SISTEMAS DE PARTIDOS Y CARRERAS POLÍTICAS DE LOS DIPUTADOS MEXICANOS
EN UNA ÉPOCA DE TRANSICIÓN
Óscar Cuéllar Saavedra, Depto. de Sociología
División de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco
Ernesto Navarro Guzmán, Depto. de Administración
División de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco
México, julio 2015
Aceptado en noviembre 2015
Resumen
Este trabajo versa sobre los tipos de carreras políticas de los diputados mexicanos, en dos momentos del tiempo: durante la vigencia del sistema de partido hegemónico y en la situación actual, en que hay un sistema de democracia multipartidista. Primero, damos algunos antecedentes sobre el establecimiento del Partido Nacional Revolucionario y los orígenes del sistema de partido hegemónico, para luego ver los tipos de carreras políticas a que dicho sistema dio lugar en su fase de madurez. A continuación, nos referimos al surgimiento del actual sistema multipartidista y presentamos los tipos de carreras políticas de los diputados federales de comienzos del siglo XXI. El trabajo concluye con una comparación y comentarios generales.
Palabras clave
Carreras políticas, diputados federales mexicanos, cláusula de no re-elección inmediata, sistemas de partidos
INTRODUCCIÓN
Este trabajo versa sobre los tipos de carreras políticas de los diputados federales mexicanos en dos momentos del tiempo: (i) durante la fase de madurez del sistema de partido “hegemónico”, en la década de los ochenta del siglo pasado; y (ii) durante la vigencia del actual sistema democrático multipartidista, a fines de la primera década del siglo actual.
Conviene indicar brevemente a qué nos referimos con la distinción entre sistema de partido hegemónico (o de partido único) y sistema multipartidista. El primero fue una pieza clave del sistema político mexicano entre fines de la década de los 30 y fines de los años ochenta del siglo pasado, que surgió como resultado de los esfuerzos de la elite gobernante, durante los años 30, por superar la inestabilidad política del período postrevolucionario. Esos esfuerzos dieron lugar a una creciente y continuada concentración del poder en un partido: primero llamado Partido Nacional Revolucionario, PNR (1929-1938); luego Partido de la Revolución Mexicana, PMR (1938-1946); y finalmente Partido Revolucionario Institucional, PRI (1946... 1997). Al sistema compuesto por ese partido y otros menores, de precaria e incierta subsistencia que pudieron coexistir pero no competir con él, es a lo que se ha llamado sistema de partido hegemónico. Su existencia da cuenta de una muy peculiar combinación de un principio electoral de distritos uninominales de mayoría relativa, con el dominio absoluto del original partido único de los revolucionarios (sobre esto, ver Sartori, 1991; asimismo, Duverger, 2010).
El sistema multipartidista actual se originó con la reforma electoral de 1976-77, que introdujo un sistema mixto compuesto por 300 distritos uninominales de mayoría simple y 100 curules de representación proporcional elegidos en circunscripciones plurinominales (total, 400 curules). Hasta 1987, la representación proporcional fue sólo para los partidos de oposición. La reforma electoral de ese año, aumentó su número a 200 y permitió al PRI competir por ellos. También se puso un límite al máximo de sobre representación de los escaños en relación con los votos, para impedir o limitar un excesivo control del PRI en la Cámara de Diputados. Con respecto a la dinámica social, después de la división del PRI, en la segunda mitad de la década de los ochenta (Pacheco y Reyes del Campillo, 1987; Pacheco, 1989), empezó a cambiar rápidamente la relación de fuerzas políticas: se debilitó la votación por el PRI, aumentó significativamente la presencia electoral del Partido Acción Nacional, PAN y después, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y pudieron sobrevivir varios partidos de escasa votación, gracias a las facilidades otorgadas por el segmento de representación proporcional. Se generó así un sistema multipartidista que no ha cesado de experimentar cambios, y que ha afectado sustancialmente los tipos de carreras políticas de los diputados.
El tema de las relaciones entre el sistema de partidos y los tipos de carreras políticas de los diputados ha sido poco estudiado en México. Los escasos trabajos sobre élites políticas publicados antes del proceso de transición a la democracia suelen referirse a las trayectorias de esos políticos, sin preguntarse por sus posibles vinculaciones con el sistema de partidos como tal. Esto último es evidente en los estudios clásicos de Roderic Ai Camp (1999) y de Peter Smith (1979), que se interesaron por las elites políticas del PRI durante la fase de auge de este partido, y que no disponían de datos que les permitieran comparar, por ejemplo, entre los hechos que estudiaban y el tipo de carreras políticas que hubieron podido existir antes. Y si bien el proceso de transición política hacia el actual sistema multipartidista dio lugar a una verdadera explosión de publicaciones, muy pocas dan luces sobre los tipos de carreras políticas que fueron emergiendo1.
Inicialmente, este tema fue planteado por Benito Nacif hace casi veinte años (Nacif, 1997-a). Sólo que lo hizo de una manera que podríamos llamar implícita, en el sentido de que enunció como principales cuestiones que no incluían ninguna pregunta directa sobre los efectos que el sistema de partidos podría tener sobre los tipos de carreras políticas de los diputados. Este autor se preguntó –primero- qué efectos tuvo la prohibición de re-elección inmediata, aprobada en 1933, sobre las carreras de elección popular. Y segundo, de qué manera esa prohibición y sus efectos sobre las carreras de los políticos, habrían contribuido al establecimiento del sistema de partido hegemónico en México. Para Nacif el tema principal era la emergencia del partido único, y la relación causal que indagó iba de la cláusula de no re-elección al cambio en las carreras políticas; y luego, de éstas a cambios en el sistema de partidos, con la aclaración que para el autor contaba más la peculiaridad del partido hegemónico que la del sistema de partidos como tal.
Dada la importancia del planteamiento de Nacif respecto de nuestro tema, nos pareció necesario comenzar la exposición revisando las hipótesis centrales de su interpretación sobre el papel jugado por la cláusula de no re-elección en estos procesos (Sección 1). Ello servirá como antecedente de la Sección 2, en la que analizamos otro trabajo suyo (Nacif, 1979-b), no publicado en español, que permite tener una idea general de los tipos de carreras políticas que surgieron durante el auge del sistema de partido hegemónico. Los datos que aportan éste y otros estudios permiten cotejar la pertinencia de las hipótesis originales de Nacif, sobre los efectos de la cláusula de no re-elección en las carreras políticas de los diputados, a la vez que precisar los efectos que el sistema de partido único tuvo sobre ellas. En la Sección 3, estudiamos los rasgos generales de los distintos tipos de carreras políticas de los diputados electos para la legislatura 2009-2012 de la Cámara de Diputados. El trabajo concluye con algunos comentarios generales sobre la relación entre sistemas de partidos políticos y tipos de carreras políticas de los diputados federales en México.
