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Mayo 2014

Cómo construir un nuevo modelo de desarrollo para la cooperación sur-sur

Francois Houtart

Con el desarrollo de los BRICS, las relaciones Sur-Sur ayudan a crear un mundo multipolar, pero no cambian el modelo de desarrollo colectivo. De hecho este grupo de países se desarrollan al interior según el esquema capitalista y establecen con sus periferias, relaciones similares a los vínculos Norte- Sur existentes. El Ecuador, uno de los pocos países del Sur que adopto medidas pos-neo-liberales, no ha podido cambiar su modelo de acumulación y no es pos-capitalista. Varios factores intervienen para explicar eso: la fuerza del sistema y en particular del capital monopolístico (multinacionales); concepciones modernizantes (desarrollistas) de los dirigentes políticos, apoyo popular. Sin embargo, parece posible poner en práctica un nuevo paradigma de desarrollo de la humanidad en el planeta (el Bien Común de la Humanidad) concretizado en un nuevo enfoque de los fundamentos de toda sociedad en la tierra: relaciones de respeto con la naturaleza, producción material de la vida basado sobre el valor de uso, organización colectiva social y política con procesos democráticos y multi y interculturalidad.

I. Introducción

En su documento de conclusión, el seminario del Foro Mundial de Alternativas (FMA) preparatorio al coloquio de Argelia (septiembre de 2013), que tuvo lugar en Quito en marzo de 2012, partió de la constatación de que después de la conferencia de Bandung, que reunió a los pueblos recientemente descolonizados de Asia y de África, la hegemonía del Norte, como centro de acumulación capitalista, se había acentuado. Se notaba también que el sistema económico dominante estaba entrando en una crisis estructural profunda, pero que el modelo de desarrollo del Sur continuaba pareciéndose al del Norte, aún si ciertos discursos se revestían de acentos diferentes. De ahí surgió un interrogante fundamental: cómo orientar una colaboración Sur-Sur que permita una ruptura real con un Norte guiado principalmente por la lógica del mercado y que hace del valor de cambio el único fundamento de los intercambios Norte-Sur. Para responder a esta pregunta, trataremos en primer lugar la evolución reciente de los países emergentes (los llamados BRICS) y su manera de realizar su desarrollo, mostrando también algunos ejemplos de otros países del Sur. Abordaremos el caso del Ecuador, como ejemplo pos-neoliberal de desarrollo, pero no pos-capitalista. A continuación se presentara la parte consagrada a las alternativas al capitalismo y a sus incidencias en la colaboración Sur-Sur.

II. Los BRICS y los países del Sur: esfuerzos de desconexión, pero reproducción del modelo dominante Dimensiones de los BRICS y su integración en el “sistema-mundo”

Los cinco países llamados “emergentes”, es decir, China, India, Rusia, Brasil y África del Sur, forman un bloque importante a escala mundial. Su peso demográfico alcanza a tres mil millones de personas, siendo el 42% de la población mundial y su PIB representaba en 2010 algo más de 14.000 millones de dólares, o el 18,5% del PIB mundial. Su reserva de divisa es estimada en 5.000 miles de millones de dólares, de los cuales 3.200 miles de millones corresponden solamente a China (Chitar, 2012).

Esta categoría de emergentes es sin embargo, muy arbitraria, aun si ella se traduce en contactos regulares entre los dirigentes de los países citados para determinar ciertas políticas comunes. No incluye en este grupo a países como México, Argentina, Nigeria, Indonesia y Corea del Sur. Se obtendrían cifras aún más impresionantes sobre el peso de estas naciones a escala mundial. Sin embargo, aún con esta limitación, se puede hablar de un nuevo motor potencial de la economía, que comienza desde el Sur. Pese a su peso, todos estos países, y en particular los BRICS, están firmemente apuntalados en la economía capitalista dominante (Beinstein, 2012). Basta con citar algunos datos. Sus reservas monetarias están todavía constituidas mayoritariamente por el dólar, hasta el punto de poseer una parte importante de la deuda exterior de los Estados Unidos y por tanto, de contribuir indirectamente a mantener el sistema.

