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Agosto 2016

Para una descolonización como proyecto común nacional


Pedro Portugal Mollinedo


Uno de los intentos por constituir una «nación viable» se dio a partir de la Revolución Nacional de 1952, favorecida por la participación activa de obreros y campesinos en esa revolución.
Su fracaso señala todavía esa tarea pendiente.
Fuente foto: https://agendarevolucionaria.wordpress.com/2015/05/14/el-gobierno-obrero-y-la-revolucion-boliviana-de-1952/

En este mismo Paraninfo, en otra oportunidad y hace algunos años ya, decía que teníamos todos el privilegio de vivir en Bolivia en un momento histórico muy importante, porque rara vez, por esos ciclos que tiene Bolivia, uno puede ser contemporáneo de esos intentos de ruptura y de transformación que se suceden en el país: la ambivalencia del proceso de “independencia”, la transición fallida del modelo feudal al liberal a fines del siglo XIX, la frustración de la Revolución Nacional de 1952.

Me refería en esa ocasión al “proceso de cambio” inaugurado a fines del 2005. Ahora, años después, podemos valorar cómo está culminando ese proceso. Desgraciadamente, parece que los enfoques más pesimistas sobre el mismo tuvieron razón. La historia ha dado razón a ese punto de vista, porque este “proceso” está terminando igual que los otros ciclos de cambio que vivió Bolivia: en frustración.

Bolivia, se dice, fue el primer país que luchó por la independencia a partir de 1809 y recién en 1825 la obtuvo, sobre todo por la acción de tropas Gran Colombianas. Los actores locales primordiales de ese acontecimiento, los llamados “guerrilleros de la independencia”, terminaron marginados. Fueron quienes se oponían a la libertad los realistas criollos— quienes se dieron la vuelta y convirtiéndose en independentistas de última hora gobernaron nuestro país. El caso de los “Olañetas” es paradigmático.

Ese poder, luego en Bolivia, consolidó el feudalismo, convirtiéndolo en el obstáculo que impidió la entrada de la nueva república en la dinámica mundial de comercio, en el proceso de libre intercambio de valores que se consolidaba entonces en Europa. El liberalismo se constituyó así en la tendencia progresista. Hubo una guerra civil que los liberales ganaron. La razón visible de ese conflicto era por la capitanía. Los liberales proclamaban un Estado Federal. Finalmente triunfan los liberales, pero Bolivia no es federal, lo único que se hace es una especie de cambalache ambiguo: la capital sigue siendo Sucre y la Sede de Gobierno La Paz. Y aquello que se pretendía destronar empieza a reinsertarse: la feudalidad seguirá siendo un problema hasta 1952, cuando se vuelve a intentar desestructurar ese régimen a partir de la nacionalización de las minas, el voto universal, la reforma agraria, la Bolivia mestiza y la unidad nacional. Las tensiones y contradicciones que genera la Revolución Nacional del 52, sólo concluyen en el deterioro de su proyecto y, el actual “proceso de cambio” es, de muchas maneras, consecuencia de esa frustración política.

Así, en ese contexto el MAS y Evo Morales plantean como solución transformadora la descolonización. Pasados diez años de esa propuesta podemos constatar la culminación de todo este proceso. La evidencia es que vivimos el mismo fiasco, el mismo retroceso.

Esta fatalidad escapa, por supuesto, a la voluntad de las personas. ¡Si solo diésemos crédito a la buena voluntad, a las ideas y a la elocuencia de expresarlas! Seguramente muchas personas que están aquí recordarán que en las aulas de esta universidad eran catedráticos algunos de los principales personeros del actual gobierno, que las ideas que expresaban llenaban de esperanza y algarabía a muchos de sus oyentes y alumnos. Esas ideas causaban entusiasmo entonces, pues explicaban convincentemente cómo tenía que ser la gran transformación en Bolivia. El resultado, sin embargo, es el decaimiento y el inmovilismo que ahora constatamos.

Una caracterización correcta de la descolonización y de los derechos indígenas

Es difícil creer que entonces esas personas hayan tenido un discurso doble, un discurso impertinente respecto a la realidad. Es más probable que ese discurso hubiese obviado o deformado radicalmente aquello sin lo cual un intento de transformar Bolivia es totalmente irrelevante: la caracterización correcta de la descolonización y de los derechos indígenas.

