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Enero 2019

INTRUSIONES EN EL MUNDO DE LO ACAUSAL


Walter Ritter Ortiz

Sección de Bioclimatología, Centro de Ciencias de la Atmósfera, UNAM. Circuito Exterior s/n, Ciudad Universitaria, Deleg. Coyoacan, México, D. F. email: walter_ritter@hotmail.com

INTRODUCCIÓN

Quién no se atreva a ir más allá de la realidad, jamás conquistará la verdad. El mundo debía cumplir una función y, desarrollarse con excelencia; un todo ordenado y permanecer en ella.

Los filósofos han insistido en que algo debe explicar el universo, sus leyes y su propia existencia. El “principio de razón suficiente” de Liebniz, establece que debe haber una razón o causa suficiente para todo hecho; por lo que la “razón suficiente” para el universo “es un Ser necesario, que conlleva la razón de su existencia en sí mismo”.

El material de nuestro cuerpo y el de cualquier otra cosa, no son distintos. Todo está hecho de la misma materia y no hay ninguna diferencia que pudiéramos llamar esencial, entre las composiciones materiales de nosotros y nuestro alrededor.

Allen Paulos, nos dice que todos los argumentos en defensa de la existencia de Dios, adolece de una falta de lógica inherente, que nunca se ha examinado a fondo; a lo que Voltaire nos dice: “Los que pueden hacerte creer absurdidades, también pueden hacerte cometer atrocidades”.

El razonamiento es que todo lo que tiene un principio debe tener una causa y, puesto que se piensa que el universo tuvo un principio, entonces debe tener una causa. O todo tiene una causa o, hay algo que no la tiene. Si todo tiene una causa, entonces Dios también debe tenerla, así que no hay primera causa y, si hay algo que no tiene causa, lo mismo puede ser Dios que el mundo físico.

El empeño de situar a Dios, como la “primera causa” fuera del tiempo y del espacio, le quita todo sentido a la noción de causa, que se define en términos del tiempo. Argumentos finalistas o teleológicos atribuyen esta finalidad o complejidad percibida, a un creador divino; una versión alternativa apela al propósito que según algunos, impregna la naturaleza.

Donde el mundo en general o las formas de vida que contiene, parecen evidenciar una clara intención o dirección y, de que detrás de este propósito, parece haber un planificador que debe ser Dios, lo que confirma que existe, dicen los creacionistas.

Los creacionistas explican la complejidad de las formas vivas, que contemplan como absurdamente improbables y postulan por ello un creador. La debilidad más notoria de estos argumentos, es la premisa: ¿Cuál es la probabilidad de tal complejidad? ¿Cómo sabemos que algo es demasiado complejo para haber surgido espontáneamente? ¿Cuál es el origen de dicha complejidad? son las preguntas que se hace Paulos.

Podemos decir que con lo que los creacionistas se explican la complejidad, es invocando una complejidad mayor. Sin embargo, hay una explicación alternativa bien confirmada, para el origen de la complejidad de la vida y ésta, no es otra que la teoría de la evolución de Darwin, que sin embargo aducen que la evolución es incapaz de explicar la complejidad de la vida.

Los organismos compuestos por una única célula, fueron los amos del planeta durante mucho tiempo, capaces de sobrevivir en las condiciones más inhóspitas, nutriéndose y multiplicándose a su antojo en un entorno nada fácil.

Estos organismos comenzaron un proceso evolutivo que les permitió ganar complejidad y adoptar rasgos heredables, gracias al almacenamiento de información en las moléculas de ARN. La selección natural, la evolución y sus mecanismos, han llevado a los organismos pluricelulares a crecer en tamaño, en complejidad y en número de funciones.

No sabemos a ciencia cierta cómo ni cuándo se originó la epigenética, pero sí tenemos claro, aunque de manera incompleta, que ésta es esencial y que gracias a ella, las células adoptaron formas, funciones y equilibrios nunca antes conseguidos.

Cuando se origina un ser humano como resultado de la fecundación, el embrión experimenta un complejo y asombroso proceso, en el que la epigenética tiene un papel protagonista. La epigenética promete ser algo realmente asombroso cuando seamos capaces de comprenderla en toda su complejidad.

Ahora sabemos que el ser humano no sólo se define por la composición del conjunto de genes de sus células, sino que su epigenoma, influido por el ambiente, es vital en su existencia. El epigenoma es una parte esencial de las funciones que nos definen como individuos y están en la frontera de nuestro conocimiento, como sentir, pensar o amar. Sólo entendiendo estos mecanismos podremos comprender la maravillosa complejidad del ser humano.

Según Anton Zelinger, la información establece qué puede decirse y también qué puede ser la realidad. La realidad existe ahí, ante nosotros, primaria; por esa realidad nos paseamos como si fuera un escenario y, la información no es más que una noción derivada, secundaria. Hemos de abandonar la separación entre información y realidad. Podrían ser dos caras de la misma moneda. Ambas están imbrincadas. Qué significa esto en última instancia, todavía no lo sabemos.

Todas las preguntas originadas por la aceptación de la acausalidad del mundo físico, pueden plantearse con la misma propiedad a propósito de Dios, donde la causa primera acausal no necesita tener ninguno de los atributos divinos, señala Allen Paulos.

Allen Paulos se pregunta: ¿Por qué Dios creó las leyes naturales que rigen nuestro universo, y no otras? Si lo hizo de forma arbitraria, sin razón alguna, entonces hay algo que no está sujeto a ninguna ley natural. Si Dios tenía alguna razón para promulgar las leyes que conocemos y no otras, entonces “la divinidad misma está sujeta a ligaduras, estándares y leyes preexistentes”.

Comprenderemos qué simple es el universo, cuando comprendamos lo extraño que es. Es curioso que en este silencioso vacío donde todo cobra sentido, la mente limita nuestra capacidad de entender y también hay que decirlo, porque algunas manifestaciones en este mundo están bien lejos de representar los valores que relacionamos con el Ser: armonía, belleza, paz, amor.

Sorprende la facilidad con la que asumimos la carga de vivir una vida sin sentido, que supone una flecha de fabricación y otra de caducidad; y toda una trayectoria de acontecimientos cuyo propósito es comer, dormir y procrear para supuestamente asegurar la continuación de la especie.

La exuberante diversidad de la vida terrestre, con millones de especies que comprenden organismos de apariencia y modos de vida tan distintos esconde un secreto: su unidad fundamental. Sin embargo, nos dice Aguilera, que se puede decir que la vida en la Tierra es de un solo tipo, debido a sus similitudes bioquímicas y, de que toda ella es “Celular”.

La vida es fácilmente identificable, aunque quizá nunca se alcance una definición general de vida en consenso general de los científicos. La propia evolución biológica se basa en modificaciones fortuitas del ADN, que los organismos legan a sus descendientes.

Tal vez no todos necesitamos encontrar el significado de la vida, pero sí muchos anhelamos conocer el verdadero sentido de nuestra vida. La vida, nos dice Avi Hay, es un viaje muy extraño y poca gente se pregunta de dónde venimos, para qué estamos aquí y cuál es el mejor papel que queremos interpretar.

Se intenta canalizar sistemáticamente, por medio del método científico, los dominios del conocimiento que se obtuvieron de otra manera. Hay dos ideas importantes que urge meditar: la primera, en el convencimiento de nuestra facultad de alcanzar la verdad; la segunda, el cambio que se ha supuesto para lograr ese propósito, la introducción del método científico.

El campo del conocimiento está comprendido en lo que podemos considerar la realidad lógica; el conjunto formado por aquellos conocimientos cuyos contrarios son absurdos, ya que no todas las verdades lógicas son verdades científicas, pero todas las verdades científicas son ciertamente racionales, ya que muchas veces lo que la gente cree, no es científico ni lógico, nos dice Ramón Pares.

Uno no puede negar la posibilidad de la verdad sin contradicción; decir “no hay verdad”, significa que la aseveración que cita es falsa, lo cual quiere decir que es cierto

Sólo la demostración matemática conduce a verdades absolutas e inmutables, sin que ello presuponga que no puede haber conjeturas o por descubrir cosas que sean imposibles de demostrar o que toda matemática sea un sistema lógico único y completo.

Ilya Prigogine, nos dice que muchas preguntas fundamentales para la comprensión del universo quedan sin respuesta, porque no nos atrevemos a formularlas. Prigogine funda su convicción de que vivimos una revolución científica debido a que ha entrado en crisis el punto de vista atemporal de la física clásica, que rechaza la irreversibilidad por tratarse de una ilusión, que atañe asimismo no tan sólo a la física, sino también a la biología, la química, la ecología y al lugar que ocupa el hombre en el universo.

Un proceso natural en la naturaleza, será un proceso abierto de producción y de invención, en un mundo abierto, productivo e inventivo. Donde Dios ya no es una hipótesis necesaria y los éxitos de la nueva ciencia hace entrever la disipación de la energía, la irreversibilidad y la evolución hacia el desorden. Según Prigogine, en condiciones alejadas del equilibrio, tenemos la capacidad de percibir y de reaccionar con grandes efectos a pequeñas fluctuaciones.

Según Monod, el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del universo, de donde ha emergido por azar y que al igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Monod ha pretendido determinar las leyes universales de una naturaleza, vista como un mecanismo simple e irreversible. En esta nueva perspectiva, la irreversibilidad es fuente de orden y creadora de organización, señala Prigogine.

¿Tiene sentido nacer aquí desde la nada y pasar una vida entera, sin apenas aprender algo y de nuevo desaparecer para siempre?

La conciencia es la inteligencia que constituye el universo, desde lo sutil y desde los pensamientos y las emociones hasta la materia. La ciencia no sabe cuantificar el pensamiento o la emoción, pero describe cierto orden, simetría y armonía que rige un todo, desde las estructuras atómicas hasta las galaxias, desde los microorganismos hasta la biología del ser humanos.

Para Prigogine, el universo accesible ha estallado y el tiempo ha adquirido una nueva imagen, donde Darwin nos ha enseñado que el hombre está inmerso en la evolución biológica en tanto Einstein nos ha enseñado que estamos inmersos en un universo en evolución. Donde al concepto de estructura disipativa se ha ampliado a otros campos de la biología y la meteorología sobre todo.

Todos los fenómenos químicos y biológicos son irreversibles. La irreversibilidad es una propiedad común a todo el universo y en cierto sentido, el tiempo precede al universo; es decir que el universo es el resultado de una inestabilidad sucedida a una situación que le ha precedido; en conclusión, el universo sería el resultado de una transición de fase de gran escala.

Todos estamos conectados en la misma fuente, que produce el tejido del tiempo y el espacio y nos permite generar una realidad. Para la mayoría, la fuente de la vida es inconsciente y aunque nos proyectamos durante cada día tan convencidos de que es una realidad “real”, todos necesitamos cargar la batería y tomar conciencia de que vivimos una realidad virtual.

Los objetos de nuestra percepción, aquéllos de los que nos damos cuenta gracias a los sentidos, ¿Son reales o imaginarios? ¿Forman parte de un todo ordenado o caótico?

Estamos profundamente condicionados por la herencia cultural. Recibimos y procesamos tanta información que no nos queda tiempo para reflexionar. Nos abruman con tal cantidad de noticias, que no nos atrevemos a dudar de lo que nos cuentan los medios oficiales.

Hay quienes sobreviven en su rutina a ningún sitio y pasan inadvertidos por la historia. Hay quienes viven plenamente, pero son pronto olvidados en el libro de la historia que otros decidirán. Pero están también aquéllos que construyen un legado extraordinario para sí y para los que nos rodean. Estos son los que escriben la historia.

Nos resistimos a aceptar todo aquello que va más allá de lo que captan nuestros sentidos. Sin embargo, sentimos el vacío existencial, el modelo social actual ya no nutre a la persona como se necesita. La trayectoria de vida ha sido la de no creer en nada, ni dar nada por hecho o entendido, sino permitirnos experimentar directamente y en el propio laboratorio interno, tanto como se quiera y las veces que necesite, para alcanzar la certeza interior.

Estamos permanentemente tomando decisiones que ni siquiera sabemos qué o por qué, las estamos tomando. No es de sorprender que nuestra tendencia natural y primaria, cuando nos enfrentamos a un obstáculo nuevo, sea intentar resolverlo con aquello que nos es conocido, independientemente de si funcionó o no en nuestro pasado.

Esta heterogeneidad se puede referir a dos aspectos muy diferentes; al espacio y al tiempo. Lo que quiere decir que dos cosas diferentes pueden corresponder a dos lugares diferentes del mundo exterior o a dos momentos diferentes del mismo lugar

Las respuestas para abordar un problema nuevo, se hallan únicamente cuando planteamos preguntas, es decir, formulamos hipótesis que nos expulsan de un vergel lleno de ideas conocidas pero obsoletas, hacia la incertidumbre de terrenos aún no cartografiados; plantear, cuestionar, reenfocar, dinamitar lo que asumimos y debe ser; una de las vías para continuar improvisando de un modo efectivo en el camino siempre imprevisible de la vida, nos dice Gregory Cajina.