1. No re-elección, carreras políticas y surgimiento del sistema de partido único
Según Nacif (1997-a), las medidas que, a iniciativa de Plutarco Elías Calles, se aprobaran después del asesinato de Álvaro Obregón (1928); tuvieron el propósito explícito de eliminar la inestabilidad política existente y de unir a los distintos grupos revolucionarios en un solo bloque político, que pudiera hacer frente a los sectores de la reacción. La primera medida fue crear, en 1929, el Partido Nacional Revolucionario, que desde el comienzo mostró su capacidad de atracción, tanto de políticos como de votos, aunque careciera de una dirección nacional que pudiera imponer una línea de acción unificada a sus distintos sectores componentes. Con la idea de controlar el caudillismo y la inestabilidad, el grupo liderado por Elías Calles logró que en 1933 se aprobara la reforma constitucional que prohibió la re-elección consecutiva o inmediata en los cargos de representación popular (regidores y presidentes municipales, diputados estatales y federales senadores), (Godoy, 2014, da una idea de la situación política previa a la prohibición de re-elección inmediata y Weldon, 2003, examina las posturas de los partidos sobre la propuesta). Ese mismo año, el PNR prohibió también la doble militancia política de sus miembros, que antes estaba permitida. Esta medida hizo incompatible la membrecía en el PNR con la pertenencia a cualquier otro partido, y reforzó los efectos de la cláusula de no re-elección, limitando las posibilidades de acción autónoma de los grupos políticos locales.
También tuvo enorme importancia la reorganización del partido de los revolucionarios, en 1938, como PRM, que se estructuró de modo corporativo en sectores profesionales o funcionales: obrero, campesino e inicialmente militar –este último después fue sustituido por un sector “popular”, de contenido amplio. A estos sectores se les reconoció el derecho a tener cuotas de representantes en la Cámara de Diputados y a proponer a sus candidatos (Pacheco y Reyes del Campillo, 1989). Por último, Nacif aclara que con el fin de limitar las desviaciones oportunistas de los políticos que no eran nominados como candidatos del partido único, en 1946 se prohibieron las candidaturas independientes, obligándose a los políticos que buscaran cargos de elección popular a ser presentados por partidos oficialmente registrados en la Secretaría de Gobernación al menos un año antes de la elección en cuestión.
La interpretación de Nacif (1997-a) sostiene que dada la continuada primacía electoral del PNR, y después, de sus sucesores, la cláusula de no re-elección tuvo un significado estratégico para controlar el oportunismo de los políticos revolucionarios y, por esta vía, para dar lugar al surgimiento del sistema de partido hegemónico. En efecto, este autor afirma que la eliminación de la re-elección consecutiva de hecho dejaba como única posibilidad de hacer una carrera política, el tratar de ocupar cargos de mayor jerarquía cada vez. A su juicio, esto orillaba a los miembros activos del partido en todo el país a buscar el apoyo del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PNR, para continuar con sus carreras. Los políticos necesitaban mantener buenas relaciones con el CEN y aceptar su ascendencia política, si es que querían ser incluidos en las nominaciones para los puestos de elección popular. Esto habría significado un creciente control del CEN del proceso de nominación de las candidaturas, lo que reforzaría su posición de cara a los políticos. De esta manera habría surgido un sistema nacional de “rotación de cargos”, administrado por el CEN2.
A este propósito, Nacif (1997-a: 135) dice que: “de hecho, la rotación de cargos tuvo un profundo efecto en la política local al suprimir la posibilidad de realizar carreras políticas locales y forzar a los políticos a integrarse a esquemas de promoción de mayor envergadura”. Y agrega que “la fuente de los grandes poderes que la dirigencia nacional del PNR empezó a concentrar no se hallaba en la estructura formal del partido, sino en su posición como coordinador central de la circulación de los cuadros políticos en todos los puestos públicos de elección” (Nacif, 1997-a: 124. El subrayado es nuestro). De esta manera, el PNR pudo “construir un régimen de oportunidades políticas que integraba a cada cargo de elección como posición temporal que se desempeñaba en función del siguiente paso en la carrera” (Nacif, 1997-a: 136).
Conviene detenerse un momento en el significado que Nacif atribuye a la cláusula de no re-elección, en relación con las carreras políticas. En este punto importa tomar nota de que, al hablar de carreras políticas, Nacif seguía estrechamente los planteamientos que Joseph Schlesinger (1991) hizo respecto de las carreras de los congresistas norteamericanos. En su estudio, este autor planteó que, al igual que la mayoría de las personas, los congresistas tienen ambiciones e intereses particulares que, en su caso, tienden a realizar mediante el desarrollo de actividades políticas y en especial, mediante el desempeño continuado de puestos políticos de elección popular. Él habla de tipos de ambiciones políticas que se expresan en tipos de carreras políticas. Por comodidad, usaremos más bien esta última expresión.
Según Schlesinger, las opciones relevantes discernibles en relación con los tipos de carreras políticas desplegadas por los congresistas norteamericanos son tres: (i) hay políticos que ocupan una o pocas veces un determinado cargo político y no más. En esta situación, él habla de carreras políticas “discretas” (que revelarían la existencia de una “ambición política discreta” o puntual, limitada a una ocupación única de un cierto cargo). En sentido estricto, esta opción no configura una carrera, ya que le falta el elemento de continuidad. (ii) En el caso de la mayoría de los congresistas norteamericanos, Schlesinger destaca la tendencia a re-elegirse repetidamente y la explica por la ambición política subyacente: los congresistas buscarían ser elegidos y luego re-elegidos para ocupar un mismo puesto de manera indefinida. A estas carreras y a la ambición que les corresponde, este autor las llama “estacionarias”3. (iii) La tercera clase de carrera política de los congresistas norteamericanos que visualiza, es la que llama “progresiva”, que se caracteriza porque algunos políticos tienden a ocupar, de manera continua y sucesiva, puestos de elección popular de jerarquía ascendente –es decir, posiciones más altas cada vez. Cabe notar que Schlesinger no presta atención a lo que podríamos llamar “carreras descendentes” o “regresivas” (que comienzan ocupando puestos altos para después seguir con otros más bajos) ni “oportunistas” (que se caracterizan por ocupar, según la oportunidad, cada vez cargos de cualquier nivel).
Ahora bien, en relación con este modelo, Nacif parece haber operado de la siguiente manera: (i) para comenzar, no define el concepto de carrera política, sino que implícitamente supone que el término se circunscribe a las carreras orientadas a ocupar puestos de elección popular –en otra formulación, que sólo estos cargos pueden ser considerados propios de una carrera política4. Por ello, le cuesta aceptar que existen otros tipos de carreras políticas que podrían resultar importantes en un contexto como el de México. (ii) Al aceptar la validez necesaria de la tesis de Schlesinger sobre las pautas de carreras políticas características de los congresistas norteamericanos, no toma adecuadamente en cuenta diferencias críticas en los sistemas de partidos de ambos países en el periodo que estudia5. (iii) Con esto, implícitamente acepta que si se deja de lado las carreras “discretas”, las carreras orientadas a ocupar cargos de elección popular, sólo pueden ser “estacionarias” o “progresivas”. (iv) Esto implica también aceptar la consecuencia lógica de ello, a saber: que si se prohíbe la re-elección consecutiva, la única opción posible necesariamente sería buscar carreras de tipo “progresivo”.
