Cuba. Revolución y Constitución: hacia el Partido Socialista de Masa.
Roberto Cobas Avivar
El cuestionamiento del sistema anti democrático del partido-único, habiendo sido asumido como poder político supraestatal y suprasocietal, tiene en la idea de democracia directa el fundamento para la transición hacia un sistema de poder político incluyente y protagónico del pueblo. La idea-fuerza de democracia directa articula la participación política dándole el sentido de protagonismo y pertenencia popular.
Las corrientes de derecha dentro y fuera del PCC en el país y allende sus fronteras, posicionadas ideológicamente contra el socialismo, aspiran a la definitiva instauración en Cuba de las relaciones políticas propias del estado capitalista y su sociedad clasista. El proyecto derechista es francamente reaccionario: mantener el parlamentarismo como base de la participación sociopolítica y reinstaurar el multipartidismo como fuente del poder político.
El problema del multipartidismo es de importancia política crítica. El multipartidismo es propio de la sociedad clasista. La sociedad clasista es propia del capitalismo y su orden discriminatorio se arraiga en la medida que toma fuerza el poder económico fáctico del capital privado como vehículo de la concentración y acumulación excluyente de capital. Trabajadores por un lado y capitalistas por el otro. Marx lo sintetiza en la contraposición socioeconómica capital-trabajo que responde en lo político a la contraposición burguesía-proletariado; la primera clase apropiada del capital que produce la segunda, y la segunda con su fuerza de trabajo a cuestas obligada a alquilarse a los propietarios del capital como trabajo asalariado para que sus portadores, los trabajadores, puedan vivir.
La reforma economicista que adelanta el PCC (vía Lineamientos de Política Económica y Social LPES) ha abierto las relaciones socioeconómicas a la propiedad privada indiscriminada sobre el capital. La transformación reconoce de facto la propiedad privada como una necesidad sine qua non del socialismo. La aberración ideológica política no llama la atención. Se hacen inherentes al socialismo relaciones sociales de producción puramente capitalistas. La transformación del sistema de propiedad que se está operando en Cuba ha planteado la privatización por encima de las formas de propiedad social y trabajo cooperativo. El trasfondo político apunta hacia un cambio reaccionario de las relaciones socioeconómicas. Justo las condiciones que llevan a la creación de una pequeña y mediana burguesía propietaria y, a la sombra, una clase burocrática apoderada de la gestión del capital estatal en las empresas gubernamentales. Es en esta realidad objetiva que tomará cada vez más fuerza la idea del multipartidismo clasista en Cuba. No ha habido debate en la sociedad sobre tal respecto, puesto que se necesita pasar, ahora con la llamada “reforma total” de la Constitución, por encima del debate democrático constituyente para establecer “soluciones” que contravienen la idea del socialismo científico.
El multipartidismo es natural e inmanente a la realidad donde las fuerzas sociopolíticas se enfrentan en lucha por sus propios intereses particulares. Hablamos de contradicciones sistémicas antagónicas. No son dialécticas, pues por su naturaleza no tienen capacidad de síntesis. Tienden a la mutua destrucción porque la idea del bien particular prevalece sobre la del bien común. La fuerza del capital privado hace prevalecer los intereses de la minoría propietaria. A ello responde el sistema de democracia parlamentaria burgués mediado por el multipartidismo, a la lucha de intereses antagónicos. La superación de esas relaciones económico-políticas es un reto para el socialismo, para la organización política de la sociedad que ve su desarrollo en la comunidad de intereses y no en el dominio de una clase sobre otra (incluyendo el dogma anti marxiano y en principio anti comunista de la “dictadura del proletariado”).
La premisa de fondo para encaminar el cambio en la perspectiva de la revolución socialista exige la crítica y el debate democrático sobre las barreras sistémicas, políticas, económicas y sociales que impiden la lucha por una cualidad verdaderamente socialista del estado y la sociedad.
En el centro del debate por el socialismo queda, por tanto, la cuestión de la necesidad o no del partido-único en la revolución socialista.
El Estado no viene colgado del cielo, su expresión política responde, también históricamente, a la estructura y la organicidad socioeconómica en que se soporta. El estado burgués lo hace sobre las relaciones sociales de poducción conformadas por la hegemonía de la propiedad privada sobre el capital. Ante ello la nueva Constitución se ha de enfrentar a la alternativa del estado comunitario soportado sobre una economía social, como idea-fuerza que medie el debate revolucionario sobre la necesidad de un partido político y su naturaleza en la democracia socialista.
