Julio 2015
CONTRAINSURGENCIA
EN MÉXICO PARA DERROTAR A LA CRIMINALIDAD TRANSNACIONAL
Buscando
la Racionalidad de lo Irracional.
Por
Jorge Retana Yarto
La tesis
central de este ensayo sobre la problemática de criminalidad
transnacional globalmente concebida, es que se
trata del problema más importante
en nuestro país, por ser la síntesis,
materia condensada, de otras tantas determinaciones
radicadas en el fallido modelo económico-social de desarrollo
nacional incluyente, de las profundas desigualdades regionales, del
accidentado proceso de transición política hacia la
conquista de mayores espacios de democracia –hoy, con
retrocesos importantes- y de la subordinación ideológica,
política y estratégica de los últimos gobiernos
mexicanos protagonistas de las administraciones
sexenales incondicionales
a los dictados de la Casa Blanca, del Departamento de Estado y del
Pentágono de los EUA.
Todo
ello, subsume
la problemática desbordada de seguridad
que hoy transcurre en nuestro país, y que erosiona
la gobernanza,
el avance democrático y el impulso de políticas
públicas hacia la equidad social, cuyos factores estructurales
que le componen, es un grave error el considerarlos como procesos
separados,
sin desvelar y abordar la matriz
estructural
que los imbrica; no sólo para dar cuenta de ello, sino para
entenderlos desde
nuevas concepciones y formulaciones político-sociales e
ideológicas orientadas hacia una solución distinta a la
que pretende dársele bajo la hegemonía de los EUA.
Sintetizando la tesis misma: la crisis actual de seguridad es una
síntesis de los factores estructurales irresueltos y
agudizados en México.
Desde
nuestra perspectiva política y analítica, consideramos
que la actual estrategia de Contrainsurgencia contra la criminalidad,
de ninguna manera es una nueva estrategia, sino parte de una vieja
concepción militar actualizada que no podrá avanzar
sustancialmente en la resolución o control del grave problema
que nos ocupa por sus límites inherentes.
1.-
En la etapa de institucionalización de la victoria de las
fuerzas políticas y militares en el proceso revolucionario
mexicano de 1910-17, surgió una doctrina
militar o doctrina de guerra del ejército mexicano, en la
pluma del General de División Luis Alamillo Flores
(1943) que planteó claramente, que ante la enorme asimetría
de poder con EUA, la historia de nuestras relaciones políticas
y el desarrollo constante de dicha asimetría, era necesaria la
distancia
respecto de lo que concibiera, diseñara e implementara el
poder estatal americano y su ejército en el ámbito
regional-mundial, y como poder hegemónico, dado que las
labores militares mexicanas se circunscribirían
de manera radical hacia el orden interno,
como garantes
de las instituciones y como sostén histórico,
fundamental del sistema político,
lo cual fue la piedra
angular
–o una de ellas- de la política
exterior durante décadas,
de defensa
de la Soberanía y la Autodeterminación,
adicionada con la defensa
irrestricta de la legalidad internacional,
en suma, del nacionalismo
mexicano.
(Rodríguez Sumano: 2008; 74-77)
La
Escuela de las Américas (EDA) fue creada en Panamá en
1946 para entrenar a los ejércitos latinoamericanos en
tácticas
de contrainsurgencia,
y según los propios EUA, era
la piedra angular de su política exterior,
con lo cual, se reveló que era un centro
de entrenamiento contrainsurgente (son
55 programas en total, de los más diversos contenidos, pero
con ese eje fundamental), todo, para sofocar
militarmente los brotes insurreccionales
en la región. El principio
fundamental
era que tales ejércitos se concentrarían en la
“seguridad
interna”,
es decir, en reprimir los brotes de descontento para favorecer el
orden constituido de las sociedades latinoamericanas, incluso, con
golpes de Estado ante “amenazas
graves”.
Se le conoció desde entonces como la “Escuela
de los dictadores”,
“de los golpes de Estado”.
Luego, fue trasladada (1984) a Fort Benning, en el Estado de Georgia,
en los EUA. Su presupuesto anual es hoy a un equivalente cercano de
$20 millones de euros (www.youtube.com/watch?v=wX8P8b-Yp08)
El
combate
al tráfico de estupefacientes prohibidos desde
México hacia EUA, quedó sellado como compromiso de
Estado mediante el Acuerdo Díaz Ordaz-Richard Nixon (1969) y
desde entonces, ha sido una política
de Estado,
implementada con distinta
intensidad, medios y estrategias, por todas las administraciones
presidenciales
precedentes y por la actual.
2.-
En los últimos tres sexenios de gobiernos en México
(para tomar sólo este horizonte temporal), se han producido
atrocidades que han devastado
los derechos humanos y la legalidad constitucional,
lo cual es una consecuencia directa de la
propia concepción filosófica y política, así
como de la más reciente doctrina militar elaborada y
practicada desde los EUA para atender esta problemática
debido a todo lo que conlleva;
es el caso del concepto de “insurgencia
narco-terrorista”.
Dicha
construcción
teórico-ideológica,
es hoy impulsada mediante el arsenal existente de la doctrina
de contrainsurgencia terrorista
(COIN), en su versión actual, aplicada en Oriente Medio y
América del Sur (Colombia, particularmente), como concepción
estratégica y programa militar para combatir,
tanto, la insurrección armada por el cambio social, como a la
criminalidad transnacional. Esto último, ha dado paso a la
presencia de toda la comunidad
de inteligencia y seguridad
de las agencias del Estado de la Unión Americana que integran
el National Security Agency (NSA) en la Ciudad de México, y
sobre cuyos agentes (más los que han existido siempre) a
últimas fechas, el Senado de la República (la mayoría
parlamentaria formada al efecto) autorizó la portación
y permanencia en el país con armas de fuego para su seguridad,
lo que era práctica habitual desde hace décadas, como
reconocieron los agentes de la DEA en entrevista con J. Jesús
Esquivel, en el libro “La
DEA en México”
(2013, pp. 103-105)
El
uso de una seudo-categoría de análisis como la de
“insurgencia
narco-terrorista”
se ha venido aplicando en el ámbito global, especialmente en
Oriente Medio y en América Latina (Colombia, sobre todo), y su
historia en México es reciente, remontándose con toda
claridad a los momentos en que la Secretaria de Estado, Hillary
Clinton, durante un discurso en el Club
Commonwealth
en San Francisco, California (8 de septiembre, 2010) aseveró:
“Los
cárteles de la droga (mexicanos) están adquiriendo
muchos de los atributos de grupos terroristas e insurgentes en el
mundo. Por primera vez están empleando automóviles
cargados de explosivos. Uno los ve mucho más organizados de un
modo paramilitar”.
Luego,
lo reiteró (octubre del mismo año) en un discurso ante
el Consejo
de Relaciones Exteriores de Washington,
al afirmar sobre la criminalidad que: “están
empleando cada vez más señales de insurgencia”,
y agregó: “México
se está pareciendo cada vez más a la Colombia de hace
20 años, cuando los narcotraficantes controlaban ciertas
partes del país”.
En
este nuevo
auge de la
doctrina
contrainsurgente,
la Francia gobernada por Nicolás Sarkozy ha hecho su
contribución, sobre la base de un documento llamado
inicialmente el “Libro
Blanco para la Defensa”,
luego rebautizado por el gobierno de François Hollande, como
“Libro
Blanco: Defensa y Seguridad Nacional”
(2013), que integra a dicho país en las nuevas
elaboraciones contrainsurgentes,
en paralelo con cambios institucionales en la policía, el
ejército, la inteligencia del Estado, el marco legal militar,
la seguridad interior, y en los enfoques de política global
en cuanto a la determinación del “enemigo
interno”,
pero todo ello, revalorando la vieja doctrina francesa de la “lucha
anti-subversiva”
(por ejemplo, aplicada en sus colonias insurrectas, en África
e Indochina), lo que conlleva a determinar
la seguridad exterior a partir de la seguridad interior,
con derivación
hacia los temas de la criminalidad, así como también,
del control
social y el control de la economía,
como piezas
centrales de la seguridad nacional,
que al viajar más allá de las fronteras de dicho país,
se vuelve una doctrina –como la de manufactura estadounidense-
que se
globaliza a
partir de uno de los conceptos que fungen como ejes
centrales,
como el de la “jerarquía
paralela”,
que significa que el Estado con todos los elementos antes mencionados
genera una estructura
defensiva y de seguridad que se desdobla en situaciones de crisis,
proveyendo
fuerzas coercitivas que van a funcionar clandestinamente
bajo la infraestructura
del poder civil,
para combatir a un enemigo extremadamente violento, terrorista, que
no se conoce ni se visualiza, localizado en el mundo árabe y
musulmán.
El
problema fundamental es que tales doctrinas de seguridad y defensa,
orillan al Estado al rompimiento
del Orden Constitucional
en el uso de estos métodos de “paralelismo
global”,
y terminan practicando un terrorismo
de Estado,
tal y como lo explica analíticamente el Dr. Gabriel Periés,
y lo deja entrever el documento citado.
