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Julio 2016

La CNTE, un nuevo momento de protesta: ¿Cómo construir un nuevo camino?


Tercer Boletín. Suplemento # 3. Praxis en América Latina (La práctica con la teoría y la teoría con la práctica) Junio 2016.

La barbarie del gobierno de Peña Nieto, su policía federal, su ejército; el asesinato de 11 compañeros en Nochixtlán, Oaxaca; el constante uso de toletes y gas lacrimógeno; los desalojos y las desapariciones forzadas en todo México
vs
La creatividad del movimiento desde abajo: la militancia de los maestros disidentes de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán; la resistencia de las familias y estudiantes de Ayotzinapa, así como de otras normales; las luchas indígenas y campesinas; las protestas urbanas


En Nochixtlán, Oaxaca, el domingo 19 de junio, hubo un ataque vil y violento contra profesores disidentes, jóvenes, padres de familia y otras personas que estaban con ellos. 11 compañeros fueron asesinados por la policía federal: Óscar Aguilar Ramírez, de 25 años; Andrés Sanabria García, de 23; Anselmo Cruz Aquino, de 33; Yalid Jiménez Santiago, de 29; Óscar Nicolás Santiago; Omar González Santiago, de 22; César Hernández Santiago; Antonio Pérez García; Silverio Sosa Chávez; Jesús Cadena Sánchez, de 19, y Jován Azarel Galán Mendoza, de 18. Además, 45 quedaron heridos por impactos de bala y 23 fueron apresados.

Pero, ¿cuál fue el “crimen” que los asesinados cometieron? Bloquear una autopista, a fin de que matones profesionales (también conocidos como Policía Federal de México) no pudieran entrar a la ciudad de Oaxaca para reprimir a los maestros de esa entidad y a quienes los apoyan —es decir, a los ciudadanos oaxaqueños.

Más aún: el verdadero “crimen” que los docentes y la población cometieron, no sólo en Oaxaca, sino en Chiapas, Michoacán, Guerrero y otros estados del país, ha sido cuestionar la absurda “reforma educativa” del gobierno de Peña Nieto, que no es sino una ley para castigar a los maestros y tratar de destruir su espíritu combativo y su sindicato independiente. La lucha de los maestros es, por tanto, la de todos los trabajadores en contra de la legislación neoliberal, la cual quiere convertirnos en mano de obra cada vez más barata y removible.

A la par, los docentes han estado trabajando en la construcción de un sistema educativo emancipador, en el que ellos, junto con estudiantes, padres de familia y, en general, las comunidades en las que viven y dan clases, puedan decidir cómo mejorar la educación. Tal forma de pensar y actuar es justo la que el Estado quiere reprimir.

Por ello, el verdadero crimen, los verdaderos criminales, son el gobierno y sus así llamados “funcionarios educativos”: el “Estado de derecho” se ha convertido en el Estado de los toletes; del gas lacrimógeno; de la expulsión violenta de manifestantes pacíficos en la mitad de la noche; de la cerrazón a escuchar a los docentes que se oponen a la farsa de la “reforma educativa”; del arresto a maestros bajo cargos ficticios; del cierre de los espacios supuesta- mente públicos para que el magisterio y otros manifestantes no puedan tener acceso a ellos.


Represión en Nochixtlán, Oaxaca



Funeral en Nochixtlán, Oaxaca


Sin embargo, en contra de este salvaje autoritarismo —cuya expresión más bárbara ha sido la masacre en Oaxaca—, aparece la poderosa y creativa resistencia de miles y miles de profesores. Docentes de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán se han manifestado en sus estados día tras día, a pesar del acoso de los matones de la policía federal y estatal. Junto a ellos, están los padres de familia, estudiantes y otros miembros de las comunidades donde tra- bajan, así como, en particular, los familiares de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero. Más aún: este nuevo momento de lucha y resistencia por parte del magisterio se ha vuelto uno con el movimiento emancipador que aquéllos —junto con normalistas de todo México y cientos de miles de otras personas— iniciaron luego de los crímenes de Estado del 26 y 27 de septiembre de 2014. Como escribimos recientemente en el número 8 de Praxis en América Latina:

