Textos de "Mario Franco. Nada más práctico que una buena teoría. Escritos sobre sociedad, cultura y política"
En esta ocasión, el sociólogo argentino Diego Tagarelli ha proporcionado a la Revista Globalización dos textos de su reciente libro-compilación: “Mario Franco. Nada más práctico que una buena teoría. Escritos sobre sociedad, cultura y política”. Esta obra, cuenta con 4 capítulos que abordan temas de sociología de la cultura, y fue presentada el 30 de agosto pasado en Mendoza, Argentina.
A continuación, dos de los textos compilados que rescatan la obra de Mario Franco, un controversial sociólogo argentino fallecido en el año 2005 que marcó a generaciones de estudiantes e intelectuales.
“Y…con esta cara no me quedó otra que leer y hablar hasta por los codos”.
Mario Franco
EL TANGO. UNA REBELIÓN HECHA NOSTALGIA
Mario Franco. Revista “La hoja de la bitácora”. 13 de Noviembre de 1984.
Después de Pavón, las expediciones punitivas al interior de la república realizada por Mitre y sus oficiales uruguayos, producen una verdadera masacre social. Son liquidadas las últimas resistencias federales y se asesina al Chacho, a Varela y López Jordán. El interior queda inerme ante la penetración económica inglesa que termina por liquidar sus artesanías, manufacturas y algunas industrias incipientes.
Destrucción económica, política y social que modifica sustancialmente la correlación de fuerzas. Quedaron sepultadas las viejas luchas entre provincianos y porteños. El triunfo de estos últimos imponen los dictados de Inglaterra durante más de medio siglo de historia nacional.
La única excepción a este dominio lo constituyó, hacia el 80, el patriciado roquista que, proveniente del interior, impulsó un determinado tipo de modernización y el acontecimiento por el que se había luchado desde la independencia: la federalización de la ciudad de Buenos Aires con la consecuente nacionalización de la renta aduanera. Sin embargo, la debilidad característica de estos sectores de la pequeña burguesía mediterránea, sumada a la consolidación del imperialismo como fenómeno mundial, provoca la fusión, en una sola clase, del patriciado, la burguesía terrateniente bonaerense y la burguesía comercial porteña.
Hacia fines de siglo las masas populares llamarán a esta función “el régimen”.
Había nacido la oligarquía.
La situación económica es así sintomática: las mejores tierras de la Pampa húmeda acaparadas en pocas manos por los viejos enfiteutas. Los bancos, los servicios y el comercio en poder de la burguesía interior “intermediaria” y de los propios ingleses. Las artesanías y pequeñas Industrias del interior, pese al primer Pellegrini, casi en extinción. Un incipiente proletariado industrial reducido a unas pocas fábricas en el litoral, ligadas a la exportación de carnes y cueros.
Las clases dominantes tienen un carácter francamente especulativo con un notable desinterés por la reinversión o la inversión productiva. Clases “rentistas” en el idioma de los clásicos: parásitos del sagrado “humus” de una Pampa sin igual.
Librecambistas y antiestatistas proyectan un país chico con un gran centro metropolitano rodeado por “Trece Ranchos” inermes. ¡Lejos estaba el gran sueño de los revolucionarios de mayo! Rivadavia y Mitre habían triunfado. La línea Mayo-Caseros se constituyó en el eje ideológico de un país dependiente y vencido.
La extraordinaria inmigración europea, llegada a la caída de Rosas, imposibilitada de volcarse en las mejores tierras debido a la ganadería extensiva de escasa mano de obra, crea colonias en el sur de Santa Fe, sur de Córdoba y norte de Buenos Aires. En poco tiempo esta “Pampa Gringa” originará nuevas clases: la burguesía agraria y el proletariado rural que encontrarán, en la voracidad ganadera, el límite preciso a su extensión.
Ante el cierre de los espacios económicos, las nuevas oleadas inmigratorias se vuelcan masivamente a las ciudades del Litoral. En un momento alcanzan más de la mitad de la población bruta de esas ciudades y un porcentaje mayor considerado a nivel de puestos de trabajo. El sector servicios es prácticamente inundado. Aparecen sus expresiones políticas: el cooperativismo socialista y el anarquismo. Florecen los centros culturales de italianos y españoles.
