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Mayo 2018

Redes sociales: Hegemonía de un poder que muestra lo oculto de un individuo digital


Joel Almeida

La tecnología forma parte de la mayoría de las actividades que realizamos, si bien su uso o abuso dependerá de las necesidades y ventajas que se obtengan de ésta, no se puede hacer caso omiso de su utilidad para realizar, de manera eficiente, nuestras tareas diarias.

El rol que tenga en nuestras relaciones sociales es proporcional al grado de permisividad que le demos y dejemos y que formen parte de nuestra existencia; el análisis son los efectos colaterales que resulten de esta apertura socio emocional.

Las actividades neuronales y sensoriales están siendo reemplazadas por los aparatos electrónicos (Ministerio de Cultura, 2017) que, con el paso del tiempo, terminan por ejecutar pensamientos abstractos por nosotros, nos recuerdan eventos y hasta facilitan la socialización. El objetivo de este escrito es realizar una reflexión de cómo el auge de Internet, por ejemplo las redes sociales, es un generador de realidades volátiles y ficticias; es decir precursoras de realidades sociales en las que el individuo es representado (fotografiado para el caso) con un «ego» alterno, opacando como consecuencia el «ego» natural.

El «yo» o «ego» es concebido como una representación personal de la realidad del individuo (Figueroba, 2017), y esta concepción está cargada de valores, propios y adquiridos, que lo definen como un ser especial; es esta instancia natural del individuo en la que adopta un egocentrismo al concebirse como una persona «única» en su manera de ser y pensar.

Esto termina cuando se enfrente a nuevas realidades, a nuevos contextos que lo posicionan ante nuevas situaciones y otros «egos», los cuales establecen de manera indirecta los nuevos paradigmas de cómo debe ser el «yo» frente a los demás.

Las vertientes que producen estas acciones ilusorias hacen que el individuo reconstruya su identidad a través de culturas juveniles, que lo hacen fraternizar con el resto de las personas; tomando como base que uno de los rasgos de la adolescencia es la tendencia a la búsqueda de identidad y pertenencia a grupos sociales con roles específicos, a la creación de un perfil o una imagen traslúcida que subsane el apetito de un vacío que evoque la solidez de un autoconcepto o bien, poseer la voluntad de ingresar a una sociedad cibernéticamente competitiva; el individuo queda en espera en el plano real, mientras que el «alterego» maneja los proyecciones ilusorias.

El presente trabajo evita ser juez y verdugo de los adelantos tecnológicos. El objetivo tiene otro trasfondo. Los avances en materia de ciencia y tecnología han ido a favor de un mejor estilo de vida para el hombre, sin embargo se puede ignorar sobre la diversidad de fenómenos sociales que derivan del binomio uso/abuso de las tecnologías informáticas en el diario acontecer, por ejemplo las relaciones personales, acoso virtual, entre otros (stopbullying, 2017).

Las interacciones humanas personales para estos tipos de individuos, han pasado a convertirse en una mera cordialidad, porque el entorno «real» no cubre las expectativas del mundo ilusorio al que desean pertenecer; en cooperación, los actores del momento poseen los mismos rasgos patológicos que éste.

La educación, como fenómeno social, tiene una función primordial en estos paradigmas. Si bien, la escuela puntualizando que no es la única con esta labor, es un ensayo de tipo de prueba y error de la futura vida profesional de las personas (Rojas, 2017) y, aún queda en análisis el rol del sistema educativo como solapador o mejor dicho, generador de conductas estereotipadas, producto de modas, tendencias o en su caso, reforzador de los mismos.

La educación, como centro del saber, ha tenido que ajustarse a la forma en que los jóvenes de la actualidad procesan la información. La enseñanza memorística (tradicionalista si así se desea), así como los posteriores, ha adoptado innovadoras estrategias en los procesos de enseñanza y aprendizaje que omitieron, quizá en la gran mayoría de los casos, una etapa del proceso de formación: el uso adecuado de las herramientas en el aula.

La puntualización oportuna de Rojas, acerca de que la escuela no es la única que tiene la tarea de educar al individuo, la familia, como primer grupal social del que conocemos los valores y cultura del resto de la civilización (¿se practica tal término?), dotan a la persona del conjunto de atributos morales que según los progenitores (o figuras nucleares) son los necesarios para «pertenecer a la sociedad». La cuestión es que el joven individuo queda convertido en un mélange de valores y que si estos son lo suficientemente sólidos, podrán resistir la tentación de aquéllos ajenos a los adquiridos en casa.