(http://www.ambafrance-es.org/Libro-Blanco-de-la-Defensa-2013)
El
núcleo sustantivo de este “paralelismo
jerárquico” de la
escuela militar francesa, se parece mucho al proceso de desarrollo de
las “guerras encubiertas”
del Presidente Obama, sobre la base de las “Fuerzas
Operativas Especiales” (FOE),
pequeños ejércitos
invisibles, ultra-especializados,
apoyados por toda la maquinaria de inteligencia y seguridad del
Estado de la Unión Americana, una estructura
paralela de guerra subterránea sobrepuesta pero cobijada por
las instancias constitucionales y civiles de gobierno, fuerzas
presentes hoy en muchos países. Ante el regreso masivo de
tropas desde Afganistán e Irak, las han redirigido hacia el
combate al crimen transnacional, al entrenamiento en tácticas
contrainsurgentes con expertos en
operaciones encubiertas,
al grado de que se ha publicitado la creación de una fuerza
especial de 250 marines con sede en
Palmerola, Honduras, mediante una base
conjunta (militares de ambos países)
para su desplazamiento en América Latina, en ayuda
humanitaria, en combate al crimen transnacional, inteligencia y
entrenamiento. (“Hay una Transnacionalización de la
Doctrina de Seguridad Nacional”, actualizado, 28 de agosto de
2010, https://www.youtube.com/watch?v=4LLaxy0AuQA)
3.-
El impulso a la política de corte contrainsurgente
para México en el combate al
crimen organizado, se hizo formalmente desde otra instancia del
Estado y posteriormente a las conceptualizaciones de Hillary Clinton,
mediante una resolución del
“Subcomité del Hemisferio Occidental del Comité
de Asuntos Exteriores de la Cámara, que aprobó un plan
de contrainsurgencia para combatir a los cárteles mexicanos”
como organizaciones
terroristas,
así lo establecía la noticia dada a conocer en la
prensa internacional desde Washington D.C.
(15 de
septiembre, de 2011), enmarcada en la Ley
de Seguridad Fronteriza Mejorada (parte de los convenios suscritos
por México en el ASPAN, Acuerdo por la Seguridad y la
Prosperidad en América del Norte),
lo cual, como estableció con precisión el congresista
demócrata Eliot Engels durante los debates, “haría
pedazos la Iniciativa Mérida y apunta en una dirección
distinta”, sí,
claro, apunta en la intensificación de los combates militares,
en la elevación del costo social en México, en vidas,
en recursos financieros y materiales, en desapariciones forzadas, en
violación masiva de los Derechos Humanos en la militarización
de amplias zonas del territorio nacional, en saldos de sangre, y en
injerencia militar de EUA en México.
No
obstante, el Presidente Obama dijo al respecto: “Creemos
que la iniciativa está teniendo un impacto positivo”
(La Jornada, 17 de septiembre, 2011), refiriéndose a la
“Iniciativa
Mérida”
(que concluía justamente a finales de 2011 y fue renovada, y
originalmente firmada por los Presidentes George W. Bush y Felipe
Calderón en 2008), en su aparente
rechazo
a la resolución cameral, pero consideramos, que las
declaraciones de organismos militares de EUA que más abajo
citamos, contradicen este supuesto
rechazo
del Presidente Obama, así como, las propias iniciativas de él
mismo, de sus principales colaboradores, traducidas en presiones
diplomáticas de importancia sobre México, y en hechos
de la política anticrimen seguida por el gobierno del
Presidente Enrique Peña Nieto. En realidad, la resolución
cameral en EUA y la postura presidencial expresada en esa
declaración, abrieron
un futuro proceso negociador
con
México respecto a la política de seguridad mexicana,
que pareció concretarse cuando unos meses después, ya
iniciado el proceso electoral presidencial en México, EPN
candidato, declaró su voluntad de ajustar
la estrategia
hasta entonces seguida en seguridad. Ello alineó las
voluntades de ambos mandatarios en ambos lados de la frontera, así
como de quien detentaba aún la Presidencia mexicana en
aquellos momentos, Felipe Calderón.
La nota
periodística citada sobre la resolución cameral
agregaba:
“Bajo
esta iniciativa los Departamentos de Estado, Defensa, Justicia y
Seguridad Nacional deberán elaborar un plan contrainsurgente
definiendo a las organizaciones criminales en México, sus
líderes, objetivos, evolución y áreas de
influencia. Asimismo debe incluir una evaluación de las
capacidades de la policía federal y de las fuerzas armadas de
México, así como de instituciones gubernamentales
estatales y locales, y organizaciones no gubernamentales.”
Toda
una disección de la seguridad nacional del Estado mexicano.
Pero observemos cómo aquella iniciativa legislativa sirvió
como acicate del desarrollo efectuado en torno a la política
de seguridad de EUA sobre México, de una ofensiva
impresionante desde el gobierno de Barak Obama. Escuchemos lo
siguiente:
“Los
puntos ocultos en la presión de los EU, de acuerdo con un
expediente de seguimiento de la ofensiva de seguridad nacional de
Washington sobre México, serían los siguientes: (….)“
De
octubre de 2011 a marzo de 2012, Obama ha enviado a México a
sus principales operadores de seguridad nacional, incluyendo la
visita ostentosa del director general de la CIA y ex jefe militar en
Irak, David Petraeus. Para Obama, México es un tema central de
su seguridad nacional, lo que ha justificado una intensificación
de las presiones.” (Ramírez,
Carlos: “General Jacoby, tenemos el reloj. EUA presiona la
integración militar”, 15 de marzo, 2012, p.1,
http://www.noticiastransicion.mx/images/indicador-pdf/2012/I-03/CIP-2012-03-15.pdf
)
Ha
seguido
a ello, o se ha reforzado, el entrenamiento de las policías y
los militares, de los agentes de inteligencia, el acceso a los
equipos electrónicos, incluidos los drones,
cuya autorización para volar los cielos nacionales durante el
gobierno de Felipe Calderón, hizo nulas las prohibiciones
constitucionales al efecto; adicionalmente, se insertan en esta misma
lógica, la formación de los centros de fusión de
productos de inteligencia manejados exclusivamente por
estadounidenses, y otras medidas más.
Es
decir, la llegada y desarrollo de la doctrina
de contrainsurgencia
en México, en plena guerra fría, ha sido renovada
y adaptada
hoy para ser enderezada
contra el crimen transnacional,
constituyendo una modalidad
estratégica y táctica,
que se funde con la concepción de las “guerras
asimétricas y de baja intensidad”
(GBI) lanzadas durante el gobierno de Ronald Reagan, pero
desarrolladas y aplicadas por los gobiernos de “los
Bush”,
y entremezclada y sostenida hasta la actualidad –con variantes
y sin
ser
la modalidad preferida por la Casa Blanca- con las “guerras
encubiertas”
propias de la administración de Barak Obama. A ello es a lo
que llamamos antes adaptación
del COIN
para América Latina, y particularmente, para México, en
donde, la COIN se nutre de la propia
experiencia contrainsurgente
aplicada por militares mexicanos (junto a la entonces Dirección
Federal de Seguridad, DFS) durante los años de la “guerra
sucia”
(convencionalmente, ella comprende la intensa represión a los
opositores, pacíficos y armados, de los años finales de
la década de 1960 y la década de los 70, pero esta
periodización no es precisa), y posteriormente, contra otros
movimientos sociales y políticos armados: el EZLN, el ERP y el
ERPI, por ejemplo. (“Contrainsurgencia
Ante Movimientos Armados en México”,
Tesina, Martínez Torres Blanca, 2007, p.42)
La
Comisión Permanente del Senado mexicano, rechazó
la iniciativa “HR
3401, aprobada por el Subcomité del Hemisferio Occidental de
la Cámara de Representantes”
de Estados Unidos, argumentando y plasmando en el Punto
de Acuerdo
aprobado, que ella poseía “contenidos
extraterritoriales, intervencionistas y lesivos de la soberanía
nacional, así como de los principios de responsabilidad
compartida, respeto a la ley y confianza mutua en los que se basa
nuestra cooperación bilateral”.
Más explícitos y certeros no podían ser los
senadores, al adicionar en dicha resolución: “que
en materia de seguridad es deseable una cooperación
multilateral, pero ésta debe ser negociada y acordada entre
Estados, como pares” (18 de Enero, 2012).
Pero, no podemos omitir que la seguridad bilateral y la hemisférica
la dominan las políticas de EUA.
Pero,
si el gobierno federal de entonces, con Felipe Calderón al
frente, hubiera actuado con un rechazo
irrestricto a tal exigencia,
no habríamos visto instalarse a toda la comunidad de
inteligencia estadounidense en México, ni aceptar los vuelos
en cielo mexicano de los “drones”
de EUA, ni tampoco aceptar la creación de centros de fusión
de inteligencia manejados exclusivamente en forma directa por agentes
estadounidenses. Todo ello cuadra en la
lógica contrainsurgente
y hace perfectamente creíble su implantación y avance
en México al día de hoy.
Valoremos
las siguientes aseveraciones desde el ámbito militar de los
EUA:
“El
Pentágono aumentará la ayuda que presta a México
en la sangrienta lucha contra el narcotráfico, mediante el
establecimiento de un nuevo cuartel de operaciones especiales en
Estados Unidos, en el cual los efectivos mexicanos podrán
recibir entrenamiento para enfrentar a los cárteles de la
droga de la misma forma en que las fuerzas estadounidenses se
preparan para luchar contra al-Qaida. La información fue
proporcionada por funcionarios estadounidenses y obtenida de
documentos militares. Esa
asistencia podría servir para que el presidente mexicano
Enrique Peña Nieto establezca una fuerza militar enfocada en
las redes criminales que han sembrado el terror en varios estados de
México, principalmente en el norte, y que incluso han
amenazado la frontera con Estados Unidos (…) Con sede en las
instalaciones del Mando Norte Estadounidense, en Colorado, el centro
de operaciones especiales aprovechará un programa existente
que ha permitido a militares, policías y agentes de
inteligencia de México estudiar las operaciones
antiterroristas de Estados Unidos (…) la forma en que las
fuerzas de operaciones especiales construyeron una red entre varias
agencias a fin de luchar contra Osama bin Laden, el líder de
al Qaida y contra sus
seguidores.”
(Cable fechado por AP en Washington, el 17 de Enero, 2013).
