(Home page)
Octubre 2014

El Peculiar Proceso de Integración Política y Militar de México - EUA

Jorge Retana Yarto*

La tesis central de nuestro ensayo es que México ha venido desarrollando desde hace unos 30 años, un proceso de integración política con EUA, no sólo o esencialmente mediante los modelos convencionales o típicos de instituciones bilaterales o trilaterales (incluyendo a Canadá a partir de la firma del NAFTA), los cuales existen, sino por la vía fundamental de un proceso peculiar que se ha producido a través de la construcción de un proyecto transnacional muy conservador formulado y llevado a la práctica por las élites políticas y económicas de ambos países, que se expresa en un modelo de economía neoliberal progresivo con democracia restringida, que ha ido avanzando sobre y asaltando las posturas e instituciones emblemáticas del nacionalismo mexicano: la ideología nacional-popular, la participación del Estado en el proceso de desarrollo, el propio modelo de desarrollo con plenos derechos sociales, las formas de producción colectivas y comunitarias del campo, la industria energética nacionalizada, la política exterior progresista, la autonomía del ejército y la marina, esencialmente. Es decir, se ha impuesto un proyecto retardatario, conservador mediante una alianza transnacional de fuerzas de derecha en México y EUA, que ha dado paso a un nuevo pacto social desfavorable para los intereses sociales y políticos de las grandes mayorías nacionales.

La integración México-EUA no puede ser comprendida como un proceso fatal ni fatídico, porque existen luchas nacionales del pueblo mexicano que han trazado una ruta distinta; por ello, las fuerzas políticas contrarias a la esencia de aquellas batallas, consideran tales episodios históricos como anacronismosque deben suprimirse de la memoria colectiva como parte de una nueva prospectiva de decisiones al futuro.

Mediante esa maniobra de denegación histórica, sólo queda el camino hacia el norte, hacia EUA. Es una operación de ideologización nueva del presente proyectada al futuro. No cabe el determinismo para su entendimiento, sino el análisis e interpretación del proceso histórico concreto, de frente a nuestra realidad y aspiraciones nacionales. La integración México-EUA es un proceso histórico, pero en sus resultados de hoy, es un “estado de cosas”, un orden bilateral, una resultante de aquel proceso político-social.

La integración México- EUA, en retrospectiva histórica, tiene un siglo, por lo menos. Dos ejemplos: ya en la época de la dictadura porfiriana (en la etapa de principios del siglo XX) la relación económica con EUA era predominante (el comercio exterior tenía niveles de concentración que superaban el 60% sobre el total de intercambios y en un México en donde el 80% de la actividad económica era agrícola, más del 40% de la propiedad de la misma estaba en manos de propietarios estadounidenses, por lo tanto, tenían un alto nivel de control de la producción y el comercio agrícola, interno y externo); a la firma de los Acuerdos de Bucareli (1923), abiertos para negociar el reconocimiento del gobierno del general Álvaro Obregón y procesar las demandas estadounidenses a cambio, particularmente, de lo relativo a las empresas petroleras y sus concesiones de explotación en México, así como sobre temas diversos: deuda mexicana, demandas contra México y otras concesiones en materia petrolera (las inversiones más importantes de EUA en el sector y en todo el subcontinente y el mundo, estaban en México, ya que controlaban el 80% de las principales explotaciones mineras, y en los pozos petroleros su dominio era prácticamente total). (Ver, Anuario Estadístico, Serie Histórica, 1900-2000). Pero además, dicha relación arrastraba (o arrastra) un trauma histórico: la guerra de 1847-48 en donde México pierde la mitad de su territorio nacional, cuyos resultados afectaron la identidad nacional, la mexicanidad.