La verdad sobre Ayotzinapa es lo que ha ocurrido en los meses posteriores al horror del 26 y 27 de septiembre de 2014: los cientos de acciones de protesta; la presencia de las masas (estudiantes, indígenas, mujeres, trabajadores, intelectuales, etc.) por decenas y cientos de miles en las calles; la dignidad y la persistencia de las demandas y luchas de los fa- miliares de Ayotzinapa: ¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos! Todo ello ha significado un nuevo momento en la historia de México: uno que no debe perderse, ni que- darse sólo en la memoria, sino que debe ser desarrollado.

A esta unidad de luchas hay que agregarle la práctica y el pensamiento liberador de los zapatistas.


Veamos lo que escribieron al inicio de un comunicado en el que hablan de la importancia de la resistencia magisterial y de su relación con todas las otras luchas que se están llevando a cabo en el país (ver p. 7):

¿El calendario? Mayo del 2016. ¿La geografía? Bue- no, pudiera ser cualquier parte de ese país rasguñado hasta sangrar por las desapariciones forzadas, la impunidad hecha institución, la intolerancia como forma de gobierno, la corrupción como modus vivendi de una clase política hedionda y mediocre.

Pero también pudiera ser cualquier parte de ese país sanado por el empecinamiento de los familiares que no olvidan a sus ausentes; la búsqueda tenaz de la verdad y la justicia; la rebelde resistencia frente a los golpes, balas, barrotes; el afán de construir un camino propio sin amos, sin patrones, sin salvadores, sin guías, sin caudillos; la defensa, la resistencia, la rebeldía; la grieta haciéndose más ancha y profunda a fuerza de dolor y rabia.

“México”, le llaman comúnmente a ese país, este país, que refleja a su modo una crisis que sacude al mundo entero.

Es decir: de un lado, el autoritarismo; del otro, la resistencia que nace desde abajo, y que lleva en sí la posibilidad de un mundo mejor. La lucha de los maestros no es sólo suya, sino de todos. Y esto no es sólo una consigna abstracta, sino que, como hemos visto, cientos de miles de personas (los familiares de Ayotzinapa, los zapatistas, estudiantes y padres de familia de las comunidades donde trabajan, intelectual es, universitarios y “sociedad civil” en general) se han encargado de darle cuerpo y sangre a esta idea: haciéndoles llegar mensajes de solidaridad a los docentes; llevándoles ropa, comida y dinero a los plan- tones; uniéndoseles en las marchas; dándoles todo su apoyo para que dejen las aulas y estén en las calles, protestando, así como, en el caso de varias comunidades en distintos estados del país, afirmando que, si el gobierno intenta despedir o sustituir a los maestros disidentes, ellas tomarán los planteles escolares.

Pero, ¿puede esta solidaridad, ya concreta y auténtica en sí, ir más lejos aún? Todo comienza, sin duda, con escuchar a los maestros: sus experiencias, sus reflexiones acerca de todo lo que les ha pasado, así como de los cambios que les gustaría hacer en el país. En otras palabras: todo comienza escuchando desde abajo, no como un acto de “buena fe”, sino con la conciencia de que ese desde abajo no es sólo músculo, demostraciones de fuerza y experiencia práctica, sino que esto trae consigo razones e ideas, conceptos sobre el cambio social, sobre cómo destruir lo viejo y construir lo nuevo: nuevas condiciones de trabajo, un nuevo sistema educativo, etc.

