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CRECIMIENTO ECONÓMICO Y DESARROLLO DE ARGENTINA Y BRASIL

A PARTIR DE LA DÉCADA DE 1990

Fernando Ariel Bonfanti

Facultad de Humanidades de la UNNE.

RESUMEN

Comúnmente los términos crecimiento, desarrollo y progreso se usan como si fuesen sinónimos; sin embargo debemos establecer una distinción entre ellos. Muchos investigadores consideran el crecimiento económico como el incremento sostenido del producto total de bienes y servicios que se producen en una sociedad determinada. Por otra parte el desarrollo significa crecimiento equitativo y en armonía con la naturaleza. En pocas palabras diríamos que el crecimiento se refiere a términos nominales económicos que crecen o decrecen, el desarrollo económico, es un concepto más amplio, en donde el bienestar y las consideraciones naturales tienen un papel más fundamental.

En este marco, el principal objetivo de este trabajo es comparar el crecimiento económico de Argentina y Brasil desde 1990, a través de un análisis del comportamiento de indicadores económicos como el PBI. Dicho análisis nos permitirá apreciar las condiciones en que se encuentran ambos países en la búsqueda del ansiado desarrollo económico.

PRIMERA PARTE

I- APORTES CONCEPTUALES

I-1. Concepto de Crecimiento económico

Comúnmente los términos crecimiento, desarrollo y progreso se usan como si fuesen sinónimos. Sin embargo debemos establecer una distinción entre ellos, aun cuando la misma se establezca con cierta arbitrariedad. Rondo Cameron (1998) en su obra “Historia Económica Mundial” define al crecimiento económico como el incremento sostenido del producto total de bienes y servicios que se producen en una sociedad determinada, es decir, el PBI (Producto Bruto Interno).

El crecimiento en el producto total puede darse ya sea por un aumento en los factores de producción –tierra, trabajo y capital-, o bien porque se produce un aumento en la productividad de los factores utilizados. Si aumenta la población puede haber crecimiento del producto total, pero no necesariamente del producto per cápita; más aún, si la tasa de crecimiento de la población crece a mayor ritmo que el producto, la resultante será una disminución del producto per cápita, tal como ha ocurrido en años recientes en algunos países subdesarrollados.

Común mente se considera que el desarrollo y el crecimiento son “cosas buenas”, ambos constituyen, en principio, términos desprovistos de valor, en el sentido de que los dos pueden medirse y describirse sin referencia a normas éticas. Sin duda no es éste el caso del término progreso económico, a no ser que se le dé una definición sumamente restrictiva.

Según algunos criterios morales, un mayor bienestar material podría considerarse perjudicial para la naturaleza espiritual del hombre. Ni siquiera con criterios contemporáneos pueden considerarse síntomas de progreso la producción cada vez mayor de armas nucleares, químicas y biológicas, o la utilización de sistemas productivos que envenenan el medio ambiente, aunque sean manifestaciones de crecimiento económico.

Otra razón por la que crecimiento y desarrollo no pueden considerarse automáticamente equivalentes a progreso tiene relación con la distribución de la renta. Bajo ciertos supuestos morales es posible sostener que es preferible rentas per cápita más bajas distribuidas más equitativamente a rentas altas distribuidas de modo menos equitativo.

En el caso específico de América Latina, muchos economistas tradicionales – y junto con ellos muchos políticos – insisten una y otra vez en la importancia clave del crecimiento económico como motor que asegurará el desarrollo.

Existen posturas que sostienen que el crecimiento del producto bruto interno (PBI) es indispensable para reducir la pobreza. Ese aumento se lograría por medio de algunos factores clave entre los cuales se destacan por lo general dos: más inversiones extranjeras y aumento de las exportaciones. Los dos aspectos están relacionados ya que se sostiene que el incremento de las exportaciones no es posible con el ahorro interno y se necesitan importantes inversiones extranjeras. Pero sea de una u otra manera, se pone el acento en la expansión económica como condición necesaria para poder atacar los problemas de la pobreza.

La ilusión de resolver dicha problemática gracias al crecimiento económico ha sido matizada y cuestionada en muchas ocasiones. Recordemos algunos ejemplos; entre los más recientes, citamos a Bernardo Kliksberg, quien en el año 2000 publica la obra denominada “Diez falacias sobre los problemas sociales en América Latina”, donde el tercer puesto lo ocupa la idea de que el crecimiento económico por sí solo basta para mejorar la calidad de vida de la gente. Kliksberg (2000: 12) afirma que el crecimiento económico es sólo un medio y como tal, no puede ser convertido en un fin en sí mismo.

Por otra parte, en la década del ochenta, cuando casi todos los aspectos económicos empeoraron, algunos países lograron de todas maneras mejorar varios indicadores sociales en salud y educación. Por esta razón, el “progreso económico” tiene una conexión intermitente con lo que se denomina “progreso político”. Las relaciones a veces son de causalidad de uno sobre otro, pero en otras ocasiones pueden oponerse, aunque son más comunes las interacciones complejas e intrincadas (Hirschman, 1994).

En la actualidad sólo se suman evidencias de las limitaciones que desencadena confundir inversiones, exportaciones o crecimiento económico con desarrollo. La posición pasiva que asume un “goteo” del crecimiento hacia los sectores más pobres no funciona en la práctica, además de ser política, social y moralmente cuestionable. Muy por el contrario, las estrategias convencionales que se siguen aplicando sólo logran el crecimiento económico a costa de mantener o profundizar las desigualdades (Sánchez Parga, 2005). Además de los problemas en el frente social se suma la incompatibilidad ecológica de la idea del crecimiento económico continuado. Eso se debe a que los recursos naturales son finitos y que la capacidad de amortiguación ambiental de los ecosistemas también está acotada. El énfasis en una estrategia financiera no crea por sí misma instrumentos de apoyo a los grupos marginados, ni desemboca en medidas de redistribución de la riqueza. Ese tipo de instrumentos deben ser creados y puestos en práctica por el Estado con una activa participación social.

La visión ortodoxa del crecimiento económico presta poca atención a ese tipo de componentes y apenas acepta que se los aplique como medidas paliativas de los impactos sociales, cuando en realidad se debería vertebrar una estrategia de desarrollo desde las demandas sociales. En su versión más exitosa, se apuesta a tomar parte de ese “goteo” del crecimiento económico para financiar medidas compensatorias y paliativas en el campo social.

Por lo tanto, es necesario ampliar el debate sobre las exportaciones, las inversiones y el crecimiento económico a un temario mucho más amplio. La problemática del desarrollo es mucho más amplia que promover los embarques de exportación o agilizar los flujos de capital. Es indispensable volver a enfocar esa discusión en los problemas del desarrollo para no quedar atrapados no sólo dentro de la economía sino dentro de una particular línea de pensamiento en esa disciplina.

Es hora de que la temática de desarrollo vuelva al centro de la escena en todas sus dimensiones, tanto las económicas como las sociales y ambientales.

Por todo esto es que se considera que existe crecimiento cuando se produce un incremento sostenido en el tiempo de los niveles de actividad económica, es decir del PBI.

Por lo tanto, el crecimiento es el medio a través del cual una sociedad puede alcanzar un fin más complejo y amplio, llamado desarrollo económico y social, que comprende cambios fundamentales y permanentes en la organización social y sus instituciones, permitiendo el mejoramiento del bienestar de los habitantes del país.

I-2. Concepto de Desarrollo: Una breve síntesis de su evolución


¿De qué se trata el desarrollo? Las diversas hipótesis que se han propuesto, desde la economía, alrededor de la pregunta, pasan por el crecimiento económico, la industrialización, la liberación del sector externo, el papel de las instituciones, las necesidades humanas, entre otros aspectos, como los factores principales del desarrollo. El estudio de las causas de la pobreza y la desigualdad y sus posibles soluciones, también han estado en el centro de la discusión acerca del desarrollo. En la década de los setenta, el debate giró hacia el examen de los problemas distributivos, pero en corto tiempo los practicantes del desarrollo dejaron de lado el tema.

Con el trabajo fundamental de Amartya Sen (1980, 17), se amplía el horizonte para tratar de responder la pregunta: lo importante para el desarrollo es la libertad, afirma Sen. Las organizaciones internacionales como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) incorporaron tales tendencias teóricas en su trabajo dando como resultado la concepción del desarrollo humano, plasmado en sus documentos y prácticas. En los noventa, la preocupación de las agencias del desarrollo y de la teoría del bienestar se centró en la reducción de la pobreza. Un grupo de países firmó el documento denominado “Los Objetivos de Desarrollo del Milenio” (1), cuyo primer objetivo es reducir la pobreza extrema a la mitad en el año 2015 y en su totalidad en el 2025.

