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Agosto 2018

METAFÍSICA DEL SUBCONSCIENTE


Walter Ritter Ortiz

Sección de Bioclimatología, Centro de Ciencias de la Atmósfera, UNAM. Circuito Exterior s/n, Ciudad Universitaria, Deleg. Coyoacan, México, D. F. email: walter_ritter@hotmail.com

INTRODUCCIÓN

En un mundo en el que la excesiva especialización amenaza con dejarnos en manos de gente que lo sabe todo sobre nada; que suponen que el objetivo de la ciencia es la revista y no los beneficios de las contribuciones personales y, que con aprender una paquetería se es ya científico. Y resulta imprudente para un hombre de ciencia el empleo de la palabra Filosofía, sobre todo la oriental, porque ello lo condena a una acogida desconfiada por parte de sus colegas y, en el mejor de los casos de una condescendencia por parte de los filósofos, ya que los filósofos quieren dar respuestas precisas; pero a la vez, quieren dar una explicación a los problemas del universo, por lo que se dice que “Se preocupan mucho de Todo”.

Sin embargo, el deber que se impone a los hombres de ciencia para enriquecer a sus disciplinas, con ideas humanamente significativas y que puedan alumbrar con nuevas ideas los viejos problemas, por peligrosos que estos fuesen, ingenuos o ambiciosos o que pudiesen parecer; donde finalmente podamos decirnos que la modestia conviene al sabio pero no a las ideas que lo habitan y que debe defender, como nos dice Jacques Monod.

La Metafísica, según Markus Gabriel, puede definirse como el intento para desarrollar una teoría del todo. Debe describir cómo es el mundo en realidad y no cómo se nos ofrece o cómo se nos presenta. De esta manera, la metafísica inventó en cierto sentido el mundo y cuando hablamos del mundo, nos referimos a la realidad. Suponiendo que hay una diferencia entre las cosas según se nos presentan y las cosas según cómo son en realidad.

El cerebro recoge permanentemente una serie inmensa de estímulos, a los que vulgarmente hacemos referencia como “información” o “conocimiento”. Donde el conocimiento es aquello a lo que hemos incorporado una información, de la cual podemos servirnos cuando la necesitemos, nos dice Miguel Benasayag.

Lyall Watson, reconoce que frecuentemente vemos sólo lo que esperamos ver; nuestra visión del mundo está empequeñecida “por las anteojeras de nuestra experiencia” limitada, pero no tiene porqué ser así ya que es la misma naturaleza una extensión lógica del estado actual de la ciencia, como solución de algunos problemas que la ciencia tradicional no puede comprender.

Grey Walter, dice que la característica más importante de un sistema es que puede recordarse y compararse con otro. El concepto de azar, supone que el desorden está más allá de toda comparación; no puede recordarse el caos ni comparar un caos con otro.

Los bebés no se sienten separados de su entorno y sólo pueden centrar su atención en una sola cosa a la vez y, conforme van creciendo se vuelven capaces de poner atención en varias cosas a la vez y darle su turno a cada sensación y emoción. Incluso de adultos, no podemos darle nuestra completa atención a varias cosas al mismo tiempo.

Nuestra percepción se divide rápidamente, parchada y poco confiable. Sólo podemos percibir una cantidad relativamente pequeña a la vez e incluso, cuando logramos ampliar nuestra observación, el cuello de botella regresa cuando intentamos pensar y actuar; nos confundimos, nos equivocamos, nos volvemos lentos o simplemente bloqueamos las cosas. El resultado es que nuestras percepciones son estrechas y nuestra habilidad de actuar en relación a ellas queda limitada, nos dice Damon Young.

La tarea principal del cerebro consiste en imaginar qué es el “mundo”. Podemos decir también que sólo en una visión demasiado ingenua del realismo y se piensa que lo que percibe el cerebro, corresponde exactamente a algo que existe así; o sea, un realismo primario en el que se pretende que lo que cada uno de nosotros percibe del mundo refleja exactamente lo que en el mundo existe, donde para comprender esta “producción de realidad” como tarea del cerebro, debemos conocer la diferencia entre información y conocimiento.

Cuando conocemos algo de una cosa, lo que conocemos es lo conocible de la cosa, no la cosa misma. Lo conocible de la cosa es una dimensión coproducida entre quién conoce y la manifestación de la cosa. Existe así un “resto” que no permite que el conocimiento obtenga una transparencia final de las cosas, nos dice Benasayag.

Conocemos el mundo por intermedio de la vista. Para lo que vemos, el mundo casi siempre resulta inteligible al instante y sin esfuerzo. Saber es haber visto, no pasiva sino activamente, que se extiende para apresar, para aprehender el mundo. Con cada acto de percepción, participamos inadvertidamente en la confesión de un mundo dotado de sentido. Aún los actos más simples y “objetivos” de conocimiento, requieren nuestra participación.

Para ser humano, se requiere, aún hoy, nuestra participación incesante y activa. La imagen que poseemos de nosotros mismos es un factor muy poderoso; moldea nuestros actos y en consecuencia, el mundo que creamos para nosotros.

Vivimos habitualmente en una visión científica del mundo que a menudo considera que nuestra intervención en el conocimiento es precisa o ilusoria. Nuestros hábitos mentales se convierten en percepciones y, a pesar de su potencial, no son universales ni verdaderos, por lo que debemos aprender a responsabilizarnos de ellos.

El mundo se presenta, pero nosotros debemos representarlo con nuestras facultades y limitaciones, con el propósito de darle forma, nos dice Arthur Zajonc. En general, la naturaleza ofrece pruebas acordes con las preguntas que hacemos y, las respuestas que estamos dispuestos a aceptar, reflejan nuestro temple mental.

El filosofar y la filosofía comienzan y recomienzan mirando definitivamente más allá de la situación concreta y por consiguiente, con el arte primario de la abstracción, donde por abstracción entendemos la acción interior en la cual el hombre se eleva por encima de la situación concreta, hasta llegar a la esfera de la conceptualización precisa, nos dice Buber.

La luz de la naturaleza y la de la mente, se entrelazan dentro del ojo y producen la imagen donde, además de la luz exterior y el ojo, la vista requiere una luz interior cuyo resplandor complementa la exterior y transforma la sensación pura en una percepción dotada de sentido. La luz de la mente debe conjugarse con la de la naturaleza, para suscitar un mundo, según Zajonc.

Kuhn utilizó el término “paradigma” para referirse a la estructura teórica dominante o conjunto de supuestos que subyacen a cualquier ciencia, que proporciona el modelo básico de la realidad dentro de la ciencia y rige la forma en que el científico piensa, teoriza e interpreta las observaciones experimentales, convirtiéndose en dogma científico que se perpetúa a sí mismo. Aceptándose los fenómenos que encajan con el modelo y rechazando los que no encajan con el modelo.

Las ideas de Kuhn se han aplicado a muchas áreas incluyendo nuestra visión del mundo en general, aplicándose también a la forma en que percibimos la realidad y nos relacionamos con nosotros mismos. Podemos decir que por debajo de nuestros pensamientos, percepciones y experiencias, hay implícitos unos supuestos sobre cómo es el mundo. Lo que significa que los ojos proporcionan al cerebro datos sensoriales sobre el mundo exterior, pero antes de dar lugar a una experiencia significativa, deben ser interpretados y organizados por el cerebro y esto requiere un modelo del mundo, una idea de cómo son las cosas; pero por sí mismas y sin un marco conceptual, los datos visuales desnudos carecen de sentido, nos señala Russell.

Estos “Marcos de referencia” no sólo condicionan la mayor parte de nuestras experiencias, sino que también determinan lo que es la realidad para cada uno de nosotros y, nos predisponen a ver algunos rasgos de nuestro entorno más que otros, que pueden influir sobre nuestro comportamiento y eficacia; y así el modo y la forma en que evaluamos el mundo, se ve afectada por nuestro marco de referencia, pues tendemos a actuar de formas que apoyen dicho marco de referencia.

Los marcos mentales de referencia son enormemente potentes, aunque no seamos conscientes de su existencia y, determinan la forma en que deben interpretarse los datos sensoriales y qué experiencias debemos aceptar como reales y cuáles debemos rechazar por ilusorias o, cómo es la realidad; al igual que ocurre con los paradigmas que suelen darse por sentados y rara vez, por no decir nunca, se cuestionan, explica Russell.

Pablo Morales, agrega que los fenómenos psicológicos vividos subjetivamente, no son pesábles ni medibles directamente, son hechos que como tales, pueden y deben ser estudiados científicamente. Es necesario admitir el principio pragmático de que todo aquello que produce efectos que modifican lo que preexistía tiene una realidad propia.

Esta concepción fundamental condiciona todo pensamiento, toda percepción y toda acción. La forma en que nos vemos a nosotros mismos y la relación entre el ser que vemos y todo lo demás.

