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Diciembre 2018

Brasil bajo Bolsonaro: desafíos inmediatos

Esther Solano Gallego. ARI 118/2018 - 5/11/2018

Acto en favor del candidato Bolsonaro el 21 de octubre en Brasilia. Foto: Alessandro Dias (CC BY-NC-ND 2.0)

Acto en favor del candidato Bolsonaro el 21 de octubre en Brasilia. Foto: Alessandro Dias (CC BY-NC-ND 2.0)

 

El nuevo gobierno de Jair Bolsonaro tomará posesión el 1 de enero de 2019. En este análisis se presentan los principales desafíos que el futuro presidente y su gabinete tendrán por delante durante los próximos cuatro años de gestión.

Resumen

El futuro gobierno de Jair Bolsonaro se enfrentará a retos importantes. Los principales, los económicos, con una urgente reforma del sistema de pensiones aún pendiente. Asimismo, la gobernabilidad en un nuevo Congreso con 30 partidos representados tampoco será tarea fácil. El nuevo presidente es un líder populista y con tendencias autoritarias pero el sistema político brasileño una máquina enorme y muy compleja por lo que surgen dudas acerca de su capacidad para gobernar con estabilidad.

Análisis

La legitimidad

Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil en una segunda vuelta angustiosa para el país y el nuevo mandatario tomará posesión del Palácio do Planalto en enero. Su campaña, demagógica, infantilizada, plagada de lugares comunes y fórmulas facilonas y vacuas, se centró en el combate contra la corrupción, en la seguridad ciudadana, en el “antipetismo” y en los valores familiares y religiosos. Prácticamente no hubo propuestas programáticas concretas, por lo que ahora se presenta una gran incertidumbre sobre cuál será su verdadero estilo de gobierno. Muchos votantes que eligieron al nuevo presidente lo hicieron porque prometió un cambio radical en las prácticas corruptas de Brasilia, una mejora inminente en la seguridad ciudadana y el relanzamiento del crecimiento económico. No detalló en ningún momento el contenido de sus grandes promesas.

Tras el atentado que realzó su imagen y lo humanizó ante el público brasileño, la candidatura de Bolsonaro llegó a la recta final ensombrecida por denuncias de utilización ilegal de las redes sociales. Una de las cuestiones más problemáticas de la campaña electoral fue la utilización de WhatsApp para diseminar fake news. Las noticias falsas y la desinformación contaminaron de forma muy preocupante la esfera pública. Se trató de una campaña sucia y altamente eficaz basada en la difamación, que echó por tierra las formas clásicas de propaganda política.

La guerra virtual llegó a su punto culminante el 18 de octubre, cuando el periódico Folha de São Paulo reveló en su portada un supuesto plan de millones de mensajes electorales por WhatsApp a favor de Bolsonaro y financiado por diversas empresas. Esto constituye un crimen electoral y tuvo como consecuencia una petición de impugnación de la candidatura de Bolsonaro ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) por parte del Partido de los Trabajadores (PT). Al día siguiente la fiscal general electoral, Raquel Dodge, pidió a la Policía Federal abrir una investigación al respecto.

Sus ataques autoritarios tampoco han sentado nada bien a parte de la prensa, la oposición y la judicatura. Al referirse al PT, al que agrede con dureza, Bolsonaro en un encuentro con electores dijo que Fernando Haddad debería acabar en la cárcel o en el exilio. Eduardo Bolsonaro, hijo del nuevo presidente, dijo días antes de las elecciones que el Tribunal Supremo podría cerrarse con sólo un soldado, frase por la que recibió una dura reprimenda de los jueces del tribunal más importante del país. Celso de Mello, el magistrado más antiguo del Tribunal, calificó las palabras como las de un golpista. Durante la jornada electoral, el presidente del Tribunal Supremo, Dias Toffolli, recordó públicamente que el nuevo presidente debía honrar la Constitución y que no serían tolerados desmanes autoritarios. Algunos periódicos también publicaron, una vez conocido el resultado electoral, firmes editoriales exigiendo al nuevo presidente respeto constitucional. En su discurso de victoria la noche electoral, Bolsonaro apareció con la Constitución y reconociéndose su “esclavo”. Sabe que el mundo entero está preocupado por sus tendencias autoritarias.