Debe reconocerse que hacia el final del artículo que comentamos, Nacif modifica su planteamiento, introduciendo el término no definido de “patronazgo presidencial” como factor eventualmente importante para definir tipos de carreras políticas distintas de las que considera Schlesinger. En efecto, primero habla de carreras que dependen del “acceso a cargos de patronazgo en la administración federal o estatal” (Nacif, 1997-a: 135). Y luego, refiriéndose específicamente al PRI, es decir, al último sucesor del PNR, afirma que el partido pudo integrar “las diputaciones de mayoría relativa en un basto sistema de promoción que incluye no sólo otros puestos electivos, sino principalmente cargos de patronazgo en las administraciones estatal y federal” (Nacif, 1997-a: 141. Subrayado nuestro). Su afirmación implica un cambio sustantivo en su visión de los efectos de la prohibición de reelección: ella no sólo habría facilitado la centralización de la asignación de candidaturas a cargos de elección popular en manos del CEN, sino que además (o más bien), habría influido en incorporar los puestos de patronazgo en la administración como base de tipos distintos de carreras políticas, para distribuirlos entre aquellos políticos que no conseguían cargos de elección popular. Aunque el autor no define el término de “patronazgo” ni abunda en su significado, el tema queda planteado: esto muestra que él toma consciencia de que en un sistema federal existen o pueden existir otras posibilidades de hacer carreras políticas, además de las puramente electorales.
2. Carreras políticas en el sistema de partido único
El problema central subyacente del trabajo seminal de Nacif (1997-a) es, pues, la falta de una adecuada definición de carreras políticas y la aceptación acrítica inicial de los planteamientos de Schlesinger. De la exposición precedente y en especial, de su sugerencia sobre la importancia de los cargos de patronazgo presidencial, surgen dudas acerca de la pertinencia de sus hipótesis sobre la necesaria prevalencia de las carreras progresivas derivada de la cláusula de no re-elección. Conviene pues, explorar el problema que se plantea.
Para ello, nos basamos en un estudio de las carreras políticas de los diputados que Nacif publicó poco después de aparecer su artículo sobre la rotación de cargos legislativos, que comentamos en la sección precedente6. En su trabajo titulado Political Careers, Political Ambitions and Career Goals (Nacif, 1997-b), dice que se propone estudiar las carreras políticas de los diputados elegidos en tres elecciones realizadas durante la década de los años 80. El autor usó una muestra de 325 diputados, que sería “representativa de cada una de las tres legislaturas electas en el período” (Nacif, 1997-b: 8). Salvo indicar que la muestra fue del 25% de cada legislatura, no da más información, ni dice qué clase de datos comprende; sólo señala que básicamente ella incluye información de ex-diputados del PRI. Por otro lado, tampoco hace ninguna referencia a los aspectos contextuales del período que eligió.
Comencemos con lo último. Recordemos que la década de los ochenta se caracterizó fundamentalmente porque en ella se dio la ruptura interna del PRI, en 1986-87. Hasta poco antes de la ruptura, parecía que el sistema de partido hegemónico había alcanzado su plena madurez, con el dominio total del Presidente de la República no sólo sobre el partido, sino sobre el conjunto del sistema político mexicano -lo que Casar (1997), llamó “hiper-presidencialismo”. Sin embargo, al mismo tiempo, había progresado continuamente la abstención electoral (Pacheco y Reyes del Campillo, 1987; 1989). Las tensiones internas del PRI surgieron en relación con la orientación de la política económica del gobierno de De la Madrid –del nacionalismo revolucionario al neoliberalismo- y con la falta de democracia interna. Estos temas perduraron y llegaron a vincularse con los movimientos orientados a definir posiciones respecto de la elección del candidato del PRI para las próximas elecciones presidenciales.
El rechazo a las propuestas democratizadores por parte de la cúpula del partido se vinculó con ese tema, y finalmente llevó a la renuncia de importantes dirigentes de la “corriente democrática” (en particular, de Cuauhtémoc Cárdenas y de Porfirio Muñoz Ledo) y con ellos, de un número considerable de militantes y simpatizantes del partido. En parte para atenuar las críticas internas y externas, en 1987 se habían introducido modificaciones al sistema electoral, que ostensiblemente buscaron combatir la abstención creciente abriendo puertas a la participación de otros partidos en la Cámara de Diputados. Con la ruptura, estos cambios conmovieron al sistema de partido único, al arrebatarle al PRI las holgadas mayorías electorales de antaño, aunque no llegaron a derribarlo. Las elecciones de 1988 fueron cuestionadas por el evidente fraude gubernamental, que dio una mínima mayoría al PRI. Pero aunque deteriorado, el sistema de partido hegemónico pudo subsistir.
En relación ahora, con las legislaturas de la muestra a que se refiere Nacif, ellas se eligieron en los comicios de 1982, 1985 y 1988. Los dos primeros se rigieron por la ley de 1978 que disponía la elección de 300 diputados de mayoría relativa y de 100 de representación proporcional, en las que no podía participar el PRI. La elección de 1988 se rigió por la reforma de 1987, que aumentó la representación proporcional a 200 curules y permitió al PRI competir por estos cargos.
A modo de referencia, cabe señalar que entre 1982 y 1988 hubo una apreciable baja en los escaños obtenidos por el PRI, que pasó del 74.8% del total en 1982, a 52% en 1988. Este año de hecho marca el inicio de la transición hacia un nuevo sistema de partidos. En conjunto, la oposición consiguió 22% de los escaños de mayoría relativa y 86.5% de representación proporcional. Claramente, la representación proporcional dio voz a la oposición, y en 1988 también contribuyó a darle mayoría al PRI.
Veamos ahora el trabajo de Nacif. A pesar de que él dijo que se proponía estudiar las carreras políticas de los diputados mexicanos, su artículo es más un ensayo de interpretación que una investigación. Al parecer, su muestra no tenía todos los datos que le hubieran permitido hacer ese análisis. Tal vez por esto, Nacif optó por una estrategia de exposición que consistió en usar la información disponible en una variedad de fuentes para ofrecer aproximaciones parciales, aunque convergentes sobre el tema. Con ello, logró en parte su propósito, ya que su trabajo da una imagen global, aproximativa, de algunos antecedentes de los diputados. Y aunque nunca define formalmente qué entiende por carrera política, enseña un panorama que le lleva a matizar sus hipótesis sobre los efectos que la cláusula de no re-elección habría tenido sobre las carreras previas de los diputados.