La economía se ha preocupado desde sus inicios por temas tales como la riqueza, el comercio internacional, el trabajo, el crecimiento de la población, entre otros, que podrían considerarse conceptos precursores del estudio del desarrollo. Smith, Ricardo, Marx, Malthus, Bentham y Mill, han estudiado estas cuestiones en diferentes épocas de la historia. Blaug (2001) al hacer la reseña sobre la Riqueza de las Naciones, sostiene que Smith se consideró así mismo, como un estudioso del desarrollo: “En la introducción al libro, Adam Smith aclara que su tema principal es el desarrollo económico: las fuerzas que gobiernan a largo plazo el crecimiento de la riqueza de las naciones”.

Según David Ricardo, el problema del desarrollo, en principio, era entendido como crecimiento económico; fue el primero en comprender la importancia de la distribución en el análisis de la dinámica de la actividad económica. En su estudio clásico sobre la economía de la agricultura, en particular del trigo, en la Inglaterra del siglo XVIII, explica las fuerzas que determinan la distribución de los ingresos entre las diferentes clases de la sociedad: trabajadores, terratenientes y capitalistas, según lo afirman Robinson y Eatwell (1991, 14). Por su parte Marx, apoyado en algunas de las ideas de Ricardo plantea una teoría general de la sociedad y su evolución, utilizando no sólo la economía sino otras ciencias sociales en la explicación del desarrollo capitalista.

Por otro lado, Malthus propuso una visión pesimista del desarrollo económico basado en su teoría de la población y su máxima de un mayor aceleramiento del ritmo de crecimiento de la población sobre el de los productos procedentes de la tierra. La teoría maltusiana ha sido fuertemente criticada: “Malthus defendió su teoría en parte por la lógica, en parte por los hechos, pero sin rigurosidad en ambos sentidos”, (Blaug 2001, 90).

Ya en el siglo XX, específicamente en la década del ´50, el desarrollo se entendió prácticamente como un sinónimo de crecimiento económico e industrialización. El ser humano fue considerado como un factor más de producción, es decir, como un medio para alcanzar un crecimiento económico mayor. El indicador por excelencia del desarrollo fue el ingreso por habitante. Además, se consideró que existía un solo camino al desarrollo y que el modelo era Estados Unidos. Estas ideas se convirtieron en las dominantes a la hora de hablar del desarrollo de un país.

En la década de los ´60 se cuestionó la anterior concepción de desarrollo. El profesor Dudley Seers formuló con claridad la crítica a un concepto de desarrollo reducido al crecimiento económico. Según Seers, citado en Amartya Sen (1980), “si queremos saber si un país se ha desarrollado debemos preguntarnos qué ha pasado con la pobreza, el desempleo y la desigualdad. Si estos problemas han empeorado no se podría hablar de desarrollo, aun cuando el ingreso por habitante se haya duplicado. Por lo tanto, queda claro que el crecimiento económico no puede ser el fin del desarrollo, por lo menos del humano”.

En la década de los ´70, el concepto de desarrollo implicó la búsqueda de un crecimiento con equidad. En los países más industrializados surgió una creciente preocupación por el uso irracional de los recursos naturales y la contaminación ambiental que había provocado su proceso de crecimiento e industrialización. Lamentablemente, en los ochenta, la recesión de la economía internacional, la explosión del problema de la deuda externa y los problemas inflacionarios llevaron a que los objetivos económicos centrales fueran la estabilidad macroeconómica y la recuperación del crecimiento económico. La década de los ´80 e inicios de los ´90 fueron los tiempos de los programas de estabilización y ajuste económico. Estos procesos de ajuste agravaron los problemas de la pobreza, la desigualdad, la exclusión social y el deterioro ambiental, prácticamente en todos los países subdesarrollados.

En la década del ´90, se consolida un nuevo concepto de desarrollo, que es denominado "desarrollo humano sostenible". Se entiende que el desarrollo significa crecimiento equitativo y en armonía con la naturaleza.

En fin: El crecimiento se refiere a términos nominales económicos que crecen o decrecen, el desarrollo económico, es un concepto más amplio, en donde el bienestar y las consideraciones naturales tienen un papel más fundamental.

Otra forma de entender al desarrollo es considerarlo como una condición social dentro de un país, en la cual las necesidades auténticas de su población se satisfacen con el uso racional y sostenible de recursos y sistemas naturales. La utilización de los recursos estaría basada en una tecnología que respeta los aspectos culturales y los derechos humanos. Esta definición general de desarrollo incluye la especificación de que los grupos sociales tienen acceso a organizaciones y a servicios básicos como educación, vivienda, salud, nutrición, y sobre todo, que sus culturas y tradiciones sean respetadas dentro del marco social de un estado-nación en particular.

En términos económicos, la definición mencionada anteriormente indica que para la población de un país hay oportunidades de empleo, satisfacción de las necesidades básicas, y una tasa positiva de distribución y de redistribución de la riqueza nacional. En el sentido político, esta definición enfatiza que los sistemas de gobierno tienen legitimidad legal, sino también en términos de proporcionar beneficios sociales para la mayoría de la población.

I-3. Desarrollo Económico y Desarrollo Sustentable.

Como se dijo anteriormente, en tiempos actuales, el concepto de "desarrollo económico" forma parte del de "desarrollo sustentable". Una comunidad o una nación realizan un proceso de "desarrollo sostenible" si el "desarrollo económico" va acompañado del "humano" -o social- y del ambiental (preservación de los recursos naturales y culturales y despliegue de acciones de control de los impactos negativos de las actividades humanas).

Decir qué países son más ricos o más pobres resultaría un poco más sencillo que explicar el concepto de desarrollo. Pero los indicadores de la riqueza, que reflejan la cantidad de recursos con que cuenta una sociedad, no proporcionan información sobre la distribución de esos recursos; por ejemplo, no señalan si la distribución del ingreso entre los grupos sociales es más o menos equitativa, ni muestran qué porcentaje de los recursos se utiliza para proveer servicios gratuitos de educación y atención de la salud; nada dicen, tampoco, acerca de los efectos de la producción y el consumo en el medio ambiente.

Algunos analistas como Samuelson (1995, 15) consideran que el desarrollo económico tiene dos dimensiones: el crecimiento económico y la calidad de vida (satisfacción de las necesidades básicas, tanto materiales como espirituales).

Entonces pues, el desarrollo económico implica:

  • Desde el punto de vista Económico: expansión de la capacidad productiva, mayor complejidad de los sistemas productivos, etc.
  • Desde el punto de vista Financiero: cambios en hábitos de ahorro, oportunidades de inversión, etc.
  • Desde el punto de vista Social: cambios en el volumen y composición de la fuerza de trabajo, mejora en la distribución del ingreso, oportunidades de educación y trabajo, etc.

En documentos recientes de las Naciones Unidas se insiste especialmente en el "desarrollo humano", medido según la esperanza de vida, la alfabetización de los adultos, el acceso a los tres niveles de educación, así como el ingreso medio de la población, condición necesaria para su libertad de elección. En un sentido más amplio, el concepto de desarrollo humano incorpora todos los aspectos del bienestar de los individuos, desde el estado de salud hasta la libertad política y económica. Según un Informe sobre desarrollo humano, publicado en 1996 por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, "el desarrollo humano es el fin; el crecimiento económico es un medio"

Es cierto que el crecimiento económico, al aumentar la riqueza total de una nación, también mejora las posibilidades de reducir la pobreza y resolver otros problemas sociales; pero la historia nos presenta varios ejemplos en los que el crecimiento económico no se vio acompañado de un progreso similar en materia de desarrollo humano, sino que se alcanzó a costa de una mayor desigualdad, un desempleo más alto, el debilitamiento de la democracia, la pérdida de la identidad cultural o el consumo excesivo de recursos necesarios para las generaciones futuras. A medida que se van comprendiendo mejor los vínculos entre el crecimiento económico y los problemas Sociales y ambientales, los especialistas, entre ellos los economistas, parecen coincidir en que un crecimiento semejante es, inevitablemente, insostenible, es decir, no se puede mantener mucho tiempo.

Para ser sustentable, el crecimiento económico debe nutrirse continuamente de los frutos del desarrollo humano, como la mejora de los conocimientos y las aptitudes de los trabajadores, así como de las oportunidades para utilizarlos con eficiencia: más y mejores empleos, mejores condiciones para el florecimiento de nuevas empresas y mayor democracia en todos los niveles de adopción de decisiones.

