En otros artículos habíamos analizado las características que va tomando la crisis financiera tan en sus inicios. Sobre todo tratamos de apreciar las dimensiones que va tomando el proceso en el Asia. También hemos definido a dónde lleva la intervención del FMI. Ahora se abre un espacio para apreciar más en detalle la forma como el efecto dragón está mordisqueando, que no dando sólo coletazos a las economías de América Latina.
Primero algunos antecedentes básicos:
1.De muchas maneras, el modelo económico impuesto a América Latina es un espejo subdesarrollado del modelo imperante en el Sud este asiático: neoliberalismo, capitalismo salvaje, énfasis en el crecimiento hacia afuera, férrea presencia en las economías y las finanzas del capital transnacional, alto grado de concentración del capital, fuerte recesión ya "sostenida" del sector interno de estas economías, fuerte endeudamiento interno y externo, procesos inflacionarios vinculados con los precios competitivos de la mano de obra en el plan de la internacionalización del capital. Dependencia de los gobiernos de los dictados del sistema transnacional y particularmente de agencias como el FMI y el Banco Mundial.
2. El desarrollo de la crisis financiera en el sudeste asiático ya tocó profundamente a las esferas comercial y productiva de esa región. Los gobiernos de Indonesia, Corea y el resto del sueeste buscan a la hora desesperadamente surcir las rasgaduras de la esfera financiera mediante fuertes endeudamientos, alza de los intereses, hondas devaluaciones, depreciación de la fuerza de trabajo, y la colocación a precios de remate de su producción en el mercado internacional. La oferta de apoyo del FMI no basta para cubrir las necesidades de esta región ya profundamente herida por la aplicación de un modelo económico que se niega a dejar el espacio. El apoyo solicitado, sin embargo ya no tiene el carácter de apoyo sino de una verdadera extorsión al creador de valor de todo el resto del mundo, y a la propia clase trabajadora de la región afectada. Hasta ahora no puede decirse que el desastre asiático haya sido contenido. Y por afectar a economías de inmensa importancia global, sus contracciones, su caida en la recesión prolongada o en una crisis más profunda, tendrán un efecto también global.
Si se conjuntan estos antecedentes, al apreciar la situación latinoamericana, y se los lleva a alguna convivencia, se podrá apreciar que el modelado de crecimiento hacia afuera es lo que en primer lugar entra a cuestionarse. ¿Cómo podrá sostenerse, por ejemplo, el privilegio de que hasta ahora ha gozado la economía maquilera de exportación en tantos países latinoamericanos, grandes y pequeños, con sus salarios miserables, frente a un recrudecimiento de la competencia derivado de ese remate de productos asiáticos? ¿Será posible todavía reajustar la competitividad latinoamericana, cuando el precio de la mano de obra ha caído en Asia en pocos días a términos inenarrables? ¿Y qué podría ocurrir si se empujan devaluaciones similares con la franja de producción manufacturera interna, la producción agrícola, si ya presiones anteriores las han arrojado en la mayoría de los países a la recesión y la parálisis ? ¿Qué ocurrirá con la inversión internacional, en el supuesto de más ventajosas oportunidades en el Asia u otros lugares ?
Surgen otros problemas con relación a las deudas. Hay países en donde el crecimiento al estilo asiático se lograba mediante la obtención de efectos por la vía crediticia. Una fórmula muy socorrida en América Latina, favorable al sistema corporativo y a los especuladores financieros, ha sido provista por la sobrevaluación de las monedas locales con relación al dólar, y la búsqueda de préstamos para el sector privado en esa moneda mediante la emisión de bonos de deuda. Y esto creaba un círculo, pues el ingreso sostenido de dólares de deuda permitía mantener la sobrevaluación en los sistemas de flotación. Cuando la presión de la deuda generaba ya problemas de cartera, se podía enfrentar mediante un tramo devaluatorio acompañado de una renegociación de deuda de corto plazo por deuda de largo plazo, supuesta la capacidad de la banca y de las agencias como el FMI para financiar esa transa. De profundizarse la crisis, este mecanismo de renegociación quedaría cerrado. Actualmente los reclamos del sudeste asiático y de otras regiones -de las que no se excluye el resto de Asia, los países del Este europeo, Africa,etc.-han extremado las capacidades socorristas del sistema. Pero al revés, un encarecimiento de las tasas de interés conduce de por sí a una nueva dinámica contractiva, esta vez muy peligrosa, toda vez que ya ha llegado a ser excesiva la carga en el pago de intereses de deuda de los países Latinoamericanos.