Desde entonces, este fenómeno integracionista antes aludido ha cursado por distintos momentos, diferentes coyunturas, incluso, de ruptura parcial y búsqueda de un camino alternativo, como lo fue la nacionalización de la industria petrolera en 1938 y el reparto agrario masivo en el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río. Sin embargo, dicha integración bilateral se produjo como un proceso de facto, formalizado por algunos instrumentos jurídicos que versaban sobre temas concretos: el curso de las aguas en la frontera común, el Acuerdo de Braceros por tiempo determinado, etc., es decir, transcurrió, se amplió e intensificó, impulsado por los factores geográficos, históricos, regionales, la vecindad, incluso, por los conflictos, etc. Hay pocas relaciones bilaterales en el mundo tan complejas como esta que tiene y ha tenido México con EUA.

Contemporáneamente, este fenómeno tomó cuerpo y se formalizo jurídicamente, al influjo del cambio de fase en la economía internacional (la regionalización y la globalización) y con el agotamiento de un modelo de desarrollo nacional (la estrategia de sustitución de importaciones, que desembocó en la crisis de sobre endeudamiento externo hacia 1982) y detonó –desde las elites gobernantes y empresariales-, el cambio social en México mal llamado “modernización”, dentro del cual se formaliza la integración económica y luego se procesa la integración en seguridad transfronteriza y bajo la fuerza de ambas, un tipo de integración política muy peculiar, para avanzar últimamente en una integración de tipo policiaco-militar llamada “cooperación bilateral en contra la criminalidad transnacional”.

En suma, “la modernidad”, el cambio económico y la seguridad bilateral y regional llegaron a México bajo el patrocinio estadounidense, por no decir, bajo la hegemonía de los EUA y la plena complacencia de las elites nacionales que así sellaron un proyecto transnacional conservador para México. Tales transformaciones configuraron un nuevo bloque de fuerzas sociales en el poder estatal mexicano, en donde los gobiernos estadounidenses a través de sus aliados internos y mediante los mecanismos bilaterales, tienen un lugar de influencia muy importante, por momentos, determinante en la política nacional que se proyecta a lo internacional.

Podemos distinguir cuatro momentos álgidos, dos procesos ya consolidados, uno en desarrollo y otro más en estado inicial, respectivamente.

a) La firma del TLCAN (1993) o Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

b) La firma del ASPAN (2005) o Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (luego de los atentados a las Torres gemelas)

c) La integración policiaco-militar (2009)


d) La integración en materia energética (2013-14)

Es evidente que, si omitimos el proceso de integración policiaco-militar (efecto directo de “la guerra contra el crimen organizado” y el ASPAN), los gobiernos estadounidenses y las elites mexicanas, se han dado un plazo de 8-10 años para cada nuevo avance, para cada nuevo reposicionamiento de las políticas propias del modelo estadounidense en la economía y la política mexicana, que en conjunto constituyen los vértices de una verdadera ofensiva estratégica sobre México, sobre el “nacionalismo mexicano” y las evocaciones populares de su proceso revolucionario de 1910-17, mediante la cual han ido concretando posturas que la alianza neoconservadora mexicana-estadounidense necesita para revitalizar y profundizar periódicamente su programa común para México. Y en los últimos 30 años han avanzado lo que no les fue posible en los 70 años anteriores (para tomar una visión histórica de un siglo), logrando superar muy favorablemente la ruptura parcial que representaron las medidas cardenistas, que fueron vistas siempre en EUA como “decisiones antiamericanas desafiantes(lo ratifica así Alan Greenspan en su libro La Era de las Turbulencias”, p. 377).

Con ello, la integración económica se ha profundizado y la nunca deseada por el autoritarismo político mexicano (construido por el PRI o Partido Revolucionario Institucional y conservado por el Partido Acción Nacional, PAN) “integración política”, se ha particularizado y concretado a través de la alianza político-ideológica del neoconservadurismo de derecha mexicano-americano, como subproceso objetivo ante la profundización de la “americanización económica e ideológicapor la que ha cursado México, que sería un concepto más preciso para concebir el proceso descrito. La ofensiva estratégica mencionada sobre México ha sido una especie de moderna expedición punitiva a territorio mexicano como la desarrollada por el general Pershing del ejército de EUA en 1916-17 para capturar vivo o muerto a “Francisco Villa”, por el ataque armado que este realizó en territorio de EUA.

