<Raúl Zibechi: “Están a la vista los límites de la acción electoral”
El periodista uruguayo habló del libro co-escrito con Decio Machado: ‘Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo’.
Por Leonardo Rossi para La tinta
‘Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo’ es el nuevo libro escrito por Decio Machado (Brasil-Ecuador) y Raúl Zibechi (Uruguay), una lectura necesaria para pensar el campo popular de la región, en tiempos donde el minuto a minuto electoral parece licuar las perspectivas críticas. De paso por Córdoba, invitado por el Colectivo de Investigación ‘El llano en llamas’, Zibechi repasó algunas observaciones del libro y otros análisis de coyuntura.
“Con el progresismo hubo más capitalismo”, plantea el colaborador de La Jornada, Brecha y La Vaca, entre otros medios del continente, y uno de los autores-activistas referente de las luchas de los movimientos antisistémicos. La frase no es mera provocación, tiene un sentido profundo en torno a la construcción de historias de vida en grandes masas de la población, con hondo alcance en el tipo de valores colectivos e individuales que este sistema configura y que pareció sorprender a más de uno a partir de los resultados de las elecciones de 2015.
El libro, editado por Autonomía-Pié de los hechos, “es un intento de hacer balance del periodo progresista y por otro lado desarmar algunas ideas falsas”. “Sostengo que en Cuba hubo una revolución, no sé si en Bolivia o en Venezuela hubo revolución ¿Pudo haber revolución que no haya tocado uno de elementos centrales del aparato estatal como las Fuerzas Armadas? Ahí comparamos los debates y procesos que hubo en Cuba con los que hubo en Bolivia y Venezuela. Queda para mí claro que no hubo proceso revolucionario”, señala el autor.
A eso agrega otro ítem, “el famoso tema de la desigualdad”. “En el periodo progresista disminuyó la pobreza, pero también disminuyó con los gobiernos conservadores. Pero no disminuyó la desigualdad, porque el extractivismo es una máquina de generar desigualdad. Entonces el trabajo busca poner en diálogo esos temas y mostrar que el progresismo tuvo cosas interesantes, como el empoderamiento de sectores populares, que es un efecto indirecto, pero que no todo lo que dice el progresismo de sí mismo es como lo dice”. Y además, resalta los “efectos negativos, como el consumismo o la dependencia de las políticas sociales del capital financiero, algo demostrado”. “Con un dinero del Estado por política social tengo una tarjeta con la que puedo comprar una moto o un plasma, eso es una expansión y profundización del capitalismo”.
El trabajo repasa, por ejemplo, el crecimiento del endeudamiento de los sectores populares en Brasil al tiempo que los bancos hicieron jugosos negocios durante el lulismo, como nunca antes. El trabajo se orienta a debatir dentro del propio campo popular y de las izquierdas acerca de los horizontes emancipatorios lejos de miradas posibilistas.
En esta línea, Zibechi apunta sobre el escenario argentino: “Creo que estamos en un momento en el que la atención a lo electoral en el campo popular ha mostrado los límites. Tenemos unas PASO con resultados horribles, una presidencial con resultados horribles. Antes se hablaba de los límites de la construcción territorial, creo que está a la vista y hay que hablar de los límites de lo electoral”.
Frente a las urgencias que marcan los voceros del sistema de partidos, reacomodando nombres propios frente a cada elección, Zibechi deja un mensaje acerca de los caminos de emancipación colectiva que, entiende, serán duraderos si surgen de abajo, sin tener base en la tutela del Estado ni política social alguna, por más progresista que sea, en contextos donde “el modelo extractivo deja afuera a la mitad de la población”. “Debemos insistir, promover y fortalecer las alianzas urbano-rurales, la recuperación de tierras, la soberanía alimentaria como camino hacia la autonomía”.
Apuntes del libro
Entre las líneas de trabajo, el texto intenta pasar a discutir a partir de las diversas experiencias revolucionarias del siglo XX, y qué tipo de subjetividad han promovido las izquierdas en el poder. Con una marcada crítica a la visión teleológica del marxismo ortodoxo que confió ciegamente en la apropiación de los medios de producción controlados por Estados centralizados, sin cuestionar el productivismo irracional ni la persistencia de la monetización de la vida, el trabajo va pasando por textos surgidos al calor de la truncada sovietización rusa, los ricos debates de la revolución cultural china y las reflexiones sobre los objetivos que debiera tener la economía en la incipiente Cuba revolucionaria de la década del sesenta. Cuestiones como el trabajo voluntario, la relación campo-ciudad y la organización horizontal de la producción van siendo revisadas con profundas críticas y valiosos rescates en torno a textos de Lenín, Mao y Guevara, entre otros.