La sociedad, como el campo de practicidad de la antes mencionada, reúne las corrientes y pensamientos de los individuos, tanto de otras culturas como aquellas propuestas individuales, es decir un mélange aún mayor (Juan, 2017). Una zona de batalla de clases sociales, de identidad, de una supremacía hacia aquello que nos define como persona o en su caso, que nos definan; el crédito de pertenecer a una comunidad, a una especie a la cual ésta deba de dar crédito de que existimos, de que vivimos.

La era digital toma importancia, convirtiéndose más allá de una herramienta de uso habitual para el individuo, se ha convertido en el individuo. La cotidianidad, los logros, objetivos, relaciones íntimas, son localizadas ahí. La privacidad tiene otro significado.

El «ego» tiende a buscar el agrado de lo que publica (aunque en algunas ocasiones se busca el desagrado); quizá un soma que alimente un vacío existencial y lo llene de integración, aceptación, «seguidores y contactos» (lared, 2017). Un pobre recurso que es adoptado cuando la tecnología llega acaparando los pensamientos de los usuarios; una fenomenología alegórica cuando la sociedad aún no define los valores ni la forma de implementarlos con el resto de la población. Una educación que si bien se adapta asertivamente a los cambios sociales, sus actores olvidan su papel (dispense el juego de palabras) en el contexto y cómo deben conducirse; unos padres que en la mayoría de los casos olvidan que la educación trascendental comienza con ellos, en el seno familiar; una generación busca su identidad o aún inclusive, hasta darla por perdida.

El centro es el individuo, mirando hacia su alrededor. Observando cómo encajar; el resto de las personas lo conducirán a la identidad que necesita: celulares, ropa, accesorios, maquillaje, posturas, léxico, es decir, generadoras de prototipos en serie, de individuos moldeados para esta generación (Ávila, 2017).

El avance de la tecnología, así como su uso medido y consciente dentro de los contextos establecidos como idóneos para el desarrollo del individuo, no debería ser factor de inhibición, ni de coartar el uso de la creatividad técnica; tampoco algún estigma generacional que etiquete a la persona como deficiente con relación a una generación previa.

Una de las razones por las que se identifica a la juventud de hoy en día, es la necesidad de estar conectado, a pesar de que ya lo está y, verificar que aún persiste con el mundo irreal; grupo de jóvenes llamados Generación Z o Centennials (Clarín, 2017).

¿Qué es real? No es objetivo de este trabajo contribuir a un debate dialéctico acerca de la diferencia entre lo real y aquello que no lo es. Sin embargo, la formalidad y la lógica contemporánea, analéctico per se, acerca de la influencia de la tecnología para generar prototipos irreales de individuos, no radica únicamente en la matriz entre lo real e irreal, sino que también en la asombrosa habilidad del individuo para que su pensamiento genere situaciones inverosímiles, que distan de su entorno real; una dualidad entre lo que se quiere y cómo se ve el individuo.


Los jóvenes actuales se encuentran en el momento de interconectividad con el mundo que los rodea y es éste un aspecto que despierta interés en la psicología contemporánea, debido a que la psique del individuo queda atrapada en dos umbrales: la realidad y la ficción (Padín, 2017). El hecho que sea irreal, como antagónico de la real, no quiere decir que no exista. Considere el concepto de Dios, miles de personas no lo han visto, pero dan fe de su existencia.

El punto de «no-lo-veo-pero-existe», es una expresión que puede homologarse en nuestro trabajo. Los jóvenes que se encuentran inmersos dentro de la carretera informática, pueden y lo realizan por de facto, entregarse a una cultura por la que muchos no están preparados y es de hecho, inicialmente desconocida en la mayoría de los casos.

La atracción que ejerce dicho medio al usuario es tal, que le proporciona atributos específicos que le dan características que le identifiquen y en este caso, enlacen con la generación actual. Si el entorno no satisface las necesidades o en su caso oprime la personalidad de la persona, tendrá a su disposición una «válvula de escape» para su existencialismo, que es ser social o cibernético.

¿Existe el existencialismo cibernético? ¿Qué situaciones intrapersonales debe pasar el individuo para que genere un «ego» secundario o uno irreal? Estas interrogantes son importantes porque en la mayoría de los casos no son planteadas de forma explícita por la persona, pero son respondidas en forma de acciones concretas al proyectar su prototipo de identidad ilusoria ante los demás. ¿Será que el medio es el generador de identidades ilusorias?