La renovación bolsonarista, la gobernabilidad y la oposición petista

Bolsonaro ganó las elecciones brasileñas con el 55,13% de los votos. Con ocho segundos de campaña electoral en televisión y un partido desconocido, el resultado por sí solo podría considerarse histórico, pero la ola bolsonarista no acaba aquí. El bolsonarismo ha conquistado no sólo la presidencia, sino también el Congreso y algunos de los más altos mandos políticos en los estados de la Federación. En paralelo a las elecciones presidenciales, Brasil también elegía diputados estatales y federales, senadores y gobernadores. Sobre esto los brasileños han dado a través de las urnas varios mensajes contundentes, pero el más claro de todos fue “queremos renovación”. Muchos caciques históricos de la política brasileña se quedaron por primera vez sin escaño.

Grandes nombres de la política nacional desaparecieron del mapa. Este fue el caso emblemático de Romero Jucá (Movimiento Democrático Brasileño, MDB), vice-líder del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, líder de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, ministro fuerte de Michel Temer y actual presidente del MDB. Se presentaba a la reelección como senador por Roraima. Como tantos otros se quedó fuera, incluida Dilma Rousseff, cuya candidatura a senadora por Minas Gerais se frustró. Fue una amarga derrota para el PT por el simbolismo que rodea a la ex presidenta, víctima de un impeachment muy polémico. También fue paradigmático el caso de la familia Sarney en el estado de Maranhão, pues tampoco obtuvieron los escaños en juego. Fue un golpe inesperado para una de las más importantes dinastías políticas del nordeste brasileño y todo un símbolo de la vieja política tradicional. Los políticos que no han sido elegidos perderán el aforamiento y algunos de ellos están siendo investigados por corrupción. Es probable que dentro de un tiempo comencemos a verlos desfilar en dirección a la cárcel.

El Senado y la Cámara de los Diputados tendrán la mayor renovación de las últimas décadas, una renovación que vino de la mano del Partido Social Liberal (PSL), el de Bolsonaro, que pasó de ocho escaños a 52. Es el segundo mayor grupo parlamentario tras el del PT. Concentra algunos de los diputados más votados de la redemocratización brasileña: Janaina Paschoal, la abogada que impulsó la petición de impeachment contra Rousseff, fue elegida para la Asamblea Legislativa de São Paulo con más de dos millones de votos y Eduardo Bolsonaro, cuyo mayor mérito es ser el hijo de Jair, fue el diputado federal más votado, con más de 1.800.000 votos. Otros casos simbólicos de la renovación bolsonarista son los nuevos gobernadores de los estados de Rio de Janeiro y Minas Gerais, dos de los más importantes de Brasil. En Rio de Janeiro el ex juez Wilson Witzel del Partido Social Cristiano (PSC) barrió con el 59,87% de los votos a Eduardo Paes (MDB), que fue alcalde de Rio durante ocho años. En Minas Gerais, un empresario del Partido Nuevo, Romeu Zema, venció con el 71,8% a Antonio Anastasia, un histórico candidato tucano (del Partido de la Social Democracia Brasileña, el PSDB). Los dos nuevos gobernadores son totalmente desconocidos, aunque cuentan con la bendición de Jair Bolsonaro.

La muerte de la socialdemocracia

El gran perdedor de estas elecciones ha sido el representante tradicional del centro-derecha, el PSDB, que pasó de 49 diputados a 29. De ser tercer mayor grupo parlamentario pasó al noveno lugar. Quien representaba a la socialdemocracia brasileña, y contaba entre sus fundadores a figuras tan emblemáticas como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, ha sido rechazado por los electores.