Alan Watts, nos dice: vivimos nuestro día a día desde el supuesto de que “Yo” estoy “aquí dentro” mientras que el resto del mundo está “ahí fuera”; todas nuestras percepciones y experiencias se interpretan sobre esta base y, modelamos nuestra realidad de acuerdo con ella. Muy pocos se dan cuenta de que no es más que un modelo y no perciben cuánto influye sobre su experiencia y forma de pensar.

El mantener un sentido de uno mismo, como algo único e individual, asegura una probabilidad mucho mayor de supervivencia. Así, nuestro sentido de identidad se deriva de nuestras percepciones, experiencias e interacciones con el mundo exterior y de las formas en que nos diferenciamos de los demás. Para Goethe, la realidad es lo que es eficiente y operante. Una emoción, un sentimiento, un complejo, un ideal, una intuición son hechos reales porque modifican la realidad.

Con los experimentos mentales de Einstein, éste confiaba en la búsqueda de la verdad a su intuición interior y a diferencia de muchos escépticos, se atrevía a concebir que el pensamiento puro, podía aprehender la realidad, como soñaban los antiguos. Quién comentaba que cincuenta años de tenaz reflexión no le bastaron para reflexionar para responder a la pregunta: ¿Qué son los cuantos de luz? Argumentando que Cualquiera cree conocer la respuesta, pero se engañan.

Para Francisco Varela, la filosofía budista puede convertirse en un instrumento de observación introspectiva muy refinado y que la sociedad occidental podría emplear para entenderse mejor a sí misma y al mundo. Donde cada sistema vivo, dotado de su propia organización, crea relaciones e interacciones que cambian constantemente mediante una serie de ajustes y, esta perspectiva cambia el papel del observador, quien obviamente, no puede asumir una posición independiente y objetiva.

Por Metafísica, se preconcibe la esencia del mundo y, se entiende como la respuesta a lo que es el mundo y lo que significa la expresión “mundo”; donde queremos saber y explicar lo que significa que algo exista, donde el mundo es la totalidad de las realidades, no de las cosas.

Con el concepto de Ontología, se entiende la respuesta sistemática a la pregunta acerca de la existencia y lo que significa la expresión “existencia”. La respuesta a la pregunta por el “sentido de la vida”, descansa el sentido mismo, de que puede haber un sentido infinito que podemos conocer y transformar.

Según Heidegger, el sentido y el significado del “ser”, es decir la “existencia”, es el sentido mismo, puesto que todo existe simplemente porque aparece en un “campo de sentido”. Y dado que no puede existir un campo de sentido omniabarcante, existe una cantidad ilimitada de campos de sentido, que no dependen del todo entre sí, donde las relaciones existen siempre y sólo en nuevos campos de sentido. Donde el ser humano se encuentra en una expedición gigantesca y, llegados de ningún lugar avanzamos juntos hacia la infinitud, en que hay infelicidad y sufrimiento innecesario. Donde el ser humano también se transforma, pero siempre en relación con lo que considera la estructura fundamental de la realidad. Y la ciencia funciona de una manera que es comprensible y comprobable para cualquiera que se haya familiarizado con sus métodos.

El sujeto del conocimiento científico es necesariamente impersonal. Es todos a la vez y nadie concretamente; es un sujeto anónimo y universal. Donde toda realidad se revela siempre como fenómeno ante la conciencia y como tal, sólo por la propia conciencia adquiere significado. Inmerso en el Yo universal, el sujeto individual se capta como algo totalmente extraño a sí mismo y, se hace por fin consciente de la cárcel que él mismo se ha creado, nos dice Villoro.

El mundo se percibe de manera distinta desde diferentes ojos, dependiendo de la discriminación que puedan hacer y el entorno en el que se desarrollan. Para Varela, ha llegado el momento de superar la idea tradicional de una ciencia perfectamente capaz de explicar toda la realidad mediante un dispositivo codificado de leyes y formulas.

Ha llegado el momento de abrirse a perspectivas teóricas que no proporcionan el acceso a la esencia de la realidad, ni permiten iluminarla de forma permanente, sino que permiten definir ciertos objetos de investigación a los que interrogar y explorar. No existe una sola manera de explicar la realidad que nos rodea, sino múltiples puntos de vista que se entrelazan, se superponen, se sostienen y se complementan entre sí.

Sin embargo, “El simple hecho de que dos cosas guarden relación, no implica que una sea la causa de la otra”. Una correlación significa, sencillamente, que existe una posible relación entre dos factores, pero no explica el sentido de dicha relación. Y también, lo es el hecho de que ambos pudieran ser causados por algún tercer factor o miles de otros hechos desconocidos. El técnico en estadística, se preocupa por la constancia de algunas proporciones relativas a sucesos, cuyas causas parecen ser diversas y variables. Si no disponemos de mayor información, resulta difícil definir o saber, qué causa qué, como es el caso del supuesto calentamiento global de la Tierra.

Así también, podríamos decir que el sol existe para iluminar la superficie terrestre y que nosotros tenemos ojos para ser capaces de hacer uso de la luz del sol. Y ambos implican una relación de causa-efecto. Ambos implican algo más: que el sol está ahí para llenar una necesidad de iluminación terrestre y de que tenemos ojos porque necesitamos ver. La primera de estas implicaciones es falsa o, al menos no tiene evidencia en qué basarse; en tanto que el segundo, es verdad, en un especial e inmenso importante sentido de la vida.

Albert Camus, explora la desnudez del hombre frente a lo absurdo, al decirnos que no hay alegría de vivir sin desesperación de vivir. Agregando que, el estruendo genial de lo no dicho invade la frase y nadie desde su desapego a los valores convencionales, cree que eso pueda o menos aún, deba importarle. Que se vive a fondo la separación entre razón, sensaciones y emoción, que reaccionan sin motivos claros. Encarna la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino. Y cuya provocación imperdonable consiste en no respetar las reglas sociales y mostrarse indiferente a las ofertas de una realidad que considera absurda e inabordable. Nada tiene la suficiente importancia para él.

La pasividad y escepticismo, frente a todo y a todos, son lo más notorio de su comportamiento. En un paisaje que poco admite pasiones y ni siquiera voluntades, en sociedades que ocupadas en sobrevivir, olvidan a los individuos y los privan de un sentimiento de pertenencia activa a la comunidad, resulta más o menos inevitable que se desarrolle un sentido apático de la existencia.

La ciencia al desarrollarse, se ve constreñida a introducir en sus teorías conceptos que tienen un alcance metafísico, como son los de tiempo, espacio, objetividad, causalidad… etc. La ciencia procura evitar, respecto a ellos, toda discusión filosófica, con lo que hace así, muchas veces metafísica sin saberlo. Esto significa el recurso de la metafísica a una visión del mundo y el del hombre a la luz de la razón y así, está implicada una filosofía de la naturaleza como reflexión metafísica.

La ciencia, no es sólo conocimiento adquirido sino que es también búsqueda de soluciones y de nuevos problemas, ideas que se imaginan y que se prueban. Se trata de una búsqueda que obliga a desplegar algo de lo mejor que posee la especie humana: la imaginación. Una imaginación sometida constantemente al control del razonamiento lógico y de la comprobación, señala John Brockman.

La ciencia capaz de dar, por sí misma, un cuadro coherente y significativo de realidad con implicaciones normativas, nos dice J. M. Aubert; es sin embargo incompetente para hacernos comprender la verdadera naturaleza del mundo.

Una visión del mundo, se convierte hoy en síntesis de dos puntos de vista diferentes: “La fenología científica” y “la cosmología del metafísico” y que hay que soldar en una unidad coherente. El hombre ya no puede tener las mismas dimensiones intelectuales y espirituales que el clérigo de la edad media… una filosofía que preocupándose de lo eterno, olvida lo temporal y, desnaturaliza a la vez lo eterno y lo temporal.

Frente al espíritu Absoluto de Hegel, Kierkegaard experimenta su absoluta soledad; y gracias a esta experiencia se le revela la existencia de que únicamente cuando me conozco en soledad, experimento mi originalidad y, cuando el sentimiento de mi soledad llega a su extrema condición, todo parece evadirse, todo se torna ajeno.

Arrojado en un mundo extraño, me conozco como lo único, la excepción, lo innombrable y de golpe, hace presa de mí la angustia. Retrocedo ante el mundo de los seres en sí, de las cosas mudas y sin razón, las pongo como ajenas a mí y como aquéllo, que yo no soy.

