

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