Argentina, Macri ataca la economía popular y arresta a Juan Grabois
Geraldina Colotti
19/09/2018
Imagen: Pavel Eguez
En Argentina, la represión de Macri contra los sectores populares continúa. Una represión brutal, que está dejando las manos libres para las fuerzas policiales más reaccionarias, que en realidad nunca dejaron las prácticas del período más oscuro de la historia argentina, la de la última dictadura cívico-militar.
La policía de Macri puede permitirse el lujo de golpear a la representante de un país de América Latina, como ocurrió con la entonces ministra venezolana de Relaciones Exteriores, Delcy Rodríguez, en diciembre de 2016.
El empresario Macri puede permitirse el lujo de llevar al país al desastre económico y botar a las familias a la calle. Puede permitirse el lujo de golpear y poner en la cárcel a los que protestan pacíficamente contra la represión y contra las detenciones arbitrarias de líderes populares: sin que el señor Almagro, Secretario de la OEA, con la obsesión bélica contra Maduro, le haga ni siquiera una reprimenda.
Ni llegarán sanciones o reprimendas de la Unión Europea, tan diligente para cerrar las fronteras a los inmigrantes en el Mediterráneo, como para repartir millones de euros para ayudar a una supuesta "emergencia de prófugos venezolanos en la frontera”, como hace ahora Federica Mogherini con el canciller colombiano Trujillo de visita en Europa. ¿Qué dicen Mogherini o Tajani sobre lo que sucede en Argentina, un país de gran migración italiana? Nada.
La última represión de Macri tuvo como pretexto la persecución contra los migrantes. Frente a una incursión de la policía en contra de algunos vendedores ambulantes senegaleses que trabajan todos los días en el barrio de Constitución, varios militantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE - CTEP) han acudido en su ayuda con el fin de evitar la nueva arbitrariedad policial.
En respuesta, fueron golpeados y detenidos juntos a los senegaleses. Los movimientos populares reaccionaron con una manifestación espontánea para exigir la liberación de los arrestados. Una protesta pacífica que, sin embargo, se encontró con una nueva respuesta represiva que condujo al arresto de varios manifestantes. Entre estos, conocidos voceros de la CTEP como Juan Grabois, Jacqueline Flores Rafael Klejzler.
Representantes de los trabajadores informales de la economía popular, particularmente cercanos a las posturas del Papa Bergoglio. Grabois, en particular, es considerado el "emisario" del Papa en los movimientos populares. A raíz de Trump, su viejo amigo y secuaz, Macri está por lo tanto lanzando un mensaje a esa parte del Vaticano, más atenta al mensaje del Evangelio que al de las clases dominantes.
Aquí presentamos la voz de Juan Grabois, a quien entrevistamos para la edición italiana de Le Monde Diplomatique cuando vino a Roma. Una entrevista que se puede leer en su totalidad en el libro Después de Chavez. Como nacen las banderas (coedición de El perro y la rana y Vadell).
Grabois fue uno de los organizadores del Tercer Encuentro Mundial de los movimientos populares, realizado por el Papa en el Vaticano, y es miembro de la Dirección Nacional de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Junto a Emilio Persico, Grabois es autor del libro Organizaciones y Economía popular, editado en Argentina por Enocep y por CTEP y distribuido gratuitamente (ctepargentina@yahoo.com ). Un cuaderno de formación “para trabajadores, militantes, delegados y dirigentes de organizaciones”, que propone “una sociedad sin esclavos ni excluidos, para una economía al servicio del pueblo, por la unidad de los trabajadores y de los humildes”. Y que concluye: “Sin poder popular, no hay justicia social”. Un viaje a la economía “informal” de la Argentina, formada por recicladores, costureras de los talleres clandestinos, vendedores ambulantes….En América Latina, el 47,7% del trabajo es informal. En Argentina, más de la mitad son empleados en el sector informal, el 16,5% trabaja “por cuenta propia”. Una fracción importante de aquella economía a tres velocidades en la que - dice la publicación– hay quien va en avión, quien en tren y quien… en chancletas.
Precarios, sin techo y sin tierra, han estado al centro de los tres encuentros en el Vaticano. ¿Con qué objetivos?
