Febrero 2015
RECONFIGURACIÓN
GEOECONÓMICA y GEOESTRATÉGICA DE EUA EN AMÉRICA
LATINA.
La
Etapa de la Incertidumbre Estratégica Global
Por
Mtro. JORGE RETANA YARTO (*)
TESIS.
En el entorno regional-global vivimos una etapa
de incertidumbre estratégica
propia
de los periodos históricos en donde un sistema hegemónico
es seriamente cuestionado y en el cual el hegemón entra en un
proceso franco de decadencia. Es decir, la incertidumbre
estratégica
es consustancial
al alumbramiento de un nuevo Orden Global debido a las nuevas
correlaciones de fuerzas, a los ascensos de poder y a los
debilitamientos entre los actores sustantivos que dichas etapas
históricas producen, como avances y resistencias de las
fuerzas concernidas. Es también un periodo de riesgos
importantes
porque los equilibrios expresados en alineamientos y alianzas
precedentes han dejado de funcionar y los nuevos no se han producido
cabalmente, de allí la
posibilidad del
desbordamiento
de las fuerzas en pugna.
La
incertidumbre
estratégica
es una categoría conceptual que aduce a la condición de
im-predecibilidad que domina en los procesos y las acciones
sustanciales de los grandes y medianos actores políticos
estatales en el diseño e implementación de las
estrategias geopolíticas, desde la perspectiva individual o
coaligadamente, en lo regional y global, en el mediano y en el largo
plazo. La incertidumbre
estratégica
es aquel escenario
futuro
que no
podemos prever ni siquiera aproximadamente,
porque predomina
la variabilidad y el cambio,
la fluidez súbita de los acontecimientos en las distintas
subregiones de alta conflictividad, ni siquiera hipotetizarlo bajo
esas condiciones, porque ello conforma más un ejercicio de
prestidigitación que de prospectiva apegada a criterios
básicos de cientificidad social. Es im-pronosticable en qué
subregión pueden desbordarse los acontecimientos y elevar la
probabilidad de un choque de fuerzas con desenlaces militares, si en
Oriente Medio, y allí, en qué subregión, en
Cisjordania o en Levante, si en Ucrania, y dentro de ella, en Crimea
o en el este ucraniano; en el Golfo Pérsico o en el Mar
Oriental de China, o en el Ártico, que comienza a ser zona de
intensa disputa estratégica entre Rusia y EUA, o en el
ciberespacio por ataques desestabilizadores.
Lo
que sí podemos captar y corroborar, es que asistimos
actualmente a una situación
de conflictividad creciente
que tiene muchas fuentes
de alimentación,
pero cuyo eje
estratégico
hoy es la
crisis
–que parece irreversible- en
el
Orden
del Unilateralismo Hegemónico
impuesto por EUA durante la pos-guerra fría, el cual resultó
transitorio
e insignificante históricamente
por su corta duración, pero altamente significativo por
los eventos que le han caracterizado,
que luego
lo han debilitado y que finalmente le conducen a su superación
como una pausa
histórica atípica,
si hemos de considerar las tendencias que le precedieron durante el
siglo XX, marcado, primero, por la lucha
de los grandes poderes europeos y asiáticos
entre sí, y por la incorporación de la gran República
Americana (los EUA) a tal disputa, primero, como
poder de equilibrio pasivo
de las contiendas, luego, como factor
de poder determinante
cuando decidió intervenir, y cuando el propio cuadro de las
disputas estratégicas involucró a tales potencias de la
Europa Atlántica y Mediterránea contra las potencias
del centro y este europeo aliadas a los poderes asiáticos
(como los casos de Alemania y Japón), y posteriormente, bajo
la contienda este-oeste
propia de la “guerra fría”, periodo durante el
cual, la preeminencia de la región atlántica fue
incuestionable.
Los
afanes de diversa naturaleza de EUA de prolongar
dicho Orden fugaz y transformar los retos al mismo en nuevas ventajas
estratégicas a su favor,
está provocando grandes
resistencias y choques de fuerzas,
es decir, EUA y la alianza atlántica no
desean tomar en cuenta y conceder en torno a las diferencias o
desencuentros planteados por los poderes emergentes.
Desean
imponer sus visiones y razones,
y ello es una de las más poderosas
fuentes de alimentación de la conflictividad
y de la incertidumbre
actual,
porque los equilibrios
de poder de la posguerra, que las potencias emergentes pretenden
recomponer con su participación directa e imprimiendo en ellos
sus intereses nacionales, desean preservarse o romperse a favor de
Occidente, y la correlación mundial de fuerzas, la gravitación
de los poderes asiáticos en ascenso, no parecen dar cabida a
ello.
Hay un desfase claro, entonces, entre deseos
y poder,
entre realidad
y fuerza.
En pocas palabras, se
resiste la emergencia del nuevo orden.
Ante
ello, EUA y sus aliados de la OTAN han procedido a una
reconfiguración
geopolítica, geoeconómica y geoestratégica
(militar, esencialmente), de
las distintas regiones más conflictivas y estratégicas
para sus intereses globales.
Ha sido el caso del Oriente Medio mediante “las
primaveras árabes”
y su incursión en el norte de África, en Libia,
igualmente, en las subregiones asiáticas hacia donde se ha
extendido la OTAN,
como
es el caso de las Repúblicas Bálticas (Lituania,
Letonia y Estonia), además de Suecia y Finlandia en la región
nórdica, o en Asia Central, mediante los procesos de adhesión
gradual de Georgia, Azerbaiyán y Macedonia, y en Eurasia,
Turquía, por mencionar algunos casos. Los énfasis en lo
político, militar, económico o estratégico lo
determinan los casos y subregiones específicos. Bien, bajo esa
misma filosofía
de reconfiguración
del mapa geopolítico regional, se está procediendo en
América Latina, acentuando los componentes geoeconómicos
en ella, por el momento. Éste es el
gran tema de hoy,
la reconfiguración planetaria para la preservación de
su hegemonía desde Occidente, y el impulso para lograr la
plena emergencia de una nueva geografía de la economía,
del desarrollo y la estructura de poder global, desde los poderes en
ascenso. Detrás de todo este acontecer, toma cuerpo
igualmente, la disputa por el control del nuevo patrón
energético global basado en fuentes no convencionales y
renovables, la lucha por los mercados de alto consumo, la exportación
de servicios al productor y las nuevas fronteras tecnológicas.
