Interrogantes en torno al MAS y la simbología en crisis
Roger Adam Chambi Mayta*
El pasado 10 de marzo del presente año, se llevó a cabo una masiva concentración de los vecinos de la ciudad de Achacachi en afueras de la Radio San Gabriel, zona Villa Adela de la ciudad de El Alto. La movilización encabezada por la FEJUVE de Achacachi, exigían la renuncia del alcalde del partido del oficialismo (MAS) Edgar Ramos, ya que éste había promovido junto a los Ponchos Rojos, el saqueo de diferentes tiendas y hogares del pueblo y la quema de la casa del ejecutivo de la FEJUVE, Esnor Condori.
Durante el mitin principal, Esnor Condori, después de terminar su discurso, pronunció el acostumbrado ¡Jallalla Achaca- chi marka!1, al cual los vecinos respondieron con un anonadado jallalla. Uno de los vecinos, arrebatado, se manifestó y corrigió a Condori:
“No hay que usar más el jallalla, eso es de los masistas, hay que decir: ¡Viva la ciudad de Achacachi!”.
Condori se rectificó y pronuncio el “viva” en vez del típico “jallalla”. A su vez, entre la multitud de las pancartas flameaba la bandera tricolor boliviana, dejando en ausencia a la wiphala, símbolo identitario principal de las movilizaciones aymaras. Así mismo, se tomó al “Wila Saku”2 como elemento simbólico de Achacachi, descartando a los Ponchos Rojos ligados al MAS.
Cito este ejemplo porque traduce con claridad los efectos en cuanto a lo simbólico del actual gobierno indígenista. El desgaste de la figura de Evo Morales está vilipendiando consigo aquello que en algún momento era trinchera de resistencia y orgullo de identidad. De ahí que los pobladores de Achacachi, en sus nuevos escenarios de tensión, al igual que otros sectores sociales, se vieron confundidos en cuanto al uso de símbolos y el manejo del discurso. Y es que ¿Qué implica flamear una wiphala, enaltecer a Tupak Katari, a Bartolina Sisa, decir Jallalla, a más de diez años del gobierno del MAS? ¿Siguen siendo símbolos y recursos que dan sentido a las demandas sociales?
Hasta antes de la llegada de Evo Morales al gobierno, la wiphala de símbolo de lucha aymara, paso a ser emblema de todos los movimientos sociales. El MAS la utilizó a la saciedad. La erigió en símbolo del Estado Plurinacional, al igual que la tricolor. Sin embargo, en su utilización no se guardó ningún respeto hacia ella, usándola a grado de los caprichos oficiales: a veces ornaba los edificios públicos y a veces no. Se la reemplazó por telas de origen chino con reproducción de la wiphala en cuadros pequeños, que se la utilizó para cualquier tamaño, cortándola a la medida. Ahora los movimientos sociales se reapropian de la bandera boliviana, hundiendo al símbolo andino con quienes la profanaron. Fuente ilustración: http://www.la-razon.com/index.php?_url=/ciudades/Vecinos-Achacachi-Gobierno-Edgar-Ramos-Bolivia_0_2673932661.htmlEl 4 de abril se llevó adelante la marcha en protección del Campo Ferial de la ciudad de El Alto, y entre esa defensa, la de la Radio Líder, del cual fui partícipe junto a mi colectivo3. Llevamos nuestro distintivo y también (por nuestra formación y convicción ideológica) la Wiphala. Fuimos abucheados por la turba. ¿No serán masis- tas? ¿Cuidado sean infiltrados del gobierno? ¿Cómo van a venir con whipala? ¡Qué horror! ¡Qué vergüenza! Murmuraban y nos reclamaban los presentes, mientras sostenían sus banderas tricolores.
No es de extrañar esa actitud en cierto sector de la sociedad boliviana, el cholaje blanco-mestizo jamás aceptó con buenos ojos los símbolos que representaron las luchas de las naciones aymaraquechuas. La diferencia es que a esa actitud se adhirieron hermanos y hermanas aymaras de la ciudad de El Alto y de las comunidades, similar a lo ocurrido con los pobladores de Achacachi, cuna de revueltas aymaras, donde la wiphala, el poncho, el chicote y los jallallas continuamente estaban presentes como recursos beligerantes y que hoy por hoy están puestas en cuestión.
Este panorama es fruto de los últimos diez años de los procesos políticos y sociales en Bolivia, donde se ha conformado un sentido común que ha hecho que estos símbolos ya no sea “ese tejido de significados para crear un ambiente favorable y lograr apoyo de otros sectores, además de ampliar la base de la demanda social” (Mamani. Pag.24: 2004), sino que ahora se ha reducido, por la opinión pública, a sinónimo del MAS y víctima de todo lo que ello implica, es decir: de corrupción, tráfico de influencias y sobre todo del pachamamismo.
La discusión de este tema merece atención rigurosa, sobre todo para aquellos que abrazamos las ideologías indianistas, kataristas y en especial para los que se proyectan el norte del Estado Nación Aymara. Puesto que lo simbólico ha sido herramienta clave en el escenario de las luchas aymaraquechuas y que no fue fácil su incursión en el tablero político. Wankar, por ejemplo, nos cuenta los avatares que tuvieron que atravesar por usar la Wiphala, allá en 1978:
“no fue fácil el inicio. Cuando los militantes del MITKA la ostentábamos y ondeábamos en calles y plazas de La Paz éramos escupidos, agredidos, pateados y califica- dos de “chilenos” por izar una bandera diferente a la tricolor” (Reynaga. Pág.347:2016).
