Elecciones parlamentarias en Venezuela:
Claves para entender las elecciones en Venezuela
y el dilema no resuelto en Argentina
Por Diego Tagarelli
¿Qué lectura podemos hacer tras la derrota del chavismo en las pasadas elecciones del domingo? Del mismo modo, ¿qué representa para la región esta victoria de la oposición venezolana inmediatamente después que las elecciones presidenciales en Argentina instalaran a Macri como el nuevo fenómeno ideológico de “cambio” orientado claramente a modificar el mapa político latinoamericano? Para responder estas preguntas debemos ofrecer una mirada distinta en aras de analizar estos sucesos electorales que, tanto en Venezuela como en Argentina, personifican una disyuntiva para toda la región.
La República Bolivariana de Venezuela, bajo el liderazgo de Hugo Chávez por más de 13 años, dejó de ser aquel país ignorado por todos para convertirse en el centro del nuevo viraje político en el siglo XXI. Su capacidad de construcción y conducción política, su liderazgo regional, decisivo para los nacientes movimientos políticos que asomarían en América Latina luego del desastre neoliberal, originó sin duda un fenómeno histórico de alcance simbólico y político. Las frecuentes victorias electorales que habían permitido al chavismo ganar en todas las contiendas obedecieron no sólo a las transformaciones estructurales que se tradujeron en mayor bienestar social de la población, sino en la capacidad de regenerar una revolución democrática, novedosa, de raíz bolivariana.
Las políticas de Estado hicieron que hoy Venezuela sea uno de los países con el nivel más bajo de desigualdad en la región. La pobreza se redujo del 70,8% (1999) al 18% (2015). Cerca de 20 millones de personas son beneficiadas por los programas sociales, llamados "Misiones". 2.5 millones de mayores fueron incorporadas al sistema jubilatorio. La UNESCO ha reconocido que el analfabetismo fue eliminado. El 85% de los niños asisten a la escuela. El país se ubica segundo en América Latina y quinto en el mundo con las mayores proporciones de estudiantes universitarios (1 de cada 3 venezolanos están inscritos en algún programa educativo). En 1998, había 18 médicos por cada 10.000 habitantes, en la actualidad hay 100. En los últimos 4 años se construyeron más de 800 mil viviendas a través de la Misión Vivienda Venezuela (record mundial). Venezuela tuvo 20 trimestres consecutivos de crecimiento durante el gobierno de Hugo Chávez.
Sin embargo, el panorama económico actual de Venezuela presenta adversidades objetivas para considerar. Al día siguiente de la muerte de Chávez, la oposición venezolana (en conjunto con Estados Unidos y el poder financiero-petrolero mundial) diseño una nueva estrategia para acabar con el proceso bolivariano. A pesar que los avances en materia social se mantienen, la guerra económica desatada en los últimos 3 años afectó los niveles de estabilidad sostenidos por años. La situación económica del país es sumamente grave. La inflación este año superó el 300%, la caída de los precios del petróleo fueron del 60%, a lo que se suma la caída del PIB (cerca del 4% en 2014), escasez de bienes y servicios, desabastecimiento de productos de consumo popular, incremento de precios en forma indiscriminada, largas colas para conseguir mercaderías, asedio a los bienes importados, etc. Las limitaciones del modelo económico venezolano, cuya dependencia histórica sobre la renta petrolera impiden generar un mercado interno e industrial relativamente autónomo a corto plazo, fueron factores claves que incidieron fuertemente para alentar un clima social conflictivo. Y evidentemente, la desaparición de Hugo Chávez, ayer y hoy, es un duro golpe moral al pueblo venezolano.
Considerando estos datos críticos y la persistente desestabilización incrementada por las corporaciones y círculos opositores, cabe preguntarnos: ¿Podemos reducir esta elección parlamentaria sin considerar el 42% de los electores que, ante este escenario económico desfavorable, sigue apoyando la revolución bolivariana? Mejor dicho: ¿Qué representa políticamente ese 42%?
Sería un error suponer que la región está atravesando el fin de ciclo de los procesos políticos populares, que los procesos transformadores fracasaron o que es inevitable el triunfo de la nueva coalición neoliberal en América Latina. Ese 42% de venezolanos, cerca de 6 millones, representa un bloque político popular muy consistente, no cautivado ni engañado por las espantosas operaciones mediáticas y, reiteramos, frente a un contexto de grave crisis económica. Como sabemos, en política, no sólo los números definen una correlación de fuerzas para determinar victorias o derrotas. De ningún modo la victoria de la oposición en Venezuela expresa un cambio político respaldado contundentemente por la sociedad. Y esto en la medida que no se ha expresado en las urnas para convalidar procesos de ajuste estructural o rechazar los logros del chavismo, sino para rectificar el rumbo del país que, reitero, fue apoyado en las urnas por 6 millones de venezolanos en el marco de una guerra económica brutal, sólo comparable a la crisis en Cuba durante el periodo especial o los momentos pre-golpistas en Chile a Salvador Allende.