Son
tres
los grandes desplazamientos de placas tectónicas
que se están produciendo en regiones geográficas,
perfectamente localizadas: el Oriente
Próximo, Eurasia
y el “Mar
de Oriente”,
también llamado, “Mar
de China Oriental”
o norte
del mar de China.
En los tres casos, estamos ante conflictos
abiertos,
con un potencial conflictivo exponencial. Es de enorme trascendencia
histórica para el futuro inmediato, que hoy los líderes
involucrados no pierdan la sensibilidad
y el sentido de la proporcionalidad
en aras de una falsa
supremacía
o hegemonismo
catastrófico.
De
allí, que el movimiento
telúrico de las placas geopolíticas antes mencionadas,
están provocando una falla tectónica
muy amplia al
interior de la magna región oriental del Planeta que
amenaza con provocar un enorme
sisma,
o bien, provocar sacudidas
telúricas sucesivas y diversas
de no sabemos qué magnitud, con la tentación de ser
atendidas al amparo de una doctrina de “las
guerras limitadas”
(parte de la “Doctrina Obama”), distinta de la “guerra
preventiva”
(propia de la “Doctrina Bush”), bajo el “modelo
Libia”
que pretendía replicarse en Siria mediante “operaciones
relámpago”,
rechazada por la sociedad de EUA, y finalmente, declinada. O bien,
desde la amenaza de la doctrina militar del “Ataque Global
Inmediato”. Pero lo es también, el
ciberespacio,
declarado “zona
de guerra”
por el ejército estadounidense desde 2010, ya con
enfrentamientos producidos entre China y EUA, y entre EUA y Corea del
Norte.
Es
mucho lo que está en juego: la posición
futura
de las grandes potencias durante el siglo XXI en un contexto
histórico de mutación de las relaciones de poder,
económico, político y militar. Es decir, la contienda
por la riqueza y el sistema de autoridad. Y
América Latina está
inmersa,
hoy más que nunca, en esta contienda
mayor de poder.
América
Latina, Inmersa en la Incertidumbre Estratégica vía su
Reconfiguración
La crisis
económica global
que arrancó en agosto de 2007, que estalló nacional e
internacionalmente en toda su agudeza en septiembre de 2008, y
aparentemente concluyó en sus signos más agresivos,
hacia 2009, no ha logrado realmente ni siquiera una recuperación
basada en una estabilidad
generalizada,
sino que persisten los altibajos
en las diversas regiones económicas del capitalismo
globalizado en sus regiones occidental y oriental,
sin lograr una tendencia
de recuperación modesta pero generalizada.
Problemática en donde la
eurozona
sigue siendo hoy el área
más vulnerable de la economía mundial,
junto
con las finanzas públicas de la economía
estadounidense, y la reiteradamente recesiva economía de
Japón.
Es decir, la
crisis estructural del capitalismo globalizado altamente
tecnologizado,
está
marcada por la excepcionalidad histórica,
dados los diferentes
tipos de crisis que se sobreponen
a
su interior
y que le han dado un carácter
inédito
y de muy difícil
superación.
De allí, lo extremadamente complejo que ha resultado salir de
ella, aún, habiendo “echado
mano”
de medidas de política económica propias del arsenal
neo-keynesiano, es decir, renegando intelectualmente de la economía
de libre mercado y de la abstinencia económica estatal
pregonada.
América
Latina, con excepción de México, principalmente,
absorbió con solvencia en sus datos fundamentales, una ola
destructiva tan poderosa
como la mencionada, y una vez pasado lo peor, ha retomado en sus
diversas subregiones, sus distintos rumbos. Sin embargo, está
claro, que el breve
pero significativo auge
de la mayoría de las economías latinoamericanas entre
2002-2007, muy difícilmente se repetirá. El futuro es
de mayores esfuerzos para obtener iguales o menores resultados,
porque los motores
emergentes externos se
han debilitado y estamos a la puerta de una política monetaria
en EUA que se endurecerá y de unos niveles de ingresos
internacionales que caerán desde los menores precios para los
productos primarios. Y todo ello, en el contexto de una recuperación
económica del socio mayor,
de logros y éxitos energéticos relevantes, así
como de una doctrina estratégica de EUA que viró
con rumbo al Pacífico,
pero cuyos exiguos resultados hoy, generan también
incertidumbre sobre el acontecer regional.
El
rechazo al Unilateralismo
Hegemónico
en las subregiones centro y suramericana, ha sido la expresión
externa
al proceso de la crisis
del modelo del Estado democrático liberal y representativo
post-dictaduras, asociado a un
esquema económico capitalista neo-liberal fracasado, que
generó el descrédito y la acentuación de las
desigualdades sociales, económicas y territoriales, lo cual
posibilitó la formación de coaliciones
cívico-partidistas que llegaron al poder para modificar las
bases de dicho modelo económico, a pesar de que no podemos
afirmar que se haya configurado uno nuevo, distinto estructuralmente
al precedente, pero sí con elementos importantes de una nueva
visión, una distinta macroeconomía, en lo interno y en
la inserción regional-global. América
Latina vive hoy una realidad históricamente inédita,
distinta, sin igual.
El Océano
Pacífico es la masa
de agua más grande del mundo,
ocupando la tercera parte de la superficie de la Tierra. Se extiende
aproximadamente a lo largo de 15.000 km desde el Mar de Bering en el
Ártico, por el Norte, hasta los márgenes congelados del
Mar de Rossen en la Antártica, por el Sur. Alcanza su mayor
ancho (del orden de 19.800 km), a aproximadamente 5 grados de latitud
norte, extendiéndose desde Indonesia hasta la costa de
Colombia. El límite occidental del Océano ha sido
definido a menudo en el Estrecho de Malaca.
