China y la nueva diplomacia financiera
Por Sergio Martín-Carrillo y Francisco NavarroEn el año 1994, Giovanni Arrighi[1] relataba que el ciclo sistémico de acumulación capitalista iniciado en las últimas décadas del siglo XIX y al que él denominó como “el largo siglo XX”, comenzaba a dar muestras evidentes de estar llegando a su fin. La revolución neoliberal que surge como respuesta del capital a la crisis en los años 70 del modelo de acumulación predominante desde la Segunda Guerra Mundial, condujo a una expansión global del capital y una nueva división internacional del trabajo y la producción. Con esto, el capital concentrará cada vez más recursos en el ámbito financiero en busca de una mayor y más rápida rentabilidad, lo que contribuirá a una expansión financiera global que dominará buena parte de la economía mundial capitalista. Este proceso de financiarización se ha de entender como resultado de las contradicciones intrínsecas del sistema capitalista sucedidas en el ámbito real durante este periodo y nos ayuda a comprender la crisis actual como una crisis del modelo de acumulación neoliberal y una puesta inicial en cuestionamiento de la hegemonía estadounidense.
Arrighi, consideraba que desde el origen del capitalismo se han sucedido 4 ciclos sistémicos de acumulación dominados por una potencia, la misma que controlaba los flujos financieros internacionales en ese momento histórico. La muestra de que un ciclo está llegando a su fin es el predominio de la economía financiera sobre la economía real como manifestación de las contradicciones intrínsecas del sistema. Caracterizando de este modo a la financiarización de la economía, no como la fase final del capitalismo, sino como una fase recurrente que muestra la etapa final de un determinado ciclo sistémico de acumulación.
El cambio de ciclo implica cambios en el orden geofinanciero global que ponen en cuestionamiento las hegemonías de los procesos de acumulación anteriores. Cuando Arrighi publicó su obra consideró que el nuevo ciclo de acumulación estaría capitaneado por Japón. Sin embargo, en el posfacio de la segunda edición publicada en 2009, ya consideró a la República Popular de China como el nuevo centro del poder geoeconómico mundial.
Este marco que nos aporta la obra de Arrighi nos permitirá comprender el surgimiento de la República Popular de China como contrapoder en lo que se refiere a la capacidad financiera a nivel internacional. En este contexto, vamos a centrar nuestro documento en una de las últimas iniciativas institucionales que surgen bajo el impulso chino, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y el papel que este nuevo organismo internacional puede tener para los países de América Latina y el Caribe[2].
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, BAII.
El BAII, con sede en Pekín y un capital de 100.000 millones de dólares, cuenta con 57 países miembros y nace fruto del esfuerzo chino por modificar la correlación de fuerzas presente en las instituciones financieras internacionales que se fundaron tras la segunda guerra mundial. Instituciones caracterizadas por el dominio de Washington junto con algunos países aliados. China posiciona al BAII como una institución de carácter multilateral que surge como alternativa a estas instituciones hegemónicas. Su principal objetivo se centra en el fomento y desarrollo del comercio y la cooperación económica en Asia y Oceanía, así como entre éstas y Eurasia. Esto a través de la inversión en infraestructuras, principalmente aquella relacionada con el transporte y las telecomunicaciones, aunque también puede financiar proyecto de otros ámbitos como energía, desarrollo de zonas rurales, vivienda, y otros sectores productivos…
Como hemos dicho, su principal ámbito de actuación geográfica se centra en la región asiática y en Oceanía, siendo considerados los países de estas regiones que integran el BAII como países “Regionales”. A estos países se les reserva al menos el 75% de los votos del organismo. El otro 25% lo constituyen los países “No Regionales”, entre los que destacan la presencia de Alemania o Reino Unido y las ausencias de Estados Unidos y Japón.
En términos geoeconómicos, el objetivo del BAII es el de consolidar un contrapoder con sede en Asia para reducir la presencia de los EEUU en la región. Del mismo modo, hay que tener en cuenta dos consideraciones importantes en términos geopolíticos que llevan a estrechar las relaciones de Asia con los dos continentes más cercanos: 1) La consideración de miembros “Regionales” a los países de Oceanía. Esto no es ni mucho menos casual y busca expandir las relaciones de influencia hacia el vecino próximo, destacando la buena sintonía con Australia, un país tradicionalmente en la esfera de influencia de los Estados Unidos. Esto nos puede recordar a las viejas teorías de Karl Haushofer y la división del mundo en Panregiones controladas por un país que actúa como hegemón de las mismas. Y 2) no sólo se pretende las buenas relaciones con Oceanía. sino que además uno de los objetivos es mejorar la comunicación con los países europeos a través de Eurasia, dando cuenta así de la intención China de reconstituir una nueva “ruta de la seda del siglo XXI” y que vincule tanto a los países europeos como euroasiáticos a la esfera de influencia de China a través de la mejora en la infraestructura de transporte terrestre.
