Comentario bibliográfico
El escabroso mito de la Asamblea Constituyente
Pedro Portugal Mollinedo
PUKARA
La política necesita mitos, entendidos como la realidad que, para el lego, rebosa de excelencias y cualidades, aunque en realidad carezca de ellas.
El mito es ficticio pero necesario, pues fundamenta un poder y da sentido a la construcción ideológica o institucional que se hace a partir del mismo.
El problema surge cuando el edificio imaginario es endeble porque —paradoja— carece de elemental sustentación objetiva. Por ello, de ciertos mitos no se construye nada.
El MAS necesitó de mitos. La historia lo puso en el trance de cumplir tareas obviadas: Justicia social, Estado viable, identidad nacional funcional, entre otras. Y, cuando menos se dispone de un trabajo teórico previo, de un cuerpo de ideas sustentable, más necesario e indispensable es el mito político.
Lamentablemente, para el MAS y Evo Morales, su época es la del relativismo posmoderno y del culturalismo insustancial, triunfantes sobre el marxismo racionalista y desarrollista del que se reclaman los jerarcas de este gobierno. Los mitos políticos del masismo —esencialmente el rol fundador de la Asamblea Constituyente y el pachamamismo— fueron impregnadas por esas corrientes de pensamiento.
El pachamamismo descansa ya en paz, solo esporádicamente resurge en declaraciones de oscuros funcionarios. La Asamblea Constituyente tiene aún espasmos de sobrevivencia. Le insuflan vida quienes creen que la deriva gubernamental no tiene nada que ver con la letra de esa Constitución y que por lo menos su texto es garantía de que en “algún momento” pueda ser aplicada.
La Asamblea Constituyente habría sido refundadora, originaria y heroica manifestación de la voluntad de las mayorías indígenas.
Alentando esta mitología, se han escrito libros, artículos y ensayos, sobre todo de investigadores extranjeros. Los trabajos escritos por bolivianos sobre esa Asamblea son pocos. Cabe resaltar los de Jorge Lazarte (Constituyente) y de Franco Gamboa Rocabado (jefe de un proyecto de apoyo a la misma).
A esa escasa bibliografía se suma el reciente libro de la ex Constituyente Angélica Siles Parrado1. El mérito de esa obra radica en ser testimonio, más que análisis.
La imagen proporcionada es penosa y en contradicción con el mito. La Constituyente inaugurada el 6 de agosto de 2006 en Sucre, quiso ser originaria, fundante e ilimitada. Ese carácter, sin embargo, fue desde el inicio apócrifo, pues sus características y alcances fueron determinadas por el Poder Legislativo, mediante la Ley Nº 3364 del 6 de marzo de 2006. Esa Ley colocaba a la Asamblea Constituyente “a disposición del Poder Constituido (Ejecutivo y Legislativo) perdiendo su naturaleza de NO-DEPENDENCIA de algún poder, porque solamente la Magna Asamblea Constituyente era la que debía definir qué tenía que hacer, para qué y el tiempo necesario, sin intervención de ningún poder...” (p. 19).
Esa injerencia fue constante y determinante, incluso desde antes que inicie sus actividades: Convocados por el Ejecutivo antes de la inauguración de sesiones en la Casa Mayor de Obrajes, a los Constituyentes se les impone una directiva sin tomar en cuenta su opinión: “... se procedió a la nominación impuesta por el Poder Ejecutivo a la cabeza del señor Evo Morales, quién manifestó su apoyo indiscutible a la Sra. Silvia Lazarte” (p. 20).
El día de la presentación pública de este libro (miércoles 25 de abril, en el Salón Intercultural de la Facultad de Derecho de la UMSA), uno de los comentaristas, Raúl Prada Alcoreza, entonces también Constituyente, señaló que en dicha reunión los Constituyentes habían decidido apoyar para la presidencia a la Constituyente del MAS por Cochabamba, Elizabeth Domínguez de Barrios. Evo Morales en persona habría hablado con cada asambleísta de ese partido para imponer la elección de Silvia Lazarte Flores.