Es probable que esa misma consideración sea útil para entender las anteriores frustraciones en nuestra historia y que pueda servir para hacernos entender cómo podría ser realmente un cambio, un cambio posible y en beneficio de Bolivia. Esta consideración nos permitiría interpretar adecuadamente ciertos “actos repetitivos” en nuestra historia.

La base territorial de la Revolución Nacional de 1952 fue el occidente y sus protagonistas los mineros y campesinos organizados en regimientos de indios y obreros alzados en armas. Una región se oponía a este proceso por el problema del petróleo, por las regalías: Santa Cruz, región a la que entonces se tildaba ya de “separatista”. Esa protesta regional, enarbolada por la FSB, la oposición entonces al MNR, origina un estado de enfrentamiento que sobrepasa la simple demanda por mayores regalías para ser un cuestionamiento político de las medidas implementadas por el gobierno. Para sofocar ese conato contrarrevolucionario el gobierno envía indios de Cochabamba, acción que termina con una masacre en Terebinto.

Curiosamente, algo parecido hemos vivido en Bolivia durante los años 2008 y 2009. Es decir, el mismo fenómeno, el mismo miedo, la misma categorización como enemigo al oriente y todos hemos entrado en ese juego. Y también el mismo recurso de utilizar al indio para sofocar las rebeliones, para amedrentar las grandes pretensiones de Santa Cruz. ¿Qué pasó después?: en el gobierno del MNR las mayores inversiones se dieron en el oriente y la oligarquía que hizo el MNR subsiste en Santa Cruz. Ahora, el MNR, como fuerza política, no existe en La Paz, en occidente, pero sí en Santa Cruz. Estamos viendo el mismo fenómeno con el MAS. Ese partido para resolver simples cuestiones de poder despertó miedos y utilizó traumas y aspectos irresueltos de nuestra historia en provecho de una oportunidad prosaica y en nada próxima a ideales revolucionarios. Ahora vemos que es normal ser, en Santa Cruz, del MAS; es decir, que lo sea su oligarquía. Evo Morales ya no es el infrecuentable de hace años, la Federación de Empresarios Privados y el pintoresco pero retrógrado alcalde de esa ciudad, Percy Fernández, se disputan el honor de ser anfitrión de Su Excelencia y compartir con él los bailes de carnaval.

Este retroceso terrible que vivimos quizás ni siquiera lo valoramos con la intensidad que merece, pues somos parte de esta realidad. Es como cuando tenemos un niño, no nos damos cuenta de sus transformaciones conforme va creciendo; nosotros mismos, difícilmente somos conscientes del nuestro propio proceso de envejecimiento. Hoy nos parecen común el Dakar, las entradas de carnaval, las mundanidades y veleidades que son presentadas como éxitos del “proceso de cambio”. ¿Quién hubiera pensado el año 2003 ó 2005 que esto iba a ser enarbolado como prueba del carácter transformador de un gobierno revolucionario?

Hago estas observaciones como preámbulo para que se comprenda que es necesario entender y debatir elementos y peculiaridades de nuestra formación social, para poder explicar gran parte de estos de retrocesos y frustraciones.

Dinámica social y Transformación

Existen varios elementos que motivan y hacen de dinamizador social provocando las transformaciones del movimiento social. Evidentemente el aspecto económico es uno de ellos; pero otro aspecto y del cual fueron actores los pueblos del Tercer Mundo es la descolonización.

La colonización se da cuando una población local es privada de sus derechos y relegada a un segundo puesto por una población que viene de otro lugar. No es un fenómeno superficial, simbólico: es un hecho constitutivo a partir del cual se van creando instituciones, poderes económicos y relaciones que garantizan esa arbitrariedad. Eso vulnera el derecho de los colonizados a vivir libremente, desarrollar su capacidad. Esto provoca en el mundo lo que se llama la descolonización, entendida no como acostumbramos últimamente como actos de conciencia, de identidad, expresados, por ejemplo, en que los militares desfilen con ponchos rojos u otras superficialidades, sino como hechos profundos, estructurales, para que una población relegada pueda tener el derecho de vivir libremente.

