LAS FISURAS DEL MERCOSUR
Patricia Lee Wynne
Proceso No. 2016
El Mercosur, la unión comercial de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y la recientemente incorporada Venezuela,
que nació hace casi 25 años con el sueño de formar un mercado común, languidece frente a la embestida global.
MONTEVIDEO.- El jueves 11, en Bélgica, los representantes del Mercosur expresaron su disposición de avanzar en un tratado de libre comercio con la Unión Europea (UE), en medio de tensiones entre las naciones sudamericanas. La negociación del tratado con la UE, que comenzó hace 20 años, estaba estancada, pero tras la reunión en Bruselas, las dos partes acordaron presentar una lista de productos a desgravar antes de fin de año.
La UE es el primer socio del Mercosur, con 20% de su intercambio comercial en 2013, y el Mercosur es el sexto mercado en importancia para la UE. El comercio entre los dos bloques se duplicó entre 2003 y 2013, pero lo que más creció fueron las exportaciones europeas, que se triplicaron, pasando de 17 mil 354 millones de euros (alrededor de 303 mil 267 millones de pesos mexicanos) a 56 mil 956 millones. Las exportaciones del Mercosur hacia la UE pasaron de 28 mil 396 millones de euros en 2003 a 47 mil 112 millones en 2013.
Hasta 2012 el saldo comercial era favorable al Mercosur, pero a partir de 2013 el comercio es deficitario. Lo más lesivo para Sudamérica es que exporta productos primarios (72% del total) e importa productos industriales (84.4% del total).
El temor es que un acuerdo con la UE termine desgravando los productos industriales y que esto no sea compensado con significativas ventajas para los productos primarios que exporta la región.
Samuel Pinheiro Guimarães, exsecretario general de la cancillería brasileña, señaló en una entrevista a Carta Capital el 19 de mayo que el eventual acuerdo Unión Europea-Mercosur será el inicio del fin del Mercosur, porque dejaría de existir como unión aduanera al no tener una tarifa externa común.
Para Guimarães, de firmarse, no será posible dar preferencias, privilegiar el capital instalado en Brasil, que estará en igualdad de condiciones con las multinacionales de la UE. Guimarães alertó que después de este acuerdo vendrán otros en áreas como servicios, propiedad intelectual, inversiones y compras gubernamentales, y no se podrá practicar ninguna política de contenido nacional, porque las normas serán iguales para todas las empresas, nacionales o extranjeras.
Argentina es el país que más trabas ha colocado al tratado, por la protección que la UE da a sus productores. Según un documento de la cancillería de noviembre de 2013, la UE tiene, para algunos productos, aranceles que van de 71% a 151%, que contrastan con el arancel máximo del Mercosur (35%) y con el impuesto promedio de Argentina, de tan sólo 11.8%.
El documento agrega que la UE utiliza argumentos ambientales para adoptar medidas que, en algunos casos, son inconsistentes con el sistema multilateral
de comercio y con el derecho internacional en materia ambiental y que afectan las exportaciones de los países en desarrollo, en lo que se conoce como el proteccionismo verde.
La internacionalista Natalia Carrau, de Redes-Amigos de la Tierra, dice a Proceso en Montevideo que la negociación individual con la UE significa la potencial ruptura del bloque, porque hipotecamos la posibilidad de contar con un arancel externo común e invalidamos la discusión de un acuerdo regional de inversiones.
Lejos de los sueños
El Tratado de Asunción de 1991 que dio nacimiento al Mercado Común del Sur tenía el objetivo de crear una zona de libre comercio y una unión aduanera para llegar a un mercado común.
Si ello se lograra, el Mercosur sería la quinta economía del mundo, con 295 millones de personas, 14 mil 870 millones de kilómetros cuadrados, casi 10% de la superficie cultivable del planeta, reservas de petróleo de 314 billones de barriles, uno de los mayores repositorios de agua dulce del planeta, 300 millones de cabezas de ganado, una producción de 135 millones de toneladas de cereales y más de 10 millones de toneladas de carne por año, según datos de 2012 del Centro de Formación para la Integración Regional de Montevideo.
Pero el sueño no se cumplió. La década de los noventa, del liberalismo económico rampante, provocó una grave crisis en la región y enormes devaluaciones.
En cambio, el siglo XXI recibió al Mercosur con viento a favor. El boom mundial de los precios de las materias primas le permitió multiplicar 3.4 veces su comercio, sólo que si las exportaciones crecieron 2.5 veces entre 2003 y 2013, las importaciones se multiplicaron por cinco, y el balance comercial fue cada vez más desfavorable: en 2013, el comercio extrazonal dejó un déficit de 4 mil 122 millones de dólares (sin contar a Venezuela), según datos del Banco Interamericano de Desarrollo en su informe sobre el Mercosur de noviembre de 2014.
A su vez, las exportaciones intrazonales, que eran de 11% en 1991 y que subieron a 25% en 1998, volvieron a caer, y sólo representan 15% en la actualidad.
Otro dato preocupante para los sudamericanos es que, entre 2003 y 2013, el peso de los productos primarios en las exportaciones subió de 70.5% a 78.6%.
