LAS PRIVATIZACIONES : ECONOMÍA POLÍTICA DE LA SUBASTA DE AMÉRICA LATINA. (Primera parte)

Federico García Morales

En América Latina, la "globalización" tiene una expresión en la "privatización" que en pocos años ha transferido el control de la producción al sector privado de este continente. Este movimiento se ha transnacionalizado y ha implicado el traspaso de propiedad social, entre 1990 y 1996, por un precio calculado en 72 mil mdd. En este artículo se resume el marco histórico, las justificaciones de esta operación, sus modalidades, su extensión y efectos.

Es parte ya de la historia recordar que un buen día, entre preparativos de carnaval, Bahía vendió su distribuidora eléctrica -Coelba- en 1600 mdd a Iberdrola, conocida por generar el 40% de la electricidad de España, pero además por tener fuerte ingerencia en Argentina, Bolivia, Chile y Colombia. Se recuerda pero también se esfuma la operación en Brasil, porque ya forma parte de una lista imponente de empresas transferidas en este país que está a la cabeza del interés privatizador en América Latina. En el sólo negocio de la electricidad, caben alli también las operaciones de Enersis en el noreste brasileño, al adquirir Coelce, en Ceará. Mientras la empresa UniLever, holandesa, entra a controlar el 60% del negocio de los helados. Nada se escapa a la operación privatizadora.

En algunos países la ola privatizadora, luego de absorber todo el territorio, se revuelve en un enconado conflicto por el control de unas empresas sobre otras, como ocurre por ejemplo en Chile, en donde después de enconada lucha concentradora, siete personas han logrado controlar el 70% de los valores. Pero en otros , como son el caso de Venezuela o Brasil, se ha venido a constituir algo así como una Nueva Frontera, en donde la privatización está en su ascenso a una especie de climax, apoyada en agendas y cronogramas para los remates de este año, en donde cabe todo, desde la electricidad a las minas, los teléfonos y las tierras, los puertos del litoral y los aeropuertos, el turismo y los hipódromos y, por si algo se escapa, las alcantarillas.

Como ofertantes aparecen oficinas de los diferentes Gobiernos latinoamericanos, comités ad hoc, o como se les llame. La contraparte son generalmente holdings, una suma de intereses locales y transnacionales, con fuertes capacidades financieras. En algún momento y casi sin excepción, los estatutos que han presidido estas transacciones, han aceptado también la concurrencia de "sectores sociales", obreros y jubilados de preferencia,

en un afán de manifestar al mundo la orientación democrática de la operación en curso que hasta ha llegado a denominarse de "capitalismo popular".

El marco histórico

Las privatizaciones masivas en América Latina se lanzan desde mediados de los setenta, coincidiendo con la entrada de un período contractivo de la economía capitalista, que fue encontrando soluciones parciales a través del ensanchamiento de las operaciones financieras, asentadas en el manejo del crédito, y una fuerte presión sobre los ingresos de la población y los recursos públicos. En este período se exacerba la tendencia de los centros a drenar valor de sus periferias, particularmente la franja colonial, explotando el fuerte endeudamiento que deriva de la primera crisis de energía y de las ofertas de eurodólares. Situación que abre las puertas para las intervenciones de la banca y de las corporaciones internacionales a través del FMI y sus "cartas de intención".

El marco histórico de las privatizaciones se construye en América Latina en un período que se señala por la fuerte expansión de la deuda y de reforzamiento de formas de acumulación primitiva al servicio de la acumulación ampliada. Construcción que lleva a enfatizar las políticas monetarias y la independencia del capital con relación a otros factores, lo que lleva a dar énfasis a sus aspectos depredadores. La ola privatizadora forma parte y hasta preside la entrada del llamado "capitalismo salvaje", que combina explotación extensiva e intensiva de todos los recursos humanos y naturales en la producción de "milagros". Porque llega a ser sobre todo "milagrosa" la capacidad demostrada por los países latinoamericanos en esto de seguir cubriendo los intereses de sus deudas.

La privatización tiene en América Latina el sentido de una extorción, y se hizo posible a través de complejos escenarios sociales y políticos en donde no se excluye la violencia y la presión constante de estados neocoloniales. Cobró fuerza suficiente como para sustentarse ideológicamente.