La nada nos separa; nada hay entre ellos y yo. Así, libertad y soledad se acompañan mutuamente y sólo en el momento de pasar por la más extrema soledad, empezamos a sentir la fascinante presencia de una evanescente y extraña compañía. Así, nos dice Luis Villoro cómo es que la naturaleza nada nos dice ya por sí sola y, únicamente tendrá valor si puede responder a nuestras previas hipótesis científicas; su sentido se acepta al ser determinado por nuestras leyes universalizadoras; lo que a ellas escape, nada nos interesa.

Sólo hablará la naturaleza si adopta nuestro propio lenguaje, por sí misma es un inmenso tempano mudo. El rechazo de toda unificación afectiva con el cosmos nos lleva de la mano al rebajamiento de los sentimientos de amor hacia el hombre mismo.

Toda religiosidad, según Martín Buber, está centrada en el diálogo entre un Yo y un Tú eterno y omnipresente. Este dialogo contrasta con algunas de las corrientes intelectuales más importantes del siglo XX, como son la Fenomenología de Heidegger, el Existencialismo de Sartre o el Psicoanálisis de Carl Jung, que suponen que los encuentros con Dios eran meramente humanos y negaban la existencia de un absoluto trascendente.

Según Carl Jung, bajo el inconsciente, subyace un estrato donde se ha depositado toda la memoria cultural y espiritual de la especie humana. Ese estrato, “El inconsciente colectivo”, es un “tesoro prodigioso” que nuestros antepasados nos legaron vía genética. Se repiten aquí y allá, sin atender al tiempo ni a la geografía. Sus temas son del dominio común y público y, modelan nuestros deseos. Somos lo que fuimos, en todos los lugares, en todas las épocas, antes siquiera de haber sido soñados, según Roberto Pliego.

Los existencialista Kierkegaard, Jaspers, Camus y Sartre, eligieron la desesperación y la esperanza, no la armonía, sino el quiebre entre Ser y Existir; eligieron el gozo ante la contemplación de esa maravilla que para el Renacentista fue el hombre, sino la angustia. Somos, en la medida en que actuamos y, son las normas, los valores una creación individual.

Estamos condenados a ser libres y debemos elegir, a pesar de la vanidad de nuestros actos. Porque nada tiene sentido, dirigimos la voluntad hacia nosotros mismos y nos topamos con el vacío. Nietzsche, nos dice: “Tengo una meta que me obliga a seguir viviendo, por la que debo soportar incluso los asuntos más dolorosos. Sin esta meta me tomaría las cosas más a la ligera, es decir dejaría de vivir”.

Somos una pasión inútil, según Sartre y según Borges: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo desgraciadamente, es real, yo, desgraciadamente, soy Borges.

El “existencialismo” fue la consagración teórica de los hábitos y gustos decadentes, del hartazgo espiritual y moral. Nunca antes las preguntas filosóficas habían reclamado una solución tan urgente y, nos pregunta Roberto Pliego: ¿Vale la pena de vivir la vida? Y ¿Qué razones tenemos para vivir? ¿Por qué y para qué vivimos?

La filosofía de la naturaleza es el estudio de la realidad material y observamos que en la filosofía contemporánea el mundo vuelve a descubrirse a través de la reflexión sobre la condición humana, en tanto que ni la experiencia científica, ni la experiencia espontánea son la verdadera experiencia, ya que ambas son experiencias arregladas, elaboradas, interpretadas y por tanto, a través de estas dos experiencias habrá que intentar remontarse hasta el contacto auténtico de nuestro espíritu con la realidad, según Aubert.

Y no se trata de oponer a las ciencias de la naturaleza las ciencias del espíritu, perpetuando de este modo la alternativa clásica de la substancia pensante, la substancia extensa o material, según Descartes.

Una filosofía de la naturaleza no puede concebirse bajo la luz de la metafísica, en cuyo grado de abstracción se sitúa como su aplicación al mundo de la materia, por lo que además será interesante estudiar la filosofía de la naturaleza en su forma real, que ha adaptado la del eterno diálogo del hombre con la naturaleza, desarrollándose en sucesivas mayores profundidades, tal vez varios tipos de aproximación a la complejidad de la realidad legitima, la de la experiencia común de la vida cotidiana, la de la ciencia y la de la filosofía.

Estamos en la fase en la que todas las posibilidades deben ser exploradas y vale la pena considerar las consecuencias incluso de las ideas más descabelladas, como estar abierto a varias ideas a la vez; y si un fenómeno es enigmático, una buena idea es explorar todas las opciones, en donde un estudio más profundo puede revelar contradicciones que descarten algunas.

Aún tenemos que aceptar deshacernos de muchos de nuestros conceptos de sentido común, a medida que se llegan a dar situaciones extremas. Así, las matemáticas pueden ser tan difíciles que no es posible relacionar la complejidad de 10 dimensiones, con algo real y observable.

La manera más útil de pensar en el universo es en términos de procesamiento de información; los pitagóricos creían que la naturaleza era una manifestación de las matemáticas racionales. Y cuando la teoría cuántica es básica en el mundo físico, toda construcción es construcción cuántica. Y en el que la computación cuántica es el procesamiento de información cuya operación depende de una propiedad intrínsecamente cuántica, para obtener un resultado.

Según David Deutsch, la principal aplicación de la teoría es cambiar nuestro sentido de la naturaleza de la realidad y lo realmente importante, son las implicaciones filosóficas, epistemológicas y metafísicas y sus consecuencias para la propia física teórica, que por lo demás nos impone una visión de la realidad física como la de un multiverso y reconocer que es una cosa mucho más grande de lo que parece, y donde la computación cuántica es lo básico, dice Deutsch.

Existe una dimensión de la realidad en la que no somos nadie y en la que no tenemos nada, por lo cual no hay nada que perder y que sin embargo, resulta ser la máxima verdad, en la cual se destruyen literalmente todas las cadenas que nos atan, donde estamos trabados en una cadena de odio, de miedo y una cadena de falsas ilusiones y creencias. Donde dirigimos la atención a una inagotable fuente de libertad, de lo infinito, de la unidad, de la verdad suprema y del fundamento básico de quiénes somos.

El objetivo es la de llegar a la verdadera esencia de nuestro ser y reconocer la verdad suprema en la que no somos y no tenemos nada, nos dice Anam Thubten. Donde podemos poseer muchos objetos en el mundo de lo material, pero ninguna de esas posesiones existe ya que sólo tienen vida en el reino de la falsa ilusión, que es el de la mente egoísta; es decir, que existe en todos nosotros una conciencia que va más allá de los papeles y los personajes que representamos a lo largo de nuestra existencia y en la que existe una diferencia entre lo que somos en esencia y el papel que representamos en este mundo en la que no somos nadie.

La ilimitada conciencia de no ser nadie y a pesar de ello, serlo Todo; la experiencia de que somos en realidad “Uno”, con todo lo demás. Un despertar repentino a una dimensión interior, donde no hay conceptos, sólo conciencia e inocencia pura. Donde es maravilloso darse cuenta de que realmente nacemos a cada instante, el cual sólo puede ocurrir con la muerte del viejo Ego.

Abandonando todo lo que es producto de la mente, dejar que las historias ficticias mueran y salir del mundo del sufrimiento, dolor, apego, obsesión y fantasía y, dejar que todo eso se marche.

Tenemos una inteligencia racional que utilizamos en nuestra vida diaria; sin embargo abrir el corazón no es un proceso intelectual y la mente racional no sabe cómo tratarlo y experimentarlo. Es decir, que la mente no puede darse cuenta de la verdad suprema.

La mente pensante intenta imaginarse la verdad suprema y, no lo consigue nunca porque es una herramienta equivocada.

Los acontecimientos de los que está entretejida nuestra existencia, según Schopenhauer, tienen su raíz última: “Sólo en nuestra verdadera y secreta intimidad, dado que el Alfa y el Omega de toda existencia están encerrados en nosotros mismos”. Pero, la fuerza que realiza un destino es secreta e inexplicable. Ella guía los movimientos más intrincados de nuestra vida, atraviesa como un hilo invisible todo lo que hacemos; pero en su esencia se mantiene escondida, inefable y, actúa en consecuencia; muy a menudo, contra nuestras intenciones momentáneas.

Se actúa de conformidad con un doble criterio, una intencionalidad local, una respuesta totalmente ignorante y miope a las preguntas de la vida y por otro lado, un proyecto recóndito, misteriosamente activo, que encierra, realiza y vuelve comprensible un arco entero de acontecimientos.

Villoro nos dice: La libertad se revela como un total desamparo y al mismo tiempo, como mi total autosuficiencia rechazando cualquier fundamento que no sea ella misma. Pienso que si Adan pecó, fue porque por un instante se miró a lo más hondo de sí mismo y se encontró horrorosamente solo. En soledad nació su pecado, como en soledad nace todo pecado del hombre. No porque la soledad sea determinante del pecado, sino porque siempre lo precede como su anuncio… Qué aún ante mi mismo estoy solo en cada uno de mis actos.

