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Octubre 2015

Juan Gallegos Soto



FÁBULA ONÍRICA



¡Increíble créalo o no! “El Sueño”, era un conocedor sabio y extraordinario

de la vida, más que consultar las cabañuelas percibía los cambios climáticos;

y no porque sus alucinaciones oníricas le hicieran visionario

de la realidad vivida día con  día y de todo el calendario.

Su percepción musculo esquelética, peri articular,  dérmica y extrasensorial,

Iba más allá de cualquier gitano.

No hablemos de cambios meteorológicos

cuyos sensores ultra perceptivos

eran cada una de sus coyunturas.

No había articulación musculo esquelética,

que Al unísono,

no se pusiera de acuerdo para predecir una llovizna,

chubasco, tormenta, nevada o un granizo.


Sabía bien quien se iba a casar, exiliar del pueblo;

a quien iban a abandonar, a  divorciar o morir en su municipio,

ranchería circunvecina, y más lejos.

Vivía más tiempos de sueño  que de vigilia,

caminaba poco, y soñaba, y cabalgaba más.


De allí el enigma del porque todo lo predecía y sabía,

dicen que las estrellas en la oscuridad de la noche

regían su destino y sabiduría;

y cada acertijo.

y  durante el día Venus de la tarde,

el sol y la luna vespertina

le daban infinitos consejos.

No fue uno, fueron muchos,

quienes aseguran cabalgaba por la noche, sin luz,

sin luna, con sol eclipsado, y los parpados, y ojos bien cerrados, como con candado.


El caballo, cuando él dormía, era capaz de ver lo que él no

Veía,

en el firmamento de estrellas tachonado.

Durante su fuga onírica, el caballo era el más iluminado. Le ayudaba

a descifrar algún acontecer que él no podía.


Fueron los años- días y noches- desde su nacimiento

a su muerte quienes le vieron cabalgar

como sombra  incierta, de centauro,

y siempre llegar sano y salvo

a lugar cierto.

Cuentan, quienes saben contar,  ensillaba su caballo;

después, todo recordaría.

Iba al pueblo de Guanaceví

y al llegar a la  cantina o  casa de su hermano

el relincho del caballo le apercibía.

Al momento salía de su profundo sueño y se apeaba

de su manso caballo tordillo.


Ningún caballo percherón o lechero era capaz de tamaña hazaña,

llevar ligero a su jinete,  sin contratiempo y con esmero,

íntegro, “entero” ,

a cualquier lugar sin mediar maña.

Cuentan, cabalgaba en lo oscuro sin abrir los ojos,

sin tiento y sin talento,

era el caballo conocedor del camino cierto

quien le conducía por el sendero  correcto:

Camino Real” despejado de marañas y tropiezos,

cuyas ramas no le atoraran el pescuezo.


Sus augurios y predicciones  de  aconteceres humanos no venían

del azar perfecto;

resultaron de su percepción, a decir extrasensorial,

digamos sobrehumana, del conocer y acontecer.


Como no confesar, alagar y alegar la mansedumbre del Tordillo

que siempre a su amo llevó sin contratiempo

y despertarle justamente ante la tranca y su aposento,

cuando su despertar  con aliento era  para bajar de su jumento.


Un día se rieron hasta el hartazgo del Sueño

a quien se le ocurrió cambiar el Tordillo

por el  brioso y cabrío “Bayo”,  casi Pegaso

a no ser, por saberlo, “garañón;

y a decir del refrán ranchero:

pajarero y asustón”.


El pueblo entero y vaqueros predicaron:

en cualquier encino le deja enjaretado,

y bien colgado, y  con el cuello destrozado”.

Cuál fue su asombro bien fincado,

hizo al nuevo caballo, a su querer

y modo, bien domado.

A su casa lo lleva dormido,

atarantado pero sin desmayo.


Conoció de los amores, cuando se buscan y quieren,

solo al palpar con los muslos los ijares de  su yegua,

-su primera guía en su narcolepsia de  cabalgatas-

la Hermelinda”, y afinando su fino olfato y nariz

de cavernario.

Cuando menos sabe, piensa  y espera,

el garañón  está montado en su amada,

ante él, para ser  exactos tras de él.

Y bien  lo sabía. “Hermelinda” buscaba y esperaba

a su enamorado garañón.

-Al final de cuentas

compartimos genomas de ADN

no solo entre animales y plantas,

que decir con los primates,

con quien solo nos diferencia un 3 a un 5 % del ADN,

y donde se asientan las cuerdas vocales: el gaznate-.

De ellos podemos percibir sus sensoriales ansias,

querencias, deseos; y se asemejan

a las nuestras, pero no en  criminalidad,  injusticia

y  cobardía.


