¿Está el tipo de cambio colón-dólar en equilibrio?
Luis Paulino Vargas Solís
1) El nivel
del tipo de cambio en Costa Rica, se viene sosteniendo en un nivel irreal desde
hace años. Esa situación ficticia es fruto principalmente de factores
financieros externos. Refleja dentro de nuestra economía, los enormes
desequilibrios y asimetrías de un capitalismo mundial atrapado en una crisis
infinita. Pero, desde luego, hay una institucionalidad vigente en Costa Rica
que lo ha propiciado, a través de un régimen de irrestricta libertad de
movimiento de capitales, y con base en una política permisiva e irresponsable
por parte del Banco Central. En un contexto mundial depresivo, donde escasean
oportunidades de inversión productiva rentable y siguen primando tendencias
especulativas muy poderosas, las relativamente altas tasas de interés y la
institucionalidad vigente en Costa Rica nos expone ampliamente al impacto de
movimientos financieros mundiales que generan grandes distorsiones a lo interno
de nuestra economía.
2) Puesto en
sencillo: a lo largo de diez años hemos tenido amplios excedentes de divisas,
que no nacen de nuestro potencial productivo y exportador (puesto que siempre
tenemos un déficit en cuenta corriente del orden de 4-5% del PIB), sino
exclusivamente de los grandes flujos de capital que han aterrizado en Costa
Rica. En otras palabras: el colón se fortalece frente al dólar, no porque
seamos una economía competitiva (como podrían ser los casos de China o
Alemania) sino porque nos llueve grandes flujos de capitales.
3) Se quiere
hacer creer que este es un asunto tan solo atinente a los estrechos intereses
del sector exportador. Pero se omite decir que las más afectadas son las
exportaciones de base propiamente nacional, que son las que más empleo y valor
agregado y encadenamientos productivos aportan. El efecto es mucho menor para
las exportaciones de transnacionales de zona franca, cuyo valor agregado es
menor.
4) Similar con
el turismo. Las más afectadas son las empresas turísticas pequeñas y medianas
de capital nacional, cuya clientela es de ingresos menos elevados. Las cadenas
transnacionales lo sienten menos porque su clientela es, en general, gente muy
rica que pueden pagar caprichos por venir a un destino turístico caro pero
prestigioso.
5) También
salen perjudicadas todas las actividades que compiten con importaciones: desde
galletas a frijoles y aguacates; desde zapatos a mermeladas y pastas.
6) Con un
agravante adicional: se incentiva el uso de insumos importados, lo que reduce
el valor agregado de la producción y agudiza el desmembramiento interno del
sistema productivo.
7) La peor
consecuencia: los gravísimos problemas del empleo.
8) Se arguye
(por ejemplo Jorge Guardia) que el desempleo es “estructural”. O sea: se afirma
que la gente no tiene empleo porque no tiene las calificaciones que piden las
transnacionales de zona franca, tanto las manufactureras como las de servicios.
Y, sin embargo, estas actividades han crecido a lo largo de los años mucho más
que la economía en su conjunto, no obstante lo cual tan solo han generado una
cuota muy limitada de empleos ¿A qué ritmo –acaso un 25% al año- tendrían que
crecer esas actividades para generar todos los empleos que se requerirían? ¿Seriamente
alguien podría creer que si todo el mundo tuviera las calificaciones que esas
empresas demandan, entonces conseguirán trabajo con ellas? No se lograría
absorber la totalidad de la fuerza de trabajo que sufre situaciones laborales
anómalas, ni siquiera en las hipótesis extremas de que la economía entera se
reconvirtiese para dedicarse exclusivamente a ese tipo de actividades
transnacionales, y de que toda la fuerza de trabajo tuviese las calificaciones
que esas empresas demandan. Y ello por la sencilla razón de que esas
actividades, solo tienen una muy limitada capacidad de generación de empleos.
9) Es
indispensable apoyar el desarrollo de actividades que, a la par de distribuir
la riqueza de formas más equitativa, generen alto valor agregado, creen
encadenamiento y provean abundantes empleos decentes. El tipo de cambio actual,
ficticio e irreal, es un severo obstáculo al logro de ese cometido, porque,
como ya expliqué, está dañando a un amplio rango de actividades productivas, de
las que depende una parte sustancial del empleo.
10)
Obviamente el tipo de cambio no es el único problema. No estoy afirmando tal
cosa. Pero con mucha seguridad es el principal problema.
11) ¿Ganan las
clases trabajadoras con este tipo de cambio irreal? Claramente no. Tenemos alrededor
de 1,2 millones de personas trabajadoras desempleadas, subempleadas o en la
informalidad laboral, y el poder adquisitivo real de los salarios ha
permanecido prácticamente estancado desde 2010. Y, entretanto, crecen sin freno
los niveles de endeudamiento de las familias, incluso –lo que es peor– en
dólares
12) ¿Alguien
se beneficia con esta situación? Claro que sí: la banca y el negocio
financiero, en primer lugar, colocando crédito en dólares y manteniendo tasas
de interés que, en términos reales (comparativamente a la inflación) son
brutalmente altas. También se benefician el negocio de importación y la
especulación inmobiliaria, alimentada por el crédito en dólares. Entre tanto,
sufre grave daño el sistema productivo y la generación de empleos.
13) Es
absurdo imaginar que esto pueda corregirse por medio de un ajuste abrupto y
repentino del tipo de cambio. Ello provocaría inflación casi instantánea,
inestabilidad, desconfianza y, eventualmente, pánico. Pero es una situación
claramente insostenible, que lo será más conforme pase el tiempo y se perpetúe.
Habría que pensar en alguna forma de ajuste gradual y paulatino, lo que
exigiría cambios importantes en las políticas del Banco Central y en la propia
institucionalidad vigente en materia de flujos de capitales.