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Abril 2019

Assange contribuyó a enseñar sobre nuestra libertad empañada, ahora tenemos que defenderlo

14 abril, 2019

POR SLAVOJ ŽIŽEK

Al final pasó. A Julian Assange lo sacaron a la rastra de la embajada de Ecuador en Londres y lo arrestaron. No fue ninguna sorpresa: ya había señales claras que apuntaban en esa dirección.

Una o dos semanas atrás, Wikileaks predijo el arresto. El ministro de relaciones exteriores de Ecuador respondió con lo que ahora sabemos eran mentiras. La nueva detención de Chelsea Manning (bastante ignorada por los medios) fue también un importante componente de este juego. Su confinamiento, diseñado para forzarla a revelar información sobre vínculos con Wikileaks es parte del procesamiento que le espera a Assange cuando (y si es que) Estados Unidos logre(a) extraditarlo.

Asimismo, hubo pistas en la larga, lenta y bien orquestada campaña de desprestigio del carácter de Assange que alcanzó los niveles más bajos imaginables hace un par de meses con rumores no verificados de que Ecuador se lo quería sacar de encima por su mal olor y ropa sucia.

En las primeras etapas de los ataques contra Assange, sus examigos y colaboradores haciendo público el reclamo de que Wikileaks iba bien, pero que se atascó por el sesgo político de su fundador (su obsesión anti-Hilary Clinton, sus sospechosos lazos con Rusia…). A esto lo siguieron difamaciones personales más directas: que es paranoico y arrogante, obsesionado por el poder y el control.

¿Assange paranoico? Cuando usted vive en un departamento con micrófonos ocultos por todos lados y es víctima de una vigilancia organizada por los servicios secretos, ¿quién no lo sería? ¿Megalómano? Cuando el (ahora ex) jefe de la CIA dice que su prioridad es el arresto de Assange, ¿no implica eso que se es una “gran” amenaza para algunos al menos? ¿Qué se comporta como la cabeza de una organización de espías? Pero resulta que Wikileaks es una organización de espías, aunque aclarando que sirve a la gente común, manteniéndola informada de lo que pasa entre los bastidores del poder.

Entonces vayamos a la gran pregunta, ¿por qué ahora? Pienso que un nombre lo explica todo: Cambridge Analytica – que significa enteramente lo que representa Assange, por lo que lucha y por lo que describe sobre el vínculo entre las grandes corporaciones privadas y las agencias gubernamentales.

Recuérdese cómo la obsesión de la injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos se convirtió en un tópico gigantesco. Ahora se sabe que no fueron piratas informáticos rusos (con Assange) los que empujaron a los electores hacia Trump. Quienes lo hicieron fueron nuestras propias agencias de procesamiento de datos unidas con fuerzas políticas.

Lo anterior no quiere decir que los rusos y sus aliados sean inocentes: es probable que ellos trataran de influenciar el resultado de la misma manera que Estados Unidos lo hace en otros países (solo que en este caso se le llama ayuda a la democracia). Pero sí significa que el ogro que distorsiona nuestra democracia está aquí, no en el Kremlin. Precisamente lo que Assange afirma desde hace tiempo.

¿Dónde exactamente está este gran ogro? Para aprehender el alcance completo de este control y manipulación uno tiene que dar un paso más allá del vínculo entre corporaciones privadas y partidos políticos (como Cambridge Analytica) y observar la interpenetración de compañías de procesamiento de datos como Google o Facebook, y agencias de seguridad del Estado.

No tendríamos que sorprendernos por lo que pasa en China sino por lo que pasa aquí mismo. Hemos aceptado las mismas regulaciones que los chinos creyendo que también conservamos una libertad sin límites y que nuestros medios nos apoyan para alcanzar nuestros objetivos. Los chinos, por su parte, son totalmente conscientes de que los regulan.