Y una de las preguntas que preocupará a cada individuo será: ¿Para qué estoy aquí?

La excelencia, el coraje, la fortaleza, la capacidad de pensar, actuar, hablar y cooperar en nuestro entorno con efectividad para alcanzar nuestros objetivos; requiere un coraje extraordinario revisar aquellas premisas que considerábamos inapelables; nuestras creencias arraigadas, derechos adquiridos, trampas del ego, que nos ciegan hasta creer que nos merecemos todo aun sin mover nada.

Después de todo, nadie más podrá cartografiar un destino que solo a nosotros pertenece, señala Cajina.

Quiero vivir en un mundo lleno de seres amables, amorosos, sensibles y conscientes, porque una vez que entendemos realmente la sencilla verdad de que somos creadores y consumidores de nuestra realidad, empezamos a practicar aquello para lo que nacimos; ser increíbles creadores conscientes. Entonces empezamos a crear un mundo digno de quienes realmente somos.

Para transformar a la sociedad, debemos cambiar al individuo ya que la sociedad no existe en sí misma, es solo un nombre colectivo. El individuo tiene la posibilidad de evolucionar, cambiar y de transformarse. El rebelde trae al mundo un cambio en el estado consciente y si el estado consciente cambia, entonces la estructura de la sociedad también lo hará.

El hombre viejo nos ha conducido a nuestra muerte definitiva. La mente vieja, las ideologías viejas, las religiones viejas, todo combinado nos ha llevado a este suicidio global. Solo un nuevo ser humano puede salvar a la humanidad, a este planeta y la hermosa vida que hay en él.

Debemos cambiar nuestro estado consciente, crear más energía meditativa en el mundo, más sentido del amor. Tenemos que destruir lo viejo. Su fealdad, sus ideologías corruptas, sus estúpidas discriminaciones, sus absurdas supersticiones y, crear un nuevo ser humano, con nuevos valores.

Durante siglos, el estado consciente del ser humano no ha crecido, nos dice Osho. No has aportado nada al mundo; tu existencia no ha sido una bendición sino una desgracia. Tú entregas al mundo ira, violencia, celos, competitividad y ansia de poder. Conviertes el mundo en un campo de batalla; estas sediento de sangre y haces que otros lo estén. Rebajas al hombre al nivel de los animales; incluso, a veces, lo degradas aún más. Las primaveras van y vienen y nada florece en ti.

La estructura del universo físico es interesante, en el que las preguntas ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué es el hombre?, no podrían responderse una sin la otra, nos dice Brague. ¿Qué somos? ¡Sueño de una sombra es el hombre!, nos dice Píndaro. Y para Marcia Cavell: “Sujeto” es alguien que se reconoce como un “Yo” en la medida en que tiene una perspectiva distinta de sí mismo; un sujeto es un agente que es capaz de introspección y de asumir la responsabilidad de sí mismo y de algunas de sus acciones.

La naturaleza pasa tan gradualmente de lo inanimado a lo animado, que su continuidad hace indistinguibles los límites entre sus partes e igualmente, existe un tipo intermedio que pertenece a ambos elementos. Porque las plantas vienen inmediatamente después de las cosas inanimadas y difieren una de otra en su grado de participación en la vida; comparadas con los animales parecen inanimadas. Denófaun de Colofón nos dice: De la Tierra son todas las cosas y a la tierra regresan todas las cosas.

Definir la vida no es fácil; podemos decir que un ser vivo es algo que nace, se desarrolla, se reproduce y muere. Pero, todo podría ser una cuestión de duración, nos dice Manuel Toharia, ya que también una montaña hace lo mismo, pero requiere miles y a veces millones de años en lugar de sólo años, meses o días.

La vida existe porque intercambia energía y materia con su entorno y eso, provoca un constante cambio de los elementos de cada ser vivo; al conjunto de esas reacciones ordenadas con un fin concreto, que en última instancia es la reproducción o el metabolismo actuando. Todos los constituyentes del ser vivo siguen existiendo después de su muerte, pero organizados en forma muy distinta.

La definición de la vida es uno de los temas más controvertidos y para ello, recurrentes, no sólo de la biología, sino de toda la ciencia e incluso de la filosofía. Un ser vivo es un sistema químico autosostenido, capaz de experimentar evolución darwiniana donde, si la aparición de la vida fue un proceso y no un suceso, ¿Sólo cabría hablar de seres vivos cuando se pusiera en marcha el mecanismo de evolución darwiniana? se pregunta Aguilera Mochón.

La exuberante diversidad de la vida terrestre, con millones de especies, es resultado de la desaparición y extinción de más del 95% de las especies que han existido.

Los átomos son independientes; es decir, no tienen porqué “alimentarse” para subsistir. Tienen toda la materia y toda la energía que necesitan para ser ese mismo átomo durante millones de años. En cambio, todos los seres vivos están organizados de tal modo, que necesitan intercambiar energía y materia con el entorno de forma ordenada si quieren seguir vivos.

Cualquier organismo, nos dice Manuel Taharia, es un lugar de tránsito de toda clase de átomos y moléculas que entran y salen de su cuerpo, intercambiando energía en diversos procesos; todos ellos imprescindibles para seguir estando vivos. Los sistemas complejos como los seres vivos son muy frágiles y vulnerables, tienen que competir por los recursos para poder sobrevivir, adaptarse a situaciones precarias, pero al final tienen que morir.

Vivimos una serie de evoluciones constantes, sin programación previa, fruto del azar de las mutaciones genéticas y a la larga, morfológicas, que producen cambios con los que a veces se perfeccionan características débiles del ser vivo, que hubieran dificultado su supervivencia.

El CO2, fue esencial para la existencia de la vida compleja y sigue siéndolo hoy al fertilizar a las plantas verdes y es sólo un 0.040% de la atmósfera, lo que no impide, nos dice Toharia, la voz de alarma mundial excesiva en torno a su incremento desde el 0.035% de hace un siglo al actual 0.040% por su posible influencia en el cambio climático.

En la larguísima transición entre la vida primitiva de larga duración y en perpetuo cambio y la vida compleja, mucho más reciente y aún más cambiante, el juego de lo posible nunca fue y nunca será un juego equilibrado y plácido, narra Toharia, sino una actividad enloquecida y frecuentemente mortal.

La mayor parte de nuestro día vivimos absortos en la mente ordinaria, actuando en automático como si estuviéramos dormidos. Sin darnos cuenta, pasamos la mayor parte de nuestra vida en medio del entramado de emociones que nuestros pensamientos nos generan, sin ser conscientes de que todo lo que nos ocurre, por fuera y por dentro de nuestro cuerpo, sucede a causa de la mente.

El darse cuenta, es un hecho de la conciencia, no es un hecho de la mente ordinaria. Ser consciente, es estar más allá de la mente, en un espacio sin forma. Vivimos dormidos, donde si sufres es que estás dormido. El sufrimiento no es real sino una obra de nuestra mente. La realidad no causa problemas; los problemas nacen de la mente cuando se está dormido. Sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impiden la libertad.

Donde parece bastante evidente que la naturaleza se equivoca y mucho, dice Toharia, ya que las mutaciones son equivocaciones y no otra cosa, ya que la mayoría de ellas son inviables y los individuos que las sufren, mueren o dejan de reproducirse, en tanto algunas muy pocas, resultan beneficiadas y la especie sale reforzada, es decir mejor adaptada a los posibles cambios ambientales.

No parece que haya ningún designio previo en la evolución de las especies vivientes, ningún diseño de lo que debería ocurrir; simplemente se puso en marcha hace casi 4,000 millones de años un mecanismo capaz de reproducirse y perpetuarse, aunque paradójicamente narra Toharia, para ello hiciera falta que los individuos tuvieran que morir o sufrir mutaciones

Nuestra vida transcurre mientras estamos distraídos de nuestra verdadera identidad. Estamos envueltos en una actividad incesante, en una lucha interna y angustiosa, aferrándonos, decepcionándonos y atareándonos constantemente con actividades y preocupaciones, en un torbellino de celeridad, agresividad y competencia que van acumulando tensiones muy fuertes que sobrepasan la mayoría de las veces, la capacidad de adaptación individual. Y es entonces cuando aparecen angustias y enfermedades y toda clase de síntomas físicos, mentales, emocionales y espirituales, nos dice Laura Ornelas.

En el interior de cada uno de nosotros existe la capacidad de ser crueles, de aplastar, de destruir, incluso de matar. Debemos reconocer que en el otro lado de nosotros mismos, hay una versión más oscura del mismo impulso que no sólo desea triunfar, sino que desea aplastar a otros. Casi siempre mantenemos esto bajo control. Este es el lado oscuro de las personas, que a veces aflora cuando hemos bebido demasiado o estamos bajo estrés. Donde podemos decir que somos impotentes ante nuestra propia ira.

Existe un equilibrio que debemos encontrar entre los aspectos prácticos del mundo cotidiano y nuestra capacidad para movernos en el flujo de la vida. Estas fuerzas destructivas brotan del punto de vista que el ego tiene de nosotros. La cabeza domina nuestra cultura y las personas viven de prisa aprovechándose unas de otras, con el fin de amasar fortunas y conseguir cosas que brindan alegrías al ego. Han ganado el mundo entero pero han perdido su alma, nos dice Allan Hunter.

La estupidez, la miopía y la ceguera mental rigen el mundo. Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra, sin obtener un provecho o incluso obteniendo un perjuicio. La ignorancia puede recibir la influencia de la estupidez y a la inversa, pero no son la misma cosa. Sucede que los problemas aun y cuando son predecibles, no se evitan antes de que empeoren y con frecuencia, la estupidez es impredecible; o sus efectos pueden sentirse de modos imprevistos.

Los tontos más estúpidos y más peligrosos son los que no se dan cuenta de que son estúpidos. Lo mismo cabe decir de quienes creen que nunca cometen errores. Lo inquietante del hecho es que las idioteces más absurdas, si se repiten con la frecuencia necesaria, pueden ser ampliamente aceptadas como verdades.

¿Cuántas cosas que se nos dice que son ciertas, son igualmente falsas?

¿Cuántos serán los problemas que desatendidos u olvidados en la actualidad, darán pie a nuevos caos desmedidos, cuando quizá sea ya demasiado tarde?

La única forma de evitarla y combatirla con éxito, es aprender a conocerla y esto es porque la estupidez es la fuerza más destructiva de toda la evolución humana; conocerla y comprenderla es la manera más eficaz de evitar o al menos reducir sus terribles efectos, nos dice Giancarlo Livraghi.

Hemos vivido en la realidad de la materia y la ilusión del alma. Quizá materia y estado consciente no son dos cosas sino dos facetas de una realidad; la materia es el exterior del estado consciente y, el estado consciente es el interior de la materia, nos dice Osho.

Osho nos invita a cuestionar todo aquello que la sociedad, la política, la religión y la cultura nos han enseñado a creer. La única forma por la que lograremos hallar nuestra propia voz, enmendar nuestras heridas internas y abrazar todos los aspectos de la experiencia humana. Nos propone el reto de llevar a cabo una revolución individual, por la que concebiremos el mundo de una forma nueva y radical.

El futuro no requiere más revoluciones, necesita un nuevo experimento que no se haya intentado aún. Ahora es el instante exacto; si no te apresuras, el tiempo se te acaba. En los próximos decenios, la humanidad desaparecerá o un nuevo ser humano con una nueva visión, aparecerá en la Tierra.

Tener una vida personal, supone que conocerse transforma.

Nuestra identidad se remonta a los primeros tiempos de la vida en el planeta y a la vez, que el conocimiento de nosotros mismos se ha ido construyendo muy lentamente. Los griegos fueron los primeros que pensaron sobre sus propios pensamientos. Las influencias de otros pueblos, como egipcios, babilonios e hindús, sirvieron a los griegos para pensar en el “Ser”, y en el Ser Mundo.

Las cosmogonías griegas narraban el origen del mundo como procedente del caos, en el que sólo un acto de creación divina pudo poner orden. Otros mitos aluden a la creación de todo lo existente a partir de la nada. Una cosmogonía bien establecida y aceptada podía ayudar a los pueblos inteligentes pero todavía primitivos, a establecer una realidad, permitiéndoles concebir el universo que les rodeaba y que percibían de forma confusa y, que así tenía sentido y origen, donde podían concebir un orden físico y metafísico que les permitía conjurar el caos y la incertidumbre.

Esos mitos ofrecieron a las distintas culturas una visión integradora del mundo, que además explicaba los fenómenos naturales más formidables e incomprensibles, narra Toharia.

Heidegger nos dice que el pensar, sobre todo el pensar meditativo, no es algo que hayamos alcanzado aún. Para Epicteto: “El hombre no se ve distorsionado por los acontecimientos, sino por la visión que tengamos de ellos”.