De esa manera se inició la intervención, incluso en las decisiones más domésticas de esa Asamblea. El cuerpo “interventor” estaba constituido por Héctor Arce Zaconeta, Walter Chávez, el “Chato” Peredo, Santos Ramírez y otros miembros del MAS en el ejecutivo y el legislativo. El presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera participaban directamente cuando los asambleísta no obedecían a los delegados de menor rango.
Esa acción contradecía las decisiones de los Constituyentes. Habiendo estos consensuado entre mayoría y oposición un texto sobre el tema de los 2/3 para la aprobación, “el Vicepresidente de la República Álvaro García, llegó a Sucre y frenó la aprobación, desautorizando la misma siendo el responsable del descalabro que se vivió a consecuencia de la injerencia del Poder Legislativo” (p. 42). En efecto, el desacuerdo en ese asunto costó meses de discusión y peleas internas.
La intervención del gobierno fue siempre en sentido de agudizar contradicciones e impedir entendimiento entre mayoría y oposición. Curiosamente, habiendo terminado la Constituyente en el caos total, el gobierno asumió la negociación con la oposición para aprobar un texto constitucional en el Congreso, modificando más de 118 artículos, prácticamente 1/3 de la nueva Constitución, quitando el sentido a lo dispuesto por los constituyentes, como se puede constatar comparando los textos originales con los así consensuados (pp. 263-297).
No solo intervenía el gobierno para “orientar” el trabajo de los Constituyentes, sino también ONGs (otorgando financiamiento para algunas actividades, p. 65) y asesores extranjeros, en particular españoles, que después formarían la organización política PODEMOS: “...hoy vigente, podemos concluir, que la Constitución fue revisada y aprobada por los españoles, retrocediendo y recordando la invasión que Bolivia fue objeto por parte de los españoles” (p. 245).
Con esos antecedentes, es comprensible que la Asamblea Constituyente no haya tenido el carácter épico que algunos le atribuyen. Inaugurada el 6 de agosto de 2006, debió concluir sus trabajos en 12 meses. Recién en febrero de 2007, después de intensas peleas sobre el Reglamento, los Constituyentes retomaron su trabajo específico (p. 67). Tardó 9 meses antes de redactar el primer artículo de la nueva Constitución. Finalmente, el Congreso aprobó la ampliación de las sesiones hasta el 14 de diciembre de 2007.
La improvisación fue su norma: luego de su inauguración el 6 de agosto, los Constituyentes fueron informados que no estaba terminada la infraestructura en los lugares de deliberación y de plenarias, el Colegio Junín y el Teatro Gran Mariscal Sucre, respectivamente. Por ello su trabajo propiamente dicho recién empezó el 15 de agosto.
Una Asamblea asediada no sólo por el gobierno, también por la oposición (la «Media Luna») y por los “movimientos sociales”, sin independencia ni capacidad concertadora; cediendo a todo y ante todos. Son densos los antecedentes y las peripecias de una Asamblea que quería refundar el país y terminó refundida: hostigada por la población sólo “aprobó” el índice de la nueva Constitución en un colegio militar en el que se refugió por la hostilidad de los pobladores de Sucre. Concluyeron su trabajo después en otra ciudad, Oruro, y finalmente, no participaron en la revisión y componenda entre gobierno y oposición para la aprobación del texto definitivo.
¿Ese descalabro fue porque el gobierno que la propició no creía, desde mucho antes, en ella; íntimamente no la deseaba?: “Cuando estuvimos en la Asamblea Constituyente nos dimos cuenta que el objetivo político del MAS en 2002 ya eran las elecciones y no la Asamblea Constituyente...” (p. 300).
Un libro a leer para comprender esa página fallida de nuestra historia.
1 Angélica Siles Parrado, Luces y sombras de la Magna Asamblea Constituyente, edición de la autora, La Paz, 2018.
PUKARA Cultura sociedad y política de los pueblos originarios. Periódico Mensual Mayo 2018 Qollasuyu Bolivia Año 12 Número 141. P. 13
http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-141.pdf
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