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Enero 2017

La disyuntiva mundial de los nuevos tiempos: la continuidad de la hegemonía norteamericana por la vía militar o la estabilización de las relaciones internacionales en un mundo multipolar


Diego Tagarelli

El título de este artículo carece de intencional. Precisamente porque no se entrevé, en esta disyuntiva, una u otra posibilidad de manea excluyente. Incluso si el mundo -difícilmente- ingresara en una etapa de cierta calma, animado por ánimos políticos de paz, sería inadmisible la inexistencia de pretensiones bélicas y agresiones específicas por parte de algunas naciones. Y esto en la medida de que el capitalismo mundial sostiene en su fase histórica imperialista las condiciones agresivas de la cual no puede prescindir.

Pareciera que los recientes sucesos de orden internacional reabren la discusión sobre una posible Guerra Mundial. Debate difícil y complejo, si los hay, para el aporte político de “hacia donde -tendencialmente- va el mundo”. Pero sin duda, la cuestión amerita mayor profundidad de análisis. La ocupación en Medio Oriente, las invasiones sobre naciones con excepcionales reservas de recursos (petróleo, gas, agua, minerales), las provocaciones a Rusia y las presiones diplomáticas, las nuevas “guerras económicas y financieras” a países latinoamericanos, el nuevo ciclo de disputa política que se abre entre China y Estados Unidos por el proteccionismo o la liberación de sus mercados, etc., traducen la impaciencia de algunas fuerzas dominantes para sostener una superioridad en el mundo que puede tener consecuencias impensadas.

Partamos de algunas cuestiones, para despejar dudas de que, si bien no es inminente una 3ra. Guerra Mundial, existen condiciones objetivas que pueden derivan en algún tipo de guerra ampliada.

La guerra mundial no es otra cosa que una guerra expansionista entre potencias económicas y militares por el control de los recursos económicos, fuera de sus fronteras nacionales. Las guerras -así llamadas- en Siria, Libia, Irak, etc., son ocupaciones, ataques desmedidos hacia países y poblaciones con objetivos e intereses específicos, dirigidos por Estados Unidos y los países aliados encubiertos en los ropajes jurídicos de la OTAN y la ONU. Inevitablemente, estas ocupaciones (exhibidos por la prensa internacional como “guerras internas”), son resistidas naturalmente por estas naciones violentadas; y en la mayoría de los casos, por cuestiones étnicas, religiosas o de capitulación local, derivan en guerras civiles que inciertamente definen el futuro del poder político en esos países. En nuestros días, a diferencia de los acontecimientos que desencadenaron la 1ra. y 2da. Guerra Mundial, los conflictos y episodios agresivos mundiales son dirigidos por un bloque de poder que unilateralmente y de manera unificada, instala la agenda bélica internacional. Sabemos que la posguerra y la posterior caída de la URSS, inauguran la hegemonía mundial norteamericana, el mundo unipolar. Y sus resultados imperialistas conocidos. No estamos en presencia, pues, de otro bloque de poder o potencia mundial que rivalice en el terreno económico y militar, salvando las incuestionables influencias de China, Rusia o la India en el escenario económico mundial. Por esta misma razón, la preocupación de los Estados Unidos por no resentir su hegemonía mundial, no sólo lo colocan en confrontación con los países petroleros periféricos, sino que le adjudican un rol cada vez más guerrerista hacia naciones poderosas que mantienen algún tipo de vínculo político o económico con aquéllos.

¿Cómo es posible entonces aludir a una posible 3ra. Guerra Mundial si no estamos en presencia de potencias que representen una amenaza militar a la hegemonía norteamericana y a sus países aliados? No obstante, la emergencia de actores cada vez más poderosos en la estructura internacional -la irrupción de China, el retorno de Rusia, el lento pero irreversible ingreso de la India, etc.- ha modificado la correlación de fuerzas internacionales. Ahora bien, ¿Representan por ello una amenaza bélica mundial? ¿Cuántas bases militares tienen Rusia o China? ¿Cuántos golpes de estado o procesos de desestabilización pusieron en marcha Moscú y Beijing? ¿Cuántas intervenciones, directa o indirectamente, han perpetuado estos países? ¿Cuántos presidentes o prominentes líderes políticos y sociales fueron asesinados por órdenes de Rusia y China?