El
Pacífico contiene aproximadamente 25.000 islas (más que
todos los demás océanos del mundo combinados), casi
todas las cuales están ubicadas al sur de la línea del
Ecuador. El Pacífico cubre un área de 179.7 millones de
km².
En una
primera aproximación, el Océano Pacífico
constituye un espacio geográfico que cubre
más de la mitad del globo
y se expresa en un borde
terrestre
litoral
encerrando un espacio oceánico.
Este borde litoral, a su vez es la puerta de entrada y salida a la
más grande superficie terrestre continental del mundo. Son
estas características las que le otorgan un peso decisivo en
la economía mundial ya que en esta enorme superficie, se
concentra sobre el 50% de la población total del mundo,
constituyendo un gigantesco mercado consumidor y productor.
De este modo, el concepto de Océano Pacífico o de
Cuenca del Pacífico hace referencia a dos realidades
geográficas distintas pero interrelacionadas: el
espacio oceánico y
los
territorios continentales e insulares que acceden directamente a
costas en
dicho
espacio.
Dadas las
considerables extensiones que encierra el Océano Pacifico, se
hace necesario separarlas
bajo un determinado criterio geográfico,
lo que da origen a cuatro
sectores de Estados cercanos geográficamente entre sí,
a saber: la
Cuenca Americana, la Cuenca Asia Pacífico, la Cuenca Australia
Pacífico y la Cuenca Polinésica u Oceánica.
Cada uno de estos segmentos oceánicos y continentales tiene su
propia dinámica económica, política y cultural,
y su propio ritmo de desarrollo y crecimiento, y de conflictividad
potencial.
El Océano
Pacífico –considerado
como espacio geoeconómico-
encierra las mayores
riquezas en cuanto a recursos marítimos del planeta,
entre los que sobresalen los recursos
pesqueros, los recursos energéticos y los minerales.
Como espacio geopolítico y militar, integra a los más
poderosos Estados del Planeta y los más grandes ejércitos.
Por otra parte, este océano es
un componente ecológico-ambiental fundamental para el
sistema-planeta y sus numerosas vías de comunicaciones aéreas
y marítimas,
que constituyen nervios
vitales para el comercio y el funcionamiento de la economía
mundial.
A su vez, sus
enormes reservas de biomasa pueden ser fundamentales para asegurar la
alimentación de la humanidad,
siendo este factor de creciente
atención
por las grandes potencias que ven en esta biomasa fuentes de recursos
alimenticios ricos en proteínas y de fácil obtención.
Esta idea tendría su corolario en que dicho predominio
geo y océano-político se estaría desplazando
desde hace tres décadas –por lo menos- a la Cuenca del
Pacífico, en
la medida en que esta zona presenta un
dinamismo
económico y tecnológico que conduce a radicar
en este espacio, los procesos
políticos
y geopolíticos fundamentales que decidirán el futuro
del mundo durante el siglo
XXI.
Una
tal teoría no puede menos que confortar y corresponderse
coincidentemente con
las
finalidades geopolíticas de dominación de Estados
Unidos.
El
conjunto de Estados y territorios que acceden al Pacífico
agrupan a su vez, las culturas
y razas más antiguas del planeta,
con idiomas, economías y sistemas políticos de muy
variadas y disímiles características, diversidad
que impide considerarlas automáticamente como una unidad
posible
de construir en el corto plazo, difíciles
de integrar en un solo escenario geopolítico
y no muy fáciles de ser definidas en unas pocas visiones
generalizadoras. Así, en
más de los 40 países ribereños que se ubican en
su cuenca, se reúnen aproximadamente el 60% del producto
mundial bruto y se concentran alrededor del 50% de las exportaciones
totales que se intercambian en el planeta.
En
suma, el Océano Pacífico es hoy el gran
escenario de replanteamiento de la hegemonía regional-global,
porque como consecuencia de los
crecientes desarrollos e intercambios de todo tipo entre las
potencias mayores del Pacífico, el siglo XXI se presenta como
la época en que dicho océano
se está convirtiendo en el centro de gravedad marítima
y espacial, económico, político y militar del mundo.
Y dicha región es hoy, al decir de los fundadores de la
geopolítica como disciplina coadyuvante del entendimiento de
los procesos políticos que protagonizan los Estados en
determinadas regiones geográficas, en buena medida, retomadas
y especificadas, por la Océano-política (interpretación
geopolítica de la importancia de los mares), el nuevo
pivote del mundo. En la lucha
presente y futura por su dominio, el eje estratégico en
crecimiento entre China y Rusia y el fortalecimiento expansivo de la
Organización para la Cooperación de Shanghái
(OCS), el recientemente creado Banco de los BRICS, y la progresiva
des-dolarización de las transacciones BRICS (incluyendo las
petroleras, de grandes dimensiones) tienen una trascendencia
formidable para un futuro renovado, como contra-procesos a las dos
grandes iniciativas que ha tomado Occidente en toda la región:
acercar la estructura militar de la OTAN a China y Rusia, y la
creación del sub-bloque económico europeo llamado
Asociación Oriental de la Unión
Europea (2009), a la cual ha
bloqueado Rusia la integración de Ucrania, Moldavia, Armenia y
Georgia; Bielorrusia y Azerbaiyán, optaron por la Unión
Aduanera Euroasiática con Rusia.
A
este respecto, EUA está impulsando bajo su óptica a sus
aliados atlánticos, para darle un soporte estratégico
en el traslado de sus principales esfuerzos geopolíticos a
dicha región, para tensar las fuerzas de frente a esta
gran contienda que determinará
el futuro del siglo XXI.