En una sociedad de esta naturaleza, la función de cada uno se confunde con la identidad, “como si la esencia precediera a la existencia”, nos dice Jaime del Palacio. Para Popper: Éste es un mundo abierto… en que tenemos posibilidades de elección, en que siempre podemos hacer nuevos proyectos que luego contradecimos y podemos sustituir por otros mejores.

Los productos de la Revolución Industrial, dificultan más que favorecen la búsqueda del autoconocimiento y la lucidez. Thoreau fue uno de los primeros en señalar los problemas espirituales de una sociedad edificada sobre los bienes producidos por la Revolución Industrial. Thoreau, se dice que oía otros tambores, cuya cadencia le llevaba a veces al estudio de la ciencia y otras hacia la filosofía y la ética; siempre hacia la verdad. Ninguna actitud con la que podamos abordar un asunto cualquiera, nos favorecerá más que la verdad, nos dice Harold Morowitz.

Las leyes de la naturaleza están regidas por ciclos que interactúan. Todos los límites que existen, existen sólo y simplemente para que sean traspasados y rebasados en toda su magnitud, nos dice F. Schiller.

Spinoza nos dice que: La naturaleza no puede ser desobedecida, pues preserva un orden fijo e inmutable. Por tanto, los milagros, en el sentido de acontecimientos contrarios a las leyes de la naturaleza, lejos de demostrar la existencia de Dios, nos llevarían a dudar de ella.

El Dios judeo-cristiano interviene directamente en los asuntos humanos y por tanto, existen fuera de la naturaleza. Identificar a Dios con la naturaleza puede llevar a la fe y la piedad de Spinoza, pero no al Dios histórico, que interviene directamente en los asuntos humanos, sin preocuparse mucho de obedecer las leyes de la física.

Para Platón: quien da preferencia al amor hacia la sabiduría y el conocimiento de las cosas verdaderas, se sentirá feliz y se acercará a la eternidad, tanto como pueda conseguirlo la naturaleza humana. Los neoplatónicos, aspiraron a la paz interior y a la plenitud humana, más que al conocimiento profundo de la naturaleza.

La esencia del mundo es la geometría y Platón imaginaba que la creación ha consistido en ordenar una materia primordial informe, desordenada, caótica: “La masa de las cosas visibles, no estaba en reposo, sino que se movía sin regla ni orden”. Una representación del ser permanente tras el mundo material es el orden matemático, que Pitágoras atribuyo al universo, donde los números son la esencia de la realidad.

La extraordinaria eficacia de las matemáticas en la descripción del mundo ha sorprendido siempre; construimos teorías matemáticas, las aplicamos a la física, y observamos un acuerdo entre predicciones y observaciones, mucho más allá de lo que habríamos podido esperar.

Las matemáticas formulan estructuras abstractas que al cabo de los años, describen óptimamente aspectos de la realidad que no habíamos podido ni tan siquiera imaginar. Los números imaginarios juegan un papel clave en la física cuántica. Esta propiedad de los números es bastante importante en la teoría cuántica; donde la raíz cuadrada de cualquier número puede ser positiva o negativa.

¿De dónde viene interesarse y creer que las matemáticas estén tan vinculadas al origen del mundo y a la esencia de la realidad? Para Platón y Parmenides, lo esencial del mundo es lo inmutable, lo que no cambia con el tiempo y que unifica la realidad tras los vértigos de la diversidad. Pero ¿Qué es lo que permanece? se pregunta David Jou.

El equilibrio y el orden, no el placer, constituyen la ley del mundo. Y que la filosofía es la más alta de las músicas, porque en definitiva, “todas las cosas son números”. Todas las cosas tienen forma, todas las cosas son formas y, todas las formas pueden ser definidas por números. Nadie antes de Pitagoras había pensado que las relaciones matemáticas contuvieran el secreto del universo. Civilizaciones no europeas, nunca se les había ocurrido la idea de que los números son a la vez, la clave de la sabiduría y del poder.

Sin embargo, nadie que simplemente mida con una regla, puede representar de manera adecuada ningún campo del pensamiento. Ningún hombre sabe realmente, ni debe saber realmente lo que dice acerca de los dioses y acerca de todas las cosas, porque por muy perfectos que diga que son, sin embargo no los conoce, todas las cosas son un asunto opinable, nos dice Arthur Koestler.

Las primitivas teorías racionales del universo, revelaban las inclinaciones y temperamentos de sus creadores, ya que con el progreso del método científico, las teorías se volvieron más objetivas y fidedignas. El autentico progreso se basa en dudar constantemente de las certezas aparentes, en tener siempre un inagotable deseo de aprender, de evolucionar, de progresar.

Las revoluciones de los descubrimientos de Kepler y Galileo, no era la conquista de la naturaleza, sino comprenderla. La búsqueda de las leyes del cosmos, destruyó la visión medieval del inmutable orden jerárquico de un universo cerrado, con su escala invariable de valores morales y, trasformó completamente el paisaje, la sociedad, la cultura, las costumbres y los puntos de vista generales.

Esta mutación de la mente y de sus repercusiones de las ciencias sobre las humanidades, señala acerca de la esencia misma de la naturaleza y sobre la esencia del hombre. Señalando el abismo que continua separando a las humanidades de la filosofía de la naturaleza, donde el término que ha venido a reemplazarla, no conlleva las universales asociaciones de ideas que comportaba la “filosofía natural”.

Ha pasado menos de un siglo desde que descubrimos que no sólo el concepto copérnicario es correcto fuera de toda duda razonable, dentro de sus límites, sino que las dimensiones del universo son muchísimo mayores de lo que jamás habríamos imaginado. Donde la supervivencia del hombre moderno no se relaciona con peligros de vida o muerte, sino más bien con amenazas emocionales generadas por la manera de interpretar esos acontecimientos, haciendo que nuestros cuerpos respondan de la misma manera.

Y donde usamos el término “Homeostasis”, para señalar la habilidad del organismo de permanecer en equilibrio biológico a pesar de todo lo que ocurre tanto en el interior como en el exterior.

La mayoría de los problemas de estrés en nuestro mundo, están relacionados principalmente con nuestro diálogo interno con la serie de pensamientos negativos y distorsionados que generamos al interpretar los estímulos ambientales. El estrés, no es una enfermedad sino una respuesta fisiológica normal, sana y necesaria para la sobrevivencia, nos dice Laura Ornelas. Hay que aprender a manejarlo constructivamente y a convertirlo en un factor de desarrollo personal más que en un generador de síntomas desagradables.

David Jou nos dice: Hablamos de un espacio-tiempo inimaginable, donde el espacio se vuelve tiempo y el tiempo espacio, y tenemos que rendir la lógica cotidiana a la lógica cuántica. Donde la idea de la nada, de la no existencia, es, como la idea de infinito, una extrapolación atrevida y quizá ilegitima y vacua del pensamiento.

Pero ¿Cómo se pone en marcha un proceso que produzca materia, luz, tiempo, espacio, realidad y no sólo puro principio regente sin nada que regir? En que incluso la aproximación más parecida a la nada que podamos concebir se llena de dinamismo, de una agitación divina incesante y misteriosa que despliega, de repente, las potencialidades de las cosas.

La persistente ilusión del tiempo, surge directamente de la teoría de Einstein de la relatividad especial, “Que niega todo significado absoluto y universal al momento presente”. El ahora de nuestra conciencia se desliza hacia adelante, transformando los eventos que estaban en su momento en el informe futuro en la realidad concreta pero fugaz del presente, y de allí relegándolos al pasado fijo.

Por muy obvia que sea esta descripción del sentido común, está seriamente en desacuerdo con la física moderna. Las leyes especiales de la relatividad adquieren una nueva forma donde la coordenada del tiempo tiene exactamente el mismo rol que las tres coordenadas del espacio.

Pensamos en el pasado como algo que dejó de existir, mientras que el futuro es aún más enigmático, sus detalles todavía no se han formado. La simultaneidad es relativa, lo que significa que depende del punto de vista de la persona. No tenemos que ir mucho más lejos, porque ya estamos viendo la vida a través de la ilusión de que existen cosas tales como un tiempo que fue y un ahora y un tiempo que será.

Sin embargo nuestra historia sobre el tiempo no puede completarse sin incluir nuestra historia sobre el espacio y la materia. Porque resulta que el espacio, el tiempo y la materia están íntimamente relacionados y así nos enfrentamos con este trío entrelazado de tiempo, espacio y materia.

Para Einstein, la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, aunque es una ilusión persistente. Pero ¿cómo puede existir el pasado y el futuro cuando el pasado ya no es y el futuro todavía no es?

En lo que respecta al presente, si fuera siempre presente y nunca se moviera para convertirse en pasado, no sería tiempo sino eternidad, nos dice San Agustín. El tiempo lineal, como una flecha, se convirtió en la perspectiva del sentido común en la ciencia moderna y en la vida.

Nuestra experiencia de vida nos dice que la realidad está asociada con el momento presente. A lo que nos referimos, está marcado por la ocurrencia de un hecho consciente, acompañado habitualmente de un acto de conciencia percibido, llamado “Hecho de conocimiento”, un acto de tabulación consciente, con el sentido de poner en un orden asignable, según David Jou.

La naturaleza del tiempo, el espacio y la materia ha cambiado y, nos introduce al mundo de las partículas fundamentales y nos muestra cómo pueden aparecer. Y como resultado, moverse a través de bucles temporales y pliegues espaciales, yendo hacia adelante y hacia atrás en el tiempo y en el espacio. El resultado es la apariencia de la materia como la experimentamos, pero constituida por diminutas partículas semejantes a la luz que en sí mismas, no tienen masa ni resistencia.

Y en palabras de Richard Feyman: Si digo que se comportan como partículas, doy la impresión equivocada; también si digo que se comportan como ondas. Se comportan de un modo propio e inimitable… se comportan de un modo que no se parece a nada que hayamos visto antes. Erwin Schrödinger expresó sus dudas sobre cualquier empresa científica que no esté directamente relacionada con las preguntas: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Las religiones orientales atribuyeron un papel importante al vacío, donde la realidad física del mundo es sobre todo, una ilusión, un engaño sensorial, en tanto que la realidad autentica es la negación, el vacío, el desplazamiento; y donde llegar a liberarse del YO es la culminación de la historia de cada humano. De hecho nos dice David Jou, el vacío no es sólo origen sino también constituyente importante del universo, con su propia contribución a la dinámica de la expansión cósmica; y en este modelo, Dios y el azar parecen disputarse el origen del mundo o del universo, en un vacío indiferenciado y enigmático.

Estamos en contacto con nuestra imaginación y nuestros sueños antes de estarlo con la lógica y la razón. Carl Jung, consideraba los arquetipos como el principal instrumento de navegación de la psique, un portal entre la mente consciente y el inconsciente, que puede ayudarnos a alcanzar la plenitud como seres humanos.

Lo que llamamos “naturaleza humana” es también nuestra “naturaleza arquetípica”, que residen en el “inconsciente colectivo”; en la psique de la especie, la que compartimos con todos los seres humanos.

Vivir es ir en una alfombra mágica arquetípica, con innumerables aventuras cuyo fin es que aprendamos las verdades ocultas de la vida y, el lugar que ocupamos en el esquema cósmico.

No nacemos sabiendo quiénes somos o porqué somos de la manera que somos: Nos hace falta una concienzuda búsqueda para adquirir ese conocimiento. La vida no es seguridad, la vida está hecha para vivirla plenamente.

Caroline Myss, nos dice que es imposible saber quiénes somos realmente a menos que entendamos los “arquetipos” y, más concretamente nuestros arquetipos personales, porque ellos son “lentes psíquicas” a través de los cuales nos vemos y vemos el mundo que nos rodea. Caroline veía infinitas posibilidades de que las personas mejoraran su salud, sus relaciones, su bienestar o todo su mundo, si conseguían captar la verdadera esencia de lo que eran.

La visión del mundo a la que Carl Jung trató, se basa fundamentalmente en la “Sincronicidad”, nos dice Marie-Louise Von Franz, agregando que: La causalidad no llega por completo al fondo de las leyes naturales, tan solo traza tendencias o posibilidades generales. Donde el pensamiento causal, es lineal y por otra parte, el pensamiento Sincrónico es un pensamiento de “Campo” en cuyo centro está el tiempo.

El tiempo también entra dentro de la “Causalidad”, ya que normalmente pensamos que la causa viene antes que el efecto. Se dice que en la mecánica cuántica, a veces parece como si el efecto llegara antes que la causa y que a pesar de todo, todavía se le puede llamar causal. Pero para Carl Jung, es ampliar y retorcer la idea de causalidad hasta el punto de que pierde su significado.

El pensamiento sincrónico es pensar en “Campos” y la pregunta no es porqué ha sucedido esto o qué causó este efecto, sino ¿Qué es posible que suceda a la vez, de una forma coherente en ese mismo momento? El Centro de su Campo, sería un momento en el tiempo en que se dan un grupo de acontecimientos sucesivos.