Fue de esta manera como logró

percibir las feromonas que atraen o distancian

a quienes quieren y buscan  matrimonio o el divorcio.

Así como adivinar  amores, desamores y consorcios

en pueblo, municipio y periferia.


Era un chaman por no decir un brujo.

Siguió su adivinar del porvenir de  coterráneos

sin recurrir a la vigilia ni conocer de los desengaños,

ni de los chismes ni rumores abrumadores de su entorno

enmarañado y zurcido con engaños.

Tantas veces soñó el nacimiento de un potrillo pura sangre,

ganador de carreras en hipódromos,

a quien apostarle las fortunas lugareñas

y llevar a los humildes a prósperos empresarios

de colectivos comunales, logrando mitigar la miseria repartida,

y repartir la ganancia por la crianza

de caballos corredores, y la fortuna que afortunaba

a los olvidados por la esperanza.


Sólo Dios sabe” cómo el “Sueño”

adivinó todo,

cuando en el último momento de su suerte

el destino le llevó a su final vivir.

Pasó tres días con sus noches en vigilia,

como se pude  decir del caballero

andante más famoso y brillante

de todos los caballeros.




Sólo bajaba de su cabalgadura,

al saber en qué momento

enderezar jorobados y entuertos,

y  cuando  le era imposible

lo hacía desde su jumento;

razón suficiente y bastante

le dieron fama del confín

a cualquier locación sinfín

y   junto a su quehacer

marcaron su final acontecer.


Transcurrían “Los días de claro en claro

y las noches de turbio en turbio”

vividos y vividas en un sinfín de alucines de vigilia,

como lo hiciera “El Manchego” en su eterno peregrinar

en un lugar de la Mancha y  en el caso, de “el Sueño”,

más allá de Guanaceví y sus contornos, y conventos.


Él mismo auguró el día de su muerte:

¡mi nagual el cuervo

exhumará tres mazorcas!:

una al pie de un encino,

otra al pie de un nogal,

y la tercera bajo un frondoso pino;

y no dormiré por tres días y tres noches,

sólo lo haré después del día de mí muerte

y para siempre!


En esos días ejerceré inconmensurable  omnisciencia sin límites, no se me igualará ningún mortal,

ni dioses  sobre la tierra;

y sin pecar, y  a decir  verdad, diré que ni Dios padre,  ni Dios hijo, ni Espíritu Santo o Zaratustra podrán hacer lo mismo.


A saber: la mazorca primera con sus dientes vegetales

proliferará en el mundo la abundancia alimentaria,

y perdurará para todos los tiempos el maíz criollo;

e infinitas plantas y frutos comestibles de igual naturaleza

y origen; raíces verdaderas de nuestras culturas ancestrales.

A partir de allí las abejas permanecerán sin tiempo

y polinizarán todas las espigas y frutales flores.


La primogenita mazorca exhumada acabará

con todos los moloncos en maizales,

impidiendo de todo vegetal trasgénico el nacimiento,

marcado con fecha de caducidad por los monopolios trasnacionales, (quienes no tienen nada de monseñor

ni santo),que pretenden y lucran con el hombre,

y con el hambre, y la miseria del mundo.


La segunda nos vaticina una catástrofe terrícola,

caótica y  de holocausto con el cambio climático,

remediable si inundamos el planeta con el beneficio

del mundo vegetal reforestando  e inseminando

por polinización toda la flora existente,

en los dos hemisferios terrenales, y conteniendo

las emanaciones de gases de efecto invernadero

por conciencia y sapiencia,

empapados en sabiduría cósmica,

para preservar esta arca de Noé como nave galáctica,

de prodigio y abundancia titánica y vital.


La tercera predestina quiebres financieros y económicos

que llevarán a repensar el mundo,

y cada uno de sus blancos dientes de marfil sembrarán

el destino planetario con el camino de la abundancia ecológica,

cuando los grandes magnates y monopolios comprendan

que la contaminación global con sus grandes industrias,

nos llevaran al desastre y holocausto; y sepan y entiendan

que sus riquezas no les salva del daño nocivo

de la contaminación y polución atmosférica que les encaminará a la muerte como a cualquier pobre y mendigo  mortal,

y entenderán, entonces, no tienen otro planeta a donde irse

para escapar de tales catástrofes.


Al predecir el destino de su contorno y entorno comunal

y  de la humanidad, finalmente, “el Sueño”, Miguel Vargas,

murió con una gran sonrisa en los labios

que superaba la mortal apariencia de cualquier santo insantificable.

Y sus restos burlaron el paso del tiempo y de los siglos,

perdurando en su rostro y cuerpo la tersura de un niño de “kínder Garden”.

Desde entonces todo el mundo ha  sabido  anticiparse a los cataclismos,

y remediar  las catastróficas consecuencias,

abordando así un futuro promisorio.
















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