Entonces, esa descolonización se dio en el mundo, fue un fenómeno mundial bajo diferentes formas: desde descolonizaciones pactadas, descolonizaciones en que se llegaron a acuerdos, el caso de Sudáfrica, por ejemplo, y descolonizaciones violentas.

El caso en Bolivia es que esa descolonización está haciéndose esperar.

Hemos vivido una cierta forma de descolonización porque la independencia de Bolivia con todas las fallas que le podríamos encontrar, ha sido el hecho de liberarse de una potencia extranjera. Pero ese acontecimiento no tomó en cuenta el papel importante de la población originaria, fue un hecho eminentemente criollo. Es un aspecto constantemente en debate, y mientras no sea encarado será siempre la pata coja que desparramará el contenido que tenga esa mesa.

Ello es una constante en nuestra historia. En la guerra civil (1900) está Zárate Willka, uno de los bandos ganó porque recibió el apoyo indígena. El 52 clausuró el ejército que fue sustituido por regimientos obreros y campesinos y más recientemente se pensó que para Evo Morales la masa indígena era su base incondicional de sustento. Ese protagonismo adquiriere formas nuevas, compartimentada en los inicios, a formas de comunicación más intensas en otros momentos.

Extractivismo y Posmodernismo

¿En qué se liga esto con el fenómeno del extractivismo? Actualmente, lo que podía haber sido un momento histórico de descolonización, una liberación indígena, y oportunidad para constituir un ser nacional conjunto, emerger formas nuevas de producción y de relacionamiento social, culminaron más bien en el reforzamiento del colonialismo interno, en la difusa (que sería peligrosa si tuviera un mínimo de correlato con la realidad social, pero felizmente no la tiene) idea de la plurinacionalidad y en el apogeo del extractivismo.

¿Por qué ese fenómeno? Por supuesto intervienen varios factores, pero insistiré aquí en la importancia de algunas concepciones básicas.

El gobierno de Evo Morales fue víctima de la corriente de ideas —imperante en ese momento— del relativismo culturalista pos-moderno, que en Bolivia se conoce como pachamamismo. La irresolución del conocimiento, la relatividad de evidencias esenciales, el libre albedrío de las fantasías, son componentes de una moda que curiosamente surgió en sociedades económicamente estables de tipo liberal, de capitalismo consolidado y de instituciones en plena funcionalidad, pero que fueron recuperadas y legitimadas por la izquierda tercermundista. Paradójicamente, esta izquierda antes tenía —quizás en demasía y de manera deformada— una visión científica de la evolución de la sociedad. Esta izquierda colapsó conceptualmente, dando origen a una confusión y a la creación de errados paradigmas.

Se pensó que el indígena era una visión diferente de la realidad y que ella no tenía nada que ver con la economía occidental: El indígena era una manera distinta de relacionarse, de desarrollar una economía alterna y de vivir valores diferentes, constituyéndose así en “la reserva moral de la humanidad”.

Sin embargo, todos recordamos que en los primeros años de gobierno del MAS hubo una ocupación fuerte de las minas, sean del Estado, privadas o cooperativistas, por parte de las comunidades. Pero, esas comunidades no intervenían estas minas porque estaban en contra del extractivismo sino porque querían a administrarlas ellas mismas. En esto, lo sucedido en Bolivia es quizás diferente a lo que pasa en los otros países como Perú y Ecuador, respecto a las comunidades indígenas y el extractivismo.

La experiencia de gobierno del MAS ha demostrado a lo largo de toda su gestión que el indígena es una fuente importante de dinamismo económico, pero que ese dinamismo económico está encuadrado en las leyes y categorías más elementales del capitalismo, lo más “salvaje” posible. Las “élites emergentes” indígenas no son de quiméricos operadores de utopías, sino de pragmáticos implementadores de sobrevivencia en los resquicios que le deja un sistema y una estructura nacional en el cual todavía son exógenos.

El MAS no ha comprendido ni ha podido administrar esa realidad. Sus utopías pachamamistas no pudieron interpretar y menos encuadrar ese fenómeno, que al final los desbordó.

¿En el Chapare se respeta a la madre tierra o a la cotización internacional de la coca?

