LA POTENCIALIDAD DEMOCRÁTICA SOBREPASA A LA CADA VEZ MÁS INSIGNIFICANTE IZQUIERDA PERUANA
Jorge Lora Cam*1
La enorme movilización cuasi espontanea en Lima y en todas las regiones, producto de una indignación generalizada ante la difusión de audios judiciales, que comprometen a todo el poder en Perú, sólo es comparable a la reacción popular cuando salieron los videos montesinistasa hace 18 años; sin embargo, aunque la izquierda esta detrás, no muestra capacidad de organización, de dirección ni ofrece una síntesis de aspiraciones asociada a un proyecto político.
El partido recien creado “Juntos por el Perú” es un frente que resume, con algunas excepciones, lo que fue la vieja izquierda. Los movimientos que integran este conglomerado son el Movimiento por el Socialismo, el Partido Humanista Peruano, el Partido Comunista del Perú Patria Roja y el Partido Comunista Peruano. En este frente de dudosas trayectorias, las apetencias son basicamente electorales y sólo buscan llegar a puestos de Gobierno. Han tenido congresistas, tienen el cascaron del Sutep –y la derrama- y algunos destacados adherentes o ex han ocupado cargos en el funcionariado como Duberly Rodriguez o Becerril. Más comentarios no merecen y probablemente algunos hayan estado en la marcha y muchos esten preocupados por los destapes que seguiran apareciendo.
En el extremo opuesto, estarian sectores radicales que van creciendo y provienen de la izquierda insurgente de los años 80 y otros: maoistas, trotskistas o ex, y otros más que cuestionan radicalmente a todo el regimen politico. De origen popular o clase media baja, simpre marginados y alejados de la politica oficial, excepto en pueblos o en subregiones. Ellos con seguridad han asistido con enorme convencimiento a la protesta y son temidos por las otras agrupaciones.
Luego, en el centro, estan el Frente Amplio (FA) y Nuevo Perú (NP). El primero aglutina a luchadores ambientalistas, por los derechos humanos y por la democracia, con primacía de Tierra y Libertad y tienen alrededor de 10 congresistas, lo mismo que NP (de un total de 130 congresistas). Este último es social reformista, más cercano al progresismo latinoamericano, aunque se va alejando, dirigido por intelectuales de ONG y universidades de elite. Hasta hace poco, estuvieron juntos y se dividieron por extracción clasista y aspiraciones electorales. El FA algo pragmático y NP teoricista. No obstante, quienes iniciaron las ultimas denuncias –IDL reporteros e IDLradio- son más cercanos a estos últimos. De seguro, los seguidores de estos movimientos, que apenas llegan a ser partidos, habran participado masivamente de la marcha.
El problema que vislumbramos en esta “nueva izquierda” centroizquierdista –valga la redundancia- es que se complementan por objetivos, pero se alejan por cuestiones tácticas y por candidaturas. Ambas coinciden en su confianza y devoción por una inexistente democracia real; según ellas existe un Estado de derecho, una institucionalidad y una ciudadanía democratica, aunque la realidad diga todo lo contrario. Sus propuestas no trascienden la necesidad de la organización, de la movilización popular como instrumento para apoyar el crecimiento electoral y el posterior cumplimiento del programa.
En general, toda esta izquierda no entiende –como señala el filosofo Miras Albarrán- que la democracia es una nueva cultura de creación de fines compartidos, de objetivos que guíen la vida práctica común. Hacer política democratica –para él- es hacer comunidad y hacer comunidad incluye los fines y los objetivos que nos queremos dar. La democracia es el poder de la gente organizada y, el pensamiento de la democracia es potente y radical. Sin movimiento y conciencia democratica, no hay proyecto. El programa debe ser la elaboración que sale desde la experiencia de millones de personas, la deliberación posterior, a partir de la experiencia, es lo que genera el programa, el auténtico programa del movimiento2.
La praxis política organizada del movimiento democrático es la que genera la Reforma Moral e Intelectual que afianza la fe en los principios morales; es la que muestra la eficacia y utilidad de la acción política y la que produce la confianza en la posibilidad de un mundo mejor. La democracia es un régimen político cuyo fundamento es la igualdad sustantiva, real, de todos los ciudadanos o igual, libertad para todos. En conclusión, la democracia es también el régimen en que los pobres, las clases subalternas, constituidas en movimiento político, que organizan el poder político y establecen las condiciones materiales que posibilitan realmente la igual libertad.
Si la democracia es un movimiento y los lideres de los “prácticos” junto a quiénes más experiencia popular tienen, de los otros, están en los recintos del Congreso, cuando los intelectuales están en sus cubículos y las grandes movilizaciones parecen como una gran cubierta, una carpa, que convierte a toda esta izquierda en insignificantes bichos. Participar en los debates del Congreso, todos sabemos que es inútil, y mas bien los deslegitima al ser complices de decisiones no sólo antidemocraticas o inservibles, sino por que están atados de pies y manos. ¿Qué hacen en el Congreso? Porque aceptaron ser parte de ese elenco, sabiendo que la ley, los funcionarios electorales y las prácticas fraudulentas son las que primaron en las decisiones electorales. Cometieron ese grave error al no denunciar y renunciar al proceso y mas bien, legitimar ese proceso. Y luego otro más grave, encadenarse a su curul esperando los fines de mes para cobrar jugosos salarios. Olvidan intencionadamente que el sistema y la estructura, la Constitución y los ejecutores, fueron construidos por los corruptos.