(i) La primera aproximación que usó, destacó la tasa (porcentaje) de re-elección global de la muestra (Nacif, 1997-b: cuadro 7, p. 14). Como era de esperarse por la cláusula de no reelección inmediata, esa tasa era bastante baja: en promedio, 15% para toda la muestra, con fluctuaciones por elección (entre 13% y 21%, al final). Comparando con los datos de 1970 de los Estados Unidos que cita Nacif (más de 80% de re-elección), la diferencia resulta abismal.
También mostró que la mayoría de los diputados que antes habían ocupado el cargo, sólo lo habían hecho una vez. El autor toma estos datos como indicadores de que en los casos en que se prohíbe la reelección consecutiva, las legislaturas tenderían a conformarse con personas de muy escasa o nula experiencia legislativa. E incluso, va más allá de lo que autorizan los datos: la rotación obligada significaría que el sistema no puede acumular “experiencia legislativa”.
(ii) Una segunda aproximación consistió en usar datos de la Cámara de Diputados, referidos a su muestra, sobre el número de diputados que, antes de ser elegidos como miembros de la respectiva legislatura, habían desempeñado cargos de elección popular (Nacif, 199.-b: cuadro 8, p. 15). Estos cargos incluían los de regidores, presidentes municipales, diputados estatales y federales, y en muchísima menor medida, de senadores y gobernadores.
*Nacif llama la atención sobre el hecho de que la mayoría de los diputados de la muestra (56.6% o 184 diputados) nunca antes habían desempeñado cargos de elección popular (nuestro subrayado). En cuanto al resto, 43.4% (141 diputados que sí habían desempeñado ese tipo de cargos), algo más de la mitad - ó 25.5% del total- sólo habían tenido un cargo de elección, 12% dos cargos y el resto, 5.7%, tres o más (Nacif 1997-b: cuadro 7, p. 14).
*En relación con los tipos de puestos de elección previamente desempeñados por los diputados tomados como un solo bloque, Nacif presenta los datos ordenándolos de menor a mayor. La columna del total muestra que la mayoría de los cargos antes desempeñados eran de nivel local -es decir, municipal (regidores y presidentes municipales) o estatal (diputados estatales)-, aunque había un segmento no despreciable de ex-diputados federales (Nacif 1997-b: cuadro 8, p. 157). Quiénes habían sido gobernadores o senadores, en conjunto, literalmente se contaban con los dedos de una mano (dos y tres, respectivamente: Nacif, 1997-b: nota 19, p. 15).
Esto lleva a Nacif a sugerir que el cargo de diputado federal tendría un bajo status político, lo que se asociaría con su facilidad de acceso, su escasa duración y su no repetibilidad. A su juicio, estos factores explicarían tanto el atractivo que el cargo ejercería sobre políticos novatos con poca o ninguna experiencia previa, como la nula atracción que tendría sobre políticos que ya habían ocupado puestos de alto nivel (Nacif, 1997-b: 9). Por último, agrega que el bajo status del cargo también contribuiría a explicar la escasa tasa de re-elección encontrada.
*En ese mismo cuadro 8, Nacif también distingue por partidos (PRI, PAN y Otros). El cuadro da porcentajes y no números absolutos y los datos por columna no suman 100. Por su escaso número, no tomaremos en cuenta a los ex-senadores y ex-gobernadores y sólo nos referiremos a los otros tipos de cargos. Al distinguir por partidos, se puede apreciar claramente que en el caso del PRI, los porcentajes de las cuatro casillas fluctúan entre 13.2% (presidentes municipales) y 30.1% (diputados federales), sumando un total de 70% (¿?). En las columnas del PAN y de Otros partidos, los porcentajes suman 35% y 35.5%, respectivamente, y se concentran en los cargos de diputados federales, primero, y estatales, en segundo lugar.
Sin duda, los datos son insuficientes y el cuadro está mal hecho. Pero esto no es obstáculo para que el autor ofrezca varias sugerencias interesantes. Primero, que el peldaño previo más importante para llegar a la Cámara de Diputados era “un asiento en una legislatura estatal” (Nacif, 1997-b: 15). Segundo, que las delegaciones a la Cámara de los partidos de oposición se habían conformado “abrumadoramente” por políticos sin experiencia previa en cargos de elección popular. “Sólo 30% de los políticos de oposición elegidos entre 1982 y 1991 (sic), habían tenido cargos electivos antes de promoverse a la Cámara”. Por último, destaca el hecho de que la representación proporcional no sólo permitió el desarrollo de los partidos de oposición, sino que además les creó a sus políticos “algunas oportunidades para transitar de cargos locales a cargos federales” (Nacif, 1997-b: 16).
(iii) Una tercera aproximación recurre a datos presentados por Guadalupe Pacheco y Reyes del Campillo (1987 y 1998) y G. Pacheco (1989), sobre la composición sectorial de las candidaturas a diputados del PRI, correspondientes al principio de mayoría relativa. En todas las elecciones de los años 80, estas candidaturas sumaron 300 casos, aunque varió el número de candidatos que fueron efectivamente elegidos en cada una. Como dijimos, los sectores en referencia eran el obrero, el campesino y el popular, que en ese período mantuvieron una distribución prácticamente constante de candidaturas: entre 23 y 25 por ciento del sector obrero, alrededor de 16% del sector campesino y 60% del sector popular; aunque en las elecciones de 1988 bajó el número de escaños que logró el PRI. Ahora bien, el análisis de Nacif reitera lo que ya habían expuesto Pacheco y Reyes del Campillo, a saber:
*Que la clasificación de los sectores profesionales del PRI encubre tipos de carreras que tienen un doble carácter: a la vez, profesional y político o administrativo y político (es decir, que combinaban actividades de dirección y representación sindical o en la administración, con actividades políticas). Nacif destaca la importancia del sector popular como albergue de estos tipos de políticos: “la gran mayoría de los diputados del PRI está compuesta por políticos que han desempeñado cargos por nombramiento en la administración federal y en menor grado, en las administraciones estatales” (Nacif, 1997-b: 19 y 20). Luego, asocia a los candidatos del sector obrero con el desempeño de carreras político - sindicales. Y aunque no presta mucha atención al sector campesino, no le pasa desapercibido que sus candidatos a diputados calzaban con alguno de los tipos de carreras mencionados8.
Presentar datos sobre las carreras políticas de los candidatos del PRI a las elecciones de diputados de los años ochenta le llevó, pues, a percatarse de la variedad de vías de promoción política que, dada la prohibición de la re-elección consecutiva, buscaron los políticos: cargos en la administración pública, federal y estatal, y cargos de representación sindical. Es decir, cursos de acción típicos los candidatos de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, CNOP; o de los sectores obrero y campesino del PRI (sobre esto, ver Pacheco y Reyes del Campillo (1987; 1989) y Joy Lansgton (1995 y 1998).