Pero sabemos también que la crisis del sistema capitalista a escala mundial, el abandono de una economía sustentada en las capacidades industriales de Estados Unidos, sumado a la interdependencia de un modelo rentístico mundial, conducen inevitablemente a las fuerzas centrífugas del poder mundial (con su centro en Estados Unidos) a desestabilizar por la vía violenta el tablero mundial, por motivos obvios. Y en este sentido, si bien Rusia o China no encarnan, a ese nivel militar, un bloque hegemónico de poder en el mundo, son potencias económicas capaces de equilibrar el juego internacional en favor de aquellos países intimidados por Estados Unidos o la OTAN.

Por ello, para entender las reacciones y provocaciones de Estados Unidos al posicionamiento de China y, particularmente de Rusia, debemos advertir dos cuestiones: Primero, los intentos de Estados Unidos por desplazar la influencia que Rusia conservó históricamente en la región árabe desde su vinculación con la ex Unión Soviética. Esto, dado la dificultad por controlar Siria luego de la intervención rusa, y, por otro lado, dado las relaciones que mantiene Rusia con Turquía, que impiden a Estados Unidos integrar a Turquía en un frente militar en el Oriente Medio (recordemos que Vladímir Putin había sido muy explícito al responsabilizar a Turquía por el derribo de un caza ruso en la frontera con Siria y que posteriormente, cuando en junio el presidente turco Erdogan pidió perdón a su homólogo ruso, no sólo se levantaron las duras sanciones económicas impuestas por Moscú, sino que se volvieron a reestablecer diversas reuniones políticas estratégicas. El asesinato del embajador ruso en Turquía, pretendía, quizás, volver a desestabilizar estas relaciones).

La segunda cuestión, tiene que ver con los fracasos de una globalización neoliberal sobre la base del libre comercio que históricamente patrocinaron, hacia afuera, las naciones más poderosas (Gran Bretaña, Estados Unidos, China). Pero las grandes concentraciones financieras del mundo en empresas trasnacionales y su incidencia sobre el control de los recursos naturales, no debe llevarnos a reflexionar sobre las debilidades o ruinas, del Estado Nación. Y por ello, deducir que la economía mundial es en nuestros días una simple operación especulativa de multinacionales arbitrarias. Y esto, en la medida que el capital privado depende de las colosales transferencias de recursos estatales. Pongamos algunos ejemplos: PetroChina es una de las compañías energéticas más importantes de Asia y del mundo. En 2016, extrajo más de cuatro millones de barriles por día. Compite con Exxon y General Electric como las empresas de mayor capitalización bursátil y es una de las compañías más cotizada del planeta. Sus acciones poseen mayoritariamente capital del Estado Chino, es decir, sus inversiones y controles de capital pertenecen a propiedad estatal. Por otro lado, Exxon de Estados Unidos, que es una empresa privada, está fuertemente relacionada al sistema estatal (particularmente al Pentágono); la demanda de los productos de esta empresa proviene de instituciones estatales, financiados con recursos públicos. Del mismo modo, La General Electric, también, es una empresa muy ligada a la estructura militar de EEUU, con inversiones a nivel global. En cuanto a Rusia, la empresa Gazprom, una de las importantes en la industria gasífera del mundo (empresa que había sido privatizada y hoy es del Estado), permitió mayor participación de Rusia en la explotación petrolera y gasífera mundial. Las reuniones de Rusia con Arabia Saudita y Turquía, obedecen a ciertos intereses comunes en relación a los hidrocarburos (también en Bolivia esta empresa ha establecido convenios).