Y así se mantiene mi existencia en vilo, sosteniéndose en sí misma, abandonada de los otros, solitaria ante su propio pasado. ¿Podremos trascender lo fenoménico y lo objetivo, para alcanzar una realidad que ya no esté ante nosotros como inerte masa en espera de que le otorguemos sentido?

El conocimiento científico es siempre un diálogo del sujeto consigo mismo, donde pareciera que el hombre de ciencia pregunta al objeto, para que éste dé respuestas. Pero no hay tal. El objeto como tal es mudo y en realidad, el investigador se pregunta a sí mismo una pregunta, una hipótesis; no pregunta al objeto, sino que se pregunta a sí mismo acerca del objeto. Todos los objetos presentes ante él en su experimento, sólo le servirán como términos de información.

A las significaciones les brotan palabras, lejos de que a esas cosas que se llaman palabras se las provea de significado, nos dice Heidegger. Las reglas lógicas son usadas; en las proposiciones con sentido, pero su uso incorrecto revela los límites de aplicación de las reglas y por ende, las determina. Las proposiciones falsas permiten orientar nuestra atención hacia la estructura lógica de las proposiciones, al señalar sus límites de aplicación. Y, así Buber niega la posibilidad misma de abordar a Dios en términos objetivos.

Los pensamientos, las emociones y los comportamientos son la materia que constituyen al hombre. Nos guste o no, estamos definidos por lo que pensamos, sentimos o hacemos. Se centra en la fuerza del pensamiento y así empieza a sentar las bases para la era cognitiva, nos dice Anna Guardini.

Nuestros pensamientos y nuestras creencias son la brújula que nos guía en la vida. Lo que pensamos, determina lo que sentimos y por lo tanto, también lo que estamos dispuestos a hacer. Con cada acto de percepción, participamos inadvertidamente en la confección de un mundo dotado de sentido. El mundo casi siempre resulta inteligible al instante y sin esfuerzo. Para Descartes, el mundo es brillante y el ojo oscuro.

Pensamientos irracionales y rígidos, nos llevan inconscientemente hacia comportamientos y emociones que hacen que estemos mal. Nuestra manera de ver el mundo puede ser la base de nuestro malestar o de nuestro bienestar y, el hombre tiene la posibilidad de intervenir y tomar las riendas de su propia vida, esforzándose por cambiar las gafas con las que se observa la realidad.

Este proyecto realiza también una pregunta profunda, en ocasiones de inexplicable solidaridad entre necesidad y contingencia. El trabajo, una especie de mezcla de casualidad y necesidad, no se manifiesta en toda su lógica salvo al final, cuando está terminado; mientras que apenas comenzado, parece no tener ni plan ni meta.

Es erróneo que creamos dominar nuestro destino, ya que se actúa como en estado de hipnosis, ignorantes del sentido de lo que ocurre, pero siempre valdrá de que “El actuar del hombre no está en su poder, y nadie puede establecer su modo de vida ni puede mover a voluntad sus pasos”.

Para Thomas Mann, el estado de vigilia se parece al del sueño, donde la voluntad recita inconscientemente la parte de un destino, despiadadamente objetivo pero así también, nuestros destinos podrían ser el producto de nuestra íntima voluntad, donde el hombre es artífice y simultáneamente ignorante, de todo lo que le ocurre.

Freud, acuñó el término de “Representación Finalizada”, para indicar la “Preexistencia de una meta” y, es el inconsciente el que elige según los fines del interés. Broch, elabora un sistema de valores que tiende a construir el mundo, según axiomas y verdades tautológicas preconcebidas por el sujeto y, es entonces como si el Yo advierte cuál puede ser la acción justa. Sin embargo, siempre está condenado a avanzar a tientas, paso a paso, donde su existencia es empírica a su pesar, moviéndose con la idea de absoluto, recorriendo las fases sucesivas de su existencia relativa y finita, nos dice Zellini.

El verdadero sentido de abrir nuestro corazón es que ya no tenemos miedo a perder nada; donde dejamos de estar a la defensiva y perdemos el miedo, la inseguridad, el deseo y toda conceptualización, libre de cualquier estrategia. Simplemente dejamos de construir el muro de conflictos interiores para relajarnos y dejar que las cosas sean como son; donde todo pasa a ser perfecto en su imperfección, reconociendo que existen dos estados de conciencia, uno iluminado por la razón y el otro engañado.

Tener presente que el universo no hace más que abrirnos innumerables puertas, donde descubrimos de repente que residimos en una nueva dimensión de la mente, en el terreno de la alegría, la dicha y la confianza. Y donde serás capaz de cruzar el océano del sufrimiento y alcanzar la orilla de la libertad. Donde con la Metafísica como práctica científica, se estudia todo aquello que el hombre no puede percibir con sus cinco sentidos.

Con la Gnoseología, como rama de la Metafísica, estudiamos el conocimiento en sí mismo, como principio universal que contiene todos los conocimientos que llevan, consecuentemente, al descubrimiento de la Ontología y la Teología; donde la primera es la ciencia que estudia al “Ser” y donde “El No Ser” no existe. Estudia al “Ente” mientras éste se interesa por el puro y siempre “Ser” de las cosas. Donde tú eres tu conciencia y, donde esté tu pensamiento, allí estarás tú. Te convertirás en lo que pienses o medites.

En la vida humana todo es efímero, como las alucinaciones de un lunático o, como si estuviéramos soñando. Cuando nos apegamos a algún concepto fijo, este oscurece la realidad de la vida del mismo modo que un velo oculta el rostro de una mujer y, sólo sacamos conclusiones que no son más que colecciones de recuerdos.

Si observamos nuestro “Yo”, vemos que no es más que un pensamiento que fluye en lo profundo de la conciencia, pero es sólo un pensamiento equivocado y una percepción errónea de quienes somos. Donde la mayoría de las personas están todo el día “Yoizando", sin darse cuenta de que este Yoizar constante, es tan solo una compulsión mental, la cual es otra forma de construir una falsa percepción de quiénes somos y que no tiene nada que ver con la verdad ni con la conciencia.

El hombre moderno se ve empujado a encerrarse en sí mismo y no es casual que a este tipo de hombre haya correspondido como su expresión filosófica, el Idealismo. La naturaleza sólo es dominable por un sujeto universal, que sea capaz de detectarle sus leyes. El hombre en tanto sujeto universal y potencia técnica, aparece como la única fuente de orden y organización del mundo.

¿Por qué vivimos en un universo que tiene la capacidad de procesar una cantidad tan enorme de información a nivel subatómico? Tal vez porque eso desempeña un papel crucial en el origen de la vida y posiblemente también, en la naturaleza de la conciencia, nos dice Paul Davies. Donde la célula no es materia mágica, sino un sistema de replicado y procesamiento de información de enorme poder y la vida, es un claro ejemplo donde la naturaleza se da como un proceso computacional y donde con el tiempo, estamos tratando con un árbol de decisiones de complejidad casi infinita.

La computación cuántica, serviría a la naturaleza para aprovechar el poder de procesamiento de información a nivel subatómico, donde quizá fue así como comenzó la vida. Tal vez existe un vínculo entre la vida y el procesamiento de información cuántica y tal vez, no podríamos vivir en un universo que procesa información de la manera clásica, porque la vida depende, precisamente de esa enorme potencia de computación.

Para Vicente Gallego: Somos el abrazo eterno de la vida con la vida, en cuyo interior ocurre el mundo, donde caen y brotan las hojas y canta el sol su canción transparente. Somos la rendida transparencia de ese abrazo. Pero no nos engañemos, nadie es capaz de amar incondicionalmente sino su propio ser; y no hay verdadero amor allí donde el amor está sujeto a condiciones, pues se ve bien claro que en ese caso, estamos sometiendo nuestro titubeante amor a un instante superior, la tiranía de nuestros intereses.

Peter Russell nos dice: Es inútil tener la concepción intelectual de que somos inseparables del resto del universo, si seguimos comportándonos y percibiendo la realidad de forma dualista, en base a un “Yo estoy aquí dentro” y el resto del mundo está “ahí fuera”. Para que la humanidad pueda llevar a cabo un cambio profundo de actitud, el ego tiene que ampliar su conciencia y darse cuenta de que el individuo es parte integral de la naturaleza, tan vinculado a su entorno, como una célula del cuerpo humano lo está con el resto del organismo.

Para Peter Russell, el hecho de darse cuenta es crucial, porque nunca podrá implantarse una ética verdaderamente ecológica y holística en nuestras actitudes, principios y actuaciones a menos que la incorporemos primero en nosotros mismos y, que forme parte de nosotros. Tenemos que darnos cuenta de nuestra unidad con la naturaleza y no sólo con nuestro intelecto y nuestra razón, sino con nuestros sentimientos y, que tiene que convertirse en una parte integrable de nuestra realidad.