La “reprimarización” de continentes tales como África y América Latina, cada vez más productores de materias primas y de productos agrícolas, ubica a estos últimos en una posición de debilidad en la división internacional del trabajo, aun si la coyuntura de los precios les han sido favorables en el curso de los últimos 15 años. La liberación del comercio ha reforzado el fenómeno de las ventajas comparativas, que por una parte beneficia a los numerosos países del sur que sobreexplotan su mano de obra y que son poco respetuosos del medio ambiente; pero de otra parte, esta liberalización permite también a los países del norte des-localizar su producción para responder a la baja de ganancia del capital productivo interno, e inundar los países del sur con sus excedentes agrícolas en detrimento de los agricultores locales. En el plano financiero, la dependencia es también evidente. Así, la política de la reserva federal americana que tiene como objetivo aumentar las tasas de interés a largo plazo, ha tenido por efecto, entre enero y agosto de 2012, una disminución del valor de la moneda de diversos países emergentes: África del Sur, -20%; India, -17.2%; Brasil, -17.4%; Rusia, -8.4% (Tonnelier, 2013). Solamente la China con su enorme capacidad productiva y la importancia de sus importaciones, ha logrado resistir mejor este fenómeno. Sin embargo, este país ha aumentado su participación en los bonos del tesoro de los Estados Unidos, es decir como poseedor de la deuda americana, pasando de 1.268 miles de millones de dólares en agosto de 2013 a 1.293 miles de millones de dólares en septiembre del mismo año, es decir el 27.8% del total de la participación extranjera (Tesoro de los Estados Unidos, 2013).

Hoy, cuando se habla de los países emergentes, y aún más cuando se habla del conjunto de los países del sur, es importante tener en cuenta su profunda integración en la economía mundial capitalista y el débil margen de maniobra del que disponen para formar un polo autónomo de desarrollo. Sin embargo, la crisis actual y su carácter estructural crean condiciones nuevas que se deben aprovechar. Los BRICS han puesto en funcionamiento un mecanismo de desconexión financiera. Se trata del “Contingente de Reservas” (CRA), constituido por 41.000 millones de dólares aportados por China, 18 por India, 18 por Brasil y 5 por África del Sur. Frente a los 5.000 miles de millones de divisas de los que disponen, las cifras anteriores son evidentemente irrisorias, pero el monto podría aumentar. El proyecto es crear un banco de los BRICS para administrar estos fondos. Los acuerdos de Chiang Mai (Tailandia) que reúnen Japón, Corea del Sur, China y 10 países de la ASEAN, es más antiguo y ha permitido la creación de un fondo de 240.000 millones de dólares. Debemos también señalar al grupo de Shanghái, en el cual participa también Rusia y que se enfoca en los intercambios monetarios en las monedas respectivas. En América Latina se han realizado esfuerzos similares, como el Mercosur entre Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela. Esto a pesar de que los intereses políticos y económicos divergentes han impedido un rápido arranque. Sin embargo, el Banco del Sur ha sido establecido entre estos países, abierto a otros en el continente. Una moneda de intercambio ha sido creada, el sucre, permitiendo a las transacciones escapar del dólar, pero por ahora no se trata sino de intercambios anuales de algunos miles de millones de dólares. Todo esto se inscribe en una lógica de relativa autonomía con relación a la moneda americana, como lo había recomendado la comisión Stiglitz, en 2009, que planteó que en el marco del Fondo Monetario Internacional, los países del sur pudieran acceder más a menudo a los derechos de tiraje especial. Pero evidentemente estamos aún lejos de una gran transformación que permitiría al Sur liberarse del dominio del capital monopólico.

Un modelo de crecimiento de tipo capitalista.

Hace cerca de 150 años, Marx había ya indicado que el capitalismo era el sistema económico más eficaz que la humanidad había inventado para producir bienes y servicios, pero también indicó a qué precio: la destrucción de las bases mismas de su propia riqueza, la naturaleza y el trabajo. A corto plazo, en efecto, la lógica del mercado es la vía más corta para el crecimiento económico y es esta la orientación de base que han adoptado los países emergentes y la gran mayoría de países del Sur. Es esto lo que podemos constatar tanto en el modelo de crecimiento como en el olvido de las externalidades (a mediano y largo plazo) y en la relación que se establece entre los BRICS y sus periferias.