Si contextualizamos este comportamiento en un momento historico que proviene de un largo movimiento del capital llamado neoliberal, de más de tres décadas e intensificado desde la derrota de la insurgencia (1992), que desencadenó un agresivo y tumultuoso proceso de apropiación privada de los bienes comunes antes estatizados, un gigantesco despojo territorial con sus recursos de la comunidad nacional y de las comunidades rurales, y la constitución de las cúspides de funcionarios en una nueva rapaz burocracia estatal, en nueva clase dominante propietaria de vastos capitales privados incorporados ahora a las finanzas mundiales, vía paraísos fiscales y empresas offshore. Y en algunos departamentos como en el Congreso, germinan un narcoestado. Una nueva configuración estatal a la medida del despojo, del extractivismo y del narcotrafico. Toda Latinoamerica y gran parte del mundo pasó por esto. Perú está adelantado –junto a México y Colombia- donde tenemos cinco expresidentes, miles de gobernantes y funcionarios de todos los poderes y niveles comprometidos con el despojo.
Como señala Adolfo Gilly y Rhina Roux3 , la combinación entre el carácter supranacional de este proceso y su Matriz, el poder financiero y la realidad nacional, social, cultural e historica de las sociedades, los Estados y los seres humanos en los cuales toma cuerpo, es lo que crea la ilusión de que el poder —ejercicio concreto por definición- puede ser separado de la sociedad y su territorio.
Cuando ese poder nacional es sometido a otro superior y externo al territorio, el ejercicio de este poder superior, externo y ajeno, incluso en el mundo colonial, tiene que pasar por la actuación directa, subordinada pero real, del poder territorial interno, para ser reconocido y aceptado en los hechos de la vida social y política.4 En Perú, la realidad economica y politica, social y cultural, institucional y juridica fue modificada; se impuso el culto al crecimiento y la inversión; en lo social terminaron con los derechos conquistados; en lo cultural el individualismo y la competencia destruyeron los tejidos sociales, desde la amistad hasta la familia, desde la relación con la naturaleza hasta la vida urbana; envilecieron la educación mediante la violencia de las evaluaciones para escoger maestros dóciles que adiestren a futuros trabajadores; en lo institucional el control de los poderes estatales y la expansión de la corrupción, fueron los nucleos vitales junto a los cambios jurídicos correspondientes a la desposesión de los bienes comunes y la protección de las elites mafiosas.
Así llegamos a un planeta en guerra constante y sin ley. Aclara Gilly: “Los bienes comunes son coextensos con los recursos naturales y el patrimonio inmaterial. Son parte de la definición de una comunidad. Su privatización se llama despojo. Es la realidad violenta que nos amenaza y se extiende en un planeta donde la ley valedera no son ya los derechos humanos y la legalidad establecida sino cada relación de fuerzas dada: es decir, en un planeta sin ley.”
Y por último, sentencia la experiencia ya vivida “La forma contemporánea del despojo adquiere su expresión visible y condensada en la oleada de privatizaciones de bienes y servicios públicos que ha cubierto al mundo en las dos últimas décadas: tierras, medios de comunicación y transporte (puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, compañías de aviación), telecomunicaciones (telefonía digital y sistemas satelitales), banca y servicios financieros, petróleo y petroquímica, minas y complejos siderúrgicos, sistema de seguridad social (salud, educación, vivienda) y hasta fondos de pensión y retiro de los trabajadores.”. En el Perú, el Gobierno de Fujimori se encargo de este despojo, luego Toledo, Alan Garcia y Pedro Kucsinski, no sólo arrasaron con lo conocido, sino que se fueron al descubrimiento de todo aquello que genere riqueza. El mar, el aire, la Amazonía, los lugares ignotos, la cultura, los saberes, las mujeres, los niños, los órganos, las drogas, etc. Fujimori construyó un aparato de saqueo en todo el país y en todas las instituciones y al caer, dejó vínculos que incluso desde la carcel siguió operando.
Los siguientes Presidentes continuaron subastando el país, lumpen empresarios nativos, trasnacionales regionales y globales de brasileños, norteamericanos, judios, chilenos, chinos, canadienses, etc. participaron en el festín basado en la superexlotación y la acumulación por desposesión y el ecocidio. Y en cada región, una tras otra administración se dedicaron al saqueo. El aparato judicial y militar siempre fueron su respaldo y partícipes del pillaje, recibiendo a cambio ganancias de la economía ilegal, puestos administrativos desde choferes hasta abogados, contadores, consultores o Ministros. Cambiaron las leyes y cada vez firmaron decretos ad hoc para legalizar sus acciones delictivas. Esta torcida socialización, junto a las politicas clientelares y populistas, le dieron los votos suficientes para operar los fraudes y beneficiarse con más congresistas. De los últimos 33 años, Fujimori estuvo una decada, Alan Garcia otra y en esos veinte años dejaron estructuras abiertas y flexibles controladas por mafias que hoy se expresan en un Presidente filoaprista y un Premier que es filofujimorista, ambos controlan el Congreso, el poder judicial, electoral y varios importantes medios. Y si algo los une es la impunidad de los padrinos y la preservacion de sus redes de poder.