*Así queda claro que su hipótesis sobre el desarrollo de carreras progresivas como única alternativa a la no re-elección carece de sustento. Nacif trata, es cierto, de encontrar indicaciones de que, al menos parcialmente, existe un curso ideal de carrera progresiva que orienta la ambición de los políticos, pero no puede comprobarlo.
Podemos resumir. Nacif ofrece un mosaico variopinto de información que da una imagen interesante de los tipos de carreras que surgieron como resultado de la cláusula de no re-elección y, en particular, aunque no lo dice, del tipo de sistema de partidos que se estableció en el país. Hay algunos datos relevantes que destacar.
*En primer lugar: el hecho de que la mayoría absoluta de los diputados de las legislatura estudiadas carecía de experiencia previa en el desempeño de cargos de elección popular. En esta conexión, tiene sentido su afirmación de que el partido –más precisamente, un grupo compuesto por algunos altos dirigentes y secretarios de Estado y el mismo Presidente de la República- tuvo un papel decisivo en las nominaciones de candidatos a cargos electivos (ver también Langston, 2002). Estos datos llevan a pensar que en el sistema de partido hegemónico, la asignación de los puestos de la Cámara de Diputados era un importante medio para manejar las ambiciones de los políticos con aspiraciones de hacer carrera, en un contexto en que la demanda rebasaba a la oferta de puestos. Siguiendo esta interpretación, la pugna por los puestos probablemente se acompañaba por una especie de hecatombe política recurrente, que desplazaba fuera de la arena política a una gran cantidad de aspirantes que no conseguían la nominación. Es posible que buena parte de esas personas buscaran puestos en la administración, esperando mejores oportunidades futuras.
*Segundo: ya dijimos que el autor no puede probar que el único curso de acción disponible después de la cláusula de no re-elección fuese seguir carreras políticas de elección popular de tipo “progresivo”. Pero además, los datos que maneja también muestran que había otros tipos importantes de carreras, comprendidas en lo que Nacif llamó “patronazgo oficial” y que sólo menciona, pero no describe. Ellas incluían participación en camarillas políticas que desempeñaban cargos importantes y controlaban el acceso a puestos político-administrativos en la administración federal (Langston, 1998; 2002). Pero también, en administraciones estatales y en las organizaciones sectoriales del PRI, encargadas del manejo de las clientelas políticas. Es muy posible que si entonces Nacif hubiese contado con los datos adecuados, hubiese encontrado un buen número de carreras mixtas, resultado del comportamiento de políticos que buscaban desempeñar cualquier tipo de puestos que pudiese favorecer su permanencia y eventual ascenso en la vida política.
3. Multipartidismo y carreras políticas de los diputados federales
Corresponde ahora echar una mirada a los tipos de carreras políticas que se asocian con el establecimiento de un sistema multipartidista en el país. Para ello, usaremos algunos datos sobre las carreras políticas de los políticos elegidos como diputados de la LXI Legislatura federal mexicana (años 2009-2012)9. Comenzamos precisando qué entendemos por carreras políticas. Dejamos de lado el significado estrecho a que implícitamente lo redujo Nacif, para pensarlo de manera más amplia e inclusiva.
Desde nuestra perspectiva, “carrera política”, en sentido amplio, refiere al resultado de la dedicación continuada de algunas personas a las actividades políticas, es decir: a participar en el gobierno de una sociedad, en partidos o en otras organizaciones políticas (como movimientos políticos, grupos de presión o similares), orientadas a intervenir en las deliberaciones acerca de los problemas que enfrenta la sociedad, en los distintos niveles de decisión involucrados (local, nacional, federal); y a participar tanto en las decisiones relativas a la solución de esos problemas, como en las instancias establecidas para la aplicación de las leyes pertinentes y su ejecución (Navarro y Cuéllar, 2014). En consecuencia, desde un punto de vista operacional, en un sistema de gobierno representativo, una carrera política normalmente se expresará en el desempeño continuo de una serie de cargos: (i) en partidos y en otras organizaciones políticas, sectoriales y laborales; (ii) en puestos de representación o de elección popular y (iii) en puestos de tipo administrativo, en distintas agencias ejecutivas de niveles local, estatal y federal.
Dos advertencias en relación con el uso del concepto. Primero, hablamos de “carreras políticas” (más precisamente, de “tipos de carreras políticas”) en lugar del concepto, más exigente, de “trayectorias políticas” (Navarro y Cuéllar, 2014). Esto se debe a que las fuentes que usamos carecen de la precisión que sería necesaria para hablar de trayectorias, en sentido propio. Por la misma razón, decidimos no incluir la participación de los diputados en la vida económica y social. Nos centramos en tres clases de actividades, vinculadas con el desempeño (i) de cargos de partido; (ii) de puestos administrativos o político-administrativos en agencias del poder ejecutivo; y (iii) de cargos de elección popular.
Por razones de espacio, en lo que sigue nos enfocaremos en dos temas: primero, en la experiencia política previa en cargos de elección popular de los diputados de la legislatura 2009-2012. Segundo, en la presentación de los nuevos tipos de carreras políticas, que tienden a combinar varias clases de actividades, y no a realizar sólo una sola de ellas. Aquí la idea es destacar el papel preponderante que, en una república federal, pueden tener los puestos de gobierno para conformar tipos de carreras incluyentes, incluso en un sistema multipartidista.
1. Experiencia política previa en cargos de elección popular
En su trabajo sobre los diputados de los años 80, Nacif destacó su baja tasa de re-elección, el bajo porcentaje de quienes habían tenido cargos de elección popular antes de ser diputados y su reducida experiencia legislativa. En virtud de esto, él sugirió que en una supuesta escala de prestigio de los cargos de elección popular, el de diputado federal era de status bajo o medio, y que posiblemente servía como instrumento para incorporar a los interesados en la política a una carrera que en principio se orientaría al ascenso en la jerarquía.
Cuadro 1: Cámara de Diputados, 2009-2012.
Cargos de elección popular previos: re-elección, tipos de cargos y alcance
Variables
Cargos de elección popular desempeñados
¿Desempeñó antes algún cargo de elección popular?
Frecuencias
Porcentajes
Si
No
Total
316
184
500
63.2%
36.8%
100.0%
Número de tipos de cargos electivos desempeñados antes**
Frecuencias
Porcentajes
1
2
3
4
Total
174
120
20
2
316*
55.1%
38.0%
6.3%
0.6%
100.0%
¿Desempeñó antes el cargo de Diputado Federal?
