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Enero 2018

Revolución cubana cumplió 59 años y va por muchos más

CON NUEVOS LOGROS Y BUSCANDO RESOLVER PROBLEMAS

Cuando las revoluciones son verdaderas pueden sobrevivir a sus dirigentes. Es el caso de la cubana, que este 1 de enero cumplió 59 años. Su comandante en jefe murió hace dos y Raúl Castro finalizará su mandato en abril. La revolución cubana seguirá cumpliendo años.


Emilio Marín


Hace 59 años los guerrilleros de Sierra Maestra bajaban a Santiago de Cuba, la cuna de tantas rebeldías contra la colonia española y la semicolonia yanqui, y en caravana victoriosa emprendida el 2 de enero llegaban a La Habana seis días más tarde. Fulgencio Batista, como ocurre en estos desplomes de los regímenes del terror y la entrega, ya se había fugado a República Dominicana, con la parentela, su entorno y millones de dólares en valijas pues por entonces no había homebanking.
Luego de depurarse de personajes de la burguesía democrática oportunista, como el presidente Prío Socarrás y el primer ministro Miró Cardona, esa revolución consolidó en el puesto de mando a Fidel Castro, como primer ministro y jefe del Ejército Rebelde. Más allá de esos galones, para el pueblo ese hombre siempre fue el comandante en jefe y lo siguió siendo después del 25 de noviembre de 2016, cuando falleció y dejó al país de duelo sentido y masivo.
Pasaron once administraciones demócratas y republicanas por la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA, más las colaterales de los gobiernos serviles de la región y su desprestigiada OEA, los conglomerados mediáticos que disparan un millón de mentiras por segundo. Todo eso quiso derribar a la revolución.
Fracasaron en toda la línea, con la invasión de Girón, el bloqueo total impuesto en febrero de 1962, la crisis de los misiles en octubre de ese año, los 634 intentos de asesinar a Fidel, los ataques terroristas con que abatieron al avión de Cubana en 1976 sobre Barbados, las acusaciones a Cuba de vinculación con el narcotráfico en los ´80, las bombas en los hoteles para impedir el turismo en los ´90, la detención por quince años de los Cinco héroes, la fabricación de una oposición mercenaria vestida de blanco y de otros colores, la injerencia ilegal de Radio y Televisión Martí y un largo etcétera.

Isla bloqueada pero no aislada.


Al cabo de esas campañas resurgía Cuba más sólida y revolucionaria. Por ejemplo, el bloqueo se agudizó en los ´60 para que la isla no tuviera combustible y se paralizara su economía. Pero la URSS proveyó el petróleo, intercambiado a precios convenientes por el azúcar cubano. Y después de la desaparición de la potencia socialista, apareció la Venezuela de Hugo Chávez, con quien Fidel firmó en diciembre de 2004 el acta de la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA). Desde Caracas partía el crudo, fletado por PDVSA a precios subsidiados que la isla pagaba con sus servicios de salud convertidos en la Misión “Barrio Adentro” y la “Misión Milagro”, de operaciones oftalmológicas para los venezolanos. También con la alfabetización del “Yo Sí Puedo”, que pronto permitió declarar a Venezuela país libre de analfabetismo.
ALBA comenzó con dos fundadores, Cuba y Venezuela, en 2004, y hoy cuenta con once socios. Ante el paréntesis en la región latinoamericana por la emergencia neoliberal en Brasil, Chile y Argentina, aquella asociación vio frenada su conscripción de socios, pero en el “corsi e recorsi” habrá nuevos tiempos de progresismo y ojalá antiimperialismo. Nuevos países se sumarán.
La dupla La Habana-Caracas, con el rol más visible y activo de Chávez, fue clave para la creación en 2012 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). En 2014 su Cumbre fue en la capital cubana y entre sus definiciones más correctas precisó a la región como “zona de paz”. Tres años más tarde, con la llegada al poder del bestial Donald Trump, aquel programa de la Celac guarda más actualidad que nunca para frenar sus programas guerreristas.
La Celac ayuda a comprender que el plan aislacionista de Cuba va de fracaso en fracaso. Es que esa comunidad está integrada por 33 países latinoamericanos y caribeños; Cuba está adentro, Estados Unidos y Canadá están afuera.
Y el otro ejemplo que constata el apoyo mundial a la isla se vio el 1 de noviembre pasado, cuando la 72° Asamblea General de la ONU votó la moción cubana exigiendo el levantamiento del bloqueo estadounidense que hasta el momento ha provocado daños económicos directos por 130.178 millones de dólares. A pesar de las provocativas intervenciones de la representante yanqui Nikki Haley, 191 países sufragaron por la Patria de José Martí y solamente Israel acompañó al bloqueador. Fue una goleada que se viene repitiendo en los últimos años: 191 contra 2.
El mejor guarismo había sido el de 2016, con el “pato rengo” Barack Obama, que ordenó la abstención y el resultado fue de 191 a cero, con dos abstenciones. Con Trump se volvió a ratificar una política criminal, anticipada en una resolución presidencial de junio del año pasado, aclamada por la fauna cubano-americana que se mueve en la nauseabunda cloaca de Miami.

