¿Enfrentar la guerra de quinta generación con arcos y flechas?/ Enfrentaremos a guerra de quinta geração com arcos e flechas?
Aram Aharonian|
Alrededor del mundo, una inmensa gama de organismos gubernamentales y partidos políticos están explotando las plataformas y redes sociales para difundir desinformación y noticias basura, ejercer la censura y el control y socavar la confianza en la ciencia, los medios de comunicación y las instituciones públicas.
El consumo de noticias es cada vez más digital, y la inteligencia artificial, el análisis de la Big Data (que permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones) y los algoritmos de la “caja negra” son utilizados para poner a prueba la verdad y la confianza, las piedras angulares de la llamada sociedad democrática occidental.
Son muy pocos los dueños de la infraestructura que permite el uso de la Internet en todo el mundo, y también los servicios que sobre ella se brindan. La propiedad de los cables de fibra subacuáticos, las empresas que se alojan y controlan el NAP de las Américas, los grandes centros de datos como Google, Facebook, Amazon o los llamados “servicios en la nube” como Google Drive, Amazon, Apple Store, OneDrive, veremos que son corporaciones trasnacionales, en su mayoría con capitales estadounidenses.
Hoy, de las seis principales firmas que cotizan en bolsa, cinco de ellas son del rubro de las TIC: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook.
Campo popular: aggiornar la lucha
Es que el mundo cambia constantemente, muchas veces al ritmo de la tecnología y pareciera que a la izquierda, a los movimientos y medios populares de comunicación, nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados o ya perimidos, enarbolando consignas que no tienen correlato con este mundo nuevo.
Mientras, las corporaciones mediáticas hegemónicas desarrollan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos campos de batalla donde se pelea con nuevas armas, donde la realidad no importa, en lo que quizá ya ni se trata de la guerra de cuarta generación, la que ataca a la percepción y sentimientos y no al raciocinio, sino a una guerra de quinta generación, donde los ataques son masivos e inmediatos por parte de megaempresas trasnacionales, que venden sus “productos” (como el espionaje) a los Estados.
Hoy debiéramos estar más atentos a la integración vertical de los proveedores de los servicios de comunicación con compañía que producen contenidos, la llegada de los contenidos directamente a los dispositivos móviles, a la trasnacionalización de la comunicación, convirtiendo a la información en campañas de terrorismo mediático… mientras apenas denunciamos lo fácil que está siendo convertir a la democracia en una dictadura manejada por las grandes corporaciones
Debiéramos estar atentos a los temas de vigilancia, manipulación, transparencia y gobernanza de Internet, al video como formato a reinar en los próximos años, estar atentos al hecho de que los mismos televisores se van convirtiendo en una pantalla más a donde llegan los contenidos manipulados por las grandes corporaciones.
Pero desde el campo popular seguimos reclamando la democratización de la comunicación y la información, creyendo que una distribución equitativa de las frecuencias de radio y televisión entre los sectores público, comercial y popular puede significar el fin de la concentración mediática. Estamos peleando guerras que ya no existen, cuando el campo de batalla está en Internet, en el Big Data, en los algoritmos, en la inteligencia artificial.
Cansa la insistencia discursiva anclada en el pasado y con una agenda diseñada en países centrales, que no incluyen nuestras realidades. Se insiste en una necesaria renovación de la izquierda, en la necesaria búsqueda de nuevos caminos -en las catarsis colectivas de seminarios, foros, reuniones, conciliábulos, escritos-, pero no se buscan soluciones específicas al aislamiento y endogamia de nuestros sitios populares, alternativos a los mensajes hegemónicos, comunitarios, populares.
Estos temas no están en la agenda de los movimientos, de los partidos ni de los gobiernos (incluso los progresistas), más preocupados por seguir con la satanización de las nuevas tecnologías, por la denunciología, que en definir estrategias y líneas de acción. Hoy los gobiernos de la restauración conservadora disparan contra Unasur, que en su momento de auge no pudo concretar un canal propio de fibra óptica, que al menos le hiciera cosquillas al control de las megacorporaciones.