Obsérvese
cómo, esta información militar se produjo a unos
cuantos días de iniciado el actual sexenio de EPN, y se enfoca
totalmente a su gobierno, y adelanta o filtra también acuerdos
existentes o en proceso, para el futuro inmediato.
Es
decir, nada revela que la negociación posible entre ambos
gobiernos (FCH-Obama y EPN-Obama) haya podido tener como eje la
aceptación o rechazo
del gobierno mexicano del Plan Contrainsurgente, sino el que su
implantación pudo
haber versado –en condiciones muy desfavorables para México,
dado que había una resolución
del Poder Legislativo que daba cobertura a las fuertes presiones
señaladas desde el Poder Ejecutivo,
bajo una postura de fuerza muy grande- en torno a: la
implantación gradual,
restringiendo
el manejo directo de los términos del plan por los militares
del Pentágono,
la continuación formal del Plan Mérida, y en paralelo,
la absoluta
discreción
o inclusive, la simulación social sobre la instrumentación
real y la vigencia del Plan Contrainsurgente, dados todos los hechos
subsiguientes.
La
sociedad mexicana, el ciudadano común, NO se ha enterado de
casi nada de esto (de poco sirvió el rechazo a tal resolutivo
del Senado en México), pero sí está padeciendo
terriblemente los efectos o impactos de un programa militar como el
mencionado, que enfatiza
mayormente el rol del ejército mexicano y la armada
(es usual en estos casos, que las fuerzas militares y policiacas
nacionales sean asesoradas directamente por militares estadounidenses
en el terreno de las operaciones, como sucedió en Colombia y
otros países, en operativos a escala u operaciones
quirúrgicas) al producirse los eventos más trágicos
conocidos en demasía: Michoacán, Iguala-Ayotzinapa,
Tlatlaya, Apatzingán, etc., que desde la perspectiva
mencionada aparecen una y otra vez, y desafortunadamente, seguirán
presentándose por buen tiempo, como en Colombia.
Adicionalmente
y como un elemento
de confirmación agregado,
se dio a conocer en México la noticia siguiente en el mes de
junio de 2010: que desde el año 2008 el ejército
estadounidense envía anualmente 20 equipos integrados por
cuatro o cinco militares (es decir, entre 80 y 100 instructores) para
entrenar a militares mexicanos “en
contrainsurgencia, tácticas que se usan para desmantelar
redes”
terroristas, y que también se aplican para combatir
a los cárteles criminales,
pero sin
participar en operaciones concretas
(lo cual significa que podrían
estar
sobre el terreno sin
entrar en combate directamente,
pero sí, dirigiendo, asesorando, la
conducción de movimientos armados),
todos ellos, personal militar experto en guerra urbana irregular, en
inteligencia, pero también, “en
trabajo social y reconstrucción”
desde las experiencias en Afganistán e Irak, actuando sobre la
idea esencial de “que
el enemigo vive entre civiles” y no es un enemigo externo al
país,
como tradicionalmente se ha “formado
a los militares mexicanos”,
información dada a conocer por el general James Winnefeld Jr.,
nuevo comandante del Comando Norte, que es el encargado de cuidad y
garantizar la seguridad nacional de EUA por cielo, tierra y mar, en
todas las formas y puntos posibles.(Infodefensa.com,2 de julio, 2010,
http://www.infodefensa.com/latam/2010/07/02/noticia-eeuu-entrena-a-las-fuerzas-armadas-de-mexico.html
)
Pero,
por si aún hubiera dudas de este vínculo
causal, orgánico,
entre programa contrainsurgente, mayor énfasis en lo militar,
eventos por demás trágicos y devastación de la
legalidad constitucional y los derechos humanos, debemos agregar que
el soporte en términos de doctrina militar de tales planes
rediseñados, fueron revelados cuando se hicieron públicas
las directrices
del “FM
3-24 / US Army Field Manual”,
que son, desde entonces, uno de los referentes
doctrinarios
en el ámbito político-militar estadounidense. Se trata
de un renovado “Manual
de Contrainsurgencia”
conocido comúnmente como "COIN" (contrainsurgencia
en inglés o COIN como acrónimo), que constituye un
“esfuerzo
de adecuación”
a las condiciones latinoamericanas de combate a la criminalidad
transnacional, en particular, y en general, útil a los planes
genéricos de desestabilización desde la estrategia
americana, recargando el peso de las operaciones contra la
criminalidad en los ejércitos nacionales, y éstos
aplicando las tácticas respectivas desde el ámbito de
las autoridades nacionales. (Lanz,
Rodríguez Carlos:
“Bases
Doctrinarias de la Actual Doctrina de Intervención Imperial”,
18 de mayo, 2012,
http://www.aporrea.org/tiburon/a143609.html
) en donde, el
enemigo criminal transnacional escurridizo
y oculto entre la población civil,
provoca que cualquier grupo social pueda convertirse en potencial
objetivo
dentro de una campaña militar de rastreo, persecución y
cerco contra el núcleo
armado central,
que es siempre el mejor equipado en armamento, el primer círculo
de los capos mayores, etc.
4.-
Estamos, entonces, ante un tipo de conducción
estratégica
de una guerra, diferente
a la sola confrontación militar de un enemigo armado con
influencia en ciertos núcleos de tolerancia o apoyo social
(los tendidos de halcones,
por ejemplo, que usa el crimen transnacional). Bajo dicha
perspectiva, se
omite el origen y naturaleza de la supuesta insurgencia y se enfatiza
la necesidad de una respuesta armada generalizada bajo la concepción
contrainsurgente desde el Estado. Los impactos en la población
civil, los derechos humanos, la intensificación
de las operaciones militares, son todos ellos, consustanciales a este
tipo de guerra.
“La
cuestión de la guerra contrainsurgente instala,
inmediatamente, la problemática sobre la tortura, los crímenes
de guerra y de lesa humanidad. Su íntima relación con
el terrorismo estatal o las intervenciones militares imperialistas
reactualizan sistemáticamente la preocupación, entre
otras, por la violación de los Derechos Humanos y el
genocidio”. Afirman
luego los autores de la cita:
“Hoy en el marco de la llamada guerra contra el terrorismo son
más tangibles las consecuencias de este tipo de planteo. Desde
los ’90 se abre una nueva etapa del desarrollo de la doctrina
contrainsurgente que prosigue lenta pero de manera sostenida, aunque
en gran parte, inadvertidamente, corroyendo los pilares jurídicos
del Estado Nación”. (P.
Bonavena y F. Nievas: “La Guerra Contrainsurgente de Hoy”,
14 de noviembre, 2014,
http://www.pacarinadelsur.com/home/abordajes-y-contiendas/368-la-guerra-contrainsurgente-de-hoy
)
Frente
a este, que es un cambio
muy importante,
un punto de
inflexión en los procesos sociales mexicanos vinculados al
desarrollo y combate a la criminalidad transnacional organizada,
y en la comprensión
de la agudización de la violencia estructural
que nos acompaña desde hace tiempo, es importante no perder de
vista la aguda observación de Carlos Montemayor:
“La
guerra no es simple. Exige mucho tiempo de cálculo. Tiene un
discurso pacifista y una esmerada justificación moral. Nunca
dice ‘soy la guerra’. Dice otras cosas (….)
Distinguir entre discursos y hechos en la guerra de ejércitos,
en la guerra de invasión, en la guerrilla campesina, en los
objetivos de seguridad nacional, en la guerra sucia, en el combate al
narcotráfico regional o internacional (….) es una tarea
que a menudo se torna, como la piedra de Sísifo, interminable
o, al menos, recurrente.
Pero algunas de sus modalidades se parecen”. (2007: 9)
Que otra
cosa si no la constatación de lo antes afirmado nos revela lo
dado a conocer recientemente por parte de los especialistas del
Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro” en
su informe del primer aniversario de la matanza en el municipio de
Tlatlaya, Estado de México, de junio de 2014, en el cual se
lee lo siguiente:
“(…)
la
Orden de Relevo de la Base de Operaciones “San Antonio del
Rosario”, de fecha 11 de junio de 2014 (19 días antes de
los hechos), contenida en el expediente, se incentiva explícitamente
la comisión de graves violaciones a derechos humanos. Del
catálogo de órdenes que regulan la actuación de
la base militar, resalta el punto VII en el que se lee claramente que
“Las
tropas deberán operar en la noche en forma masiva y en el día
reducir la actividad a fin de abatir delincuentes en horas de
oscuridad, ya que el mayor número de delitos se comete en ese
horario”.
(Federico
Mastrogiovanni, julio 2 de 2015,
http://aristeguinoticias.com/0207/mexico/el-ejercito-mexicano-tiene-la-orden-de-abatir-civiles-articulo-de-federico-mastrogiovanni/
)
Es
consustancial a los planes
de contrainsurgencia,
entre otros elementos, como el uso
multiplicado de grupos paramilitares,
la circunscripción
territorial de las acciones,
la construcción y puesta en práctica de programas
amplios de apoyo social a la población
de las zonas involucradas, regularmente marginales, entendidas como
zonas de influencia para una guerrilla izquierdista o, como en este
caso, de un grupo
criminal armado.
La equiparación de los dos fenómenos sociales, en
cuanto a que en ambos, “la
insurgencia”
está orientada a
derrocar a un gobierno constituido,
los hace homólogos.
Así
y por ello, la concepción, estrategia
y tácticas de contrainsurgencia,
convergen intrínsecamente, con la teoría de las
“guerras
de baja intensidad”,
de las “guerras
asimétricas”
y de las “guerras
encubiertas”,
ofreciendo a ellas un tipo de operaciones militares muy útiles
para combatir la insurgencia
o resistencia revolucionaria
y la insurgencia
narco-terrorista,
fundiendo
los conceptos como uno solo para fines teóricos y prácticos,
todos, tipos de guerra opuestos a la “guerra
convencional”.