Logros del aniversario.


La revolución cubana siempre tuvo dos objetivos principales. Uno, altos índices de bienestar para su pueblo, plasmados en salud y educación. Dos, la soberanía e independencia nacional por la que habían luchado Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y sobre todo José Martí. Con esas dos columnas vertebrales se estructuró el edificio que tantos embates del imperialismo y la contrarrevolución interna y regional no lograron siquiera conmover.
La isla festejó de la mejor manera su aniversario 59, al informar la Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud que el índice de mortalidad infantil había sido en 2017 de 4 por mil nacidos vivos. Es la tasa de mortalidad infantil más baja de su historia y en algunas de las provincias es inferior: Sancti Spíritus (2,0), Pinar del Río (2,1), Camagüey (3,0), Holguín (3,3), Artemisa (3,7), Ciego de Ávila (3,8).
Eso no fue magia. En 1970, por ejemplo, la tasa de mortalidad era del 38,7 por mil nacidos vivos.
En otros aspectos la revolución también dio motivos para brindar, al presentar el Programa Nacional de Nanociencia y Nanotecnología que tendrá vigencia a partir de 2018, para avanzar en esta tecnología avanzada, de fuerte impacto en el desarrollo económico y social.
El 15 de enero se realizará en Santiago de Cuba el acto nacional por el día de la Ciencia Cubana. Según el ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), esa provincia es el cuarto del país con mayor potencial científico y dispone de 11 entidades de ciencia, tecnología e innovación, de ellas siete dedicadas a la investigación.
Otro motivo para festejar fue el informe del turismo, pues el 2017 se cerró con 4.700.000 visitantes a Cuba, los que se habrán vuelto a sus hogares con una buena imagen del país y su gente, rompiendo también allí el bloqueo. Y, también, dejando unos cuantos millones de dólares que vienen muy bien para la necesitada caja estatal y de las familias cubanas.

Problemas y desafíos.


Sería de tontos, y los cubanos no lo son, negar la existencia de problemas de distinta índole. Lo importante es verlos en el marco general de avance y consolidación del socialismo sustentable por el que vienen bregando desde el VI y VII Congreso del Partido Comunista, el último en abril de 2016.
Un problema es el lento aumento de su economía, pues estaba planificado creciera el 2 por ciento del PBI y al final la marca fue del 1,6. El ingreso y asimilación del capital extranjero no ha sido en la cantidad necesaria y esto influyó para que esa meta, modesta, no fuera alcanzada.
Obvio, hay que tener presente los daños provocados por Irma, un huracán de categoría 5, que en septiembre pasado devastó 12 de las 15 provincias, con daños por 13.000 millones de pesos-dólares y afectaciones en 179.000 viviendas.
El gobierno, las FAR, las organizaciones de masas y brigadas mixtas de trabajo debieron ocuparse prioritariamente en las reparaciones. Eso no sólo provocó más gastos e inversiones en la reconstrucción, obstaculizando los planes económicos, sino que también demoraron las elecciones de los delegados a las asambleas municipales del Poder Popular, el primer escalón hacia arriba de la democracia participativa.
Esas postergaciones incidieron en las instancias provinciales y nacionales, por lo que el cronograma previsto de constituir la Asamblea Nacional del Poder Popular el 24 de febrero de 2018 y elegir allí las autoridades de la Asamblea y del Consejo de Estado, incluyendo el presidente de Cuba, se pasaran para el 19 de abril, aniversario de la victoria de Girón.
Ese día Raúl Castro terminará su segundo mandato y dejará el cargo. Y ese es precisamente el desafío al que aludía el cronista. Toda revolución social si es verdadera puede sobrevivir a sus dirigentes. Eso no significa que sea una tarea fácil ni una transición indolora. Hasta que los “pinos nuevos” alcancen la altura, firmeza y sabiduría de los pinos viejos media un cierto tiempo.
Dicen que el actual vicepresidente primero del Consejo de Estado, Miguel Díaz Canel, de 57 años, sería el presidente. Sea él u otro, tendrá que hacer un esfuerzo descomunal para estar a la altura de la responsabilidad, junto al Buró Político y apoyarse en el consejo del veterano que se retira. Tiene a su favor que no recibe una revolución inexperta sino una madura y con energías, aunque no exenta de problemas internos y acechanzas del Huracán Donald. Los puede superar. Cambiará el director, pero la orquesta, el pueblo cubano, es la misma y conoce muy bien la partitura, y hasta ahora no desafinó; además tiene poder de improvisación, lo que no sabe lo inventa.



http://www.laarena.com.ar/opinion-revolucion-cubana-cumplio-59-anos-y-va-por-muchos-mas-1187791-111.html







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