A nivel presidencial, la polarización política brasileña siempre fue entre el PT y el PSDB, pero, esta vez, el candidato tucano, Geraldo Alckmin, acabó la primera vuelta con un irrisorio 4.76% de los votos. El centro-derecha fue barrido del mapa. Una nueva polarización está en curso, con el PT frente al PSL o sea, el centro-izquierda frente a la extrema derecha. El candidato más fuerte del PSDB, João Doria, ex alcalde de São Paulo y nuevo gobernador del estado de São Paulo, supone un fuerte cambio ideológico porque se ha distanciado totalmente de la tradición socialdemócrata para acercarse a una línea más próxima a la derecha más dura. La campaña de Doria pareció mucho más la de un candidato del PSL que del PSDB, a tal punto que él mismo llegó a denominarse “BolsoDoria” y utilizar la imagen de Bolsonaro en su propaganda electoral. La elección de Doria, nuevo hombre fuerte del PSDB, ha provocado una enorme tensión interna en el partido, puesta de manifiesto por el hecho de que tras su victoria ni Fernando Henrique Cardoso ni Geraldo Alckmin lo telefonearon para felicitarlo. Ninguno de ellos deseaba su triunfo ya que saben que Doria puede destruir ideológicamente al PSDB, surgido por inspiración de la socialdemocracia alemana, al transformarlo en un partido satélite de Bolsonaro.

La misma tragedia se abate sobre el MDB, el partido del actual presidente Michel Temer, que pierde varios de sus líderes regionales y pasa de 66 diputados a 34. Además, al tiempo de la segunda vuelta, Michel Temer pasó a ser formalmente investigado por la Policía Federal por corrupción, organización criminal y blanqueo de dinero en una mega-trama de corrupción de comisiones en el sector portuario.

La gobernabilidad

A pesar de esta renovación, el Congreso permanece muy fragmentado, con 30 partidos políticos representados. Según la legislación electoral los que no hayan alcanzado un determinado coeficiente se quedarán sin fondos, lo que en la práctica obligará a sus diputados a migrar a otros partidos. Para superar este límite es preciso alcanzar el 1,5% de los votos para la Cámara en nueve estados, con un mínimo del 1% en cada uno, o tener al menos nueve diputados en nueve estados. Estas cuentas pueden afectar a 13 partidos, por lo que la gobernabilidad puede quedar en manos de unas 20 agrupaciones. Esta fragmentación empujará al nuevo presidente a un escenario de difícil negociación.

Brasil tiene un sistema presidencialista de coalición. El presidente es una figura importante pero en la práctica depende de un Congreso sobredimensionado que suele tomar las riendas políticas. Es igualmente importante recordar que Bolsonaro ha sido diputado durante casi 30 años, aunque con un papel irrelevante al haber estado siempre fuera de los grandes acuerdos y negociaciones nacionales. Su temple autoritario no es un buen augurio para los procesos de negociación continua tan necesarias en Brasilia. La renovación del Congreso ha sido muy significativa pero la mayoría de los diputados continúan ligados a la vieja política profesional.

Uno de los primeros desafíos del nuevo gabinete será el nombramiento del presidente de la Cámara de los Diputados. Probablemente será un momento de tensión entre Bolsonaro y los diputados de los grupos políticos clásicos. Por tradición, el diputado más votado, Eduardo Bolsonaro, debiera asumir el cargo, pero esto significaría que la familia Bolsonaro tendría mucho poder, relegando a los partidos tradicionales a un segundo plano. Onyx Lorenzoni, diputado federal desde 2003 y futuro ministro de la Casa Civil en el gobierno Bolsonaro, será el encargado de negociar con el Congreso. Lorenzini es diputado por el Partido Demócratas (DEM), que representa la vieja política profesional de Brasilia a la que Bolsonaro dice combatir.

El resurgimiento del PT

Después del impeachment contra la presidenta Rousseff en 2016 y la prisión de Lula en 2018, y un antipetismo galopante potenciado por la candidatura de Bolsonaro, muchos daban por muerto al PT. Sin embargo, el petismo ha logrado levantarse. Fernando Haddad logró el 44,87% de los votos de la segunda vuelta y el PT es el mayor grupo parlamentario, con 57 diputados. En la primera vuelta el PT ganó tres gobernaciones: Bahía, Piaui y Ceará. La distribución geográfica de los votantes muestra claramente que la clase media y alta votó por Bolsonaro y que las clases más populares, principalmente en el nordeste, al PT. Éste último, con 47 millones de votos, ejercerá una fuerte oposición durante la nueva legislatura, probablemente sacando a su militancia a la calle cuando Bolsonaro intente aprobar medidas impopulares. El futuro de Haddad permanece abierto: podría impulsar la renovación que el PT tanto necesita, aunque tiene en su contra a gran parte de la maquinaria partidista, satisfecha con los resultados obtenidos y con un cómodo papel en la oposición a la espera del desgaste de Bolsonaro.