Hoy, el escenario digital puede convertirse en una vía para la reconexión del progresismo con sus bases, y en particular con los jóvenes, que es como decir con el futuro. Pero, no se ha avanzado en una agenda comunicacional común, pero tampoco en temas estratégicos para el futuro de la soberanía tecnológica, como la gobernanza de Internet, el copyright, la innovación, el desarrollo de nuestras industrias culturales.
Se habla de nuevos caminos, pero pocos parecen dispuestos a transitarlos, porque seguramente afectan su identidad, su memoria y su vida. Se insiste en denunciar la desinformación, la información basura, el terrorismo mediático (tenemos doctorados en denunciología y lloriqueo), pero no nos preparamos para aprender a usar las nuevas herramientas, las nuevas armas de una guerra cultural ciberespacial. Quizá el problema no sea formular, sino tener oídos dispuestos a intentar, dice el humanista Javier Tolcachier.
Cada sitio de medios y/u organizaciones sociales dirige sus mensajes a una masa crítica acotada, a los que ya están convencidos de su mensaje, en una gimnasia endogámica, sin definir una agenda propia, latinoamericanista, en defensa de los derechos humanos y de los trabajadores, una línea editorial que los pueda unificar y entonces entrar con fuerza en la guerra cultural, en la batalla de las ideas.
Sus lenguajes –y hablamos sobre la generalidad y por eso es de destacar los esfuerzos del mediactivismo de Fora de Eixo, Facción o Emergentes, por ejemplo- no se adecúan al momento histórico, cultural ni tecnológico. Están anclados en la denunciología, sin visibilizar las luchas, los anhelos, de los pueblos o sociedades que dicen representar.
El informe de Oxford
Un informe de Samantha Bradshaw y Philip Howard, investigadores de la Universidad de Oxford (Challenging Truth and Trust: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation), confirma que la manipulación de la opinión pública sobre las plataformas de medios sociales se ha convertido en una amenaza a la vida pública.
En 2017, el primer inventario de las tropas de ocupación cibernéticas globales realizado por estos investigadores arrojaron luz sobre la organización mundial de la manipulación de los medios de comunicación social por gobiernos y actores de partidos políticos. Este año revela las nuevas tendencias de manipulación organizada de los medios, y sus cada vez más crecientes capacidades, estrategias y recursos en las que se apoya este fenómeno, con evidencias de campañas de la manipulación organizada de los medios en 48 países, 20 más que el año anterior.
En cada país se constató que al menos un partido político o agencia gubernamental usaba los medios de comunicación social para manipular a la opinión pública nacional, en países donde los partidos políticos diseminan desinformación durante las elecciones, o donde la institucionalidad se siente amenazada por noticias basura e injerencia extranjera en los asuntos internos, y desarrollan sus propias campañas de propaganda cibernética.
En una quinta parte de estos 48 países, sobre todo en los del sur global, se hallaron pruebas de campañas de desinformación operando sobre las aplicaciones de chat como WhatsApp, Telegram y WeChat. La manipulación de las redes es un gran negocio, donde gobiernos, fundaciones, ONGs y partidos políticos han gastado más de 500 millones de dólares en investigaciones, desarrollo e implementación de operaciones psicológicas y manipulación de la opinión pública a través de internet.
En algunos países esto incluye “esfuerzos para contener al extremismo”, pero en la mayoría de los países esto implica la propagación de noticias basura y desinformación durante las elecciones, las crisis militares y complejos desastres humanitarios.
La Guerra de Quinta Generación
Si la guerra de primera generación se basa en movilizar la mano de obra, la segunda en el poder de fuego y la tercera en la libertad de maniobra, los paradigmas cambian sustancialmente en la de Cuarta Generación, donde tanto los recursos empleados como los objetivos e intereses a alcanzar engloban tanto al interés público como privado (intereses de corporaciones). La idea principal es que el Estado ha perdido su monopolio de la guerra, y a nivel táctico incluye desde el aspecto armamentista al psicológico,
Dada la enorme superioridad tecnológica alcanzada durante la etapa anterior frente a esta asimetría de fuerzas entre contendientes, solo es concebible el uso de fuerzas irregulares ocultas que ataquen sorpresivamente al enemigo, tratando de provocar su derrota al desestabilizar a su rival, con el uso de tácticas no convencionales de combate.