La introducción de las privatizaciones masivas en América Latina se facilita a partir del derrumbe de las experiencias desarrollistas, de crecimiento hacia adentro, con algún contenido socialista o nacionalista. Muy particularmente, vienen a operar en las revanchas que siguen a la detención de la Revolución boliviana, el ocaso de la experiencia allendista , peronista y velasquista. Es muy grande la importancia, en este sentido de la proyección que habría de tener el establecimiento de la dictadura pinochetista en Chile y su apego a los proyectos neoliberales que venían a tener un significado político, al dar con una consolidación de una base social y económica para esa dictadura. El fuerte retroceso de la organización obrera, el desastre centroamericano y la descomposición del sistema soviético, crearon condiciones para una ofensiva burguesa así como para la extensión de nuevas formas de coloniaje neoimperial, que ya no encontró restricciones para acceder al control de la producción y del excedente en el continente del sur.

Una clase media debilitada, reformas agrarias inconclusas o en repliegue, la destrucción del movimiento sindical y de los partidos de extracción popular, empujaron hacia el control de los estados a representaciones del sistema imperial coptados entre sectores colaboracionistas, con alguna capacidad de mediación frente a estructuras políticas más tradicionales, partidos desde largo tiempo en el poder, como ocurrió en diferentes países con el movimiento peronista, Acción Democrática, el MIR, el Partido institucional, Liberación Nacional, la Democracia Cristiana. Su proyecto se vino a identificar plenamente con los intereses de los sectores económicos en expansión que tenían su representación más cabal en sectores exportadores y entre los especuladores financieros, de los que vinieron a ser simples marionetas. Estos personajes son los que han difundido en los últimos años el credo neoliberal que en su espacio dedicado a la liberación de los mercados tiene como dogma la importante conveniencia de las " privatizaciones". Muchas veces el término, según la conveniencia, se envolvió de otros, como "modernizaciones", "desregulaciones", o simplemente "realidad globalizante".

Un empuje sobresaliente a este movimiento privatizador provendría de las nuevas características del sistema financiero internacional, que ha estado apoyando consistentemente el endeudamiento de América Latina y la penetración del sistema transnacional "privatizador", de acuerdo al "modelo poswestfaliano", que concede tanta importancia a la empresa por encima de los estados.

Indudablemente las privatizaciones y el control que sigue de las naciones latinoamericanas por el sistema corporativo capitalista, produce un giro en la historia que conocíamos: establece lineamientos completamente nuevos, con efectos demográficos, políticos, culturales, etc. El efecto que ya se percibe es el del ascendente control o hegemonía empresarial, descentrado con relación a los antiguos estados y sus bases sociales, con una fuerte tendencia a constituirse como "ajenos"--"aliens", en la jerga cinematográfica. Ya ven esa frase de Yuraszeck, el magnate de la electricidad y otros affairs chilenos, "o nos transnacionalizamos (nosotros, los de Enersis) o perecemos".

Hasta l990, las empresas parasitaban adecuándose a las presiones y ofertas estatales, pero de ahí en adelante, debido al endeudamiento y al mismo proceso privatizador, las empresas han comenzado a apreciar el debilitamiento económico de los estados como productores. Ahora el poderío económico se encuentra en manos de conglomerados nacionales y transnacionales. Y cada vez más la transnacionalización es como un destino manifiesto.

El marco histórico se tiende a singularizar en cada país. Pero la orientación privatizadora es general, y es un proyecto que ha cobrado una gran velocidad pues parece atravesar por un vacío político, ya que sin contar con apoyos mayoritarios (nunca se solicitan), ni menos unanimidades, se sigue imponiendo con pocas objeciones, que las hay, como lo han demostrado grandes movilizaciones en contra de privatizaciones en Guatemala, Bolivia, Venezuela, Colombia, Brasil o Argentina. Pero todavía no es suficiente, el vacío existe, y por eso, sobre ese vacío, los Presidentes de este tiempo, hacen oír sus chillidos a favor del libre mercado. Y les hacen eco instituciones como ese fantasmal "Parlamento latinoamericano" que por este tiempo pone en su agenda de discusiones el punto "La privatización de los Servicios Públicos y otras alternativas"...

Qué es eso de "privatizar"

No es muy barroca la definición utlizada por los gobiernos latinoamericanos para definir a las privatizaciones. En Venezuela, una publicación oficial dice muy parcamente:

"es la venta de los bienes del gobierno a entes privados, o de servicios públicos por parte de las compañías privadas..." Lo que implica todo un programa, ya que la secuencia más frecuente ha ido desde la transferencia de infraestructuras al dominio de los servicios.

En Chile, ya con tonalidades más elogiosos y trascendentes se ha dicho: "es un programa que reasigna activos de sectores públicos a sectores privados con la esperanza /sic) de que se le de un uso más eficiente...que eleve el nivel del producto en la economía". Discurso éste que dispara una mezcla entre la definición general y las justificaciones, lo que ya habla de una "mala conciencia".