Sin embargo, el sistema de poder que subordina el Estado cubano al Partido-único no se cuestiona como causa de la crisis del modelo socioeconómico. Razón por la cual la reforma LPES se limita a la declaración política sobre la necesidad de la separación formal entre las funciones del Partido (único) y los órganos de Poder Popular establecidos. Una idea, por demás, ya cuestionada por la práctica en el experimento del Municipio Artemisa y Mayabeque en la Habana. El desorden constitucional que hemos profundamente argumentado en el análisis “Cuba. hacia la Constituyente Socialista”, no es identificado como fuente de la disfuncionalidad política del estado. Más aún, es trasladado acríticamente al proyecto de nueva constitución.
En ese empeño se inserta el hecho que desde el PCC y en medios de comunicación estatales (Mesa Redonda de la Televisión estatal, periódico Granma del Partido) se apuró la interpretación lo más sesgadamente posible de la denuncia del Líder de la Revolución acerca de que el modelo “ya no le servía ni a los cubanos” (revista The Atlantic 2010). Buscando reducir el problema a la forma, se ha defendido que la denuncia apuntó a la corrupción que mina tanto los círculos de poder como a la propia sociedad. Así lo vendría a confirmar la supuesta cruzada del Presidente de la República (Raúl Castro R.) contra manifiestas expresiones de corrupción en las altas esferas del Gobierno y el Estado. La corrupción como fenómeno se suspende del vacío y eso permite no enfrentar la cosa. La vulgaridad política de que eliminar a los corruptos (detectarlos y juzgarlos) elimina la corrupción se impone cual interesado ejercicio de fe religiosa. Como si el fundamento de aquella magistral sentencia del propio Líder de la Revolución en su trascendental comparecencia en la ONU en 1985, denunciando la esencia de la corrupción moral y ética capitalista al exponer que “eliminando a los pobres no se elimina el hambre”, no hubiera calado en el pensamiento político cubano. La cosa en tanto sustancia objetiva se esconde. Que el estado resulte un ente políticamente disfuncional no ocupa la centralidad de ningún debate.
En consecuencia, que el modelo político armado sobre el régimen de poder de partido-único, donde a ese Partido se le confiere el estatus constitucional de poder supraestatal y suprasocietal, haya definitivamente estrangulado la democracia, no preocupa ni ocupa a la militancia del PCC.
Con un grado de insoportable levedad política se ignoran las relaciones causa-efecto de la cosa, en tanto distintivo del problema de fondo. Se negará, por tanto, que la verticalización absolutista del poder político, que ha servido en un mar de ineficiencia económica para impulsar un proyecto social soportado en la acumulación y la concentración de capital por el estado, se haya esclerosado al cabo de casi 60 años de ejercicio del poder de una gran burocracia (como la llega a identificar Lenin ya en aquella realidad política) que se le hecha encima al estado y a la propia sociedad. Impidiendo con ello el desarrollo cultural de las fuerzas productivas del país, la racionalidad de la economía y el sentido de pertenencia democrática del pueblo. Es el espectáculo dialéctico de fuerzas sociales en desarrollo restringidas por el marco que en un momento historio-concreto, ya desbordado, sirvió para consolidar el poder polìtico revolucionario.
Que el modelo político, ese marco, haya devenido “cuello de botella” para el desempeño democrático de la sociedad, muy interesadamente no se identifica como condicionamiento estructural de la crisis socioeconómica que se ha hecho crónica y puesto el país “al borde del abismo” – según apreciación tardía del propio Presidente Raúl Castro en la Asamblea Nacional (diciembre 2010).
En tales circunstancias, los cambios se dan de manera anti democrática con una reforma economicista de corte socioliberal – Liniamientos de Política Social y Económica del PCC y la Revolución LPES – que cambia los preceptos constitucionales e introduce de facto un régimen de relaciones socioeconómicas contrarias al sistema socialista declarativo que asume, aunque mediatizadamente, la propia Constitución. Al no reconocerse que la crisis es del modelo político, es decir, el modo en que la sociedad organiza la participación política para componer sus relaciones socioeconómicas en pos del progreso socio-material, lo que se está haciendo es rechazar la democracia como idea-fuerza de los cambios conceptuales y estructurales que se necesitan para la transición al socialismo.
El problema de la fuerza política que haya de garantizar la transición socialista, como ente de poder popular constitucional, ha de estar en el centro de atención del debate por la nueva la Constitución.