El modelo de desarrollo

Con la reforma de Den Xiao Ping en China, es decir con la apertura de los mercados, China ha conocido un crecimiento espectacular. Sin embargo no hay que olvidar que eso fue preparado por la eliminación de la miseria extrema y el establecimiento, no sin dificultades, de una “pobreza con dignidad”, asegurando a la mayoría un acceso a los bienes esenciales. Sobre esta base, la adopción de mecanismos de mercado iba a crear rápidamente el crecimiento. Existe hoy en día una controversia dentro de la sociedad china con respecto a los efectos medioambientales y sociales a largo plazo de este modelo, pero en el corto plazo existe unanimidad para seguir con él. La influencia de Shou Xiao Chuang, el actual gobernador del Banco Popular de China (Banco Central) está creciendo y él impulsa el aumento del número de bancos privados y una mayor apertura a los capitales extranjeros (The Wall Street Journal, 06.11.13). En esta perspectiva y como un ejemplo, el 70% de la producción de aceite y el 80% de su tratamiento están en las manos de 5 multinacionales: Archer Dawns, Millard, Bunge, Cargill, Louis Dreyfus-Wilmas (Daily, 23.08.10). En el Vietnam, guardando la proporción, el Doi Moi (Renovación), tuvo los mismos efectos. En Brasil, la política del presidente Lula continuada por Dilma Roussef, fue por una parte la adopción de la lógica capitalista para acelerar el crecimiento y por otra la redistribución de una parte (bastante modesta) del excedente de la ganancia a través de políticas sociales de carácter asistencialista que, ciertamente, hicieron salir de la miseria a millones de personas, pero sin afectar de manera contundente la importancia de las distancias sociales. En la India, el gobernador del Banco Central, nombrado a mediados de 2013, es un ex-alumno del MIT, fue economista en jefe del Fondo Monetario Internacional y profesor de la facultad de economía de la Universidad de Chicago. No se puede esperar de ninguna manera, que él rechace la lógica de desarrollo económico impulsada por estas instituciones de pensamiento y poder. Se debe mencionar, además de estos datos, que los BRICS han entregado una contribución de 75.000 millones de dólares al FMI, reforzando así su condición de referencia, es decir su cuota de votos (Ghosh, 2013). De otro lado, en una perspectiva histórica un poco más larga, se debe constatar que en el Sur prácticamente todos los partidos políticos de orientación socialista o marxista que han llegado al poder en el curso de los últimos años (después de Bandung) y todos los movimientos de liberación nacional, han pasado al neoliberalismo o han adoptado políticas pos-neoliberales pero no pos-capitalistas. Es el caso en África de gobiernos provenientes de los movimientos de liberación de orientación marxista como en Angola o Mozambique, África del Sur, Guinea, Guinea Bissau, Cabo Verde. En Asia, se puede citar Indonesia, Sri Lanka, Laos, Camboya, sin olvidar China y Vietnam de quienes ya hemos hablado. En el Medio Oriente, fue el caso, por ejemplo, de países dirigidos por partidos BASS (Irak, Siria). En América Latina, Uruguay, Brasil, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Bolivia, pasan por procesos similares. En conclusión, no hay otra visión de desarrollo de las fuerzas productivas que la capitalista, en virtud de su eficacia a corto plazo y en la perspectiva de un progreso lineal en un planeta inagotable (visión de la modernidad). Ciertamente la lucha contra la pobreza ha sido asumida por la mayor parte de los gobiernos y las Naciones Unidas (los Objetivos del Milenio para el 2015), sea en una perspectiva humanista por los regímenes de tipo social demócrata, sea para ampliar la base del mercado en los países neoliberales.

El olvido de las externalidades.

Una característica de la lógica del capitalismo es el olvido de las externalidades, es decir, en particular las consecuencias ecológicas y sociales. En efecto estos últimos no son pagados por el mercado sino por las personas y las sociedades. Estos daños no son tomados en cuenta sino cuando afectan a la tasa de ganancia y por consiguiente a la capacidad de acumulación. Es el caso de la “economía verde” recientemente promovida para frenar la destrucción de los ecosistemas, o las medidas sociales acordadas por miedo a no disponer de la mano de obra necesaria y que rápidamente son retiradas en caso de sobreoferta. En el plano de la relación con la naturaleza, Marx había señalado el desequilibrio creciente del metabolismo (intercambio de materia) entre la naturaleza y el género humano, que según él desembocaría en situaciones graves. Explicaba el fenómeno por la diferencia entre el ritmo de producción del capital y el de la naturaleza, este último es más lento, y estimaba que solamente el socialismo podía reconstruir este equilibrio. Pero las sociedades socialistas (URSS, China), no adoptaron esta posición, destruyendo la naturaleza al mismo ritmo que las sociedades capitalistas. No es sino recientemente que los pensadores marxistas han recuperado el concepto de Marx en la línea de desarrollar un eco-socialismo. La modernidad llevada por la lógica capitalista ha impuesto su concepción del crecimiento, hasta el punto de invadir el conjunto del universo cultural colectivo, sean cuales fueren las perspectivas sociales. Es así que los BRICS y la mayor parte de los países del Sur, adoptan el modelo de crecimiento del Norte, precisamente aquel que ha conducido a la destrucción medioambiental y a los desastres sociales que conocemos. De ahí que la necesidad de pensar e innovar en el marco de una cooperación Sur/Sur. Antes de entrar en esta materia veamos en concreto algunos ejemplos de lo que significa el olvido de las externalidades.