Algo que dejan de lado analistas politólogos y periodistas políticos es que aunque estos partidos no existen como tales, existen dentro del Estado, son parte del mismo y desde allí toman las decisiones estratégicas para el país, son la antidemocracia sintetizada.
Toda la sociedad no fue derrotada, las ultimas resistencias que configuraron un movimiento democrático espontaneo fueron contra el escándalo Lavajato, luego por la liberación de Fujimori por PPK, después por las arbitrariedades narco congresales y el últim, por los audios difundidos por IDL que muestran la corrupción judicial y sus entramados con los otros poderes. Se calcula que la marcha del 19 de julio movilizó a 3 millones de personas, el 10% del país en las calles demandando fin a la corrupción. En estas gestas, la izquierda estuvo invisibilizada y visibilizada como cúpulas y en algunos lugares hasta rechazada.
Muchos pueblos, trabajadores y comunidades están dispuestos a resistir, sin embargo, frente a esta situación algunos creen posible que cambiando alguna insignificante ley o unos burócratas por otros, cambiará el país. Claro, si su conjetura es que vivimos en democracia, que el crecimiento es indispensable, que se mantiene el empleo aunque sea precario y que eso hay que preservar, evitando la posibilidad de reacciones populares violentas; pues que mejor que quedarse en la insignificancia, en la conciencia mínima, en la limosna. Los pequeños y manipulados cambios de magistrados, las expresiones presidenciales, los insulsos discursos en el Congreso contentan a esa izquierda que no quiere dejar sus curules y, autojustifican su existencia con leyes que no afectan al capital ni al poder. Moderar a la derecha cavernaria, rentista y saqueadora; mejorar o consolidar un pseudo sistema democratico; regular la actividad ecocida de la mineria, sólo son cantos de sirena que sólo embelesan a quiénes cambian algo para no cambiar nada.
No hicimos lo necesario ante la Constitución neoliberal, ni ante un Estado podrido, menos frente al envilecimiento electoral y ante todo lo antes descrito, en lugar de hacer algo, la izquierda buscó posesionarse de curules y cargos publicos. Abandonó a los pueblos en lucha y cuando encontró momentos propicios impulsó los símbolos de sus próximas campañas electorales. Ya nadie reacciona ante ellos, en el subconsciente de los pueblos hay un imaginario de una izquierda en complicidad con las mafias y ésta, es vista casi tan igual como los que tienen el poder de decidir.
Necesitamos refundar una república sustentada en las relaciones democráticas y para ello prepararnos para la convocatoria a una Asamble Constituyente, con atribuciones ejecutivas, que redacte una Constitución desde la participación y consulta popular; que diseñe nuevas instituciones y favorezca la construcción de una ciudadanía emancipatoria. Estas tareas no se pueden hacer desde una curul, un gabinete, un cubículo. La izquierda debe salir del parlamento y olvidarse de los onerosos salarios e ir a construir el movimiento democrático. Sólo así se salvará de la condena y podrá ganar votos, si en ello se sintetizan sus aspiraciones.
Los neoliberales no han logrado derrotar el espiritu rebelde del pueblo peruano, a pesar de contar con una ciudadania amorfa, que no trasciende una visión limitada del poder y la dominación, que en su mayoría no entiende la complejidad de esta nueva dominación, que no va más allá del rechazo a la corrupción. Y lo peor, que cuenta con la complicidad de una izquierda ambigua y confundida, conciliadora y a la defensiva, que carece de celulas orgánicas, de organización, que no impulsa un proyecto de cambio radical.
En este contexto, quiénes son factibles de unir, qué sectores de clases en débil construcción, qué etnias, qué mujeres, qué trabajadores. Y en una presunta elección presidencial, ¿quienes puden ser candidatos? Considero que en este momento, mientras la izquierda no asuma sus responsabilidades históricas emancipatorias, alguien que aglutine a la mayoría seria un personaje como Cesar Hildebrand (u otra personalidad honesta y proba), socialista libertario, tenaz luchador, crítico mordaz, con enorme apoyo de la ciudadanía de clase media y popular. Alguien que encabece una reforma moral e intelectual, que limpie los establos, que unifique a la mayoría de la sociedad, para superar el azar y transitar a cambios más profundos.
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1 Doctor en Estudios Latinoamericanos y en Ciencias políticas UNAM.
2 Joaquín Miras Albarrán, La democracia como movimiento, Aporrea, 2008.
3 Adolfo Gilly y Rhina Roux, El tiempo del despojo. Poder, trabajo y territorio: https://www.researchgate.net/publication/309444320_El_tiempo_del_despojo_Poder_trabajo_y_territorio [
4 Adolfo Gilly * El tiempo del despojo. Poder y territorio, Sin Permiso, 2014.
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