La atención surge de la intención, donde intención lleva a la atención, donde “desyoizar” significa que hemos reconocido la verdad y nuestra autentica naturaleza. Es la danza entre la conciencia y la inconsciencia, entre el yoizar y el desyoizar. Donde según Thubten, existe un hábito inconsciente de volver al hábito inconsciente y construir la sensación del Yo. El orgullo en cualquiera de sus formas, es inmundo. Tenemos el deseo de escapar de este mundo de luchas interminables y es una de las razones por las que queremos acudir a los templos a rezar y experimentar un estado mental en el que podamos sentir que hemos escapado de esas nociones de realidad, donde la mayor parte del tiempo vivimos en esa falsa realidad hasta el punto de que nos olvidamos de ver y admirar lo que está ocurriendo realmente.

Finalmente, lo único que existe es la conciencia, de modo que tanto iluminación como confinamiento, felicidad y sufrimiento conviven en el reino de la conciencia. El arte de la atención se considera uno de los más poderosos ya que nos hace conscientes de cada momento, sin juzgar o comprender donde la conciencia se relaja y se despierta: Cuando la mente está contraída, el mundo del sufrimiento y de la lucha surge de la nada.

¿Podemos dejar de obsesionarnos por nuestros problemas o las realidades imaginarias? Sí. Pero la mente por sí sola no sabe como dejar de hacerlo. En su máximo sentido, el objeto más elevado de atención es esta verdad inexpresable y no conceptual denominada, vacio. Que es la base de todo lo que existe.

Se ha sugerido que todo el universo puede comprenderse como un todo único e indivisible, en el que las partes separadas e independientes no tienen un estatus fundamental. Lo que consideramos una partícula, puede concebirse como un patrón de onda infinito, que se extiende en todas direcciones del universo y que se contrarrestan en todas partes, menos en un punto, donde se refuerzan y brota la partícula, lo que significa que: “Todo está en cierto modo en todas partes”, pero que sólo se manifiesta en un punto, algo más parecido a las enseñanzas de los místicos orientales, en la que convergen los mundos mental y físico. Es decir, que la ciencia parece estar descubriendo por sí misma la filosofía, donde se reafirma que a un nivel profundo, todos somos Uno, nos dice Peter Russell.

Sin embargo, todos hemos sido condicionados, hipnotizados por nuestra cultura y educación y la gran mayoría de la gente no vive consciente de ello y, sólo vemos el lado superficial de nuestra identidad. Donde la mayoría de nosotros estamos dormidos, sin ver al ser puro y universal eternamente presente, del que William Blake comenta: “Si se limpiaran las puertas de la percepción, todo aparecería ante el hombre tal como es: infinito”. Pero el hombre se ha encerrado a sí mismo y sólo ve todo a través de las estrechas grietas de su cueva.

Para N. O. Brown, cada persona es muchas personas; una multitud hecha en una persona; un cuerpo corporativo, incorporado, una corporación… La unidad de la persona es tan real o irreal, como la unidad de la corporación. La psicología debería centrarse mucho más en el aburrimiento y la emoción y mucho menos en la enfermedad mental o la identidad perdida y recuperada. La enfermedad de la psique es más producto de un vacio que de una espina en el costado, nos dice Sam Keen. Si estamos enajenados, deshonrados, frustrados y aburridos, es debido a lo que no ha ocurrido, debido a las potencialidades no exploradas.

Pocos de nosotros conocemos los fantásticos personajes, emociones, percepciones y demonios que habitan nuestra mente. Se nos define, más por las posibilidades ignoradas que por las realizadas, donde un individuo se hace más fuerte, más vivo y más abierto cuando descubre las contradicciones de su psique. Donde cada uno de nosotros alberga la gama entera de las posibilidades humanas. Donde cada Yo es un nosotros y es el corazón de la originalidad del individuo, donde está lo universal. Y donde los éxtasis y miedos más profundos de cada persona son tan viejos como la humanidad y tan comunes como la tierra.

Gabriel Marcel, nos dice: Quizás sólo pueda establecerse un orden estable sobre la tierra si el hombre permanece siempre claramente consciente de que su condición es la de un viajero… de quien podemos decir con verdad suprema que “ser” significa necesariamente “estar en ruta”. La conciencia toda se centra en el “aquí y el ahora”. D. H. Lawrence nos dice: Hay un ámbito que nunca hemos conquistado; el presente puro. Hay un gran misterio del tiempo que es tierra desconocida para nosotros: “El instante”. El misterio más esplendido que apenas hemos reconocido: lo inmediato, el instante.

Meister Eckart nos dice: El hombre conoce muchas cosas, pero no se conoce a sí mismo. Eres a la vez igual y distinto que otras personas, donde la humildad descansa sobre la conciencia de ser miembro de la humanidad. Queremos salir del universo unipersonal anónimo donde todo se puede explicar por las leyes de causa y efecto y las de probabilidad. Nuestro lenguaje nos engaña y nos hace creer en la existencia de dos entidades separadas llamadas mente y cuerpo. El lenguaje mente/cuerpo refleja una experiencia esquizofrénica persistente del Yo, en dualismo presente en la mayoría de las culturas civilizadas.

El problema real es que estamos acostumbrados a mirar el mundo de una forma sencilla, a creer que algo está o no está. Lo miremos o no, está ahí o no está. Nuestra experiencia nos dice que el mundo físico es sólido, real e independiente de nosotros. Gary Zukav nos dice que en la mecánica cuántica, simplemente esto no es así.

Todo lo que llamamos real está hecho de cosas que no pueden ser consideradas como reales. La palabra realidad, nos dice Niels Bohr, es una palabra que tenemos que aprender a utilizar correctamente. Según John Weeler: Ningún fenómeno elemental es un fenómeno hasta que no es un fenómeno observado. Y aunque en lo cotidiano sea útil decir que el mundo existe “ahí fuera”, independientemente de nosotros, ese punto de vista ya no puede sostenerse. En un sentido extraño, el nuestro es un universo participativo.

LA MEDICIÓN DE LO NO MEDIBLE EN UN UNIVERSO INVISIBLE; UN MUNDO POR COMPRENDER

A pesar del progreso constante y enorme de la ciencia, la naturaleza se reserva algunos secretos. El conocimiento científico aclara ciertos misterios, pero da lugar al incremento paralelo de hechos inexplicados.

La ciencia es la progresiva aproximación del hombre al mundo real, donde el sentido común es el conjunto de prejuicios acumulados a través de los siglos y el progreso, que se hace también aprendiendo de los errores. Y la primera virtud es su capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente.

La vida extrae sus componentes del medio que la rodea. De la ingente masa de probabilidades caóticas que se le presentan, toma únicamente las improbabilidades distintas, las pequeñas partículas de orden existentes en medio de la confusión general. Utiliza algunas como fuente de energía a través de la digestión y de otras, consigue la información que necesita para su supervivencia y es ésta la parte más difícil, que es la de extraer orden del desorden e identificar los aspectos del medio ambiente que le aportan información útil, distinguiéndolos de los que sólo contribuyen al proceso general de la destrucción. La vida logra hacer esto gracias a su esplendido sentido de lo irracional y lo incongruente; y todos poseemos esta capacidad para captar ciertos estímulos y pasar otros por alto, según Lyall Watson.

Son reacciones que aprendemos; pero, en todas las manifestaciones de la vida, se selecciona de la misma manera entre el caos ambiental para concentrarse únicamente en los hechos ordenados improbables, escondidos en el desorden general.

Los organismos vivos seleccionan la información, la procesan de acuerdo a un programa y producen un orden igual a como lo hace la computadora, por lo cual no es extraño que una mayor información de la vida vaya asociada con el desarrollo reciente de sistemas computacionales, funcionando a base de una información programada según la cual, la información es un fenómeno de improbabilidad, puesto que cuanto menos probable sea un hecho, mayor será la información que proporciona.

En nuestro mundo cotidiano, los objetos suelen tener sus propiedades bien determinadas, siendo inconcebible para la mente humana que un objeto no ocupe un lugar concreto en el espacio, sin embargo en mecánica cuántica, para un objeto que no está siendo observado, esa cualidad es del todo posible, nos dice María Cruz Boscá.

La mecánica cuántica concibe una naturaleza holística, en la que un sistema de tipo “entrelazado”, mantiene una conexión entre sus partes más allá de cualquier separación mutua. Rompe así con la imagen clásica, para la que el conocimiento exhaustivo de las partes de un sistema proporciona su conocimiento completo.