Otros protagonistas: las iglesias evangélicas y los militares

Las iglesias evangélicas son un indiscutible actor político, pero en esta elección han adquirido una importancia especial. Muchos pastores de las diferentes iglesias pentecostales y neo-pentecostales llamaron a sus fieles a votar por Bolsonaro porque, según su particular interpretación de la Biblia, ser cristiano es incompatible con ser de izquierdas. Uno de los momentos más significativos de la campaña electoral fue cuando el obispo Edir Macedo, líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios y previamente partidario de Lula y Dilma, extendió públicamente su mano a Bolsonaro, ofreciendo incluso su poderoso canal de comunicación, la Rede Record. Resulta paradójico recordar frente a esta realidad que la Iglesia católica fue uno de los pilares de la formación del PT a finales de los años 70 y principios de los 80, especialmente sus comunidades de base. Sin embargo, ahora otras iglesias, las evangélicas, no sólo reniegan de este pasado religioso petista, sino también demonizan al PT como si fuera un sinónimo de anti-religión y caos moral. Los parlamentarios evangélicos, la denominada bancada da Biblia, son parte de la base de apoyo de Bolsonaro.

Por otro lado, la presencia cada vez mayor de militares en la política brasileña es uno de los elementos más destacables de esta elección. Bolsonaro es ex capitán del ejército y su candidato a vicepresidente, Hamilton Mourão, es ex general. Varios posibles ministros también son antiguos militares de alto rango: el ex-general Augusto Heleno para Defensa y el ex-general Osvaldo Ferreira para Transportes, Puertos y Aviación Civil. Además, la representación de policías y militares en el Congreso, la llamada bancada da bala, ha aumentado significativamente. Hasta ahora sin senadores, a partir de 2019 tendrá 18. Entre los 52 diputados del PSL, 20 son militares o están ligados a la policías militar o civil. Muy polémicos han sido los comentarios del propio Bolsonaro y de personas próximas elogiando el período dictatorial cómo si hubiera sido un ejemplo de prosperidad económica y seguridad ciudadana. Esto provoca un natural recelo en el campo progresista. Muchos se preguntan si el gobierno Bolsonaro tendrá un carácter autoritario, si las Fuerzas Armadas ocuparán un espacio político mayor del que les debiera corresponder o si, por el contrario, el nuevo gobierno –a pesar de tener mayor presencia militar– se inclinará por la tradicional política de negociación y conciliación entre fuerzas.

Desafíos económicos e internacionales

Durante toda la campaña Bolsonaro adoptó una postura populista y demagógica. No dijo prácticamente nada sobre política económica. Lo cierto es que estamos ante dos Bolsonaros: el primero, ex capitán y ex diputado federal que siempre defendió una agenda nacionalista y proteccionista; el segundo, candidato a presidente y aparente defensor de una agenda neoliberal y privatizadora. Parece que el segundo prevalecerá al frente del gobierno, pero es imposible tener una certeza total.

La mayoría de los empresarios está feliz con Bolsonaro, o mejor dicho con su asesor económico Paulo Guedes, un conocido ultraliberal que en los años 70 estudió economía en la Universidad de Chicago. Fue uno de los fundadores del Instituto Millenium, un think-tank dedicado a propagar la ideología neoliberal en Brasil. Proveniente de la empresa privada, una de las críticas principales de sus detractores es que nunca ha tenido ninguna responsabilidad en la gestión pública. Otro punto muy controvertido de su biografía es su estancia en Chile como profesor universitario durante el régimen de Pinochet. Bolsonaro ha declarado en varias ocasiones que no sabe nada de economía y que dejará todas las decisiones en manos de Guedes. Ha repetido también en varias ocasiones que quiere reducir el tamaño del aparato del Estado y de la burocracia federal. Así, intentará unificar los Ministerios de Economía, Hacienda y Planificación, Industria y Comercio, nombrando a Guedes “superministro”. Éste último defiende una fuerte agenda de privatizaciones y una reforma radical tanto tributaria como del sistema de pensiones. Algunas medidas de su programa generan un gran rechazo, como la propuesta de un tramo único del impuesto de la renta para personas físicas y jurídicas del 20%.

