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Agosto 2014

"El principal objetivo de la guerra contra Gaza son los civiles"

Entrevista a David Segarra

Tras una estancia de tres meses en Palestina, el documentalista español advierte que la reciente ofensiva del régimen de Israel es un episodio más de 66 años de colonización en esa región

En el año 2009, el periodista y documentalista español David Segarra visitó Palestina por primera vez. Un primer contacto que al cabo de un año reanudaría al embarcarse en la Flotilla de la Libertad, que se dirigía rumbo a Gaza para romper el bloqueo perpetrado por Israel, y que tendría un cruento final: 10 muertos. Pasó tres días en una cárcel de este país y, pasados los hechos, dejó testimonio de lo ocurrido en el documental Fuego sobre el Marmara. Durante su tercera estancia en la Franja Gazatí (los últimos tres meses), el Ejército de Israel ha perpetrado su enésima ofensiva. En la Franja, prepara desde hace cinco años el audiovisual Las cebras de Gaza sobre la vida cotidiana de la población palestina bajo el conflicto.

David Segarra reside en Caracas, donde fundó la productora Guarataro Films y ha producido varios documentales, entre otros Un golpe y una carta, sobre el soldado que sacó la misiva del Comandante Eterno, Hugo Chávez, cuando estaba preso durante el golpe de Estado de 2002; y Nuevas caras, en torno a los vínculos entre la oposición antichavista y la extrema derecha española, en concreto el Partido Popular.

—A partir de tu experiencia directa en Gaza, ¿qué hechos y realidades destacarías y que habitualmente invisibilizan los medios de comunicación?

—Lo más impresionante de la sociedad palestina y, en concreto, de la Franja de Gaza, es que se trata de la sociedad más pacífica, educada y hospitalaria que no he encontrado en ningún otro lugar del mundo. En tres meses de estancia, he visto un remanso de paz como en ninguna otra parte. La delincuencia no existe, ni prácticamente policía. En mi caso, me he movido con absoluta libertad en mi trabajo como documentalista sin que nadie me pusiera ningún impedimento, cosa que me ha ocurrido en América Latina y Europa. Y es algo que sorprende, porque uno puede imaginar que allí existe una sociedad dura, intolerante y fanatizada, pero ocurre todo lo contrario.

—La ofensiva militar sobre la Franja de Gaza ¿consideras que estaba prevista por el Gobierno de Israel, independientemente de la muerte de los tres jóvenes usada como coartada?

—Sobre el secuestro y asesinato de los tres jóvenes colonos, el Estado de Israel no ha aportado la menor prueba que pueda implicar a ningún grupo político palestino. De hecho, no se ha capturado a los autores y, por tanto, no hay pruebas de quién es el responsable. La ofensiva contra la Franja de Gaza es un episodio más de la colonización israelí, que lleva 66 años. En los últimos cinco años hemos visto tres masacres contra este territorio: “Plomo fundido” (2009) y las ofensivas de 2012 y 2014. Israel, un Estado colonial, no necesita excusas para expandirse territorialmente y castigar a la población indígena. Como no lo necesitó el Imperio español en América ni el imperialismo británico en la India.

—¿Cuál es la esencia de lo que los medios de comunicación califican como “conflicto”?

—Es muy simple, no tiene ninguna complejidad. Se trata de un proceso de colonización abierto desde 1948. El Estado de Israel todavía se encuentra en fase de expansión (no han cerrado su proceso de colonización), y la necesita tanto en Cisjordania como por otra parte el silencio y la humillación de la gente de la Franja de Gaza, que son absolutamente insurgentes.

—¿Cuál es la causa, a tu juicio, de la última ofensiva? Se suelen aducir múltiples factores.

—En el contexto actual, creo que la principal razón es impedir la unidad política del pueblo palestino. El “divide y vencerás” es una ley tradicional del colonialismo, vigente desde antes del Imperio romano. En su proceso de colonización, Israel ha tratado siempre de dividir a los palestinos entre cristianos, judíos, musulmanes, laicos y religiosos, izquierdistas, nacionalistas, islamistas, etcétera. Israel ha tratado de fragmentarlos y enfrentarlos entre ellos. Justo antes del ataque a Gaza estábamos viviendo un proceso “histórico”, en el que las dos mayores organizaciones del pueblo palestino –Hamás y Fatah– habían llegado a un acuerdo sin, y esto es lo más importante, la oposición de los restantes grupos que no estaban en el acuerdo, pero tampoco se oponían. Esto implica que el pueblo palestino hablaba con una sola voz frente al ocupante. Y eso es algo que le da terror al Estado de Israel, porque rompe con el discurso colonial de que está luchando contra fuerzas minoritarias, extremistas y fanatizadas.

—¿Cuál es la responsabilidad de Estados Unidos en los ataques? Un reciente editorial de La Jornada recordaba la ayuda militar de Washington a Israel por valor de tres mil 600 millones de dólares en 2014.