SEGUNDA PARTE

II- EVOLUCIÓN DEL MERCOSUR. LAS ECONOMÍAS DE ARGENTINA Y BRASIL EN LA BÚSQUEDA DEL DESARROLLO ECONÓMICO

En esta otra parte del trabajo comentaremos brevemente acerca de la formación del MERCOSUR (Mercado Común del Sur), y de su importancia como instrumento para el crecimiento económico de sus integrantes, centrando especial interés en las economías de Argentina y Brasil a partir de su creación. Para ello se han utilizado argumentos de algunos autores como Aldo Ferrer, Alberto Sosa de la Asociación Civil Amersur, entre otros.

II-1. ORIGEN, INSTRUMENTOS Y EVOLUCIÓN DEL MERCOSUR

La conformación de un mundo en bloques fue al parecer, la premisa de fines del siglo XX. La proximidad geográfica de los países que buscaban insertarse a un nuevo orden mundial, dominado por las transformaciones del sistema productivo, los procesos de innovación tecnológica, la globalización, los desequilibrios comerciales y financieros de la década del ´80 y las necesidades de buscar mejores condiciones de competitividad, hizo que el fenómeno de la integración regional apareciera como una alternativa para el crecimiento económico, no solo para los países en vías de desarrollo sino también, como un modo de sostener y acrecentar las economías más desarrolladas.

Haciendo una breve reseña, podríamos decir que luego de los gobiernos militares que planteaban sus hipótesis de conflicto con los Estados vecinos, el retorno de la democracia en la década del 80´ posibilitó la negociación y concreción de una alianza argentino-brasileña, en vísperas del colapso soviético, de la globalización y del unipolarismo militar de los EE.UU.

Según Sosa (2008, pág.5), los orígenes de este mercado común se remontan entonces a los acuerdos firmados por Argentina y Brasil en noviembre de 1985, conocidos como Declaración de Iguazú, en el que queda en evidencia la voluntad política de ambos países para acrecentar los vínculos económicos en una coyuntura de reestructuración ya que en Argentina se estaba implementando el Plan Austral y en Brasil el Plan Cruzado. A partir de esa declaración se constituyó una Comisión Mixta de Cooperación e Integración entre ambos países que finalmente desembocó en la firma del Acta de Integración Argentino-Brasileña en julio de 1986. Ambos acuerdos fueron firmados por Alfonsín (2) – Sarney (3). En ese momento se fijó el objetivo de propiciar seriamente un espacio económico común y estimular la complementación progresiva de los sectores empresariales de ambos países. Además, el propósito inicial era superar la rivalidad económica, política y militar entre ambos países, a través de un programa gradual y equilibrado de apertura comercial recíproca y de la creación de mecanismos de desarrollo industrial y tecnológico para configurar el núcleo de un futuro mercado común, que sirviese de base a un Estado supranacional, en el Cono Sur de las Américas.

Ambos presidentes coincidían en que la concertación político-diplomática(4) entre la Argentina y Brasil, permitiría alcanzar la integración efectiva de América del Sur.

La consolidación de esta iniciativa se produjo con la suscripción del Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo (29 Noviembre 1988), por el cual ambos países se comprometieron a constituir un espacio común, mediante la remoción gradual, en un plazo de 10 años, de todos los obstáculos arancelarios y no arancelarios, posibilitando la libre circulación de bienes y de servicios, así como la armonización y coordinación de sus políticas aduaneras, fiscales, monetarias, cambiarias, agrícolas e industriales, entre otras. Esta alianza se proponía constituir un polo de gravitación que contribuyese a neutralizar y/o a mitigar las consecuencias negativas de las decisiones de la macro-estructura del sistema mundial (5), así como a establecer nuevos criterios de interlocución con los EUA, con la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) y con los demás Estados de América del Sur.

Sostiene Sosa (2008) que el sesgo político implícito en el Acuerdo Alfonsín-Sarney, se desdibujó en el Tratado de Asunción de 1991 que instituyó el MERCOSUR. Los presidentes Menem (6) y Collor de Mello (7) decidieron abandonar los aspectos relacionados con el desarrollo industrial y tecnológico simétricos del Acuerdo Argentina-Brasil. Por ello, el MERCOSUR devino fundamentalmente un esquema de reducción automática, hasta la completa eliminación de las barreras comerciales, creando una zona de libre comercio (ZLC) que incluía a Paraguay y a Uruguay y también una Unión Aduanera (UA) con una tarifa externa común.

El patrón comercial del MERCOSUR, basado en la apertura de los mercados sin una política industrial o de reorganización sectorial, no previó que la creación de un territorio económico único, entre países tan distintos, produciría desequilibrios económicos sectoriales y regionales, como consecuencia del diferente dinamismo y estadio de desarrollo industrial de sus asociados. Tampoco se previó que dicho proceso de integración comercial tenía que acompañarse de políticas compensatorias y de la armonización efectiva de las políticas fiscales, cambiarias, entre otras, de sus Estados Partes (Sosa, 2008: pág. 6).

Para analizar la política exterior contemporánea de estos dos grandes socios del MERCOSUR (Argentina y Brasil) es necesario partir de la comprensión del fenómeno de la globalización como elemento sustancial de la historia de las relaciones internacionales, considerando a la misma como “un sistema de redes en las cuales se organizan el comercio, las inversiones de las corporaciones transnacionales, las corrientes financieras, el movimiento de personas y la circulación de información que vincula a las diversas civilizaciones. Es, asimismo, el espacio del ejercicio del poder dentro del cual las potencias dominantes establecen, en cada período histórico, las reglas del juego que articulan el sistema global.” (8)

Esta definición conduce a interpretar el cambio como una cualidad intrínseca del sistema internacional contemporáneo. Cambio entendido dentro de la lógica del ejercicio de poder donde se establecen las reglas del juego internacional. En ese sentido el concepto globalización está ligado íntimamente con el desarrollo económico –visto como variable del sistema internacional-, como “proceso de transformación de la economía y de la sociedad fundado en la acumulación de capital, conocimientos, tecnología, capacidad de gestión y organización de recursos, educación y capacidades de la fuerza de trabajo y de estabilidad y permeabilidad de las instituciones, dentro de las cuales, la sociedad transa sus conflictos y moviliza su potencial de recursos.”

En palabras de Ferrer (1999), América Latina brilló por la ausencia de formación de la densidad nacional que le permitiera responder acertadamente a las exigencias de la globalización. Esta situación condujo a una sistemática dependencia de los centros de poder hegemónico y a condiciones asimétricas de acceso a los beneficios del modelo capitalista. Así visto, “la causa principal (del subdesarrollo y la dependencia de América Latina en conjunto), radica en la debilidad de la densidad nacional, fundada en la excesiva concentración de la riqueza y el ingreso, la pobreza y las fracturas sociales, la subordinación al pensamiento céntrico…, y consecuentemente, políticas que privilegian intereses de sector y agravan la vulnerabilidad externa.”

II-2. ARGENTINA. Estadísticas fundamentales

Superficie: 2.780.400 Km2

Población: 39.745.613 (2008, INDEC)

Capital: Buenos Aires

Densidad de población: 14,3 hab/km2

Población urbana: 90,9 % (2008)

Esperanza de vida al nacer: 75 años (2005-2010); hombres: 72 años y mujeres: 79 años.

Tasa global de fecundidad: 2,3 hijos por mujer (2005-2010)

Tasa bruta de natalidad: 18 nacimientos por cada 1000 habitantes (2005-2010)

Tasa bruta de mortalidad: 8 muertes por cada 1000 habitantes (2005-2010)

Tasa de mortalidad infantil: 16 %o (2004)

Alfabetismo adulto: 97 % (2000-2004)

Deuda externa total: 169.247 millones U$S (2004)

Gasto público en salud: 4,5 % del PBI (2002)
Gasto público en educación: 4,0 % del PBI (2000-2002)
Gasto en defensa: 1,0 % del PBI (2004)

Fuentes: INDEC y Guía del Mundo 2007

La economía de la República Argentina se beneficia de enormes recursos naturales, una población sumamente alfabetizada, un sector orientado a la exportación de productos agrícolas y una base industrial diversificada. Sin embargo, sus resultados económicos han sido muy desiguales a lo largo de la historia. A principios del siglo XX era uno de los países con mejores perspectivas del mundo, pero en la actualidad se ha estancado como un país de ingreso superior medio y en vías de desarrollo.