Ahora bien, ¿cuáles son las diferencias que se nos presentan, desde un punto de vista social, político y económico, entre Venezuela y Argentina que hicieron peligrar sus proyectos nacionales? En primer lugar, el Kirchnerismo fue derrotado en un contexto económico radicalmente distinto al registrado en Venezuela, es decir, con niveles de crecimiento y estabilidad que ni siquiera los economistas neoliberales más acérrimos pueden desmentir. No ha existido en Argentina una guerra económica frontal que sea motivo directo de una derrota electoral. No hace falta ahondar sobre esta cuestión, los números y realidades hablan por sí mismo.
En segundo lugar, cierta dirigencia del PSUVE, al igual que otras direcciones en el seno del Estado, no lograron ser modificadas ante el llamado de las fuerzas chavistas de base, lo cual afectó su dinamismo con el pueblo. Pero la unidad del Polo Patriótico mantuvo una vocación frentista capaz de canalizar las fuerzas populares en una dirección in-divisible, sin grandes fisuras que hagan peligrar su unidad, lo cual, evidentemente, permite al chavismo condensar sus contradicciones dentro del movimiento nacional bolivariano para reimpulsar los espacios políticos conquistados y hacer frente a una ofensiva de la oposición (cuestión ésta que será motivo de disputa en los meses y años que vienen). Respecto a Argentina, en los últimos años, el riesgo de consolidar un espacio reducido dentro del FPV donde ciertos grupos establecen su hegemonía sobre el amplio movimiento nacional (paralizando al mismo tiempo la incorporación de otras corrientes y sectores políticos, incluso del propio peronismo), las defecciones internas que causaron un vacío en la candidatura de D. Scioli, el proceso de aburguesamiento de algunos sectores, traducen “en parte” una debilidad orgánica en la unidad del movimiento que fueron determinante, por ejemplo, en muchas provincias para la elección nacional.
En tercer lugar, la intensa participación estimulada desde espacios populares comunales en Venezuela merece otra lectura: el Censo Comunal 2013 permitió cuantificar en todo el país 40.035 Consejos Comunales, 1.450 Comunas Socialistas, 28.700 Movimientos Sociales, que suman 71.500 organizaciones sociales. Estas estructuras de poder popular edificadas territorialmente no ejercieron prácticas electorales autónomas, divisionistas, sino que contribuyeron a fortalecer una geometría de poder que difícilmente permita hablar de la desaparición del chavismo. Un tipo de empoderamiento directo que es sostenido desde las bases mismas del proyecto bolivariano a través de espacios de extracción e identidad popular que genuinamente han ido cimentando un nuevo ejercicio de poder. En última instancia, la participación y gradual conciencia política de las masas es central. Este empoderamiento de la sociedad venezolana no sólo se define por las medidas públicas o los marcos jurídicos de protección social, sino por el proceso inquebrantable de lucha político-cultural dados en todas las instancias, por la movilización permanente de masas y la transferencia de poder real ejercido directamente a través de este tejido de poder popular; es decir, por las células territoriales de organización encarnadas en los consejos comunales, sindicales y diversas formas comunales que, de ningún modo, se hallan subordinadas a las decisiones fragmentadas de organizaciones des-territorializadas.
La intensidad política de participación social en Argentina ha sido también muy importante. Pero las fracturas internas asfixiaron otras instancias populares de participación, limitando a su vez las posibilidades de construcción en espacios genuinamente populares -con real ejercicio de poder. Esas instancias quedaron segmentadas en determinadas organizaciones dentro del Kirchnerismo que ocuparon espacios políticos cada vez más relevantes. Por otro lado, la pelea con la dirigencia sindical no fue compensada con otros vínculos directos hacia una masa importante de trabajadores que permitiera una movilización activa en las calles cuando algunas ocasiones lo exigían; necesario como demostración de fuerzas que siempre desplegó el peronismo histórico (con los sectores obreros al frente) y que fue determinante, por ejemplo, en el enfrentamiento con las patronales agropecuarias en el 2008. Cuestión ésta que sí puede verificarse en Venezuela u otros países. Por el contrario, fueron sólo algunas organizaciones los capitalizadores excluyentes de las manifestaciones públicas, posicionadas como intermediarias inmediatas entre el pueblo y el liderazgo de la Presidenta.
Evidentemente, tanto en Venezuela como en Argentina, se impone la tarea de una revisión y rectificación de sus procesos, cada cual con sus realidades y coyunturas diversas. Pero de ningún modo podemos hablar de un derrumbe del chavismo, el peronismo o del resto de los movimientos progresistas en la región, sino más bien de un reflujo, retroceso, repliegue, que sólo el tiempo podrá adjudicar victorias o derrotas políticas efectivas. Dilemas que deberán analizarse a fondo para los tiempos que vienen. Ello dependerá de las luchas populares y de cómo una verdadera unidad sudamericana logra contrarrestar un nuevo orden internacional que el capitalismo salvaje ha desatado en el mundo.
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