Sobre
el tablero geopolítico, geoeconómico y geoestratégico
de la subregión Latinoamericana, existen hoy un conjunto
de subestructuras de poder
en forma de coaliciones
de intereses
Estatal-nacionales, de carácter regional y subregional, cuya
línea
de demarcación
geopolítica puede ubicarse en torno al
nivel de influencia que retiene la política exterior
estadounidense y los alineamientos político-ideológicos
con sus rediseños estratégicos,
en la línea histórica que se propone dicho país:
reconstruir
la hegemonía Unipolar
que se debilita día con día, ahora mediante coaliciones
estratégicas lideradas por él, que bordeen los
heartlands,
las zonas
decisivas,
cardiales,
en donde se ubican los principales
rivales proto o abiertamente geoestratégicos;
y dentro de cuya geopolítica, se localiza la región
latinoamericana bajo parámetros
geopolíticos particulares,
con un enfoque de relación
comparativa
en un entorno en donde existen unas
coaliciones de Estados respecto de otros no propiamente simétricos
entre sí, y al contrario, asimétricos,
situación actual que caracteriza a la subregión, entre
otras grandes tendencias, precisamente
por esta marcada diferenciación geopolítica en el cono
sur continental.
A
partir de este debilitamiento
avanzado
de la Hegemonía Unipolar en Latinoamérica y sus
intentos de reconstrucción, a cuyo influjo surgieron el
Mercosur, ALBA, UNASUR-ALALC (estos dos últimos, como
mecanismos de deliberación y concertación política,
estrictamente latinoamericanos, más que como procesos de
integración económica subregional, que sí lo
son, los dos primeros mencionados) y las nuevas iniciativas
impulsadas por la diplomacia política y económica
estadounidense, constituyen una alternativa
de reconfiguración regional de corte neo-panamericanista
ante los ejes preexistentes indicados de completo perfil
latinoamericanista.
Es decir, resurge
la vieja contradicción entre estos dos perfiles
que parecían superados luego de su vigencia durante la segunda
posguerra.
Así,
en la Etapa
de la incertidumbre estratégica, América
Latina es parte de ella, al ser una región
que cada vez se globaliza más
en sus distintos componentes y asumen el hcomponente de la disputa
estratégica en curso entre los grandes poderes del Planeta,
tendencia impregnada de su dinámica
particular,
aportando sus
propios factores de incertidumbre al escenario global.
A
todo este respecto, debemos dar cuenta del desarrollo
de nuevos ejes estratégicos de carácter geoeconómico:
la iniciativa de integración subregional llamada Alianza
Comercial del Pacífico
(ACP), y dos nuevos agrupamientos integracionistas interregionales,
el Acuerdo
Estratégico Comercial Transpacífico (TPP)
-ambas, que trastocan
las subestructuras regionales vigentes-
y una más que, sin ser de ámbito latinoamericano, al
protagonizarla EUA y estar en proceso de producirse dentro de la
costa atlántica de la subregión, afecta
los emplazamientos geopolíticos actuales construidos en
América del Sur (lo mismo que hace el ACP):
es el caso del Acuerdo
de Comercio e Inversión Transatlántico
(ACIT)
entre EUA y la UE, que será la expresión
al nivel geoeconómico de la coalición militar del
Atlántico Norte,
para darle total integralidad a la misma.
Es
evidente, cómo este modelo
estratégico en curso en ambas regiones del Pacífico
mencionadas, pretende conformar una
nueva versión del predominio de
la tríada EUA-Europa-Japón
(de la que habló Kenichi Omae, en su libro así
titulado, en los años 90), que en estos tiempos no partiría
desde la región del Atlántico como históricamente
sucedió, si no de la región del Pacífico, la
cual pretende contener y revertir los
cambios en la estructura económica mundial surgidos
a raíz de la re-emergencia y desarrollo económico de la
región asiática y de las potencias mayores de la misma
(China, India y Rusia), y de los nuevos regímenes del cambio
social y soberano en Latinoamérica (Venezuela, Brasil,
Argentina, Ecuador, etc.). Dicho proceso de reconfiguración
geoestratégica de la región
pacífica, comandado por EUA y sus aliados europeos, asiáticos
y latinoamericanos, se orienta justamente
a revertir el tránsito completo hacia ese nuevo Orden Global,
cambiando dicha posibilidad, por una reestructuración menor
del actual, incorporando de lleno en la región
latinoamericana, la geo economía estratégica con la
gravitación de las economías occidentales y asiáticas
aliadas, y rompiendo el predominio de la dinámica geopolítica
actual de nuevo perfil. No perdamos de vista que la eurozona aún
no remonta los riesgos de su disolución, lo que le genera una
mayor vulnerabilidad comparativa respecto de su gran aliado EUA.
Aquellas
iniciativas desarrollan un corte
cartográfico no transversal
–como el que se venía procesando por subregiones- sino
longitudinal,
para dividir la geografía latinoamericana
en emplazamientos geopolíticos y geoestratégicos, hacia
el
pacífico y el atlántico latinoamericano,
pero con una hegemonía
Estatal-nacional distinta,
la de EUA y aliados, y no
la de las potencias regionales latinoamericanas:
Brasil y Argentina en el Mercosur, o por actores destacados como,
Venezuela, Bolivia y Cuba en el ALBA, los tres, más Colombia,
Perú, Paraguay y Chile en UNASUR, todos ellos, más
México en el ALCA. Rompe así dicha reconfiguración
desde la dinámica
endógena de los países iberoamericanos,
introduce las líneas maestras de una nueva
distribución de poder,
político y económico en las subregiones, y articula
geoeconómicamente, las economías de norte, centro y
Sudamérica participantes actuales y potenciales en el TPP
(México, Costa Rica y otros centroamericanos, más
Chile) a los países económicamente más poderosos
y aliados de EUA, como Canadá, Japón y Australia (en
menor medida), y con otros de estructura muy diferente, como
Singapur, Malasia y Nueva Zelanda, con escasa vinculación a
las economías latinoamericanas, muy competitivos en servicios
financieros, comercio agrícola y servicios al productor,
respectivamente.
La
ampliación rápida de este bloque de países
integracionistas (más Vietnam y Brunei) hacia países
que han expresado interés en incorporarse al TPP, como es el
caso de: Taiwán, Filipinas, Laos, Indonesia, Bangladesh
e India, es decir, expandiéndose hacia tres subregiones más:
península de Indochina, Asia del este y Asia del sur,
pero
sin China ni Rusia, no obstante ello, le da una enorme trascendencia
económica y geoestratégica a este acuerdo.