La producción de alimentos agropecuarios es, tradicionalmente, uno de los puntales de la economía argentina, principalmente la producción de granos (cereales y oleaginosas), que juntos constituyen la primera exportación del país. Por su parte la ganadería bovina, que aporta la materia prima para la industria de la carne, es un sector de gran importancia. Otros productos de exportación son, el petróleo, el gas natural y los productos petroquímicos. Por otra parte, la industria manufacturera argentina es el sector que más valor aporta al PBI, con un 23 % del total (2005). El sector industrial manufacturero también es uno de los sectores principales de generación de empleo (junto con el comercio y el sector público), con 12 % según el Censo de 2001.

Cuadro Nº 1. EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES MACROECONÓMICOS DE ARGENTINA

Año PBI Per Cápita en U$S Índice de Pobreza (%) Índice de Desempleo (%) Inflación anual (%)
1990 7.343 33,7 6,3 1.343,93
1991 8.331 21,5 6,0 83,99
1992 9.293 17,8 7,0 17,55
1993 9.877 16,8 9,3 7,37
1994 10.544 19,0 12,1 3,85
1995 10.364 24,8 16,6 1,61
1996 11.033 27,9 17,3 0,05
1997 11.955 26,0 13,7 0,33
1998 12.499 25,9 12,4 0,66
1999 12.136 26,7 13,8 -1,81
2000 12.173 28,9 14,7 -0,73
2001 11.800 38,3 18,3 -1,54
2002 11.100 57,5 21,5 13,4
2003 12.048 50,9 14,3 3,7
2004 13.302 42,3 13,6 6,1
2005 14.421 36,4 11,6 12,3
2006 14.838 33,9 10,4 9,8
2007 15.911 26,0 8,7 8,5
2008 16.500 19,2 8,9 7,2

Fuente: INDEC

Analizando las series de datos correspondientes a Argentina durante el período 1990-2008, se observa que no siempre coincide crecimiento del PBI per cápita con mejoras distributivas, y menos aún con reducciones de la pobreza o reducción del desempleo.

Más precisamente se observa una tendencia creciente de dicho indicador para todo el período, exceptuando pequeñas caídas en 1995 (crisis en México) y 1999 (crisis en Brasil), y una caída mayor en 2001-2002 durante la crisis financiera en Argentina.

Por otra parte, la pobreza tuvo altibajos, reduciéndose a principios de los '90, incrementándose a partir de 1994, y tras producirse un pequeño descenso hacia fines de los ’90 aumentó dramáticamente luego de la crisis de 2001-2002 hasta alcanzar un pico de 57,5% en el año 2002. A partir de allí la pobreza comenzó a disminuir aunque parece ser que actualmente su valor esta estancado o quizás en aumento dada la gran inflación en la economía argentina. Distinto es el caso de Brasil, que ha reducido este indicador de 41 % de su población en 1991 a 30 % en 1993, posteriormente y hasta el 2005 se mantuvieron valores en torno al 32 % y de allí hasta el 2008 otra vez un descenso notorio hasta alcanzar el 18 %, tal como se aprecia en el gráfico siguiente.

Gráfico Nº 1.

Fuente: Elaboración propia según datos del INDEC y del IBGE.

En el cuadro estadístico anterior también podemos notar que, según el INDEC, en la década del ´90 el desempleo tuvo fluctuaciones tendientes a incrementarlo hacia principios del 2000, alcanzando su punto máximo en el año 2002 (21,5 %) y a partir del 2003 descendió continuamente hasta casi alcanzar en el 2008 los valores de principios de los ´90, entre el 8 y el 9 % de la población. En cambio Brasil, si bien en este período presenta una tendencia creciente, los valores son inferiores a los de su vecino país, también presenta dos picos pero no tan marcados, con valores máximos en 1999 y 2003 (entre 12 y 13 %), a partir de allí, los valores vienen decreciendo hasta el 2008, tal como se aprecia en el siguiente gráfico.

Gráfico Nº 2.

Fuente: Elaboración propia según datos del INDEC y del IBGE.

En resumen, para el caso específico de la Argentina se destaca que a partir de la crisis de 2001, en donde los índices alcanzaron la peor situación para el bienestar de la sociedad, todos ellos comenzaron a transitar un mismo camino: mejoramiento del bienestar de la sociedad.

¿Que notamos? Que luego de la crisis en Argentina comenzó una mejora distributiva y una caída del desempleo y la pobreza, conforme hubo crecimiento económico, tal como podrá observarse en los gráficos siguientes.

Gráfico Nº 3. COMERCIO EXTERIOR DE ARGENTINA DESDE 1991

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Dirección de Estadísticas del Comercio Exterior. INDEC.

Como se observa en el gráfico Nº 3, a partir de 1991, la implementación de la Ley de Convertibilidad, generó una sustitución de la producción local por importaciones de bienes y servicios ya que era mucho más barato importar que producir bienes y servicios locales, porque la productividad del sector externo era superior que la nacional. Esto produjo un déficit en la balanza por cuenta corriente al incrementarse las importaciones y disminuirse las exportaciones (por no ser competitivos los bienes y servicios nacionales en el mercado internacional). Por otro lado al irse dejando de lado la producción local, comenzó a crecer la tasa de desempleo, debido a que las empresas nacionales comenzaron a producir menores cantidades de bienes y servicios al no poder competir con los bienes y servicios importados, al producir menos cantidad dejaron de contratar una porción de factores de producción que ya no son utilizados.

Dichas condiciones se mantuvieron así hasta el año 2001, pues luego de la devaluación, las condiciones de competitividad de las exportaciones argentinas se vieron fortalecidas notoriamente. En una buena coyuntura de precios internacionales, una activa política estatal que procura abrir nuevos mercados permitió un incremento significativo de las exportaciones. Las importaciones, afectadas inicialmente por la recesión interna, se habían contraído al mínimo, llegando a tan solo 8.988 millones de dólares en el año 2002. De esta forma, en los últimos años se han gestado altísimos superávits comerciales (superiores a 10.000 millones de U$S), que permitieron superar los desequilibrios externos producidos por el endeudamiento, el balance negativo de los servicios no financieros de la cuenta corriente y la salida de capitales.

Sin lugar a dudas, las exportaciones argentinas han ido creciendo ininterrumpidamente desde 2002 y alcanzaron un récord histórico en 2008, con más de 71.000 millones de dólares. Si bien se trata de un buen resultado, el dato preocupante es que prácticamente todo se debió a la suba de precios a nivel internacional.

Como puede observarse, venimos de años de euforia por el éxito sojero, maicero, aceitero, mineralero, etc. Las exportaciones van bien, a pesar de las retenciones, y hay superávit comercial; sin embargo seguimos especializados en renglones de bajo crecimiento que mantienen al país en la irrelevancia comercial.

En Latinoamérica, la Argentina es uno de los modelos más acabados de la estrategia de crecimiento sesgada hacia la exportación de materias primas procesadas, dando como resultado la perpetuación de su perfil comercial en el tiempo.

Las estrategias de crecimiento y desarrollo vigentes en un país son resultado de un complejo proceso político, económico e institucional desenvuelto en su historia, donde no sólo son relevantes los consensos-conflictos internos sino también el movimiento de las relaciones internacionales del país.

Dice González (2005: 66): En nuestro país, históricamente, el sendero de solvencia a largo plazo de la cuenta corriente de la balanza de pagos de su aparato productivo fue el límite irresoluto a su desarrollo. Esto fue así tanto durante el «modelo de sustitución de importaciones» como bajo el más contemporáneo «modelo de economía abierta». En el primero, la desproporción entre las divisas necesarias para financiar el salto de desarrollo industrial y la capacidad de obtención de divisas del tradicional sector agropecuario imponía los límites al crecimiento económico, entrando en recurrentes crisis de la cuenta corriente que fogoneaban los antiguos conflictos políticos, sociales y económicos entre el «agro» y la «industria». El segundo esquema, emergente en 1977 y maduro a partir de 1990, sesgado hacia el crecimiento vía exportaciones primarias y la asistencia de capital y tecnología del extranjero, tampoco resolvió, más bien agudizó, la cuestión de las cuentas externas.

La estructura productiva heredada del desenvolvimiento de este modelo es sumamente vulnerable frente a las oscilaciones de las condiciones internacionales –tanto del mercado mundial de mercancías como de capitales–.

La economía argentina solamente podrá superar estas crisis recurrentes de balanza de pagos en un contexto de crecimiento cuando se asuma enfrentar los cambios cualitativos de su estructura productiva que permitan el crecimiento con un equilibrio relativo de su cuenta corriente, y para ello, se requiere una «nueva política industrial y tecnológica» que persiga centralmente este objetivo.