Ahora el contexto parece similar, solo que en vez de “chilenos”, el adjetivo es “masistas”.
Curiosamente, mientras el gobierno utilizaba y abusaba profusamente de la wiphala en los centros urbanos, esta no era usada en ninguna festividad cívica por los habitantes de las áreas rurales, como lo muestra la foto de un desfile escolar en Quillacollo, Cochabamba. El uso de la simbología indígena fue una utilización de quienes no pertenecen a esa cultura, pero están en el poder y se dan cuenta de su valor mitificado entre los no indígenas. Fuente foto: http://provinciasenbolivia.blogspot.com/2013/09/quillacollo-cumple-108-anos-con.html¿Cuál será el destino de la simbología que nuestros antecesores indianistas y kataristas pusieron en la escena política? ¿Pasará a ser de emblemas de reivindicación aymaraquechua a emblemas del MAS y su régimen en decadencia?
Los estudios en torno a las memorias colectivas que fueron trabajadas para sustentar la fuerza y utilidad de los símbolos aymaraquechuas, sobre todo de la coyuntura política boliviana del 2000 – 2003, no nos ayudan a entender el uso y desuso de ciertos símbolos en la actualidad, tal vez porque muchos de estos trabajos salieron a la luz más para ensalzar la coyuntura política “indígena” que entender el fenómeno en sí. Se ha atribuido a los distintivos aymaraquechuas (la wiphala, la coca, Tupak Katari, Bartolina Sisa, entre otros) una carga histórica que hacía indiscutible su legitimidad a la hora de la identificación y articulación, “Cuando se activa la memoria oral, salen a flote los recuerdos, los lugares, las imágenes, los hechos históricos y el nombre de los actores” (Mamani. Pág. 22:2004). ¿Dónde quedó en la actualidad esa memoria oral?
La wiphala su sus seguidores salen doblemente perjudicados, pues su símbolo no sólo es degradado por el actual poder, sino que los opositores también la odian, creendo que es una creación y patrimonio del partido de gobierno. Fuente ilustración: https://sintetistas.wordpress.com/2014/02/12/donde-esta-el-indio-que-no-lo-veo/Achacachi, la ciudad donde se supone que hubo una “profunda reafirmación de los símbolos indígenas” (Mamani, Pág. 25:2004) en sus vitoreadas manifestaciones decidieron dejar de lado los símbolos que pudieran relacionarlo con el MAS, puesto que el alcalde cuestionado es parte de ese partido. Es por eso que por practicidad, por demostrar su contrariedad al alcalde masista y al régimen como tal, decidieron usar la bandera boliviana en vez de la wiphala y decir ¡viva! En vez del ¡jallalla! ¿Es bien práctico, no? De ahí que es importante la objetividad a la hora de comprender nuestra sociedad para proyectar nuevos horizontes fuera de emocionalismos. La sociedad, por más rasgos étnicos, culturales y de clase que compartamos, antes de reivindicar o cuidar ciertos elementos que nos lleven a nortes indianistas o kataristas, se moviliza por temas concretos que afectan su cotidiano, y por tal razón son concretos también en su búsqueda de salidas efectivas a su petición.
Por tal motivo, en estos nuevos escenarios es importante preguntarse también:
¿Cuánto afecta, la coyuntura en cuanto a los símbolos, al Indianismo y el Katarismo? ¿En qué medida favorece o no, esta coyuntura a los nortes indianistas (poder indio) y kataristas (la figura de Katari y hegemonía kolla)? ¿Se debe salir en defensa de estos símbolos?
¿O ya es momento de crear o reivindicar nuevos símbolos aymaraquechuas?
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* Miembro del Colectivo Curva.
Bibliografía
Mamani, Ramirez Pablo (2010) EL RUGIR DE LAS MULTITUDES. La fuerza de los levantamientos indígenas en Bolivia/Qullasuyu. Segunda edición. La Paz, Bolivia
Reynaga, Burgoa Ramiro (2016) TAWA – INTI – SUYU. 5 Siglos de guerra india. Novena edición. Viceministerio de Descolonización, La Paz, Bolivia.
1 Vitoreada en Aymara que se traduce como: ¡Que viva la ciudad de Achacachi!.
2 Traducido al castellano: Saco Rojo. Seudónimo de Paulino Quispe. Se lo llamaba así porque no usaba el típico poncho, sino más bien una chaqueta de cuero gastado, medio amarillo rojizo. Era
uno de los principales dirigentes del campesinado del comando local del MNR por 1955 – 1963.
3 Colectivo Curva, es un espacio de reflexión política y social conformado por jóvenes aymaras desde la ciudad de El Alto. En esa ocasión fuimos parte de la marcha defendiendo a la Radio líder,
donde contamos con un programa radial llamado: La Curva del Diablo.
PUKARA Cultura sociedad y política de los pueblos originarios. Periódico Mensual Mayo 2017 Qollasuyu Bolivia Año 11 Número 129. Pp. 9, 10.
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