El PCC, partido minoritario de cuadros, contamina la democracia en tanto fundamento del movimiento de la sociedad, por cuanto la mediatización de la participación política se ha dado primero hacia el interior del propio Partido. Es lo que ha venido demostrando desde 1976 el PCC en su función de dominio como partido-único. La emanación de su poder constitucional como ente de dominio sobre el estado y la sociedad no ha podido más que extrapolar al movimiento socioeconómico y político de la misma el carácter del centralismo anti democrático que lo rige.
Lo anterior plantea la necesidad del debate sobre otra idea-fuerza de la revolución socialista: organizar el poder político del pueblo en un envolvente movimiento político democrático.
El partido-único PCC, compuesto por apenas un 17% de la población adulta (670 mil militantes), constituye el órgano institucional de dominio político supremo con facultad constitucional supraestatal. Su poder contraviene la naturaleza política del estado de derecho que habrìa considerarse socialista. El pueblo cubano ha dejado de identificarse con un partido de minoría anclado en las prerrogativas anti democráticas de su poder omnímodo sobre la sociedad. Desconocer ese mar de leva político es cerrar los ojos ante el hecho de la deslegitimización del Partido de la Revolución en la percepción popular.
La idea de la fundación del partido socialista de masa con prerrogativa constitucional de ente político rector del camino hacia el socialismo, vendría a situarse en el epicentro del debate popular constitucional, si es que este asume el reto de la participación democrática y protagónica del pueblo en el mismo.
La diferencia cualitativa del partido socialista de masa con la naturaleza política del PCC, en tanto partido-único exclusivo con prerrogativa constitucional de dominio sobre el estado y la sociedad, se afinca en la idea sobre el protagonismo político del pueblo como sujeto revolucionario que asume la participación democrática decisoria. Una proyección del partido a imagen y semejanza del significado y el rol histórico del Partido Revolucionario Cubano de J.Martí.
Protagonismo de la participación como hegemonía política democrática de un partido socialista de masa, cual superación del dominio político anti democrático encarnado en un partido político elitista. La idea de la vanguardia como élite política dominante se supera en la idea de la masa crítica política hegemónica. La contraposición gramsciana entre hegemonía política y dominio político nos mete de lleno en la naturaleza ideológica marxiana con que se identificaría el partido socialista de masa. El protagonismo democrático del sujeto revolucionario como legitimación de la hegemonía política se convierte en la masa crítica del movimiento socialista.
La cuestión de la democracia en la organicidad del partido y en su articulación sociopolítica con la sociedad decide sobre la esencia del modelo político del estado y la sociedad. La membresía de dicho partido deja de ser elitista puesto que no asume el carácter exclusivo de cuadros. Desaparece la burocracia militante. El derecho a la participación política determinante se lleva a un primer plano de acción. La membresía del partido socialista de masa se compone de sujetos políticos, individuales y colectivos organizados. Eso daría cabida a la legitimidad de sectores de pensamiento dentro del partido socialista de masa con posicionamientos diversos hacia la construcción del socialismo y en permanente debate democrático. Esta concepción del partido estaría asumiendo la dialéctica del pensamiento leninista sobre el reconocimiento de la posición de las minorías con derecho a que estas continúen trabajando abierta y deliberativamente por sus argumentos, aunque cumplan el mandato democrático mayoritario, no la decisión autoritaria de un grupo. La participación militante asume la pluralidad del pensamiento crítico y la libre articulación democrática del mismo en los debates internos y la búsqueda de consensos políticos en la definición y toma de decisiones.
El partido socialista de masa se auto define en la voluntad de pertenencia política del pueblo. Su identificación ideológica estaría determinada por su apego a la filosofía marxiana en tanto doctrina del socialismo científico. Las premisas fundacionales del partido socialista de masa se concretarían en:
Declaración de principios socialistas,
Programa político afincado en la teoría marxiana de la emancipación social y el ideario martiano de la soberanía nacional,
Estatuto democrático de su estructuración y organicidad internas.
El problema de la dirección política del partido socialista de masa (su “comité central”) se definiría en la idea de la dirección colegiada por miembros del partido, seleccionados en elecciones democráticas directas por toda la militancia, pero pronunciando la legitimidad democrática de esa dirección política dándole derecho al voto en la elección a toda la sociedad. Ya hoy no es difícil por los medios electrónicos y la comunicación en redes concebir el funcionamiento interno y global, a escala nacional, de un partido tomando decisiones directrices democráticamente sobre el rumbo socialista. De esta forma quedaría planteada la idea-fuerza de la democracia política protagónica del pueblo.