El éxito de dicha ofensiva inauguró en esta relación bilateral, la época de las “administraciones incondicionales en México (de unos 30 años a la a la fecha) respecto a los designios de los gobiernos estadounidenses sobre nuestro país. Al fondo de toda esa política de EUA está la filosofía política del Destino Manifiesto.

Porque en esta relación bilateral, el supuesto teórico de la “interdependencia de las economías complementarias(como conciben los ideólogos del “integracionismo subordinadodicha relación) es muy relativa, muy débil desde el lado mexicano, comparativamente, habida cuenta de las grandes asimetrías de poder entre ambos.

Luego de la caída del “socialismo real” (1989-91), EUA (y Gran Bretaña) desarrolló una ofensiva mundial para conformar el unilateralismo hegemónico, con la ideología del neoliberalismo modernizador que alcanzó a México con la firma del TLCAN; luego de los “atentados a las Torres Gemelas” la reforzó con el ASPAN o “Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad Económica” (en ese orden jerárquico, “seguridad y prosperidad”), sometiendo a nuestro país a la lógica de su Seguridad Nacional entendida regional y globalmente, ya que existe la experiencia histórica de que durante la “crisis centroamericana” (finales de los años 70 con la revolución nicaragüense, y la década de los años 80, con la revolución salvadoreña y guatemalteca, en donde México actuó a “contra pelo” de la política injerencista y militar de Ronald Reagan) dos gobiernos mexicanos (el de los Presidentes, José López Portillo y Miguel de la Madrid) se atrevieron a actuar en sentido inverso al intervencionismo militarista de R. Reagan en la región. El Presidente José López Portillo repetía entonces: “Presidente mexicano que no se mueve a la izquierda del Presidente de EUA está perdido.

Es durante la segunda administración de Barak Obama, cuando se produjo el avance definitivo sobre las posiciones de lo que quedaba del nacionalismo mexicano, usando varios señuelos o trampas: la necesidad de compartir ordenadamente la riqueza energética transfronteriza; la futura pero inmediata autosuficiencia energética de EUA que condenaría a la esterilidad la riqueza de los hidrocarburos mexicanos; una reforma migratoria desde EUA no consumada de amplio beneficio para los inmigrantes mexicanos, más la presión diplomática permanente y las acciones encubiertas de los organismos de seguridad e inteligencia en la “guerra contra el crimen organizado”, agregando la enorme doblez de los gobernantes mexicanos, con todo lo cual lograron abrir el sector energético reservado a la Nación mexicana, en el contexto del dominio de la alianza de derecha en el poder y de su proyecto común con EUA sobre México, que incluye destacadamente, el Bloque Energético de América del Norte.

En este último aspecto crucial de las relaciones con EUA (el energético), se negó la “Doctrina Carranza(formulada en febrero de 1918, por el líder más conservador durante la revolución mexicana, que sostenía que la defensa de la Soberanía del Estado y los recursos del subsuelo, eran prioritarios en la política exterior de México) y se asumió con orgullo la “Doctrina Monroe(1823, formulada por el entonces Presidente de EUA James Monroe, cuya consigna era “América para los Americanos”, bajo la idea central de no permitir la injerencia de ninguna potencia europea en el continente americano, que rivalizara con la influencia de EUA en la región). Las fuerzas neoconservadoras actuales consideran dichos pasajes históricos como “anacrónicos”, algo irrelevante del “pasado.”

En consecuencia, todos estos cambios en la relación con EUA han trastocado el antiguo pacto social entre los mexicanos y han dado el paso a un nuevo orden político de perfiles claramente reaccionarios con bajo nivel de Soberanía política.

