PLOMERIAS FINANCIERAS EN EL ASIA.

Federico García Morales

Durante los últimos meses del año 97, el efecto dragón clavó sus garras a todo lo largo y ancho de la esfera financiera global, tirando a la baja a prácticamente todas las bolsas, originando devaluaciones monetarias y poniendo reparos a toda esperanza anterior de crecimiento del producto mundial. En algunos lugares estos efectos no fueron tan visibles en lo inmediato lo que dio lugar a ensoñaciones navideñas por parte de algunas corredurías y analistas financieros, pero a lo largo de días y semanas, y sobre todo con la entrada al nuevo año, se han dejado sentir como efectos diferidos.

En lo inmediato, se notó que el Sud Este asiático no había dispositivos en el lugar para asegurar un pronto retorno de la estabilidad, y que muy al contrario, los efectos de rebote y de dominó seguían a la orden del día.

Algunas economías tenían todavía mucho que dar de si en el terreno de la crisis, y pronto se notaría el protagonismo devaluatorio de algunas de ellas. También se haría notorio a lo largo del mes de enero, que muchas de estas economías habían alcanzado tal estado en su colapso que ni aún fuertes inyecciones de capitales externos podían reanimarlas.

De nuestra cercanía -si es que cabe hablar de cercanías o lejanías en la economía globalizada-se hizo presente de inmediato la gran vulnerabilidad de algunas economías Latinoamericanas. Por ejemplo, el comportamiento de la bolsa mexicana, que aparentó firmeza, fue extremadamente impresionista, amarrada a los vaivenes del Dow Jones y a las condiciones de la crisis política mexicana; esta bolsa debió conceder una baja acompañada de una devaluación monetaria importante. Si las cosas no fueron a peores en el último mes del 97, fue debido a importantes endeudamientos externos. Pero a lo largo del mes siguiente, la pérdida de valores continuaría por tramos, sin retornos, sostenidamente. La bolsa chilena, que también aparentó resistir, comenzó a aceptar un declive a las pocas semanas, empezando a poner en evidencia dos fenómenos que vendrán a hacer historia: la notable sobreevaluación del peso y la inmensidad de la deuda externa privada. En Brasil, el embate se hizo presente, vulnerando los equilibrios económicos fundamentales, enterrando el plan real, sepultando las expectativas de las principales bolsas en una fuerte caída que generó su propio tsunami, en el llamado "efecto samba" que asaltó a las bolsas del planeta a mediados de noviembre.

En los EEUU, una plaza harto principal, el efecto conjunto de estos fenómenos vino a traducirse en una baja en los proyectos productivos, en industrias básicas y de punta, y en una actitud de cautela de parte de las corporaciones demasiado comprometidas con el Asia. En el mes de enero, EEUU queda todavía más expuesto

pues deberá demostrar si tiene capacidad bajo estas condiciones, para dar con los apoyos sustantivos que para levantar la burbuja financiera, le viene solicitando el FMI.

En Japón, los "efectos dragón" no se dejaron esperar, y sobre una situación general ya deprimida (analizada por nosotros en el n.2 de Globalización, revista web:http //www. rcci.net/globalización), se dejó caer con fuerza la presión devaluatoria y sobre todo, problemas en la capacidad de pago de diversas corporaciones. Todo esto se tradujo en la declaratoria de quiebra de algunos bancos importantes y en el cierre de un par de corredurías principales. Bajo estas perspectivas, en Europa se inició también un deslizamiento de las bolsas, en Francfort, en Londres y París.

A los días de la crisis de Hongkong, la primera reacción "política" del gobierno norteamericano fue respaldar a su bolsa tratando de desencadenar una nueva crisis bélica en el Golfo; luego se trató de aplicar la fórmula a la mexicana de salvamento por parte del FMI, con el apoyo que surgió de una abigarrada e improvisada reunión mundial de jefes de estado donde si algo se puso en evidencia fue la muy disparatada visión que de esta crisis tienen los grandes del modelo neoliberal. Para el caso de Hongkong lo que se hizo fue multiplicar el préstamo de ayuda que alguna vez se entregó a México. No se distinguió entre un país y otro, se endeudó a todo el Sud Este asiático un poco más y se les propuso las medidas de austeridad ya conocidas. Lo curioso del caso es que los ciento y tantos mil millones de dólares ofrecidos originalmente para la región, no cubrían ni en una mínima parte las urgencias financieras de Corea, qué decir de Japón. Por eso fue necesario que transcurriera un par de semanas para que los expertos del FMI comenzaran a dar gritos por una extensión del préstamo a los trescientos mil millones, según sus cálculos, y a saber según la capacidad todavía disponible del sistema. De todos modos todo esto no es más que un refrendamiento de la doctrina que funda la supervivencia de las economías burbuja en el crecimiento de sus deudas, y a la postre en el sacrificio de millones de trabajadores. En estos cálculos no se repara tampoco que en esta economía global, la soltada de las correas de la bolsa en favor de México, no vacunó a otros de entrar en el torbellino al que entraron.