Por ello, la “guerra
contra el terrorismo”
como construcción ideológica y de guerra psicológica
y desinformativa, ha servido de pretexto o argumento para lo que
considere necesario la Casa Blanca, el Depto. de Estado, la NSA y el
Pentágono, ya que históricamente, el terrorismo ha sido
entendido como un método de lucha o de ofensiva política,
pero no ha sido ni es, un objetivo militar o un sujeto identificado.
A esto nos referimos cuando hablamos del concepto de “insurgencia
narco-terrorista”
como construcción ideológica con fines de dominio, de
hegemonía, como seudo-categoría analítica
ideologizada.
De
ello, surgen tres
preguntas clave:
¿el Programa Cruzada
Contra el Hambre
es parte de
esta nueva estrategia
contra las organizaciones criminales y revolucionarias en México?.
Consideramos que
sí;
¿es casualidad que el
inicio de dicho programa fue en el sureste mexicano,
en zonas de influencia zapatista (municipio de las Margaritas)?
Consideramos que no
es causalidad;
y ¿será accidental que el
eje de las investigaciones
sobre el sangriento evento de Iguala- Ayotzinapa –para solo
mencionar éste- se haya desplazado
hacia el ejército mexicano?
De igual manera, consideramos que
no es casual. Es
evidente, que de todos estos procesos y eventos, de la forma y
contenido que han tenido, la institución más lesionada
ha sido el ejército mexicano, aunque se haya querido desviar
la atención, los hechos y actores presuntamente responsables,
en otras direcciones.
Porque,
todos los hechos mencionados antes, son piezas
o elementos que se articulan con precisión en los procesos
descritos y con la argumentación antes presentada.
A este
respecto, nuevamente Carlos Montemayor afirma:
“En
la estrategia de combate contra estas guerrillas rurales se recurrió
también (se refiere a las de las montañas de Guerrero,
JRY), como ahora en Chiapas, a la aplicación de diversos
proyectos de desarrollo regional. Con la ocupación militar
aparecieron créditos a la producción, alimentos, apoyos
a la comercialización de productos, carreteras (…)”,
etc.
(Montemayor: 2007, 23)
No
olvidemos tampoco, en el contexto de la contrainsurgencia dirigida a
mermar y derrotar al EZLN, el ataque paramilitar contra una reunión
religiosa pacífica en Acteal (Municipio de Chenalhó,
Chiapas, diciembre, 1997), lo cual se explicó oficialmente,
como un enfrentamiento
entre grupos étnicos
con problemas entre sí (murieron 45 civiles), por lo que la
causa contra el entonces Presidente Ernesto Zedillo está aún
vigente por parte de los familiares afectados por aquellas víctimas.
Cinco
símiles
o constantes
entre Acteal e Iguala: contexto de guerra irregular o asimétrica
en la región; misma estrategia contrainsurgente aplicada sobre
la población civil; el ejército mexicano (la zona
militar respectiva) aparece involucrado, aunque inicialmente se
niegue; la población civil es objetivo militar por
considerársele “territorio
y base de legitimación o apoyo”
del grupo armado (en el caso del EZLN, el soporte social y político,
indígena y campesino ha sido más que evidente); más,
el rol de la PGR, acusada de simular y “fabricar”
pruebas para señalar como responsables a otros e inculparlos.
(Revista Newsweek, de marzo, 2012, p. 18). Son demasiado claros los
paralelismos
entre ambas matanzas,
para mencionar sólo a éstas dos tragedias.
Y
es así, porque, en la
guerra mediante estrategia contrainsurgente,
las fronteras entre los objetivos militares son difusas, por ello,
los eventos
trágicos son recurrentes
y tienen similitudes esenciales en detrimento de la legalidad
constitucional, los derechos humanos y la integridad física de
la población civil.
Desde
esta perspectiva
teórica, histórica y analítica,
son mucho más entendibles dos aspectos nuevos (en su momento)
en el entorno policiaco y militar en el país:
La
presencia del general Oscar Naranjo en México durante los dos
primeros años de gobierno de EPN, como asesor
personal
del Presidente en materia de seguridad, en la dirección de la
lucha contra el crimen transnacional, dado su perfil de pupilo más
avanzado de las doctrinas, tácticas y estrategias de la CIA
y el Pentágono, que suscitaron el recelo de algunas
instancias armadas en México hacia él, como fue el
caso de las filas del propio ejército mexicano.
La
creación de la Gendarmería Nacional (se anuncia en
plena campaña electoral por EPN, abril de 2012) como cuerpo
de élite
de las fuerzas coercitivas del Estado, parte
de la nueva estrategia
de ataque territorial contra la criminalidad transnacional, de la
regionalización de este combate para diferenciar las tácticas
pero dentro de una misma estrategia nacional coordinada.
Inicialmente se dijo también, que tendría a su encargo
la custodia y preservación de las aduanas, los aeropuertos,
los puertos, penetrados o tomados por el crimen transnacional
organizado, espacios de seguridad nacional. No obstante, el día
del anuncio de su puesta en práctica (junio de 2014), el
comisionado nacional de seguridad pública, Monte Alejandro
Rubido, dijo que el objetivo de los gendarmes será
“salvaguardar
los empleos y mantener el funcionamiento cotidiano de las ciudades”.
Además, de inicio, se planteó un cuerpo de 40,000
efectivos y entraron en acción sólo 5,000. (14 de
junio, 2015,
http://www.vanguardia.com.mx/inicialagendarmerianacionalenmexico-2147478.html
)
A
su llegada a México, Oscar Naranjo explicó, los pilares
de la “nueva
estrategia de seguridad”:
máxima coordinación
intergubernamental; inteligencia en profundidad para darle prioridad
a las operaciones de carácter quirúrgico, no masivas; y
estrategias diferenciales contra el crimen, las cuales resumían
aquélla (General
Oscar Naranjo,
“Ni
Pacto ni Tregua con ningún cártel”, 3 de
Diciembre, 2012,
http://www.vanguardia.com.mx/generaloscarnaranjo;nipactonitreguaconninguncartel-1429834.html
), pero, agregamos, había
un cuarto soporte:
la creación de la Gendarmería Nacional, una policía
nacional militarizada con objetivos y perfiles muy definidos, más
otros dos sustentos: la expansión
del paramilitarismo, y uno más,
aparentemente inconexo:
una cruzada nacional contra la pobreza alimentaria. En el fondo de
todo ello, está la doctrina de contrainsurgencia diseñada
en el Pentágono, las estrategias y tácticas de la CIA
en las que Oscar Naranjo es un especialista consumado.
Los
casos que se han presentado de apropiación criminal de la
comercialización de productos como el limón, el
aguacate, el sorgo, y parcialmente del plátano (que debiera
ser tarea de la policía municipal, pero ante su incapacidad y
la naturaleza del actor criminal, esta es relevada) justifica
plenamente el objetivo expresado, pero ofrece también la
impresión, de una modificación
improvisada
del mandato y sus objetivos originales, comprometiendo con ello su
eficaz funcionamiento por la falta de una planeación adecuada
y porque se adicionan objetivos que no parecen apropiados para un
cuerpo de élite; por ejemplo, ha intervenido en el caso de
afectación civil por problemas naturales como huracanes (Los
Cabos) y depresiones tropicales, u otros (Hospital Infantil en
Cuajimalpa) lo que antes hacía el ejército mexicano
(Planes DN).
Pero,
además, está integrada a la Policía Federal
(forma la 7ª división), no como un cuerpo semi-autónomo,
lo cual tampoco fue parte de la concepción original de ella.
Lo
errático es la norma.
Se mantiene el principio de centralización
del mando
como criterio estelar, pero ello no necesariamente le ha dado solidez
institucional y operativa.
Consideramos
que su labor estratégica debe ser con amplitud y precisión,
reforzar
la Seguridad Interior,
aunque este objetivo central está demasiado difuso por lo
antes expuesto, sin embargo, basta revisar algunas de las principales
acciones en las que ha intervenido, directa o indirectamente, para
normar nuestro criterio sobre su pobre desempeño: ante las
nuevas ofensivas de la criminalidad transnacional, en Valle de Bravo
(alto índice de secuestros que derrumbó la asistencia a
este centro turístico); en Michoacán (a pesar de que,
el Comisionado Federal estableció que su presencia no era
necesaria, finalmente se incorporó a la persecución de
Servando Gómez “la Tuta”); en Jalisco (en el
poblado de Ocotlán, por miembros del Cartel de Jalisco Nueva
Generación, con cinco bajas, 11 en total, 4 transeúntes);
en Guerrero (en donde se incorporaron a la búsqueda de los
estudiantes desaparecidos, y luego, de sus familiares, finalmente,
asumieron las tareas de seguridad pública en Iguala); en la
Ruana, Michoacán, en donde presenció pasivamente; en
Acapulco, el enfrentamiento entre los contingentes de autodefensas
comandados por Hipólito Mora y Luis Antonio Torres “el
Americano”,
formalmente integrado a la Fuerza Rural, en donde hubo 10 muertos,
luego, custodiaron la seguridad de la Convención Nacional
Bancaria (CNB). Apréciese la heterogeneidad de sus funciones
(orden común y seguridad interior) y los escasos resultados,
con lo cual, ningún mexicano puede estar complacido, al
contrario.
Su
operatividad regional, aumentando la rapidez, intensidad y agilidad
de sus desplazamientos, apoyada en un trabajo de inteligencia de alta
manufactura, y con una coordinación máxima con el
ejército y la armada de México, debía ser
fundamental ante la permanente
redistribución del control de plazas y rutas, así como,
en cuanto al rediseño constante de las alianzas del crimen
transnacional en las propias regiones y subregiones de México,
es decir, ante los cambios del mapa delictivo.
