El modelo neoliberal y la pobreza en América Latina

Federico García Morales


Si se compara la situación de América Latina de hace veinte años con la situación actual, y ambas estimaciones con lo ocurrido en el mundo desarrollado, se advierte que internamente, desde el Río Grande a Tierra del Fuego, se ha producido un inmenso retroceso en las condiciones de vida de la población.

Esta situación ha conducido paralelamente a una fuerte polarización entre ricos muy ricos y pobres muy pobres. Una construcción que no sería un defecto en los modelos económicos en aplicación (algunos lo ven como virtud), si no contuviera motivos desestabilizantes.

En días recientes, diversas organizaciones han coincidido en señalar el crecimiento de la pobreza y de la miseria extrema en Latinoamerica. Entre ellas, la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos, con sede en Quito, el Banco Interamericano de Desarrollo, en su reciente reunión de Gobernadores, la CEPAL, y el propio Banco Mundial, asi como algunas otras agencias regionales que se preocupan de entregar visiones sobre fundamento estadístico. Todo esto justo en un período de incontestado dominio de las estrategias económicas vinculadas al modelo neoliberal, y cuando también se ha dado en la región un crecimiento inusitado de la inversión extranjera (mayor en un 46%).

Haciendo un repaso de estas opiniones, el BID por ejemplo, señala que en 26 países comprometidos con las reformas neoliberales, y a consecuencia de "los cambios estructurales", se ha visto crecer el desempleo, y que bajo estas condiciones, para llegar a reducir la pobreza de modo significativo sería necesario mantener crecimientos anuales hasta el año 2000, del orden del 6%. Pero desventuradamente ese crecimiento es sólo del 3.1%. Para hacer más difícil alcanzar esa meta. debe señalarse que la cifra de crecimiento actual resulta por lo genaral de datos inadecuados, pues se arman sobre "crecimiento de exportaciones", una dinámica que no tiene efectos creadores de empleo --o de arrastre-- sobre el interior de las economías latinoamericanas.

Estos niveles vienen también a confrontar en su generalidaed las diferencias económicas donde en muchas regiiones más se resta que se suma, si se considera por ejemplo a países como Nicaragua con un 56% de su población activa en el desempleo, o de México en donde hacia ese año 2000 recién se alcanzará el consumo per cápita que tenía en 1994 ( en este país en 1996, en muchos de sus estados, el PIB regresó a niveles de hace 25 años, y más del 60% de su población vive bajo los niveles de pobreza). Entretanto, en todo el continente se siguen manteniendo políticas de contensión salarial. Y cuando se comienza a mover ese fondo, los voceros de las corporaciones trasnacionales y sus oficiales en los gobiernos, se apresuran a amenazar con fuga de capitales...

La pobreza, grande en las ciudades, es todavía mayor en los campos. Una pobreza en la que se mezclan repartos inequitativos de los medios de producción. alza de insumos, desempleo y bajos ingresos. En Brazil es ya endémico el conflicto campesino y las oleadas de hambrunas, y en México se estima que entre el 13 al 17% de la gente del campo vive en extrema pobreza, con escolaridad baja y en tren permanente de migración.

En muchos países de América Latina se continúa midiendo la llegada de la miseria extrema mediante el uso e "la canasta básica" que prefiguraría un salario mínimo. Sin embargo ya los salarios mínimos no alcanzan a cubrir el costo de esa canasta ideal. Quizás si el 40%. Esto para quienes todavía tienen salarios.

Las estadísticas oficiales descansan relajadamente sobre estadísticas que hablan de "desempleo abierto" en donde se incluye a todos los que han trabajado menos de una hora durante una semana... De este modo las cifras de desempleados resultan siempre exiguas. Pero cuando la OIT suma diversas categorías de desempleados exietentes en América Latina, se encuentra con cifras que llegan al 50% de la población económicamente activa . (al caso, EU, muestra 6%, y la Unión Europea, 12%). El otro aspecto de esta situación es el incremento de "las economías informales", que se reparten a millones de personas con ingresos muy bajos.

Todas estas situaciones contienen agravantes de género y de edad. En el continente nos encontramos con una preferencia de la miseria por las mujeres, los niños y los ancianos. El desmantelamiento de los sistemas de seguridad social ha sido nefasto para estos últimos. Los niños, curiosamente tienen que sostener su cuota en trabajos mal pagados que absorben a millones de entre ellos, las mujeres siguen sosteniendo cargas brutales de trabajo mal remunerado doméstico, formal e informal.

Economías que cada día exacerban su crecimiento "hacia afuera" parecen no ser tocadas por la brutal contracción del consumo "hacia adentro". Y mientras, la pobreza no encuentra un anclaje en los programas políticos dentristas sino neoliberales en directo, ni lineas de defensa en las organizaciones sindicales, demasiado cerca del apatronamiento.

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