ALGUNAS LECCIONES DE LAS DERROTAS ELECTORALES DE LA IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA
Fernando Dorado
Popayán, 21 de
diciembre de 2015
En forma sintética presento algunas de las lecciones que,
desde una perspectiva solidaria pero crítica, he elaborado con ocasión de las recientes
derrotas electorales que han sufrido los gobiernos de izquierda en Bogotá
(alcaldía), Argentina (presidencia) y Venezuela (parlamentarias). Además, algunas
de estas enseñanzas podrían servir para otros “procesos de cambio” que pasan
por dificultades como en Brasil y revisar diversas prácticas que en países como
Ecuador y Bolivia podrían convertirse en trabas para avanzar.
No sobra decir que valoramos los esfuerzos realizados por los
“gobiernos progresistas” para enfrentar las políticas antipopulares que impone
la globalización neoliberal, así como las acciones para redistribuir una parte de
los recursos canalizados por el Estado en el marco de una situación económica boyante
en ingresos obtenidos de la exportación de materias primas (petróleo y otras),
pero es claro que la caída de los precios de las commodities, ha sacado a relucir que la conquista de una verdadera autonomía
(política y económica) requiere nuevas acciones y un replanteamiento a fondo de
nuestras estrategias transformadoras.
Ésta presentación resumida de las “lecciones” exige la
elaboración de un documento más largo que intentaremos trabajar en el corto
plazo. Se trata de aportar al debate necesario para responder a los retos
inmediatos con base en una evaluación sana, propositiva y solidaria pero
sincera, franca y crítica, haciendo el esfuerzo por identificar los errores y las
limitaciones que se han cometido o que sufren los “procesos”, tratando de no
caer en las descalificaciones personales pero señalando sin temor lo que se
consideran desviaciones burocráticas y tendencias dañinas que aparecen
inevitablemente dentro de nuestras luchas.
Primera lección
Un verdadero partido o movimiento revolucionario no puede
pretender dirigir la revolución con las mismas personas que están al frente del
“Estado heredado”. Son funciones incompatibles. El equipo de gobierno
(ejecutivo, legislativo y otros) debe estar subordinado a una fuerte organización
política y sobre todo, más que todo, a un amplio movimiento democrático, que
debe ser autónomo y capaz de controlar y cambiar –si es del caso–, a los “gobernantes”
con la participación de toda la sociedad. Por eso en Colombia también estamos
fracasando: los parlamentarios, los alcaldes, los gobernadores de “izquierda”,
son a la vez, los “jefes” de los partidos o grupos.
Segunda lección
Hay que gobernar para el conjunto de la sociedad. Construir
fuerza ciudadana amplia, incluyente y participante con base en realizaciones y
soluciones concretas. Con ética y transparencia. Con sentido común, práctico y
pedagogía política basada en el hacer más que en el decir. Bajarle a lo épico y
al heroísmo individual. Las grandes transformaciones estructurales no parten
del “Estado heredado”, ni de una persona por más brillante que sea, solo podrán
hacerse con una sociedad organizada y movilizada. Mucha paciencia estratégica.
Tercera lección
Recuperar “lo público” y los “bienes comunes"” para la
sociedad requiere un poder más fuerte y consistente que el que otorgan los
votos. Los grandes capitalistas, poderosos constructores, monopolios de la
tierra, inmensos conglomerados de comerciantes y financieros, sus politiqueros
de oficio y medios de comunicación privados, no respetan ni su propia
democracia. Se necesita unificar y organizar a las grandes mayorías ciudadanas
y populares para poder derrotarlos, tanto en lo electoral como en la presión de
calle organizada y pacífica. Es una tarea titánica que requiere visión
estratégica, poco afán de figurar, nueva ética política y combinación creativa
de la gestión “desde arriba” (Estado heredado) con la organización “desde abajo”
(Nuevo Estado Comunitario y Colaborativo). Lo primero sin lo segundo lleva a la
cooptación burocrática y a la frustración; lo segundo sin lo primero lleva al
desgaste, aislamiento del conjunto de la sociedad y a la derrota.
Cuarta lección
El líder caudillista le hace un enorme daño a los procesos
de cambio. Acaba con el espíritu crítico. Así él no lo desee, siempre termina
rodeado de áulicos. Éstos se convierten en una barrera entre el líder y la
gente. Poco a poco el “caudillo” convertido en gobernante, termina aislado de
la realidad. Los áulicos convierten todo en intriga, envidia y burocracia
inepta. El líder caudillista anula a las personas y no permite el surgimiento
de otros liderazgos que lo cuestionen o le hagan sombra. El “caudillo” que no responde
a la disciplina de un partido, acaba con los procesos de organización social y
convierte a las organizaciones políticas en un nido de cortesanos. El líder
caudillista es dañino para los procesos de emancipación de los trabajadores y
los pueblos. El antídoto es la verdadera amistad, el pensamiento crítico, la
organización democrática y la permanente evaluación.
Quinta lección
A pesar de las buenas intenciones de los gobernantes podemos
afirmar que toda la política social y de lucha contra la pobreza impulsada por
los “gobiernos progresistas” ha sido de tipo asistencialista y paternalista. No
rompe con la matriz neoliberal y capitalista. Debemos diseñar planes y
programas que desarrollen una visión integral y compleja de la vida. La
formación para la vida, educación, salud, vivienda, recreación, apropiación del
territorio, labor creativa, relación con su entorno ambiental, servicios públicos,
proyectos productivos, deben ser repensados y trabajados con una visión
integral. La única forma de salir de la pobreza es con una verdadera
dignificación de la vida y del trabajo. Con subsidios asistencialistas y nuevos
clientelismos nunca construiremos una nueva sociedad.
Sexta lección
El socialismo no se puede “construir” desde el gobierno,
debe surgir desde el seno de la sociedad. Lo único que pueden hacer los
gobiernos democráticos, progresistas y de izquierda es crear –con paciencia–, condiciones
para que vayan apareciendo formas de Economía Colaborativa que superen a las
formas capitalistas de producción en eficiencia y rentabilidad económica,
social, cultural y ambiental, promoviendo nuevas prácticas de democracia
directa, deliberante y participativa, en el marco de una democracia
representativa controlada (cargos revocables, ningún privilegio, control
social).
Esas condiciones para desarrollar un verdadero nivel de
decisión participativa de las gentes requieren que los partidos y movimientos
políticos que impulsan los “procesos de cambio” no se hagan ilusiones con los “Estados
heredados”, comprendan que sólo llegan al gobierno y no al Poder, que para
construir una Nueva Hegemonía se necesita un trabajo de largo aliento, que
implicará triunfos y derrotas en el terreno electoral, y nuevas formas
organizativas que combinen creativamente el pensamiento crítico, la acción
política, el trabajo administrativo al interior del Estado Heredado, y la
construcción paralela de nuevos espacios de Poder popular y ciudadano.
Para poder avanzar en esta enorme tarea deberemos derrotar
dentro de nosotros mismos el paradigma que nos empuja a unas minorías a hacer
cosas a nombre de las mayorías, o sea, a actuar como “salvadores supremos”. La
base ideológica judeo-cristiana debe ser derrotada plenamente para poder
desarrollar capacidades creativas de nuevo tipo.
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