En el pensamiento causal, hacemos una separación entre los acontecimientos que producen y tienen un efecto causal entre sí y, los efectos psíquicos sobre los psicológicos, nos narra Von Franz. La pregunta que ahora nos hacemos es si existen interacciones entre esas dos líneas ¿Existe algo así como una causa psíquica para los acontecimientos físicos y viceversa? Señala que la sincrónicidad es una variante del pensamiento primitivo, donde nunca se ha hecho ninguna diferencia entre los hechos psicológicos y los físicos.

Según el pensamiento chino, los números expresan la “relación regular” de las cosas, creyendo que el universo probablemente posea un ritmo numérico básico. En la física moderna, se piensa que posiblemente se podría encontrar un ritmo básico del universo, que explicaría todos los distintos fenómenos; eso no es más que una especie de idea especulativa defendida por algunos físicos modernos.

Los chinos simplemente supusieron que existía este ritmo en toda la realidad y, que todas las relaciones que las cosas tenían entre sí, en todas las áreas de la vida externa e interna, reflejaban este patrón numérico básico en una forma concebida como un ritmo.

Nuestro punto de vista, no obstante de ser “abierto”, no deja de ser “reductivo”, ya que, no abarca las omisiones deliberadas e inevitables. Y es través de la palabra “cómo”, como la imaginación humana da su medida y cómo se juega el más alto destino del espíritu.

Hamlet nos dice: ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble en su racionalismo! ¡Qué infinito en sus facultades! ¡Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¡Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de criatura! Particular es un modo de encontrarte contigo mismo, por primera vez.

Con la misma perplejidad, Marco Antonio, señaló la insignificancia del hombre… en realidad la mente humana es demasiado primitiva ya que difícilmente alcanza a procesar las emociones. Ha aprendido a vivir en el afuera a un costo extraordinario; adentro, apenas alcanza a arañar la oscuridad, nos dice del Palacio.

Se nos ofrece el universo de las creaciones, productos de la imaginación, pero la imagen no se da sola, aislada, univoca, lineal del símbolo. “Puede asumir la forma de metáfora o alegoría”, donde nuestro punto de vista, busca respetar la pluralidad, la diversidad, abordando algunas de sus facetas más relevantes, desde perspectivas también plurales, nos recuerda María Noel.

Nada existe sin un propósito, nos dice Caroline Myss. Del sentido y el propósito de ilimitados horizontes, hay límites dados por nuestros arquetipos, destacando sólo en lo que somos y, a medida que maduramos, tenemos la opción de ampliar el alcance de nuestra comprensión y llegar a entender el sufrimiento de las personas.

No puedes ser otra persona que la que eres en esencia. Tus arquetipos impregnan cualquier aspecto de tu naturaleza consciente o inconsciente, desde los más sutiles hasta los más evidentes. Evolucionamos y maduramos con el tiempo, pero siempre obedeciendo a nuestros arquetipos.

Las coincidencias y la sincronicidad también son actividad arquetípica, según Caroline Myss, llamando “sincronicidad significativa” los sucesos sin relación causal. El primer destello de curiosidad sobre uno mismo, da pie a una búsqueda interior: ¿Quién soy? ¿Qué propósito tiene mi vida?, ¿Cómo puedo sentirme más realizado? No son preguntas habituales, son llamadas desde lo más profundo de tu ser, para que descubras tu verdadero yo, ese que anhela ser aceptado sin dudas ni temor y, es en tus arquetipos donde está la huella de ese yo.

Es mucho más que tu personalidad, mucho más que tus costumbres, mucho más que tus logros; un ser humano tremendamente complejo con historias, mitos, sueños… y ambiciones de proporciones cósmicas. No responden a nuestras plegarias ni nos guían; son modelos impersonales de conciencia que constituyen la esencia de la naturaleza humana. Son parte activa de nuestra conciencia, interactuando constantemente. Evolucionamos y maduramos con el tiempo, pero siempre obedeciendo a nuestros arquetipos.

¿Qué llevó al hombre a enfrentar la necesidad de convertirse en el actor de su propia vida? Nos pregunta Jaime del Palacio, agregando que parte de un cosmos perfectamente ordenado y rígidamente jerarquizado y que el hombre mismo destruyó ese cosmos y, con ello perdió la seguridad que le daba el que su propia existencia fuera indistinguible de la naturaleza. Desde entonces parece andar perdido, condenado a la libertad, actuando un papel u otro, en busca del propósito extraviado, de la salvación de sí mismo. Que el verdadero yo sea inaccesible; que nunca estemos donde somos sólo actores de lo otro que no somos… todos son ideas que han estado ahí siempre, disponibles para quién quiera pensarlas, nos dice poéticamente Jaime Palacios.

Y E. Nietzsche, agrega: Nosotros, los que conocemos, somos desconocidos para nosotros. Y esto tiene un buen fundamento: No nos hemos buscado nunca, ¿Cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos?

La conciencia de sí, la capacidad para albergar pensamientos… son desde luego características universales del ser universal del ser humano. Pero ese sujeto… pensado por San Agustin, encarnado por Petrarca, glorificado por della Mirándola, revelado por las meditaciones Metafísicas de Descartes, el imperativo categórico kantiano, el nietzcheano, del Inconsciente freudiano; el heideggeriano, el wittgensteniano, el narcisismo… ese llegó a “ser”, se convirtió, se desarrolló en medio de incontables vicisitudes, nos dice Jaime del Castillo.

Sobre la misma búsqueda, Guillaune Apollinaire nos dice: Un día me esperaba a mí mismo; me decía Guillaune es hora que vengas; para que sepa al fin quien soy.

La conciencia infinita penetra y contiene todo lo que fue, es y siempre será. Lo definiríamos como el campo cuántico que contiene todo en un estado de constante probabilidad, que algunos llaman universo. U otros, “Todo lo que es”, nos dice Gordona Biernat, agregando que: Me di cuenta de que, en esencia, “dentro y fuera” de mi, eran lo mismo, porqué mis pensamientos y el tejido con el que está hecho el universo son lo mismo.

El universo, no nada más escucha lo que digo, parece saber lo que realmente siento y creo. A través de la sincronicidad, el universo me muestra que lo que sea que pregunte, de inmediato e incondicionalmente me responde. Más allá de los fragmentos de materia física a un nivel invisible de realidad, estoy interactuando en perfecta sincronicidad con un universo consciente, el cual, desde un punto de vista terrestre, hace de ese universo un compañero en la creación, donde la coincidencia es sólo un disfraz para algo mucho más profundo y magnifico.

Monod, afirma que nuestros orígenes no pueden ser rastreados por las leyes de la física, porque han ocurrido tantos acontecimientos altamente improbables a lo largo del proceso, que el análisis científico se hace imposible. Opina que los fenómenos de la vida son siempre reductibles a la física y, afirma que no son predecibles debido al enorme cúmulo de improbabilidades que nos ha llevado a nuestro estado actual.

El azar, nos dice Morowitz, tiene al menos dos raíces: una característica básica de ciertos acontecimientos y, nuestra falta de conocimiento de los suficientes detalles. Puesto que a menudo es difícil, por no decir que imposible, distinguir entre ambas cosas, es intelectualmente peligroso asignar la categoría de incognoscibles a clases enteras de acontecimientos.

Los defensores de la necesidad se dividen entre los que piensan que nuestros orígenes son comprensibles dentro del marco de la física actual y, los que buscan nuevos principios científicos para comprender la autoorganización de la materia bajo la influencia de flujos de energía. Afirman que no aparecimos ni por un acto de voluntad ni por puro azar; más bien, nuestra existencia es una parte natural del proceso evolutivo del cosmos.

Los presocráticos establecieron el hábito mental de referirse al organismo como un pequeño universo o microcosmos, comparable en muchos aspectos al Universo o macrocosmos. Hay una tendencia a explicar el macrocosmos en términos de microcosmos o sea, en sentido biológico. Es la explicación de la vida en términos de física y de química.

El rasgo más característico del pensamiento milesiano es el de buscar sistemáticamente la causa de las cosas en las cosas mismas, que es lo que hace la ciencia. Que las propiedades de las cosas son inmanentes a la materia y excluyen por completo tanto la necesidad de un dios creador como la de dios mantenedor. De este modo, Platón en “Las leyes” nos cuenta que aquellos sabios enseñaban que las cosas existen por sí mismas y actúan por sus propiedades inmanentes.

La intencionalidad es un resultado posterior y que es a la vez caduco. La moral y la religión son productos de la intencionalidad humana. Heráclito cree que la coexistencia de lo contradictorio, es la base de la creación.

Henry Bergson, planteó que la biología demandaba leyes que iban más allá de la física del momento. Y Walter Elsasser, argumentó que las leyes de la mecánica cuántica eran inadecuadas para una biología que trata con entidades cuya complejidad hace que el concepto de identidad carezca de sentido.

La demanda de una nueva física, capaz de abordar el grado de complejidad propio de la biología, encuentra oposición. Muchos biólogos desconocen la naturaleza de la física, lo suficiente como para creer que es mucho más completa de lo que en realidad es. Tendremos que ir más allá de nuestras actuales teorías, que puede extender la física de forma que podamos afrontar mejor la cuestión de nuestro origen. Probablemente estamos sólo en el comienzo de nuestra comprensión del mundo que nos rodea.

TIEMPO, SER Y REALIDAD: LA INTUICIÓN DEL INSTANTE

El instante, que se nos acaba de escapar, es la misma muerte a la que pertenecen los mundos abolidos y los firmamentos extintos. Y, en las tinieblas del porvenir, lo ignoto mismo y temible, contiene tanto el instante que nos acerca, como los mundos y los cielos que se desconocen todavía.

El tiempo es una realidad, la del instante en que se está viviendo, afianzada y suspendida entre dos nadas, donde el tiempo tendrá que renacer, pero antes tendrá que morir. Mediante una especie de violencia creadora, el tiempo limitado al instante, nos aísla no sólo de los demás, sino también de nosotros mismos, nos dice poéticamente Raston Bachelard.

Encontramos así al filósofo ante la afirmación de que el tiempo se presenta como el instante solitario, como conciencia de una soledad. Donde tenemos conciencia sólo del presente y es preciso partir de nosotros mismos para demostrar el ser. Tomemos nuestro pensamiento y con él, el instante que pasa lo sentiremos borrarse lentamente, sin cesar y sin recuerdos ni esperanzas, por el hecho de ser inconscientes de lo que el instante que viene podrá entregarnos.

Ese instante dramático pudiera hacernos sentir o más bien presentir la realidad. Es en esta ruptura del ser, que lo “discontinuo” se llega a imponer, algo ya observado por Max Planck.

Tenemos conciencia del presente y sólo del presente que estamos viviendo. Pero si mi ser sólo toma conciencia de sí misma en el instante presente, ¿Cómo no ver que ese instante es el único sitio en que se pone a prueba la realidad? ¿Cómo escaparía lo que es real a la marca del instante presente y también, cómo podría no imprimir su huella sobre la realidad?

Es necesario tomar la duración en una indestructible unidad. Las palabras antes y después sólo poseen un sentido de referencia, porque entre el pasado y el porvenir se sigue una evolución que en su éxito general, parece continua. Pero si nos trasladamos al terreno de los cambios bruscos, en que el acto creado se inscribe abruptamente, ¿Cómo no comprender que una nueva era se abre siempre mediante un absoluto? Y en la medida en que es decisiva, toda evolución está marcada por instantes creadores, nos dice Gaston Bachelard.

¿Dónde podemos encontrar ese conocimiento del instante creador, con mayor seguridad que en el surgimiento de nuestra conciencia? ¿No es allí donde es más activo el impulso vital? El psicológico pone en ellos el vínculo de la duración. En el fondo de nosotros mismos, no captamos la causalidad que daría fuerza a la duración y, es un problema docto e indirecto buscar causas en un espíritu en que sólo nacen ideas.

Junto a la duración, al menos es necesario conceder al instante una realidad decisiva. La duración está hecha de instantes sin duración. Si dejamos establecido que la duración es un elemento relativo y secundario, más o menos ficticio siempre, como la ilusión que de ella tenemos.

Si nuestro corazón fuera lo suficientemente vasto, para amar la vida en el detalle, veríamos que todos los instantes son a la vez donadores y expoliadores y que una novedad joven o trágica, repentina siempre, no deja de ejemplificar la discontinuidad esencial del tiempo.

Nuestros actos de atención son episodios sensacionales extraídos de esa continuidad llamada duración. Nada nos autoriza a afirmar la duración; todo en nosotros contradice su sentido y estropea su lógica. Nuestro instinto está mejor informado al respecto que nuestra razón.

Cómo profetas de lo abstracto, el tiempo matemáticamente lo reducimos a una variable, la variable más adecuada para el análisis de lo posible más que de lo real, ya que como continuidad, se da más bien el esquema de la posibilidad que el de la realidad.