La Constitución Socialista definiría la prerrogativa institucional del hegemonismo político del partido socialista de masa en el desarrollo del Estado y la Sociedad socialistas.
El debate apuntaría a la eliminación del poder constitucional supraestatal y suprasocietal del Partido, considerando la autonomía y la elección democrática de los poderes institucionales como contrapartidas de poder político; a saber:
Presidencia de la República – elegida directamente por el pueblo entre las propuestas seleccionadas democráticamente por el partido socialista de masa y comités de ciudadanos debidamente registrados, según la Ley que lo establezca;
Ejecutivo, encarnado por el jefe de gobierno y el cuerpo de ministros – elegido por la Asamblea Nacional sobre propuestas de la Presidencia de la República;
Legislativo y Control Institucional – Asamblea Nacional elegida directamente por el pueblo con dirección propia distinta a la Presidencia y el Gobierno;
Judicial – tribunales elegidos por las asambleas nacional, provinciales y/o municipales).
Tribunal Constitucional y Tribunal de Estado – encargados, el primero de velar por el cumplimiento de la letra y el espíritu de la Constitución de la República, y el segundo de juzgar las contravenciones políticas de los ciudadanos elegidos para funciones de estado y gobierno. Estos tribunales serían elegidos por la Asamblea Nacional.
Imaginemos que el partido socialista de masa toma una decisión política trascendental apoyada por los cientos de miles o millones de ciudadanos que lo compongan – que se le afilian y/o se declaran simpatizantes – a través de votación democrática directa. No es difícil ver que la cualidad del sistema político da un salto de orden democrático. Ese partido no suplanta los órganos de poder constitucional del estado, sino que define democráticamente los derroteros del camino socialista.
El gran debate revolucionario apunta a la idea de la transformación dialéctica del partido único en partido socialista de masa y de las condiciones sistémicas que harían efectiva su naturaleza política y su capacidad de garante y conducción de la transformación socialista. Asumido como fuerza revolucionaria ideológica y motriz del ordenamiento y el desarrollo de la República Socialista, el partido socialista de masa adquiríría legitimidad democrática como poder político directo del pueblo en las decisiones rectoras de la transición y consolidación del socialismo. Este carácter convierte el partido socialista de masa en un foro político constituyente estructurado y permanente, controlador y decisorio en democracia protagónica sobre el rumbo de la revolución socialista.
Si la democracia directa se torna eje del sistema político y socioeconómico estamos en condiciones de dar paso a la autonomía horizontalizada de las estructuras del Estado y abrir las puertas al funcionamiento de un sistema económico descentralizado con alto potencial de acción efectiva y eficaz bajo formas de producción esencialmente socio-cooperativas, es decir, no-capitalistas. Hablamos justo de una revolución socialista conducida por un partido socialista de masa democrático.
Estado comunitario, democracia directa y sistema socioeconómico cooperativo, donde la propiedad privada del capital queda reducida a su forma de reproducción simple y es negada constitucionalmente toda hegemonía económico-política de las formas de reprodución ampliada de capital (tanto estatal, comunitario como cooperativo): es el tránsito en la dialéctica revolucionaria del “patria o muerte” al “socialismo o barbarie”.
………………..
(*) Este trabajo tiene su fuente en el trabajo “CUBA. De la constitución autoritaria a la Constituyente democrática” escrito en 2013, cuando ya los revolucionarios socialistas abogábamos por la necesidad de una Constituyente que definiera y marcara el rumbo de la revolución socialista.
Ver: http://2014.kaosenlared.net/colaboradores/75188-cuba-de-la-constituci%C3%B3n-autoritaria-a-la-constituyente-democr%C3%A1tica
……………………
Notas
Roberto Cobas Avivar, “Cuba. Hacia la Constituyente Socialista”, https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/07/05/cuba-hacia-la-constituyente-socialista-2/
Roberto Cobas Avivar; “Cuba. Constitución Socialista o Contrarrevolución Capitalista”. https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/08/11/cuba-constitucion-socialista-o-contrarrevolucion-capitalista/
Roberto Cobas Avivar, “CUBA. Sin Constituyente Socialista la restauración capitalista es irreversible”. https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/07/29/cuba-sin-constituyente-socialista-la-restauracion-capitalista-es-irreversible/
Jessica Domínguez Delgado, “Qué sabemos del experimento de Artemisa y Mayabeque”, https://primerocuba.blogspot.com/2018/06/que-sabemos-del-experimento-de-artemisa.html
https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/08/19/cuba-revolucion-constitucion-hacia-el-partido-socialista-de-masa-ok/
(Volver a página inicial)