Los inmigrantes menos favorecidos van a volver a su patria de origen. Otros se volverán hacia las márgenes de la estructura social, en la subocupación, el menudeo y en un negocio que comienza a prosperar: la delincuencia y la trata de blancas. Allí se encuentran con el criollo expulsado del interior que, buscando Buenos Aires, se encuentra en sus orillas. Criollo marginado y despreciado, otrora productor orgulloso, sobrevive de los desechos de una ciudad opulenta que lo rechaza por su estructura limitada y por el odio visceral de esas clases dominantes a sus luchas seculares por la independencia nacional y la Patria Grande.
Nacen los primeros conventillos. Los trabajos al menudeo y los cuentapropistas colorean el arrabal. La delincuencia hace eclosión. Aparece el malevo, el compadre y el compadrito. La invasión masculina crea la prostitución y el quilombo. En una esquina un par de hombres abrazados fabrican unas piruetas procaces al compás del organito.
Buenos Aires se ha fracturado. De un lado, la ciudad-luz, la ciudad-puerto, dominante y cosmopolita. La ciudad del comercio y el dinero, la ciudad del pensamiento, de las ideas universales y del “progreso”. La ciudad abierta y desenfadada. La vaca, el trigo y el puerto son sólo pezones de una ubre cuya leche parece eterna.
Del otro lado el gran depósito de los desperdicios: las márgenes, las orillas, el arrabal, el suburbio. Los desposeídos hasta de la habilidad de ser explotados. Los obreros reservistas, los “negros”, la “barbarie”. También artesanías, pequeños talleres textiles, peones de los mataderos, pequeños comercios, talleres de reparaciones, etc.
El despilfarro de la oligarquía y la especulación financiera se desplaza hacia los sectores más débiles cuyo empobrecimiento es cada vez más acentuado. Aparecen las primeras huelgas. Un comisario de Balvanera se levanta contra el régimen “falaz y descreído” y con la bandera del sufragio universal y la Constitución, pliega tras de sí a amplios sectores populares.
País dividido por intereses contrapuestos produce uno de los fenómenos culturales más importantes de su historia.
Frente a la cultura cosmopolita de la oligarquía, con centro en París, universalista, refinada y dependiente, comienza a emerger en los arrabales una canción, que sin la autorización de las clases “cultas” ni la participación de sus intelectuales, se va a transformar en el eje de una cultura alternativa.
Pascual Contursi y Celedonio Flores, sus primeros poetas, otorgan a la primitiva música prostibularia y a la danza prohibida de los malevos y “niños bien”, unas características y un alcance social que la conducirá a expresar en sus formas, sus cadencias, sus personajes y sus contenidos, los intereses y aspiraciones de las grandes masas populares marginadas del poder oligárquico.
No se puede entender el fenómeno del tango desde una perspectiva abstracta de análisis de las ideologías. Es inútil pretender entender sus códigos y sus formas, sin un análisis concreto de la articulación del imperialismo y la inmigración en la sociedad oligárquica. Y la consiguiente configuración de dos bloques sociales antagónicos.
Un análisis “contenedista” y por ende, abstracto, puede llevar a interpretaciones inexactas: conformismo del tango, en la medida en que en él no aparecen propuestas revolucionarias o de cambio; machismo, por el rol de la mujer; culto del coraje, por el papel y significación del “guapo”, etc.
Un análisis formal abstracto lo condena al submundo del arte menor por la falta -a veces- de rigor estilístico o de construcción.
Estas interpretaciones enmascaran, disfrazan, los soportes sociales e históricos de toda formación cultural y están ligados siempre a los parámetros de la ideología dominante.
Las letras del tango expresan, en sus autores más destacados, la traducción ideológica del dominio social del centro sobre la periferia en la contraposición poética de arrabal frente al centro.
Así deben entenderse las figuras poéticas de “madre”, “barrio”, “amigo”, “novia”, “piba”, “percal”, “infancia”, “cuna”, “conventillo” como imágenes positivas pertenecientes al arrabal. Mientras que “cajetilla”, “bacán”, “mina”, “seda”, “padre”, “asfalto”, “cabaret”, “vento”, etc., pertenecen al centro y son siempre fuente de frustración y de perversión.
