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Julio 2016

La batalla por la Patria Grande


Simona V. Yagenova

En el plano geoestratégico mundial asistimos a una transición intrasistémica cuyo desenlace para la humanidad es incierto. Transición porque algunos de los pilares y reglas del juego geopolítico están modificándose[1], e intrasistémica porque se efectúa dentro del modo de acumulación del sistema capitalista.

Se constata una crisis del modo de acumulación capitalista, que tiene rasgos tanto cíclicos como sistémicos que implica una nueva reconcentración de los capitales, e una intensificación de la disputa inter-imperialista por territorios, bienes naturales, recursos energéticos y mano de obra barata, que se desarrolla de manera paralela a una crisis civilizatoria, ambiental, sustentado en imaginarios y modos de vida-consumo que no son sustentables a largo plazo. Diversos estudiosos del tema (Harvey, Dierkxsens, Houtard, Amin, Wallerstein, Lowy) han planteado que las contradicciones sistémicas se agudizan, lo que ofrece oportunidades para trascender hacia una sociedad post-capitalista (Dierkxsens), o hacia un lento proceso de caos y barbarie que llevaría a la destrucción del planeta y de la humanidad (Luxemburg,).

El sistema mundial actual carece de un mecanismo arbitral independiente, no existen efectivos contrapesos, como tampoco mecanismos democráticos que permitiese al ciudadano -mundo ejercitar su voz y voto en los ámbitos supranacionales e insuficiente correlación mundial para transitar hacia otro sistema mundial distinto. En este sentido, los Estados se constituyen aún en un eslabón estratégico para cualquier estrategia de transformación del orden mundial.

Mientras se gestan esfuerzos para la constitución de un mundo multipolar encabezado por los BRICS y países del ALBA, mediante una serie de acuerdos políticos relativos a una eventual transformación del sistema financiero internacional, alianzas económicas, políticas y diplomáticos que buscan reducir el margen de maniobra de los EEUU, el Imperio impulsa una nueva ofensiva mediante modalidades de la guerra descentralizada, el uso del sicariato y ejército privados, la sofisticación del sistema de espionaje, y una guerra mediática impulsada desde las empresas privadas de comunicación como brazos ideológicos para la estrategia de control y manipulación de población. Existe una creciente brecha entre la ciudadanía mundial y los poderes fácticos que adquieren cada vez más poder y aspiran a robustecer el sistema de dominación y saqueo total. La dramática situación que se vive en Iraq, Siria y Libia, demuestra lo que sucede cuando se desatan las fuerzas destructivas del capital sobre los territorios y pueblos donde se sitúan recursos energéticos de vital importancia para la reproducción del modelo.

Hoy por hoy, no existe una correlación de fuerza política-social mundial que tenga posibilidad de revertir o modificar el contenido del modelo sustancialmente. Esto, implica, a corto plazo, que se asiste a un contexto mundial cuyos rasgos sobresalientes son la inestabilidad acompañada por un renovado ciclo de militarización y ofensiva imperialista que tiene como sujeto principal al Imperialismo Estadounidense, la OTAN y las empresas trasnacionales.

Cuando en el 2014, el mandatorio cubano Raúl Castro proclamó a nombre de los países integrantes de la Comunidad de Estado Latinoamericanos y Caribeños ( CELAC) que nuestra región es una “ Zona de Paz” y solicitó a los estados miembros respetar plenamente la resolución emitida, se tenía plena consciencia, a lo menos por parte de los países del ALBA, de las amenazas que se cernían sobre la Patria Grande y de la fragilidad que prevalece aún en el ámbito de los procesos de integración regional.

La contraofensiva imperial y de las fuerzas de derecha contra los gobiernos progresistas de la región ha sido una parte consustancial de la dinámica socio-política de la región, por lo que en sí, no es novedoso. Basta recordar la larga historia de intervenciones, los Golpes e intentos de Golpe de Estado que se registraron durante la última década. Sin embargo, es evidente, que esta ofensiva se ha acrecentado durante los últimos seis meses, dirigiéndose especialmente contra Brasil mediante un golpe de Estado contra la Presidenta Vilma Rousseff y una intensificación de la campaña internacional en contra a República Bolivariana de Venezuela.