En Argentina este aspecto justificativo prosperó algo más, ya que se la definió, incluso en proyectos legislativos, como medida "para darle aire al gobierno", "para continuar el rumbo de..." y "salida de las crisis financieras" "que opera el rescate"...

Mientras en Brasil, bien recientemente bajo la vigilancia científica y desarrollista del presidente Cardoso, prosperó esta sesuda sentencia: "la principal razón de la privatización es buscar un Estado más eficiente, menos intervencionista y menos centralizador, a fin de adaptar al país a las realidades económicas..."

Los documentos oficiales del Perú se elevan a consideraciones de mayor abstracción : "hasta hace unos años se pensaba que la privatización era simplemente una moda...pero existe una razón: la crisis fiscal por la que muchos de estos países han atravezado...y otra, la globalización del pensamiento económico, la globalización de las ideas. La privatización favorece una nueva visión..."

Otro documento venezolano pareciera intentar anclar las ideas en algún terreno más concreto y dice así: "La privatización es un proceso complejo que interactúa con diversos sectores y áreas profesionales y funcionales, como la contabilidad, para ser llevados a cabo de manera exitosa..."

Con estas definiciones oficiales, se puede notar que a veces se esquiva el tema principal o se entran a considerar otros problemas, a veces ni siquiera de modo muy específico. Pareciera a veces que se está hablando de otra cosa.

Aspectos esenciales de las privatizaciones quedan fuera de toda consideración; por ejemplo,

el del valor de la transacción, a qué precio se vende o también, cómo se deprecia lo que se transfiere. Recordemos por ejemplo las "desincorporaciones" mexicanas de bancos y teléfonos. No se dice de dónde proviene la avidez con que se adquiere, al punto que se construyen conglomerados específicos para buscar y realizar este tipo de transacciones o igualmente, que las empresas privilegiadas busquen comprometerse a gigantescos endeudamientos internacionales para adquirir esas empresas públicas "que no son eficientes". Seguramente la gran minería chilena no era eficiente, la CORFO y sus filiales no eran eficientes. YPF no era eficiente. Nada se dice sobre el carácter del sector que se adjudica estos bienes y sus exóticas colusiones. Ni se alude tampoco, obviamente, a la linea del proyecto concentrador en que se incluye. Tampoco queda clara la situación a mediano y largo plazo del país que se despoja de esos espacios económicos, ni el efecto que tendrá sobre su población, particularmente sobre la fuerza de trabajo. Se alude brumosamente a alguna crisis fiscal y en algunas legislaciones y, hasta en cartas de intención. se declara que los ingresos procedentes de una privatización se destinarán al pago de deudas... Aunque en esto también la realidad es esquiva, ya que el propio Banco Interamericano de Desarrollo señalaba este año, que "no estaba tan claro el destino que se había venido dando a los dineros recaudados". ¿Es que la privatización, además de ser en si misma una invitación a la corrupción, que se desarrolla y promueve en ambientes corrompidos, hereda mayor corrupción ?

Quizás convenga conceder en este campo algún espacio, por breve que sea, a los antecedentes históricos en cuanto a prácticas "privatizadoras", partiendo de la figura que implica una transferencia de bienes de una forma de propiedad estatal o colectiva a propiedad privada. En este sentido, las privatizaciones tienen hasta antecedentes romanos. Cuando en el siglo I las legiones conquistan la Galia, la Hispania, el Norte de Africa, Grecia y buena parte del Medio oriente, se distribuyeron grandes extensiones principalmente entre los grupos consulares o senatoriales, y hasta entre sus soldados. Lo que implicó una transferencia de propiedad y la fundación de una nueva sociedad en las regiones conquistadas. España, en su conquista de América, traspasó propiedades a los dominios privados de los colonos. Habría que recordar a este respecto las "desincorporaciones" que echaron a andar Cortés y Pizarro. Situaciones que abrieron los espacios para la formación de una sociedad poderosamente estratificada a partir de la disposición propietaria En América del Norte, las colonias, y luego la República americana se expanden sobre una expropiación muy vasta de tierras, que se arrancan a los indígenas y más adelante, a medida que prosperaba "la Conquista del Oeste", a los nuevos estados mexicanos. De algún modo, EEUU se "privatizó" Tejas y California. La entrega de espacios a colonos, en todo el mundo decimonónico, involucró un traspaso de propíedad pública eminente a manos privadas y generalmente a título gratuito, en Africa, en Australia y en Sud América. Esta apropiación de bienes y de rentas las coloca Marx en el capítulo del Capital dedicado a la "acumulación originaria".