Los plomeros del FMI, hace tiempo que han estado consagrados a tapar los agujeros de muchos caños a nivel global. Y sería interesante evaluar hasta dónde alcanzarán las reservas de estos tíos. Suponen que con estos préstamos billonarios podrían reequilibrar las finanzas de Corea, Japón, Tailandia, Singapur e Indonesia. Sin embargo, quizás también por las mismas exigencias del FMI, se acentúan los signos de crisis. En toda la zona continuó por un lado el cierre por insolvencia de bancos y de otras compañías, y por otro las gigantescas y apresuradas integraciones corporativas, mientras siguen hundiéndose los valores de sus monedas: la rupia indonesia, el wan , el ringgit...La solución que se repite: emitir bonos (siempre la deuda como solución obsesiva, pero con efectos redundantes).

Semana a semana, desde principios de diciembre a fines de enero, se han ido produciendo nuevas convulsiones del "dragón". Algunas veces dinamizadas por estertores que llegan de Singapur, donde se da el colapso de vastos proyectos asiáticos, acompañado de profundas devaluaciones y petitorios de salvatajes. De Tailandia conde cada día se multiplican las quiebras corporativas en medio de olas de suicidios gerenciales. O de Indonesia, que comienza a cobrar más fuertes relieves críticos cuando a la crisis financiera y económica viene ahora a sumarse la crisis política del viejo y corrupto régimen de Suharto. El won coreano va todavía en caída libre. Las devaluaciones en Asia llegan ya a cerca del 80% desde que comenzó la crisis.

Hacia estos niveles, hay serias dudas que las plomerías puedan sostener la agudización de una crisis que ya tiene multiplicadores en operación, o nuevas rasgaduras. El sistema se ha vuelto sensible a cadenas causales como las que origina la salud de Suharto, o los fantasmas eróticos de Clinton.

Este espectáculo es francamente sobrecogedor para los que lo observan con alguna detención o incluso interés.

Un analista del Citibank declaraba el mes pasado: "esta es una locura. El sistema se está resquebrajando y los mercados están desesperados. Sin medidas extraordinarias por parte del gobierno, nos dirigimos hacia el colapso total." (El Universal, sec. Finanzas, miércoles 10 de diciembre de 1997). Mientras un operador de E.Securities en Asia, agregaba: "el ánimo está desbastado, y hay abismantes temores de masivas quiebras corporativas".

Agregando dificultades a las dificultades, los países de menor desarrollo, pero al fin y al cabo proveedores de materia prima y de mano de obra barata, ven bajar los precios de metales y del petróleo, y extenderse la mancha del desempleo. Hay obviamente en esta situación problemas pendientes que no son de pura teoría: uno es el del carácter de esta crisis, si envuelve solamente una recesión o si es un proceso de ajuste de los mercados, o si es el conjunto de síntomas de la entrada a una crisis más profunda. En esto estamos todavía en medio de la fábula de los galgos y los podencos.

Otra discusión, que de alguna manera deriva de lo anterior, lleva a tratar de comprender la estructura interna de esta globalización, en donde ya se ve, es una cuestión que envuelve al régimen de trasnacionalización del capital, el carácter de la acumulación o lo que venga a significar el neoliberalismo como un modelo todavía viable.

La desbocada carrera "hacia afuera" de todas las economías, también ha conducido a un atolladero teórico y práctico. Ahora es "desde fuera", se nos dice, desde donde operan las plomerías del FMI, como se reconstruirán los ciclos.

EL FMI concurrirá seguramente desde afuera y desde lo alto, con auxilios que no se recordaban desde los tiempos bíblicos. Pero todavía queda por apreciar la maldad del mercado ...

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