II-3. Crecimiento Anual del PBI

Otra forma de analizar la evolución de nuestra economía es a través del crecimiento anual del Producto Bruto Interno expresado en porcentajes, tal como puede observarse en el siguiente gráfico.

Gráfico Nº 4. CRECIMIENTO ANUAL DEL PBI EN ARGENTINA DESDE 1990.


Fuente: Elaboración propia según estadísticas de Guía del Mundo 2007 y FIDE "Fundación de Investigaciones para el Desarrollo" correspondiente a los años 2005, 2006 y 2007.

El gráfico Nº 4 muestra la evolución que manifestó el crecimiento anual del PBI argentino desde 1990; se observa que desde fines de la década del ´80 y hasta 1990 el crecimiento ha sido negativo como consecuencia de los procesos inflacionarios; a partir de 1991 y luego de ponerse en marcha el Plan de Convertibilidad, la Argentina mejoró notablemente su posición a nivel internacional creciendo a un valor superior al 12 %, dicha tendencia creciente continuó hasta 1994 previo a la crisis del Tequila en México, con tasas de 6 y 5,8 % en los años 1993 y 1994 respectivamente. En 1995, la crisis mejicana dejó sus secuelas en nuestra economía, arrojando un caída del 2,8 % del PBI. Durante 1996 hubo cierta recomposición del flujo de capitales hacia la región latinoamericana que colaboró en la repercusión del nivel de actividad económica en general; dicha recuperación continuó hasta 1998 y luego se desaceleró como consecuencia de los acontecimientos ocurridos a nivel internacional. El descenso en el nivel de actividad económica se profundizó en el 2001 y tras la salida forzosa de la convertibilidad se produjo una caída más abrupta aún de la economía, evidenciándose en el año 2002 una variación negativa del PBI de 10,9 % (Centro de Estudios Federales).

A partir de 2003, el país comenzó a transitar por la senda del crecimiento económico en forma sostenido, con valores siempre superiores al 7 %; dicho crecimiento también se aprecia en el gráfico Nº 5, de la página siguiente, donde observamos la tendencia creciente de nuestro PBI a partir del año 2003 hasta alcanzar un valor récord en el 2008.






Gráfico Nº 5.


Fuente: Elaboración propia según los datos del INDEC y FMI.

II-4. El PBI per cápita

La renta per cápita o PIB per cápita es la relación que hay entre el PBI (producto bruto interno) de un país y su cantidad de habitantes. Para conseguirlo, hay que dividir el PBI de un país por la población de éste. Es un indicador comúnmente usado para estimar la riqueza económica de un país. Numerosas evidencias muestran que la renta per cápita está positivamente correlacionada con la calidad de vida de los habitantes de un país.

Los años de crecimiento continuo en la economía de nuestro país desde 2003, acompañados por una severa caída en la tasa de crecimiento de su población, lograron mantener el liderazgo en Sudamérica durante 2006, 2007 y 2008: la Argentina se ubicó como la economía con mayor PBI per cápita de la región, al superar los u$s 16.000 en el índice que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ajusta de acuerdo con el poder de paridad adquisitivo (PPA) (9), y que permite comparar el producto total con la cantidad de habitantes de cada país.

De acuerdo con estos resultados, hoy nuestro país se posiciona entre los 50 mejores a nivel global, por encima de todas las economías sudamericanas, incluso las más pujantes, como Brasil (u$s 11.000), Chile (u$s 12.715) y Uruguay (u$s 12.094).







Gráfico Nº 6.

Fuente: Elaboración según datos de Guía del Mundo 2007 y FMI.

Al observar el gráfico Nº 6, notamos la evolución del PBI per cápita en Argentina y Brasil desde la década del ´90. El caso argentino manifiesta un importante incremento en dicho lapso, con dos caídas bien marcadas, primero en 1995 y luego en 2002, como consecuencia de los resultados de la gran crisis que sufriera nuestro país en el año 2001. A partir del 2003 las mejoras fueron muy importantes hasta alcanzar los U$S 16.000, obviamente no todos los habitantes perciben anualmente esa cantidad. En Argentina existe una mala distribución de la riqueza, y según afirma Aldo Ferrer, existe “un problema de puja distributiva” que se puede resolver “en la medida en que el empleo siga creciendo y la economía mantenga un buen nivel de incremento de la productividad”. Según él, los precios son un factor determinante, pero desdramatiza la situación indicando que “hay que bajar el aumento de precios, pues no existe un descontrol inflacionario. La inflación de hoy no es la misma de otras épocas, que respondía a un desorden de la economía argentina”.

II-5. Síntesis de nuestra economía desde 1990 hasta la actualidad.

La década del ´90: Una década de contrastes: “Éxitos en lo económico y fracasos en lo social”:

La década del ‘90, especialmente el primer quinquenio, constituye el período más trascendente de nuestra historia económica reciente. Luego de una secuencial acumulación de errores en las políticas económicas, en esos años se concretaron importantes avances en materia de reformas económicas estructurales. La liberalización del comercio, la disciplina fiscal, la privatización de empresas públicas, la desregulación de importantes áreas de la economía y un nuevo régimen cambiario basado en una caja de conversión (Ley de Convertibilidad), constituyen hitos de trascendental importancia.

Las reformas permitieron poner fin a un largo y negativo ciclo de la economía argentina. De la inflación crónica se pasó a la estabilidad. Aún más importante, se generaron las condiciones para que el país iniciara un período de alto crecimiento económico. En 1995, la economía local se vio afectada negativamente por el llamado Efecto Tequila, que provocó un aumento inédito de la desocupación hasta un 18% y revirtió la tendencia descendente del índice de pobreza. A excepción de ese año, el país creció fuertemente hasta mediados de 1998.

A fines de 1998 comenzó un prolongado ciclo de recesión, debido en parte el agotamiento de la paridad del peso y el dólar, que tuvo su punto culminante en diciembre de 2001, luego de una corrida bancaria que hizo estallar la convertibilidad y causar la peor crisis económico-social de la historia argentina. En general podría decirse que entre 1990 y 1999, aún computando el efecto recesivo de dos crisis internacionales, el PBI per cápita creció el 34,5%.

Gracias a la audacia política para instrumentar un programa de reformas económicas consistentes, rápidamente la Argentina pasó de ser un país en estado de decadencia aparentemente terminal, a ubicarse en el privilegiado grupo de las naciones de mayor crecimiento económico, con una tasa de crecimiento anual del PBI per cápita durante los ´90 igual a 3,67 %, incluso superior a las de Noruega, Japón, Estados Unidos e Italia; sólo Chile en el contexto latinoamericano superó el nivel de crecimiento observado en la Argentina con una tasa de 4,93 % (Giordano, 2000).

La integración al resto del mundo impuso una rápida modernización de la estructura productiva. El ritmo de incorporación de tecnología fue vertiginoso. Eso es lo que sugiere el hecho de que el crecimiento económico haya estado liderado por la expansión de las exportaciones (las que crecieron el 86%) y de las inversiones (con un crecimiento del 115%).

Una economía mejor organizada, en crecimiento y con cuentas públicas más ordenadas han permitido sostener la expansión de las erogaciones del Estado. Dentro de ellas, se destaca el gran crecimiento del gasto público social. El gasto público social per cápita creció casi el 40%, impulsado básicamente por un fuerte incremento del gasto en empleo (más del 200%), asistencia social (94%), educación (88%) y salud (83%). Esto se dio en el marco de reformas estructurales, parciales pero significativas, como las introducidas en algunas áreas de la seguridad social.

Por otra parte, la década del ‘90, sin embargo, también será recordada como la década de la frustración en lo social. El ajuste estructural generó un gran crecimiento económico. Sin embargo, los beneficios producidos por las reformas económicas se canalizaron en el marco de una profundización del patrón distributivo altamente regresivo que caracterizó a la Argentina (y al resto de Latinoamérica). Así por ejemplo, la reducción inicial de la pobreza, acompañada por una mejora en los indicadores de distribución del ingreso, es casi totalmente atribuible a los efectos positivos de la caída dramática de la inflación, que tuviera lugar como consecuencia del efecto de anclaje que produjo la Ley de Convertibilidad. Una vez que las distorsiones provocadas por la elevada inflación fueran removidas (la inflación fue muy baja desde 1994 e incluso hubo una leve deflación durante la recesión), los indicadores de pobreza y distribución del ingreso comenzaron a empeorar, sin que el crecimiento económico registrado en el período fuera capaz de evitarlo.