En la Guerra de Quinta Generación (también denominada guerra sin límites), introducida desde el 2009 como concepto estratégico operacional en las intervenciones EEUU-Otan, no interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual del enemigo, obligándolo a buscar un compromiso, valiéndose de cualquier medio, incluso sin uso de las armas. Se trata de una manipulación directa del ser humano a través de su parte neurológica (ondas biaurales y componentes de cristales de magnetita del cerebro y los métodos sobre sus posibles manipulaciones).
Y los medios masivos y las redes sociales son parte integral del esquema de esta guerra, para generar desestabilización en la población a través de operaciones de carácter psicológico prolongado; se busca afectar la psiquis colectiva, afectar la racionalidad y la emocionalidad, además de contribuir al desgaste político y a la capacidad de resistencia.
Y se cuenta con mecanismos científicos de control total a través de no solo la manipulación de medio masivos de comunicación e información concentrados, sino también de sistemas financieros como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, miles de fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Zbigniew Brzezinski, exsecretario de Estado estadounidense, afirmaba que la clave estaba en el ataque al recurso emocional de un país por medio de la revolución tecnológica, La táctica para mantener la desintegración política en la sociedad consiste en crear complejos de inferioridad y en convertirse en referencia externa en todos los ámbitos, evitando que los proyectos y modelos colectivos o alternativos se consoliden en su identidad, pues la referencia será algo distinto a sí mismos; el mundo desarrollado y su modelo prevaleciente.
Los medios de difusión masiva se encargan de condicionar las mentes en las naciones subdesarrolladas, puesto que “el Tercer Mundo enfrenta, ahora, el espectro de las aspiraciones insaciables”, según escribía Brzezinski hace ya 44 años.
Redes sociales, aislacionistas
Las redes sociales son un conjunto de plataformas digitales de esparcimiento e interacción social entre sus diversos usuarios, ya sean personas, grupos sociales o empresas, que permiten el envío de mensajes, la comunicación en tiempo real y la difusión de contenido de distintos modos, entre los usuarios que se encuentren conectados entre sí, es decir, que sean “amigos” o “seguidores” .
La aparición masiva de las redes sociales, dice la experta británico-ecuatoriana Sally Burch, han revolucionado nuestras sociedades, pero también han causado preocupación porque al no estar reguladas son aprovechadas para la desinformación, la imposición de imaginarios colectivos con la difusión de información falsa, creando realidades virtuales lejanas a las realidades reales, la apropiación de datos personales para fines comerciales y/o de manipulación política e, incluso, para conculcar la intimidad de los ciudadanos, invadiendo sus espacios de trabajo, educación, ocio e incluso de socialización.
Las redes sociales tienen acceso y manipulan los datos de sus usuarios (direcciones de correos, números telefónicos, aficiones, gustos, amigos), gentilmente proporcionados por ellos mismos a través de la construcción de sus propios perfiles. Su atractivo principal es la masividad: el mismo mensaje, información –o la misma publicidad tácita o encubierta- puede ser enviado a millones de personas a la vez, a través de las distintas plataformas (computadoras, tablets, celulares).
Operan en base a algoritmos que organizan la información para mostrarnos más de aquello que nos guste y menos de lo que no. Cuando validamos un comentario, una publicidad o una noticia, retroalimentamos el sistema para que se adapte aún más a nuestros gustos puntuales. Ya que los algoritmos privilegian el contenido semejante al que hemos elegido (con un “me gusta”), restringiendo las oportunidades de recibir información real, no filtrada, donde el usuario solo accede a opiniones semejantes a las suyas (un efecto antidemocrático, sin duda), agrega Burch.
Por ejemplo, un algoritmo usado por Facebook se basa en la afinidad (cantidad de veces que unos e conecta con otro, publicando en sus muros, validando –me gusta- sus contenidos. Su peso es la cantidad de interacciones que tiene una publicación y el tiempo hace que la información decaiga en interés y baje en la cola de la información.
Las desventajas de las redes sociales apuntan a la ruptura con la presencia de los otros, instándonos a dejar de socializar en persona, en la construcción de sociedades ciberdependientes, nichos donde no tiene cabida el pensamiento contrario, la otredad.