De todo este proceso de “americanización”, la mayor pérdida o retroceso se ha resentido en cuatro aspectos fundamentales de la vida nacional:

  1. En lo que fue alguna vez un proyecto nacional progresista y popular (durante el cardenismo), respetado, apreciado y ejemplar en el contexto latinoamericano y de las luchas latinoamericanas;

  2. En la fortaleza soberana del Estado Nacional y en su capacidad de Autodeterminación;

  3. En el principio de la justicia social como atributo inherente del desarrollo económico; y

  4. En la posibilidad de superación definitiva del viejo y siempre nuevo autoritarismo mexicano, que respaldaron las elites políticas de ambos lados de la frontera y que frustró siempre la verdadera democracia mexicana, cambiándola por la estabilidad a toda costa que festinó el vecino del norte y que le ganó su apoyo, a pesar de las trapacerías represivas, la elevada corrupción y las torpezas en el manejo económico que caracterizaron a aquél.
Pero lo peor de todo esto se desenvuelve gradualmente ante nuestra incredulidad y como efecto directo de la firma del ASPAN (aunque formalmente haya concluido): la integración-subordinación militar, el “tercer vínculo-como lo llamó Carlos Fazio analista latinoamericano-, que enterrará para siempre la doctrina militar independentista y de distanciamiento del ejército estadounidense, soporte de la Soberanía del Estado Nacional mexicano y de la política exterior con dosis de independencia y por la Autodeterminación, porque existe un origen común entre la Constitución Política (sus principales postulados), el ejército mexicano de origen popular (su proceso de institucionalización) y el orden social (en lo fundamental, emanado del proceso revolucionario), y no puede o no podía trastocarse el uno sin alterar todo.

En consecuencia, todos los avances mencionados, han dejado listo el camino para la integración-subordinación militar, el punto de inflexiónpuede situarse claramente en 2009, durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, a partir de la visita a México de Hilary Clinton, cuando empezó abiertamente la nueva andanada de medidas intervencionistas estadunidenses en territorio mexicano: se abrió la Oficina Binacional de Inteligencia (OBI), cuyas instalaciones se encuentran en el corazón de la Ciudad de México, en donde opera: personal del Pentágono asignado a la Agencia de Inteligencia Militar, a la Oficina Nacional de Reconocimiento y a la Agencia Nacional de Seguridad; así como agentes de la Oficina Federal de Investigaciones, del Departamento de Justicia, de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos; agentes de Inteligencia de la Guardia Costera; de la Oficina de Cumplimiento Aduanal y Migratorio.

Igualmente, operan efectivos de la Oficina de Inteligencia sobre Terrorismo y Asuntos Financieros, que representan al Departamento del Tesoro; todas, dependencias gubernamentales estadunidenses, más un sistema de “cooperación” en inteligencia policiaca y militar, cuyo eje operativo estratégico es el Centro de Inteligencia de El Paso, Texas (EPIC), uno de los tres más grandes e importantes en EUA, más los programas de capacitación y equipamiento militar (ejemplo, la instauración de la Academia Nacional de Formación y Desarrollo Policial, en San Salvador Chachapa, Puebla, inaugurada en mayo de 2012 por el embajador estadunidense Anthony Wayne), las maniobras militares conjuntas, maniobras navales “Unitas 50-09” en Mayport, Florida, del 20 de abril al 5 de mayo de 2009, y las maniobras militares conjuntas que se han ido desarrollando, por ejemplo, entre los Estados de Texas y Tamaulipas, del 2 al 9 de mayo de 2012, por parte de ambos ejércitos), los vuelos autorizados de ”drones” (parte de los “Acuerdos Secretos Obama-Calderón y vigentes con EPN) sobre el espacio aéreo mexicano, anticonstitucionales.

