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Agosto 2016

Desde las organizaciones basadas en la fe

Desarrollo, Buen Vivir y búsqueda de alternativas


Milton Mejía

Para pensar en la construcción de alternativas al modelo económico de desarrollo que se ha impuesto en nuestra región y a nivel global desde el pasado siglo, deseo compartir a partir de la experiencia de la fe una perspectiva crítica del modelo que se ha impuesto y los desafíos que los sectores sociales y las organizaciones basadas en la fe –OBFs– tenemos en la región.

Perspectiva crítica al “modelo de desarrollo”

Para encontrar alternativas al modelo de desarrollo es necesario construir una independencia epistémica de los paradigmas eurocéntricos de la modernidad y de sus cadenas mentales que perpetúan la colonización cultural que ha sobrevivido después de la colonización territorial. Esto lo constata la Red Nuevo Paradigma cuando analiza que la idea de una economía para el desarrollo tiene una larga historia, hoy recorre todo nuestro mundo y domina nuestros imaginarios personales y sociales. Según esta Red:

Desde 1492 el “desarrollo” ha sido la más atractiva y ambigua idea galvanizando la atención de gobiernos, líderes y sociedades independiente de raza religión e ideología. Su promesa de un progreso positivo, gradual, lineal y acumulativo se transformó en la fuente de esperanza de la humanidad en los últimos cinco siglos. Irónicamente, a pesar que las promesas hechas en su nombre nunca son cumplidas, los valores, conceptos, premisas, etc., creados para sostener dicha idea, todavía dominan el imaginario social de los pueblos, el repertorio semántico de los expertos y las estrategias retóricas de los discursos oficiales y alternativos en el Norte, Sur, Este y Oeste (Red Nuevo Paradigma 2005, 22).

De acuerdo con este análisis la idea del “desarrollo” ha estado presente durante la modernidad. A partir de este modelo, hemos construido nuestros modos de organización social, intervención en las comunidades y relaciones con la naturaleza. Esto ha producido que “Nuestras formas de mirar el mundo y de actuar en él han sido igualmente creadas a partir de dicha idea, a lo largo de nuestra existencia, a través de la tradición, religión, educación y ciencia” (Red Nuevo Paradigma 2005, 22). Por esta razón lo normal es que en todos los planes y acciones de los gobiernos, nuestras organizaciones sociales y religiosas para realizar la misión y acción social incluyamos de alguna forma la necesidad de aportar al crecimiento económico y al desarrollo de la persona, la familia, la iglesia, la comunidad y la institución.

De esta forma el modelo vigente de economía para el desarrollo no solo sigue viento en popa, sino que parece hacerse más fuerte a pesar de su permanente crisis que incrementa los efectos negativos en los seres humanos y en la naturaleza. Ante esta realidad varios de sus críticos demuestran que este fracasó como “modelo de desarrollo”, pero el discurso del desarrollo aún continúa contaminando la realidad social y permanece en el centro de una poderosa pero frágil constelación semántica (Escobar 2012, 25). Por esta razón se está proponiendo que las alternativas no pasan por hacer reformas, correcciones o ajustes técnicos al modelo económico de desarrollo, sino en develar, tomar distancia y sustituir las lógicas con que este se ha construido y se sostiene, el cual hace parte de la forma normal de pensar, ser y vivir a nivel personal y social que se ha construido durante la modernidad.