¿El fin de la transparencia?
La consultora británica Cambridge Analytica (CA), la que protagonizó el escándalo por el uso de 87 millones de datos de usuarios de Facebook, si bien anunció el cese de todas sus operaciones, simplemente cambió de piel y seguirá sus manipulaciones, amenazando la transparencia de las elecciones en varios países, entre ellos Argentina, Colombia y México.
La compañía británica culpó de su quiebra a las denuncias de manipulación política que inundaron los medios internacionales en los últimos, pero lo cierto (y que no dice) es que sus principales activos ya trabajan en una empresa con fines similares llamada Emerdata Limited, en cuyo consejo de administración aparecen una serie de nombres directamente vinculados con CA, según destapó en marzo Business Insider.
Alexander Taylor fue nombrado director de Emerdata el 28 de marzo en sustitución del dimitido Alexander Nix, quien reconoció que trabajó en elecciones en países de todos los continentes, incluyendo Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, Nigeria, Kenia y República Checa, y debió alejarse a raíz de un vídeo grabado por la televisión británica con cámara oculta donde hizo toda clase de comentarios inapropiados como ofrecer grandes cantidades de dinero a un candidato y amenazarle con publicarlo, para intentar extorsionarlo.
Según Business Insider, entre los responsables de Emerdata aparece Johnson Chun Shun Ko, un ejecutivo chino de Frontier Services Group, la firma militar presidida por el prominente partidario de Trump Erik Prince, fundador de la contratista militar estadounidense Blackwater y “casualmente” hermano de la secretaria de educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, pilar de la internacional capitalista Red Atlas.
El Observatorio en Comunicación y Democracia señala que recién cuando el escándalo tomó dimensión global, Facebook -.el principal agente empresarial involucrado en los cambios de tendencia en las urnas británicas (referendo por el Brexit) y estadounidenses (elección de Donald Trump) en 2016- reconoció que la consultora británica había accedido (¿o comprado?) a la información personal de al menos 87 millones de usuarios y la había utilizado para crear perfiles de votantes.
Facebook gestiona más de 300 millones de gigabytes en información personal de sus usuarios, un arsenal de perfiles que le permite disponer de una de las plataformas on line más importante del mundo, indispensable para beneficiarse de modelos de negocio que amplían consumidores y diversifican mercados al calor del incremento productivo de los robots y la automatización industrial.
Colofón
Todo esto acontece apenas dos decenios después de que Sergey Brin y Larry Page registraran el dominio google.com y once de que Steve Jobs presentara en sociedad, en San Francisco, el primer iPhone. Mientras, Facebook sigue creando perfiles de usuarios y los algoritmos que usara Cambridge Analytica siguen a disposición de quien los quiera (o pueda) pagar.
Difícil que un país sólo tenga capacidad de desarrollar los niveles necesarios de respuesta para mantener y/o recuperar la soberanía en algunas áreas, y por eso es imprescindible la suma de voluntades –gobiernos, academia, movimientos sociales- para sumar fuerza de negociación en temas básicos como inteligencia artificial y el big data. No hay otra salida: debemos apropiarnos del big data para poder pensar en herramientas liberadoras.
La única forma de luchar en esta guerra de Quinta generación es poniéndose al día en lo que respecta a la inteligencia artificial, es en la posibilidad de montar nuevas plataformas que evadan los filtros de las grandes corporaciones, es en la necesidad de adueñarse de las armas, las herramientas para poder pelear en esta guerra cultural, de generar agendas propias de acuerdo a los intereses de nuestros pueblos, de …
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
VERSIÓN EN PORTUGUÉS
Enfrentaremos a guerra de quinta geração com arcos e flechas?
Aram Aharonian|
Ao redor do mundo, uma imensa gama de organismos governamentais e partidos políticos estão explorando as plataformas e redes sociais para difundir desinformação e notícias irrelevantes, para exercer a censura e o controle, soterrando a confiança na ciência, nos meios de comunicação e nas instituições públicas.