En el primer encuentro, del 2014, hemos visto cómo los perdedores de este sistema sufren, pero si se organizan. En el segundo, que se ha desarrollado un año después en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hemos propuesto 10 puntos generales para poner en marcha un cambio estructural, para pasar a una nueva sociedad que supere las relaciones sociales, culturales y económicas del capitalismo global. Puntos que tienen que ver con las reivindicaciones de los campesinos, de los pueblos originarios, de los trabajadores precarios y sin trabajo formal, de las personas sin casa, sin tierra: las 3T, Tierra, Techo y Trabajo. En este tercer encuentro, en el que han participado más de 200 delegados de 65 organizaciones de los 5 continentes, hemos buscado traducir estos puntos en acciones concretas. Entre muchas de las propuestas avanzadas, hemos sintetizado 6, una por cada uno de los primeros tres temas, y otras 3 para aquellas que han sido añadidas en este último encuentro mundial. Se refieren a la ofensiva del capital contra la naturaleza, el drama de los migrantes y de los refugiados y la relación entre movimientos populares y participación política en la crisis de la democracia representativa. Por ejemplo, campañas por el agua como bien público y no privatizable en ninguna parte del mundo, el NO a los desahucios y a las expulsiones, la reforma agraria integral… A estas demandas se añaden las iniciativas para la liberación de los líderes sociales detenidos como la diputada indígena Milagro Sala. Yo soy parte civil en la causa contra el estado argentino. También la ONU ha pedido su liberación.
¿Es posible un cambio estructural sin un cambio de las relaciones de poder? ¿Qué implica la crítica a la democracia representativa que –ustedes dicen- ya está “secuestrada” por los poderes fuertes?
Nadie tiene la receta o el monopolio de la interpretación: Ni siquiera la Iglesia, ha dicho Papa Francisco. Se debe construir juntos. Nosotros comenzamos con poner temas muy cercanos, partimos de las exclusiones más evidentes como aquellas de la tierra, de la casa y del trabajo para construir un programa de transformación integral, lanzando campañas mundiales contra la especulación inmobiliaria, sea en el campo como en la ciudad, contra la precariedad del trabajo, contra el dominio de las finanzas sobre las decisiones soberanas de los pueblos. Esto implica una refundación de la democracia, hoy secuestrada por los grandes poderes económicos a través del monopolio de las comunicaciones, que impide un debate real y de masa sobre estos temas. Así, los grandes poderes imponen no solamente los propios candidatos, sino hasta una agenda en su propio beneficio y una hegemonía cultural, estilo de vida que van en contra del bienestar de las mayorías y de la Madre Tierra. Así también son impedidas otras formas de democracia participativa. Al contrario, nosotros queremos que las organizaciones comunitarias sean incluidas y cuenten en las decisiones, queremos descubrir los mecanismos para aproximaciones sucesivas, para evitar el riesgo de cooptación con los acostumbrados mecanismos de poder, y la corrupción. La política se debe hacer por pasión, no por interés o por dinero.
Usted ha invitado también a la Iglesia a la coherencia: a ceder parte del propio patrimonio inmobiliario y del latifundio. ¿Una provocación o un gesto concordado con el Papa?
En Río de Janeiro, el Papa ha dicho a los sin casa: transfiéranse a las diócesis. Y ha dado el ejemplo renunciado a la residencia de Castel Gandolfo, dejando el palacio para vivir como cualquier sacerdote y con los más humildes. Hay dos tipos de austeridad: una impuesta a los pueblos por el capital con los préstamos condicionados, la otra es la del corazón. Debemos cambiar el modo de vivir, liberarnos del consumo obsesivo introducido por el constante bombardeo publicitario para manipular nuestra libertad. Esta coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace es ahora más que nunca necesaria para la sociedad: a la credibilidad de los líderes políticos, sociales, sindicales, religiosos. No es solamente un problema ético, sino práctico: para derrotar a la corrupción, uno de los grandes males de América Latina, se necesita rechazar la cultura del capitalismo, que se ha impregnado en toda la sociedad, distorsionando objetivos y motivaciones. Hoy una persona puede estar sin casa, tierra o trabajo pero poseer un celular. Si es electo por el pueblo, un dirigente no puede pensar en el dinero, ostentar un nivel de vida muy diverso de quien debería representar. Por esto, en nuestros encuentros no queremos Ongs, élites que –como dice el Papa Francisco- no organizan sino que adormecen la responsabilidad y la organización directa del pueblo. No queremos ni siquiera producir la cuadratura del círculo ideológico. Marx decía que la ideología es una falsa conciencia. Aquí queremos escuchar la voz de los descamisados del presente.
En América Latina, la democracia participativa y protagonista ha sido asumida por países que, como Venezuela, se autodenominan Socialismo del siglo XXI. ¿Es una indicación universal?
