Hegemonías, protectorados, esfumado de estados nacionales en la política mundial contemporánea.

Federico García Morales

En los años recientes ya viene a ser un lugar común declarar la profunda afectación de las estructuras de poder, particularmente de los estados nacionales, debido al impacto de la globalización. De partida esta aseveración merece una rectificación.

En verdad ha habido muchas globalizaciones a lo largo de la historia del capitalismo, y buena parte de ellas se han acompañado de un crecimiento y de un robustecimiento del estado. De modo que habría que definir por qué esta globalización estaría afectando negativamente a los estados nacionales.

Corrientemente se señala al caso, la pérdida de ciertas autonomías que coparticipaban en la delineación de los estados como soberanías. Por ejemplo, la pérdida de la autonomía financiera, de su capacidad para definir incluso su política económica. Cada vez son más esos estados que consagran la "autonomía de su Banca Central", y es casi universal la práctica que une a esa separación, la subordinación a los dictados del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Recientemente se da a conocer también la orgullosa postura del sistema corporativo transnacional en su conjunto, que a través de un acuerdo mundial, el AMI, busca establecer su hegemonía por encima de los estados.

El problema no es tan nuevo, ya hará unos treinta años atrás André Gunder Frank construyó un modelo explicativo de etapas en la construcción de la acumulación mundial de capital, que operaba a través de esferas de dependencia y subordinación hacia algunos centros. Le faltó crear su equivalencia política. Pero en ese modelo, inevitablemente el estado consolidado en la esfera central conducía una hegemonía sobre los de la periferia económica, una hegemonía que podía tener connotaciones coloniales.

Después, la configuración de los "sistemas-mundo" de Wallerstein provee un avance notable en la misma perspectiva, teniendo cuidado en seleccionar una pluralidad de centros,con alguna tonalidad braudeliana, pero todavía en la formulación Eurocentrista que hasta entonces predominaba (El moderno sistema mundial,ed inglesa, 1974), y que posteriormente ha merecido algunas críticas de este mismo autor.

Más recientemente viene a sumarse a esta discusión la percepción de Giovanni Arrighi, que recupera una tradición de análisis que tiene al capitalismo como foco, y la de Hamashita y Kawakatsu, que prescinden del modelado capitalístico, pero que han entrado a valorar el problema de la globalización y del estado en un área de actualidad bien reciente: el sudeste Asiático, en donde es posible asentar de una manera más novedosa esas afirmaciones sobre el debilitamiento del estado bajo el impacto de la globalización, a que aludíamos en el comienzo de este artículo.

El punto de partida de Takeshi Hamashita y Heita Kawakatsu, (vease en Japanese Industrialisation and Asian Economy,1994) es el análisis de un sistema mundo

Sinocéntrico, y basado en relaciones comerciales-tributarias, que hace mucho tiempo habría construído una situación de vinculaciones globales de semi-estados que recientemente han tenido la ocasión para un renacimiento. Arrighi también constata (http://fbc.binghamton.edu/papers.htm) en el área regional subasiática no todas las potencias enlazadas pueden definirse como "estados", ya que Japón, que sería lo más próximo a un estado.nación, sigue con una soberanía imperfecta, como un protectorado de los EEUU, lo mismo que Corea y Taiwan, mientras Singapur y Hongkong (actualmente un puerto chino con un status especial) son cuanto más estados-ciudades como pudieron serlo Venecia o Génova en la Baja Edad Media. El nivel de independencia de las otras regiones, quedaría a ser definido por hoy en las oficinas del Fondo Monetario.

(Esta postura no debe movernos a imaginar que con esto Arrighi esté sosteniendo algo así como un medievalismo del Sud Este asiático. Simplemente se refiere a formas, que en su recurrencia actualmente podrían estar creando la preforma de un sistema económico que podría acceder al predominio en una siguiente fase histórica. Arrighi parece compartir a este respecto un cierto optimismo que reinaba en los circulos académicos respecto al crecimiento de los países de esa región). Pero lo que interesa aquí es el aparecimiento de estos semi-estados.

En el Sud Este asiático se describe la aparición de estados con soberanía disminuída, pero en todo caso estados que desarrollan una intensa vida económica. Están los casos de Japón y el de los Tigres.

Pero las cosas no quedan ahí y también debemos considerar lo que está ocurriendo en todo el mundo monopolar que sucede a la caída de la Unión Soviética. La tranformación que experimenta el estado, hasta ahora comparsa del capitalismo, no queda como hecho aislado al extremo asiático. Hay otros estados que también han ido perdiendo energía, y cayendo a situaciones de dependencia, de compartimentación o pérdida de soberanía.

En este sentido no caben ilusiones respecto a la condición "estatal" de países de África, por algún leve momento independientes, que viven situaciones de intervención u ocupación permanente, o que están sujetas a la depravada consolidación de los intereses transnacionales. Los nortes políticos de Ruanda o Congo se deciden en capitales europeas o en Washington, más o menos como en pleno período colonial.

Es verdad que subsisten "evoloués" que participan en la administración, pero hace tiempo que no deciden. En América Latina empieza a generarse un cuadro parecido.