Puesto que la ciencia es racional, siempre debe dar una imagen coherente de la realidad, por lo que este tipo de paradojas causales golpea en el corazón mismo de la comprensión científica de la naturaleza. David Deutsch, cree que la manera de salir de esto es asumir que hay “múltiples realidades” de modo que cuando uno viaja al pasado, el mundo que cambia no es el mismo que el que se dejó, sino una imitación paralela. Para Minkowski, el espacio y el tiempo, cada uno por separado, están condenados a desvanecerse hasta quedar reducidos a meras sombras y, sólo una especie de unión de ambos mantendrá una existencia real independiente. Julian Barbour, dice que el tiempo no existe en realidad, pero es evidente que el tiempo existe en el nivel práctico, por lo que decir que no hay tiempo, es decir que no hay materia, donde el tiempo y el espacio también se manifiestan. Igual que la materia, el tiempo puede ser un concepto secundario o derivado. Para Roupnel, la verdadera realidad del tiempo es el instante; la duración es sólo una construcción, sin ninguna realidad absoluta. Está hecha desde el exterior, por la memoria, fuerza de imaginación por excelencia, que quiere soñar y revivir, pero no comprender.

La formulación de las relaciones de indeterminación en el desarrollo de la teoría cuántica, reinstauraron el azar como parte rectora del mundo atómico. Born, rechazaba la interpretación “causal” y abogó por una interpretación probabilística, donde el movimiento de las partículas se ajusta a las leyes de la probabilidad, pero la probabilidad se propaga en sí, de acuerdo con la ley de la causalidad.

La interpretación de la mecánica cuántica, es que antes de la medida, la partícula no estaba localizada en ningún punto concreto del espacio.

La ecuación de Schrödinger, gobierna la evolución de los sistemas físicos de una forma determinista, donde la ecuación proporciona su evolución temporal, determinando todo estado futuro, siempre que no experimente interacciones ya que si no se da ese aislamiento, el azar se cuela de forma inevitable en la teoría y el determinismo desaparece. Tenemos que considerar que la teoría cuántica, a partir de la interpretación probabilística, es una teoría estadística y como tal, en ella juega un papel importante el concepto de valor medio.

El principio de incertidumbre establece el abandono, en la física del determinismo, un concepto clave en física clásica ya que no podemos predecir el futuro porque es imposible conocer el presente. Donde Einstein argumenta: No puedo soportar la idea de que un electrón expuesto a un rayo, ejerza la libre decisión sobre en qué momento y en qué dirección quiere saltar. Es cierto que mis esfuerzos por dar a los “Cuantos” una forma palpable, han fracasado una y otra vez, pero no voy a abandonar la esperanza… En todo caso, estoy convencido de que Dios no juega a los dados. Y Erwin Schrôdinger, nos dice que hemos heredado el anhelo profundo de un conocimiento unificado y universal.

Muchos físicos empiezan a considerar el vacío no como un escenario desocupado sino como una estructura bastante compleja y, en su nivel ultramicroscópico, el vacío es en realidad una turbulencia y espumosa tormenta en actividad. Estas violentas conmociones que se producen en la nada, constantemente se crean y se destruyen nuevas partículas, con vidas increíblemente breves que virtualmente no existen, nos dice Calvo Hernando.

En 1910, se desconocía la estructura del átomo, pero cincuenta años después, se propone que todos los conocimientos físicos se enseñen a partir del átomo. ¿No resulta todo esto muy lógico, teniendo en cuenta que se expone la anatomía de las substancias mediante una jerarquía de complicación creciente? nos pregunta Albert Ducroq.

Nuevos instrumentos permiten ver no tan solo la luz visible, sino también en infrarrojo, ultravioleta, microondas y rayos x, ofreciéndonos una visión totalmente nueva del universo, con lo que cualquier astrónomo en la actualidad se sentiría con los ojos vendados, si se viera limitado a observar el espacio utilizando solamente en el rango del visible. Por lo que para lograr una representación de cualquier objeto celeste, es preciso recopilar imágenes en tantas longitudes de onda, como sea posible. La misma luz no es lo que creemos que observamos y los mismos colores del arco iris, es algo que no existe.

Para lograr una visión global del universo, tenemos que desarrollar todavía el marco geométrico que nos permita integrar e interpretar la enorme cantidad de observaciones del siglo XX, sugiere Osserman. Así también, las distancias a las estrellas son diferentes y la luz viaja a una velocidad finita y, la luz procedente de cada estrella se originó en diferentes momentos del pasado. Así, mirar hacia el espacio exterior y mirar hacia atrás en el tiempo son la misma cosa; cuanto más lejana se encuentra una estrella, más lejos en el tiempo estamos mirando.

En su nivel fundamental, el universo funciona como si estuviera compuesto de una retícula tridimensional, análogos a unidades lógicas de una gigantesca computadora y que decide, millones de veces por segundo. Sería un universo-computadora, una gran máquina cósmica. Desde distintos sectores llegan pruebas de que, en último término, el tejido del cosmos está hecho de información, no de materia o energía.

El nivel en el cual la materia y la energía dejan de ser los actores principales en todos los fenómenos y, en que pasa a ser la información el principal actor y además se pasa a otro nivel de realidad, otro nivel de existencia.

Aunque parezca paradójico, la materia es tanto más variada cuanto menos densa es; en la baja atmósfera, reina la disciplina de una interdependencia continua de las moléculas, pero en las alturas, reina la bohemia, incluso para identificar sus diversos componentes. Basta con franquear los 200 kilómetros para entrar a un dominio donde, de súbdito, el “átomo” pasa a ser rey.

Bajo el manto de la atmósfera, el mundo terrestre ofrece a la materia un medio excepcionalmente fecundo, en el que ésta adquiere sorprendentes especializaciones: una incubadora donde los átomos se prestan a numerosas combinaciones químicas, conociendo así la materia una evolución refinada y entonces, descubrimos que el cosmos fabricó la materia que la tierra utiliza. Aquí el hombre adquiere conciencia de la elevada calidad de su materia, constituida por sutilísimas asociaciones atómicas, además de que se impone el hecho que los átomos más abundantes son los más rudimentarios, ya que en el cosmos domina el hidrogeno.

El universo está formado esencialmente de hidrogeno, que es el primer peldaño de la “materia organizada” y así, todos los elementos son agrupamientos de hidrogeno. La materia conocida como hidrogeno, no es más que una colección caótica de protones y electrones errantes.

En la antigüedad, se basaban en los datos que les facilitaban los sentidos y se tuvo una dificultad para llegar hasta el concepto de átomo. Pero después, se tuvo que ver en el átomo una gran encrucijada, pues para la materia cósmica, el átomo representa una opción y, el hecho de que el hidrogeno es dominante en el universo, equivale a decir que la materia aún continua principalmente en estado de partícula y sólo una pequeña fracción ha tomado el camino que de las partículas elementales conduce hasta los elementos.

Se sabe muy bien que el azar perfecto no existe, en un mundo en el que un análisis sutil destaca la existencia de innumerables correlaciones, de manera que en el universo todo actúa sobre todo. Ninguna substancia permanece fija, ningún cuerpo es eterno y ningún átomo conoce el reposo. Las partículas cósmicas provocan mutaciones en nuestro organismo. Las partículas se agitan, chocan y se unen, para formar edificios que a su vez se transformarán y así, los engranajes del Universo están en perpetuo movimiento.

Las nuevas ciencias de los sistemas, fuera del estado de equilibrio, remontan sus orígenes a la teoría general de sistemas de Von Bertalanffy, la cibernética de Wiener y la Teoría de la Información de Claude Shannon. Conceptos que alcanzaron su madurez con la Termodinámica de no Equilibrio de Prigogine, con avances en la construcción de modelos matemáticos del caos y, las transformaciones de los sistemas dinámicos. Los cuales en su conjunto nos dan una visión nueva de la naturaleza de la realidad.

Donde el hombre y la sociedad forman parte de la evolución iniciada hace 18000 millones de años, donde no se trabaja con sistemas físicos, químicos o biológicos, sino de estados “en, cerca de o fuera del equilibrio”. Los sistemas fuera de equilibrio, constituyen sistemas que se desenvuelven tanto en el mundo físico, como el biológico y el humano.

Las fuerzas cósmicas se repiten en patrones cíclicos, en los cuales la vida aprende a reaccionar y, donde las reacciones más fuertes acompañan naturalmente a los ciclos más breves, que producen el número mayor de cambios, en un determinado período de tiempo.

Los organismos vivos son sociedades complejas de células simples y que cada uno de sus componentes tienen mucho en común con todas las demás células; todas no son más que partes de un todo maravilloso, cuyo cuerpo es la naturaleza.

El nuevo modelo en genética es muy diferente del antiguo modelo estático, de genes más ambiente. Todo lo que somos es el resultado de este proceso; pero por sí solos no determinan quiénes somos. La realidad ha resultado ser bastante más compleja, pero se han tenido dificultades para explicarla más que el simple determinismo genético, ya que el nuevo modelo empieza con las interacciones de genes y ambiente. Donde los genes están activándose y desactivándose de forma constante en respuesta a los estímulos ambientales.