En la “Milonguita” de Samuel Linning, la piba de barrio se transforma en flor de fango cuando parte de Chiclana al centro. En “Flor de fango” de Contursi, igual, porque “Te gustaban las alhajas\los vestidos de moda\y la farra del champán”. Celedonio ve como su Margarita es ahora Margot. El centro es siempre el lugar de la corrupción: “Atenti pebeta”, “La maleva”, “¿sos vos, que cambiada estás?”, todos de C. Flores.
Pero no sólo estas imágenes contrapuestas marcan la valoración del arrabal sobre el centro.
Existe en el tango una recuperación del lenguaje popular. El boxeo y las formas lunfardisticas se anteponen al lenguaje oficial de la “literatura” del centro. Así el “habla” es jerarquizada elevándose a la categoría de objeto cultural, provocando, en esta recuperación, un movimiento hacia la identidad social de los sectores populares. También la forma-letra o sea, ligada a un soporte melódico y rítmico, se antepone a la forma-poesía de las clases “cultas”. Manzi expresa explícitamente la diferencia: “Yo podría haber sido un poeta, sin embargo elegí ser letrista”.
El tango normalmente está fuertemente contextualizado, a diferencia del texto modernista, romántico o ultraísta del centro. Siempre enclava sus argumentos en una geografía concreta, en un sector concreto. Son casi inexistentes en sus grandes autores las imágenes “universales” como Dios, Amor, Revolución, etc.
El tango es por esto una forma cultural en rebelión. Y no sólo porque en sus letras imposten el lirismo y las cadencias dramáticas en una crónica dura y seca sino, fundamentalmente, por sus contenidos concretos y la negación de los roles e instituciones consagradas como la paternidad, el matrimonio, la policía, el Estado, la religión, la propiedad que protegen desde la perspectiva centro-periferia, la subvaloración de los sectores populares. Los valores positivos son entonces el desarraigo, la bohemia, la soledad, el concubinato.
La fuerza y la vigencia del tango se ponen a prueba en su supervivencia con la incorporación de nuevos sectores sociales con Discépolo, Manzi, Cátulo Castillo, Homero Expósito, en quienes se mantienen las coordenadas básicas de construcción y estilo.
En la década del 40, precisamente, el tango se eleva a la categoría de cultura nacional. Hay hasta una forma tanguera de jugar al fútbol en la gambeta rioplatense, prima hermana del corte y la quebrada. El tango es -exageró alguno- una manera de caminar.
De todas formas sus características defensivas no pudieron impedir su liquidación en la década del 60, cuando el imperialismo desplazaba su centro de Inglaterra a Estados Unidos y se transformaba en exportador de capitales.
Las modernas industrias discográficas expulsaron el tango del escenario e impusieron sus formas propias: el rock, el twist, la música electrónica, etc., que hoy se recrean a través de formas “nacionales”.
Negrito vivo y desgarrante hoy el tango es nostalgia. Quizás su agonía pueda señalar un camino desde donde hay que, necesariamente, recomenzar.
GLOBALIZACIÓN, TRANSCULTURIZACIÓN, DESCONEXIÓN1
Segundas Jornadas de Sociología de la UBA. Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Buenos Aires. 11 al 13 de noviembre de 1.996.
Taller N° 4: Nuevos procesos culturales.
Mario Franco.
El ejemplo más claro de la reproducción cultural está en la moda. La moda es necesaria, como todos los productos de la Industria Cultural, por las propias necesidades del capitalismo contemporáneo, que son además de las propiamente “económicas” también las “imaginarias”. La moda produce diferencias culturales entre los sectores sociales más altos y el resto. Sin embargo, su distribución compulsiva y la producción en masa lleva a que los restantes sectores puedan imitarlos rápidamente, por lo que se requiere una nueva diferenciación y así sucesivamente. Es este proceso de masificación, diferenciación, igualación y nueva diferenciación a lo que precisamente llamamos “moda”. Es también, lo que hace posible el funcionamiento del propio capitalismo que requiere de una permanente expansión. O sea, al mismo tiempo que expande el capitalismo y lo hace posible, la moda genera divisiones culturales que reproducen las propias divisiones sociales que hacen posible el capitalismo. Es por lo que decimos que los bienes culturales reproducen la sociedad que los produce.