Frecuencias
Porcentajes
Si
No
Total
117
383
500
23.4%
76.6%
100.0%
Alcance de la carrera político-electoral***
Frecuencias
Porcentajes
Local
Federal
Mixta
Total
194
48
74
316*
61.4%
15.2%
23.4%
100.0%
*Incluye sólo a quienes antes habían desempeñado un cargo de elección popular;
**Son tipos de cargos y no número de cargos ni de veces que los ocupó;
***Carreras (1) de alcance local: incluyen niveles municipal y estatal; (2) federal: diputados y senadores; (3) mixto: alguna combinación de 1 y 2
Archivo de datos sobre carreras políticas, diputados federales. Área de Política, Depto. de Sociología, UAM Azcapotzalco
Estas hipótesis suponen que de hecho existía una cierta jerarquía de los puestos “(estructura de oportunidades”); que había un camino más o menos ordenado para escalarla y que la cúpula del partido hegemónico (único que importa) tenía completo control de las candidaturas y del desempeño de los cargos (Nacif, 2002). Frente a esto, cabe preguntarse si con el sistema multipartidista ha habido cambios y en caso positivo, de qué tipo y envergadura. El Cuadro 1, nos da una idea de la situación característica de la situación actual10.
Hay fuertes diferencias entre los rasgos que presenta la muestra de Nacif y los datos de la LXI legislatura federal. Mientras que en la primera la mayoría carecía de experiencia en cargos previos de elección y de diputados que hubieran ocupado cargos electivos de “nivel superior”, debiendo abastecerse básicamente de ex-diputados estatales y de ex-representantes municipales, entre los diputados de la legislatura de 2009-2012, la mayoría había desempeñados cargos de elección popular (63%). De estos, además, aunque la mayoría había desempeñado cargos de nivel local (municipal o estatal), una buena parte -el resto (37%)- había tenido cargos federales solos o en combinación con cargos locales (o sea, mixtos).
Asimismo, poco menos de la mitad de los diputados había tenido al menos dos puestos previos de elección y algo menos de la cuarta parte, se habían re-elegidos como diputados federales. Se trata, pues, de cambios importantes, que muestran procesos simultáneos de vinculación con los ámbitos locales a la vez que federales. Ello, además, en ambientes de grados variables de competitividad en los procesos electorales, inexistentes durante el dominio del partido hegemónico.
2. Las carreras políticas en un sistema multipartidista
Echemos ahora una mirada a los tipos de carreras que identificamos entre los diputados de la LXI Legislatura federal. ¿Hay algún tipo de carreras que predomine?; ¿Tiene alguna importancia el curso de acción “progresivo” que Nacif supuso que surgiría luego de la cláusula de no re-elección consecutiva?; ¿Qué tan importantes son las carreras orientadas al desempeño de cargos públicos y las orientadas al desempeño de cargos de elección popular?
El Cuadro 2 da información sobre los tipos de carreras políticas que desempeñaron los diputados antes de su incorporación a la LXI legislatura federal11. En el panel superior consignamos por separado el número de diputados que antes habían desempeñados cargos en el gobierno, cargos en su partido y cargos de elección popular. En todos los casos la base del cálculo es 500, es decir, el total de diputados. Podemos ver que más de 70% de los diputados tuvieron algún cargo en la administración pública, y que porcentajes superiores al 60%, habían ocupado cargos en su partido y/o tenido puestos de elección. Incursionar en estos tipos de carreras da pues, desde el comienzo, una imagen completamente diferente de las carreras políticas que hay cuando sólo se toma en cuenta a las que se basan en cargos electivos.
El panel inferior del Cuadro 2 presenta el índice de tipos de cargos políticos desempeñados por los diputados. Este índice resume la información sobre los tipos de carreras, tomando en cuenta todas las dimensiones que presentamos por separado en el panel superior. Su rango va de “0” a “3”. Cero significa que se carecía de carrera previa, y tres, que se desempeñaron cargos de todos los tipos. En los demás casos se sabe qué número de tipos de cargos se tuvo, pero no cuáles.
Cuadro 2: Cámara de Diputados, 2009 - 2012
Dimensiones de las carreras políticas de los diputados de la XLI legislatura federal
Variables (solo se anotan las respuestas positivas)
Respuestas positivas
Frecuencias
Porcentajes*
Ocupó cargos en el gobierno**
Ocupó cargos en el partido
Ocupó cargos de elección popular***
362
323
316
72.4%
64.6%
63.2%
Índice de tipos de cargos políticos
0
1
2
3
Total
63
81
148
208
500
12.6%
16.2%
29.6%
41.6%
100.0%
*Los porcentajes corresponden a los casos positivos en los ítems considerados. El universo en todos los casos es de 500 diputados; **Cargos en dependencias del poder ejecutivo (niveles estatal y/o federal); ***Cargos de representación popular (niveles municipal, estatal, y/o federal)
Ahora bien, vemos que 13% de los diputados carecían de carrera política, y que 16% sólo habían desempeñado un solo tipo de cargo, aunque sin precisar de qué clase. En conjunto, estos dos grupos sumaban 29% de los diputados. Un porcentaje similar (29.6%) había tenido dos tipos de puestos, mientras que el resto, casi 42% de los diputados, habían ocupado puestos de las tres dimensiones incluidas en el índice. Este último grupo –que tenía una carrera política previa que podemos llamar “incluyente”— se componía de personas que combinaban el desempeño de puestos en el gobierno y en el partido, con cargos de elección popular. La imagen que aquí surge es no sólo distinta de la vaga descripción que Nacif ofreció de los tipos de carreras no electivas de los años 80, sino también de la que surge hoy, cuando se aísla los cargos electivos de los demás tipos.
Estos datos también nos señalan algunos de los efectos de la cláusula de no re-elección consecutiva: ya que, en general, para cada aspirante hay muy pocos puestos de elección popular a los que puede aspirar y cuyo acceso, además, en principio no puede controlar (porque dependen del volumen de la demanda, de las decisiones de los altos dirigentes del partido y de la red de relaciones que tenga el aspirante), en general, ellos se ven obligados a buscar alternativas de ocupación que les mantengan en el juego, aunque sea en tipos de actividades que no son de elección popular.
Veamos ahora qué tipos de cargos o de combinaciones particulares de ellos, podemos identificar en las carreras actuales (Cuadro 3).
(i) Entre quienes habían desempeñado un solo tipo de cargo, el mayor porcentaje correspondía a los que tenían experiencia previa en la administración pública (de cualquier nivel): casi 10%. Por el contrario, muy pocos de los diputados se habían desempeñado como funcionarios de su partido o como representantes populares solamente (3.8% y 2.8% de los casos, respectivamente). Este dato es suficiente para mostrar la irrelevancia de la clase de trayectoria que Nacif supuso que predominaría con la cláusula de no re-elección.
(ii) El grupo de diputados que había desarrollado actividades en dos de los tres ámbitos que consideramos era más numeroso y más experimentado que el anterior (en total, 29.6% de los diputados). En la mayoría de los casos, los diputados de este grupo habían combinado tareas en la administración pública con responsabilidades en su partido o con el desempeño de algún cargo de representación popular: en conjunto, ellos sumaban algo más de 21% del total. El resto, es decir, los diputados que habían combinado cargos de representación popular con tareas en el partido, eran poco más de 8%.