Pero el gobierno federal sigue empeñado en el monopolio
exclusivo del manejo y operación del tema de la seguridad
aunque sin la eficiencia necesaria
La
Gendarmería se dijo, “regresaría
al ejército a los cuarteles”,
falso de toda falsedad, ni ha sido así ni podía ser
así, está haciendo funciones
de apoyo y sustitución
en diversos casos para que el ejército y la armada se
concentren en la guerra contrainsurgente
con las estructuras operativas del crimen transnacional, sus núcleos
armados centrales (dotados de armamento pesado) y sus entornos
sociales de legitimidad y apoyo existentes. Es aquí en dónde
y cómo, se
integra el rol de la Gendarmería a la nueva estrategia de
combate al crimen organizado.
Es
imperativo debatir
abiertamente esta concepción (Plan COIN) y ofrecer
alternativas,
para ejercer la
capacidad de dar la lucha ideológica
como forma
superior de lucha por el poder en un tema crucial para la sociedad,
y que seguirá causando estragos. Pero, si partimos
de su negación oficial o inexistencia, queda sólo
sufrir sus efectos y protestar.
5.-
Todo lo anterior inserta
plenamente a México
en la llamada por G.W. Bush “cruzada
mundial contra el narco-terrorismo”,
una variante del terrorismo a secas, que, como indica también
con agudeza la autora Pilar Calveiro en su libro “Violencias
de Estado”
(2012: 92), es un concepto que juega el papel de “proveer
a las potencias de un enemigo y un escenario de guerra hipotéticos,
que justifique cualquier intervención militar”.
Dicho en otra forma, es bajo la rudimentaria ideologización
empleada por el ex presidente, con lo cual se adentra a México
“en la
monumental lucha del bien contra el mal”.
La “Doctrina
G.W. Bush”
a plenitud.
El
concepto de narco-terrorismo
entonces, fusiona
en sí mismo,
la conceptualización
estadounidense de la
guerra
contra las drogas y al crimen organizado,
con la lucha
internacional contra la ofensiva global de corte islámico,
fundamentalista
y radical,
y se lo implanta en América Latina para ambas tareas
estratégicas, pero también, para sofocar la insurgencia
por el cambio social, como eje
de sus políticas de seguridad nacional y de su doctrina
estratégica de reconstitución hegemónica,
en un escenario
global modificado
en sus correlaciones de fuerzas, no favorables, y le obliga a
distintos replanteamientos.
Pero
además, las formulaciones de la inteligencia estadounidense
son completas: debemos a Gilberto López y Rivas un análisis
de las bases filosóficas y conceptuales de la
contrainsurgencia estadounidense, bajo la experiencia de sus
aplicaciones en Afganistán e Irak, mediante especialistas en
antropología y otros científicos sociales (incluidos en
las sesiones de interrogatorios y torturas) insertos en las unidades
de combate del ejército americano, coadyuvando con sus
opiniones en las operaciones contrainsurgentes. El trabajo base de
todo ello es el de la antropóloga Montgomery McFate y su
programa denominado “Sistema
Operativo de Investigación Humana en el Terreno”,
cuyo axioma central es que “la
antropología puede más que la artillería”,
la cual el autor citado denomina “antropología
mercenaria”,
todo, contenido en el Manual
de Contrainsurgencia
antes mencionado, el “FM-3-24” adaptado a las condiciones
de América Latina y con el cual se capacita a los militares
latinoamericanos.
Esta
parte táctica de la doctrina militar de EUA es aplicable a los
llamados “enemigos irregulares asimétricos”,
encuadrados en un entorno de “operaciones
macro
en donde se promociona el desarrollo económico, la gobernanza,
el imperio de la Ley (que son variables ausentes en México).
No
es complicado encontrar contradicciones y polarizaciones casi
irreconciliables en las variables sociales mencionadas, todo
ello, aplicable a lo que dicha doctrina militar llama
eufemísticamente en cuanto a su aplicación, la “nación
huésped”.
Uno
de los parámetros de guerra que consigna el manual es “el
uso combinado de las fuerzas de combate (soldados y marinos), con
habilidades asociadas con frecuencia a agencias no militares. Ello
supone la cooperación y coordinación intergubernamental
del Departamento de Defensa con las demás agencias de la
llamada “comunidad
de inteligencia”
(CIA, DEA, FBI, etc.) y, también, con la Agencia para el
Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en
inglés), que depende del Departamento de Estado, entre otras.
También
resalta en el Manual mencionado, la necesidad de que las campañas
de contrainsurgencia cuenten con
“fuerzas
flexibles, adaptables a las distintas circunstancias en un país
dado, con líderes castrenses ágiles, bien informados y
astutos culturalmente”.
Es
decir, capaces de
entender
”las
culturas de los “nativos”
que se rebelan contra el orden establecido”, o que atacan “al
orden establecido”
(agregaríamos nosotros) como es el caso del crimen
transnacional
(“Como
Opera la Contrainsurgencia del Pentágono”, 6 de agosto,
2014, http://www.contrainjerencia.com/?p=88714
)
En
los años más recientes, los Planes
de Contrainsurgencia
aplicados en México, no sólo han provenido desde el
ejército mexicano, sino que han sido concebidos por
organizaciones universitarias extranjeras, está el trabajo
publicado por el CIEPAC (Centro de Investigaciones Económicas
y Políticas Asociación Civil) del Estado de Chiapas,
en donde se hace una descripción de los términos y
elementos de su aplicación contra el EZLN (“La
Contrainsurgencia en Chiapas”, Hidalgo, Onésimo, 29 de
mayo, 2003,
http://www.nodo50.org/pchiapas/chiapas/documentos/ciepac.htm
).
Y
así mismo, en el caso de la Sierra Norte de Oaxaca, por parte
de las llamadas “Expediciones
Bowman”
bajo el proyecto hecho por especialistas de la Universidad de Kansas
(EUA) denominado “México
Indígena”
durante el año de 2006. (18 de Agosto de 2014, Bessi y
Navarro, http://subversiones.org/archivos/30901).
Incluso, en la ciudad de México (Ferrer Miguel Ángel,
“Contrainsurgencia estilo Mancera”,
http://elsoldesanjuandelrio.com.mx/elsoldemexico/notas/n3017688.htm
).
Finalmente,
afirmamos, que dicho programa, es un nuevo
instrumento de intervención y de violación de la
Soberanía Nacional con cierta anuencia local
(ante su evidente ineficiencia e incapacidad), un programa
genéricamente elaborado (para su adaptación concreta)
por el general David Patraeus (que estuvo en México, dijimos
antes), director de la CIA desde junio de 2011, y excomandante de las
tropas aliadas en Afganistán, construido en el contexto de la
concepción de las “guerras
de baja intensidad”
y de las “guerras
preventivas”
propias de la llamada “Doctrina
Bush”,
modificadas en ciertas formas y contenidos, pero sostenida en lo
sustancial, por la “Doctrina
Obama”,
por sus “guerras
secretas”
y sus ejércitos paramilitares apoyados por el Pentágono
y la NSA, con reorientación estratégica hacia la región
asiática.
Nadie,
responsablemente podría afirmar, que sea sencillo llevar un
proceso de disenso
en
políticas de seguridad desde México con EUA,
o que no conlleve riesgos,
pero si no hay ni
la voluntad política ni la concepción y estrategia
alternativas, mucho menos aún será posible el cambio.
En esta posibilidad, los especialistas que hay en el gobierno, deben
no sólo disentir, sino procesar una ruta de riesgos
calculados,
de equilibrios
recíprocos.
Lo que sí es más que evidente, es que ya hemos puesto
en la balanza como país una cuota muy alta de
desestabilización, recursos financieros y sangre de nuestros
compatriotas (ciudadanos, policías y militares, mujeres y
niños). Urge
anular este escenario nefasto.
Es
muy complejo –decíamos- el disenso en esta materia, pero
lo peor es que nada indica que los últimos tres gobiernos se
lo hayan planteado, ni siquiera teóricamente. Seguir en la
misma ruta,
sólo aumenta el ya altísimo
costo nacional,
que tampoco nada garantiza, sea un proceso político que no
pueda descarrilarse de las instituciones y del control gubernamental
y crear una situación inédita en la vida política
dentro de nuestras últimas décadas, como ya ha habido
manifestaciones regionales evidentes en tal sentido. El
riesgo es demasiado alto. El cambio urge. Es un tema de urgencia
nacional.
Con
todo lo antes referido y evidenciado, podemos entender con claridad
que históricamente el posible siguiente paso pensado para
México desde EUA es un Tratado militar trilateral que integre
a México, con todos los grilletes necesarios, dentro de la
órbita militar estratégica de EUA en su lucha por la
reconstrucción de su hegemonía, frente al ascenso de
las nuevas potencias regional-globales (China, Rusia).
En
consecuencia, observamos cinco debilidades sustantivas del COIN
mencionado:
Se trata
de una estrategia que mantiene como eje
del combate
a la criminalidad transnacional, las
operaciones militares,
bajo la cobertura de un entrenamiento contrainsurgente, y de un
incremento de la ayuda en equipos militares y armamento desde EUA.
Se actúa
sobre el entorno social de las bases de legitimación o apoyo
de las organizaciones criminales, con planes
de promoción social,
como mecanismos
de contención y aislamiento político-militar del
núcleo de dirección criminal, para facilitar su
destrucción.