Del crecimiento interno.

En China, según fuentes oficiales, 70% de los lagos y los ríos están contaminados. El Ministerio del Medio Ambiente ha publicado los resultados de una encuesta sobre la contaminación urbana en 74 ciudades de ese país: la media posee una tasa de concentración de partículas siete veces más elevadas que el grado recomendado por la OMS (El Comercio, 08.08.13). En enero de 2013, el estado de alerta en Pekín fue decretado por exceso de contaminación; miles de niños fueron hospitalizados. El Ministerio del Interior señala un aumento del 80% en 30 años de “pueblos del cáncer” en las periferias de las ciudades industriales, su número era en 2012 de 459 (Kaiman, 2013). Según la Lancet Medical Review de las 3.2 millones de muertes prematuras debidas a la contaminación del agua en 2010, 1.2 millones de muertos eran chinos. Según la misma fuente, en la India el número de víctimas por la misma causa fue de 620 mil (The Lockhout, 2013). El Brasil es uno de los principales depredadores de la selva amazónica, conjuntamente con los otros países que poseen una parte de la superficie. El nuevo código forestal promulgado por Dilma Roussef, favorece los intereses de “la agricultura moderna”, es decir sobre todo los monocultivos (Delcourt, 2011).

Al oeste, la explotación petrolera en Colombia, Ecuador y Perú continúa provocando los desastres naturales que ya se conoce. El proyecto ecuatoriano de no explotar las reservas petroleras del Parque Nacional Yasuní ha sido abandonado. La explotación minera penetra en el sudoeste del territorio brasileño, gracias a las centenas de miles de hectáreas concesionadas. Al sur, la extensión del monocultivo de la soya, la palma y la caña de azúcar traza a través del Matto Grosso del Sur, enormes zonas de deforestación. Al centro la explotación de maderas preciosas deja arrasadas regiones enteras y la construcción de represas hidroeléctricas inunda centenas de miles de hectáreas, a menudo territorio de poblaciones indígenas. Las rutas destinadas al transporte de productos se atraviesan el bosque y se multiplican, como la de TIPNIS en Bolivia. En resumen, cada país tiene “buenas razones” para explotar una parte del bosque en favor de su desarrollo. El resultado anunciado por la FAO en marzo de 2013, es que en 40 años, no existirá más la selva amazónica, sino solamente una sabana salpicada de algunos bosques. En resumen, como escribe Vandana Shiva, “la obsesión por el crecimiento ha eclipsado la preocupación por la sustentabilidad, la justicia y la dignidad humana”. Hay que constatar que el carácter “sacrificial” del desarrollo económico típico de la lógica de acumulación del capital, preside siempre el fulgor de los BRICS y de los países del Sur.

Las relaciones de los BRICS con sus periferias.