O consumo de notícias é cada vez mais digital, e a inteligência artificial, a análise da big data (que permite interpretar a informação e se adiantar à nossas intenções a partir dela) e os algoritmos da “caixa preta” são utilizados para colocar à prova a verdade e a confiança, as pedras angulares da chamada sociedade democrática ocidental.
São pouquíssimos os donos da infraestrutura que permite o uso da Internet em todo o mundo, e também os serviços que podem oferecer seu acesso aos consumidores. A propriedade dos cabos de fibra subaquáticos, as empresas que se alojam e controlam os pontos de acesso das Américas, os grandes centros de dados como Google, Facebook, Amazon ou os chamados “serviços de nuvem” (como Google Drive, Amazon, Apple Store, OneDrive, etc) são das corporações transnacionais, em sua maioria com capitais estadunidenses.
Hoje, das seis principais firmas que cotizam em bolsa, cinco delas são do ramo das tecnologias da informação e comunicação: Apple, Google, Microsoft, Amazon e Facebook.
Campo popular: aggiornare a luta
O mundo muda constantemente, muitas vezes ao ritmo da tecnologia, e parece que a esquerda, os movimentos e meios populares de comunicação, nos empurram a pelejar nos campos de batalha equivocados ou já irrelevantes, defendendo consignas que não têm relação com este mundo novo.
Enquanto as corporações midiáticas hegemônicas desenvolvem suas estratégias, táticas e ofensivas em novos campos de batalha onde a luta utiliza novas armas, onde a realidade não importa, e talvez nem se trate mais da guerra de quarta geração – a que ataca a percepção e sentimentos, e não o raciocínio –, e sim de uma guerra de quinta geração, onde os ataques são massivos e imediatos por parte de megaempresas transnacionais, que vendem seus “produtos” (como a espionagem) aos Estados.
Hoje, deveríamos estar mais atentos à integração vertical dos provedores dos serviços de comunicação, como as companhias que produzem conteúdos, a chegada desses conteúdos diretamente aos dispositivos móveis, a transnacionalização da comunicação, transformando a informação em campanhas de terrorismo midiático… e como tudo isso ocorre enquanto nós somente denunciamos o quão fácil está sendo transformar a democracia numa ditadura manejada pelas grandes corporações.
Deveríamos estar atentos aos temas de vigilância, manipulação, transparência e governança da Internet, entender o vídeo como formato a reinar nos próximos anos, e o fato de que os mesmos televisores se estão perdendo espaço para uma nova tela onde chegam os conteúdos manipulados pelas grandes corporações.
Mas desde o campo popular, seguimos defendendo a democratização da comunicação e a informação, acreditando que uma distribuição equitativa das frequências de rádio e televisão entre os setores público, comercial e popular pode significar o fim da concentração midiática. Estamos lutando guerras que já não existem, quando o campo de batalha está na Internet, na big data, nos algoritmos, na inteligência artificial.
A insistência discursiva ancorada no passado, e com uma agenda desenhada nos países centrais – que não incluem as nossas realidades –, cansa e torna mais difícil lidar com o tema. Há uma insistência na necessária renovação da esquerda, na necessária busca de novos caminhos, nas catarses coletivas de seminários, foros, reuniões, atos conciliatórios, escritos, mas não nas soluções específicas ao isolamento e à endogamia dos nossos sítios populares, nas alternativas às mensagens hegemônicas, às mensagens comunitárias, populares.
Estes temas não estão na agenda dos movimentos, dos partidos ou dos governos (conservadores ou progressistas), mais preocupados por seguir pelo caminho da satanização das novas tecnologias, da denunciologia, que na definição de estratégias e linhas de ação. Hoje, os governos da restauração conservadora disparam contra a União Sul-Americana de Nações (Unasul) – que, em seu momento de auge, não conseguiu concretizar um canal próprio de fibra óptica –, que ao menos fez cócegas no controle das megacorporações.
O cenário digital pode se transformar numa via para a reconexão do progressismo com suas bases, e em particular com os jovens – que seria como reatar sua ligação com o futuro. Mas, antes é preciso conseguir um avanço numa agenda comunicacional em comum, quando sequer existe um consenso sobre os temas estratégicos para o futuro da soberania tecnológica, como a governança da Internet, o copyright, a inovação, o desenvolvimento das nossas indústrias culturais.