El grupo parlamentario del PSL, con 52 diputados, será, en principio, la base fiel de Bolsonaro en el Congreso. Pero la mayoría de ellos han sido elegidos por la preocupación con cuestiones de seguridad ciudadana, anticorrupción o moralidad. Nada prácticamente se sabe de cómo actuarán en temas económicos. Las grandes reformas que requieran modificaciones constitucionales necesitan ser votadas por 308 diputados. Así, los votos del denominado Centrão –partidos menores de centro y centro-derecha que van tejiendo alianzas a diestro y siniestro según les conviene con sus 180 diputados– serán indispensables y la habilidad negociadora de Bolsonaro será fundamental. Bolsonaro tendrá que seducir al mercado, que espera de él grande reformas. Pero si es muy agresivo en los recortes de los programas sociales provocará un gran malestar en la población, ya que muchos dependen de ellos directa o indirectamente. Esto puede ser una palanca de movilización para el PT, que tiene gran influencia en los sectores más pobres.

Parece claro que la reforma de las pensiones será uno de los primeros retos. El programa de privatización de empresas estatales es más polémico, especialmente en los sectores estratégicos. Aquí choca el equipo económico de Bolsonaro, encabezado por Paulo Guedes, con los militares, que defienden una agenda más estatista. La supuesta privatización de Petrobrás ya está generando malestar entre algunos de los generales próximos al nuevo presidente.

La política exterior

La lógica de la política exterior de Bolsonaro será la de intentar una mayor aproximación a Donald Trump, al que considera un ejemplo a seguir: en sus propias palabras, “Trump quiere los Estados Unidos grande y yo quiero Brasil grande”. El papel de Brasil en MERCOSUR será cada vez menor, lo que supone una cierta continuidad con el segundo gobierno de Rousseff, que se alejó de la propuesta lulista de una mayor integración sudamericana. Si bien la gestión de Bolsonaro tendrá un tono más duro con Venezuela, por el momento no se discute el cierre de la frontera en el estado de Roraima, por donde entra una media de 400 venezolanos al día, que ingresan mayoritariamente como solicitantes de asilo.

Una de las incógnitas es el futuro papel de Brasil en los BRICS. Bolsonaro ya ha declarado que no se siente inclinado a apostar por el fortalecimiento de Brasil en este foro multilateral. Sin embargo, sus asesores también declaran que la proximidad con China sería deseable.

La seguridad ciudadana

Otro de los temas fuertes de la agenda de Bolsonaro es la seguridad ciudadana. Probablemente las medidas que intente introducir primero serán la reducción de la mayoría de edad penal de 18 a 16 años y el endurecimiento del Código Penal. Ambas cuentan con la aprobación de la mayor parte del Congreso y de la población. Otra ley más polémica e impopular será la liberalización del derecho a portar armas, parte del programa de Bolsonaro. La medida cuenta con el respaldo de gran parte de las clases medias pero es rechazada por los sectores populares, que conviven con la violencia y conocen las nefastas consecuencias de que haya más armas en circulación. Hace años que los expertos avisan de que las medidas populistas de endurecimiento de las penas, que aumentarán el número de encarcelados, sólo agravarán la inseguridad porque fortalecerán el crimen organizado que ha tomado el control de las cárceles.

Conclusiones

Bolsonaro llega al poder rodeado de grandes expectativas. Para los casi 58 millones de brasileños que lo han votado supone una posibilidad de renovación y esperanza en un futuro post PT. Sin embargo, nada será fácil para el nuevo presidente. Se enfrentará a un Congreso complejo y a una fuerte oposición social. Los primeros meses serán su prueba de fuego. Si consigue aprobar la reforma de las pensiones, el mercado reaccionará positivamente y su base de apoyo político permanecerá fiel, pero si no consigue impulsar medidas contundentes durante estos primeros meses, el espejismo Bolsonaro puede tender a desvanecerse.

Esther Solano Gallego

Profesora de la Universidad Federal de São Paulo



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