El gran poder de presión para logar todo esto, fue una resolución del Senado de EUA en donde se demandaba al gobierno de Barak Obama, negociara un programa “multi-agencias” de perfil contrainsurgente en México, para contener a la criminalidad transnacional conceptualizada como “narco-terrorismo”, al igual que hicieron en la Colombia de los años 80, justamente, con el Plan Colombia. El gobierno mexicano, hipotéticamente, negoció lo uno (la instalación de la comunidad de agencias de seguridad e inteligencia de EUA, pero no el plan contrainsurgente supervisado por el ejército de EUA). Gravísimo. México debió formular otra alternativa global, no la aceptación parcial de la demanda del senado, con mayoría republicana.

El “tercer vínculo–el militar, demandado durante décadas por el Pentágono y negado por los gobiernos y el ejército mexicano- se expresa en todo lo anterior a su más alto nivel, desde las “administraciones mexicanas incondicionales” de las últimas casi tres décadas. Será su responsabilidad histórica.

Todo este cuadro histórico y socio-político antes formulado, constituye una verdadera política de depredación de la Soberanía Nacional que aún quedaba en firme a los mexicanos, que es responsabilidad histórica de la alianza neoconservadora de derecha, por ello, sin proyecto nacional, sino con un proyecto transnacional sometido y dirigido hacia y por EUA.

La cultura propiamente mexicana también se ha debilitado ante la invasión de la “guerra de las marcas” comerciales a que dio lugar la integración económica en todo el ámbito social y nacional, imponiendo nuevos patrones de comportamiento en el consumidor que trastocan los hábitos sociales precedentes. Más aún, en las ciudades regionalmente integradas en la frontera común, bajo la influencia de tres factores: el comercio, las manufacturas compartidas (maquilas) y los servicios tradicionales (hoteles, restaurantes, etc.), todos bajo un verdadero boom expansivo, que se tradujo en un reordenamiento económico, demográfico y territorial, que viene de antes pero alcanzó su máximo en las últimas dos décadas.

Para algunos autores esta integración interregional en la frontera ha conformado una especie de “tercera economía” que asume ya una dinámica propia, a pesar de sus fuertes disparidades. Es decir, la integración no suprimió las desigualdades entre ambas regiones, sino que las condujo a un estadio distinto.

Es un área geográfica que resiente severamente los vaivenes del ciclo económico entre ambas economías nacionales. Por ejemplo, el PIB de la frontera norte de México en 1993 era el 21.3% del PIB nacional, y en 2003 fue del 25%. Hoy se estima prácticamente del 30%. La maquila tuvo una década de expansión a una tasa de 20% anual promedio y ha dado empleo al 20% del sector manufacturero nacional, y la inversión extranjera en toda la zona suma el 30% del total nacional. (INEGI, 2007).

Estados fronterizos del norte de México han participado de manera importante en este proceso a partir de su incorporación a lo que ha sido, una gran expansión del comercio exterior mexicano en toda la frontera norte y en el sur de EUA, lo cual incluye a cientos y miles de establecimientos mercantiles y empresas de mediana y grande estructura que tienen su asiento legal, tanto en el norte de México como en el centro del país, sin omitir que siempre ha habido en toda esa zona, relaciones comerciales, sociales y culturales entre los habitantes de ambos lados de la frontera, pero han llegado a un punto máximo ante el evento de integración fronterizo y trasfronterizo ocurrido, que modificó la estructura económica, demográfica y social.

Pero también se dio el fenómeno –y contribuyó en gran forma a ello lo antes dicho- en lo relativo a la producción manufacturera en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Mexicali, Matamoros y Nogales, así como el comercio con ciudades de EUA como San Diego, Ca léxico, Mac Allen, California, Arizona, Brownsville, El Paso, Eagle Pass. Sin embargo, al ser el proceso perfectamente localizado en lo regional, ha acentuado las diferencias con otras subregiones, no sólo del resto del país, sino del propio norte.