A cada momento de nuestras vidas, influye de forma activa en la expresión de nuestros genes, en donde las diferencias entre los productos definitivos surgen del proceso, que no puede simplemente reducirse a sus ingredientes. Donde el mismo gen puede producir proteínas diferentes dependiendo de cómo y cuándo se active, nos dice David Shenk.

La vida se da por casualidad y la probabilidad de que se dé y continúe, es infinitésima y más improbable es que esta vida pueda desarrollar un millón de distintas formas vivientes y, éstas no son sino el vértice de una enorme pirámide de éxitos y fracasos anteriores, nos dice Watson. Y cuesta trabajo creer que esto se produjo únicamente por el azar, a lo que Lyall Watson opina, que no tiene duda alguna de que la casualidad desempeñó un gran papel en este proceso, pero que su acción estuvo regulada por un sistema de información que late semioculto en el caos cósmico. De que el cosmos es en sí algo desordenado, porque constituye un montón de hechos fortuitos y al azar.

Vitus B. Dröscher nos dice: Existe un ser vivo que, mientras conserva la libertad, puede envejecer varias veces y estar casi a punto de morir de viejo, cuando de pronto se rejuvenece y se cura de todos los achaques de la vejez, este es el caso de las truchas arcoíris.

El clima de la tierra es un sistema delicado y complejo, donde aún con cambios pequeños en él, se tienen grandes posibles efectos. Así, un enfriamiento de 10°c de la temperatura media global, podría producir una era glacial, creando un nuevo riesgo; el de la reducción de la provisión global de alimentos.

En los años veinte se consideraba todavía el universo como un libro abierto, escrito en fórmulas matemáticas e impreso en el lenguaje de las ecuaciones físicas y el dinamismo social. Hoy podemos solamente, en algunos raros estados de gracia, descifrar aquí y allá un pequeño fragmento.

Se toma conciencia de que los misterios subsisten y de que se avanza desde las certezas hasta las dudas y la incertidumbre. Las verdades últimas pasaron de moda a principios de siglo. En lugar de ello tenemos que contentarnos con pequeños progresos. No podemos obtener la respuesta final.

LA REBELIÓN DE LOS NÚMEROS EN MATEMÁTICAS; UN MUNDO POR INTERROGAR

Las matemáticas oscilan entre la creación divina y la simple constatación de lo que la naturaleza esconde en sus enigmáticas estructuras y, aunque muchos aspectos del mundo físico se pueden encerrar en leyes sencillas o en concisas explicaciones matemáticas, lo que no sabemos es porqué esto es así.

Muchas ramas de las matemáticas, según Osserman, aunque han sido creadas primordialmente para ayudarnos a comprender la naturaleza del mundo que nos rodea, el lenguaje de las matemáticas crea su propio orden y su propia estructura, y con ellos su propia belleza y su propia fascinación. Este doble carácter de las matemáticas, su belleza interna y su poder, nos sirven para revelar la estructura oculta del mundo exterior.

Se dice que las revoluciones de Heisenberg en física y de Gödel en matemáticas reflejan una crisis de forma paralela que se dio en la ciencia. Donde los físicos se preocupaban por la relación reciproca entre pensamiento y realidad, mientras que los matemáticos se preocupaban por la relación reciproca entre pensamiento y fórmulas, donde pensamiento y fórmulas aún no estaban en conflicto, nos dice Paolo Zellini.

El matemático empezaba a estar solo con su “pensamiento puro”, que podía fabricar abstracciones sin tener que someterse a la intuición ordinaria del espacio o del tiempo, sin tener que obedecer a los tradicionales “a priori” del conocimiento. Según el postulado de la tesis “Intuicionistas”, los entes matemáticos, nos dice Paolo Zellini, pueden ser creaciones exclusivas de ciertos individuos que, a pesar de existir únicamente en sí mismas, sin ningún tipo de relación con la realidad exterior, permanecen verdaderas.

Es aún más difícil de explicar el modo casi mágico en que ciertos conceptos matemáticos, que parecen surgir de la pura invención de una mente creativa, resultan ser precisamente los instrumentos que se necesitan para explicar el mundo físico.

La tarea principal del científico debe ser contribuir al progreso de una o de varias partes de la ciencia, pero al mismo tiempo no le está prohibido lanzar una mirada hacia atrás y tratar de determinar la resultante de los esfuerzos individuales. No se trata de combatir la tendencia más y más acentuada, a fundir la ciencia sobre el más pequeño número posible de principios simples y que hacen derivar de un pequeño número de postulados, de axiomas o de condiciones, un gran número de propiedades, que se vuelven a encontrar en las teorías, cuyos elementos son de naturaleza diversa. Permitiendo determinar cuáles son las condiciones y los axiomas que pueden ser eliminados, para llegar a teorías cada vez más generales o bien, que han de añadirse para llegar a propiedades cada vez más numerosas y precisas.

Entre los intuicionistas y los formalistas, Zellini, ubica lo que él llama “la crisis de los fundamentos”, donde incluso la forma de conocimiento considerada más precisa, está inmersa en cuestiones indemostrables, plagado de crisis e incertidumbres. Pero lo realmente fascinante, es poder ver cómo el conocimiento es algo que no puede abordarse Unilateralmente y donde en matemáticas, el Fundamento es una simple imagen que se busca materializar sin conseguirlo jamás. Cada una de nuestras leyes es una afirmación puramente matemática, expresadas con unas matemáticas más bien complejas.

Un tema recurrente en matemáticas es la evolución gradual de un concepto nuevo, desde el rechazo inicial, por ser demasiado abstracto y su aceptación a regañadientes de su utilidad, a pesar de que parezca “antinatural” y contradictorio a la intuición, hasta que finalmente se le considera instrumento básico e indispensable. Como es el caso de los números negativos y los números imaginarios. Cuando se llevó a cabo un examen más minucioso, resultó evidente que ambos eran tan reales como los clásicos “números reales”. Actualmente, se utilizan de forma rutinaria y muchas aplicaciones matemáticas serían impensables sin ellos.

Las construcciones matemáticas han demostrado que contribuyen a explicar y hacer comprensible nuestro universo y, que surgen gracias al proceso de abstracción, que posee el poder de la universalidad, que permite que una sola regla pueda aplicarse en distintas circunstancias, que pone en claro lo que de otro modo podría ser confuso, ofreciéndonos la posibilidad de vagar con gran libertad, permitiéndonos concebir nuevas y alternativas versiones de la realidad, versiones que pueden corresponder o no a algo existente en el mundo real, nos dice Osserman.

Para Kant, la geometría euclidiana se encontraba fuertemente arraigada en el cerebro humano, como si fuera la esencia misma del modo en que observamos y hacemos observable el mundo exterior. Lobachevsky con su geometría, era claramente consciente de que planteaba una cuestión fundamental a la ciencia en todas sus ramas.

¿Es Euclideano el espacio en que vivimos o acaso, su reproducción correcta está dada por la geometría de Lobachevsky?

Tanto Minding como Lobachevsky, hicieron referencia a la analogía con la geometría esférica con el uso de los números imaginarios, en vez de números reales. La pregunta sigue siendo la de: ¿Para qué sirve la geometría no-euclidiana en el mundo real? La respuesta llegó con Bernhard Riemann. Riemann fue figura clave, cuyas invenciones cambiaron, no sólo las matemáticas, sino nuestra concepción del espacio, en la cual dicho espacio perdía toda rigidez y se reconocía como posible su participación en los fenómenos físicos.

La esencia de su nueva concepción, consistía en que tendríamos que explorar el espacio que nos rodea, libres de ideas preconcebidas.

La explicación cualitativa del mundo físico de Aristóteles, quedó reemplazada por las cuantitativas que se convirtieron en la base de toda la física moderna. Nuestra experiencia confirma que la geometría euclidiana ofrece una buena descripción del espacio a pequeña escala, pero no tenemos ninguna razón para suponer que esto también se cumple a gran escala, en los espacios intergalácticos.

Riemann, propuso un modelo para todo el universo radicalmente diferente del modelo euclidiano. Curiosamente, Dante llegó a concebir una visión del universo con notable semejanza con el universo de Riemann, en la Divina Comedia. Que es como una esfera común, pero elevada a una dimensión superior.

La idea de Riemann de un espacio esférico, para representar la forma real de nuestro universo, sirvió para separarse radicalmente de la versión del mundo que predominaba y, Max Born comentó al respecto: “La teoría del espacio finito, pero sin límites, es una de las ideas más colosales que se haya concebido nunca en relación con la esencia del mundo”.