Sin
embargo, la respuesta
dada por China a esta estrategia
de
marginación,
ha sido contundente:
ha propuesto (y se ha aceptado) un Acuerdo de Libre Comercio para
todos los países integrantes del Foro Asia-Pacífico
(Foro APEC, noviembre, 2014), con lo cual rompe
parcialmente
la
maniobra y se posiciona
como el centro
de un agrupamiento económico mayor al anterior,
que además, incorpora a la Federación de Rusia, un
aliado fundamental para China en la geo estrategia política y
militar frente a las coaliciones protagonizadas por EUA-UE-OTAN en
Asia del este, Eurasia y Asia Central.
La
prensa internacional refirió que luego de la sesión en
que se aprobó la iniciativa China, el Presidente Obama citó
en las oficinas de la embajada de EUA a los países
integrantes, confirmados y de pleno derecho del TPP, para deliberar
sobre las proyecciones a futuro, ante la introducción de este
nuevo
mega-factor estratégico
planteado por China. Era evidente que no se podían oponer
abiertamente, ¿con qué argumentos lo harían?,
pero ello, modificó
el cuadro de sus proyecciones geoeconómicas en la magna región
de Asia Pacífico.
Todo
esto impacta
el desarrollo futuro del pacífico latinoamericano,
las correlaciones de poder, económico y político,
incluso ideológico, y las plataformas militares en despliegue
en toda la región, de frente a la actual contienda estratégica
entre los grandes poderes asiáticos, China, Rusia e India,
frente a las coaliciones atlántico-asiáticas, con todo
lo cual, la subregión latinoamericana del pacífico
queda
trastocada, cruzada por las disputas,
e impactada por las oportunidades y los retos que se abren en tal
región.
Sin
embargo, debemos mencionar de manera
complementaria,
que la “pinza
estadounidense”
se cierra sobre el subcontinente, mediante tres
aristas
más: las iniciativas del Comando Sur para la instalación
de nuevas bases militares en forma
indirecta
–como fue el caso de Colombia, mediante “uso
de las existentes por los ejércitos nacionales”,
pero con personal militar de EUA operándolas. Recordar que a
México, por su ubicación geográfica en la
frontera sur de EUA, le impactan las políticas del Comando
Norte, encargado de cuidar por aire, mar y tierra la Seguridad
Nacional de EUA. Además, de mantener la presión
policiaco-militar sobre la subregión, mediante la política
de
seguridad hemisférica denominada “guerra contra las
drogas”
o “estrategia anti-crimen”, muy cuestionada pero en la
cual EUA se mantiene aún inflexible
a pesar de su fracaso.
Y, por conducto de las reuniones con los titulares de los ejércitos
latinoamericanos para desarrollar: maniobras militares conjuntas y
planes de capacitación y adiestramiento sobre tácticas
y estrategias militares innovadoras, como las de la “guerra
urbana” desarrolladas en Irak, especialmente, así como
mediante la presencia extendida de los organismos de seguridad e
inteligencia en la región...
Es
necesario voltear y desmenuzar la gira sur-latinoamericana realizada
por el entonces Secretario de Defensa del Presidente Obama, León
Panetta (antes Jefe de la CIA), por la región (abril de 2012),
cuyos contactos, reuniones y deliberaciones centrales fueron con los
ejércitos, con sus pares en cada país, con dos temas
fundamentales: la lucha
contra el crimen transnacional y la seguridad hemisférica,
siendo su primera visita, justamente en Colombia, luego en Chile, y
en Brasil y Argentina, orientando esfuerzos a fortalecer
lazos de cooperación militar y a formar coaliciones armadas
con ejércitos, en donde todavía quedan probablemente
“viejos
conocidos y aliados”.
En especial, sus iniciativas pretenden reducir
el liderazgo del ejército brasileño
en
toda la región, subordinándolo
a las iniciativas estratégicas de EUA para todo el
subcontinente, el cual, durante la “Operación
Guaraní”
(ese mismo 2012, en la región de Misiones, cerca de la “Triple
Frontera”) integró en los cuerpos armados de sus ensayos
militares, contingentes de efectivos, armamento y equipos diversos
paraguayos y argentinos bajo su comando) con un total de 30,000
militares.
Por
lo tanto, ante este panorama
geoestratégico y geoeconómico,
es un craso
error
pretender analizar las bondades de los procesos e iniciativas de
integración económica en la región
latinoamericana (ACP, TPP, futuro del Mercosur y ALBA) disociadas
de todas las implicaciones, cargas y proyecciones geopolíticas
e incluso, militares que conllevan,
porque adicionalmente, significan dos
grandes concepciones en conflicto
sobre los modelos económicos, el papel del Estado en el
desarrollo, el compromiso social del Estado, la relación de
preeminencia entre Estado-mercado, y su interrelación con la
Auto-determinación, la Soberanía y los alineamientos
políticos estratégicos externos, ante las grandes
disputas de poder y hegemonía de nuestros tiempos, en la forma
y condiciones en que se pretenden articular a las subregiones y
países del pacífico y del atlántico
latinoamericano al desarrollo del siglo XXI.
Porque
es indudable que ello replantea
en términos regionales, subregionales y geoestratégicos
para las
cancillerías pacífico-latinoamericanas -que han luchado
políticamente o, que están al inicio de tal batalla,
por abrirse paso entre los intersticios de la dominación
estadounidense- una nueva
revaloración de sus capacidades nacionales y de cómo
potenciarlas mayormente,
en la búsqueda de más amplios grados de autonomía
respecto a los nuevos
escenarios geoestratégicos
en sus distintas articulaciones geopolíticas, con una marcada
división
ideológica
subcontinental, que no se palpaba desde hace dos décadas y que
abrió con fuerza el gobierno de Hugo Chávez.