Parte de ese “boom”, han sido “los cruces fronterizos” a pie y con vehículos privados, que crecieron a una tasa promedio del 3% anual, 30 % en 10 años, 60% en los 20 años hasta hoy transcurridos. Pero los cruces fronterizos en vehículos de carga comercial, lo hicieron al doble. Una verdadera explosión comercial pero asimétrica. (Mendoza, Jorge, http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/, p. 522)

No obstante, desde la perspectiva mexicana de izquierda, el proceso en sus resultados es sumamente negativo por todo lo antes expuesto. El “boom comercial, industrial y financiero-bursátil” durante el ciclo total del TLCAN con sus efectos colaterales (empleo, ingresos, expansión empresarial, etc.), aún si omitiéramos su carácter asimétrico que acentuó las diferencias regionales en México, nunca podrá justificar – solamente explicar objetivamente- la succión política de la que ha sido objeto la Soberanía Nacional del Estado Mexicano, el retroceso pronunciado en el pacto socio político entre los mexicanos y el cambio reaccionario del orden social, del cual era parte el status preexistente de las relaciones con EUA en las distintas materias.

La perspectiva estadounidense, no oficial, muy probablemente haya quedado bien representada en lo que señaló el ex embajador de EUA en México (1998-2002), el Sr. Jeffrey Davidow, quien en su libro “El Oso y el Puercoespín(2004), se une a otras voces en EUA (como el Senado) que conciben el proceso de integración México-EUA como un proceso claramente fallido debido a tres grupos de interferencias mayores: los problemas irresueltos de la inmigración, el terrorismo en tierras estadounidenses (la afectación del mismo en la dinámica de ambas fronteras) y la violencia desatada por el crimen organizado del narcotráfico y otros muchos delitos.

Pero aún, en este punto de vista, podemos darnos cuenta de que las élites políticas en EUA, no aceptan íntegramente las causas de fondo de la integración fallida, es decir, “los problemas o fallas de origen”, la inmensa gravitación de otros factores de tipo histórico estructural (además de los mencionados por él ex embajador), la dinámica política tan desigual que el proceso abrió, el impacto de los problemas y transiciones de la hegemonía estadounidense, los cambios en la economía y la política internacional, los elementos de orden ideológico involucrados y los efectos extraordinariamente dispares que el proceso provocó al tener como base una concepción teórica que ha manifestado sus graves inconsistencias e inconvenientes en la praxis histórica: la tesis de la convergencia y homogenización en los niveles de desarrollo entre economías tan asimétricas como la de México, EUA y Canadá (país en donde están vigentes las asimetrías económicas con México, pero no los conflictos político.-sociales) que se integran mediante Tratados de Libre Comercio u otras modalidades, como lo ha demostrando la integración de la Eurozona, entre los países del Norte y del Sur de Europa, fuertemente asimétricos en lo económico, nacional y regionalmente.

Todo indica que aquí tenemos un factor determinante no suficientemente ponderado, despreciado por las teorías sobre la integración Norte-Sur en un momento dado de la historia de dichas relaciones, porque ello conlleva, todo el peso de las historias nacionales estructuralmente diferenciadas, atributos y factores que no se pueden suprimir –como estamos constatando en Norteamérica y en la Eurozona- en periodos históricos relativamente breves (10-15 o 20 años) y partiendo de desigualdades tan pronunciadas comparativamente.

Por lo menos, hasta hoy no se ha manifestado así en los procesos de integración Sur- Sur, en donde existen problemas para avanzar, pero no de la misma naturaleza, no ocasionados por las amplias asimetrías de poder y nivel de desarrollo.

Por lo tanto, todo lo anterior, ha debilitado el “proceso integracionistaen América del Norte y particularmente, entre México y EUA. Se ha manifestado con claridad en la pérdida de impulsos económicos y en la amplia filtración competidora de otros poderes planetarios -como los asiáticos- a su interior, por lo que los gobernantes de ambos lados de la frontera, se han visto compelidos a inyectarle nuevas fuerzas a través de la apertura-incorporación del sector energético mexicano y del reforzamiento de su derechista alianza política e ideológica, la cual han hecho patente promocionalmente, subrayando una nueva etapa de “revitalización y fortalecimientode aquel. A pesar de lo poco que ha obtenido México y de lo mucho que ha dado.