El presente es una “nada pura” que no logra superar realmente el pasado y el futuro. Debemos explorar dimensiones esenciales de la experiencia y buscar los aspectos esenciales centrales de nuestra condición, donde la intuición del instante es una meditación en torno a un problema fundamental del tiempo, donde nos preguntamos: ¿Si el tiempo es una suma de instantes o surge de una división del continuo temporal?

La filosofía bergosiana por el contrario, reúne indisolublemente el pasado y el porvenir donde es preciso tomar el tiempo en bloque para hacerlo una realidad que está en la fuente misma del impulso vital. Donde la vida puede recibir explicaciones instantáneas, pero lo que en verdad explica la vida es la “duración” del tiempo. La idea que tenemos del presente es de una plenitud y de una evidencia positiva y singular. En él, nos encontramos a nosotros mismos con nuestra personalidad completa. Sólo allí, por él y en él, tenemos la sensación de existir, donde hay identidad absoluta entre el sentimiento del presente y el sentimiento de la vida.

Desde el punto de vista de la vida misma, será preciso tratar de comprender el pasado mediante el presente, lejos de esforzarse sin cesar por explicar el presente mediante el pasado.

Según la física de Newton, el movimiento de una partícula es reversible, lo que significa que el tiempo es simétrico respecto al futuro y al pasado. Sin embargo, según el segundo principio de la termodinámica, el tiempo no es simétrico respecto del pasado y el futuro.

En sistemas de muchas partículas aparece la “flecha del tiempo”, que no existe en sistemas de pocas partículas ¿No será que hemos de revisar y superar la física fundamental de Newton, Einstein y Schrodinger, todas reversibles para una partícula y buscar otra física fundamental más precisa, que ya incluya la irreversibilidad temporal en sus niveles más fundamentales? se pregunta Wagensberg.

La realidad puede verse desde varios niveles con leyes distintas, difícilmente reducibles entre sí. Para otros, la realidad es única y sus leyes fundamentales corresponden a su nivel de constitución más elemental. Nos dice Wagensberg, que todo objeto obedece a una física microscópica reversible, pero el objeto formado de miles de millones de partículas que interaccionan entre sí, obedecen a reglas macroscópicas irreversibles.

¿En que difieren esas maneras de observar para que el observador microscópico vea un proceso reversible y el macroscópico vea uno irreversible?

Consideramos la misma realidad, pero en ella consideramos objetos distintos que además, observamos y medimos de diferentes maneras.

Bachelard, sostiene que la realidad del tiempo no es otra cosa que la del instante del presente, donde “instante” significa “soledad” y una realidad afianzada y suspendida entre dos “nadas”, donde el pasado es tan “vacío” como el porvenir y el porvenir está tan “muerto” como el pasado y donde paradójicamente lo único durable es el “don” de un instante.

La intuición del instante es una meditación en torno a un problema fundamental, donde la realidad del tiempo no es otra cosa que la del presente y, la única durable es el instante. Un acto es ante todo una decisión instantánea y esa decisión, es la que lleva toda la carga de la originalidad.

Para sentir el instante, nos es preciso volver a los actos claros de la conciencia. La vida no se puede comprender en una contemplación pasiva; comprenderla es más que vivirla, es verdaderamente propulsarla, es una forma impuesta a la fila de instantes del tiempo, pero siempre encuentra su realidad primordial en un instante.

Nos damos cuenta de que el instante es el rasgo verdaderamente específico del tiempo, nos dice Gaston Bachelard.

Sólo la pereza es duradera, el acto es instantáneo. En cambio, el reposo del ser es ya la nada. ¿Y cómo no ver luego que la vida es lo discontinuo de los actos? Es lo que Roupnel nos aclara y agrega: se ha llegado a decir que la duración era la vida, pero cuando menos es preciso situar la vida dentro del marco de lo discontinuo que la contiene y en la forma acometedora que la manifiesta.

Roupnel, no podía desconocer que cada acción, por simple que sea, rompe necesariamente la continuidad del devenir vital. Si se considera la historia de la vida en detalle, se ve que es una historia como las demás, llena de repeticiones, llena de anacronismos, llena de esbozos, de fracasos y de reanudaciones, nos dice Bachelard.

Pero el filósofo quiere describir átomo por átomo, célula por célula, pensamiento por pensamiento, la historia de las cosas, de los seres vivos y del espíritu, pero ha de poder desligar los hechos unos de otros, porque los hechos son hechos, porque hechos son actos y porque si no acaban mal, al menos deben por necesidad absoluta empezar en el absoluto del nacimiento, señala Bergson.

Desde el punto de vista de la vida misma, será preciso tratar de comprender el pasado mediante el presente, lejos de esforzarse sin cesar por explicar el presente mediante el pasado. La duración es una sensación como las otras, tan compleja como las otras y, no tenemos empacho en subrayar su carácter al parecer contradictorio, donde la duración está hecha de instantes sin duración. Para Bergson, una acción es un desarrollo continuo entre la decisión y la finalidad.

Una acción siempre es un desarrollo continuo que entre la decisión y la finalidad, sitúa una duración siempre original y real. Un acto es ante todo una decisión instantánea y esa decisión es la que lleva toda la carga de la originalidad.

Para Bergson, la verdadera realidad del tiempo es su duración, el instante es sólo una abstracción, sin ninguna realidad. Para Roupnel, la verdadera realidad del tiempo es el instante; la duración es sólo una construcción, sin ninguna realidad absoluta.

El aforismo “menos es más”, toma muchas formas. “Lo bueno, breve, dos veces bueno”, “vayamos al grano”, “claro, correcto y conciso”. Si estas frases son tan habituales es porque continuamente estamos siendo bombardeados por información. En la elaboración de métodos matemáticos que sacrifican sistemáticamente el detalle, a cambio de esta comprensión de nivel superior, donde los físicos utilizan un amplio abanico de técnicas y desarrollaron varios conceptos poderosos.

Tome cualquier sistema y vea de cuantas maneras pueden reordenarse sus constituyentes, sin afectar su apariencia macroscópica general. Ese número es la entropía del sistema. Si hay un gran número de estos reordenamientos, entonces la entropía es alta y el sistema es altamente desordenado. El orden se degrada a desordenado y lo hace porque hay muchas maneras de estar desordenado. Esta entropía nos da la dirección del tiempo.

En nuestro intento de explicar los fenómenos, sólo estaremos justificados para tratar de demostrar que determinadas acciones están dentro del abanico de acciones y fenómenos físicos conocidos, capaces de ser remitidos de un modo u otro a leyes dinámicas y a los principios generales de las ciencias físicas. Para Jorge Blasclive, nuestra aparición en el universo es una forma que tiene de estudiarse a sí mismo y, somos parte de sus moléculas y también parte de su conciencia.

La mecánica cuántica explica el comportamiento de la materia y la energía y, con cada nuevo avance, cambia también nuestra forma de ver el mundo y nuestra percepción del universo. No deja de ser un mundo apasionante, que nos puede revelar todos los enigmas de nuestra existencia y nuestra conciencia. Nos dice también que no es posible observar la realidad sin cambiarla. Donde un electrón es capaz de aparecer en un nivel determinado y desaparecer para aparecer en otro lugar, sin necesidad de haber realizado ningún recorrido.

METÁFORAS DE LA MENTE

Hay tantas realidades como personas en el planeta. La insatisfacción, el sufrimiento y las dificultades que diariamente experimentamos surgen de nuestra ignorancia sobre el funcionamiento de la mente y de nuestra falta de habilidad para manejar nuestros pensamientos.

Entendernos a nosotros mismos y a los demás es en buena medida cuestión de entender nuestra mente, que lidiar con nuestras emociones, necesidades y deseos, que es también tratar con nuestra mente. Para comprender al ser humano, lo hemos fragmentado a tal grado que hemos perdido la noción de nuestra verdadera esencia y no alcanzamos a dimensionar el valor que cada ser humano tiene por el solo hecho de existir.

En la búsqueda de la verdad, nuestra atención debe dirigirse al interior de nuestro cuerpo. Luchar contra nuestro cuerpo es luchar contra nuestra propia realidad; la conciencia nos “ancla en el ahora”. En el cuerpo psíquico se encuentra la puerta de entrada al Ser. Si aprendemos a mantener la mayor atención posible en el cuerpo, no nos perderemos en el mundo externo o en los laberintos de nuestra mente, nos dice Eckart Tolle.

Por lo menos, un filósofo ha tomado la mezcalina del peyote para ver qué luz arroja sobre ciertos viejos enigmas no resueltos: como el lugar de la inteligencia en la naturaleza y la relación entre cerebro y la conciencia. ¿Es que el desorden mental tiene por causa un desorden químico?

Las sensaciones, los sentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fantasías son siempre cosas privadas y son, salvo por medio de símbolos y de segunda mano, incomunicables. Así, recordando nuestras propias aflicciones y humillaciones, podemos ponernos en su lugar; pero en ciertos casos, la comunicación entre universos es incompleta o hasta inexistente.

Vernos a nosotros mismos como los demás nos ven, es un don en extremo conveniente. Es la capacidad de ver a los demás como ellos mismos se ven. Pero ¿Qué pasa si los demás habitan en un universo radicalmente extraño? Para quienes teóricamente creen lo que en la práctica saben que es verdad, los problemas planteados son problemas reales tanto más graves cuanto que algunos son completamente insolubles, y en tanto otros, solubles tan solo en circunstancias excepcionales y por métodos que no están al alcance de cualquiera.

Aldous Huxley, bajo la experiencia de la mezcalina del peyote, nos narra: El otro mundo, no era el mundo de las visiones; existía ahí mismo, en lo que podía ver con los ojos abiertos. El gran cambio se producía en el campo objetivo. Lo casi sucedido a mi universo subjetivo, carecía de importancia. Estaba contemplando lo que Adán había contemplado la mañana de su creación; el milagro, momento por momento, de la existencia desnuda. Ni agradable ni desagradable, simplemente es.

Lo verdaderamente importante era que las relaciones espaciales habían dejado de importar mucho y que mi mente, estaba percibiendo el mundo en términos que no eran los de las categorías espaciales.

En tiempos ordinarios, el ojo se dedica a problemas como ¿Dónde? ¿A qué distancia? En la experiencia de la mezcalina, las preguntas implícitas a las que el ojo responde, son de otro orden. El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés; la mente obtiene su percepción en función de intensidad de existencia, de profundidad de significado, de relaciones dentro de un sistema. Lo que advertía, lo que se grababa en mi mente, era que todos ellos brillaban con una luz viva y que la gloria era en algunos de ellos más manifiesta que en otros. La posición y las tres dimensiones quedaban al margen.

Ello no significaba, desde luego, la abolición de la categoría del espacio; el espacio seguía allí, pero había perdido su predominio. La mente se interesaba primordialmente no en las medidas y las colocaciones, sino en el ser y el significado. Y justo a la indiferencia por el espacio, había una indiferencia igualmente completa por el tiempo.

Mi experiencia real había sido y era todavía, la de una duración indefinida o alternativamente, la de un perpetuo presente formado por un apocalipsis en continuo cambio.

Los pensamientos, las emociones, los deseos y los miedos estarán ahí, pero no nos dominaran. Sin darnos cuenta, pasamos la mayor parte de nuestra vida, en medio de entramados de emociones que nuestros pensamientos nos generan, sin ser conscientes de que todo lo que nos ocurre, por fuera y por dentro de nuestro cuerpo, sucede a causa de la mente.

Ni nuestra mente es nosotros ni nosotros somos nuestra mente. No siempre somos conscientes de que nuestra mente “está en”, pero “no es” nuestro cerebro o que de hecho, aquélla no se encuentra únicamente dentro del cráneo.

¿Acaso la mente llega a “creer” en algún momento de nuestra existencia, que “somos” nosotros o somos acaso nosotros los que le otorgamos a ella una entidad propia? Si esto fuera así, entonces, ¿qué o quiénes somos nosotros?

Y si nosotros somos los actores principales de esta obra escénica llamada vida, para que la realidad observada de esta vida exista –en nuestra mente- ¿Hace falta siempre un observador consciente, un Yo, que la observe y le otorgue un sentido?

Según Bergson, es la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales principalmente “eliminatoria”, no productiva. La función del cerebro y del sistema nervioso es protegernos, impedir que quedemos abrumados y confundidos por esta masa de conocimientos, en gran parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos en cualquier momento, admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos prácticamente útil. En la medida de que somos animales, lo que nos importa es sobrevivir a toda costa y para que ésta sea posible, la inteligencia libre tiene que ser regulada mediante la válvula reductora del cerebro y del sistema nervioso, que nos ayudará a seguir con vida en la superficie de este planeta.

El universo nos da oportunidades y tenemos que aprovecharlas lo mejor que podamos; y no podemos evitar darnos cuenta de que está en la naturaleza del hado y del destino y, a partir de este momento, podemos elegir cómo viviremos nuestra vida.