La compleja estrategia de desestabilización que se ha aplicado en contra de la Revolución Bolivariana, si bien reproduce viejos modus operandi del siglo XX, boicot económico, intentos de Golpe, violencia opositora, campaña orquestada de la derecha internacional etc.( URSS, Guatemala, Cuba, Chile, Nicaragua etc.) ha incorporado nuevas modalidades que en su conjunto consisten en una densa estrategia de guerra de “ baja intensidad“ que involucra a los EEUU, capitales transnacionales, las empresas mediáticas, y fuerzas políticas de derecha. Intentos de golpe de Estado, la conformación de grupos paramilitares, la guerra económica, la divulgación de información falsa y distorsionada sobre la realidad venezolana, el financiamiento de operativos de desestabilización interna, las guarimbas y promoción de violencia fascista que han dejado más de decenas de personas asesinadas. Durante el 2014 se provocaron más de 18 mil incidentes de violencia fascista y terrorista con la respectiva pérdida de vidas, quema de puestos de salud, escuelas, universidades, autobuses, en fin destrucción material y sabotaje al aparato productivo, todo con el intento de crear un clima de zozobra y terror en la ciudadanía.

Esta ofensiva surge en un contexto de indudables impactos de la crisis económica mundial sobre los países progresistas o de izquierda. A pesar de ello, ha existido un claro compromiso político de no sacrificar las políticas sociales dirigidas hacia la población más vulnerable, ni modificar la ruta trazada de continuar impulsando los procesos de cambio social, tal como lo demuestra la Venezuela, Bolivia y Ecuador. Su enorme debilidad, sin embargo, reside de no haber propiciado medidas que permitiesen una transición más decidida hasta un sistema poscapitalista.

Si algo han demostrado los gobiernos de ultraderecha de Macri en Argentina y el golpista de Temer en Brasil, es que la derecha latinoamericana no tiene nada que ofrecer a su población más allá de repetir los desgastadas recetas neoliberales, favorecer a las elites políticas, al capital transnacional, cerrar los espacios democráticos e imponer su gestión autoritariamente. Igualmente preocupante es la tibia reacción del gobierno uruguayo y chileno ante el Golpe de Estado en Brasil, lo que parece indicar por ahora una reconfiguración de las fuerzas de derecha y centroderecha en el cono sur.

El peso de revertir estos procesos, indudablemente, lo cargarán los movimientos sociales, y diversas expresiones de izquierda, quienes enfrentarán un doble reto: luchar frontalmente en contra de los retrocesos y construir consensos que permitan direccionar las fuerzas hacía una nueva etapa política que necesariamente debe partir de los aprendizajes habidos y de dar pasos más contundentes para salir de la trama del capital y hacía un nuevo modelo civilizatorio.

Los potenciales impactos de la contraofensiva están a la vista y trascienden por mucho las fronteras de la Patria Grande.

a) Podrían significar el debilitamiento del ALBA, CELAC. UNASUR y con ello los procesos de integración regional claves para enfrentar la intervención imperial, los planes de despojo del capital transnacional y resquebrajar los avances en la reconstitución de la patria grande como una zona de paz,cooperación solidaria, así como impulso al debate y construcción de un nuevo orden mundial y alternativas sistémicas.

b) Podría implicar mayores retrocesos en los esfuerzos por constituir un mundo multipolar y por ende favorecer la expansión de control territorial de los EEUU mediante la ampliación de bases militares en los lugares donde se ubican los recursos estratégicos (petróleo, agua, minerales, etc.).

c) Potenciar procesos contra-revolucionarios que desestructuran los avances, e instauran un nuevo periodo de oscurantismo conservador;

d) Abre el enorme riesgo de que América Latina y el Caribe se conviertan en un teatro de operaciones bélicas con sus respectivas secuelas humanas y ambientales.

Pero no hay equivocarse, el tejido socio-político que se construyó durante los últimos 16 años tanto en el plano regional como al interior de cada uno los países no es el mismo que hace 30 años al inicio de la ofensiva neoliberal. Desde los pueblos, movimientos y expresiones de las izquierdas se han tejido una memoria común de los agravios imperiales, del saqueo transnacional, de las rebeliones y revoluciones, de las derrotas y victorias; se ha construido pensamiento crítico,perspectivas estratégica de cambio social, agendas comunes, actualizando una rebeldía histórica propia de los pueblos de nuestra Patria Grande, que no se doblegará tan fácilmente ante las gastadas recetas de una cada vez más criminal y corrupta derecha latinoamericana.

Tanto Cuba como la República Bolivariana de Venezuela han dado enormes lecciones de dignidad ante la permanente agresión internacional que ha buscado resquebrajar los procesos revolucionarios. El blindaje jurídico-político, un flexible repertorio táctico, la permanente movilización del pueblo, una fuerza armada formada y leal a la revolución, alianzas internacionales y una inteligente contraofensiva movilizando la solidaridad y combatiendo la manipulación y desinformación, constituyen indudablemente ingredientes claves del éxito.