Y
esto es así porque la
imbricación precedente
lograda por los países del Mercosur (12 naciones), del CAN
(Comunidad Andina de Naciones) y del Triángulo del Norte en
Centroamérica (México, en menor medida a través
de la CELAC), con las nuevas potencias en ascenso de su poder global,
tiene una enorme gravitación, dado que se trata de países
continente ubicados entre las 10 potencias económicas del
planeta, con un peso demográfico determinante, una influencia
ideológico política y cultural en expansión y
una capacidad militar creciente, marcada por la cobertura de los
escenarios probables de guerra ubicados en el ciberespacio, en los
misiles balísticos de cabezas nucleares múltiples e
intercontinentales modernizados, en la más moderna aviación
de combate convencional y diverso armamento estratégico, etc.,
son todas ellas, razones por las cuales, de manera natural, debe
considerarse a tales países como rivales
estratégicos de EUA
(me estoy refiriendo a China, Rusia e India, pues China tiene ya en
estudio un acuerdo de integración económica con los
países del Mercosur) en la subregión latinoamericana, y
cuyo posicionamiento alcanzado hasta hoy, es también
trastocado por esta reconfiguración
estratégica en proceso
desde la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de
Estado.
Tales
potencias, sin duda, tratarán de concertar
las respuestas estratégicas
con sus nuevos socios latinoamericanos, quienes los ven, más
allá de la distorsión mediática occidental, como
los nuevos grandes aliados para el desarrollo y la Autodeterminación
nacional y, para incorporarse de manera fructífera a las
grandes tareas para la transición hacia un Orden multipolar de
mayores equilibrios regionales e interregionales, que deje atrás
definitivamente el Unilateralismo Hegemónico.
Estamos
en presencia y en acto de la segunda
oleada
de una política de EUA, en la cual se intenta revertir
los avances geopolíticos habidos,
especialmente en América del Sur sin
su predominancia:
Primero, se pretendió vulnerar el reordenamiento
subregional estratégico
procesado por las potencias y países latinoamericanos (CAN,
ALBA, MERCOSUR, UNASUR) evitando a toda costa negociar con los países
como parte de coaliciones de Estados dentro de una subregión,
privilegiando
la negociación bilateral
en cada caso, y diferenciando
los términos de los acuerdos,
reforzando
los roles de sus aliados,
Colombia, Chile (durante el gobierno de Sebastián Piñera)
y Paraguay (luego del golpe parlamentario contra el Presidente
Fernando Lugo). Hoy estamos ante un embate
de segunda generación
contra los bloques integracionistas y geopolíticos existentes
a manos de los geo-estrategas del Pentágono y el Departamento
de Estado; hoy, que América Latina estaba adentrándose
en una nueva
fase geopolítica.
Entonces, el reto histórico tiene que ver con sortear
la ofensiva y abrir nuevas rutas estratégicas.
Es
conocido también que el Mercosur está en proceso de
reforzamiento con la integración hecha de Venezuela (a quién
bloqueó Paraguay desde el parlamento, reiteradamente), y en
curso, las incorporaciones de Chile y Perú.
El
corte
longitudinal
de
la geografía latinoamericana
hecha por EUA dentro de su proyecto en curso de reconfiguración
estratégica
de
la región latinoamericana,
no puede desligarse tampoco –como hemos indicado- del control
geo-militar de la región (no solamente están el Comando
Sur y el Comando Norte, si no que su principal aliado
latinoamericano, ahora, abastecedor petrolero, puntal de su política
de seguridad, Colombia, es candidato a ingresar a la OTAN). Pero
menos aún podemos aislarlo analítica y geopolíticamente
del control de la energía, de cara a la transición
energética del siglo XXI, de su propia seguridad en la
materia, de sus rivales energéticos de América Latina,
como son Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y Argentina, que han
conformado
un bloque energético regional alternativo,
nuevamente, con criterios económicos y políticos
distintos, con procesos diferenciados de aquéllos sobre los
cuales comanda EUA la integración
y seguridad energética de América del Norte.
Es dentro
de esta concepción
de impulso
geoeconómico
que pudiéramos leer la actual reinstalación de las
relaciones diplomáticas entre EUA-Cuba, y el próximo y
eventual levantamiento del bloqueo económico, así como
el otro eventual triunfo de las negociaciones por la paz entre las
FARC-ELP y el gobierno colombiano, que equivale a decir la apertura
del sistema político colombiano y regional a una ex fuerza
popular militar para que luche por el poder, enmarcando
ambas iniciativas políticas y fuerzas disidentes
en el sistema hemisférico (como lo son los gobiernos de
Brasil, Venezuela, Bolivia, Uruguay, etc.) dentro
de un contexto estratégico predeterminado
que
eventualmente re-liderará EUA,
no sin grandes
resistencias y poderosas interferencias,
como las provenientes del posicionamiento de China y Rusia en la
subregión, pero probablemente, también de Brasil, la
primera potencia iberoamericana, quién se ha acercado a Perú
con vistas a firmar un acuerdo para estacionar una parte importante
de su flota marítima en el pacífico latinoamericano,
prosiguiendo así en el plano militar sus acciones
geoeconómicas y geopolíticas de carácter
transversal
(Mercosur-Unasur). En menor medida, India e Irán, pero también
presentes y con impulso hacia adelante. Por ello, cualquier
desbordamiento
en los choques de intereses y fuerzas consteladas en
la región, amenazaría con provocar una crisis
estratégica
altamente inconveniente. Aquí, al tema Venezuela, es urgente
dotarlo de una salida que estabilice la subregión.