El vivir, por lo general requiere que nos desprendamos de nuestra versión de la forma en que las cosas deberían ser, para ajustarnos a la forma en que son en realidad. Por tanto, debemos aceptar las cosas como son. Podemos aprender mucho sobre nosotros mismos, de las personas que son difíciles. Aceptar el hecho de que tuvimos algo que ver cuando las cosas llegan a nuestra puerta.

Las cosas pasan por una razón, nos dice Allan G. Hunter. Nos dice que cuando nos tomamos tiempo para ver lo extrañas y aleatorias que nuestras vidas parecen ser, nos damos cuenta de que en general y en mayor o menor grado, hemos estado siguiendo a nuestro corazón y, cuando lo hacemos hay una mano que nos guía y resuelve las cosas para nosotros.

Ninguna solución, decisión o conducta puede ser perfecta siempre. Sería estúpido creer que cabe la posibilidad de no cometer ni un solo error. Si en vez de limitarnos a corregir lo que haya salido mal, comprendemos también cómo y porqué ha pasado, estaremos más cerca de lograr una solución inteligente.

Resulta evidente que la humanidad no ha aprendido la lección y que la estupidez sigue dominando nuestro mundo, nos dice Giancarlo Livraghi. A menudo subestimamos los terribles efectos de la estupidez y es que, al ser tan impredecible, la conducta estúpida es más peligrosa que los daños causados intencionalmente.

Según Chopra, la esencia de la lucha humana es el conflicto entre quiénes somos y quiénes queremos ser. La dualidad es el eje de la experiencia humana. La vida y la muerte, el bien y el mal, la esperanza y la resignación coexisten en todas las personas y ejercen su influencia en todas las facetas de nuestra vida. Sin embargo, la mayoría negamos o desconocemos nuestra naturaleza dual.

La sombra, esa parte desconocida de cada uno de nosotros, que es capaz de obstaculizar muchos de nuestros mejores impulsos, es un concepto importante y entenderlo nos ofrece un camino de salida para liberarnos de acciones destructivas y frustrantes que tenemos. Si admitimos que la sincronía existe, entonces tenemos que aceptar que la vida tiene un propósito en la Tierra. Pero el “ego” trata de convencernos de que no existe.

Si no entendemos la Sombra, no podemos entrar al flujo completo de la sincronía, esa serie de coincidencias aparentemente milagrosas en las que una puerta abierta lleva a otra puerta abierta en nuestra vida, apunta G. Hunter.

Nos han condicionado a temer el lado oscuro de la vida y nuestro propio aspecto oscuro. Aunque lo más habitual sea reprimir o desoír nuestro lado oscuro, huir de esa sombra intensifica su poder y negarla, implica más sufrimiento, dolor, remordimiento y resignación.

Si no somos capaces de responsabilizarnos y extraer la sabiduría que se oculta bajo la superficie de nuestra mente consciente, la sombra asume el mando y, en lugar de ser nosotros los que la controlemos, es ella la que acaba dominándonos y empieza a elegir por nosotros, despojándonos de nuestro derecho a tomar decisiones conscientes.

Nuestra sombra nos incita a malgastar nuestra energía vital en malos hábitos y conductas repetitivas. Impide que nos expresemos plenamente, que seamos sinceros y que vivamos una vida autentica; la única forma de librarnos es aceptar la dualidad. Si no somos capaces de reconocer todo lo que somos, el Efecto Sombra nos cegará parcialmente.

Según Chopra, el Efecto Sombra está en todas partes, y está en todos los aspectos de nuestra vida.

El ego, no cree que algo sea más importante que sí mismo. Lo que representa una crisis para el ego. Recurriendo al sentimiento de enojo que acecha en el interior de la Sombra, en respuesta se enfurece con nosotros, causándonos todo tipo de problemas. La Sombra hará que estemos ciegos y sordos ante la sincronía, según Hunter. Y una vez que vemos cómo funcionan nuestras sincronizaciones, parecen estar abiertas a nosotros todo el tiempo.

El “monstruo”, no es una criatura externa, es una criatura que brota en la existencia y amenaza el frágil sentido de identidad que tenemos y, que se basa en el ego. Las actividades compulsivas de cualquier tipo, son intentos de manejar la incertidumbre. El miedo viene de una dimensión psicológica y la solución propuesta, es sólo un consuelo físico para compensar una necesidad real.

¿Qué hacemos cuando las cosas que existen fuera de nuestra zona de confort nos presentan un desafío? Esta confrontación con un monstruo, es un componente de cualquier obra literaria. Pero, ¿vamos a vivir con temor o valor?

Podemos elegir el miedo, pero si optamos por el valor, entonces estamos honrando lo que es auténtico en nuestro interior; estamos eligiendo amarnos a nosotros mismos.

El “monstruo” que nos atacará a todos, es porque el monstruo existe en la psique y por lo tanto, el hombre que ha llevado una vida de timidez y temor, no ha sido capaz de aceptar al monstruo, que ninguna cantidad de actividades compensatorias puede resolverlo.

Malgastamos nuestra naturaleza social, delegando la responsabilidad de las consecuencias de nuestras decisiones a una autoridad que consideramos en algún momento capacitada, pero que en realidad, no tiene la más remota idea o interés en que los individuos sobre los que ejerce ese poder alcancen un grado personal de excelencia.

Desde hace miles de años acariciamos nuestro excitable ego cada vez que nos situamos sobre la cúspide del conjunto de seres vivos del universo. Nuestro proceso perceptivo no se sustenta en Ver—Entender; sino que se basa en Ver—Reconocer—Entender. Nuestro proceso perceptivo funciona de esta manera, porque es lo que menos energía emplea, según Gregory Cajina.

Pero ni educar es memorizar, es aprender; solamente el aprendizaje permanente y exhaustivo lleva a un logro extraordinario. Hallaremos mecanismos para recordar que la mejor manera de aprender no es necesariamente memorizando sino interiorizando una serie de habilidades que sólo miles de horas de práctica pueden arraigar permanentemente en nuestro subconsciente y que por cierto, no se hallará sólo en nuestra cabeza.

Mitos y literatura proporcionan evidencias abundantes y convincentes de que éste es un concepto central en la psique humana, que todos compartimos y que Carl Jung denominó “El inconsciente Colectivo”. Y podremos ver que el vivir en una sincronía plena, depende de varias cosas, donde algunos aspectos de nuestra vida son misteriosos, en el que parece haber un patrón en sincronía descender a nuestro ser, para descubrir más sobre lo que somos.

Esto nos lleva a examinar bajo una nueva luz nuestro mundo moral y a admitir nuestras fragilidades, y aún cuando nos encontremos con nuestro Yo Sombrío, dice Hunter, descubriremos una fuente de poder autentica que nos despertará y nos pondrá en contacto con nuestra profunda compasión. Esto abrirá una conciencia de la forma en que la sincronía funciona realmente en nuestra vida, como a sentir que podemos movernos con ella.

Lejos de ser aterrador aceptar nuestra sombra, nos permite realizarnos y ser nosotros plenamente, recuperar nuestro poder, desatar nuestra pasión y materializar nuestros sueños.

INCURSIONES EN EL MUNDO ACAUSAL Y LA SINCRONICIDAD

La ciencia es un refinamiento sistemático de los conceptos de la vida cotidiana, que revela una realidad profunda, no visible directamente de la realidad diaria de las cosas que nos rodean. Esta profunda realidad dejaría de ser un objeto de la física, de la matemática y la especulación pura, si se desvinculara por completo de las realidades de la vida cotidiana.

Un movimiento uniforme es un hecho esencial sin causa alguna, contrario a lo que se suponía de que en ausencia de cualquier causa de movimiento existía el reposo y que cualquier velocidad era debida a una causa, lo que condujo a una nueva formulación de las leyes de la gravitación por parte de Einstein.

Mediante un análisis del papel que desempeñan en la estructura de la física las tres constantes universales de la naturaleza: velocidad de la luz en el vacío, constante gravitacional, y en cuanto a la de acción de Planck, es posible delimitar ciertos dominios cerrados de las leyes naturales, que son válidas bajo determinadas aproximaciones.

Según Pauli, estos dominios son el de la física clásica, en el que se atribuye un significado independiente al espacio y al tiempo y que está gobernado por la causalidad en el sentido clásico; el de la teoría de la relatividad general, en el que las relaciones geométricas del continuo espacio-tiempo son dependientes de la materia; y por último, el de la mecánica cuántica en el que se abandona el concepto clásico de causalidad y se lo reemplaza por la complementariedad mecano-cuántica.

Muchos conceptos que en apariencia derivan directamente de modelos intuitivos proporcionados por percepciones sensoriales y que antiguamente, eran considerados naturales, triviales o sencillamente obvios, se le antojan al físico moderno de aplicabilidad limitada. De aquí surgen dominios separados con múltiples interconexiones lógicas, cada una de las cuales incluye sus propias condiciones a priori, donde la complementariedad mecano-cuántica se puede considerar como una generalización natural y útil de la causalidad clásica.

No siempre es posible constatar mediante el experimento, cada uno de los asertos de una teoría científica, aunque el sistema de pensamiento considerado en su conjunto deba contener, si merece el nombre de teoría científica, posibilidades de constatación a través de métodos empíricos, lo que constituye su capacidad de verificación. A la luz de nuestra perspectiva histórica, se ha limitado a un ámbito excesivamente restringido y podemos decir que se ha llegado a un punto en el cual la concepción racionalista ha sobrepasado sus posibilidades y, se encuentra constreñida. Asimismo, da la sensación de que los contrastes se han acentuado de forma extraordinaria, aunque los efectos visibles de esta realidad abstracta son tan concretos como cualquier otra cosa, nos lo señala Pauli.

Parece obvio y emocionalmente comprensible, que tenga lugar una huida desde lo meramente racional hacia su antítesis y, no existe otro camino más efectivo que el de exponerse de una u otra forma a estos contrastes acentuados y a sus conflictos.

Para Hubert Reeves, no existe ninguna posibilidad de obtener una certeza sobre cosas que sobrepasan nuestro entendimiento.

En nuestra escala estamos habituados a la idea de que las propiedades de los objetos, están localizados en los objetos. Esta noción intuitiva, que nos parece que está de acuerdo con la realidad, se borra en la escala atómica.

Partículas y propiedades están situadas en un volumen de espacio; cuando dichas propiedades ya no están localizadas en un punto dado, sino que están “diluidas” en el espacio, representadas por una “función de onda”, las partículas permanecen en “contacto” sin importar la distancia que las separe, aun y cuando las separe millones de años luz.

Y se reconoce que la idea de localización de las propiedades no puede aplicarse en la escala atómica. Sabemos que la causa precede al efecto y por añadidura siempre hay un retraso, por lo que las relaciones causales exigen una demora cuya duración está relacionada con la distancia.

En el plano “acausal”, podría también estar en la base la misteriosa tendencia de la materia a organizarse y a estructurarse para adquirir nuevas propiedades llamadas “propiedades emergentes”, que pasa de la simplicidad a una complejidad creciente. Sería el plano en el cual se insertaría la cuestión del sentido o de la intención en la naturaleza.

El buen método, cuando se estudia lo sincrónico, consiste primero en buscar las explicaciones causales posibles y, en apelar a la sincronidad únicamente en el momento en que se han agotado y resultan inoperantes las explicaciones causales.

La ciencia para Pauli, puede estar ella misma infiltrada por proyecciones del inconsciente y que toda filosofía, como lo mostró bien Jung, es el horizonte de la psicología, al mismo tiempo que supone un salto del dominio de la psique al dominio del ser, de la psicología a la ontología, y que no está el mismo exento de notaciones arquetípicas y, que la psicología no puede por sí misma justificar, aunque puede esclarecer conservando su autonomía en cada uno de estos dominios, señala H. Reeves.

Para Carl Jung: La sincronicidad es la unión de eventos internos y externos de las personas, de una manera que no puede ser explicada por causa y efecto y, que resulta significativa para el observador. La sincronicidad juega un papel importante en la realidad de la vida. Todo está interconectado, cambiando y manifestándose infinitamente a través de una perfecta sincronía en el mundo.

Carl Jung definió la “sincronicidad” como “la concurrencia de un estado psíquico interior con un hecho situado fuera del campo de percepción normalmente posible de la persona”. De ahí la necesidad de recurrir a un marco conceptual nuevo, que sobrepase la idea de causalidad y suponga, por lo tanto, una condición de la psique que se sitúe más allá o más acá del espacio y del tiempo.

Jung admitía una disposición de las cosas sin causa universal, hipótesis que remitía a una potencialidad del mundo ya señalada por filósofos y místicos orientales y por los principales fundadores de la física cuántica.

Experimentamos la sincronicidad cuando nuestra mente está abierta y nuestra conciencia elevada, apareciendo como coincidencias o golpes de suerte. Aparece como señales que revelan la interconexión sobre nuestro mundo y el infinito, de la realidad interna y externa.