No se
enmarcan tales planes de asistencia social, dentro de un Plan de
Desarrollo Regional que requeriría mayores recursos y ajustes
en el modelo económico actual para descentralizar las
iniciativas de crecimiento y bienestar social, sino, como parte del
programa militar.
La
dependencia de México en cuanto al manejo de información
de inteligencia aplicada a las operaciones en el terreno policiaco
militar, está en manos de los comandos estratégicos
ubicados en EUA, que son los verdaderos estrategas de dicha lucha,
por lo que el ejército, la armada, la gendarmería y la
policía federal carecen
de una planeación autónoma en el terreno militar,
dado
que ella está determinada por la información de
inteligencia suministrada externamente.
El Plan
de Contrainsurgencia relega a segundo plano, o simplemente no toma
en consideración, la
necesidad de un cambio en la concepción de la temática
del crimen transnacional,
de la implantación de un nuevo paradigma del cual se derive
una nueva estrategia (necesidad reconocida por el Secretario de
Gobernación en su discurso ante la ONU, 8 de mayo 2015), sino
que incorpora variantes a una concepción y política
estratégicas anti-crimen que han probado su fracaso en lo
esencial (destrucción o derrota del enemigo) y que ello ha
sido reconocido en primer lugar en los propios EUA.
Por lo
tanto, México debe
avanzar en la conformación de una concepción, un
paradigma y una estrategia que parta de las diversas causalidades
estructurales que han dado históricamente origen internamente
a la problemática:
en lo económico, lo político, lo social, lo regional,
lo jurídico y lo cultural. La estrategia actual es una nueva
imposición que lesiona, de nueva cuenta, gravemente nuestra
capacidad soberana y debilita al Estado Nacional y a la propia
institución militar. Pero ello será imposible si el
objetivo primario desde el gobierno es no perder ni compartir el
control y el poder en el diseño e instrumentación de la
política anti-crimen antes que sustraer a la Nación
mexicana del actual escenario tan lamentable. En tal situación,
debe desplazarse el eje de la acción estratégica hacia
la ciudadanía organizada.
El
Primer Vínculo Extraordinario
La
búsqueda y encuentro, real o ficticio, sospechado o
comprobado, entre alguno de los grupos izquierdistas que en México
han asumido la vía armada como proceso hacia el cambio social
y el crimen transnacional, es decir, la simbiosis “narco-guerrilla”,
nuevamente sigue la lógica de investigación,
inteligencia y combate militar mediante operaciones encubiertas del
gobierno estadounidense, en Oriente Medio y en Sudamérica
(Colombia).
En esa
postura están hoy también, los organismos de seguridad
e inteligencia (incluyendo los militares) de ambos lados de la
frontera: sur de los EUA y norte de México. Es extremadamente
complejo logar acceder a información ultra secreta, y la que
exista ya, ultra clasificada, de manera que necesariamente debemos
trabajar con la muy escasa información accesible y con
hipótesis derivadas de nuestro instrumental analítico
puesto en acción.
Uno de
los líderes políticos más explícitos con
este planteamiento (vínculo narco-guerrilla)
y hecho públicamente, es el gobernador del Estado de Morelos
Graco Ramírez, pero además, asumiendo la perspectiva
insurreccional,
quien afirma:
“(…)
ese
fenómeno
es el que vive la guerrilla en Colombia, hay un sector de la
guerrilla que ya se confunde con el narco para sobrevivir. Aquí
se está generando ese vínculo, evidentemente, o es por
la acción de los policías delincuentes y de los
delincuentes incorporando este elemento Ayotzinapa al escenario, o
por deliberada decisión o por casualidad, no creo en las
causalidades, pongamos en las dos, el resultado es el mismo: metes a
un sector y una franja que tienen otra visión de la lucha
política, y que se siente agraviado, que se siente golpeado
con toda razón, pero empieza en un país en donde hemos
caminado en la lucha por la democracia y el voto, se empieza a
generar una especie de visión insurreccional y las redes han
sido muy importantes en este sentido (….) en ellas se observa
perfectamente que una narrativa y todo un discurso de la insurrección
política, de la revolución blanda. Te aseguro que si no
cambiamos la estrategia en un año vamos a enfrentar guerrilla
urbana en muchas partes del país”.
(15 de diciembre, 2014, El Universal,
http://archivo.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/guerrilla-y-narco-con-vinculos-graco-ramirez-1061964.html
)
Varias
cuestiones surgen de su lectura y reflexión:
el
vínculo narco-guerrilla es para la segunda, una vía de
sobrevivencia;
ello, es
un proceso en curso;
se ha
producido por la vía de que la criminalidad incorpora al
factor político armado dentro de una especie de alianza
tácita, en donde cada grupo tiene sus propias razones e
intereses;
juntos,
empiezan a compartir y desarrollar una perspectiva insurreccional
para México, que existe también en las redes sociales
masivamente, lo cual es contrario al proceso de transición
política a la democracia recorrido por nuestra sociedad;
la
visión insurreccional en las redes sociales, presagia la
aparición de la guerrilla urbana muy pronto, de no cambiarse
la “estrategia
actual”.
Entendemos,
que en esta última parte, se refiere a romper esta alianza
de conveniencia narco-guerrillera.
Finalmente, en dicha entrevista, plantea una solución de doble
vertiente: llegar a la verdad sobre los vínculos de la alianza
narco-guerrillera y la legalización de la marihuana, cambiando
“el
paradigma sobre el narcotráfico”,
para aislar a un sector importante de la criminalidad y generar
formalidad económica en donde hoy hay informalidad.
Como se
aprecia claramente, este discurso de la alianza
narco-guerrillera
es plenamente
funcional al programa contrainsurgente en
vigor, es complejísimo negar o afirmar tal hipótesis
(el gobernador no ofrece ninguna evidencia), otra vez, el supuesto se
basa en y se invoca la experiencia colombiana, en la versión
de los gobiernos colombianos y de los servicios de inteligencia de
EUA. Es funcional, decimos, porque
justamente lo legitima conceptual y políticamente,
y
valida la estrategia militar de contrainsurgencia en vigor y de doble
proyección: guerrilla izquierdista en México y crimen
transnacional.
Bajo esa
perspectiva, ni el tema de la insurrección armada como vía
para el cambio social, ni el combate a la criminalidad transnacional,
tiene otra salida que no sea la
derrota militar, el exterminio
de
las organizaciones que protagonizan ambos tipos insurreccionales,
pero tampoco, hay posibilidad de luchar por y obtener una
gran reforma social para México,
sino solamente poner en marcha aquellos programas asistenciales o
compensatorios que den cobertura a la ofensiva militar en curso
expansivo.
El
acierto del gobernador de Morelos es hablar de la necesidad
de un nuevo paradigma
sobre este terrible problema nacional, pero, otro error es considerar
que ello se concreta en la legalización de una parte de la
oferta criminal de estupefacientes, y pequeña en cuanto al
pool de servicios y actos criminales que caracterizan a las
organizaciones delictivas transnacionales (me refiero a los más
de 20 tipos de crímenes que practica la criminalidad, el
tráfico de cannabis es sólo uno de ellos), lo que
implica una
visión muy estrecha
del cambio
de paradigma necesario;
pero un nuevo acierto es la perspectiva de una mayor generalización
de la violencia que desestabilizará a las grandes ciudades,
como ha sucedido ya en reiterados episodios, por ejemplo, en
Monterrey.
La
consecuencia
de este enfoque general es:
el baño de sangre continuará, los eventos trágicos
en donde se victimiza colectivamente a la población civil
indefensa, con la muerte o la desaparición forzada, seguirán
como una de las perspectivas políticas más probables
para nuestra sociedad, en detrimento de los derechos humanos, de la
legalidad constitucional. La inmensa mayoría queremos la paz y
el cambio pacífico, pero no llegarán solos.
Hay dos
variantes más: la primera, los vínculos, también
en investigación o ya comprobados –dependiendo de quién
ofrezca testimonio- entre
los movimientos populares y la guerrilla izquierdista
mexicana.
Quizá
los casos, precisamente más difundidos desde los tres
gobiernos mexicanos últimos, han sido, el caso justamente de
los alumnos de la Escuela Normal Isidro Burgos en Ayotzinapa, la
CETEG, la CNTE y la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias
(CRAC) en Guerrero, así como, la Asamblea Popular de los
Pueblos de Oaxaca (APPO) y la CNTE en Oaxaca, en ambos casos, con el
ERPI y el EPR, esencialmente.
Nuevamente,
bajo tal discurso político desde el poder o los medios de
comunicación poco o nada críticos, el Programa
Contrainsurgente
es el más apropiado para enfrentar tales amenazas al Estado
Mexicano, y a sus gobiernos en turno, no obstante sus intolerables
costos sociales. Por ejemplo, un periodista como Raymundo
Rivapalacio, que ha filtrado información desde organismos de
seguridad e inteligencia del gobierno, comentó recientemente:
“El
29 de octubre de 2006, fuerzas federales entraron al Centro Histórico
de la capital de Oaxaca y rompieron las barricadas con vehículos
antimotines (….) con lo que se terminó con un conflicto
de cinco meses mediante el cual la Asamblea Popular de los Pueblos
de Oaxaca quiso derrocar al gobierno de Ulises Ruíz (…)
Oaxaca sirvió como laboratorio para probar estrategias de
guerra de guerrillas urbanas al EPR y empezar su rearticulación
nacional. El trabajo del EPR en Oaxaca lo encabezó Constantino
Alejandro Canseco Ruíz, el comandante José Arturo,
miembro de una de las tres familias fundadoras de la guerrilla,
captado varias veces por las cámaras del CISEN dando
instrucciones en las movilizaciones (…) en esa coyuntura, el
EPR infiltró organizaciones fachadas en la APPO y activó
sus liderazgos dentro de la dirigencia magisterial, para tomar el
control del movimiento (…) Veintitrés organizaciones
fachada y 17 ‘asambleas populares’ fueron creadas en
Oaxaca, que reprodujeron en Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Jalisco,
Morelos, Puebla, San Luis y la ciudad de México. Fue el
comienzo de la construcción del ‘Poder Popular’
que trasladarían al nivel nacional”
(El Financiero, 5 de Junio, 2015).