También es importante estudiar el tipo de relaciones centro-periferia. Sin duda, serias diferencias existen con las relaciones entre Estados del Norte y del Sur, pero cuando se trata de lo privado (las multinacionales del Sur como Arcelor-Mittal y Tata de la India; Vale, Imbef, Odeberch del Brasil; Angloamerican de África del Sur; Claro de México, etc.) nos encontramos dentro de la misma lógica. Ciertas empresas de Estado (Petrobras) actúan de manera similar: maximizar las ganancias aprovechando las ventajas comparativas. Aún ciertos Estados de los BRICS reproducen pura y simplemente el modelo de las relaciones Norte- Sur. Así, la concentración de tierras en África responde a las necesidades de países que no tienen superficies suficientes para desarrollar sus actividades productivas agrarias. Es el caso de los países del Golfo. Pero debemos también incluir a la China y la India. Este último país se ha asegurado el control, en Etiopía, de 600 mil hectáreas de tierras para proyectos agroindustriales y ha invertido 640 millones de dólares en el Homos para el monocultivo de la caña de azúcar. El conjunto de estas políticas exige en Etiopía, la relocalización de 1.5 millones de campesinos (Mittal, 2013) y podríamos citar otros numerosos ejemplos en países como Tanzania, Benín o Camerún. Brasil concluyó, en 2010, un acuerdo con Mozambique y la Unión Europea, para el desarrollo de 4.8 millones de hectáreas de caña de azúcar, destinadas a la producción de etanol para alimentar Europa. En efecto, ese continente no dispone de tierras suficientes para satisfacer su plan de pasar a 20% de energía verde en el 2020. Los capitales son proporcionados por Europa, la tecnología por Brasil, mientras que los costos ecológicos y sociales están a cargo de Mozambique. Miles de campesinos deberán abandonar sus tierras para incorporarse a ciudades que ya están superpobladas. En el centro del continente, en la República Democrática del Congo, el contrato de explotación minera firmado por la China, prevé que el gobierno de Kinshasa garantice la ausencia de huelgas, lo que contradice el derecho de los trabajadores. En conclusión, aún si ciertas consideraciones sociales y de solidaridad son introducidas en el desarrollo del Sur y en las relaciones Sur-Sur, la lógica del crecimiento continúa siendo la misma. Jayathi Ghosh no duda en concluir: “Muchos acuerdos comerciales y de inversión Sur-Sur (y sus consecuencias) se parecen, desgraciadamente, a aquellos del Norte- Sur, no solamente para la protección de la inversión, sino también para la garantía de los derechos de propiedad intelectual” (Ghosh, 2013). Todo esto contribuye a reforzar el carácter destructor del modelo dominante, en un momento en que numerosas instancias, notablemente internacionales, alertan a los gobiernos y a la opinión pública sobre la exigencia de un cambio radical de perspectiva, so pena de constatar que los ecosistemas se deterioren sin remedio y al precio de un costo humano considerable. Entonces, es necesario proponer la pregunta acerca de un cambio de matriz de desarrollo y finalmente sobre la definición de un nuevo paradigma.

II. El caso del Ecuador.

El Ecuador es uno de los países latino-americanos que en la década de 2010 inició una política pos-neoliberal, y por eso es interesante analizar el caso en función del modelo de desarrollo. Después de años de ajustes estructurales impuestos por el Banco Mundial y el FMI, de privatización de los servicios públicos y de pérdida de soberanía económica, la elección del presidente Correa abrió una nueva era. No podemos entrar en todos los detalles de una situación compleja en el cuadro de este trabajo, pero queremos dar solamente grandes líneas de la orientación seguida por el país. Recordemos primero que el neoliberalismo es una fase del capitalismo que acentuó la privatización de todos los sectores colectivos y los intercambios económicos de bienes y servicios, para acelerar la acumulación del capital como motor de la economía. Eso implicó la disminución de las tareas del Estado en los sectores sociales y de bien público. El carácter pos-neoliberal del gobierno ecuatoriano a partir de 2007 se afirmó de diversas maneras (Vásquez; Saltos, 2013). La primera fue el restablecimiento de las funciones del Estado en la economía y en las actividades socio-culturales. Para el primer caso, podemos citar entre otros, la nueva política fiscal que duplicó las entradas del Estado hasta producir 60 mil millones de dólares en 7 años (ahora los ricos empiezan a pagar impuestos), la reducción de la deuda pública que pasó del 24% del presupuesto nacional al 3,6%, la disminución de la tasa de inflación, importantes inversiones públicas en infraestructuras y otros sectores (de 1,943 millones de dólares en 2006 a 11,118 en 2012), reforzamiento de empresas públicas, mejor acceso al crédito para pequeñas y medias empresas, reducción del poder del dinero en los medios de comunicación, oposición a medidas pro-cíclicas del Banco Mundial y del FMI. La tasa de crecimiento fue el doble del de América Latina en su conjunto. La segunda serie de medidas restablecieron o reforzaron los servicios públicos, desde la salud y la educación hasta la seguridad y la justicia.