No tocamos acá el problema de las "privatizaciones" en los países del Este europeo, por tratarse de un tema extenso y porque sus lineamientos tienden todavía a ser muy diferentes a los que se dan en América Latina. Por citar sólo un detalle: la privatización en Polonia ha debido encontrarse con fallas financieras y con la inexistencia casi absoluta de un polo acumulador privado, que permitiera grandes traspasos, de modo que ha debido extenderse por un largo plazo, en ensayos sobre formas de "capitalismo popular", empresas autogestionarias y empresas de microaccionistas. El caso polaco también sirve para demostrar que no toda empresa estatal es necesariamente una empresa en bancarrota, una situación que afectó allí a los propagandistas de la privatización. Aunque no cabe duda que con sus sesgos propios, el curso privatizador ha levantado vuelo en Rusia, sostenido sobre las acumulaciones de la nomenklatura , de las maffias y de inversionistas externos.

Consideraremos aquí sólo tangencialmente las privatizaciones europeas, a pesar de que son miles las empresas públicas que en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y España han seguido esos rumbos. Europa nos interesa en esta ocasión en relación a los centros adjudicatarios de empresas privatizadas que desde alli prosperan hacia América Latina, particularmente desde España, y que han encontrado en el gobierno de Aznar un gran apoyo, lo que no excluye un recuerdo a Felipe González, bajo cuyo gobierno entre 1992 y 1994, se dio un gran impulso a las privatizaciones españolas (otro tanto ocurría con Mitterrand en su cohabitación al otro lado de los Pirineos). Fue por allí donde el discurso justificativo comenzó a mencionar el reordenamiento del sector público y el saneamiento de las finanzas. Y en ambos casos, la respuesta fue una gran derrota electoral.

 

Diversos ciclos en el desarrollo capitalista de América Latina han sido presididos por operaciones ventajosas, alumbradas generalmente desde el poder, que concedieron beneficios por la vía de la "privatización" o también "desincorporación" a empresas o propietarios individuales. En el siglo XVIII se dio la adjudicación de los fundos de la Compañía de Jesús a sectores nada de clericales. En el XIX, en México se redistribuyeron los fundos eclesiales, las tierras de comunidades y se produjeron generosos traspasos a raíz del tendido de las líneas de ferrocarriles. En Brasil se logra consolidar el reparto del interior. En Chile, la atención se concentró a mediados del siglo pasado en la conquista y reparto de las tierras mapuches, que conduce a una privatización y luego, en el remate de las estacas salitreras que deriva en la propiedad privada de enormes concesiones mineras.

A nadie se le ocurrió entonces justificar estos traspasos por alguna necesidad de mundialización o por razones de crisis fiscal o cosa parecida. Se daba más directa y obviamente el despliegue del interés y la necesidad de consolidar un dominio. Después vendrían las complicaciones, y eso que agudamente alguien denomina "el proceso complejo de la privatización". Pero esencialmente estos fenómenos se parecen.

Por un lado hay un traspaso de bienes. En segundo lugar este traspaso del dominio público al privado se realiza bajo ciertas condiciones de coerción que se ejerce por alguna agencia o circunstancia sobre el estado que se ve en la necesidad de transferir la propiedad. En tercer lugar, y esto es muy importante, la transferencia es enormemente atractiva y ventajosa para el adquirente, al punto de hacerlo movilizar todos los esfuerzos posibles, y hasta toda su capacidad de crédito para la adquisición de estas propiedades. En la mayoría de los casos se trata de una ventaja comercial apreciable, y en algunos menos de la más absoluta y ventajosa rendición ante el hecho de que me están obsequiando a título gratuito una propiedad, es decir se trata de donaciones con algún encubrimiento. Rara vez el proceso de privatización es conducido de manera transparente, y con mucha frecuencia contiene: a) cláusulas secretas que son de la conveniencia de alguno de los contratantes; b) ventajas pecuniarias aceptadas por los representantes de la parte estatal; c) participación de funcionarios o de parientes o presta-nombres del gobernante en el directorio de la nueva sociedad ; d) perspectivas de integración a conglomerados no definidos en el convenio público; e) condiciones tácitas para el progreso de condonación de pagos a futuro; f) condiciones en corto para repartos de parte o del total de la indemnización; g) convenciones que afectarán los derechos de los trabajadores o derechos de terceros.

Tampoco en estos convenios se deja ver el elemento disparador de estas privatizaciones que quedan cada una clavada en una justificación de "baja productividad" o "mala administración". Esto es, nada se dice del peso que en estas decisiones pudo tener alguna "carta de intenciones" con el FMI, ni las presiones de un sector empresarial que sobrepasa en poder a cualquier otra fuerza política. El altruismo parece dominar el escenario.