Cuadro 3: Cámara de Diputados, 2009 – 2012.
Tipos de carreras políticas en el actual sistema multipartidista
Dimensiones
(contenido)
Frecuencias
Porcentajes por dimens.
Porcentajes sobre el total
Sin cargos previos
63
12.6%
100%
(12.6%)
Una dimensión. Sólo
-cargos de gobierno
-cargos de partido
-cargos de elección
Total
48
19
14
81
59.3%
23.5%
17.3%
100.0%
9.6%
3.8%
2.8%
(16.2%)
Dos dimensiones
-cargos de gob. y partido
-cargos de gob. y elección
-cargos partido y elección
Total
54
52
42
148
36.5%
35.1%
28.4%
100.0%
10.8%
10.4%
8.4%
(29.6%)
Tres dimensiones
-gob.- partido – elección
208
100.0%
(41.6%)
Total
500
100%
(iii) El grupo numéricamente más importante era el de diputados cuyas carreras previas incluían los tres tipos de cargos considerados (carreras incluyentes): 41.6% del total.
Visto desde una perspectiva más general, lo anterior nos señala la enorme importancia que tenían los puestos de gobierno en la carrera política de los diputados de la LXI legislatura federal. Si se suma todos los tipos de carreras en que aparecen cargos de gobierno, se tiene del 70% de los diputados. Ahora, el punto aquí es qué tipo de carreras predominan en los partidos del sistema actual. El Cuadro 4 nos presenta la información resumida.
Como era de esperarse dada la historia previa, había una notoria diferencia entre el PRI y los demás partidos. Poco más de la mitad de los diputados del PRI (52%) tenía una variada experiencia política –es decir, que tenían carreras políticas incluyentes. Un segundo contingente (27%) tenía bastante experiencia: dos tipos de cargos políticos previos. Ambas categorías sumaban más de tres cuartas partes de los diputados de este partido (ver la última línea del Cuadro 4). Los que tenían poca experiencia eran solo 12% del total, y los que carecían de carrera previa, menos de 10%.
El perfil del PAN tenía cierto parecido con el del PRI. También el PAN disponía de un importante contingente de políticos experimentados (39%) a la vez que un porcentaje bajo de diputados que carecían de carrera política (10%). La diferencia radicaba en el peso de los contingente de mediana experiencia (casi un tercio de sus diputados). La suma de estos con los que tenían carreras políticas incluyentes, supera el 70% (ver la última línea del Cuadro 4).
Los diputados sin carrera política previa del PRD eran 16%, y los que tenían poca experiencia, 19% -en total, 35%. Un tercio de los diputados tenían experiencia media (dos tipos de cargo) y un porcentaje similar contaba con amplia experiencia política previa (casi 32%). En suma, 65% tenía bastante experiencia previa. En el PRD no había un segmento o grupo de diputados que por su número se distinguiera notoriamente de los demás.
Cuadro 4: Cámara de Diputados, 2009 - 2012
Índice de tipos de cargos previos, por partidos políticos
Índice de tipos de cargos políticos
Partidos políticos
PRI
(242)
PAN
(142)
PRD
(63)
Otros
(53)
Total
(500)
0
9.1%
9.9%
15.9%
32.1%
12.6%
1
12.4%
19.0%
19.0%
22.6%
16.2%
2
26.9%
31.7%
33.3%
32.1%
29.6%
3
51.7%
39.4%
31.7%
13.2%
41.6%
Total
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
Suma de 2 + 3
78.6%
71.3%
65.0%
43.3%
71.2%
En este trabajo reunimos a los pequeños partidos en un solo grupo (“Otros”). Su persistencia política depende básicamente del principio de representación proporcional y del financiamiento estatal. En general, tienen porcentajes bajos de votos, lo que tiende a configurarles una situación estructuralmente semejante: su subsistencia depende de que en cada elección obtengan el mínimo exigido por la ley. Esto da lugar a estrategias que tienen incidencia en los tipos de carreras políticas que se les asocian. En relación con esto, lo que primero llama la atención es su alto porcentaje de diputados sin carrera política previa (32.1%), o con escasa experiencia política (22.6%), a la vez que el pequeño número con carreras políticas incluyentes (13%).
Una mirada a los currícula de estos diputados y en especial, de los que no tenían carreras políticas previas, muestra una variedad de tipos y de mundos sociales que no encontramos en el caso de los partidos más grandes. En efecto: (i) un sector no despreciable (aunque no numéricamente bien identificado en nuestros datos) de estos diputados carecían de una carrera política formal, pero tenía antecedentes como líderes y lideresas de organizaciones populares de base. (ii) Otro segmento provenía de los mundos del deporte y de los espectáculos, atraídos por la política. El capital político de artistas y deportistas era su prestigio, que podía atraer votos. (iii) Además, en el otro extremo, había una pequeña minoría de diputados de amplia experiencia, que se habían formado y hecho su carrera en otros partidos y que en algún momento, habían buscado vías alternas para lograr su promoción política (vulgarmente conocidos como “chapulines”). Para estos empresarios políticos, los pequeños partidos son una válvula de escape de antiguas afiliaciones o bien, una oportunidad de probar suerte en otros lugares.
4. Para terminar
En este trabajo hemos presentado y examinado la propuesta de Benito Nacif, sobre el papel de la cláusula de no re-elección sobre las opciones de carrera política abiertas a los diputados y, hemos seguida la pista que este autor sugirió al referirse al papel emergente de los puestos de patronazgo, como mecanismo que habría desviado las tendencias esperadas derivadas de la prohibición de re-elección. Esto nos llevó a echar una mirada sobre los tipos de cursos políticos que se asociaron con el sistema de partido hegemónico y en particular, con la organización corporativista que asumió el PRI, es decir, el eje y centro de dicho sistema. Asimismo, nos permitió explorar algunos de los rasgos particulares del actual sistema multipartidista, que se pueden relacionar con los tipos de carreras políticas predominantes.
Un primer punto se vincula con la tesis que expusiera Benito Nacif, sobre el tipo de carreras políticas que se desarrollaría con la prohibición de la re-elección consecutiva. Aunque no tuvo datos que le permitieran saber si y en qué medida, la prohibición habría dado impulso al desarrollo de la ambición progresiva y facilitado en consecuencia, el surgimiento de carreras ascendentes, pudo tomar nota de algunas de las novedades que estaban surgiendo. Una, era la manera cómo la organización corporativa del PRI canalizaba y encauzaba las aspiraciones políticas dentro del esquema de los sectores, sujetando a los aspirantes al mecanismo de asignación de candidaturas, monitoreado por la cúpula del partido, incluyendo el Presidente de la República. Otra, era la fuerza que fueron adquiriendo, sin regulación, los sistemas de clientelas y de camarillas que usaron su control de los puestos públicos, para dar curso a las ambiciones políticas trabadas por la cláusula de no re-elección. En estos procesos, todo quedaba dentro del PRI. Los otros partidos del sistema desaparecían como actores relevantes en relación con el estudio de estos temas.