Según Giordano, “el crecimiento de la productividad de la economía argentina durante la década de los noventa no fue sostenible en sus distintas acepciones: capacidad potencial, competitividad, valor prospectivo de la riqueza y nivel de vida. En todo caso se podría deducir que el patrón de crecimiento económico resultó del tipo extensivo, basado en la acumulación de capital más que en el progreso técnico desincorporado o externalidades no pecuniarias” (10).

II-6. Situación actual (2003 en adelante): “Reestructuración de la deuda externa, el FMI y el fuerte crecimiento económico”.

Una parte significativa de la responsabilidad de la crisis que vivió la Argentina entre 1998 y 2002 ha sido puesta sobre el FMI. En un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2004, el Presidente en ese entonces, Néstor Kirchner dijo:"Se hace necesario un urgente, fuerte y estructural rediseño del Fondo Monetario Internacional para que pueda prevenir crisis y ayudar a su solución, cambiando el rumbo que lo llevó de prestamista de fomento a acreedor con demanda de privilegios."

El proceso de reestructuración de la deuda externa fue largo y complejo y finalizó, para quienes decidieron ingresar en el canje, a fines de febrero de 2005.

En todo este período el país experimentó un importante crecimiento económico, a valores de entre 7 y 9 % anual, incluso la situación nacional argentina, varias veces fue elogiada por directivos del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), quienes han reconocido la forma en la que Argentina salió de la crisis del 2001 señalando que “han restaurado su crecimiento y su estabilidad” y que sólo falta mejorar la distribución del ingreso

Todavía es pronto para saber si el “episodio de crecimiento acelerado” que Argentina está experimentando desde el segundo trimestre de 2002 podrá derivar en una senda de crecimiento económico sostenido y cambio institucional que se alimenten.

II-7. BRASIL. Estadísticas fundamentales

Población: 191.341.355 personas (2008)

Superficie terrestre: 8.547.400 Km2

Capital: Brasilia

Densidad de población: 22 hab/km² (2008)
Población urbana: 85,3 % (2008)

Esperanza de vida al nacer: 72 años (2005-2010); hombres: 68 años y mujeres: 76 años.

Tasa global de fecundidad: 2,2 hijos por mujer (2005-2010)

Tasa bruta de natalidad: 19 nacimientos por cada 1000 habitantes (2005-2010)

Tasa bruta de mortalidad: 7 muertes por cada 1000 habitantes (2005-2010)

Tasa de mortalidad infantil: 32 %o (2004)

Alfabetismo adulto: 88 % (2000-2004)

Deuda externa total: 222.026 millones U$S (2004)

Gasto público en salud: 3,6 % del PBI (2002)
Gasto público en educación: 4,2 % del PBI (2000-2002)
Gasto en defensa: 1,4 % del PBI (2004)

Fuente: Guía del mundo 2007.

Brasil es un Estado predominantemente agrícola, que experimentó un rápido crecimiento industrial en las décadas de 1960 y 1970, hasta que en la década de 1980 logró una economía moderna diversificada. Se extrajeron grandes cantidades de mineral de hierro y carbón y la producción de acero, productos químicos y vehículos de motor han crecido sustancialmente.

Durante los 90 y hasta la fecha, el Estado Brasileño ha mutado de paradigma, pues ha pasado del estado benefactor y el modelo de sustitución de importaciones (desarrollismo), al pensamiento realista basado en la disciplina invocada en las reformas estructurales -lógica neoliberal de privatización de los activos del Estado, estricta disciplina fiscal y control enorme del gasto público en beneficio del pago de la deuda externa con la banca multilateral-, y la apertura total de las fronteras (normalismo), hacia una posición internacional más cómoda (paradigma logístico), donde ejerce un gran liderazgo como potencia emergente liberada de la dependencia financiera. Las reformas estructurales de las instituciones en Brasil incidieron en la formulación de su política exterior. Según Cervo y Bueno (2008, 3) están determinadas por tres paradigmas de acción externa experimentados de forma independiente, consecutiva, regresiva o progresivamente por cada uno de los Estados Latinoamericanos. El Estado Desarrollista, el Estado Normal y el Estado Logístico. Después de la crisis de la deuda en los años 1980, el Estado debía crecer económicamente bajo el paradigma del libre comercio y la inserción internacional.

Durante los años 90 primó el ideario liberal materializado políticamente en el consenso de Washington. Brasil, concretamente en el gobierno de Cardoso se acogió a éste esquema a partir de la ley de privatización y la apertura económica que preveía la modernización de la estructura productiva industrial nacional, aumento de la competitividad, generación del más grande de los mercados nacionales latinoamericanos, tecnología y grandes corporaciones multinacionales invirtiendo.

Actualmente, la economía brasileña es la primera en toda América Latina, las exportaciones durante el 2008 han alcanzado valores históricos para el país (190.000 millones de dólares) lo cual ubica al país en una posición privilegiada y posibilita un gran crecimiento de su economía.

Cuadro Nº 2. EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES MACROECONÓMICOS DE BRASIL

Año PBI Per Cápita en U$S Indice de Pobreza (%) Indice de Desempleo (%) Inflación anual (%)
1990 5.302 40,7 7,21 1.585,2
1991 5.445 S/D 7,92 475,1
1992 5.437 40,8 9,13 1.149,1
1993 5.779 30,0 8,68 2.489,1
1994 6.108 S/D 8,93 929,3
1995 6.391 35,1 8,95 22,0
1996 6.589 34,7 9,93 9,1
1997 6.847 35,1 10,16 4,3
1998 6.880 33,9 11,68 2,5
1999 6.985 35,3 12,06 8,4
2000 7.301 S/D 11,02 5,3
2001 7.541 33,6 11,18 9,4
2002 7.697 33,9 12,12 12,5
2003 7.745 35,6 12,72 9,3
2004 8.202 33,2 11,76 7,6
2005 8.730 32,0 10,55 5,7
2006 9.665 26,9 10,37 3,1
2007 10.041 23,5 10,13 4,2
2008 11.870 21,0 9,8 5,9

Fuente: IBGE (Instituto Brasileño de Geografia y Estadística)

Al igual que en Argentina se observa un crecimiento continuo del PBI per Cápita (exceptuando una pequeña disminución en el año 1998, inicio de la recesión brasileña), crecimiento que no se relaciona con una mejora distributiva.

En este caso, en Brasil también se observa que los altos picos inflacionarios se corresponden con altas tasas de pobreza, como en 1990 y 1992, lo que da la razón que la inflación perjudica a aquellos de bajos ingresos y que cuando los incrementos de precios existieron a bajas tasas no hubo aumentos significativos de la tasa de pobreza. Sin embargo, pese a la estabilización de precios que se dio desde 1995, la pobreza no disminuyó, solo se mantuvo constante rondando oscilando entre 35 y 32 % de la población.

Mas allá de esto, el desempleo fue creciendo desde comienzos de los años 90, incluso aún ante crecimientos de la economía, generando su mayor pico en el año 2003 cuando la economía creció en una cifra menor al punto.

Además se percibe la desaceleración de la economía brasilera en 1999, año en el que atravesaba una crisis, lo que implicó leves incrementos del PBI per cápita, tasas de desempleo de las más altas del período y la pobreza alcanzando el 35,3 %.

En síntesis vemos que si bien la economía brasileña creció a un ritmo constante este crecimiento no se vio reflejado en factores como distribución, desempleo y pobreza, variables que permanecieron prácticamente estancadas.

A partir del año 2003, con la instalación del gobierno de Luiz Ignacio “Lula” Da Silva, los resultados reflejan mejoras en el mercado de trabajo, que han llevado a un incremento de la masa salarial y por ende comenzó a bajar el desempleo, y ha coincidido en que la renta de los brasileños más pobres ha crecido proporcionalmente más que la de los más ricos.

Según el análisis del IBGE, la caída en el índice de pobreza desde 2004 hasta el 2008 viene siendo algo "espectacular" y la adjudica al aumento de la ocupación, a la reducción de la desigualdad en el ingreso del trabajador y el aumento de transferencias focalizadas del Estado. En este último caso, se refiere a las políticas de asistencia social del gobierno de Lula da Silva que el año pasado empezaron a dar frutos. Se advierte que entre las causas por las cuales hay muchos menos hogares marginados deben computarse el aumento de las asignaciones por el programa “Hambre Cero” y otros planes de subsidios, como el llamado "beca-familia", que da un estipendio a los jefes de hogares por cada niño que va a la escuela.



Gráfico Nº 7.