En este sentido, las últimas declaraciones de Xi Jinping, presidente de China en la cumbre internacional de Davos, quién frente al anunciado proteccionismo estadounidense de Trump, anunciara su compromiso con el libre comercio, no es más que afirmación de la defensa de los intereses chinos en el mercado mundial y norteamericano. Del mismo modo, las supuestas medidas proteccionistas de Donald Trum antes de asumir, van en dirección de fortalecer la industria y el mercado interno para contrarrestar la presencia de productos chinos y rusos a nivel global. Es decir, se abre un nuevo ciclo económico a nivel mundial, de una disyuntiva entre la continuidad de la hegemonía norteamericana por la vía militar, lo cual deja abiertas las posibilidades de mayores enfrentamientos con Rusia y China o, de una estrategia política del nuevo gobierno de Estados Unidos para estabilizar las relaciones internacionales.

Por último y, si es que aspiramos avanzar en el análisis, la región latinoamericana no está exenta de estos conflictos. Países como China, India o la propia Rusia han ingresado no sólo en sus mercados y transacciones estratégicas. La guerra económica sobre Venezuela, frente a su capacidad de negociación en los países de la OPEP, pueden explicar la amplitud de estos movimientos geopolíticos. Sin embargo, esta situación también está cambiando. En estos días, los países de la OPEP han acordado incrementar el precio del petróleo. Y Venezuela ha sido un protagonista fundamental de estas negociaciones.

En definitiva, más que en los albores de una guerra mundial, nos encontramos frente a una nueva fase conflictiva del sistema capitalista y sus formas de dominación en el mundo. Lo cual puede conducir al recrudecimiento de las relaciones políticas o, de la apertura de un mundo multipolar que abra posibilidades de construcción políticas alternativas. En todo caso, la estructura militar y económica de Estados Unidos, en estos momentos, no dará tregua a sus pretensiones de supremacía global y, por lo mismo, siempre estarán extendidas las posibilidades de enfrenamientos bélicos que no pueden predecir sus alcances. Más aún, frente a la amenaza latente del poderío nuclear en algunas naciones. Mientras tanto, la crisis humanitaria, los millones de refugiados y las pérdidas humanas, no deja lugar a dudas de la enorme catástrofe mundial que se aloja en el mundo, superando incluso muchos resultados de la 1ra. ó 2da. Guerra Mundial: Los desplazados en el mundo superan los 50 millones de habitantes. Sólo en Afganistán, Pakistán e Irak, la guerra han dejado más de 4 millones de muertos. En Camboya, Estados Unidos dejó caer más bombas que en Alemania y Japón juntas en la Segunda Guerra Mundial. Murieron más de 500.000 personas. En Siria, han muerto en los últimos cuatros años más de 250.000 personas, 4 millones de refugiados y 8 millones de desplazados. En Gaza, los bombardeos de Israel en el 2014, dejaron más de 2.000 palestinos muertos, la mayoría niños. En Libia murieron más de 150.000 personas, y ese país sufrió más de 8.000 ataques aéreos. En Afganistán, se producen más de 6.000 toneladas de Opio por año para el narconegocio de la heroína. Los nuevos negocios de la guerra: el tráfico de órganos, el secuestro de niños y mujeres para redes de tratas, representa el segundo ingreso más rentable en el mundo.

Definitivamente, vale la pena reflexionar sobre ello. Vale la pena ampliar el debate sobre estos sucesos, que no son otra cosa que los procesos históricos conflictivos en el terreno económico, político y social que determinan el rumbo de la humanidad.


Lecturas consultadas:

Atilo Borón: “Las izquierdas en la crisis del imperio”. Rebelión. 26/12/2016. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220863

Theotonio Dos Santos: “La ofensiva del gran capital y las amenazas para Latinoamérica”. Noviembre 2016. Revista Globalización. http://rcci.net/globalizacion/2016/fg2709.htm








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