La imagen de empoderamiento indígena que tenía el MAS, y que exponía por medio de los escasos e incompetentes elementos de origen indígena en función administrativa que dispone, las consignas posmodernas sobre el indígena, son ahora sin sentido frente a una emergente burguesía indígena, producto sorprendente e indeseado de este proceso. Sin embargo, la parte más importante de esta “burguesía indígena” no es el monstruo de un Frankestein en función de gobierno, ¡sino que es base y origen de este proceso!: La burguesía de los cocaleros.

Sería empalagoso insistir que nuestros hermanos del Chapare no están defendiendo la Madre Tierra, ni la cosmogonía de la coca u otras fantasías que se pensaban hace años. Están defendiendo algo muy concreto, que es una entrada regular y permanente de cantidades importantes de dinero, gracias a la producción de coca, lo que les permite “vivir bien” y tener poder en este momento.

En este período hubo muchos fiascos, entre ellos el de las autonomías indígenas. Pero donde realmente hay territorios autónomos, es en las regiones cocaleras. Ahí la ley la hacen quiénes están trabajando, quiénes producen y comercializan su producto.

Entonces ¿en qué podemos concluir? Principalmente que para luchar con éxito contra el extractivismo no hay que escudarse en supuestas cosmovisiones indígenas. El valor y el papel de los indígenas no es el de aportar respuestas ilusorias a los criollos, sino el de luchar por su descolonización. Es esta lucha la que puede establecer vínculos y proyectos generales y —seguramente— un proyecto común nacional.

Un proyecto nacional implica la idea de un modelo socio económico. Este modelo no puede ser eregido en base a ilusiones, como una supuesta negación por parte de los indígenas de la economía contemporánea. Tampoco se puede sugerir la asimilación ciega a ésta. En ese marco, el extractivismo es algo a combatir y sustituir, porque daña y perjudica a todos aquellos que se involucran en él. Pero, es un modelo a crear, no a recuperar.

Vivimos momentos sociales interesantes, en los se devastan ideas existentes, se deshacen convicciones que creíamos firmes y dejan todo un campo en el que es necesario trabajar para entender, para interpretar y para que después la sociedad se mueva. Porque tenemos un dinamismo en el que mientras no haya resolución justa de las cuestiones injustas que existen; mientras no se resuelvan cosas básicas: de relaciones entre personas, relaciones entre grupos, relaciones entre países, esto va a seguir siendo motivo de movilización, de organización y de transformación en la sociedad.

Entonces, tenemos un nuevo marco en el que hay que entrar y mí me parece importante, revalidar aquello que se quiso desplazar un poco: una concepción concreta y correcta de lo que es la economía entendida esta como una cuestión material.

El marco social en el que este proyecto económico puede desenvolverse es el de la descolonización, entendida como un proyecto de construcción nacional común y al mismo tiempo el único que puede garantizar un empoderamiento indígena.

El movimiento indígena tendrá éxito en Bolivia en la medida que se embeba no solamente con lo que sucede en el territorio boliviano, sino que se relacione con lo que pasa a nivel mundial.

Esto le conduce, al mismo tiempo, a ser crítico consigo mismo para poder ser crítico con su entorno y darse cuenta así que no está solo en un combate de una supuesta identidad contra una supuesta metrópoli, sino que se trata de un proyecto de construcción nacional en el que hay que debatir y trabajar conjuntamente con quien está a su lado. El debate sobre el extractivismo hace parte de ello. Y eso significa ser contemporáneo, desarrollar capacidades y actitudes. El reto y desafío es proyectarnos para así poder dar una opinión diferente y, ojalá, contribuir de esa maneras a que las frustraciones que Bolivia ha sufrido hace tiempo ya no se produzcan más.

* Ponencia presentada en la XXIV Cátedra Libre Marcelo Quiroga Santa Cruz “Análisis y alternativas a la dependencia y el extractivismo en el marco de la crisis económica mundial”, realizada el martes 16 de febrero de 2016, en el Paraninfo de la Universidad Mayor de San Andrés. Fue editada por el autor para PUKARA,

PUKARA Cultura sociedad y política de los pueblos originarios. Periódico Mensual Agosto 2016 Qollasuyu Bolivia Año 10 Número 120. pp. 8,9,14.
http://www.periodicopukara.com/karchivos/pukara-120.pdf







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