En Praxis en América Latina, hemos partido justo de ese acto de escuchar1: los pensamientos e ideas de los maestros han aparecido y seguirán apareciendo en nuestro periódico, como parte sustancial del mismo. A la vez, nos preguntamos: ¿es posible ir hacia adelante, en esta encrucijada entre autoritarismo y resistencia? Y, si sí, ¿cómo? Otra forma de plantear esto sería la siguiente: ¿qué se necesita para transformar este nuevo momento en un nuevo comienzo que no sólo implique la necesaria resistencia contra el Estado autoritario, sino que también ponga las se- millas para un futuro liberador? O, para decirlo nuevamente con los zapatistas:

El tiempo del no, el tiempo del sí. Definidos los no, falta de acabar de delinear los sí: “¿podría ser de otra forma?” [...] Hay un no que ha parido [esta pregunta]: “no tiene por qué ser así” [...] Falta responder a las preguntas que se atropellan después de ese sí: ¿Cómo es ese otro mundo, esa otra sociedad que imaginamos, que queremos, que necesitamos? ¿Qué hay que hacer? ¿Con quién?

Otra pregunta muy necesaria: ¿cuál es el significado emancipador de este nuevo momento? Para responderla, es necesaria no sólo una solidaridad en la práctica, sino también de ideas: el desarrollo —en conjunto con los maestros, las familias de Ayotzinapa, los zapatistas; en una palabra: con los movimientos desde abajo— de una visión emancipadora, un nuevo humanismo para nuestros días. Es una responsabilidad que hay que asumir y que implica, en primera instancia, pensar las actuales luchas en México en el contexto de las resistencias que sur- gen y vuelven a surgir en el mundo: la Primavera Árabe, el movimiento juvenil y laboral francés, la revolución siria, etc.

En segundo lugar, implica poner- las en relación con las luchas de la humanidad por la liberación a lo largo de toda su historia. La forma más elaborada de la expresión de esas luchas ha sido la aparición de una filosofía de la liberación humana; nos referimos, aquí, a la dialéctica de Hegel y, en particular, a la de Marx. Pero, ¿por qué la necesidad de una filosofía tal? ¿Por un interés meramente teórico? Todo lo contrario:

una visión emancipadora que esté enraizada en las voces y acciones desde abajo y, al mismo tiempo, en el método dialéctico, es una fuerza impulsora que, al ser recreada al seno de los movimientos mismos, puede ayudar a dar saltos cualitativos en el camino hacia la liberación humana.

Para “ilustrar” esta “practicidad” de la filosofía, nos gustaría referirnos a un momento crucial en la historia del zapatismo: la traición, por parte del Estado, de los Acuerdos de San Andrés en 1996, los cuales garantizaban formalmente la autonomía indígena. Los zapatistas se vieron entonces ante un gran obstáculo en la consecución del nuevo mundo que buscan edificar. Pero lo superaron: decidieron que, si el gobierno no cumplía su parte de los Acuerdos, ellos los harían efectivos sin el permiso de aquél. El resultado es de todos conocido: una profundización sin igual en el proceso de la autonomía indígena. Éste fue no sólo un acto de “estrategia o táctica políticas” sino, podríamos decir, un acto filosófico; en otras palabras: un acto en el que la visión emancipa- dora de los zapatistas se concretó para dar un paso decisivo en la construcción de ese “nuevo mundo donde quepan todos los mundos”.

¿Podemos, entonces, contribuir a recrear una visión emancipadora tal para este momento, cuando la resistencia magisterial nos ha conducido a un nuevo momento en la historia de México? Éste es el tipo de solidaridad de ideas, de unión entre teoría y práctica que, desde Praxis en América Latina, queremos impulsar. Invitamos a todos a ponerse en contacto con nosotros y participar de ella.


Protesta de maestros cerca del plantón de la Ciudadela. Foto de Praxis.


Nota
(1) Véase lo que en el comunicado ya citado más arriba dicen los zapatistas sobre la importancia de escuchar “¿Le han dicho que lo que ocurre es que l@s maestr@s son holgazanes y que no quieren prepararse [...]?” (ver p. 7)

Tercer Boletín. Suplemento # 3. Praxis en América Latina (La práctica con la teoría y la teoría con la práctica) Junio 2016.



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