—Desde su nacimiento en 1948 y, sobre todo, a partir de su expansión en 1967, Israel se convierte en una “punta de lanza” del colonialismo occidental para el control y el sometimiento de los pueblos árabes de la región. Por eso constituye un aliado fundamental, como en su momento lo fue el Chile de Pinochet o la Sudáfrica del Apartheid. Se trata, en definitiva, de aliados esenciales para el control de los recursos naturales. En el contexto actual se dan factores nuevos. Uno es el declive económico —lento, pero inexorable— de los Estados Unidos. Eso hace que las piezas del poder

—desde el Pentágono hasta Wall Street— traten de retirar en parte a Estados Unidos del tablero militar mundial. Lo que se traduce, a su vez, en que empiece a sentirse el cansancio por parte de los militares y los bloques de poder respecto a Israel. Este país continúa recibiendo la principal ayuda militar y económica por parte de Estados Unidos, pero ya observamos como el gobierno de Obama (o cualquier otro en la potencia estadounidense) tiene que ir poniendo freno al expansionismo militar del último medio siglo.

—Estos cambios que apuntas, ¿son de algún modo perceptibles para la opinión pública? ¿En qué se concretan?

—Por primera vez empezamos a ver pequeñas críticas en los medios de comunicación estadounidenses a Israel, como el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, quien llegó a afirmar que Israel estaba cerca de convertirse en un estado de Apartheid (luego tuvo que retractarse, pero lo dijo). Y así observamos muchos signos de como Estados Unidos y Europa, poco a poco, sienten que Israel es un lastre para sus políticas exteriores. En los últimos 50 años les ha servido como “lanzadera” o “portaaviones” frente al mundo árabe, pero la tendencia histórica está cambiando.

—Te referías al tratamiento de los medios de comunicación. El País titulaba hace poco en una de sus portadas: “La guerra de Gaza vive el día más mortífero para ambos bandos”. ¿Qué opinas de esta equidistancia?

—Hemos de volver siempre a la historia para contextualizar lo que son los medios europeos. Recordemos que durante el holocausto judío ningún medio europeo (y ningún Gobierno) movió un solo dedo para salvar a personas que estaban siendo exterminadas. Y todos sabían lo que estaba sucediendo. La tradición europea de la equidistancia y de colocar al mismo nivel a la víctima y al verdugo, está a la vista. El País, El Mundo, La Vanguardia o las televisiones pertenecen a enormes grupos empresariales con vínculos directos con los aparatos económicos y militares estadounidenses e israelíes. Hacen negocio. Esa equidistancia, por otro lado, es la que está haciendo que la ciudadanía se aleje y se informe por los medios alternativos y las redes sociales.

—¿Qué medios de comunicación o metodología recomendarías para informarse sobre la masacre de Gaza?

—Todos. Es fundamental leer todas las partes. Hoy en día con internet contamos con el privilegio de poder leer las fuentes directas. En mi caso, no leo la prensa española para la información internacional. Leo directamente las fuentes originales: toda la prensa israelí, la prensa árabe, palestina (en los tres casos, las versiones en inglés), la de los partidos políticos y periodistas a través de Twitter y sigo a gente que vive en Gaza. Es muy importante seguir a periodistas o políticos (israelíes de izquierdas y derechas, y palestinos) en las redes sociales. La prensa hoy en día es lenta, está filtrada y depende de intereses económicos, los que sean. Por esa razón, entre otras, sigo en Twitter a más de 200 ciudadanos de la Franja de Gaza, que informan en tiempo real. Ven las bombas por sus ventanas. Son médicos en los hospitales. Se trata de seguir, no las crónicas de los periodistas españoles o estadounidenses para El País o la CNN, sino sus cuentas de Twitter: allí están diciendo la verdad que les censuran y manipulan en sus periódicos. Hemos visto, por ejemplo, los casos de la periodista de CNN o el periodista de NBC apartados de sus trabajos por las informaciones que estaban dando sobre Palestina.

—Esta diferencia entre la información que un periodista ofrece en su periódico y la que comparte en las redes sociales, ¿las observas también en el caso de Israel?

—No, la prensa israelí constituye un caso de estudio. Es cierto que hay cierta diversidad interna. Periódicos más de derecha, otros menos de derecha pero, cuando se produce una guerra, todos los medios de Israel se someten a censura militar. Hay una lealtad absoluta de todos los medios de comunicación hacia el Estado de Israel. Pueden encontrarse críticas en momentos de distensión, pero cuando estalla el conflicto, los medios ofrecen un apoyo sin fisuras a la guerra y al Ejército del país. Esto lo vemos, por ejemplo, en el periódico Haaretz (el equivalente a lo que en el Estado español sería El País). Se censura toda la información sobre bajas militares de Israel, fotografías de soldados muertos o heridos, etcétera. En definitiva, la prensa israelí nos sirve para comprender la psicología de esta sociedad, pero no para conseguir información. No la hay.

