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Marzo 2016

Optimismo moderado o pesimismo no catastrófico


Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont

La economía internacional se ha transformado desde la crisis del 2008 y sus consecuencias han derivado en la imposibilidad de sostener una tasa de crecimiento acorde con la media histórica.

Esta nueva tendencia de la dinámica mundial, con expectativas de crecimiento extremadamente débiles y una gran incertidumbre sobre la estabilidad, nos invita a conjeturar respuestas a la siguiente pregunta ¿qué tan negativo será el proceso de esta nueva economía y cómo quedará, de vistas al futuro, las posibilidades de afianzar un crecimiento de nuestro país?

Muchos pretenden, desde hace tiempo, implantar algún tipo de mirada esperanzadora sobre los años venideros. Son los infaustos relatores del establishment, que comparten una mirada teñida de optimismo moderado (economía en dos velocidades, múltiples pistas, etc.), tendientes a mantener con forceps las expectativas positivas sobre un sistema mundial, de austeridad y ganancias financieras. Otros se inclinarían por un pesimismo no catastrófico, más acorde a los datos de la realidad, como veremos a continuación.

El mundo tuvo una tasa promedio de crecimiento del PBI desde 1960 al 2015 del orden del 3.5%, pero a partir de 1990 la tasa comenzó a declinar marcadamente, acercándose al 2.8% a principios de siglo XXI. Su último gran periodo de expansión fue entre 2003 y 2007, con una tasa del 3.7% que cayó al 1.9% entre 2.008 y 2.015.

Esta tendencia fue en general más aguda en los países del sur de Europa, tanto que la propia UE no pudo aislarse de la catástrofe que impulsó su austeridad, pasando de un PBI medio desde 1960 a la actualidad del 2.7%, con un crecimiento casi nulo entre 2008-2015 (0.17%). Los países ricos, los que forman parte de la OCDE (Organización para Cooperación y el Desarrollo) tampoco sortearon la tendencia ya que su tasa promedio de crecimiento de 3.1% desde el 1960 se convirtió en un ilusorio 0.8% para el periodo 2008-2015.

Por su parte, las economías emergentes, que habían balanceado la ecuación cuando los motores del crecimiento, perdieron el norte a partir del 2008, y están comenzando a caer y dejar de traccionar lo que el G-7 no puede remontar.

Los BRIC, que crecían a una tasa promedio del 8% entre 2003–2007, pasaron a la mitad, con grandes problemas de algunos de sus miembros, como Brasil y Rusia en periodos de recesión y China en una desaceleración por sustitución del modelo, tendiente a consolidar el consumo interno por la magra demanda internacional de sus productos. Sólo India mantuvo las altas tasa de crecimiento.

Esta realidad afecta a América Latina y Sud América, que también han comenzado a dar señales de agotamiento, sobre todo por el retroceso del precio de los commodities. Japón, por su parte, no pude desbaratar su anemia y EE.UU., la gran locomotora, ha crecido a una tasa promedio del 1.1% desde el 2008.

Para tener una idea de la falta de crecimiento mundial, los cinco países que más crecieron en el los cuatro últimos años fueron los siguientes: Papúa Nueva Guinea (8.7%), Etiopía (9.6%), Turkmenistán (9.7%), Myamar (8.4%) y la República Democrática del Congo (8.7%), naciones cuyo aporte al PBI mundial es prácticamente nulo.

En consonancia con los aumentos del PBI, el comercio transita por un estado de languidez alarmante. El promedio de crecimiento del comercio para el periodo 2012-2014 se limitó a una tasa del 2.4%, el ritmo más lento que se tenga constancia en periodo de expansión comercial.

Varios factores contribuyeron a esta debilidad. Desde la desaceleración del PBI de las economías emergentes, la desigual recuperación de las economías desarrolladas, la revaluación del dólar frente a la cesta de monedas, así como la importante caída de los precios de los commodities, que afectaron a los países exportadores de productos básicos y desalentó sus importaciones.

Lo más llamativo de la caída de los precio de los commodities es la del petróleo. Su precio está rodeado de un alo de especulación que anula cualquier supuesto papel del mercado; no obstante, algunos obstinados ortodoxos se ven obligados a adicionan a la teoría del casino el desplome del precio por aumento de la oferta acompañado de una contracción de la demanda. El producto resultante es una anómala hipótesis de mercado ampliado, que comprende oferta, demanda y especulación. Y hay quienes, además, le avecinan los conflictos geopolíticos como los de Siria, Ucrania, entre otros.

Sin embargo, esta caída de los precios internacionales de materias primas en general, esenciales para la economía productiva mundial, si bien afecta considerablemente el ingreso externo de países exportadores, resulta un dato positivo para el crecimiento, dado que reduce el costo de producción y puede hacer crecer la tasa de rentabilidad de la inversión productiva; es decir, mejorar la expectativa de ganancias; sin embargo, el entono global no les da ese margen y la caída mundial sigue su curso.

La reciente política monetaria de EE.UU. tampoco produjo efectos notables en el crecimiento. Atentando contra su propia ideología, George W. Bush llevó a cabo la intervención más grande de rescate de país capitalista alguno, al insertar U$S 2.4 billones para salvar a los bancos, estimular la inversión, el consumo y empleo. El alto costo pagado por los contribuyentes americano derivó en tasa de interés de cero casi durante una década.

Las nuevas tasas, del 0.25%, durarán el tiempo necesario para que los agentes económicos se adapten a un modelo de dólar alto, producto magro y una frente asiático con menor crecimiento. Históricamente, los periodos de dólar alto son relacionados con commodities de valores bajos, que generan fuertes dificultades a los países exportadores y en particular a nuestro país.

Hay algunos componentes que tendríamos que incorporar al análisis, como son la caída estrepitosa del PBI de Brasil, socio principal de las exportaciones argentinas, unido a la UE y China. Casi todos los destinos de exportación están pasando por momentos de contracción. Si a esto le añadimos una tasa de interés cada vez más alta, por modificaciones mundiales, y porque los acreedores identifican debilidad y necesidades poco claras de endeudamiento, la tasa será aun más onerosa.

Con una fuerte devaluación nuestro país tuvo que exportar el 23% más cantidades de bienes en enero de este año para poder aumentar el 2% del valor de las exportaciones, con una caída de los precios del 17%. La economía mundial no muestra grandes perspectivas, ni siquiera EE.UU., único triunfador del juego de crisis-rescate-deudas y austeridad, se ve como un solvente expositor del crecimiento, y menos aún como locomotora mundial. Nuestro país parece tener, junto con el Mercosur, espesos nubarrones que sortear.

https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2016/03/11/optimismo-moderado-o-pesimismo-no-catastrofico/







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