La sincronicidad por lo general aparece aleatoriamente y, parece entrar en juego cuando nuestros pensamientos internos y las situaciones externas coinciden en el tiempo, conectándose contra toda probabilidad de una forma aparentemente significativa.

La sincronicidad tiene información significativa para el observador y aun así, no puede ser explicada de una manera racional por una secuencia normal de causa y efecto. Te conecta con el universo a un nivel personal de manera más profunda. Parece ser el patrón por debajo del tejido del universo, o de una “Ley no reconocida”. Según el libro del Kybalión, de autores desconocidos, que nos dice: ”Visto desde una perspectiva superior”, siempre estás en el momento correcto y en el lugar indicado para experimentar lo que necesitas, justo AHORA, nos dice Gordana Biernat.

Para el libro del Kybalión: Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo pasa de acuerdo con la ley; casualidad es sólo un nombre para una ley no reconocida. Resaltando la estructura invisible de la casualidad y la conectividad y la coincidencia.

Nos dice Donald Davidson: “Nunca entendí el concepto semántico de la verdad, ni la mayor parte de la filosofía del lenguaje, con su jerarquía de niveles de verdad”. Para Wittgenstein, la clave del conocimiento y la comprensión, estaba en el mundo del silencio, más allá del lenguaje. El pensamiento no es idéntico al lenguaje.

La verdad profunda, debe ser universal y no particular; el lenguaje es el instrumento de la idea que a veces incluso se convierte en obstáculo para la expresión, ya que no es un juego fácil. Los filósofos no cuentan con herramientas como el experimento, la naturaleza de los físicos o el de los axiomas en las matemáticas, que garantice su permanente honestidad, señala H. Reeves. ¿Cómo podían advertirlo, si cometían errores?

La realidad como el tiempo y otros conceptos profundos, simplemente se entiende y se siente, pero es casi imposible expresarla por medio del lenguaje; aferrándonos a metáforas, por expresarlos en la forma limitada del lenguaje.

La teoría cuántica incorpora un aspecto acausal, en todas las manifestaciones atómicas. Su indeterminismo es uno de sus fundamentos. Esta indeterminación desaparece cuando se trata de conjuntos de muchos átomos.

Los átomos de hace quince mil millones de años, estaban todos a la misma temperatura; no tenían, ni nunca tuvieron “Respuestas Causales”. Y, las descripciones cuánticas hacen intervenir funciones de probabilidad que aseguran el contacto acausal.

Un péndulo en movimiento, ignora la presencia cercana a él, para orientarla hacia galaxias lejanas. Se pregunta Reeves: ¿Cuál es la misteriosa fuerza, que constituye el vehículo de esta influencia?

Mach, propuso que hay que ver aquí una especie de acción de lo “global” del universo, sobre lo “local” del péndulo. Esta acción, se dice que no pasa por ninguno de los caminos clásicos de intercambio y nada nos autoriza a pensar que cualquier causa de orden causal exista entre lo global y lo local. La palabra “omnipresencia y de inseparabilidad” parecen mucho más apropiados, señala Reeves.

¿Estamos ante una manifestación de un nivel acausal de la realidad?

Un análisis profundo nos lleva a percibir una influencia de la materia sobre sí misma, lo cual no implica un intercambio de información en el sentido de la física tradicional o, una omnipresencia de la materia independientemente de toda localización y de toda velocidad e independientemente del espacio y del tiempo.

La historia del universo nos muestra el lento proceso por el cual la materia pasa de la simplicidad a una complejidad siempre creciente, del quark, a los nucleones, al átomo, moléculas, células, organismos, ser humano y la conciencia, última propiedad emergente de la materia que se organiza.

En el plano acausal, se insertaría la cuestión del “sentido” o de la “intención” en la naturaleza, con lo que la “conciencia” del hombre pertenecería al universo y estaría inscrita en la evolución de éste.

En este plano acausal”, Carl Jung, junto con el físico, premio Nobel J. Pauli, agregan a lo clásico de la “ley de conservación: continuo espacio-tiempo y causalidad”, la “sincronicidad”; con la existencia de hechos que no se pueden explicar por efectos de “causa y efecto” aclarando que estos hechos no están aislados, sino que pertenecen a un “factor universal por toda la eternidad”, que “es significativo de la muy grande unidad de nuestro universo en todos los planos”.

En la sincronía, desaparecen las relaciones racionales causales de orden tiempo-espacio. Pero, ¿Por qué saber quién eres, lo cambia todo?

La conciencia, es la estructura que sustenta todo. Esta fuerza poderosa del universo, manteniendo la conciencia todo en el lugar correcto, dice Gordana Biernat, y que parece residir en las partículas más pequeñas de la nada, o lo que los físicos llaman el “infinito campo de posibilidades”. Es donde todo lo que fue, es y alguna vez será.

Carl Jung, sugiere que cuando estamos en un camino que se relaciona con lo más que hay en nuestro interior, tenemos acceso a las energías del inconsciente colectivo, la sabiduría profunda que existe en la raza humana y que guía… si nosotros lo permitimos.

Si dejamos de ser puramente racionales y decidimos seguir las intuiciones, esos poderes se manifiestan para guiarnos. Será inevitable que surjan resistencias por parte de personas que no creen que pudiera haber otra cosa que no fuera una coincidencia, pero para Jung, lo que llamamos coincidencias, eran evidentemente sincronías; momentos en que la energía del universo trabaja para mostrarnos el camino que se abre ante nosotros.

De esta manera, la conciencia está en todos lados, y aun así, no la podemos ver. En un nivel cuántico de realidad física, nada puede existir por sí mismo. Todo existe con relación a algo más y son esas relaciones las que definen su existencia.

Casos de coincidencias significativas, que deben distinguirse de los simples grupos de azar, parecen basarse en fundamentos arquetípicos. Los arquetipos, son datos psicoides, que son perceptibles y definibles sólo aproximadamente. H. Reeves, nos dice que la simplicidad suprime y anula el tiempo o proviene de fuera del tiempo. En la sincronía, desaparecen las relaciones racionales y las relaciones causales de orden temporal espacial.

La sincronicidad anula el tiempo, como acausal y por tanto, “atemporal”. Queda excluida una explicación causal de la sincronicidad ya que consiste esencialmente en correspondencias fortuitas. Descansa en datos psicoides arquetipos, son perceptibles y definibles sólo aproximadamente. Las consecuencias lógicas son de nuevo apremiantes y obligan a emitir la hipótesis de una concepción general de la acausalidad y de la atemporalidad.

La sincronicidad, es entendida como una disposición sin causa. En este concepto entran en efecto todos los actos de creación y los datos a priori, como las propiedades de los números enteros, las discontinuidades de la física moderna, a lo que Jung, nos dice: En verdad me inclino a la hipótesis de que la sincronicidad en el sentido más estrecho, no es más que un caso particular de la disposición sin causa universal.

La sincronicidad sería la manifestación de un no tiempo, que crearía un no tiempo en el tiempo. Emitiendo la hipótesis de otro mundo de realidad diferente del puramente sensible. Toda causa del orden físico supone el transcurso de un tiempo. Dicho de otra manera y en el marco metafísico que él construye así, en cuanto a la realidad del universo, Jung introduce una condición de arquetipo y en consecuencia de la psicoide. Y luego de la naturaleza misma del hombre que remite a una realidad aún más profunda, de suerte que paradójicamente Jung se ve forzado a despsicologizar la psicología para validarla mejor, nos dicen tanto H. Reeves, como K. Pribram y M. L. Von Franz.

MÁS ALLÁ DE LA MECÁNICA CUÁNTICA

Para Heisenberg: la física es un trabajo honrado; solo después de haberla aprendido se tiene el derecho sobre él. La física cuántica continúa obteniendo descubrimientos y propiciando no sólo sorprendentes aplicaciones, sino también exigiéndonos una nueva forma de pensar y en definitiva, de mirar el mundo para comprenderlo, narra María Bosca. Agregando que: Algunos de los pilares ontoepistemológicos de lo que podríamos denominar la tradición realista del pensamiento clásico, han ido siendo lanzados por la borda, donde las propiedades físicas de un objeto, que son objetivas y deben proporcionar los mismos valores sea cual sea el modo de observación o medida realizado.

El siglo XIX, consiguió hacer de la física una herramienta eficaz, capaz de explicar casi todos los fenómenos conocidos; contaba con magnificas teorías, como las de las interacciones entre partículas de Newon; la del campo electromagnético de Maswell, la termodinámica y la mecánica estadística.

Su conjunción y su intuición por la inteligencia del orden subyacente al caos y, el azar, considerado sólo aparentes en la naturaleza, se había conseguido establecer un conjunto de leyes con expresión matemática, que permitían no solo dar cuenta de los fenómenos ya observados, sino también realizar predicciones comprobables o refutables vía la experimentación y la observación.

La naturaleza puede dividirse en elementos conceptualmente distinguibles, asumibles como independientes de cualquier otro elemento con el que no se puede establecer una conexión causal. En consecuencia, la información completa relativa a un sistema compuesto, una vez que sus partes se han separado y es imposible la conexión causal entre ellas, es la suma de las informaciones completas sobre sus distintas partes.

La mecánica cuántica, según Anthony James Legget, es mucho más que simplemente una teoría; es una forma completamente diferente de mirar el mundo, implicando un cambio de paradigma quizá más radical que ningún otro en la historia del pensamiento. Y nos preguntamos ¿Es la física cuántica una descripción de la realidad?

Para Niels Bohr, es un error pensar que la tarea de la física es descubrir como es la naturaleza. La física concierne sólo a lo que podemos decir acerca de la naturaleza. La vieja verdad de que en nuestra descripción de la naturaleza, el propósito no es revelar la verdadera esencia de los fenómenos, sino tan solo rastrear, hasta donde sea posible, las relaciones entre los múltiples aspectos de nuestra experiencia. Y agrega Heisenberg: tenemos que recordar que lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de indagación. Y Pascual Jordan nos dice: el electrón lo obligamos a asumir una posición definida. Nosotros mismos producimos los resultados en la medición.

Como la respuesta nos traslada al fenómeno y liga al observador con lo observado, parece que se podría plantear una duda sobre la existencia misma de alguna realidad.

La concepción realista objetiva clásica parte del supuesto de que el mundo es por completo exterior al sujeto, de modo que constituye un ideal de nuestro conocimiento, el adecuarse a esa realidad previamente dada.

Cada vez son más numerosos los fenómenos que afloramos en nuestro indagar y que sólo admiten pura representación matemática, sin que nuestro humano y limitado cerebro pueda visualizarlos en su estrecho corsé de conceptos clásicos.

¿Seremos tan soberbios como para negar lo que parece que no podemos conocer? ¿No será que seguimos encerrados en la trampa cultural de los absolutos? se pregunta María Bosca.

Según Rupert Sheldrake, el enfoque mecanicista, no acierta a explicar ciertos fenómenos y que también deja de resolver cierto número de inquietantes enigmas en el campo de la biología. Propone la existencia de una nueva clase de campo, una fuerza misteriosa que, conecta a cada individuo con todos los demás individuos que hubo en el pasado de su especie. Sugiriendo que cada especie tiene una “mente grupal”, la cual puede proporcionar una base científica que permita comprender también ciertos fenómenos físicos.

Parte de la razón real reside en que la visión de la realidad ofrecida por la teoría cuántica, atenta contra el simple sentido común. Muchos físicos se conformaban con atender a sus aspectos más funcionales y se abstenían de comentar sus consecuencias filosóficas, más inquietantes, señala Michael Talbot.

El experimento de Aspect, no es el único avance científico que tiene profundas implicaciones “metafísicas”, que afirman que en el marco de nuestros descubrimientos, estamos empezando a encontrar por fin respuestas a algunos de los grandes interrogantes de todos los tiempos, como: ¿Puede la conciencia subsistir a parte del cuerpo? ¿Es el universo un accidente, o es producto de un designio inteligente? Y ¿Cuál es la relación última entre mente y realidad?

Para la raza humana parece una necesidad biológica creer que más allá del límite del conocimiento humano sólo existe un vacío. Pero como la naturaleza aborrece el vacío, siempre comprobaremos que el vacío no es tal, sino simplemente nuevo territorio cuyo mapa falta trazar, según Talbot.

El síndrome del Límite o tendencia a creer que si en gran número de casos se aplica una regla o límite, tiene que aplicarse por lo tanto en todos los casos. El mundo conocido de nuestros sentidos, no se interrumpe abruptamente, si no que hay una gradación imperceptible hacia una realidad diferente.

En algún punto de nuestra gradación, una realidad de pronto se convierte en otra. El tiempo y el espacio adquieren significado diferente cuando desaparecen las divisiones entre la realidad interior y la exterior. Tendremos que tomar un nuevo camino para comprender sus descubrimientos, deberemos alejarnos de la física, pero manteniendo siempre el mismo propósito, una búsqueda de nosotros mismos.