La enseñanza superior pasó del rango 111 al 71, en la categorización mundial del Foro Económico Mundial. La reforma de la enseñanza superior, criticada en algunos de sus aspectos, quiere asegurar más cualidad a un sector débil y promover una “economía social del conocimiento”. Todo eso fue posible gracias a la estabilidad política después de una década de caos. La Constitución adoptada en 2008 introdujo elementos muy novadores, como la noción de multinacionalidad, el derecho a la naturaleza, el Sumak Kawsay (Buen vivir). El proyecto de no-explotación del petróleo del Yasuní fue el principio de una nueva actitud frente a la destrucción de los ecosistemas. Otra característica fue la política de inclusión social. La lucha contra la pobreza permitió pasar del 31,7% de la población viviendo en ella, al 25,6% en 7 años. El desempleo bajó a 5% (en Colombia 10 %). La cobertura de la canasta básica por el salario mínimo pasó del 68% a casi el 100%. Cuando el 26% de la población estaba inscrita en el seguro social en 2006, la proporción pasó al 43% en 2012 (Peña; Ubasart, 2013). Políticas muy dinámicas fueron desarrolladas a favor de los discapacitados. Según el PNUD, la clase media pasó, entre 2003 y 2012, del 14% al 35% de la población total, fenómeno bastante similar al resto del continente y el coeficiente de Gini, medida de las desigualdades sociales, bajó de manera ligera del 0,54 al 0,50. Las políticas internacionales fueron también pos-neoliberales (Falconí, 2012). En primer lugar, el Ecuador apoyó las medidas de integración latino-americana de Hugo Chávez: UNASUR, ALBA, CELADEC y jugó un papel promotor en la instauración de la moneda común, el sucre. La soberanía nacional fue un tema central, frente a los Estados Unidos (no renovación de la base de Manta, salida del TIAR), reintegración en la OPEP, dura batalla contra Chevron, nuevas relaciones, con varias naciones del Este europeo. El asilo fue acordado a Assange. Campaña para cambiar la sede de la Comisión interamericana de Derechos Humanos y trasformar sus competencias. Se transformó la imagen del país, tanto para los ecuatorianos, como para el exterior. Si es cierto que el proyecto es pos-neoliberal y que dentro de esta perspectiva el éxito fue realmente excepcional, no falta, sin embargo, de vulnerabilidad, porque no ha podido cambiar las bases de la orientación del desarrollo (Hidalgo, 2012). Como en todo el continente, en Ecuador, la dependencia de la economía mundial queda fuerte. El sector primario pasó del 60,3% de la economía del país en 2006 al 64,4% en 2012. El petróleo queda un elemento esencial y se prevé su remplazo progresivo por las minas a gran escala, como base financiera de las políticas sociales del Gobierno. En la misma lógica se sitúan los productos agrícolas de exportación tanto tradicionales, el banano y los camarones, como también nuevos, las flores, los agro-combustibles, los brócolis (Rubio, 2008). No hubo real reforma agraria y solamente el 1% del presupuesto nacional está destinado a la agricultura.

Se propone una nueva matriz productiva, constituida por una substitución de las importaciones por una producción local y con una aceleración de las exportaciones. Pero la vulnerabilidad de esta propuesta, como del modelo en su conjunto, es grande en función de los precios del mercado internacional. Como lo dice el presidente, no se ha cambiado el modelo de acumulación. Si bien los pobres han sido beneficiados, la concentración económica se acentuó en el sector bancario, en el de la distribución y de las comunicaciones, que han tenido considerables beneficios. Nuevos grupos económicos locales nacieron, no solamente en estos campos, sino también como fruta de la cooperación con China, socio económico siempre más importante. El modelo de desarrollo adoptado para modernizar el país exige una mayor eficacia productiva, técnicas nuevas, medios financieros importantes y las leyes deben adaptarse a este fin: leyes de minas, de agua, código laboral, ley agraria, etc.

En esta perspectiva, se trata de una transición necesaria para salir, un día futuro, de la dependencia del sector primario. Pero, como el modelo no ha salido de la lógica del capitalismo, y que además necesita el sector capitalista moderno para realizarse, consecuencias similares se manifiestan: dificultad de prestar atención a las externalidades ambientales, sociales y culturales y, en corolario, el nacimiento de protestas sociales. La explotación petrolera en las regiones amazónicas, la promoción de la mina a cielo abierto, los monocultivos utilizando grandes cantidades de productos químicos, aún con técnicas nuevas (a menudo costosas) provocan inevitablemente daños a largo plazo. La experiencia muestra además que las empresas transnacionales ignoran las leyes nacionales. La competitividad internacional en los sectores de exportaciones impone normas laborales mínimas. Otras consecuencias se manifiestan también. Una visión bastante tecnócrata del desarrollo desemboca sobre una concepción poco adecuada de la excelencia del saber. Según la Revista Ecuatoriana de Medicina, en las zonas de explotación petrolera, se detecta 30 veces más cáncer de laringe, 18 veces más cáncer de las vías biliares, 15 veces más cáncer de hígado. Hay 110 % más de abortos y la malformación de niños presenta un alza considerable.