Buen Vivir, nueva cosmovisión para una alternativa al desarrollo

Arturo Escobar (2012) analiza la forma como algunos movimientos sociales e intelectuales de América Latina intuyen medidas posibles para alejarse del modelo civilizatorio de una economía para el desarrollo que ha primado durante la modernidad y hoy tiene la fuerza de imponerse a nivel global por medio de las tecnologías de las comunicaciones. En su análisis destaca que es necesario reconocer la crisis del modelo civilizatorio occidental que es invocada por amplios sectores como la causa más importante de la actual crisis global de energía/clima y pobreza. Ante esta crisis es urgente un cambio hacia un nuevo paradigma cultural y económico, el cual ya está siendo reconocido como necesario y está en construcción entre varios sectores sociales y políticos de América Latina. Esto se puede vislumbrar en los debates sobre definición del desarrollo y los derechos de la naturaleza que se están realizando en movimientos y luchas sociales en varias partes del continente que pueden ser interpretadas en términos de dos procesos interrelacionados, estos son las ontologías relacionales y una redefinición de la autonomía política (Escobar 2012, 33).

Uno de estos debates se centra en torno a la cosmovisión del Buen Vivir introducida en las constituciones de Ecuador y Bolivia. Para los participantes de este debate, más que una declaración constitucional, el Buen Vivir constituye una oportunidad para construir colectivamente un nuevo modelo de relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza, que rompa con el modelo clásico de progreso lineal ascendente y desarrollista que se ha impuesto durante la modernidad.

La forma cómo gana espacio el Buen Vivir en el escenario político de la región, muestra cómo se están construyendo las alternativas en América Latina. Este surgió de varias décadas de luchas indígenas, la cuales se articularon con agendas múltiples de cambios sociales de los campesinos, afrodescendientes, ambientalistas, estudiantes, mujeres y jóvenes. Por esta razón, el Buen Vivir se presenta como una oportunidad para la construcción colectiva de una nueva forma de pensar y estilo de vida individual, comunitaria y social (Escobar 2012, 34). Esto es posible dado que:

Las ontologías o cosmovisiones indígenas no implican una noción lineal del desarrollo ni un estado de subdesarrollo que hay que superar, no están basadas en la escasez o la primacía de los bienes materiales. Haciendo eco de estos principios el Buen Vivir pretende introducir una filosofía de vida diferente en la visión de sociedad. Esto hace posible una ética del desarrollo que subordine los objetivos económicos a criterios ecológicos, a la dignidad humana y a la justicia social (Escobar 2012, 34-35).

A partir de esta perspectiva, se busca aprender a vivir nuevas relaciones sociales y con la naturaleza que articulen la economía, el medio ambiente, la sociedad y la cultura donde se introducen temas de justicia social e intergeneracional, se reconocen las diferencias culturales y de género, posicionando la interculturalidad como principio rector y nuevos énfasis político-económicos, tales como la soberanía alimentaria, la protección de la naturaleza y el derecho humano al agua. El Buen Vivir, en esta perspectiva, no es solo un proyecto cultural-político puramente indígena andino. Este también está influenciado por las corrientes críticas del pensamiento occidental y su objetivo es influir en los debates regionales y globales sobre búsqueda de alternativas desde otras cosmovisiones, racionalidades, formas de vivir y pensar. De acuerdo con esto, el Buen Vivir busca revertir la colonialidad del poder, del conocimiento y del ser que ha caracterizado al sistema mundo moderno /colonial que da soporte al modelo científico y económico liberal, el ideal de una sociedad de progreso-desarrollo-crecimiento para el bien del ser humano (Escobar 2012, 35).

Desde la recuperación, recreación y apropiación de estas cosmovisiones están surgiendo en América Latina prácticas urbanas y rurales de organización y movilización de comunidades que afirman que no es suficiente tomarse el poder para gobernar las instituciones del Estado si se va a continuar aplicando la misma lógica del modelo económico de desarrollo. Esta perspectiva la iniciaron los zapatistas, quienes proclamaron que no deseaban tomarse el poder sino crear nuevas relaciones sociales y con la naturaleza. Hoy esta perspectiva la comparten movimientos indios de Ecuador, Bolivia, los sin tierra de Brasil, los desocupados y obreros de fábricas recuperadas de Argentina, las comunidades de biodiversidad en Colombia. Muchos de estos movimientos ocupan territorios, los defienden y en ellos crean nuevas relaciones sociales y con la naturaleza. La relación con los territorios son el rasgo diferenciador más importante que les está permitiendo resistir al modelo económico neoliberal y crear alternativas locales que se están empezando a conectar a nivel global (Zibechi 2008, 20-202). La característica de estos territorios es que:

… son espacios de autoorganización, espacios de poder, en los que se construye colectivamente una nueva organización de la sociedad. Los territorios de los movimientos, que existieron primero en las áreas rurales (campesinos e indios) y desde hace unos años están naciendo también en algunas grandes ciudades (Buenos Aires, Caracas, El Alto…), son los espacios en los que los excluidos aseguran su diaria sobrevivencia. Esto quiere decir que ahora los movimientos están empezando a tomar en sus manos la vida cotidiana de las personas que los integran (Zibechi 2008, 201-202).

De esta forma podemos ver cómo en nuestra región están surgiendo estas nuevas cosmovisiones y experiencias que toman distancia del modelo económico clásico. Esto la confirma Hinkelammert y Mora afirmando, que “la construcción de alternativas en nuestra región y a nivel global pasa por una renovación radical de nuestros actuales marcos categoriales, marcos que no solamente predeterminan nuestra percepción de la realidad, sino que limitan, además, las metas de la acción humana que podemos concebir”. Desde esta perspectiva ellos proponen un horizonte para la reconstrucción de la teoría de la economía que supere la concepción de ésta como el arte del lucro y la recupere como el arte de gestionar la producción y distribución de los bienes necesarios para abastecer a la comunidad y satisfacer las necesidades humanas (2008, 21). De esta forma proponen Una Economía para la Vida, donde se ponga en el centro la vida real de los seres humanos y no las teorías económicas neoclásica y neoliberal que han surgido de la tradición positivista occidental. Según ellos una Economía para la Vida se debe ocupar de las condiciones que hacen posible esta vida a partir del hecho que el ser humano es un ser natural, corporal, necesitado (sujeto de necesidades). Se ocupa, por ende, particularmente, de la producción y reproducción de las condiciones materiales (biofísicas y socio-institucionales) que hacen posible y sostenible la vida a partir de la satisfacción de las necesidades y el goce de una vida plena para todos y todas (Hinkelammert y Mora 2008, 28).

¿Cuál es el papel de las organizaciones sociales y las OBFs ante esta realidad de crisis del modelo de desarrollo imperante y ante estas experiencias alternativas emergentes? Boff (2014) propone que estamos viviendo tiempos como los de Noé, quien hacía un llamado a cambiar de vida pero la gente no lo escuchaba ya que vivían muy tranquilos de acuerdo con la forma de pensar de su tiempo. Por esto es urgente no solo actualizar el llamado de Noé a cambiar el estilo de vida que tenemos sino que también escuchemos el llamado de Pablo en Romanos 12 donde nos pide que necesitamos cambiar la forma de pensar para cambiar la forma de vivir. En otras palabras, hoy necesitamos dejar de pensar que haciendo ajustes o reformas a la economía se va a reducir la pobreza, la violencia y el deterioro de la naturaleza. Esto en razón que se ha demostrado tanto teórica como empíricamente que cuando “mejor funciona” el sistema económico mayor es la desigualdad.

Como OBFs tenemos el desafío de dialogar, acompañar y construir alternativas junto con las comunidades que están promoviendo experiencias para reconstruir la economía y el desarrollo desde las cosmovisiones de nuestros pueblos ancestrales y desde nuestra perspectiva de fe. De esta forma estaremos contribuyendo a la búsqueda de un nuevo paradigma de relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza que dé como fruto la justicia, equidad y paz presente en nuestras tradiciones religiosas.

Milton Mejía es secretario general del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y profesor de teología de la Universidad Reformada en Colombia (CUR).

Referencias

http://www.alainet.org/es/articulo/178902







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