Está por verse cómo influirá más decisivamente en este “proceso integracionista”, que ha resultado ser un verdadero proceso de absorción gradual del Estado y la sociedad nacional de México por el Estado y la sociedad nacional de los EUA (la que menos disposición socio-cultural tiene para ello por su endémico rechazo), los continuos cambios en la geo economía y la geopolítica regional, en la transición hegemónica de EUA y en el fortalecimiento inexorable de sus grandes competidores asiáticos en una región que algún día fue de su exclusiva influencia, de su gravitación prácticamente única, y hoy es espacio de evolución hacia el Orden Multipolar.

Sin embargo, todos los procesos sociales son susceptibles de agotarse, de desfallecer, incluso, de detenerse y revertirse, de cambiar su orientación fundamental por otra orientación alternativa. Por supuesto, en una perspectiva histórica, no inmediata. Y esa es la tarea de las fuerzas sociales partidarias del México alternativo.

Últimos Eventos Relevantes sobre esta Temática.

En las últimas semanas, han tenido lugar dos eventos relevantes, en realidad, ambos dentro de la lógica del integracionismo militar de América del Norte, aunque uno de ellos, de consumo e impactos más bien internos: el primero, la “Reunión Trilateral de Ministros de Defensa de América del Norte” celebrada el 24 de abril de 2014, en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional de México, entre los comandantes de las fuerzas armadas de México, EUA y Canadá, estuvieron: el general Salvador Cienfuegos Zepeda, comandante del Ejército Mexicano, contando con la presencia del Almirante Vidal Francisco Soberón, titular de la Armada de México; Charles Timothy Hagel, Secretario de Defensa de EUA y Robert D. Nicholson, Ministro de Defensa de Canadá.

De ellos surgió un enfoque de los temas tratados, de la situación y tareas de las fuerzas armadas de los tres países, que corrobora plenamente varias de las conceptualizaciones y argumentaciones antes señaladas, porque dicha reunión le da un rumbo preciso a lo afirmado por nosotros en nuestra reflexión precedente, en donde establecimos que todos los eventos anteriores aquí referidos, como, lo relativo al adiestramiento policiaco, los centros de inteligencia y seguridad abiertos en México, las maniobras militares conjuntas, los apoyos militares y hasta las amenazas del programa de contrainsurgencia militar para México sustituyendo la Iniciativa Mérida hechas desde el Senado de EUA, “han dejado listo el camino para la integración-subordinación militar”. Y efectivamente. Pero, no perdamos de vista esa “doble representación militar mexicana”: Ejército de Tierra y Aire y la Secretaría de Marina. Está dando y dará más qué analizar y concluir.

El enfoque asumido, los conceptos manejados y los acuerdos tomados así lo revelan:
  1. La profundidad de nuestras relaciones, geografía, demografía e integración económicahace que los tres países compartan “intereses mutuos de defensa”. El propio General Cienfuegos estableció: “existe una importancia geoestratégica en América del Norte que nos impulsa a estrechar lazos para atender amenazas que son de naturaleza diversa y de alcance multilateral”, agregando que “ante los cambios profundos y tendencias globales es necesario el intercambio de enfoques comunes, en los cuales se basa la paz y la seguridad de Norteamérica”, una de tales amenazas fue mencionada “el crimen organizado internacional”;

  2. El Sr. Hagel mencionó que desde hace tres años los intercambios trilaterales “han sido impresionantemente productivos con grandes incrementos en la cantidad de intercambios militares”;