Fuentes: Elaboración propia según datos de Guía del mundo 2007 y Agencias EFE, DPA y Ansa para los años 2002, 2003, 2004, 2005, 2006 y 2007.

El Producto Bruto Interno de Brasil alternó tasas de variación positivas y negativas entre 1990 y 1999; la mayor caída se produjo en 1990 (- 4,30%), en tanto que el mayor crecimiento se registró en 1994 (5,90%) tal como se observa en el gráfico Nº 7.

Con la implementación del Plan Real, el Producto Bruto Interno de la economía brasileña se mantuvo casi sin variaciones hasta 1998. Pero la fragilidad que mostraba esta economía desde fines de 1997, desembocó en una crisis a comienzos de 1999. La defensa de la moneda en el marco de una política cambiara de ajuste gradual se hizo insostenible y obligó a reemplazar el sistema de bandas por uno de libre flotación, lo que provocó una devaluación abrupta.

Dada la magnitud de la devaluación, así como la severidad de las medidas fiscales y monetarias adoptadas, en las semanas siguientes a estos hechos se pronosticaba para 1999 una caída del nivel de actividad, una aceleración de la inflación y un aumento del desempleo. Sin embargo, los resultados no confirmaron estos augurios, ya que el producto se estabilizó en el curso del año, aunque a uno de los niveles más bajos desde la aplicación del Plan Real. La recuperación de la producción industrial y la inversión se inició recién a partir del último trimestre de 1999. Así, el PBI creció, aunque levemente (1%), en tanto que el PBI per cápita se redujo por segundo año consecutivo. La inflación se incrementó, pero no al ritmo anticipado. No obstante, fue la más elevada desde 1995, invirtiéndose la tendencia declinante de los últimos años, que la había llevado casi a cero. Durante el año 2000, se mantuvo el crecimiento observado en los últimos meses de 1999 con un aumento del PBI.

En los últimos años ha tenido dos picos importantes de crecimiento económico, en 2004 y 2007 con valores de 5,7 % anual, fundamentado principalmente en el sólido aumento de la demanda interna, a causa de la expansión del consumo (debido a mejoras en salarios) y la inversión.

Gráfico Nº 8.

Fuente: Elaboración propia según datos del Banco Central Do Brasil e IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística.

Como puede observarse en el gráfico Nº 8, la producción nacional brasileña viene aumentando en forma casi sostenida desde la implementación del Mercosur, sólo se notan dos pequeñas caídas entre los años 1998 y 1999.

El 2008 fue el año en el que la producción alcanzó valores históricos (1.830.000 millones de dólares), que dan a entender el gran crecimiento que tiene el país y la magnitud de su economía.

En cuanto a la política exterior brasileña, podemos notar en el gráfico Nº 9, que desde el año 2002, el panorama económico es alentador, potenciado por el sector externo, vía el aumento de las exportaciones y reducción del déficit comercial, como consecuencia de su política devaluatoria que mejoró el tipo de cambio real y mejoró su competitividad. Asimismo, en los últimos años (2005 al 2008) se viene experimentando un aumento del PBI superior al 3 % anual, combinado con una caída del índice de precios. De manera que se logró mejorar las condiciones de la demanda interna y potenciar el crecimiento.

El 2005 y el 2006 fueron años muy favorables para el país, ya que se produjeron los mayores valores de superávit comercial (superiores a 41.000 millones de dólares) a consecuencia del boom exportador citado anteriormente. Mientras que en 2008, si bien las ventas al exterior alcanzaron cifras récord, Brasil ha tenido que importar en cantidades considerables que también constituyeron un récord para ese año, lo cual ha hecho que, si bien el saldo de la balanza comercial fue positivo, no alcanzó los valores comparando con años anteriores.

Brasil ha estructurado su comercio exterior con la Unión Europea y Estados Unidos como sus principales socios comerciales. En menor medida con América Latina, en el que su principal socio comercial es Argentina en el marco del Mercosur.


Gráfico Nº 9. IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES DE BRASIL 1995-2008

Fuente: Guía del Mundo 2007 y Banco Mundial.

Para terminar, se muestra un gráfico en el que podemos comparar el comercio exterior de Argentina y de Brasil considerando el valor total de las exportaciones e importaciones de los últimos 14 años. En el mismo, se nota una tendencia creciente para ambos países, pero es absoluto el predominio de Brasil en las estadísticas.

Gráfico Nº 10. COMERCIO EXTERIOR DE ARGENTINA Y BRASIL DESDE 1995

Fuente: Elaboración propia según estadísticas del INDEC y del IBGE

Puede notarse que Brasil está cumpliendo con el destino de futura potencia para el que fue llamado y la Argentina no da señales de estar acompañando a su vecino.

El desvelo continental de Brasil es el desarrollo energético y de infraestructura, condiciones sine qua non para sostener el crecimiento económico, por un lado, y lograr una mayor integración entre el Atlántico y el Pacífico para atender la demanda asiática, por el otro. Aunque existen dudas si está en condiciones de soportar los compromisos de transformarse en líder regional sin poner en riesgo su base de sustentación. Por lo pronto, su relación con otro gran jugador regional, como la Argentina, se ha deteriorado.

Además, dijo Diego Pérez Santisteban, presidente de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA): "mientras Brasil tiene políticas activas de promoción de la industria, la Argentina no las tiene; mientras apoyan la producción industrial con créditos blandos y exenciones impositivas, la Argentina no lo hace; mientras promueven las exportaciones con un ministro empresario (Luiz Fernando Furlan, de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior) la Argentina tiene derechos a las exportaciones y una preocupación sólo por la deuda; y mientras Brasil usa los superávit fiscal y comercial para propiciar nuevas industrias e inversiones que solucionarán su agenda social, en la Argentina se utiliza el superávit para el asistencialismo social, y después verá cómo hace con las empresas".

II-8. La innovación tecnológica y la investigación: factores determinantes para la recuperación económica.

Aunque Argentina y Brasil lograron en los últimos años ciertos avances en comparación de otros países latinoamericanos, su industrialización tardía y los profundos cambios institucionales y estructurales que padecieron durante las décadas del ochenta y noventa condicionaron su capacidad innovadora y de desarrollo tecnológico. Por lo tanto, el proceso de industrialización tardío e incompleto afectó la capacidad de innovación en las economías de Argentina y Brasil".

Para los investigadores de la CEPAL, las compañías de los 2 países presentan a nivel general ciertas características. En primer lugar, para elaborar nuevos productos recurren a la compra de investigación y desarrollo (I+D), licencias, patentes, marcas registradas y servicios de consultoría provenientes del exterior. Asimismo, dependen en gran medida de las exportaciones como factor detonante para emprender proyectos tecnológicos para sumar valor agregado a sus productos.

Este panorama explica porqué "las empresas de Argentina y Brasil tienen poca capacidad interna para llevar a cabo actividades de investigación y desarrollo que les permitan innovar".

Pensar en la innovación, en la generación de conocimiento y en los procesos de aprendizaje es un elemento central para dar viabilidad a un crecimiento sostenible de la Argentina y, al mismo tiempo, para mejorar la equidad. Nuestro país, lamentablemente, en los últimos años gastó muy poco en investigación y desarrollo en relación a la generación de valor agregado. El gasto actual es cercano al 0,4% del Producto Bruto Interno (PBI), porcentaje notablemente pequeño en comparación con el de los países desarrollados –gastan cerca del 3%– o con el de Brasil, que gasta más del 1% de su PBI.

El problema es que gran parte de la inversión nacional está profundamente ligada a los gastos del sector público. Pero además, la participación del sector privado en los gastos de investigación y desarrollo es notablemente pequeña. Entonces, además de gastar poco, lo que diferencia el caso argentino con el de otras sociedades que invierten más, es que en nuestro país, más de las dos terceras partes de la inversión en investigación y desarrollo se hace desde el sector público y sólo un tercio es del sector privado. Esto explica –en parte– por qué la Argentina tiene una estructura productiva excesivamente primaria y por qué no tenemos la capacidad para aprovechar los excelentes recursos que tenemos. En los países desarrollados, la relación es inversa.

Entonces, el desafío que hoy tiene Argentina se plantea en torno a cómo aprovechar mejor sus excepcionales recursos naturales y la muy buena capacidad para producir insumos básicos, para luego integrarlos en cadenas de mayor valor agregado con un fortalecimiento de todo el tejido de las pequeñas y medianas empresas y con un mejor equilibrio del territorio. Para lograr todo este proceso es necesario pasar al mundo de la calidad, del diseño y de la producción con diferenciación. Y acá aparece un elemento central: hay que hacer esfuerzos sistemáticos de gastos e innovación y de calificación de recursos humanos para ampliar nuestro aparato productivo y, fundamentalmente, para mejorar su calidad tratando de lograr que la competitividad no se de por los salarios bajos, sino en la calidad de la mano de obra y en la fuerte incorporación de la innovación tecnológica.