Esta nueva ofensiva, enfrenta entonces a pueblos que están dispuestos a librar la batalla en defensa de la Patria Grande, en defensa de la vida y futuro de la humanidad.

Hemos recorrido un largo camino para lograr la liberación de nuestros pueblos. El siglo XXI nos ofrece la oportunidad para profundizar y trascender lo aprendido desde hace tanto.

a) Hemos aprendido de que dentro del marco del capitalismo no hay salida y futuro para la humanidad, y que hoy como nunca es necesario dar pasos claros y decididos hacia una nuevo modelo civilizatorio:

b) Hemos aprendido que recuperar la economía de las garras de las empresas transnacionales mediante proceso de nacionalización, ensancha la soberanía y nutre los presupuestos nacionales en pro de políticas de inversión social o desarrollo;

c) Hemos aprendido que la socialización de los medios de producción, la diversificación productiva, y hacer partícipe al pueblo en las decisiones económicas, dignificando a los trabajadores, es un requisito clave para combatir la desigualdad,la sobreexplotación y subordinación política a los poderes oligárquicos. Hemos aprendido que es necesario crear poder popular territorial, la autogestión productiva y alimentaria, la agroecología, abandonar el modelo rentista y extractivista, así como crear circuitos productivos y de comercialización horizontales populares desde abajo para desplazar a los monopolios y las transnacionales. Hemos aprendido que el boicot y des-inversión económico es una herramienta eficaz en contra de las empresas violadores de derechos humanos y ambientales.

d) Hemos aprendido que si es posible erradicar la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades prevenibles y mejorar las condiciones materiales de nuestros pueblos mediante políticas sociales progresivas; y que éstas deben estar acompañadas de poder real de decisión e intensas batallas ideológicas –políticas.

e) Hemos aprendido que existen distintas formas y ámbitos donde impulsar las transformaciones, y estas se deben combinar dialécticamente en torno a un objetivo común. Esto implica confrontar las perspectivas cosificadas sobre el sujeto y la vía de la liberación o emancipación social.

d) Hemos aprendido que dentro de marco de la democracia burguesa puedan existir oportunidades para una transición reformista, pero éstas más temprano que tarde sucumben ante la capacidad de maniobra de la clase dominante, si no se radicalizan dialécticamente las estrategias.

e) Hemos aprendido que la democracia no es una categoría cerrada, sino una permanente dinámica socio-política que traslada y potencia el poder de participación y decisión de los pueblos y debe desmontar las relaciones patriarcales, clasistas, racistas y mercantilizadas.

e) Hemos aprendido que el sistema actual de dominación es muy complejo y requiere un abordaje que corresponde a su nivel de complejidad. Implica desconexión individual y colectivo de los mecanismos reproductores de este sistema, sean en el ámbito ideológico, político, económico o socio-cultural, subvirtiendo la hegemonía dominante en un permanente proceso de de-construcción de lo existente y re-construcción en dirección de las alternativas sistémicas. Telesur, constituye indudablemente un importante aporte en esta dirección.

f) Hemos aprendido que la lucha por un nuevo modelo civilizatorio tiene que ser necesariamente global y articulado, y que en esta dirección deben darse pasos mucho más claros y contundentes.

La batalla por la Patria Grande, la libren millones de hombres y mujeres latinoamericanos y caribeños quienes desde sus trincheras y micro-espacios de vida cotidiana, luchan en defensa de la vida, los bienes naturales, la memoria histórica, los derechos individuales y colectivos, la justicia, la equidad, y en contra del saqueo, la explotación y la intervención imperial.

En el centro de la batalla por la Patria Grande hoy se sitúa la defensa y movilización a favor de la República Bolivariana de Venezuela, cuyo pueblo erguido y digno, eleva la bandera de Bolívar y del Comandante eterno Hugo Chávez.

¡Aquí no pasarán! ¡Carajo!.

Simona V. Yagenova
Politóloga, especialista en estudios sobre movimientos sociales.


[1] La transición hacia un mundo multipolar encabezado por los BRICS, el agotamiento de los recursos fósiles ( petróleo) y su paulatina sustitución por otras fuentes energéticas; cambios en el sistema financiero internacional y el previsible fin de la era del dólar y sus consecuentes repercusiones sobre la economía de los EEUU; ( ver análisis de Wim. Dierkxsens en www.mariwim.info,)
http://www.alainet.org/es/articulo/178222







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