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Febrero 2018

Resistiendo las bases militares y las estrategias del Pentágono en Latinoamérica


James Patrick Jordan

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar América de miserias en nombre de la libertad.” Estas palabras fueron escritas por Simón Bolívar hace 189 años. El Gran Libertador entendió que liberación y el concepto estadounidense de libertad no implican lo mismo. Cuando los imperialistas hablan de libertad, significan acceso a la tierra, al agua y otros recursos naturales para el desarrollo privado y sus ganancias.

Ana Esther Ceceña, en 2013, en una publicación del Ministerio de Defensa de Ecuador, describe los objetivos de los Estados Unidos en Latinoamérica y el mundo. Ella dice que los EE.UU. tienen “dos objetivos generales: garantizar el mantenimiento del capitalismo y dentro de él la primacía de Estados Unidos; y garantizar la disponibilidad de todas las riquezas del mundo como base material de funcionamiento del sistema, asegurando el mantenimiento de sus jerarquías y dinámicas de poder…”

Seis años antes que Bolívar escribiera estas palabras proféticas, la Doctrina Monroe dijo a los gobiernos europeos que cualquier intento de interferir en Latinoamérica se consideraría “peligroso para nuestra paz y seguridad … no podríamos ver cualquier interposición… por ninguna potencia europea en cualquier otro sentido que como una manifestación de una disposición hostil hacia los Estados Unidos.”

Al poner el énfasis en la interferencia como “una disposición hostil hacia los Estados Unidos,” la Doctrina Monroe enmarcó la independencia latinoamericana dentro un contexto de intereses e influencias estadounidenses. Desde el establecimiento de la Doctrina Monroe, la historia estadounidense en Latinoamérica ha sido marcada por invasiones, ocupaciones y guerras de poder y robos directos de tierras como en la Guerra contra México. A los Estados Unidos esto le ha dificultado establecer bases militares en toda Latinoamérica. En especial, la población mexicana mantiene una fuerte aversión a la presencia militar estadounidense dentro de sus fronteras. Por desgracia, la oligarquía del país ignora esta aversión y traiciona el orgullo nacional de su pueblo.

No obstante, los EE.UU. han tenido éxito al construir bases en varios países a lo largo de toda Latinoamérica, con bases formalmente reconocidas en El Salvador, Cuba ocupada, Aruba, Curaçao, Antigua y Barbuda, Andros Island en las Bahamas, Puerto Rico, incluso una micro-base en Costa Rica que el gobierno costarricense niega oficialmente.

Sin embargo, hasta hace poco, la ecuación había estado en contra de las bases estadounidenses. Desde 1999, cuando EE.UU. perdió la Base Howard Air en Panamá, el número de bases estadounidenses había declinado constantemente. En 2008 el gobierno colombiano había acordado permitir el acceso estadounidense a siete bases, pero esto fue rechazado por la corte constitucional en 2010. La realidad es que EE.UU. continúa accediendo y usando estas bases respaldándose en otros acuerdos. La decisión de la corte fue contra un presencia extranjera permanente, pero “permanencia” es un concepto un poco amorfo abierto a la interpretación. Podemos decir con certeza que el acceso estadounidense a estas bases es relativamente sin restricciones y en forma continua. En 2008, el gobierno de Ecuador echó a EE.UU. de su base en Manta. Ernesto Samper, líder de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) ha dicho que las bases militares estadounidenses deberían “abandonar el continente”.