Un
planteamiento que ameritó respuesta del propio EPR (el
documento se titula” Al
Periodista Raymundo Rivapalacio”)
quien difundió su versión de los hechos “ateniéndonos
al derecho de réplica y para desmentir lo que constituye una
mentira y por consecuencia una calumnia”,
agregando también, en otra parte de su argumentación
escrita, que “se
desvincula de cualquier movimiento social” así
como de cualquier “organización
criminal”. (Garrido Raúl, Periódico Los Angeles
Press, 10 de octubre, 2013).
Obviamente, para el EPR el paradigma político-militar de lucha
es la estrategia de Guerra Popular Prolongada (GPP), dentro de cuyo
periodo caben distintas variantes a partir de la fusión del
partido político con la estructura armada del movimiento
social.
Pero el
tema, es que tales versiones equívocas o verdades (no lo
sabemos) permiten englobar a todos los grupos armados sin distingo de
su origen, naturaleza social y objetivos, en
la estrategia de contrainsurgencia,
con las modalidades tácticas que cada caso amerite, que para
eso están, no sólo los militares, sino los
antropólogos, al concebirlos como “organizaciones
insurgentes narco-terroristas”
bajo una conceptualización ideologizada y construida en el
Pentágono y la NSA de los EUA, con todas las piezas antes
comentadas. Se trata de todo un engranaje para poner en marcha una
maquinaria político-militar.
El
Segundo Vínculo Concebido
Esta otra
imbricación social supuesta, se refiere a los posibles
vínculos entre policías comunitarias y/o autodefensas
con las guerrillas izquierdistas y/o el crimen transnacional en
diversos Estados del país, articulaciones reales o ficticias,
según sean las fuentes y evidencias que se ofrezcan.
Refiriéndose
al CISEN, el periodista James Bargent, afirma:
“Según
los documentos de la agencia de inteligencia (….) varias
figuras importantes en la Coordinadora Regional de Autoridades
Comunitarias (CRAC), una organización de policía
comunitaria ubicada en el estado costero del Pacífico de
Guerrero, trabajan con el grupo guerrillero de izquierda, el Ejército
Popular Revolucionario (EPR). El documento identifica a cuatro
personas -un asesor legal del CRAC, un reclutador, un organizador de
diez grupos de policía comunitaria y un miembro responsable
por la creación de las fuerzas de policía comunitaria
en 23 pueblos- como "promotores" del EPR. El informe
también afirma que el brazo armado del EPR está siendo
desplegando en los bastiones del CRAC en el estado. Según la
evaluación del informe, la estrategia del EPR es construir
conexiones entre ellos, la policía comunitaria y los
movimientos sociales, como los sindicatos radicales de maestros“.
(“¿La Policía Comunitaria de México tiene
vínculos con la Guerrilla”?; 9 de Enero, 2014,
http://es.insightcrime.org/noticias-del-dia/la-policia-comunitaria-de-mexico-tiene-vinculos-con-la-guerrilla).
El
surgimiento de las autodefensas en Michoacán es geográfica
y cronológicamente precisa: emergen en este contexto y
conforman el perfil de un actor que altera
el cuadro de las disputas criminales,
sustituye en alguna forma y medida al actor estatal extremadamente
debilitado y penetrado por la criminalidad, pretendiendo reforzar el
“polo de la autoridad pública”.
En un
estudio muy documentado, Luís Hernández establece sobre
las autodefensas:
“Nacidas
originalmente de la confluencia de intereses de los grandes
agricultores privados, del Ejército, y muy probablemente de
cárteles rivales de los Caballeros Templarios, las
autodefensas michoacanas se transformaron muy rápidamente en
una movilización social armada, con fuerte contenido popular.
Al calor de ella, la reivindicación de autodefensa indígena
en la entidad se recompuso. Aunque nunca han sido un movimiento
contra el gobierno (....) Las autodefensas se convirtieron, en los
hechos, en un ejército informal. No sólo defendieron
sus municipios, sino que emprendieron ofensivas militares sobre el
territorio controlado por los Templarios”. (Hernández
Navarro Luis: “Hermanos en Armas”, 2014, p. 34)
Sin
embargo, consigna también como antecedentes directos, la
propia aparición del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) en diciembre de 1994, como influencia externa, y
regionalmente, la formación en 2008, en la comunidad purépecha
de Nurío, la guardia comunitaria que funciona hasta nuestros
días; luego, en 2009, lo mismo en la comunidad nahua de Ostula
así como, en la comunidad de Cherán, y la máxima
influencia regional, fue a partir del Congreso Nacional Indígena
(CNI) que mediante el Manifiesto de Ostula, reivindicó el
derecho a la autodefensa indígena, en junio de 2009, lo cual
se extendió a otras comunidades indígenas, como los
nahuas de Ayotitlán (2012), teniendo como entrono, a grupos d
pistoleros armados al servicio de las grandes empresas mineras.
Emergieron dos grandes razones más para su proliferación:
la lucha contra el despojo de sus recursos naturales por las propias
empresa mineras extranjera y nacional, así como la injerencia
con fines de control
y exclusión,
de las organizaciones criminales con el tema del comercio ilícito
de drogas.
Me
permitiría agregar un factor interno más: la política
de “cambio de estrategia”
anunciada por el entonces candidato electo Enrique Peña Nieto
a la Presidencia de la República, a instancias de las
aportaciones que pudiera hacer su consejero estrella en la materia:
el general colombiano Oscar Naranjo, ex jefe de la Policía
Nacional (con 167,000 efectivos y armamento estratégico en
abundancia, fue llamada “un
ejército dentro del ejército”),
conocido por sus éxitos de alto costo en vidas y un amplio
legado de víctimas, contra los cárteles de la cocaína
en Colombia y contra la insurgencia armada izquierdista, de “línea
dura”, quizá el mejor
discípulo de los organismos de seguridad e inteligencia de los
EUA (incluyendo a los militares) durante su larga actuación en
Colombia (más de 10 años), quien declaró a su
llegada a México:
“(…)
no habrá pacto ni tregua" con los cárteles
mexicanos de la droga y señaló que la coordinación
será un factor determinante
en
la nueva estrategia contra el crimen que aplicará el gobierno
entrante” Añadiendo
que: “los ‘cambios estructurales’ que impulsa Peña
Nieto en materia de seguridad apuntan a que la Secretaría de
Gobernación logre armonizar las capacidades contra el crimen
de los municipios, los estados y las autoridades federales a fin de
que ‘se superen graves niveles de desconfianza y
descoordinación interagencial’, además de que:
“ se
desarrollarán estrategias diferenciales contra el crimen”.
(General
Oscar Naranjo, “Ni Pacto ni Tregua con ningún cártel”,
3 de Diciembre, 2012,
http://www.vanguardia.com.mx/generaloscarnaranjo;nipactonitreguaconninguncartel-1429834.html
).
Máxima
coordinación intergubernamental; inteligencia en profundidad
para darle prioridad a las operaciones de carácter quirúrgico,
no masivas; y estrategias diferenciales contra del crimen, parecían
ser las tres columnas de la anunciada “nueva
estrategia”, a la que se sumó
el cuarto soporte:
la creación de la Gendarmería Nacional, una policía
nacional militarizada con objetivos y perfiles muy definidos. Es muy
probable que en el fondo de todo ello, esté la doctrina de
contrainsurgencia diseñada en el Pentágono, en la cual
Oscar Naranjo es un especialista consumado.
Porque,
en el General Oscar Naranjo Trujillo, son también muy
conocidas sus tácticas de enfrentar a los cárteles de
la cocaína en Colombia, mediante cinturones
de grupos paramilitares bajo órdenes
de la Policía Nacional (en otro nivel, del Ejército y
los generales estadounidenses), y la arbitrariedad contra las
poblaciones en los territorios escenarios de desplazamientos
policiacos-militares y combates, sin ningún reparo en la
seguridad humana. En Colombia los grupos paramilitares llegaron a
rebasar las 100,00 personas armadas que se agruparon en la
coordinadora llama Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC), consideradas casi unánimemente, como grupos
de “extrema derecha”.
Nos
dice la analista mexicana San Juana Martínez refiriéndose
a Oscar Naranjo:
“Entre
los hechos deleznables que se le atribuyen está el arresto de
182 personas en un operativo a quienes secuestró e incomunicó
sin respetar sus garantías individuales. Algunas de estas
personas permanecieron en presión más de dos años,
según informó el periódico El
Universal de
Colombia. Entre las detenciones masivas realizadas por el general
Naranjo son famosas las de las regiones como el Cauca, Valle del
Cauca y Risaralda.” (“El oscuro historial del general
Naranjo”, 10 de septiembre, 2012,
http://foroparalelodemilenioelotroforo.blogspot.mx/2012/09/san-juana-martinez-el-oscuro-historial.html
)
Entonces,
por lo menos, un personaje extremadamente polémico, con un
historial, nefasto o encomiable, dependiendo desde el ángulo
político-ideológico y cultural que lo analicemos, en su
trayectoria, pero que sin duda, tuvo una gran influencia en lo que se
hizo en los dos primeros años del gobierno de EPN en materia
de confrontación con las organizaciones transnacionales del
crimen, desde su posición como asesor personal de EPN.
