Abril 2015
Lira Popular:
Chile: El día que los políticos desaparecieron sin dejar rastros
Saramago no lo hubiese hecho mejor. Jorge Lillo nos ofrece una Lira Popular en la que la ficción adquiere carácter de liberación. Ah
si la realidad pudiese inspirarse de la Lira Popular...
Donde se cuenta el día en que los políticos desaparecieron sin dejar rastros; de cómo fueron olvidados por la ciudadanía y de cómo todo volvió a su cauce normal. desde entonces, todo fue como debe ser.
"Al día siguiente no murió nadie".
JOSÉ SARAMAGO.
(Las Intermitencias de la Muerte).
- Escribe Jorge Lillo
I
...Y sucedió que un buen día
nadie llegó a La Moneda
y pasear por sus veredas
ya nadie lo prohibía.
Otro tanto sucedía
allá lejos, en el puerto:
el Congreso era un desierto
de salones solitarios;
nada dijeron los diarios
ni opinaron los expertos.
II
A la mañana siguiente
no se abrieron los Partidos;
(eso pasó inadvertido
sin inquietar a la gente).
De políticos ausentes,
primero fue el Socialista,
la DeCé y el derechista
Renovación Nacional,
la UDI y el Radical
y el partido Comunista.
III
Recién se enteró la gente
pasadas las dos semanas;
hubo fiesta con campanas
celebrando el incidente.
Como si fueran parientes.
andaban los ciudadanos
saludándose de manos
(otros se daban abrazos)
y comentaban el caso:
¡Ay! ¡De buena nos libramos!
IV
Embriagados de poder,
olvidaron el mandato
y el pueblo pagaba el pato
sin poderse defender.
Así, al desaparecer,
no nos quedó más remedio
que dejar a un lado el tedio
y organizados al punto,
resolvimos los asuntos
sin políticos por medio.
V
Desde entonces los fiscales
se sacaron las chaquetas
y archivaron las carpetas
de fraudes politicales.
Vacíos los tribunales
ordenaron sus escritos;
sin Partidos, el delito
fue un asunto individual
y hubo acuerdo nacional:
Resolver por plebiscito.
VI
Nunca fueron extrañados,
nunca nadie lo explicó;
nunca nadie lo buscó
al político extraviado.
Se encontró el modo apropiado
que, por simple mayoría,
decidiera qué quería
el común de los mortales,
logrando progresos tales
que, al fin, llegó la alegría.
Por Jorge Lillo
Polítika
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