“Fala-se muito sobre os novos caminhos, mas poucos parecem dispostos a transitá-los, porque isso seguramente afeta sua identidade, sua memória e sua vida. Os setores de esquerda insistem em denunciar a desinformação, a informação irrelevante, o terrorismo midiático (temos doutorados em denunciologia e “mimimi”), mas não se prepara para aprender a usar as novas ferramentas, as novas armas de una guerra cultural ciberespacial. Talvez o problema não seja formular, ter ouvidos dispostos a tentar”, diz o escritor humanista argentino Javier Tolcachier.
Cada sítio de meios e/ou organizações sociais dirige suas mensagens a uma massa crítica restrita aos que já estão convencidos de sua mensagem, numa ginástica endogâmica, sem definir uma agenda própria, latinoamericanista, em defesa dos direitos humanos e dos trabalhadores, uma linha editorial que possa unificá-los e, assim entrar com força na guerra cultural, na batalha das ideias.
Suas linguagens – e falamos sobre a generalidade, por isso deve-se destacar os esforços do midiativismo de grupos como Fora de Eixo, Facción ou Emergentes, por exemplo – não se adequam ao momento histórico, cultural e tecnológico. Estão ancorados na denunciologia, sem capacidade de visibilizar as lutas, os anseios dos povos ou sociedades que dizem representar.
O informe de Oxford
Um informe realizado por Samantha Bradshaw e Philip Howard, investigadores da Universidade de Oxford (Challenging Truth and Trust: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation), confirma que a manipulação da opinião pública sobre as plataformas de meios sociais se tornou uma ameaça à vida pública.
Em 2017, o primeiro inventário das tropas de ocupação cibernéticas globais, realizado por esses investigadores, jogou luzes sobre a organização mundial da manipulação dos meios de comunicação social por governos e figuras de partidos políticos. Neste ano, se revelaram as novas tendências de manipulação organizada pela mídia, e suas cada vez maiores capacidades, estratégias e recursos nos quais se apoia este fenômeno, com evidências de campanhas da manipulação organizadas por essa mídia em 48 países, 20 a mais que no ano anterior.
Em cada país, se constatou que ao menos um partido político ou agência governamental usava os meios de comunicação social para manipular a opinião pública nacional, em países onde os partidos políticos disseminam desinformação durante as eleições, ou onde a institucionalidade se sente ameaçada por notícias manipuladas e a intromissão estrangeira nos assuntos internos, e desenvolvem suas próprias campanhas de propaganda cibernética.
Em ao menos uma quinta parte desses 48 países, sobretudo os do sul do planeta, se encontraram provas de campanhas de desinformação, operando sobre os aplicativos de chat como WhatsApp, Telegram e WeChat. A manipulação das redes é um grande negócio: governos, fundações, ONGs e partidos políticos gastaram mais de 500 milhões de dólares em investigações, desenvolvimento e implementação de operações psicológicas e manipulação da opinião pública através da Internet.
Em alguns países, isso inclui “esforços para conter o extremismo”, mas na maioria dos casos, o que se viu foi a propagação de notícias manipuladas e desinformação durante eleições, crises militares e complexos desastres humanitários.
A guerra de quinta geração
A guerra de primeira geração se baseou em mobilizar a mão de obra, a segunda no poder de fogo e a terceira na liberdade de manobra. Os paradigmas mudam substancialmente na de quarta geração, onde tanto os recursos empregados como os objetivos e interesses a alcançar englobam interesse público e privado (interesses das corporações). A ideia principal agora é a de que o Estado perdeu o monopólio da guerra, e a nível tático, isso inclui desde o aspecto armamentista a até o psicológico.
Dada a enorme superioridade tecnológica alcançada durante a etapa anterior, devido a essa assimetria de forças entre concorrentes, só é concebível o uso de forças irregulares ocultas que ataquem surpreendentemente o inimigo, tentando provocar sua derrota desestabilizando o rival, com o uso de táticas não convencionais de combate.