Ahora el péndulo se balancea al otro lado, lo cual es una razón por la que necesitamos este movimiento contra los bases. El golpe en Honduras en 2009 ocurrió poquito después que el electo presidente Manuel Zelaya había propuesto la conversión de la base Palmerola (o Soto Cano) Air Force Base en un aeropuerto civil. Tanto los EE.UU. como Honduras habían ambos usado la base desde los 80’s cuando fue un componente importante de la guerra de los “Contras”, contra el gobierno Sandinista en Nicaragua. Desde el golpe, EE.UU. ha emprendido nuevas construcciones en la base y ha aumentado el número de tropas, incluyendo el despliegue de 250 marines estadounidenses allí mismo. Actualmente hay más de 1.300 empleados militares y civiles estadounidenses, eclipsando la población de 300 hondureños de la Academia Militar de Aviación. Además, desde el golpe, EE.UU. ha construido una base en Catarasca en la región hondureña de Mosquitia, y en Guanaja, la marina estadounidense ha construido un complejo para la marina hondureña que, según los reportes, alberga aviones tanto de EE.UU. como de Honduras.
Y esto es solamente lo referido a Honduras. A fines de 2016, el gobierno regional peruano en el Amazonas, aprobó una asociación con Southcom, el Comando Sur de EE.UU., y Partenón Contratistas para construir una base nueva en ese país. Con el golpe legislativo contra el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, y la victoria derechista en Argentina, ambos países se han ido acercando a los militares estadounidenses, demostrando sus actitudes receptivas a nuevas bases estadounidenses. El presidente brasileño Michel Temer ha invitado a EE.UU. a usar la base Alcántara para el lanzamiento de misiles y cohetes. (Samuel Pinheiro Guimaraes, ex- Secretario General de Relaciones Exteriores, y Ministro de Asuntos Estratégicos, expresa su opinión que “El objetivo principal de los Americanos es tener una base militar en territorio brasileño con la cual pueda ejercer su soberanía más allá de las leyes de los autoridades brasileñas… La ubicación de Alcántara en el noreste brasileño frente el oeste de África es ideal para los Estados Unidos en cuanto a sus operaciones políticas y militares en Suramérica y África.”) En Argentina, el presidente neoliberal Mauricio Macri logró un acuerdo con EE.UU. en mayo de 2016, para permitir a los EE.UU. construir dos bases, una en Tierra del Fuego, y la otra sobre el Acuífero Guaraní, en la Triple Frontera de Argentina, Brasil, y Paraguay, en la región de la reserva de agua dulce y potable más grande del mundo.

Con respecto al agua y los recursos naturales, si observamos cómo están diseminadas las bases, actividades y presencias militares por Latinoamérica, podemos ver que están ubicadas en y alrededor de concentraciones de minerales y petróleo, grandes centros de agro-negocios, y grandes reservas de agua. Los recursos de agua de Brasil, Colombia y Perú juntos, son mucho mayores que los de los países y regiones más ricos en agua.
A pesar de estos reveses, el movimiento contra las bases en Latinoamérica es fuerte y es una manifestación de la voluntad popular. Además, estas bases no solo amenazan a Latinoamérica y especialmente a Venezuela, Cuba, Bolivia, y los países del ALBA que forman un baluarte contra el intervencionismo estadounidense; amenazan el mundo. Desde la base de Palenquero en Colombia – una de las siete bases colombianas donde las tropas estadounidenses están constantemente… pero no “permanentemente”… presentes, con ninguna o con una sola parada para cargar combustible; los aviones a reacción pueden alcanzar cualquier país en Latinoamérica, así como África y el Medio Oeste.

La presencia de bases militares estadounidenses es solamente un componente de la infraestructura del Imperio. Sabemos que las invasiones, ocupaciones, construcción de bases, y acuerdos militares estadounidenses son prácticamente siempre seguidos por la aprobación de leyes que socavan la agricultura tradicional, la desviación de recursos de agua, la explotación de las riquezas minerales y petroleras, la militarización de la policía y las fronteras, y la construcción y rediseño de sistemas penitenciarios con un estilo estadounidense de encarcelamiento masivo.

En términos de actividades militares estadounidenses en Latinoamérica, el asunto de los bases es verdaderamente la punta del iceberg. Debemos también considerar la reactivación de la Cuarta Flota de la marina estadounidense en el Caribe, el rápido aumento de ejercicios militares conjuntos por todo el hemisferio, los cuales frecuentemente resultan en el despliegue de bases temporarias y, por lo tanto, móviles y en el flujo constante de asesores militares. Uno de los métodos más efectivos para evitar el movimiento anti-bases es a través de lo que podría denominarse una soberanía de marionetas, por la cual los países desarrollan actividades, políticas, y acuerdos que tienen la apariencia de independencia de los EE.UU. mientras verdaderamente son seguidores de las estrategias y los proyectos estadounidenses.

Ana Ceceña escribe sobre el sistema global de los Comandos del Pentágono que garantizan “…una supervisión más detallada de las tierras, mares, glaciares y poblaciones que componen el planeta Tierra en su conjunto.” Estos comandos ponen efectivamente a los militares y los aparatos de seguridad de la mayoría de otras naciones, bajo la coordinación del Pentágono.