—¿Matizarías las estadísticas de palestinos muertos y heridos suministradas por el Ministerio de Salud palestino y avaladas por Naciones Unidas con alguna otra cifra?

—De los más de 500 muertos (al momento de realizar la entrevista, al día de hoy superan los mil 500) casi un tercio son niños. Estamos hablando de más de un centenar de niños asesinados. 80% son civiles (mujeres, ancianos y gente inocente). Además, hay que reconocerle algo a Israel. Ellos no practican los bombardeos indiscriminados, y eso es algo en lo que dicen la verdad. Utilizan armamento de precisión, bombas inteligentes y ataques quirúrgicos. Esto hace que la realidad sea mucho más grave. Cada muerto en Palestina no es por error. Está absolutamente claro hacia quién va dirigido cada misil. ¿Qué se demuestra con esto? Que el principal objetivo de la guerra son los civiles. Se trata de armas inteligentes que señalan con GPS y menos de un metro de error. Estamos, en fin, hablando de unos crímenes de guerra de una magnitud y cometidos con una frialdad estremecedora. En cuanto a los heridos, podría pensarse en rasguños. Pero no, esos no se incluyen en las listas. Los más de 4 mil heridos son gente sin brazos y sin piernas, con metralla en la cabeza, en coma. Muchos de ellos pueden morir en los próximos días, o quedar en coma o paralíticos para el resto de su vida. Además, están destrozando barrios enteros.

—Por otro lado, se habla poco de intereses materiales que Israel pudiera tener en la Franja de Gaza, como el gas y el petróleo. ¿Pueden ser elementos que contribuyan a explicar la actual agresión?

—Gaza estuvo ocupada por colonos israelíes hasta el año 2005. Ese año se retiraron los colonos y comenzó el bloqueo, de manera que se convirtió la Franja en una prisión a cielo abierto con 1,8 millones de personas dentro. Las razones por las que el Estado de Israel decidió retirar a los colonos son dos. En primer lugar, porque estos ya habían saqueado todos los recursos de la Franja de Gaza (los acuíferos están contaminados en 95%; y eso que Gaza es, para entendernos, un oasis con casi 4 mil años de antigüedad, un lugar privilegiado). El segundo factor es que se trata de una zona históricamente insurrecta, y el costo para el Estado de Israel de mantener al Ejército y a los colonos era muy elevado. Además, es cierto que en los últimos años, frente a las costas del Líbano y en la Franja de Gaza, se han encontrado grandes bolsas de gas submarino. Esta es otra de las causas por las cuales ahora, y en el futuro, el Estado de Israel tendrá conflictos con el Líbano y con Palestina. Porque es lo que les permite tener cierta autosuficiencia energética.

—¿Has vivido personalmente las consecuencias de los bombardeos durante tu estancia en Gaza?

—Sí, y lo más impresionante es llegar al Hospital de Shifa y entrar en la Unidad de Cuidados Intensivos. Allí ves la realidad: gente sin piernas, quemada, destrozada. Ves a padres empapados en sangre, después de que a sus hijos los sacan de las ruinas. A niñas de cuatro o cinco años en coma y con metralla en la cabeza. Es una monstruosidad lo que estamos viendo. Porque la masacre está siendo televisada. En los años 40, después de la derrota del nazismo, cuando a los alemanes se les preguntó por qué no hicieron nada ante la barbarie y el holocausto, dijeron que no sabían, vieron ni escucharon nada. Parece imposible, pero nunca sabremos si eso es verdad. Hoy, el mundo entero y 100% de los israelíes saben lo que está ocurriendo en Gaza. Es decir, nuestra responsabilidad como ciudadanos es mucho mayor que en otras épocas.

—Por último, ¿piensas que se está dando una movilización ciudadana diferente a la de otras ocasiones? ¿Hay una respuesta adecuada frente a la brutalidad sionista?

—En este conflicto estamos viendo el mayor grado de aislamiento de Israel en su historia. No solo manifestaciones en todo el mundo, también parlamentos y naciones enteras están condenando a Israel. Hemos visto como estados de la Unión Europea recomiendan a sus ciudadanos no realizar negocios con las colonias israelíes. Incluso los parlamentos gallego y valenciano han dado su apoyo al pueblo palestino. La fisura en la unanimidad de los medios de comunicación norteamericanos… El pueblo palestino ha llegado a un nivel de saturación y horror que ahora mismo, y esto lo he visto en Gaza, su objetivo no es parar la guerra, sino la libertad, es decir, acabar con el bloqueo, poder pescar, sembrar sus campos y que la frontera esté abierta. Es una lucha de mucha profundidad. Hay una decisión, política y popular, de no volver a la esclavitud de los 8 años de bloqueo. De llegar hasta el final.

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