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Febrero 2016

Infamia de la ultra izquierda al progresismo latinoamericano


Ilka Oliva Corado

Por culpa de Chávez y su necedad por revivir una Revolución Bolivariana que solo vivía en las nostalgias de los abuelos, en la burla de los traidores y en los cantos de trovadores nace una nueva revolución; oxigenada, con nuevos bríos, con incontables anhelos, que parecía imposible y estéril tomando en cuenta el incisivo ataque imperialista en el continente. Demasiado anhelo el de aquel hombre que como paria, de niño vendía dulces de arañas (dulces de papaya). Demasiada ilusión sabiéndose del neoliberalismo bien cimentado post dictaduras. La hazaña no se quedó en veremos, la hizo realidad y con esto se ganó el odio de la oligarquía internacional y el propio de Estados Unidos que, a pesar de sus intentos no pudo hacer nada para que ese rebelde no se le saliera del corral. De ahí pal real…

No se puede hablar del progresismo latinoamericano de las últimas décadas sin mencionar a Hugo Chávez pues ese niño arañero fue el propulsor de lo que es hoy en día la Revolución Chavista. Cualquier analfabeta político, desleal y pretensioso dirá que aquella revolución fue un embuste de otro ladrón -oligárquico- vestido de pueblo, pero la realidad es otra, no por gusto Estados Unidos cataloga a Venezuela como peligro para su política (ambición) tan así que Obama firmó esa famosa Orden Ejecutiva, adelantando el camino para una posible invasión militar.

De aquella entraña fecunda nacieron los gobiernos progresistas de la región como algo inverosímil, por su excelencia y por su amor a ese pueblo mancillado que otros vendieron al mejor postor. Son retoños que le apostaron a la integración desde la visión particular de la nueva era, alejada de la recalcitrante ultra izquierda altiva, fracasada (por su inconsecuencia política y su individualismo) y en mucho desertora que en su afán por desprestigiar a los gobiernos democráticos de Néstor, Cristina, Lula, Dilma, Lugo, Mujica, Evo, Correa (y en su tiempo Bachelet) se han puesto a merced de la derecha oligárquica y a los pies de Estados Unidos imperialista, pegando puñaladas por la espalda. No, si la derecha no necesita comprar detractores, ellos se llegan solos.

Y hay que poner las cosas en perspectiva, la ultra izquierda presenta candidatos en las elecciones y no logra pero ( ni el gol de la dignidad) ni espantarse las moscas. (Y podrán poner mil pretextos pero lo cierto es que la verdad duele). Hablando propiamente de Suramérica, cuando queda fuera de la contienda, con tal de derrocar a los gobiernos progresistas ha sido capaz de llamar al voto nulo, facilitándole con esto el paso al neoliberalismo en la región. ¿Se puede ser más traidor siendo de izquierda? Es decir: o ganamos nosotros o que se jodan todos, al final lo que menos le importa a esa ultra izquierda es el pueblo, cuando para los gobiernos democráticos ha sido el pueblo el motor, es el pueblo el que los respalda. Porque estos gobiernos han trabajado por la desigualdad, la pobreza y la miseria. Por supuesto que los gobiernos progresistas son populares, ¿qué otra cosa podrían ser?

Esa ultra izquierda tan patriarcal y conservadora como la ultra derecha (el colmo de los colmos) también es misógina y ejerce a la perfección la violencia de género desde un halo de intelectualidad política, hay que ver los ataques que ha hecho a lo largo de los años a Cristina, Dilma y Bachelet. Tomando como pretexto decisiones, forma de vestir, forma de hablar, apariencia física de las presidentas para atacarlas, invisibilizarlas y mancillarlas como mujeres. ¿Se puede ser más ruin en esta vida? ¿Qué tipo de izquierda es esa que supuestamente le apuesta a la igualdad social pero que está en contra de la equidad de género? Que supuestamente le apuesta a la inclusión pero que excluye todo aporte del género femenino si éste demuestra inteligencia, criterio propio, coraje y capacidad. ¿Qué esperamos nosotros de esta ultra izquierda que nos margina? ¿Cuál es la esperanza para un mundo equitativo en todos los sentidos? De la ultra izquierda jamás vendrá ese cambio.