Él
mismo, en entrevista refiriéndose a los grupos paramilitares
denominados autodefensas en su país, indica reveladoramente:
“Los
grupos paramilitares, de la forma como fueron concebidos al final de
la década pasada, ya no existen. Hoy nos encontramos frente a
organizaciones que luchan por apropiarse de los mercados del crimen
que dejaron esas estructuras. Y se valen del conocimiento acumulado
por las cadenas de narcotraficantes. En otras palabras, hoy se puede
afirmar que son una expresión típica del crimen
organizado narcotraficante. Por eso personajes como Daniel Barrera,
como los hermanos Calle o Valenciano y alias Sebastián, son
objetivos de alto valor que deben ser sometidos”. (“El
general de los generales”, 10 de Septiembre de 2011,
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-general-de-los-generales-articulo-298350
)
Hay
dos afirmaciones que parecen perfilarse mediante razonamiento
inferencial con claridad y precisión: las autodefensas en la
experiencia colombiana, cursan dos etapas, una, la inicial, cuando
son útiles, otra, más cercana a la actualidad, cuando
pierden su perfil original y se vuelven correas
de transmisión
del crimen organizado, por lo que deben ser sometidas, exterminadas.
A esa primera etapa se refiere diciendo “de
la forma en que fueron concebidas”,
es decir, es claro que fueron una construcción social
necesariamente de alguien (como grupo social) con poder para ello, no
producto de un proceso espontáneo, un instrumento de una
instancia de poder para objetivos precisos. Y las posiciones que él
ha desempeñado del más alto nivel, en las estructuras
policiaco militares y en el combate a la criminalidad transnacional,
lo hacen un actor muy probable a tener un lugar determinante en dicha
construcción. Estamos dentro de un razonamiento lógico,
no de una evidencia tangible, que por lo demás, sería
extremadamente complejo obtener, dada la naturaleza del caso.
En
consecuencia, no podemos descartar su mano y su iniciativa
intelectual, en la parte que el mismo Luis Hernández Navarro,
llama de “confluencia
de intereses”,
más la necesidad
objetiva
de la creación de las autodefensas desde la realidad social
que se vivía hacia febrero de 2013, cuando deciden crearlas en
Coalcomán y Tepalcatepec, subvencionándolas
económicamente mediante contribuciones de agricultores,
comerciantes, ganaderos, muebleros, restauranteros, etc. sin
la oposición frontal
del gobierno local o federal, y luego, desarrollando acciones armadas
conjuntas con ellos, por parte del ejército federal. Entonces,
todo indica, que en
el curso de su desarrollo y fortalecimiento,
tales grupos ganan en autonomía, en capacidad de decisión,
de contenido netamente popular, de soporte financiero y de combate
militar, y se
salen del control del gobierno
federal,
para quienes fueron funcionales
a sus necesidades y objetivos de contención
ante una criminalidad extensiva y también, altamente
empoderada, pero, ya instaladas en ese nivel las autodefensas, no
podían dejar que se autonomizaran, se auto-movilizaran y
crearan objetivos estratégicos propios.
Sin
embargo, hay también una modalidad que puede convertirse en
emergente,
pero que contraviene los supuestos del gobierno, de sus órganos
de inteligencia, sobre los vínculos crimen-organizaciones de
autodefensa:
“(…)
algunas
asociaciones de empresas en Guerrero se reunirán con grupos de
autodefensa con el fin de discutir la mejor forma de combatir
la extorsión;
una marcada diferencia con el enfoque agresivo adoptado contra estas
organizaciones paramilitares en otras partes de México.
Fernando Meléndez Cortés, presidente de la asociación
empresarial COPARMEX en el municipio de Chilpancingo, dijo que ha
habido un aumento en la extorsión,
con un promedio mensual de 350 empresas cerrando sus puertas y 800
puestos de trabajo perdidos.”
(Mario
Carrillo: “Grupos de Autodefensa en México Entrenan a
Empresas para Contrarrestar Extorsión”, junio 19, 2013,
http://es.insightcrime.org/noticias-del-dia/grupos-de-autodefensa-en-mexico-entrenan-a-empresas-para-contrarrestar-extorsion)
Todo
lo anterior nos revela que estamos en presencia de una ofensiva
militar general de corte contrainsurgente,
bajo cuya lógica el gobierno actual, siguiendo los enfoques y
concepciones del gobierno estadounidense, encuadra a todos los grupos
que hoy se han armado de diversas maneras y por muy diferentes causas
en México, pero también, a los movimientos populares
opositores pacíficos a los que conceptualiza genéricamente
como “frentes de fachada”
de organizaciones guerrilleras, lo cual complica en extremo la misma
lucha pacífica y de masas, porque bastará que se afirme
que son movimientos infiltrados, para que se vuelvan objetivos de la
represión, incuso militar, es decir, se trata de un enfoque
que pretende cancelar en la práctica la lucha social por
cualquier cambio por mínimo que pueda ser, por lo que podemos
concluir racionalmente, que México vive un Estado de “guerra
interna” más o menos
extendida en distintas regiones, parcial aún, sí, pero
que avanza gradualmente hacia otros territorios y zonas del país.
Probablemente cabría el concepto de “estado
pre-insurreccional”, frente a lo cual, hay una respuesta
militar transnacionalmente concebida y aplicada localmente por las
autoridades actuales. No se está
dispuesto a acudir a la política y a las concesiones populares
como fórmula de gobernanza, sino a la cerrazón y a la
milicia como formas de pacificación forzada en el corto y
mediano plazo.
Lo
antes expuesto ofrece testimonio analítico de una conducción
política errática del gobierno actual, con un rumbo
estratégico difuso en el urgente y muy delicado tema de la
seguridad y frente al inmenso malestar social, ante todo lo cual, su
eje articulador,
la contrainsurgencia generalizada,
no parece poder ofrecer los réditos que el gobierno necesita.
El estado de cosas
está en camino de descarrilarse, es necesario detenerlo a
tiempo con la política como disciplina científica de la
conciliación de los intereses sociales encontrados y del
ejercicio de la Soberanía y de la Autodeterminación de
los Estados.
Es
evidente que los planteamientos oficiales, mediáticos y de
algunos seudo-analistas sobre vínculos estrechos (hipotéticos
o reales) entre la guerrilla izquierdista mexicana y la criminalidad
transnacional, o entre las autodefensas y policías
comunitarias con estos dos actores antes mencionados (guerrillas y
criminales), ofrece cobertura política e ideológica
(habrá casos en que no se lo desee) a la generalización
de la actual ofensiva contrainsurgente como respuesta a la
problemática de los grupos armados en México,
así como a las causas sociales diversas que les dieron origen
y desarrollo, convirtiendo dicha visualización de conjunto, en
funcional a la seudo-conceptualización de “insurgencia
narco-terrorista”,
a su programa en curso en México y a su estrategia operativa
de carácter militar, que ha generado una ofensiva
expansionista que ataca diversos objetivos militares según la
subregión y que afecta gravemente a la población civil
y a las propias instituciones nacionales (incluyendo las armadas).
Y si todo
esto es así, ¿por qué México dijo
recientemente en la ONU que está abierto a un cambio de
políticas sobre drogas, incluyendo su eventual legalización
parcial? Pareciera un contrasentido, pero no lo es. En primer lugar,
porque la estrategia contrainsurgente no está dando los
resultados esperados de corto plazo y ha provocado conflictos
sociales y humanitarios muy grandes con severo impacto internacional,
resultados que le urgen al régimen para recomponer su tan
cuestionada y malograda legitimidad. Luego, la clave está en
la economía: la apetitosa y tan esperada apertura energética,
tiene como uno de sus diques poderosos, no sólo el cambio de
coyuntura en el mercado mundial del petróleo, sino también,
la violencia extrema, la inestabilidad político-social y el
control territorial de la criminalidad en ciertas subregiones con
riqueza petrolera y gasera, un entorno social desfavorable para la
inversión foránea. Hay empresas transnacionales que han
tenido que pactar con la criminalidad para operar sus negocios (las
mineras canadienses en Michoacán, en Sinaloa, empresas de
servicios petroleros en Veracruz y Tamaulipas, etc.), lo que llevó
al Embajador de EUA en México a afirmar que la violencia
criminal inhibe la inversión extranjera, porque aumenta
exponencialmente los costos a incurrirse en seguridad por parte de
las empresas, y porque crea un ambiente impropio para ella.
La
sociedad mexicana, la intelectualidad progresista, los partidos de la
izquierda mexicana, la ciudadanía organizada, y los sectores
sociales (privados y públicos) con mayor visión de la
situación actual de emergencia en materia de seguridad y
combate a la criminalidad, no pueden ni deben dejar pasar la
oportunidad brindada por el próximo encuentro y debate de alto
nivel a celebrarse en la ONU sobre política de drogas, los
días del 19-21 de abril del próximo año (UNGASS,
2016), así como, en los debates sociales y de búsqueda
de alternativas en la próxima legislatura en México
previos al evento, para gravitar políticamente, impulsando un
cambio sustantivo en la materia.
Es un tema crucial para el futuro de nuestro país. Es
necesario romper el monopolio actual del Poder Ejecutivo en la
materia, más aún, si éste ha sido ineficiente,
equívoco y de costos sociales múltiples y exorbitados y
posicionar la voz y concepciones ciudadanas.
No
olvidar la montaña de cadáveres y de desapariciones
forzadas, de destrucción del tejido social y de la
institucionalidad nacional, sobre todo lo cual se asienta y actúa
hoy al relevo una política de contrainsurgencia que ha
incrementado ad
infinitum
la cuota de sangre de la sociedad mexicana. Esto es lo que debemos
colectivamente detener de manera urgente y cuya convocatoria es
imperativo llevar a todos los rincones del país.
Junio,
2015.
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