En el terreno de las devaluaciones, sobre todo en el plan inflacionario, el supuesto de las políticas -por lo demás siempre inflacionarias en la realidad-latinoamericanas, ha sido el combate o la contensión de la inflación. Y es aquí en donde viene a estallar una fuerte contradicción. Por un lado hay una demanda del sistema dominante transnacional por rebajar los salarios mediante el establecimiento, (de no darse otras medidas de ahorro forzoso, o en otras palabras de canalización forzada del excedente hacia las empresas), de devaluaciones salariales mediante el alza de precios internos, sobre todo al consumo, y reevaluaciones del dólar en relación a las monedas locales, que es como devaluar el precio de los salarios reales. Pero por otro lado, se viene a ofrecer un mercado que se satura de ofertas de productos asiáticos y no tan asiáticos con precios a la baja y también con una probable baja de la demanda. Es decir, la búsqueda de una eficientización del capital en América Latina mediante mecanismos inflacionarios, tropieza con la fórmula deflacionaria a que llama otra parte del interés transnacional. Como solución pasajera a la vista: los reclamos por ir al establecimiento de algunas barreras proteccionistas, lo que llama al despegue de nuevas contradicciones , ahora con el sistema de marcos de comercio vigentes (TLC entre otros).
En el terreno financiero, en donde precisamente se está dando el crash actual como en su terreno propio, se observa la tendencia del capital especulativo de ir al asalto de las economías más débiles, y a originar fuertes escapadas de valor, lo que ha dado lugar a esas bajas brutales de las bolsas latinoamericanas, y a fuertes temores frente a nuevas fugas de capital. Esto ha originado diversas formas de intervención, que van desde la suspención de sesiones de bolsa al establecimiento de medidas por parte de los bancos centrales, entre las que destacan operaciones para sostener las paridades monetarias y la provocación de alzas en los intereses.
Y conste que no hemos tocado todavía lo que puede de por si constituirse en una linea causal recesiva muy poderosa: la contracción del mercado norteamericano, en donde ya se dan síntomas inquietantes en las industrias de punta y en el sector bancario.
Resumiendo: en su conjunto esta situación contiene una fuerte inclinación hacia la recesión, y de transformarse en problema social y político, empuja hacia un cambio de modelo
Habría que agregar que si la crisis financiera demoró en Asia algunos meses en tocar a la esfera productiva, por alguna razón está tocando más rápidamente a las esferas productivas y comerciales del resto del mundo. En América Latina desde hace ya un par de meses se hace notar la baja de precios en las industrias extractivas: metales y petróleo. La baja del petróleo viene a ser un efecto que se nota ya en la configuración de los presupuestos en países como México y Venezuela, con el agravante de que no origina bajas en los precios internos, de modo que las economías internas de algún modo aparecen subvencionando a las externas. En los países cupreros, como Perú y Chile, una de las bases fundamentales de financiamiento nacional está siendo amagada, por la baja ya sostenida de los metales.
Por otro lado, la ruptura de las expectativas de desarrollo productivo, como resultado del agravamiento de la competencia y la contracción de los mercados de Asia y EEUU, se comienza a ser otro factor de repliegue en el plan de las inversiones que no dejará de afectar de manera recrudecida al comportamiento de los stocks en el inmediato futuro. Las soluciones que los gobiernos están dando a estos problemas suenan a disparates: se habla de aceptar el "no calentamiento de las economías" y por ende, a ajustarse a demandas por un crecimiento menor;se habla de conducir alzas en los intereses, buscando un mayor enfriamiento crediticio (en algunos lugares eso está en puntos de congelación); de reponer, nadie sabe ya como, mayores incentivos a la inversión extranjera, y para mejorar todavía más las cosas, se ordena abundantes recortes en los presupuestos. En el fondo de estas propuestas, el elemento dinamizador será siempre el embate en contra del precio de la fuerza de trabajo. Podría decirse que como guía para todas estas recetas basta proponer en contrario todo el antiguo recetario keynesiano, qué decir, socialista.
La turbulencia que se inició en Asia ya ha tocado riberas americanas. Y los países que registrarán con más fuerza ese embate serán precisamente aquéllos que en años recientes hicieron gala de buenos chicos de la globalización. Aquéllos en donde es mayor el peso del sistema transnacional; aquéllos en donde el endeudamiento publico y privado externo es muy grande; aquéllos que apostaron a la industria de maquila; aquéllos que confundieron la globalización con la puerta ancha para el capital especulativo, y aquéllos cuya estructura productiva venga a ser dañada por la concurrencia o la nueva linea de los precios internacionales.Y se pueden poner en orden casi alfabético a los mayores: Argentina, Brasil, Chile, México, Venezuela... pero están también los pequeños: Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, El Salvador. A Perù casi no vale la pena mencionarlo, porque ya lleva su crisis con sólo tener a Fujimori como presidente.
Los sistemas latinoamericanos se topan pues con una fuerza subversiva inesperada, la del bienamado mercado, que comienza a tomarse la libertad de tocar la campana para una hora de los pueblos.
El funeral del cálculo económico "racional" que derivaba de la supuesta validez del modelo neoliberal, contiene los himnos sepulcrales del cálculo político que le hacía el responso. De un modo característico en esta zona del mundo, muy probablemente la crisis económica que se empieza a descolgar será velada por el advenimiento de una profunda crisis política que hasta ahora ha jugado detrás de las bambalinas y que podría llegar a adoptar rasgos protagónicos. Otras canciones...otros cantores. Estamos, a no dudar, ante una vuelta de página.