Sin integración
El sistema globalizado de producción exige abrir cada vez más las economías nacionales y regionales. Según estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) cerca de 80% de las exportaciones mundiales de bienes y servicios corresponde a comercio en cadenas de valor.
Para regular estos intercambios de las fábricas globales, ya no son suficientes los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC), sino que se han multiplicado las negociaciones de tratados de libre comercio entre países y bloques, como el Acuerdo de Asociación Transpacífico (más conocido como TPP), el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP) y el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Japón.
En una conferencia sobre el tema, el vicecanciller uruguayo, José Luis Cancela, dijo en Montevideo, el 1 de junio, que el sistema multilateral de comercio está en crisis y lo que estamos viendo es una proliferación de acuerdos entre bloques de países, entre países y bloques, en un juego de negociaciones mundial.
Entre los desafíos de estos acuerdos entre bloques regionales, como el que discute la UE y Estados Unidos, se encuentran la definición de normas que después se impongan a todos los países en materia de trazabilidad, propiedad intelectual, empresas y compras del Estado, asuntos laborales y medioambientales.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte, en un informe de 2014 sobre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, que el acuerdo Estados Unidos-UE puede definir nuevas reglas de comercio y requerimientos (ambientales, de calidad o trazabilidad, entre otros) que resulten de difícil cumplimiento y que incidan en la capacidad para instaurar políticas públicas en diversos ámbitos.
Las nuevas reglas en negociación sobre propiedad intelectual, flujos de capital, manejo de información personal en internet, empresas del Estado, asuntos laborales y medioambientales son sólo algunos ejemplos. Así, entre otras, podrían verse reducidas las facultades de los gobiernos de la región para aplicar controles de capital con fines prudenciales, para definir en forma autónoma sus niveles de protección ambiental o para garantizar el acceso a internet con fines educacionales y de fomento de la innovación, se lee.
A ello se agrega el creciente peso de China en la región. Según la CEPAL, en su Informe sobre América Latina, el Caribe y China de mayo de 2015, la nación asiática es el segundo mayor proveedor de las importaciones de Mercosur, y el tercer principal destino de sus exportaciones.
Entre 2000 y 2014, su participación en las exportaciones regionales pasó de 1% a 9% (en 2013 alcanzó 10%), mientras su participación en las importaciones pasó de más de 2% a 16%.
Grietas
Frente a esta dinámica, los miembros del Mercosur se debaten entre el proteccionismo y la apertura hacia otros mercados. Las tensiones entre los dos socios principales, Brasil y Argentina, ya provocaron una caída del comercio bilateral de 21% en 2014.
Con la economía de Brasil estancada, la presidenta Dilma Rousseff ha virado sus prioridades: la mandataria recibió en mayo al primer ministro chino Li Keqiang, con quien firmó 35 acuerdos de inversión por 53 mil millones de dólares y acordó construir un ferrocarril interoceánico a través de la Amazonia hacia Perú, desairando a Chile y Argentina, que venían planeando su propio corredor al Pacífico.
A ello se suma la situación económica argentina, con una inflación de alrededor de 30% en 2014, una política de sostener el dólar barato que encarece sus precios y medidas proteccionistas como cierre de importaciones, para impedir el drenaje de divisas.
Estas dinámicas internas y externas debilitan cada vez más al Mercosur. El analista argentino Luis Rappoport escribió en el diario La Nación, el 23 de diciembre de 2014, que para proyectar al Mercosur como un jugador significativo en la arena internacional era necesario que Argentina y Brasil alcanzaran un equilibrio macroeconómico compatible con la estabilidad de los acuerdos comerciales y arancelarios, pues con alta inflación, tipos de cambio erráticos, diferenciales bruscos en las tasas de interés, el Mercosur perdería viabilidad y se trabaría el proceso de mejora de la productividad y la competitividad del conjunto.
A la caída del comercio entre sus principales socios se suma la situación de los pequeños, Uruguay y Paraguay, abrumados por sus poderosos vecinos. Aunque Montevideo es la sede del Mercosur, Uruguay es el país que con más entusiasmo busca romper el chaleco de fuerza del acuerdo regional e impulsar el pacto con la UE aun de manera individual, aunque Argentina no participe. El subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo, José Luis Cancela, afirmó, en un debate realizado en Montevideo el 1 de junio: Hemos visto mucho discurso teórico pero poca aplicación práctica, y el ministro de Economía Danilo Astori dijo que el Mercosur ha dejado mucho que desear.
Esto sin hablar de Venezuela, cuya integración al bloque es más formal que real, debido a la crisis económica, la inflación y la devaluación que devoran sus finanzas.
Sobre la avenida 18 de Julio, en Montevideo, se erige el palacio Salvo, hermano del palacio Barolo, ubicado en la avenida de Mayo en Buenos Aires, a 200 kilómetros de distancia. Ambos fueron construidos por el arquitecto italiano Mario Palanti, cuya idea era que los dos edificios, los más altos de América Latina en los años 20 del siglo pasado, tuvieran faros cuyas luces se cruzaran sobre el río de la Plata para recibir a los barcos que llegaban desde Europa. Pero las luces nunca se cruzaron, así como los caminos del Mercosur, que parecen cada vez más divergentes.
21 de junio de 2015
Proceso.com.mx 2016
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