En suma,
la política actual de Barak Obama hacia América Latina
es una jugada
estratégica en varios frentes:
debilita
el flanco sur
del subcontinente latinoamericano –hoy fortalecido- para
reducir
su espacio de maniobra estratégica
hacia la costa sur-atlántica, pero a la vez, refuerza su
presencia y la de sus grandes aliados europeos en esa zona del
Atlántico norte mediante un Acuerdo Comercial y de Inversión
Trasatlántico con la Unión Europea, debilitando la
presencia de México en su relación con América
del Norte, y aumentando con ello mayormente la influencia en él
por parte del gobierno estadunidense. Paralelamente, con su propia
inclusión en la Alianza Comercial del Pacífico y en el
Acuerdo Comercial Transpacífico (sin China ni Rusia), toma
posiciones de fuerza
en la región del Pacífico latinoamericano y en Asia
Pacífico, (en todos los casos, mediante procesos de
integración geoeconómica, que equivale a decir, con la
fuerza de sus mercados, empresas e inversiones) que son hoy su
prioridad estratégica para contener a China y a Rusia y a los
nuevos poderes asiáticos en ascenso (India e Irán, este
último, con 6 acuerdos de cooperación bilateral en la
región, especialmente con Venezuela), que incursionan con
fuerza en la subregión latinoamericana bajo la preocupación
de EUA.
Dicho de
otra forma, EUA se prepara en las mejores condiciones históricas
posibles para tener una posición
preeminente
en una región latinoamericana que ya ha abrazado –en
principio- la multilateralidad y la desarrolla gradualmente, en caso
de que no pueda revertirla. Hoy como nunca o más que nunca, la
política exterior empieza en casa. Sin embargo, algún
desbordamiento puede ocurrir, nunca puede ello descartarse.
Los
nuevos ejes
geoeconómicos
en desarrollo (ACP, TPP y ACIT, y en el futuro, el recientemente
lanzado ALCAP, Acuerdo de Libre Comercio de Asia-Pacífico),
enfocados desde
una perspectiva espacial, expresan
un proceso mayor en el cual las hegemonías se redistribuyen
actualmente a escala planetaria y a escala continental:
la formación creciente de bloques
continentales de orden económico,
que es precisamente un
rasgo característico
de esta nueva época. Las potencias intermedias y las potencias
mundiales aceleran sus esfuerzos políticos y diplomáticos
por articular en torno suyo a grupos
de Estados y potencias regionales que se unifican tras ciertos
intereses económicos comunes y compartidos,
a fin de intervenir en la competencia global, en los procesos de
globalización y para generar ciertos nuevos equilibrios.
Las
Políticas de Contrapeso al Rediseño Estadounidense
Hay
varias opciones para contrapesar
la reconfiguración geoestratégica de EUA, y avanzar en
el proyecto soberano y progresista latinoamericano: una desde las
propias iniciativas latinoamericanas y las otras dos con la
participación de las grandes potencias asiáticas:
Desde el
interior de las naciones y Estados latinoamericanos, toda esta
política de EUA se tiene que combatir y revertir desde cuatro
perspectivas:
Retomando
la alternativa de una política de integración
latinoamericana desde una óptica transversal,
no geográficamente segmentada, desde el Pacifico al
Atlántico, que es realmente la histórica doctrina de
la integración latinoamericana, bajo los nuevos contextos
históricos;
Desde el
reforzamiento de su cooperación económica endógena,
dentro de sus organismos ya creados, y desde las alianzas con las
grandes potencias asiáticas, especialmente China y Rusia, por
su gravitación regional-global;
Reforzando
sus políticas anti-injerencistas respecto a EUA, mediante
mecanismos de cooperación y flujos de información y
datos, que permitan neutralizar acciones como las producidas en
Paraguay y Honduras, o los intentos de golpes de Estado en Venezuela
y Ecuador. Ello puede y debe darse institucionalmente al seno de la
CELAC, que debe potenciarse al máximo como el foro regional
por excelencia para América Latina.
Mediante
la construcción de una política alternativa de
seguridad nacional, seguridad interior y seguridad hemisférica
alejada de la hegemonía estadounidense, de sus concepciones,
organismos y cuerpos de seguridad e inteligencia, de sus
estrategias, así como del perfil de sus iniciativas o
tratados de cooperación, capacitación y
adiestramiento, que apuntan hacia la penetración y control de
la seguridad de los Estados latinoamericanos o, para la formación
de plataformas policiales o militares de corte injerencista.
Ahora
bien, como expresión de las coaliciones geopolíticas,
geoeconómicas y geoestratégicas extra-regionales,
podríamos mencionar las siguientes iniciativas con la
característica de estar en proceso de reforzamiento:
El
proyecto del “corredor
bioceánico”
o “interoceánico”,
formado a partir de un acuerdo trilateral denominado oficialmente
“Declaración
de la Paz Construyendo la Integración de la Infraestructura
para Nuestros Pueblos. Corredor Interoceánico”
entre Brasil, Bolivia y Chile (2008), que sitúa a la propia
Bolivia como otro posible “eje
estratégico emergente”,
por su situación geopolítica en el “corazón
del territorio sudamericano”,
conectado por vía terrestre mediante carreteras desde Chile,
Bolivia y Brasil , es decir, comprende la conexión terrestre
entre Puerto de Santos y Matogroso de Brasil (en el Océano
Atlántico), Santa
Cruz,
Cochabamba, Oruro y La Paz de Bolivia, y Arica e Iquique de Chile
(Océano Pacífico), y que igualmente puede permitir un
flujo dinámico entre las poblaciones de dichas regiones y
también, que las economías de ellas crezcan. El
regreso a la Presidencia de Chile de Michelle Bachelet, puede
significar una oportunidad para fortalecer y darle mayor impulso al
acuerdo, como uno de los escudos contra el proyecto divisionista de
EUA y aliados.
La
opción que mete de lleno a China en las iniciativas
estratégicas para el subcontinente latinoamericano, a pesar
de la inconformidad de EUA y aliados: el proyecto dado a conocer
por el diario británico Financial
Times
(2011) en cuanto al interés de China de construir un “nuevo
canal seco”
(una conexión ferroviaria de 220 km2) que uniría el
Pacífico colombiano con una ciudad del Atlántico aún
indefinida, con lo cual se advierte la intención colombiana
de alinearse
con el nuevo y actual eje predominante del comercio mundial
(Asia) sin alterar su postura de aliado estratégico de EUA,
al tiempo que China espera adecuar toda la infraestructura
necesaria para
hacer realidad la integración desde América Latina
con el Asia Pacífico
y establecer una alternativa
de nuevo paso interoceánico
ante el único hoy existente, como es el Canal de Panamá,
a partir de lo cual, también puede reconfigurarse la
geografía económica de la región
latinoamericana, puesto que este “canal seco”
comunicaría (igual que el actual Canal de Panamá) a
la región norte (México, EUA y Canadá), a la
centroamericana y caribeña, y a la suramericana.