Pero hay algo más. Y es la transferencia de estos bienes a la periferia en el capitalismo “globalizado”. Y aquí funciona no ya como diferenciación social en el interior de la sociedad productora de estos bienes sino como diferenciadora nacional. Siempre hay un aire de ridículo en estas imitaciones de los modismos culturales de los centros en la medida en que estas formas entran en contradicción con las tradiciones nacionales de la periferia. Aunque no se lo vea siempre hay un cuerpo nacional (los propios jeans no llegan a contener siempre el cuerpo del latinoamericano, más bajo, más gordito, más culipanza, como resumió la revista “Humor”). Hoy la moda es una de las formas del sometimiento cultural. Y esto significa que la misma nos obliga a pensarnos en la música, los tonos, los usos y el idioma del país central. La resultante general es la producción en la periferia de un individuo inferiorizado, quien nunca llegará a ser un producto acabado de esta moda ya sea por el cuerpo “inapropiado”, el lenguaje deficiente o su vulgaridad congénita. Así actúan entonces, como vemos a través de este ejemplo, la Industria Cultural y las nuevas tecnologías. En el mismo movimiento que se producen los bienes se reproduce el sistema de desigualdad y sometimiento. Quien combate esto es considerado un “anacrónico” y un enemigo del “Progreso”.
Y el círculo, que en realidad es una espiral descendente, se ha cerrado.
[A continuación, algunos de los párrafos del mencionado texto “La Moda”]
En las sociedades precapitalistas la diferenciación social estaba producida en formas ostensibles en la manera de hablar, de escribir (el noble tenía casi el monopolio) y de vestir. Era realmente simple reconocer un vasallo de un noble.
Con la irrupción de la democracia como forma política de las sociedades capitalistas occidentales la producción masiva de bienes produjo una acumulación y un consumo del mismo tenor.
Este proceso esta sostenido por las diferencias que si bien tienen origen en la misma producción (obreros y patrones) se manifiesta en una gran complejidad a lo largo y a lo ancho de toda la estructura social. Por esto, las diferencias no son solo motivadas por niveles de ingreso sino por divisiones sociales anteriores como la división entre trabajadores manuales e intelectuales. Por esto un maestro puede llegar a tener un estilo de vida y una forma de vestir muy distinta (en su calidad en relación con los valores sociales dominantes) que un albañil, aunque este último duplique sus ingresos.
La moda creada en los centros (que ya vimos) se transfiere a la periferia, en donde “jeans”, “maxi faldas”, “midi” o “minis”, “colitas” y “aros”, cortes de cabellos “a la garzón” o tacos agujas altos y cortos, plataformas, etc., son adoptados por sus sectores más privilegiados hasta que se masifica y entonces es necesaria una nueva copia y así sucesivamente.
Esta contradicción abre también un combate político entre los nacionalistas- tradicionalistas, contra estos liberales “ridículos” y “cipayos”. Los primeros defienden las costumbres nacionales y los segundos la libertad de optar y el “progreso”. A medida que avanza el proceso de globalización capitalista se hace más difícil la lucha por una cultura nacional que sostenga una moda propia.
Hoy por hoy la moda es la forma concreta con que se realiza la dependencia cultural en los usos y en las costumbres más “superficiales”. Y esta transmisión no es gratuita: a través de ella, los que vivimos en el subdesarrollo estamos obligados a pensarnos en la música, los tonos, los usos y el idioma del país que en el orden económico nos coloniza.
Esta situación profundiza la dependencia, aumenta la importación de bienes y consolida la moda extranjera que nos inferioriza.
La moda es, entonces el producto de una situación social, política y económica y tan necesaria como el vestido o el propio alimento y tan difícil de combatir como difícil de combatir es el concepto de “progreso” o “civilización”.
Por Diego Tagarelli
Es un acto de justicia acercar estos aportes en otros espacios, revelarlos en su plenitud, desenterrarlos del llano escolástico, asistir con ellos a la discusión y el conocimiento, en otras superficies, en universos sociales apartados del andén catedrático. Mejor aún, al publicar sus notas sin grandes decoros de quienes fueron sus discípulos, se pueda quizás distinguir la autenticidad que Mario Franco llevara consigo hasta los últimos días.
Los artículos que en este libro aparecen constituyen apenas una mínima parte de la producción de M. Franco. Y esto porque su creación más prodigiosa e insuperable fue la palabra, las mágicas clases que conquistaban al público, entre adicionales anécdotas que incomodaban a más de uno.