Es interesante ver que, en el actual sistema multipartidista, parece haber aumentado la valoración de la Cámara de Diputados y de los diputados de la nación. Por otro lado, ni han prosperado los tipos de carreras políticas progresivas pronosticadas por Nacif, ni han desaparecido las fuerzas derivadas del control de los cargos públicos, no sólo federales, sino últimamente, también estatales identificadas por varios autores (Pacheco, Langston y en especial, Hernández, 2003). Lo interesante del caso es la manera en que se imbrican distintos tipos de cursos de acción, en la mayoría de los casos subordinándose al dominio del componente burocrático administrativo. Queda en claro también, que la forma típica o dominante de una carrera política eficiente, combina el desempeño de actividades y cargos de todas las dimensiones consideradas: puestos ejecutivos, electivos y de partido. Se puede sostener que este ha sido hasta ahora el resultado de la cláusula de no re-elección, operando en un sistema federal orientado a la democratización y a la descentralización. También hay indicios de que estas combinaciones en algunos casos parecen adquirir no una forma progresiva, sino cíclica, que se caracterizaría por la ocupación recurrente de series de cargos de valencia similar (por ejemplo: “diputado”, “senador”, “diputado”, “otro”). La cuestión es qué puede suceder ahora que vuelva la re-elección inmediata.
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NOTAS
1 Algunos investigadores han elaborado bases de datos que incluyen información sobre los políticos del PRI y del PAN; e incluso han presentado análisis sobre algunos aspectos de los cambios en los tipos de carreras políticas de los representantes de esos partidos (ver, en particular, Pacheco y Reyes del Campillo, 1987; Pacheco, 1989; Langston, 2008; Langston y Aparicio, 2008). Pero siguen faltando trabajos hechos desde perspectivas comparativas amplias sobre el tema.
2 Nacif destaca que el CEN también habría usado su control de la designación de las candidaturas para co-optar a políticos de otros partidos. Esto debilitaba la situación de los partidos de oposición, que debido a sus escasas probabilidades de competir exitosamente contra el PNR, carecían de recursos suficientes para evitar la migración de sus miembros más activos a ese partido. Según esto, el conjunto de medidas mencionadas habría tenido también el efecto agregado de reforzar las tendencias al surgimiento de un sistema de partidos centralizado y altamente estratificado.
3 El predominio de las carreras políticas “estacionarias” suele asociarse con la teoría de la ventaja del ocupante (incumbent). En breve, esta plantea que una vez que se ha hecho una campaña por un puesto y se lo ha ganado, se tiene ventajas sobre cualquier oponente o candidato con el cual se compita por el mismo puesto en el período inmediato siguiente. Quien ocupa el puesto tiene la experiencia de su campaña previa y además la de su desempeño. Eventualmente, puede tener la ventaja adicional de estar todavía ocupando el cargo al iniciarse la campaña electoral. Esto significa disponer de un capital político favorable que aumenta sus probabilidades de éxito al competir con novatos. Esto explicaría por qué alrededor de 90% de los congresistas norteamericanos en el período estudiado por Schlesinger se habían presentado exitosamente a la reelección por dos veces o más.
4 Es claro que Nacif no parecía considerar como propiamente “políticos”, los cursos de acción centrados en el desempeño de cargos administrativos de gobierno; ni de puestos en el seno de los partidos; ni, por último, de alguna combinación de cargos no electivos diferentes, aunque normalmente considerados políticos (sobre esto ver Navarro y Cuéllar, 2014).
5 Botero (2011) ha criticado la fuerte tendencia de los analistas latinoamericanos a dar por sentado, sin más, que el modelo “canónico” de carrera política que caracteriza las trayectorias de los diputados federales norteamericanos es de aplicación universal. La crítica se aplica también a Nacif.
6 Aunque el trabajo que mencionamos a continuación trata otros aspectos, en particular vinculados con la estructura de las oportunidades de cargos electivos en México, aquí sólo nos referiremos a su análisis de los efectos de la cláusula de no re-elección sobre las carreras políticas.
7 Si se toma cada tipo específico de cargo por separado, el orden es el siguiente: ex-diputados federales, seguidos por los que habían sido diputados estatales, regidores y finalmente, presidentes municipales. Una nota de precaución: los porcentajes de este cuadro no corresponden a los datos numéricos que supuestamente son su base. En efecto, suman 56.8% de la muestra. Pero este no es el porcentaje de políticos que, según el cuadro 7, antes habían desempeñado algún cargo de elección popular, sino el de quienes nunca antes habían tenido cargos de esa clases. Debe señalarse que en sus cuadros, Nacif suele usar sólo porcentajes, sin indicar las bases numéricas reales de cada columna o fila. Debido al pequeño tamaño de la muestra y al excesivo número de casillas, esta forma de presentar los datos tiende a generar un efecto de distorsión de los resultados. Y en algunos cuadros no siempre los porcentajes suman 100%, sin que el autor de explicación alguna de ello.
8 Al final, Nacif (1997-b: 27) primero dice que “la rotación de puestos en todos los niveles de gobierno ha inhibido la formación de una clase profesional de políticos especializados en capturar oportunidades de cargos electivos”, para luego afirmar que “el sistema de patronazgo y la institución de no reelección consecutiva han dado lugar a la existencia de una burocracia políticamente ambiciosa, que regularmente logra promoverse desde posiciones de la administración, a puestos obtenidos mediante elecciones” (Nacif, 1997-b: 28). Estas afirmaciones parecen contradictorias. Pero este juicio supondría aceptar un concepto de carrera política distinto del que tenía Nacif, que se inclinaba a usarlo para referirse sólo a las carreras basadas en cargos de elección popular.
9 Usamos la información que la Cámara de Diputados pone a disposición del público en su sitio de internet. Ella básicamente versa sobre los estudios realizados y los cargos ocupados por los diputados a lo largo de su vida política. No contiene datos sobre sus aspectos personales y sociales; y la información es poco precisa tratándose de las fechas de inicio y término de los cargos y del número de veces que los ocuparon. Para mayor información, ver el anexo de Navarro y Cuéllar (2014).
10 En esta sección nos referimos a los diputados que antes habían desempeñado algún cargo de elección popular, sin tomar en cuenta si, además, también habían ocupado algún otro tipo de cargos.
11 Recordemos que se trata de tipos de cargos y no de listados de cargos específicos. Esto significa que en el caso de los cargos de gobierno, por ejemplo, la categoría incluye todos los niveles, desde el municipal hasta el federal, sin especificar de cuáles en particular se trata.
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