Los maestros en resistencia: una lucha para todos
Praxis en América Latina. Boletín suplementario # 1.
En la madrugada del 21 de mayo, cientos de policías federa- les y de la ciudad de México desalojaron a los maestros que se encontraban acampando en la Plaza de Santo Domingo. Más aún: los obligaron a subir a autobuses que los llevarían de vuelta a sus estados de origen. El plantón de los maestros era parte de las jornadas de lucha que, desde el 15 de mayo (Día del Maestro), los docentes vienen impulsando para frenar, de una vez por todas, la así llamada “reforma educativa”. El 20 de mayo, los maestros ya habían sido desalojados del campamento que sostenían frente a la Secretaría de Gobernación y, cuando regresaron a la ciudad luego de la represión del 21, volvieron a ser violentados. Por ahora, se encuentran en plantón en la Plaza de la Ciudadela, una ubicación “más estable”.
El gobierno ha dicho que, mientras los maestros no acepten su “reforma educativa”, no dialogarán con ellos. Éstos, por su parte, se han afirmado en la postura de que, si el Estado no cancela su “reforma”, no cesarán en sus acciones de protesta.
El apoyo de esta última no habría sido posible sin los estrechos lazos que, durante décadas, los maestros han forja- do con sus comunidades —particularmente, en regiones con fuerte presencia indígena y campesina. De igual forma, esta solidaridad brota del reconocimiento implícito de que la lucha de los maestros no es por “conservar privilegios particulares” —como nos quiere hacer ver el gobierno—, sino que tiene un carácter profundo y universal:
Represión policial a las afueras de la Secretaría de Gobernación1) Es la lucha de todos los trabajadores contra la legislación neoliberal, la cual nos quiere convertir en mano de obra toda- vía más barata y desechable;La lucha de los maestros disidentes es, entonces, por un mundo nuevo. ¿Cómo podemos participar en ella? ¿Cómo ayudar a “unificar” todas estas resistencias que se están llevando a cabo a lo largo y ancho de México y que, al tiempo que se posicionan en contra del despojo, la explotación y la represión, lo hacen a favor (al menos, en germen) de un nuevo tipo de relaciones humanas?
2) contiene en sí la posibilidad de construir un nuevo modelo educativo, no capitalista, que responda verdaderamente a las necesidades sociales.
La solidaridad en la práctica (participar en las manifestaciones, llevar acopio a los campamentos, hacer público nuestro apoyo, difundir información, etc.) es muy importante; sin embargo, no es suficiente: necesitamos, a la par, la solidaridad de ideas. ¿Qué significa esto?
En primer lugar, reconocer a las luchas desde abajo no sólo como músculo, sino como razón misma de la revolución. Es decir: que los movimientos desde abajo llevan, en sí, las semillas de un mundo nuevo; sus prácticas emancipadoras son ya una filosofía de la liberación.
A continuación, entonces, es imprescindible desarrollar de forma explícita dicha filosofía, de modo que podamos ayudar a que las luchas desde abajo alcancen su máximo potencial liberador. En esta tarea doble, el papel de las organizaciones y colectivos revolucionarios (anclados en una filosofía igual- mente revolucionaria: la dialéctica) es crucial. ¿Estamos a la altura del reto?
Plantón de maestros en La Ciudadela
Y, en verdad, no lo han hecho: desde el 15 de mayo, y no obstante las amenazas y la represión gubernamentales (no sólo en la capital del país, sino en distintos estados), los docentes están llevando a cabo protestas diarias y plantones en todo México.
Además, no están solos: partes importantes de la sociedad mexicana se han pronunciado a favor de su lucha, lo que incluye a estudiantes y padres de familia de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas —estados con una fuerte presencia indígena y campesina—, así como de otros lugares, quienes han dicho que, si el gobierno intenta despedir o reemplazar a los maestros en protesta, ellos tomarán los planteles escolares. Este apoyo incluye también un reciente comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en el cual se habla de la importancia de la resistencia magisterial y se la pone en el contexto de todas las luchas que están teniendo lugar a lo largo y ancho del país.
Pero, ¿cómo es que hemos llegado a este intenso nivel de protesta, cercano al de una guerra civil? Habría que volver, por lo menos, al año 2013, cuando el Estado promulgó una ley —la mal llamada “reforma educativa”— que convertiría a los maestros en mano de obra fácilmente desechable. Durante los siguientes dos años, el gobierno ha tratado de imponer dicha “reforma” mediante la aplicación de un examen que decidiría si los docentes pueden conservar o no su trabajo. Gracias a la resistencia de estos últimos, tal evaluación no resultó nada “exitosa”, e incluso tuvo que ser pospuesta en varias ciudades.
El Estado contraatacó y decidió despedir a los más de tres mil maestros que se negaron a presentar el examen. Por ello a fin de demandar la restitución en sus puestos, así como para cancelar, de una vez y para siempre, la “reforma educativa”, los maestros (buena parte de ellos agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación [CNTE], la rama democrática del sindicato oficial de maestros) iniciaron el 15 de mayo una jornada nacional de lucha. Como hemos visto, ésta no ha quedado exenta de la represión policial; en contraparte, ha despertado el potencial emancipador de la “sociedad civil”.
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