Hay que decir que muchos de los textos recogidos (sin formato digital, algunos de ellos escritos a máquina o sin copia de respaldo accesible, y con cierta dificultad de lectura), implicaron un gran esfuerzo y tiempo invertido en su transcripción que, sin embrago, ha respetado toda la estructura narrativa y gramática del autor. Esta observación merece ser mencionada, sobre todo porque deja en claro -aún más- la importancia de este libro en conservar en forma tangible y perdurable estos escritos.
Aquí, nos proponemos entregar las posibilidades concretas para que alumnos, docentes, artistas, militantes de todos los espacios, mortales humanos de cualquier extramuros académico, simples apasionados por la lectura incrédula, puedan abrir aún más su obra, continuando, ampliando sus escritos, rectificando su pensamiento, llevando al extremo sus contribuciones.
Sólo agregaremos lo imprescindible de lo que podría considerarse como parte fundante de una teoría general del arte y la cultura popular: determinadas expresiones populares emergentes, en circunstancias y a partir de la confluencia de sectores sociales determinados, producen una ruptura o distanciamiento con la ideología dominante que permite mayor autonomía cultural en las masas populares y, en consecuencia, mayor realización de los intereses propios. La producción de su propia cultura, proveniente de raíces y espacios populares concretos, produce asimismo identificaciones simbólicas distintas, la creación de un “nosotros” distinto al nosotros sostenido por la cultura dominante. Ese nosotros distinto va a sostener políticamente, a juicio de Franco, a movimientos políticos nacionales históricos, como lo fue el yrigoyenismo o el peronismo. De modo que no sólo estas expresiones generan las condiciones culturales e ideológicas para la emergencia de movimientos políticos particulares, sino además que allí se hallan representados precisamente los sectores sociales a los que, simultáneamente, representa el movimiento político.
En este libro se advertirá un pensador diferente, quien escogió la imprudencia creativa del conocimiento y no la conquista arribista de la academia. Sus notas y escritos -del mismo modo que su vida-merecen ser estudiados, advertidos en esa dimensión callada del pensamiento nacional.
Este trabajo es un comienzo. Ponemos a disposición dos de sus escritos e invitamos a conocer la pluma del gran pensador mendocino, Mario Franco.
Titulo: Mario Franco: Nada más práctico que una buena teoría. Escritos sobre sociedad, cultura y política. Ed. Autores de Argentina. Año 2018. Autor-Comp. Diego Tagarelli.
Género: Ensayo sociológico.
Mario Arturo Franco.
Nació el 14 de Enero de 1945, en Mendoza.
Con tan sólo 28 años, se desempeñó como Profesor en Universidades de Mendoza, Argentina.
Fue expulsado por la dictadura en el año '76 de su función docente, sobreviviendo como vendedor de perfumes en San Juan y en el interior de Mendoza.
Dirigió más de 40 tesinas de alumnos en la Facultad de Ciencias Políticas Sociales, UNCuyo, participó en múltiples actividades como jurado académico y dictó más de 30 conferencias y ponencias.
Mantuvo una participación activa en revistas, diarios y programas radiales:
Colaborador, Redactor y Director de la Sección Cultural de la Revista Quincenal "CLAVES" (dirigida por Fabián Calle), junto a grandes intelectuales y escritores de la época como David Eisenchlas, Fernando Lorenzo y Cristóbal Arnold, entre 1972-1975.
Libretista y Participante del Programa "Club de opinión" emitido por LV 10 "Radio de Cuyo" (dirigido por Dante Di Lorenzo). Mendoza. 1985.
Programador cinematográfico del Cine "Selectro". Dirección Provincial de Cultura, Ministerio de Cultura, Ciencia y Tecnología, Gobierno de la Provincia de Mendoza. Desde marzo de 1992 a marzo de 1995, junto a Yoyo Giúdice y Jorge Muñoz.
Sufría desde hace años la enfermedad de Parkinson. Murió el 18 de noviembre de 2005, arrojándose del 5to piso de su departamento en Godoy Cruz. Tenía 60 años.
1 (N.C): Algunas apreciaciones semejantes de M. Franco fueron escritas en el año ´95, con otro título: “La moda”. Allí sostiene párrafos que se reiteran aquí, por lo cual se ha decidido (evitando confundir al lector) no publicarlo en forma textual, sino más bien agregar al final algunos párrafos de aquel texto, sin perder de vista su vinculación conceptual.
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