La ciencia se detiene necesariamente cuando enfrenta un problema que el pensamiento racional no puede resolver, aunque puede abrirse a nuevas rutas. La noción de “Unión” hace que aparezcan en la mente imágenes indeseables. Disolución en un estado, en un estado de nada o pérdida de la propia identidad, como una gota de agua desaparece en el océano, señala Chopra.

En esta experiencia que tuve, recuerda Chopra, era como si la inteligencia y los sentidos hubieran sido reemplazados por algo que podríamos llamar Conciencia Sin materia. Me di cuenta de que la visión y la realidad se pueden intercambiar, como la energía y la materia.

Según los rishis, el cerebro no es importante en cuanto objeto; es importante porque nuestra propia subjetividad brilla a través de él; cuando nuestros cerebros nos muestran el mundo, en realidad nos están mostrando a nosotros mismos. La única realidad de la que podemos saber algo es la que está siendo reflejada por el cerebro y por lo tanto, todo cuanto existe está dentro de nuestra subjetividad.

John Weeler, cree que la sustancia última del universo es pura información. Fredkin nos dice que nuestro propio nivel de realidad percibimos como partículas subatómicas un patrón y lo que percibimos como partícula en movimiento, es el paso en secuencia de estar conectado o desconectado. En ese mismo universo infinitamente interconectado, está de nuevo implícita la idea de que la sustancia última de la realidad es la información.

OBSERVACIONES GENERALES

La ciencia es joven, y el hecho de que sobreviva el tiempo suficiente para llegar a vieja, depende de nuestra cordura, coraje y vigor y como siempre, se debe añadir, de que antes no nos destruyamos a nosotros mismos. Para Sófocles: Nada que sea grandioso entra en la vida de los mortales sin una maldición.

Según Elkana, la dirección de la investigación científica depende de factores históricos y culturales. Feyerabend está comprometido con la idea de que puede ser necesaria una reestructuración radical del conocimiento. Y agrega: Mi crítica a la ciencia moderna es que inhibe la libertad de pensamiento. Si la razón estriba en que ha hallado la verdad y ahora la sigue, debía entonces saber que hay cosas mejores que su primer hallazgo.

Cabe recordar que el avance de la ciencia ha dependido con frecuencia de la aparición de ideas discutibles apoyadas inicialmente sólo por unos pocos pensadores valerosos. La metafísica de hoy puede ser la física del mañana, agrega Talbot.

La base primordial y el verdadero significado de las matemáticas todavía sigue siendo un problema por resolver. Cada formalismo matemático posee a cada paso, la característica de resultar incompleto, lo que significa que toda teoría matemática es coherente en sí misma pero incompleta. Donde hay preguntas que no son evidentes, que no están claras y que son incompletas.

Siempre hay problemas que pueden ser formulados en el marco del formalismo, pero que no se pueden resolver por deducción del propio formalismo. La física proyecta todo lo que existe en el fondo de la posibilidad. No sorprende que en una existencia fenoménica aislada, una parte de la naturaleza nos asombre por su irracionalidad y que no podamos analizarla por completo.

El acontecimiento aislado siempre es irracional. A través de la física cuando se llega a un acontecimiento aislado en la naturaleza, no existe una explicación completamente válida. Cualquier fragmento de la existencia fenómica, es decir contiene algo irracional que no se puede descubrir a través del análisis físico.

No es de extrañar que cualquier pedacito de la naturaleza que elijamos posea un factor irracional último, que no podemos ni podremos explicar jamás y que lo único que podemos hacer es describirlo, como en la física, proyectándolo sobre el telón de lo posible, nos señala, von Franz.

Puesto que los enteros naturales, poseen algo de irracional, los fundamentos de las matemáticas no son sólidos puesto que se basa en la serie de enteros naturales. Según Weyl, los números simples no se enfatizan en las matemáticas, pero son proyecciones por un procedimiento específico en el telón de fondo de infinitas posibilidades para de ese modo, poder utilizarlos.

Según Von Franz: Los matemáticos nunca niegan que los números simples poseen cualidades irracionales e individuales.

Para Poincare, todos los enteros naturales son individuos irracionales y es justamente por eso que no podemos hacer muchas teorías numéricas generales respecto a los mismos, por lo que no son muy prolíficos para las matemáticas. No son muy útiles, porque hay demasiados casos simples y no hay bastantes generalidades en las que se pueda hacer un teorema.

Tendremos que prestar atención a los casos simples y que no nos gustan como matemáticos, porque temporalmente preferimos formular teorías generales, que por lo general son válidas.

Lo que Jung describió como el desarrollo general de la mente humana, que cualquier cosa que ahora denominamos espíritu subjetivo, incluyendo nuestra actividad mental científica, fue una vez el espíritu objetivo; eso quiere decir el movimiento inspirador de la psique inconsciente pero con el desarrollo de la conciencia hemos captado la parte que ahora manipulamos y llamamos nuestra, comportándonos como si fuera algo que poseemos por completo.

Para Wolfgang Pauli, debido al carácter indeterminado de ley natural, la observación física adquiere un carácter de realidad única irracional y como resultado, no puedes predecir; opuesto a ella está el aspecto racional de un orden abstracto de posibilidad que se puede plantear con la ayuda del concepto matemático de la probabilidad.

Lo cierto es que todas las matemáticas y el uso que se hace de ellas en la física moderna, se basa en el principio de admitir la imposibilidad de realizar predicciones aisladas de acontecimientos aislados, pero con la meta de poder hacerlo cuando se llega a miles de millones de acontecimientos, que es cuando se consigue una gran cantidad de precisión.

En la historia de la ciencia, todos los errores que se han cometido, se han debido al hecho de que las personas en el pasado estaban fascinadas por una idea arquetípica, que impedía que pudieran ver más allá y por consiguiente, dejaban de buscar más explicaciones.

La mayor parte de las personas creen, y es una convicción emocional, que la verdad estadística es la verdad: De que la probabilidad y la estadística son la verdad y que no existe otra. Según Jung, ha de haber un factor formal en la naturaleza que coordine ciertas formas del mundo físico con el mundo psíquico, dos mundos incompatibles.

Es innecesario decir que la ciencia misma no nos librará de peligros a los que su conocimiento nos ha expuesto. Las afirmaciones científicas sobre hechos y relaciones no pueden darnos directrices éticas, aunque es posible hacer racionales y coherentes las directrices éticas por el pensamiento lógico y el conocimiento empírico, si exploramos a la naturaleza y será en vano; ella es indiferente a nuestro destino, y su costumbre es ensayarlo todo y ser implacable con la incompetencia.

La evolución darwiniana, al destacar que todas las especies de la vida terrestre están relacionadas y que todas surgieron de la materia ordinaria, puso de manifiesto que no hay ninguna muralla que nos separe de las otras creaturas de la Tierra o del planeta que nos dio la vida; que estamos hechos del mismo material del que están hechos los mundos.

Formamos una unidad con el universo. Heraclito escribió que ”todas las cosas son una sola” y Lao-tse, describió al hombre y la naturaleza como gobernados por un solo principio, llamado el Tao y la creencia en la unidad de la humanidad con el cosmos, estaba difundida entre los pueblos anteriores a la escritura.

La física cuántica destruyo la metáfora, hoja que separaba al observador distante del mundo observado; descubrimos que estamos inevitablemente enredados en aquello que estudiamos.

Al demostrar que la materia es la misma en todas partes y de que en todas partes obedece a las mismas leyes, reveló una unidad cósmica que se extiende desde la fusión nuclear hasta la química de la vida.

La explosión del Cámbrico y la vida pluricelular de diseño moderno, ocupa poco más del 10 por ciento del tiempo terrestre, enigmas que siguen siendo misterios centrales de la historia de la vida; ¿Por qué apareció tan tarde la vida pluricelular? Y ¿Por qué estos seres anatómicamente complejos no tienen precursores directos más simples, en el registro fósil de los precámbricos?

Esta aparente ausencia de vida durante la mayor parte de la historia de la Tierra y su posterior en toda su complejidad, para los antievolucionistas, considerando la explosión del Cámbrico, como el momento de la creación por Dios, identificando la explosión del Cámbrico como una refutación de la evolución.

¿Por qué el origen de la vida pluricelular se dio en forma de un corto pulso a través de tres faunas radicalmente diferentes y no como un aumento lento y continuo de complejidad?

Hasta cierto punto, podemos educar y controlar o por lo menos encauzar de manera constructiva, aquello de lo que tenemos conciencia en nosotros mismos. Pero si somos inconscientes de algo, tarde o temprano ese algo terminará por encontrar la manera de dominarnos y controlarnos.

Según Liz Greene y Howard Sasportas: Aquello de lo que no tenemos conciencia, tiene su propia manera no sólo de aparecer desde nuestro interior, sino de materializarse en el exterior, de modo que tropezamos en la vida con personas y circunstancias que de una manera extraña e inexplicable son producto de destilación de nuestro ser más desconocido.

Para Ian Fleming, una vez es casualidad, dos veces coincidencia y tres veces acción del enemigo. Si a un individuo se le repite una pauta en la que ciertos objetivos conscientes resultan siempre bloqueados o frustrados, lo más sensato es que vaya a preguntarle el porqué al inconsciente.

Todos nacemos con impulsos agresivos innatos. La agresividad es un componente innato de nuestra estructura biológica, lo mismo que el impulso sexual es una parte esencial de nuestro equipamiento instintivo de los seres humanos. Cabe preguntarse, por qué la agresividad, que también es parte natural de nuestra herencia biológica, no habría de servir igualmente a un importante propósito evolutivo.

La agresividad no es necesariamente destructiva, dimana de una tendencia innata que parece ser característica de toda materia viviente, a crecer y a dominar la vida. Sólo cuando esta fuerza vital se ve obstruida en su desarrollo, se hacen presentes junto a ella los ingredientes de cólera, odio y furia.

Parece ridículo e incluso imprudente, el instinto de liberarnos totalmente de una parte de nuestra naturaleza que es innata y que quiere dominar la vida. Es verdad que en torno de nosotros y en nuestra vida cotidiana, nos dicen Greene y Sasporta, vemos las formas más desagradables de la agresividad: personas a quienes se asesina, se tortura y se somete a diversas formas de crueldad psicológica. La agresividad también puede volverse hacia adentro, atacar a la mente y al cuerpo y convertirse en un factor que provoca o agrava enfermedades cardiacas y muchas más.

Al mismo tiempo que detestamos estas formas negativas de la agresividad, debemos tener presente su otro rostro, el de nuestra agresividad básica, natural y sana, que es loable y digna de estima y, que no debemos desatender si nos interesa nuestra supervivencia. Le debemos la voluntad de cultivar o desplegar lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

Cuando este deseo de crecer, progresar y avanzar se ve bloqueado, por otras partes de nuestra propia naturaleza o por la acción de otras personas, se convierte en cólera. La cólera se puede entender como un movimiento bloqueado. La agresividad sana, es también, el impulso positivo a comprender y dominar el mundo exterior, es una fuerza interior muy profunda que nos proporciona el ímpetu necesario para aprender cosas nuevas. Si no contrarrestamos su fuerza e integramos su sabiduría, nuestra sombra tiene el potencial de seguir causando estragos en nuestras vidas y en nuestro mundo

Cuando nos negamos a aceptar nuestra verdadera naturaleza, gana la sombra, señala Debble Ford; y si no iluminamos la oscuridad de nuestros impulsos humanos con la luz de nuestro yo superior, gana la sombra. Hasta que no aceptemos todo lo que somos, el Efecto Sombra tendrá el poder de impedir nuestra felicidad. Si no la reconocemos, la sombra evitará nuestra realización personal, impedirá que logremos nuestros planes más detallados y viviremos a medias. El trabajo con la sombra, señala Ford, es más que un proceso psicológico, es una receta para los problemas no resueltos, trasciende cualquier teoría psicológica

Nadie en este mundo se libra de su sombra: cuando nos la tomamos en serio y la comprendemos, puede dar pie a una nueva realidad que cambiará nuestros sentimientos respecto a nosotros mismos. Es el guía que nos apoya en el descubrimiento de nuestra verdadera grandeza. La sombra no es un problema sino un campo fértil por cultivar, donde encontraremos las potentes semillas de la persona que deseamos ser. Lo que aspiramos todos es que esa mala persona que hay en nosotros y que puede arruinarlo todo, esté bajo control.

La sombra es de creación humana, nos dice Chopra, no una fuerza cósmica o una maldición universal; podemos reducir su poder oculto en nuestra vida cotidiana. Todos juntos hemos creado esta sombra que ahora nos acecha y, a pesar de nuestros miedos y rechazo a enfrentarnos a este hecho, resulta que es la clave de la transformación. Y si tú y yo no fuéramos parte del problema, no podríamos esperar formar parte de la solución.







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