Richard Feyman, nos dice que de la intrincada danza que la pareja integrada por la física y las matemáticas parece ejecutar interminablemente; unas veces se mueven estrechamente abrazadas, casi indistinguibles y en otras ocasiones, se alejan cada vez más en sus giros, espiándose mutuamente con cautela a una cierta distancia.

La matemática en general y la geometría en particular, deben su existencia a nuestras necesidades de aprender algo sobre la manera de ser de los objetos reales… de manera que se pueda asociar a los conceptos esquemáticos vacíos de la geometría axiomática, objetos de la realidad accesibles a la experiencia. Según Einstein: “Mientras las proposiciones de las matemáticas se relacionan con la realidad, no serán ciertas. En tanto que ellas son ciertas, no se relacionan con la realidad.

Las ecuaciones de Maswell, por su parte parecen estar imbuidas de un poder, casi sobrenatural, que les permite abarcar todos los fenómenos eléctricos y magnéticos, además de poseer la capacidad de predecir fenómenos nuevos e imprevistos, como el concepto de “onda electromagnética”. Y Heinrich Hertz, confirmó experimentalmente sus predicciones, elogiando su capacidad casi mágica de las ecuaciones, señalando que: “Es imposible evitar la sensación de que estas fórmulas poseen una existencia autónoma y una inteligencia propia, de que son más sabias que nosotros, más sabias incluso que sus descubridores y, de que obtenemos más, que lo que originalmente pusimos en ellas”.

Para Maurice Fréchet, las nociones fundamentales de todas las ramas de las matemáticas surgieron de la experiencia. El método deductivo aparece aquí como un método singularmente adaptado a nuestros propósitos; transformando datos que esquematizan el mundo sensible, que dicho método deduce otros que después de largas transformaciones lógicas, son todavía conforme a nuestra experiencia, nos dice Maurice Fréchet.

Dedekind, decía que entendía como una cosa todo objeto del pensamiento y esta cosa, agregada, era completamente determinada por todo la que se podía afirmar o pensar de ella. Las primeras consideraciones sobre la naturaleza de los números, preveían la existencia de un sistema, en el cual se delineará de manera abstracta una estructura que comprende como caso específico aquélla universalmente conocida de los números.

El infinito actual puede introducirse en las matemáticas, no tanto porque haya números infinitos, más bien por el hecho de que los números son partes de algo infinito que encierra virtualmente todo lo que se pueda hacer o inventar con los números.

La espontaneidad del matemático debe resolverse o incluso, consentir en obedecer a un edificio conceptual eterno e inmutable. Se dice con frecuencia que es cierto que un espíritu lógico es un espíritu falso. Se trata de la tendencia a aplicar reglas de lógica a casos en que no se tomen en cuenta todas las circunstancias esenciales.

Se trata de saber si toda esta teoría es sólo un juego del espíritu, una especulación curiosa o si tiene por el contrario, como objetos, leyes muy importantes y generales que rigen el mundo real. Para operar este paso de la idea de una relación abstracta a la de una ley eficaz, en el orden de las realidades y de los fenómenos, los razonamientos matemáticos apoyados en una seria de identidades, son evidentemente insuficientes. Hay que recurrir a otras nociones, a otros principios del conocimiento; en una palabra hay que hacer crítica filosófica.

Por primera vez en la historia de la humanidad, la gente está empezando a darse cuenta de que una nueva era, como todos los saltos evolutivos en los sistemas complejos, es el producto de un “Efecto mariposa”. Donde vivimos en el final y el umbral de una nueva era, donde el significado de la palabra “Bifurcación” deriva de las ciencias contemporáneas como la “termodinámica de los procesos irreversibles” y, la teoría de los sistemas dinámicos”. La primera, se considera la ciencia natural que se ocupa de la dinámica y la evolución de los sistemas complejos en el universo físico, por lo que la Bifurcación se refiere a la evolución de sistemas en estados y condiciones alejadas del equilibrio, con procesos súbitos y no lineales, impulsando a los sistemas complejos en una trayectoria que si se continua, lleva a la evolución de la vida y el surgimiento de la conciencia, la cultura y la civilización.

La Bifurcación en matemáticas, dio origen al nuevo significado de “Caos”, una clase de “Orden compleja, sensitiva e impredecible”. Significa un cambio de fase en el comportamiento, cuando se desplazan en una serie de “atractores”, los cuales definen la pauta trazada por los estados del sistema, mientras siguen un curso a lo largo de su trayectoria. El significado básico es un súbito cambio de dirección, en la manera en que los sistemas se desenvuelven, mostrando una clase definida de pauta de crecimiento y expansión, donde más allá del punto crítico, el orden se rompe y el sistema cae en el caos.

OBSERVACIONES GENERALES

La vida se presenta ante nosotros como una oportunidad para superarnos, donde la forma en que encaremos a ésta, determinará nuestro destino. Para bien o para mal y para cada cosa que nos proponemos hacer, primero lo pensamos, lo planeamos y finalmente lo llevamos a cabo. Donde si tenemos una actitud mental positiva y optimista, lograremos resultados sorprendentes. Donde si permitimos que en nuestros pensamientos entren el odio, rencor, crítica, envidia, temor, dudas o sospechas, seguramente tendrás discordias, fracasos y desastres en tu mundo en el que vives. El dominio de las emociones es sumamente importante en la vida, para lograr un equilibrio mental, salud corporal, éxito y logros de cada uno de nosotros.

La constante fabricación de sentimientos destructivos en que la humanidad vive, sólo entran al individuo cuando no se tiene el control de las emociones de éstos mismos. Se dice que “un pensamiento es una acción en proceso de nacer” y que todo lo que hacemos es el resultado de un pensamiento que hemos guardado y sostenido en la mente, donde la mente subconsciente es un extraordinario centro de energía y poder. Es una fuerza ciega que actúa por sugestión, por impresiones que recibe de la mente objetiva, así que con el control del pensamiento es donde encontraremos el dominio de uno mismo. Malos hábitos, tendrán su origen en los malos hábitos del pensamiento. Donde podemos ver que los pensamientos afectan nuestra vida y que con sólo controlarlos, podemos dirigir acciones y por medio de estas, cambiar el rumbo de la vida e incluso, de todo lo que nos rodea.

El estado más fuerte es aquel que mantiene un menor número de ciudadanos en las cárceles, en los manicomios y en los guetos.

El propio hecho de que vivimos, por el hecho mismo de que amamos y sufrimos, nos vemos adentrados por los caminos de lo universal y de lo permanente. Si nuestro amor queda a veces sin fuerza, con frecuencia es porque somos víctimas del realismo de nuestra pasión. Si tuviéramos la prudencia de escuchar en nosotros mismos la armonía de lo posible, reconoceríamos que los mil ritmos de los instantes, aportan en nosotros realidades tan exactamente complementarias, que debemos comprender el carácter finalmente racional de los dolores y de las alegrías, puestas en el origen del ser, donde un sufrimiento se vincula siempre a una redención, una alegría a un esfuerzo intelectual, nos dice Gastón Bachelard.

Para Epicteto, “los hombres se alteran y preocupan no por cosas, sino por las opiniones que tienen de las cosas. De la concepción de la mente como un elaborador de informaciones, nace la terapia racional. La vida no puede tener en sí mismo las características que provocan una sensación de malestar, sino que son determinantes los pensamientos irracionales y disfuncionales, con lo que interpretamos lo que sucede. Pero podemos escoger mediante el pensamiento y capacidad de decisión, el comportamiento a asumir. Albert Ellis, considera que el comportamiento y las emociones de los individuos son el resultado de la percepción y de las representaciones en la mente que los mismos individuos tengan y, afirma que nuestro comportamiento en la vida cotidiana depende de la percepción que tenemos de las cosas. Donde los trastornos emocionales son el resultado de comportamientos y creencias irracionales.

En el sistema de Spinoza, Dios es el origen de todo lo que existe ante nuestros sentidos; una sustancia no creada y eterna con atributos infinitos. A efectos prácticos, Dios es la naturaleza y se manifiesta más claramente en los seres vivos. No es necesario temer a este Dios porque nunca nos castigará y tampoco hemos de trabajar duramente con la esperanza de obtener recompensas de él, pero no nos llegará ninguna. La única cosa que podemos temer es nuestro propio comportamiento.

Así, las acciones de una persona no deben ir encaminadas a complacer a Dios, sino más bien a actuar de conformidad con la naturaleza de Dios. Spinoza rechazaba la idea de que la perspectiva de las recompensas o los castigos después de la muerte, fuera un incentivo adecuado para el comportamiento ético.

Así, al arrancarse de la naturaleza para dominarla, el burgués empieza a ver todas las cosas como términos de posesión y dominio. El hombre actual parece poseído de una mentalidad dirigida a la utilización de sus posesiones.







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