Estos “Comandos” representan únicamente un aspecto de este fenómeno. Como es tan frecuentemente el caso, Colombia es un territorio de prueba para esta soberanía de marionetas. Por ejemplo, en 2012, los EE.UU. y Colombia firmaron un acuerdo de cooperación militar que ha tenido a Colombia participando en patrullas conjuntas con los EE.UU. en Centroamérica y África Occidental. Los EE.UU. han promovido una asociación entre la OTAN y Colombia. Colombia se ha involucrado mucho en la formación de personal militar, policial, judicial y del sistema carcelario por todo el mundo. A lo largo de la última década, Colombia ha entrenado más de 25.000 personas en otros países. La mitad ha sido en México, siendo Honduras, Guatemala, y Panamá los otros destinatarios principales. Debemos mencionar que cuando hablamos de la “soberanía de marionetas”, esto no implica que los militares colombianos sean menos capaces o menos profesionales que sus colegas militares estadounidenses. Claramente el personal militar colombiano es bastante educado y experimentado en su arte e iguales a sus homólogos estadounidenses. De hecho, los EE.UU. han gastado mil millones de dólares en impuestos precisamente para asegurar el desarrollo de los militares colombianos como sustitutos altamente eficaces para los objetivos estadounidenses.
El General John Kelly es el Jefe del Estado Mayor del Presidente estadounidense Donald Trump y fue anteriormente el Director del Departamento de Seguridad de la Patria; fue previamente el Comandante de Southcom. Dando testimonio ante el Congreso estadounidense el 29 abril de 2014, Kelly hizo una declaración alarmantemente honesta y reveladora: “La belleza de tener una Colombia – son tan buenos socios, especialmente en el ámbito militar…. Cuando les pedimos que vayan a alguna parte y capaciten a los mexicanos, los hondureños, los guatemaltecos, los panameños, lo hacen casi sin hacer preguntas. Y lo hacen por su propia cuenta….. Por eso es importante que ellos vayan, porque yo estoy -al menos en lo militar- restringido de trabajar con algunos de estos países debido a las limitaciones que están realmente basadas en pecados pasados. Y lo dejo por esas.”
La relación EE.UU.-Colombia ha sido tan exitosa que se ha transformado en un modelo para las relaciones entre los EE.UU. y México. Esto incluye el desarrollo del Plan México y ASPAN (La Alianza de Seguridad y Prosperidad de América del Norte), un acuerdo que ata a Canadá y México más íntimamente al Pentágono.

Los militares mexicanos tienen una historia internacional de no intervención. Pero en una Conferencia en octubre de 2016, Rebecca Chávez, Asistente Secretaria de Defensa para el Hemisferio Occidental durante la Administración Obama e integrante del Consejo de Relaciones Exteriores, reveló que “Los Estados Unidos y México … han dado pasos que han resultado en una transformación de la relación estratégica.” Chávez explicó que México es la decimoquinta economía más grande del mundo, tiene un papel creciente en asuntos internacionales, incluyendo la esfera militar. Ella señaló que México ha aumentado su misión militar con agregados militares en Indonesia, Irán, Egipto, Suráfrica y varios otros países y que participó en misiones de paz en Haití y Líbano. Chávez cita al presidente mexicano Enrique Peña Nieto por reevaluar el papel de los militares mexicanos, diciendo que, “Incluso antes del cambio, México se involucró en aproximadamente 40 actividades externas para apoyar alrededor de 25 socios diferentes… Nuestro primer paso ha sido fortalecer el diálogo y las relaciones más allá de un enfoque estrecho de seguridad interna … Otras áreas potenciales de cooperación son América Central y trabajando juntos para fortalecer el Sistema Interamericano de Defensa “.

Es una idea muy buena que nosotros participemos en el movimiento global anti- bases militares extranjeras de los EE.UU. y la OTAN. Pero ante cualquier victoria que obtengamos estaríamos miopes si no las conectáramos al movimiento más grande contra el imperialismo y por la liberación. Las proyectos del Pentágono son adaptables; acuerdos militares, ejercicios conjuntos, comandos coordinados, son algunas de las maneras para aumentar e incluso reemplazar la expansión de bases extranjeras.

Últimamente, nuestra lucha contra las bases extranjeras debe ser parte de una lucha aún más amplia y global, la lucha por la liberación del Imperio. Si nos deshacemos de las bases, pero no del Imperio, estamos simplemente cambiando sus formas. En el análisis final, la única respuesta es sacudir el yugo de la dominación estadounidense/capitalista y poner algo mejor en su lugar, es decir, con democracia participativa y socialismo. Cada vez que gritemos el reclamo de “¡No Más Bases!”, entonces respondamos a esa exigencia con un grito de solidaridad con Venezuela, solidaridad con Cuba, solidaridad con Bolivia, solidaridad con el pueblo de Puerto Rico y con cada territorio ocupado; solidaridad con cada movimiento popular y gobierno que se interponga en el avance del Imperio hasta que ese Imperio sea total y completamente desmantelado.

* Co-Coordinador de la Alianza por Justicia Global. Este artículo es una adaptación de una presentación dada el 13 de enero de 2018 en la Universidad de Baltimore para la Conferencia contra las Bases Militares de los Estados Unidos y la OTAN



http://www.surysur.net/resistiendo-las-bases-militares-y-las-estrategias-del-pentagono-en-latinoamerica/







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