Todas son experiencias interesantes: el buen vivir, el socialismo del siglo XXI, en Argentina el “justicialismo”. Me ha conmovido ir a la posesión de Evo Morales y ver los elegidos en el parlamento: indígenas con la cesta, mineros con sus cascos…una representación directa de los sectores populares. En Argentina, de 300 diputados no hay ni uno que sea pobre, el sueldo de los diputados es 20 veces el sueldo medio. Esto genera una casta. Cierto, parangonando a lo que ganan las multinacionales, es poco, pero el argumento según el cual, es mejor pagarles bien para que no se dejen corromper, es, por lo menos, contradictorio. Lo que corrompe son las motivaciones equivocadas, de otra manera el capitalista sería el político justo… Pero también en Bolivia, la corrupción es fortísima, Evo está buscando afrontar el problema en la última fase de su mandato. En todos los países del mundo, se verifica complicidad entre el poder policial, jurídico y político, cooptado por la tiranía del dinero, que tiene como expresión ilegal el crimen organizado a nivel nacional, y como expresión legal el crimen organizado por las grandes multinacionales. El crimen organizado es, tal vez, la mejor definición del sistema capitalista: en parte para-estatal y paralegal, en parte institucionalismo y legalizado. No es fácil resistir a la tiranía del dinero, se necesita apuntar a la formación de nuevos cuadros, capaces de tener coherencia entre lo que se piensa y se hace y de aceptar críticas. Además de los ataques del imperialismo, en América Latina hoy también hay estos problemas. A los tres principios de los pueblos indígenas bolivianos –no robar, no mentir, no ser ocioso - se necesitaría aumentar un cuarto: no ser adulador. Y sobre todo, se necesita cambiar el concepto de que casa significa “calidad de vida”. Nos equivocamos al creer que el objetivo sea el acceso continuo al consumismo, desde siempre negado a los pobres. Una cosa es garantizar una vida digna a todos, para el buen vivir de todo el mundo, y otra es proponer la socialización del consumismo, el despilfarro y la cultura de lo desechable: de otra manera seremos incluidos por la lógica económica tan destructiva. Y surgirán millones de Chávez, y se multiplicarán millones de Túpac Amaru.
¿Y qué pasa con el Norte del mundo?
A este encuentro, tal vez la sorpresa más grande ha sido la consistencia y la calidad de la delegación estadounidense….Un nivel muy alto de conciencia. El próximo año haremos un encuentro regional en los Estados Unidos. Otra cita, no hecha por nosotros, será la próxima reunión de la OMC, que se realizará en Buenos Aires. ¿Cuál es nuestra respuesta? En los Estados Unidos está Bernie Sanders, que retoma el discurso del Papa, pero hay Trump, un personaje que hace alarde de haber abusado de mujeres. Su victoria, tendría el mismo significado de la de Haider en Austria. Cuando hay una crisis sistémica, hay dos salidas: la guerra de todos contra todos, o también el camino hacia un cambio de paradigma, un cambio estructural. Como movimientos populares debemos apoyar esta segunda hipótesis, sin prejuicios ideológicos, sino con firmeza, porque es la única vía de transformación.
¿De estos encuentros ha surgido una “nueva internacional franciscana”?
Mientras tanto se busca establecer una nueva síntesis entre tradiciones seculares y espirituales, unidas por percepciones que este sistema lleva a la destrucción colectiva y que es necesario hacer un esfuerzo de unidad. Esto implica renunciar a algunos prejuicios y dogmas: no significa bajar la intensidad de la crítica estructural al capitalismo, sino comprender que las contradicciones secundarias no deben impedir las acciones comunes. Aquí no somos todos católicos, o peronistas, o marxistas, hay una confluencia de tradiciones con una conciencia en común: una sociedad que no consienta el acceso a la tierra, al techo y al trabajo produce desigualdad y entonces genera violencia. Por esto, es necesario una profunda transformación de las estructuras económicas y de poder. Cancelar las diferencias económicas no significa erradicar las diferencias culturales, uniformar la identidad.
Alimentar figuras mesiánicas, ¿no lleva al paternalismo y al culto de la personalidad?
Es necesario encontrar un nuevo equilibrio dialéctico: porque por un lado los líderes son necesarios, por el otro hay el riesgo de delegar a ellos la responsabilidad. No es Francisco quien pide a la gente que se ponga la camiseta con su foto, pero a veces somos más papistas que el Papa, buscamos paternalismo. De él, en cambio, debemos aprender la capacidad de escuchar, de percibir los nuevos fenómenos como el de la economía popular: no significa aceptar la precariedad del trabajo y la marginalización, ni actuar tras los intereses particulares y las burocracias que ya no defienden más los intereses generales de todos los trabajadores. Se necesita ser creativos, actuando entre tradiciones e innovaciones. O inventamos o nos equivocamos, decía alguien…
Era Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, es la frase más pronunciada en Venezuela…
Traducción: Gabriela Pereira
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