Sin embargo, y a pesar de que estos objetivos se enfrentan claramente a la visión de dominación de los Estados Unidos, la República Popular de China se ha cuidado y ha actuado con suma inteligencia y cautela para evitar la desestabilización del sistema financiero internacional. De esta forma, las primeras operaciones de financiación desarrolladas por el BAII se han realizado en dólares estadounidenses, así como también son en dólares los depósitos de capital realizados por los países miembros. Además, de los cuatro primeros préstamos aprobados, tres se han realizado en colaboración con alguno de los organismos financieros internacionales controlados por las economías occidentales. El objetivo a medio plazo si será operar de forma mayoritaria con Yuans, sin embargo, no se busca cambiar la correlación de fuerzas de forma traumática, lo que a su vez tendría efectos desestabilizadores para la economía china[3].
Implicaciones del BAII para América Latina y el Caribe.
En primer lugar, es necesario aclarar que aunque el objetivo principal del BAII es la financiación de proyectos en Asia y en Oceanía, también tiene la capacidad de financiar proyectos fuera de estas regiones. Para que esto sea posible se deben dar dos condiciones: 1) que el país extra regional sea integrante del BAII, y 2) que la infraestructura a financiar reporte interés para el desarrollo de Asia u Oceanía.
Por el momento, en la región, tan sólo Brasil ha sido aceptado para formar parte del BAII. Sin embargo, hay otros países que igualmente se están planteando el acceso a dicho organismo.
Entre las principales ventajas, que para los países de la región puede tener su participación en el BAII, se encuentra que la membresía supondrá nuevas alternativas de financiación para los sectores estratégicos que aún se encuentran en expansión en buena parte de los países de la región. La presencia del BAII en la región puede suponer nuevas alternativas de financiación a los mecanismos tradicionales.
Esto puede permitir alejarse de las clausulas de condicionalidades, tanto políticas como económicas, ligadas a la obtención de financiación por parte organismos multilaterales. Del mismo modo, la presencia del BAII en la región puede permitir profundizar en la consolidación del orden multipolar y multicéntrico perseguido por algunos de los gobiernos de la región.
Sin embargo, sí es necesario resaltar que aunque la financiación de los proyectos a través del BAII no está ligada a las condicionalidades clásicas que imponen otros mecanismos de financiación multilaterales, una de las condiciones para otorgar el financiamiento está sujeta a que sean proyectos que tengan un interés para la región asiática u Oceanía[4]. Con esto, es importante advertir el riesgo que hay de impulsar proyectos que no sean los más convenientes para el desarrollo nacional y regional.
Otro de los temores que surge ante la presencia del BAII en la región es que se desista por completo del intento de crear un organismo financiero regional, que no esté dirigido por ningún país foráneo y que busque sólo y exclusivamente el interés de la propia región latinoamericana y caribeña. Hablamos de la puesta en marcha efectiva del Banco del Sur y del Fondo del Sur.
A esto se puede agregar que unos de los principales destinos de financiación del BAII son las instituciones de carácter privado para llevar a cabo los proyectos. De aquí el temor de que, como se espera, el BAII favorezca principalmente a las grandes empresas de capital chino, lo cual podría generar una sobreexposición a grandes empresas de capital extranjero en detrimento de empresas más pequeñas de capital nacional y/o regional.
A pesar de estas cuestiones que ponemos de manifiesto para no caer en la falsa creencia de que esta institución vendrá a solventar las relaciones de dependencia del financiamiento internacional que ha tenido la región, consideramos que el BAII representa una oportunidad, sobre todo para aquellos países con una relación tensa con Washington, y que puede dotar de recursos financieros manteniendo la soberanía en cuanto a la conducción política y económica, sin cartas de intenciones por medio. Eso sí, siempre teniendo en cuenta la limitación que supone que se financiarían proyectos de interés para las economías asiáticas. Por lo que esta mayor soberanía y la financiación de este desarrollo económico soberano estarán condicionadas, en última instancia, por estos intereses, que si bien pueden ser comunes a Latinoamérica, estarán muy acotados bajo el paraguas de estos objetivos exteriores.
En conclusión, la pertenencia al BAII puede suponer cierto alivio a las condiciones de ahogo financiero que tienen algunos países de la región. Sin embargo, una mayor presencia de instituciones financieras multilaterales en la región no debe suponer un freno a la construcción de instituciones propias, que impulsen la soberanía y no estén atadas a ningún otro interés que el desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de los pueblos latinoamericanos y caribeños.
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[1] Arrighi, G. (1999). El largo siglo XX. Madrid, España. Akal.
[2] Conviene resaltar que el BAII es tan solo una de las instituciones financieras impulsadas por la República Popular de China y que tienen una importante presencia internacional. Otras iniciativas son el Export Import Bank of China (Eximbank), el China Development Bank (CDB), el Bank of China Limited, el Banco de los BRICS o el Fondo CELAC-China, este último enfocado en la región latinoamericana y caribeña.
[3] Esto es una muestra más de la actuación China en política exterior que rehúye del conflicto y busca la “coexistencia pacífica”. Principio éste que rige su política exterior, con la excepción clara de las escaramuzas cada vez más beligerantes que se están produciendo en el Mar de China Meridional.
[4] Debe tenerse en cuenta que los “países regionales” tienen una amplia mayoría para decidir el destino de los fondos del banco.
http://www.celag.org/china-y-la-nueva-diplomacia-financiera/
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