Ya que por encima de las camarillas gobernantes en cada país, se ha ido depositando, con su venia, una estructura de decisión que también es ajena. Y que fascinantemente, muchas veces es española . Es notable esto ya en los países más grandes. Todo en el fondo tiene allí la apariencia de una eficientización del sistema competitivo. Pero ya en ninguno de esos países existe ya la capacidad para oponer proyectos nacionales al proyecto corporativo. Casi por inercia, el gobierno actual de México, no tiene al corto plazo otras tareas que terminar de privatizar lo que quede por privatizar: el petróleo, los servicios de salud, su integridad geográfica, reduciendo al máximo las funciones del estado que ya se van definiendo sólo en garantizar la inversión extranjera. Brasil, bajo una presidencia con laureles socialdemócratas, continúa por el camino de México, mientras en el Cono Sur, el poder económico transnacional determina todos los programas de gobierno a corto y largo plazo, en tanto origina una "unión latinoamericana" de los intereses corporativos sui generis.

En este cuadro, el resto de los países más pequeños, y también muy endeudados, y neoliberales para colmo, ya no hay asomos de independencia. Todos son de una manera u otra, protectorados financieros y militares, con todas las velas tendidas hacia nuevas formas de colonización.

En el Este, las antiguas repúblicas soviéticas viven procesos parecidos, en un arrinconamiento frente a nuevas formas locales e internacionales de dominación.

A veces el proceso de descomposición no es fácil, como se ha visto en las Repúblicas bálticas , en Yugoeslavia o en Albania.

No significa esto que la caída a la situación de semi-estado haya dañado en algo a las elites dirigentes. Muy al contrario, la construcción de protectorados ha puesto una valla a las demandas de clases medias, campesinos y proletarios. Ahora es el estado imperial el que se encarga de ellos. Como ocurrió más o menos en El Salvador. Como consecuencia se da una ruptura de los balances sociales como característica generalizada, y la elite, tranquilizada, puede discurrir entre sus proyectos billonarios.

Son billonarios los que se asoman en las cumbres de Singapur, de Hogkong, de México, Rusia, de Chile, y en la cumbre de los semi-estados del Medio Oriente. Pero son por el momento "billonarios humildes", que son tolerados para festejar en el Love Boat, pero que no tienen acceso al timón de mando.

También está de moda en estos días entre algunos ex socialistas eso de llorar por la descomposición o el debilitamiento del estado. No es del caso hoy en día defender las prerrogativas del viejo bandido. Lo que no hay que perder de vista es ese conjunto de esferas muy dinámicas que estructuró el poder capitalista o el tributario, y que tiene siempre consigo una modificación del poder. En estas periferias desoladas, en realidad el estado no ha desaparecido ni se ha debilitado, sólo ha cambiado de forma, sólo se ha concentrado, y a veces bajo esta apariencia de debilidad se ha vuelto más brutal. También son más brutales las diferencias económicas, que suelen colocar a muchos de estos semi-estados por debajo en su renta nacional de la renta de muchas, demasiadas, supercorporaciones. Y aquí viene a surgir un principio de respuesta para la pregunta por este "debilitamiento del estado-nación". Es algo que con un cambio --diría Engels-de cantidad en calidad. En los 80, el capital financiero era diez veces mayor que el comercial, pero diez años después ya era 50 veces mayor. Después ha venido a ocurrir lo que se sabe.-

Por otro lado, hay algunos aspectos de la reflexión de Arrighi en los que hay que reparar, sobre todo en lo relacionado con el nuevo sistema de contradicciones, que es por donde se abre alguna perspectiva hacia el futuro. Antes, la misma hegemonía norteamericana se sostuvo en la extensión de los estados nacionales, pero hoy ya claramente no es lo mismo. Y la concentración del poder, como lo demostró en su momento la Unión Soviética, puede conducir a una situación en donde el colapso del centro pueda lanzar a esos rosarios periféricos semiestatales hacia una historia completamente diferente de la que hasta ahora han conocido. Pero antes, el sostenimiento de esa periferia con economías difíciles, tiene un costo, como ya se ve ahora en el Sud este Asiático, donde para restañar las heridas se están reclamando fondos muy difíciles de encontrar.

El tema del debilitamiento del estado, no tiene que ver solamente con la venta de empresas estatales o sociales. Eso es como una consecuencia. El debilitamiento del estado parte es consecuencia del crecimiento corporativo, de ese crecimiento financiero a que aludíamos, pero también de reacomodos de las relaciones de fuerza a escala mundial, del modo como se han ido reorientando los conflictos internos, y de los reclamos que hace suyos en su crecimiento el Estado Imperial, que hasta ahora es la cobertura de una inmensa expansión financiera.

Esa mutación de los poderes centrales sobre al periferia no entrega su sentido en una exploración de tiempo corto. Aquí hay que abrirse a una aventura de tiempo más largo, donde en una misma perspectiva puedan apreciarse las cincuenta guerras coloniales que libró Gran Bretaña durante el siglo XIX, las contradicciones de principios de siglo, la modificación de la situación de Europa y de los Estados Unidos a lo largo del siglo XX.y este encuentro de civilizaciones que definió la situación "semiestatal" de muchos aliados de EEUU, que vino a ser la Guerra del Golfo, donde por su parte Irak jugó como punta de lanza de un espacio muy extenso que todavía no hacía sentido en las políticas de Occidente.

Es por eso que recomendamos estas obras de Giovanni Arrighi, que si bien dedicó muchas páginas al "ascenso del sudeste asiático"--y ved cómo éso se viene cayendo-- nos entrega también un horizonte que nos permite ubicar los fenómenos que nos asaltan en este tiempo. Por ello, no está demás que en este mismo lugar, porque seguramente está, salgáis a navegar tras una ponencia que Arrighi presentó en una reunión de la Social Sciences History Association en 1996: "Beyond Western Hegemonies" que también se encuentra entre los artículos publicados en línea por el Fernand Braudel Center.

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