La
política actual de cooperación militar diversificada
de la Federación de Rusia en América Latina,
incluyendo la implantación de diversas bases militares
proyectadas en el subcontinente, como acuerdos que se están
negociando con Cuba, Venezuela y Nicaragua, además de otros
países (como Ecuador), no son bases de carácter
ofensivo (facilitarían la llegada de buques de guerra rusos
a sus puertos y el re-abastecimiento de aviones desde su
territorio, como el avión Cisterna Il-78), sin embargo,
cambiarían la presencia militar externa en la región,
expresarán un entorno distinto, una tendencia a la
multipolaridad regional en otro de los temas de exclusividad
geopolítica de EUA, el militar.
CONCLUSIONES
EUA
viene desarrollando una política global de replanteamiento
estratégico de sus política internacional, acorde con
la nueva situación estructural de su situación
interna, luego de la profunda crisis económico-financiera de
2008-2009, y de los resultados interno-externos de la misma,
orientando sus esfuerzos fundamentales hacia la región
asiática, es decir, la reconfiguración, y para ello,
el entorno mundial pero también las distintas regiones del
planeta, especialmente Medio Oriente y América Latina.
La
reconfiguración asiática se imbrica con la
latinoamericana a través de las subregiones del Pacífico
oriental y del Pacífico latinoamericano. Ello implica que en
la tradicional región atlántica, en disputa desde hace
dos siglos –por lo menos- con poderes de la Europa central y
de Asia con vocación expansiva (como Prusia, Rusia, los
imperios Turco-Otomano y Austro Húngaro, luego Alemania y
Japón) y hacia dicha zona geopolítica controlada por
las potencias occidentales, la solidez y hegemonía alcanzada
le lleva a reconstruir el entono geoeconómico como vía
de sostenimiento de dicha hegemonía, ante la penetración
lograda por China y en menor medida (con el tema energético)
por la Federación de Rusia, mediante el Tratado de Comercio e
Inversión Atlántico (TCIA). Para Latinoamérica,
la reconfiguración con acentos geoeconómicos, se está
procesando mediante los tratados de integración económica:
Alianza Comercial del Pacifico (ACP) y Tratado Comercial
Transpacífico (TPP), a los cuales se apresta a liderar los
propios EUA, lo que conformaría un nuevo escenario
geopolítico regional.
El
escenario geopolítico y geoeconómico actual está
marcado por el alejamiento que los gobiernos latinoamericanos del
cono sur han desarrollado en la última década y media
(aproximadamente) mediante un cambio socio-político y
económico que ha reconfigurado el escenario latinoamericano,
al tiempo que lo hace un espacio subregional cada vez más
globalizado, mediante los agrupamientos económicos
subregionales (CAN y Mercosur) y las nuevas organizaciones
políticas, UNASUR y CELAC, en tanto mantiene su hegemonía
casi intocada en Centroamérica (sin Nicaragua y en menor
medida en El Salvador), el Caribe (sin Cuba) y el norte
latinoamericano (México). En todos los casos, mediante una
nueva y mayor presencia de las potencias asiáticas globales
emergentes, China, Federación de Rusia, India e Irán,
aliados políticos y socios económicos muy relevantes
en los distintos casos (Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia,
Chile, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador y Cuba).
Esta
estructura geopolítica y geoeconómica es la que se
alterará o reconfigurará a partir del proyecto en
marcha desde los EUA, generando un emplazamiento distinto más
favorable a los lineamientos estratégicos de EUA, revirtiendo
la estructura creada en los últimos lustros, y reduciendo la
influencia de las dos grandes potencias suramericanas, Brasil y
Argentina al Atlántico sur; la potencia petrolera de la
región, Venezuela, al Caribe y la región sudamericana
más inmediata; manteniendo a Colombia como país de
contención en la zona, mientras EUA consolida sus intereses
geoestratégicos en la región atlántica,
pacífica oriental y pacífica latinoamericana con sus
respectivos aliados estratégicos en cada una.
Se
comete un grave error teórico y político-estratégico
cuando se quiere analizar los procesos actuales antes enunciados en
sí mismos, en sus bondades particulares, los cuales sin duda
existen (por ejemplo, el TPP o la ACP) disociadamente de los
contornos estratégicos que poseen y de los intereses
geopolíticos y geoeconómicos que apuntalan, lo que no
permite concertar una estrategia de respuesta que ponga de relieve
los intereses nacionales y geopolíticos de las naciones
latinoamericanas.
Esta
visión estratégica alternativa parece caminar
tortuosamente y sin la claridad necesaria, de la mano de iniciativas
como: el canal centroamericano “seco” impulsado por
China y Nicaragua, al que se está sumando Rusia; la
iniciativa de salida bioceánica con Chile, Bolivia y Brasil,
las bases militares de Rusia en la subregión, la presencia
mayor de Irán en la región con grandes proyectos
estratégicos de carácter energético, etc., que
no alcanzan a ser una estrategia alternativa al proceso en curso.
Todo lo cual mete de lleno a América Latina en las disputas
estratégicas actuales
entre las grandes potencias, en la etapa
de la incertidumbre estratégica,
lo que le impone la imperativa
necesidad
de una visión colectiva actualizada de su propia proyección
estratégica a partir de sus más altos intereses
nacionales.
(*)
Este ensayo fue presentado a manera de una Conferencia Magistral por
parte del autor, en el Centro de Estudios de Asia-Pacífico, en
el área de Doctorado, en la Universidad de Colima, México.
Forma parte de las temáticas que el autor aborda en su último
libro: “México, una Economía al Pacífico
sin Rumbo Político Estratégico”, aparecido en
septiembre de 2014.
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