Lo que emerge de este cuadro, combinado con lo que también ya sabemos del vínculo con los últimos avances en biogenética (el “cableado” cerebral, etc.) es una imagen aterradora de nuevas formas de control social que hace del viejo “totalitarismo” del siglo XX una máquina de control más bien primitiva y torpe.

El más grande logro del nuevo complejo cognitivo-militar es que la opresión obvia y directa ya no es necesaria: los individuos son mejor controlados y empujados en la dirección deseada cuando continúan creyéndose libres y autónomos agentes de su propia vida.

Acá nos encontramos con otra pieza clave de Wikileaks: nuestra falta de libertad se torna más peligrosa cuando se la cree como el mismo medio de esa libertad – ¿qué puede ser más libre que el incesante flujo de comunicaciones que permite a todos popularizar sus opiniones y crear comunidades virtuales formadas a su propio arbitrio y voluntad?

En nuestras sociedades la permisividad y la libre elección han sido elevadas a valores supremos y por lo tanto el control social y la dominación ya no pueden infringir la libertad del sujeto. Tiene que parecer y ser sostenida por la pura experiencia de los individuos como seres libres. ¿Qué hay más libre que nuestra navegación irrestricta por la internet? Así es cómo el fascismo que huele a democracia realmente opera hoy en día.

Esa es la razón por la que es absolutamente imperativo mantener la red digital fuera del control del capital privado y del poder del Estado, y hacerla accesible en su totalidad al debate público. Assange tenía razón en su extrañamente ignorado libro Cuando Google encontró a Wikileaks (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2014): para entender cuán reguladas están nuestras vidas hoy y cómo esta regulación la vivenciamos como si fuera nuestra libertad, tenemos que focalizar en la sórdida relación entre las corporaciones privadas que controlan la vida pública y las agencias secretas del Estado.

Ahora vemos por qué Assange tiene que ser silenciado: luego que explotara el escándalo de Cambridge Analytica, los mayores esfuerzos de los que detentan poder fue reducirlo a un particular “mal uso” de algunas corporaciones privadas y partidos políticos – ¿pero dónde se encuentra el Estado mismo, es decir, los medianamente invisibles aparatos del así llamado “Estado profundo[i]”?

Assange se caracterizó como el espía de y para el pueblo: no espía para los que están en el poder; espía sobre los que detentan el poder. Lo hace para la gente común. Esta es la razón por la cual su único auxilio debe provenir de nosotros, el pueblo, la gente común. Solo nuestra presión y movilización puede aliviar su situación. Uno a menudo lee cómo el servicio secreto soviético no solo castigaba a sus traidores (aunque llevara décadas hacerlo) sino cómo bregaba con tenacidad en la defensa de los suyos cuando caían en manos enemigas. Assange no tiene Estado tras él; solo nosotros; hagamos lo que solía hacer el servicio soviético. ¡Luchemos por él no importa cuán larga sea la pelea! Wikileaks es solo el principio. Nuestra consigna debe ser como la maoísta: la campaña de los cien Wikileaks. El pánico y la furia con que los que están en el poder – esos que controlan nuestros bienes comunes digitales – reaccionaron contra Assange es prueba que su actividad ha golpeado en un lugar sensible. Habrá muchos golpes bajos en esta pelea – el lado nuestro será acusado de ser funcional al enemigo (como la campaña contra Assange de estar al servicio de Putin), pero tenemos que acostumbrarnos a eso y aprender a devolver los golpes con resolución y la brusquedad que sea necesaria. De esa manera, habremos de derrotarlos sin contemplaciones.

[i] [N. del T.] El Estado profundo podría definirse como el conjunto de poderes más o menos secreto del Estado e instituciones que, esté quien esté en el gobierno, permanece en el poder siempre y decide motu proprio qué puede y qué no puede hacerse en materias de gestión y cómo se debe gobernar para que todo siga medianamente igual.

Traducción: Hugo De Marinis.

https://www.independent.co.uk



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