El libro recuerda las revueltas frente al neoliberalismo que atravesaron el continente en la larga década del noventa, para luego centrarse en analizar los progresismos, y compararlos en perspectiva histórica y coyuntural. Observar que bajo los gobierno del PT la parte más rica de Brasil concentra más recursos que durante el neolierbalismo, que la Colombia derechista redujo más la pobreza que la Revolución Ciudadana de Ecuador en el mismo período o el sensible aumento de las muertes a manos de la policía en Argentina durante el kirchnerismo comparado con la década anterior son datos que se van entremezclando con análisis de fondo acerca de los ‘límites del progresismo’.
El eje central del trabajo pasa por revindicar el conflicto social nacido desde abajo como motor de las grandes transformaciones estructurales de la sociedad en contraposición a las democracias electoralistas, que si bien han reducido la pobreza no han sacudido las estructuras profundas de la desigualdad en el continente: basta ver la situación de vivienda, salud pública y educación en las diversas geografías. Asimismo no han alterado las fuerzas de seguridad ni los mecanismos de participación y financiamiento de la política, aspectos clave en la construcción de otros horizontes emancipatorios.
Se ha construido consenso democrático sobre la base un Estado (el mejor aliado del capital) que actúo como dinamizador del capitalismo aliado a grandes bancos y empresas extractivistas, transfiriendo parte de la renta para potenciar la masa de consumidores, en tanto que el capital concentrado no sólo no fue desarticulado sino que creció. En simultáneo el conflicto social no dirigido por los gobiernos fue sistemáticamente deslegitimado y los espacios de democracia directa relegados.
Sin dejar de reconocer logros de estos gobiernos, el libro apunta a mantener vivo el sentido crítico en el campo de los ‘abajos’ o de los ‘movimientos antisistémicos’ contra cierta intelectualidad que “olvida los protagonistas populares que hicieron posible el ciclo progresista y sólo atienden al papel de los dirigentes que, en sintonía con toda tradición del pensamiento crítico, debemos considerar que juegan un papel secundario” (162). En América Latina, plantean los autores, la contra-hegemonía “significa poner en cuestión los componentes sustantivos de la modernidad: el predominio de la razón científica, el pensamiento ilustrado, el concepto de desarrollo y acumulación, así como nuestra relación de control y dominio de la naturaleza” (100).
Punteo de la coyuntura
Consultado sobre el actual escenario en la región, específicamente sobre Colombia y Venezuela, Zibechi reflexiona: “En algunas zonas campesinas, las FARC era un principio de orden y freno al narco aliado a los paramilitares. Esta transición fortalece el campo paramilitar. Veremos qué sucede. Pero la guerra contra los de abajo sigue, en forma de goteo, porque no cesa la muerte de dirigentes populares”. Mientras que en Venezuela observa “una puja muy fuerte de poder, donde el madurismo mantiene un apoyo electoral importante, pero también lo tiene la oposición”. “Es una sociedad partida al medio, y eso hace que sea cuestión de tiempo que estalle en un conflicto”. Zibechi expresa su rotundo rechazo y llama a “impedir la injerencia de Estados Unidos y las empresas extranjeras” y aclara que “eso no implica apoyo al madurismo, que entiendo está derivando en un creciente militarismo, donde el núcleo del poder está en las Fuerzas Armadas, lo cual significa un problema”.
En torno a este escenario, dice: “sin dejar de poner la mirada en la realidad local y el análisis de clase, hace falta prestar mucha más atención en el crecimiento exponencial de las tensiones internacionales. Hace diez años no me hubiese imaginado la situación actual de Siria ¿hoy es tan loco pensar esa situación en Venezuela donde Estados Unidos, Rusia y China tienen intereses? El escenario se está moviendo muy rápido, y nuestra capacidad de comprensión de la realidad internacional no se está moviendo tan rápido. Hago un llamado a pensar geopolíticamente desde los movimientos”.
*Por Leonardo Rossi para La tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.