Na guerra de quinta geração (também denominada guerra sem limites), introduzida desde 2009 como conceito estratégico operacional nas intervenções realizadas pelos Estados Unidos e pela OTAN (Organização do Tratado do Atlântico Norte), não interessa ganhar ou perder, e sim demolir a força intelectual do inimigo, obrigando-o a buscar um compromisso, se valendo de qualquer meio, inclusive sem o uso das armas. Se trata de uma manipulação direta do ser humano, através de sua parte neurológica.
E os meios massivos e as redes sociais são parte integral do esquema desta guerra, para gerar desestabilização na população através de operações de carácter psicológico prolongado. Se busca afetar a psique coletiva, afetar a racionalidade e a emocionalidade, além de contribuir com o desgaste político e a capacidade de resistência.
Para isso, se utilizam mecanismos científicos de controle total, não só através da manipulação de meios massivos de comunicação e informação concentrados, como também de sistemas financeiros como o Fundo Monetário Internacional, o Banco Mundial, o Banco Interamericano de Desenvolvimento, milhares de fundações e organizações não governamentais.
Zbigniew Brzezinski, ex-secretário de Estado estadunidense, afirmava que a chave estava no ataque ao recurso emocional de um país por meio da revolução tecnológica. A tática para manter a desintegração política na sociedade consiste em criar complexos de inferioridade e em se transformar em referência externa em todos os âmbitos, evitando que os projetos e modelos coletivos ou alternativos se consolidem em sua identidade, pois a referência será algo distinto, o mundo desenvolvido e seu modelo prevalecente.
Os meios de difusão massiva se encarregam de condicionar as mentes das nações subdesenvolvidas, visto que “o Terceiro Mundo enfrenta, agora, o espectro das aspirações insaciáveis”, segundo o que escreveu Brzezinski há 44 anos atrás.
Redes sociais isolacionistas
As redes sociais são um conjunto de plataformas digitais de dispersão e interação social entre seus diversos usuários, sejam pessoas, grupos sociais ou empresas, que permitem o envio de mensagens, a comunicação em tempo real e a difusão de conteúdo de diferentes modos, entre os usuários que se encontrem conectados entre si, ou seja, que sejam “amigos” ou “seguidores”.
A aparição massiva das redes sociais, segundo a especialista britânico-equatoriana Sally Burch, revolucionou nossas sociedades, mas também causou preocupação, porque ao não estarem reguladas, essas redes são aproveitadas para a desinformação e a imposição de imaginários coletivos, com a difusão de informação falsa, criando realidades virtuais distantes das “realidades reais”, além da apropriação de dados pessoais para fins comerciais e/ou de manipulação política e, inclusive, para vasculhar a intimidade dos cidadãos, invadindo seus espaços de trabalho, educação, ócio e inclusive de socialização.
As redes sociais têm acesso e manipulam os dados dos seus usuários (endereços eletrônicos, números telefônicos, preferências, ideais, amizades), gentilmente proporcionados por eles mesmos, através da construção de seus próprios perfis. Seu atrativo principal é a massividade: a mesma mensagem, informação – até mesmo a publicidade tácita ou encoberta – pode ser enviada a milhões de pessoas ao mesmo tempo, através dos diferentes equipamentos (computadores, tablets, celulares).
Operam com base em algoritmos que organizam a informação para nos mostrar mais daquilo que nós gostamos, e menos do que não gostamos. Quando validamos um comentário, uma publicidade ou uma notícia, retroalimentamos o sistema para que se adapte ainda mais aos nossos gostos pontuais. Já que os algoritmos privilegiam o conteúdo semelhante ao que nós escolhemos (com uma “curtida”), restringindo as oportunidades de receber informação real, não filtrada, para que o usuário só acesse as opiniões semelhantes às suas – “um efeito antidemocrático, sem dúvida”, comenta a própria Burch.
Por exemplo, o algoritmo usado pelo Facebook se baseia na afinidade (quantidade de vezes que uns se conectam com outros, publicando em seus perfis, validando – com as curtidas – seus conteúdos. Seu peso é a quantidade de interações que tem uma publicação e o tempo em que a informação se mantém vigente, até decair o seu interesse e sair da fila de informações.