Mucha responsabilidad tiene la ultra izquierda en ese retroceso latinoamericano porque no acepta ningún otro pensamiento que no sea lo recalcitrante que la nutre a ella. Hay que realizarse una auto evaluación, por el bien propio y del pueblo que tiene que ser razón de ser de esas luchas. Esa ultra izquierda donde militan muchos editores, periodistas, intelectuales, sociólogos, politólogos, personajes que tienen en sus manos la oportunidad de censurar todo pensamiento que no sea igual al de ellos. Y lo hacen, censuran con toda la cólera, con toda la envidia, con todo el desprecio a articulistas que defienden los logros del progresismo latinoamericano. Y ni qué decir si en ese texto se habla para bien de Cristina y Dilma, ahí viene la dosis extra de misoginia. Una de las luchas principales de toda persona con conciencia social debe ser la de la libertad de expresión. Pero si vamos censurando por ahí a quien no piensa como nosotros, la verdad es que no tenemos nada que envidiarle a la ultra derecha, es más remedos suyos somos y lo que es peor, desde una izquierda que dio a Latinoamérica muchos hijos honrados y un mar de mártires que sí fueron cabales.

Esa ultra izquierda rechaza y boicotea los logros del Mercosur, la Unasur, la Celac, de los Brics. Ni qué decir del Banco del Sur y del Consejo Suramericano de Defensa. ¿La razón? Porque son logros de los gobiernos progresistas. Tenemos que aceptar que no somos los dueños del mundo, que hay más vertientes, que hay distintas formas de pensar, y que mientras nos lleven hacia el mismo objetivo que es la liberación de los pueblos es nuestro deber humano formar parte de ese frente porque todos los aportes son necesarios.

Mientras los gobiernos progresistas hacen frente a toda hegemonía imperial estadounidense, la ultra izquierda coloca campos minados para buscar ganar terreno abatiendo a los únicos que en los últimos años han logrado frenar el avance del neoliberalismo en la región. Y vamos que ha sido una lucha contra corriente. Tenemos al Plan Cóndor sobrevolándonos a todas horas, tratando de reinstalarse por completo, nos llueven golpes blandos, guerras económicas con la ayuda de una mediatización mundial que hace de los medios de información la mejor herramienta para polarizar a las masas.

Y la ultra izquierda todavía viene con sus malas ganas a despotricar contra los que han puesto la cara por todos, no jodan.

Nos están dejando el continente en los puros huesos, han colocado bases militares en países que son ya colonias estadounidenses, veamos Argentina y el avance hacia una dictadura Macrista a un mes y días de instalado el nuevo gobierno, veamos a la derecha en la Asamblea Nacional en Venezuela, veamos la militarización que hizo Estados Unidos desde la frontera sur abarcando todo México, pasando por Guatemala y Honduras. Esa ultra izquierda que critica a Nicaragua pero no reconoce que a pesar de todo es el país más estable de la región. Vemos el ataque a Evo, a Correa, y la ultra izquierda ni se mosquea.

Esa ultra izquierda que se hace a un lado con el ataque imperial, que no utiliza los medios a su alcance para hacer frente a la invasión extranjera, que prefiere un nuevo Plan Cóndor a reconocer el avance de los gobiernos democráticos progresistas de Latinoamérica. Si el pueblo no necesita enemigos, ya los tiene y son quienes supuestamente lo defienden desde esa rancia ultra izquierda latinoamericana. Sean capaces de renacer, de podarse, de dejar ese pensamiento patriarcal e individualista y únanse a la defensa de la Patria Grande de una vez por todas. De lo contrario apártense y no estorben que aquí hay un pueblo y gobiernos progresistas que sí defienden esa Revolución Bolivariana que un niño arañero convirtió en la esperanza de los parias.

Nota: con esa ultra izquierda ejemplar, tan o más recalcitrante que la derecha, después se preguntan por qué triunfó la Operación Cóndor en Latinoamérica y sigue la invasión estadounidense en la región. Por supuesto, a excepción, nunca hay que generalizar.

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

30 de enero de 2016.

Estados Unidos.







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