La comunidad social digital ha sido testigo de este brote de egocentrismos, encapsulado en el término correcto selfie, en el cual las personas han sido cosificadas para agradar a terceros; paradigma que adquiere cohesión en la satisfacción que produce la presencia en la red. Obvias razones que incorporar «un me gusta» o «me encanta», que coadyuvan a nutrir un espacio que no es llenado por el «ego» real; el individuo que posee control de su «ego» real no necesitará suministrar ni alimentar al ego digital. ¿Y, tomaría más líquidos una vez saciada su sed?

Socializar. Es un término que actualmente tiene varias aristas, ya que no es sólo interactuar físicamente con las personas: es la inserción hacia una dualidad de individuos, un mundo que se esconde en el efecto somnífero del ocio, diversión, perversión, lujuria, educación o cualquier nombre de acciones que atrapen y mantengan al individuo, de forma ilusoria, con los demás.

Conoceremos menos de los demás, conoceremos más de dígitos; el individuo si no está preparado para diferenciar sus dos «egos», terminará por ceder a uno y dar control al otro; el acelerador de este evento será la incapacidad de conectarse a la realidad (dispense este juego de palabras).

El deslizar el dedo en el aparato para apreciar las noticias actuales, no devolverá la identidad perdida a los individuos. Lo alejará de otros. Esa será la esencia de las personas que no lograron cohesionar su «ego». Lo real e irreal no distan de una selva, de una selección natural: ¿cómo sobrevivir a través de estos mundos? ¿Dónde queda mi identidad, mi persona, mi «ego» original? ¿Quién roba las horas de un tiempo que no volverá? ¿Cuántas identidades debo crear para pertenecer a los demás?

Robert Louis Stevenson estaría orgulloso de que su popular obra literaria cobre vida en la cotidianidad de la sociedad en el siglo XXI; después de todo existe un Dr. Jekyll and Mr. Hyde en cada una de las personas hoy en día.

Probablemente tengan más de un Mr. Hyde dentro de ellas.

REFERENCIAS

Ministerio de Cultura. (2017). Tecnologías digitales y vida cotidiana: ¿hasta qué punto influyen en nuestra identidad? | Ministerio de Cultura. Argentina: Gobierno Argentino. Recuperado de https://www.cultura.gob.ar/tecnologias-digitales-y-vida-cotidiana-hasta-que-punto-influyen-en-nuestra-identidad_4749/

Figueroba, A. (2017). ¿Qué es "el Yo" en Psicología?. Barcelona: Psicología y mente. Recuperado de https://psicologiaymente.net/psicologia/el-yo-en-psicologia

Mendoza, E. (2017). Hacia un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social. Guatemala: todos somos uno. Recuperado de http://www.todos-uno.org/2017/03/las-culturas-juveniles.html

Stopbullying (2017). Hacia un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social. Estados Unidos: Departamento de Salud y Servicios Humanos. Recuperado de https://espanol.stopbullying.gov/acoso-por-internet/qu%C3%A9-es/ur6/%C3%ADndice.html

Rojas, J. (2017). La escuela no es la única que educa. Perú: RPP noticias. Recuperado de http://vital.rpp.pe/expertos/la-escuela-no-es-la-unica-que-educa-noticia-1036694

Fernando, J. (2017). Redes sociales al servicio de la sociedad de masas. Madrid: entreParentesis.org. Recuperado de http://entreparentesis.org/redes-sociales-al-servicio-la-sociedad-masas/

Alter, A. (2017). Esto ocurre en tu cerebro cuando alguien le da like a una de tus fotos en Instagram. Chile: lared. Recuperado de http://lared.cl/2017/ayayay/por-que-no-puedes-parar-de-publicar-en-tu-instagram-esto-ocurre-en-tu-cerebro-cuando-alguien-le-da-like-a-una-de-tus-fotos

Ávila, A. (2017). La adicción a la tecnología no es casualidad, es causalidad. México: unocero. Recuperado de https://www.unocero.com/noticias/gadgets/smartphones/la-adiccion-a-la-tecnologia-no-es-casualidad-es-causalidad/

Clarin. (2017). Baby Boomers, Generación X, Millennials y Centennials, ¿a qué generación pertenecés?. Argentina: Clarin. Recuperado de https://www.clarin.com/entremujeres/carrera-y-dinero/baby-boomers-generacion-millennials-centennials-generacion-perteneces_0_ByLAxzpEW.html

Padín, E. (2017). La "Generación copo de nieve" ¿Realidad o ficción?. Madrid: Sarkala Psicologos. Recuperado de https://www.sarkalapsicologos.com/single-post/2017/11/15/La-Generaci%C3%B3n-copo-de-nieve-%C2%BFRealidad-o-ficci%C3%B3n







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