CONCLUSIÓN

Actualmente a la Argentina se le presenta un dilema: mantenerse en el camino de una expansión económica cercada o tomar un rumbo basado en la multiplicación de riqueza sustentable que logre crear las condiciones para el progreso del entorno social. El país se enfrenta a la opción de crecimiento o desarrollo.

Hasta el momento, el gobierno argentino privilegió el primer sendero; pues la expansión a tasas de entre un 8 % y 9 % en los últimos años ha ayudado a perder de vista un proyecto pensado para el largo plazo.

Si bien para la Argentina es posible acelerar el crecimiento y el desarrollo hasta ponerse a la altura de los países desarrollados, el éxito no está, en modo alguno, garantizado.

Ello es así porque el desarrollo es mucho más complejo que el simple crecimiento económico o la acumulación cuantitativa del capital nacional. El desarrollo es también la transformación cualitativa de una sociedad en su conjunto, la evolución hacia nuevas formas de pensamiento y, en consecuencia, nuevas relaciones y nuevos métodos de producción. Además, una transformación sólo puede calificarse de desarrollo si beneficia a la mayoría de la población, si mejora su calidad de vida y le permite controlar mejor su destino, y hoy por hoy, la Argentina presenta serios problemas de inseguridad, desempleo, pobreza y mala distribución del ingreso. Por demás consideramos que este amplio proceso de cambio debe incluir a la mayor parte de la población de un país y no se puede limitar a la modernización del capital o al beneficio de las clases altas.

Considero que la participación del Estado es fundamental durante el proceso de desarrollo pues hay determinados ámbitos donde su participación es indispensable: la educación y la atención de la salud para toda la población, la protección de los más vulnerables por su situación económica y la creación y conservación de un sistema jurídico eficaz, que vele por la firme aplicación de la ley. Y a esto le agregamos la necesidad de que exista estabilidad política en el país, pues las políticas implementadas deben permitir a todas las personas, y especialmente a las que viven en la pobreza, tener acceso a la educación y la atención de la salud, y deben crear condiciones propicias para la inversión, incentivar la productividad y realizar mejoras concretas en el nivel de vida de su población.

Para alentar el crecimiento económico de nuestro país sería vital un incremento en la productividad y en la inversión en desarrollo e investigación, (ya que sólo se destina una mínima parte del PBI a ciencia y tecnología); así como también reducir la brecha en la pobreza, priorizar la educación y optimizar los sistemas de salud.

Desde el punto de vista de nuestra política comercial, debemos intentar que las exportaciones se expandan arrastrando tras de sí al resto de la economía. Esto es esencial tanto para que el conjunto de la población sea participe del crecimiento económico como para disminuir el grado de volatilidad del ciclo económico argentino. Dicho de otra manera, el «crecimiento» puede tener como corolario la «modernización» de las élites económicas del país; el «desarrollo» necesariamente tiene por fin la mejora de las condiciones de vida y las capacidades productivas de la población por entero.

En conclusión, es esencial buscar una inserción más dinámica y diversificada en el mercado mundial, y aumentar nuestra capacidad de incorporar tecnología a través de un conjunto integral de políticas a diferentes niveles (política internacional, comercial, industrial, científico-tecnológica, cultural y educativa). Las tareas son múltiples, pues el camino hacia el desarrollo económico y social es largo, complejo y no libre de obstáculos.

Por todo ello, no quedan dudas sobre la posibilidad de desarrollo económico de la Argentina. Existen recursos y la capacidad de generar riqueza está dada por la productividad social del trabajo de los argentinos, que aumentó un 70% en la última década, la renta agraria de las explotaciones más extensas, la renta petrolera y la renta minera. El principal problema económico por resolver es su fuga al extranjero, su dilapidación y su uso irracional.

Por el lado de Brasil, el peso territorial, demográfico y productivo del mismo, son elementos que le permiten posicionarse como un país fuerte; hoy por hoy constituye un gran líder en todo el cono sur. La importancia brasileña también reside en la posesión de diversos recursos naturales y tecnológicos, los cuales han impulsado su desarrollo industrial en las áreas de las manufacturas, telecomunicaciones y armamento por mencionar algunas. Así mismo cuenta con un sector agrícola autosuficiente, lo que le permite abastecer las demandas internas y externas.

A partir de la implementación del MERCOSUR, Brasil se ha consolidado como el líder económico de la región, debido a que éste ha representado un marco para su desarrollo y crecimiento, pues la interdependencia entre los países ha provocado el aprovechamiento de sus ventajas competitivas y la maximización de su competitividad.

El país tiene una gran vocación industrial, concepto muy diferente al de aquellos sectores que en la Argentina no han comprendido la llegada del siglo XXI y plantean la vuelta al modelo agroexportador. Con todo, esas actitudes no significarían flexibilizar el Mercosur, y en especial la relación argentino-brasileña. Pues la unidad sudamericana, como polo de poder económico global, conjugaría la visión del Brasil con la de Argentina, su principal socio en la región y a quien se considera un aliado estratégico.”

La estrategia que sitúa nuevamente a Brasil en las más importantes agendas políticas internacionales, está motivada en su crecimiento económico, solidez institucional, bienestar social con reducción de la pobreza y de la desigualdad, como en los recientes hallazgos gigantescos de petróleo, que no son producto del azar ni de la rutina, son una consecuencia de una larga historia de preocupación por la industrialización y de estrategias económicas para lograr el desarrollo.

NOTAS

  1. Los objetivos son: 1) Erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) Lograr la educación primaria universal; 3) Promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer; 4) Reducir la mortalidad infantil; 5) Mejorar la salud materna; 6) Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; 7) Garantizar la sostenibilidad ambiental; 8) Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
  2. Presidente de la República Argentina (1983/89). Tomó la iniciativa e invitó al Presidente electo del Brasil Tancredo Neves a conversar sobre una alianza bilateral.
  3. Presidente de la República Federativa del Brasil (1984/90).
  4. Coordinarían sus políticas exteriores, actuando en forma solidaria en el ámbito internacional, como ya lo hacían en el Grupo de Apoyo a Contadora y en la creación del Consenso de Cartagena que intentó unificar la posición del Continente en la cuestión de la deuda externa.
  5. Organizaciones internacionales que se hallan bajo control de la Tríada como el Grupo de los Siete (G-7); la Organización Mundial de Comercio (OMC); el Fondo Monetario Internacional (FMI); y el Banco Mundial (BM); o bajo el control de EUA y asociados como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
  6. Presidente de la República Argentina (1989/95 y 1995/99).
  7. Presidente de la República Federativa del Brasil (1990/92).
  8. FERRER, Aldo (2004). Globalización, Desarrollo y Densidad Nacional. Un abordaje de la experiencia de América Latina. pág. 1
  9. La paridad del poder adquisitivo (PPA) es un indicador económico introducido a principios de los años noventa por el Fondo Monetario Internacional para comparar de una manera realista el nivel de vida entre distintos países, atendiendo al producto interior bruto per cápita en términos del costo de vida en cada país.
  10. Giordano, Osvaldo (2000) Crecimiento argentino en los ´90 “¿Es posible combinar crecimiento con equidad?” Ed. Fundación Novum Millenium



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ABSTRACT

ECONOMIC GROWTH AND DEVELOPMENT OF ARGENTINA AND BRAZIL AS OF THE DECADE OF 1990

Commonly the terms growth, development and progress are used as if they were synonymous; nevertheless we must establish a distinction among them. Many investigators consider the economic growth like the maintained increase of the total product of goods and services that take place in a certain society. On the other hand the development means equitable growth and in harmony with nature. Briefly we would say that the growth talks about economic nominal terms that grow or decrease, the economic development, is a ampler concept, in where the natural well-being and considerations have a more fundamental paper.

In this frame, the main objective of this work is to compare the economic growth of Argentina and Brazil from 1990, through an analysis of the behavior of economic indicators like the GIP. This analysis will allow us to appreciate the conditions in which are both countries in the search of the longed for economic development.

Key words: growth, development, fairness

En Globalización: Fernando Ariel Bonfanti

Abril 2004 EL MERCOSUR- Un nuevo territorio enmarcado en el proceso de integración

Abril 2004 La crisis del sistema político argentino en un contexto globalizado y una de sus consecuencias: La pobreza urbana



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