Noviembre 2018
Jorge Baradit
Creo que se equivocan los que piensan que el rechazo social frente a la muerte de Camilo Catrillanca se debe simplemente a la empatía con lo mapuche y por lo mapuche.
El nivel de la reacción social frente a la muerte de Catrillanca tiene que ver con la empatía dolorosa que nos produce el abuso de poder y la desigualdad a la que estamos constantemente expuestos todos.
En el contrato que firmamos, en el acuerdo inicial, cuando empezamos este juego social, se nos habló de igualdad frente a la ley, se nos dijo que nadie era mejor que otro, se nos insistió que el país es para todos. La palabra JUSTICIA, lo justo para cada cual, era uno de los principios sagrados.
Sin embargo, los ciudadanos tenemos que ver TODOS LOS DÍAS, como se manipula el tablero, como se esconden las piezas, como somos engañados y pasados por el aro cada día. Cuando el hijo de un poderoso mata a alguien, se le paga al tanatólogo, se soborna a los funcionarios, el teléfono funciona llamando a decenas de amigos, y el poderoso zafa a su hijo. El poderoso estafa a miles de chilenos y luego de mil triquiñuelas legales termina con clases de ética. El poderoso evade miles de millones de pesos y el Estado le condona la deuda. Un poderoso es capaz de movilizar a toda la policía para encontrar los bienes robados desde su casa en pocas horas. El poderoso consigue que el propio presidente de la República se movilice al lugar donde fue agredido.
El resto del país va a la cárcel por una gallina, el Estado le quita todo por unas facturas de veinte lucas mal emitidas, es inimaginable carabineros entrando a golpear a un colegio privado o a matar a un condominio por un robo de autos.
Esta desigualdad, esta injusticia, nos tiene frustrados, amargados y tensos.
No es cierto que la ley es una para todos, las mejores oficinas de abogados se compran, los lobbistas se compran, las influencias se compran mientras el resto enfrentamos desnudos al elefante en tribunales. Es equivalente a decir que porque es la misma pelota de fútbol y la misma cancha hay igualdad, cuando el estadio es del otro equipo, pueden comprar a Neymar y tienen comprado al árbitro.
Catrillán fue asesinado porque es pobre, mapuche y estaba hastiado del abuso. Era un elemento de desorden en la taza de leche que el Estado de Chile ordena que debe ser nuestro país. Los extranjeros no saben que este país es “el más estable de Anéeica Latina” producto de la profunda represión a todo nivel en que viven sus habitantes. “Por la razón o la fuerza” no es un lema para amedrentar a nuestros vecinos limítrofes, está dirigido a nosotros, los ciudadanos. Súmenlo al otro lema más conocido y obtendrán que Chile es “Orden y Patria, por la razón o la fuerza”. Instalado por una clase gobernante que Entiende que el fin último no es el bien común de sus hijos, sino la estabilidad social para el comercio y la producción, a toda costa. De este modo no entiende la ebullición social como un síntoma que hay que atender, sino un problema que hay que APLASTAR. Ese es el raciocinio detrás de Santa María de Iquique, La Coruña, Plaza Colón, Ranquil, Forrahue, Punta Arenas; también de Quintero Puchuncaví y ahora lo ocurrido con Catrillanca. No es el ciudadano, el ser humano, el respeto mutuo o el bien común lo central en este país, sino la estabilidad policial militarizada para asegurar el comercio y la producción del poderoso.
Todos estaríamos más tranquilos si se declarara lo evidente, somos ciudadanos de tercera clase, formas a contrata de la esclavitud y la explotación, además de socios con una pistola en la nuca, a través de la AFP de las empresas con las que solo ELLOS se hacen millonarios.
Catrillanca es la expresión extrema de lo que vivimos como sociedad: el abuso y la desigualdad, la injusticia de un modelo que le da MÁS a los que tienen más y MENOS a los que tienen menos en salud, educación y previsión, también en seguridad y justicia. Algo así es intolerable, un modelo que ofrece bienestar para unos pocos y miseria o angustia permanente para la mayoría es una olla a presión que no necesariamente explota en las calles, explota al interior de las casas, en alcoholismo, drogadicción, alta incidencia de depresión y altísimas tasas de suicidio, frustración, violencia porque se acusa solo al pobre de su fracaso, se le insiste a la gente que la culpa es de ellos por haber sido incapaces de volverse millonarios, a tal punto que terminan creyéndolo, culpándose, doliéndose, torturándose.
Las sociedades modernas se construyeron para que todos fueran felices, no solo algunos. Y es nuestro DEBER buscar un modelo, una y otra vez, que intente ese objetivo hasta conseguirlo. Uno donde sea el ser humano quien esté al centro de las preocupaciones a todo evento. Un país donde se cierre la chimenea que emite tóxicos, NO LA ESCUELA que los padece!!!!
Un país justo, de hermanos, no esta mierda donde un hijo de mapuche es adoctrinado, entrenado y protegido para que mate a sus propios hermanos en defensa del dinero de otros.
Noviembre de 2018
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