  3. Uno de los acuerdos señala: ”Continuar con la identificación de medidas y procedimientos para apoyar a las instituciones civiles de seguridad pública (y) desarrollar mecanismos para trabajar en forma conjunta, con el fin de incrementar la eficiencia de nuestras fuerzas armadas”;

  4. Otro fue: “Compartir información en relación con los retos de defensa cibernética y métodos para enfrentarlos e identificar las oportunidades para coordinar las actividades que contribuyen a fortalecer la seguridad de las zonas fronterizas de la región de Norteamérica”;

  5. Igualmente, resolvieron “continuar trabajando para fortalecer los foros de defensa hemisférica, como la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas y la Junta Interamericana de Defensa(JID) (La Jornada, 25 de abril, p.12)


Es muy evidente lo afirmado:
    1. México hace su entrada y se articula en los esquemas de seguridad militar estratégica de EUA;

    2. ya no sólo contra el crimen transnacional, o regional, sino ante los “cambios profundosdel escenario internacional, sobre los cuales EUA conforma alianzas regionales (JID) y globales (OTAN) contra sus rivales regionales en ascenso mundial, China y la Federación de Rusia, particularmente;

    3. y este alineamiento estratégico en lo militar (hasta pocos años, ausente, y al cual se resistía el ejército mexicano) se extiende a la “guerra cibernética(recordar que el ejército estadounidense declaró hace 3 años al ciberespacio como “zona de guerra”) y cuyos conatos se han dado ya entre China y EUA; y

    4. de igual manera, se mantiene el enfoque del combate militar a la criminalidad. Y a despecho de todo este enfoque geopolítico y geoestratégico, se sigue hablando de colaborar para favorecer la “seguridad pública”. México se ha “colombianizado” completamente desde esta perspectiva. Falta la propuesta –como la hay ya para Colombia- de integrarlo en el mediano plazo a la OTAN. Ya llegará creándonos muchos problemas.
Diversos analistas, comentaristas y académicos, pasan por alto (consciente o inconscientemente) la enorme trascendencia de estos eventos para nuestro sistema político, para la solidez del Estado Mexicano (muy menguada desde distintos frentes, uno de ellos muy poderoso, es éste, y el ciudadano de a pie, ni se entera. Gravísimo.

Este mismo día 25 de abril, se conoció la resolución unánime del Senado para limitar el “fuero de guerra” o “fuero militar” del ejército mexicano, demanda democrática frente a las tropelías de miembros del instituto armado en poblaciones y ciudades (las menos), dentro del combate militar a la criminalidad trasnacional, lo que implica que ante la comisión de delitos por miembros castrenses sobre la población civil, ellos serán llevados a juicio ante tribunales civiles específicos para el efecto, y para ser juzgados por su eventual comisión, incorporando el tema del respeto a los derechos humanos como parte esencial de su conducta. Termia así una larga tradición militar y una resistencia castrense a esta posibilidad. El complemento necesario sería dotar de un marco jurídico adecuado a la actividad de los militares en tareas de “seguridad pública”, violatorio de la Constitución, o mejor regresarlos a sus cuarteles, ante la falta de garantías y normatividad para desarrollar atípicamente esta función.

Esta puede ser una vía primaria para empezar a modificar la militarización del combate a la criminalidad transnacional, concepción también impuesta por EUA a toda la región.

Agosto de 2014.

-------

* Jorge Retana Yarto

Licenciado en Economía por la UNAM, miembro del Colegio Nacional de Economistas (CNE) y de la Asociación Mexicana de Estudios Canadienses (AMEC), así como de la Asociación de Examinadores de Fraude Certificados (ACFE) Capítulo-México, con sede en Houston Texas, EUA, en cuya institución realizó estudios para Certificación y sobre Auditoría Forense, es integrante de la Red de Economistas de América Latina y el Caribe adscrita al Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la UNAM. Posee una Especialización en Inteligencia para la Seguridad Nacional por el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP)

joretyar@yahoo.com.mx

joretyar@aol.com










(Volver a página inicial)