As desvantagens das redes sociais apontam à ruptura com a presença dos outros, nos instando a deixar de socializar pessoalmente e construindo sociedades ciberdependentes, nichos onde não há espaço o pensamento contrário, a alteridade.
O fim da transparência?
A consultora britânica Cambridge Analytica (CA), que protagonizou o escândalo pelo uso dos dados de 87 milhões de usuários do Facebook, anunciou o fim de todas as suas operações, mas na prática apenas trocou de pele, e seguirá atuando no ramo das manipulações eleitorais, ameaçando a transparência dos pleitos em vários países, como já fez na Argentina, na Colômbia, no México, entre outros.
A companhia britânica justificou sua quebra a partir das denúncias de manipulação política que inundaram os meios internacionais nos últimos tempos, mas a verdade (que ela não diz) é que seus principais ativos já trabalham em uma empresa com fins similares chamada Emerdata, cujo conselho de administração contém uma série de nomes diretamente vinculados à CA, segundo mostrou uma reportagem da Business Insider, em março deste ano.
Alexander Taylor foi nomeado diretor da Emerdata em 28 de março, substituindo o demitido Alexander Nix, que reconheceu ter trabalhado em eleições em países de todos os continentes, incluindo Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, Nigéria, Quênia e República Tcheca, e teve que se afastar devido a um vídeo gravado pela televisão britânica com câmara oculta, onde fez comentários impróprios – ofereceu grandes quantidades de dinheiro a um candidato e ameaçou publicá-los, para tentar extorqui-lo.
Segundo a Business Insider, entre os responsáveis pela Emerdata estão Johnson Chun Shun Ko, executivo chinês da Frontier Services Group, a firma militar presidida por Erik Princi – um proeminente partidário de Trump, fundador da empresa do ramo militar estadunidense Blackwater e, “casualmente”, irmão da secretária de Educação dos Estados Unidos, Betsy DeVos, pilar da internacional capitalista Rede Atlas.
O Observatório em Comunicação e Democracia mostra que quando o escândalo tomou dimensão global, o Facebook – principal agente empresarial envolvido nas mudanças de tendência das urnas britânicas durante o referendo pelo Brexit, e nas estadunidenses durante a eleição de Donald Trump – reconheceu que a consultora britânica havia tido (ou será que teria comprado?) às informações pessoais de ao menos 87 milhões de usuários e as havia utilizado para analisar os padrões dos eleitores e gerar influência.
O Facebook administra mais de 300 milhões de gigabytes em informações pessoais dos seus usuários, um arsenal de perfis que permite à empresa dispor de uma das plataformas online mais importantes do mundo, indispensável para os que desejam se beneficiar de modelos de negócio que ampliam consumidores e diversificam mercados a partir do incremento produtivo dos robôs e da automatização industrial.
Conclusão
Todo isso acontece apenas duas décadas depois de Sergey Brin e Larry Page registrarem o domínio google.com, e onze anos depois de Steve Jobs apresentar o primeiro iPhone. Enquanto isso, o Facebook continua criando perfis de usuários, e os algoritmos que a Cambridge Analytica usou continuam à disposição daqueles que quiserem (e puderem) pagar.
Será difícil que um país sozinho tenha a capacidade de desenvolver os níveis necessários de resposta para manter e/ou recuperar a soberania em algumas áreas, e por isso é imprescindível a soma de vontades – governos, academia, movimentos sociais – para somar força de negociação em temas básicos, como a inteligência artificial e a big data. Não há outra saída: devemos nos apropriar da big data para poder pensar em ferramentas liberadoras.
A única forma de lutar nesta guerra de quinta geração é se colocando em dia no que diz respeito à inteligência artificial, apostando na possibilidade de montar novas plataformas que evadam os filtros das grandes corporações, na necessidade poder também usar as armas, as ferramentas para poder lutar nesta guerra cultural, de gerar agendas próprias de acordo aos interesses dos nossos povos.
Aram Aharonian é jornalista e comunicólogo uruguaio, fundador do canal TeleSur. Preside a Fundação para a Integração Latino-Americana (FILA) e dirige o Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)
http://estrategia.la/2018/08/24/enfrentar-la-guerra-de-quinta-generacion-con-arcos-y-flechas/
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