Yendo al grano, la privatización en curso es una de las expresiones que tiene la globalización (como expresión de la agenda corporativa) en América Latina. Está contribuyendo a obtener todas las ventajas posibles de una situación de sometimiento que ha seguido al gran proceso de endeudamientos internacionales de las últimas dos décadas. Ventajas que se acumulan a favor del sistema transnacional de acumulación y de concentración, y que de pasada deja completamente fuera de balance a la distribución del producto en cada uno de los países afectados por estas medidas.

La privatización en este medio viene consistiendo en el traspaso de propiedad social por montos multimillonarios, a título gratuito o a precios de remate al disfrute del capital en proceso de muy alta concentración. A su vez, la composición de ese capital conduce a distintos ritmos en una misma dirección: al control transnacional del sistema de producción, de las finanzas y de la totalidad del complejo económico continental, lo que vendrá a implicar modificaciones nunca consensuadas, discutidas ni menos aceptadas para la economía, las sociedades, la política y las culturas de los pueblos de América Latina.

Este traspaso se explica de diversas maneras: formalmente una buena parte de estas privatizaciones se han hecho a favor de compañías del ámbito regional latinoamericano, aspirantes a una semitransnacionalización ("semi" ya que a diferencia de las mayores, suelen carecer de un centro financiero propio). Generalmente se trata de holdings especializados en alguna rama, por ejemplo, de energía o alimentos, que para realizar sus operaciones deben contar con una faja de créditos. Ultimamente cada vez con más frecuencia, recurren a la colocación de bonos de deuda, operaciones con ADR, por sumas bastante considerables, que llevan a que una parte importante del patrimonio bursátil se negocie en el extranjero.

Estos bonos entre 1990 y 1996 pasaron de 76.000 mmd, a 200.000 mdd. A esto habría que sumar préstamos obtenidos en diversos paraísos fiscales (cerca del 5%).

Por otro lado, estos conglomerados, están asociados a empresas internacionales. Al caso, el Grupo Cisneros de Venezuela , con vinculos con Apple, Burger King, RCA y AT&T. O la Enersis de origen chileno, vinculada a Endesa/España. De muchas maneras entonces, los grupos regionales catapultan las ganancias que derivan de estas privatizaciones hacia el sistema transnacional, reforzando el carácter tributario encubierto de las economías latinoamericanas.

Garantizar el saneamiento fiscal y el pago de las deudas suele ser el punto justificativo para las privatizaciones. Pero las deudas públicas de América Latina suman ya más de 650 mil millones de dólares, (las privadas constituyen un escándalo paralelo, gigantesco y mal cuantificado) en tanto los ingresos estatales en los últimos 10 años, derivados de esta fiebre de "desincorporaciones" no suman más de 73 mil millones de dólares. Entretanto, América pierde el ingreso que le generaban las empresas privatizadas o lo que viene a significar la baja en los precios que tiene su producción en el mercado internacional, debido a excesos en la concurrencia. Está el caso por ejemplo en Chile, de "la fiebre del cobre" que ha inducido precios más bajos al metal rojo debido a la explosión productivista de las minas privatizadas que compiten en el mercado mundial con la minería estatal. Recientemente, la corona del disparate económico la obtuvo el empresario Hochschild quien declaró que el remedio para la baja de los precios del cobre era producir más. Habría que agregar que de la producción de las firmas privadas, el estado chileno sólo obtiene un pequeño impuesto.

El problema de la deuda externa no será paliado por las privatizaciones. Ésta sigue devorando el 30% de los ingresos anuales de Latinoamérica, y la política de privatizaciones no está prometiendo crecimiento. Por el contrario, está induciendo situaciones ajenas a reclamos de desarrollo. También los trabajadores de América Latina tienen que pagar los intereses de los préstamos solicitados por las corporaciones que ganan las licitaciones. Pero hay también otro anecdotario: En el NorEste brasileño, al día siguiente de establecerse el nuevo propietario --ENERSIS-- que se adjudicó la central eléctrica, Coelce, procedió a despedir a la mitad del personal. Esto en el Nordeste del Brasil, donde hay un problema endémico de desempleo. Y ésta no es una ocurrencia extraordinaria. Las políticas a que se adscriben los agentes de la privatización giran en torno a criterios de ganancia corporativa, expansión de intereses transnacionales, y no sobre criterios de seguridad social. Y si se interesan, y están muy interesados, en la Seguridad social es para entenderla como fuente de financiamiento para otras aventuras que desplacen a los capitales controlados hacia otros niveles de realización.

(Continúa en el próximo número)

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