La revista no duda en hablar de un “crimen de salud pública”. Por otra parte, la producción de flores y de brócolis (Houtart; Yumbla, 2013) para la exportación utiliza grandes cantidades de agua, en detrimento de las poblaciones locales y provoca enfermedades y contaminación debido a la utilización masiva de productos agrícolas como fertilizantes y pesticidas. Es muy difícil también promover con esta concepción del desarrollo un pensamiento más global sobre la necesidad de reducir el uso de la energía fósil a nivel mundial para permitir la regeneración del planeta o sobre la supervivencia de la selva amazónica, como lo hemos dicho anteriormente. Evidentemente, podemos preguntarnos si fuera posible actuar de otra manera, frente a la dominación del capitalismo monopolístico, a la concepción del desarrollo todavía prevalente, a la necesidad para los responsables políticos de ser reelegidos cada 4 ó 5 años y de tener resultados palpables a corto plazo y finalmente frente al apoyo popular mayoritario a las políticas seguidas. Muy difícil evidentemente, pero no imposible, como lo veremos más adelante. Sin embargo, aparecen señales de un cierto agotamiento del modelo (aumento del déficit de la balance comercial, por ejemplo) y de su no-sustentabilidad a largo plazo. La sincera convicción que la vía elegida es la sola posible para llevar el país a un estadio superior de bienestar, conduce a adoptar una cierta visión del poder. El Estado, como instrumento del modelo, frente a una tarea gigantesca, debe ser fuerte y difícilmente se acepta una idea como la plurinacionalidad. Todos los habitantes del país son ciudadanos y las diferencias son secundarias, en particular los pueblos indígenas, que para su propio beneficio serán ayudados por varios programas a integrarse en el modelo. De hecho debemos reconocer que recrear un Estado de bienestar no es cosa fácil. La burocracia se instala como un proceso sociológico inevitable (pero corregible) con sus contradicciones en varios campos: turn-over de los funcionarios, competencias no siempre adecuadas por la necesidad de ampliar el sector, corrupción. Al mismo tiempo, se debe construir el Estado como un instrumento de cambio y también evitar que se trasforme en obstáculo. Para cumplir estas tareas múltiples, en un tiempo limitado, se usan mecanismos sociales lógicos, pero no exentos de contradicciones: utilizar los aparatos del Estado para reducir las resistencias, integrar líderes de movimientos sociales en el Estado, crear movimientos sociales afines al proyecto político, judicializar las protestas sociales, centralizar las decisiones, reducir los espacios de desacuerdos y de desacuerdo, no solamente para la derecha que quiere restablecer el modelo neoliberal, sino también para los que hacen perder tiempo, proponiendo otra manera de salir de este último, con perspectivas a largo plazo. Además, dentro del nuevo Estado pos-neoliberal, existen normalmente tendencias diversas, los que persiguen de manera prioritaria objetivos sociales y los que se acercan al capitalismo moderno como instrumento de crecimiento. Eso crea zonas de intereses a veces contradictorios. El resultado final es un proyecto realmente pos-neoliberal, pero no pos-capitalista, donde la transición aparece más como una adaptación del sistema a nuevas demandas ambientales y sociales, que una búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo.

Sin embargo, teniendo en cuenta la realidad, parece posible seguir políticas a medio y largo plazo con una orientación pos-capitalista, pero un país de reducida dimensión como el Ecuador, puede difícilmente realizarlo sin una colaboración Sur-Sur, empezando con la integración latino-americana.

III. El lugar de un modelo alternativo de desarrollo en las relaciones Sur-Sur.

El sistema capitalista, no solamente está en crisis, sino en declive, este sistema es cada vez menos capaz de resolver sus propias contradicciones. Parafraseando a Schumpeter, un economista alemán del siglo pasado, su carácter destructivo sobrepasa ahora su aspecto constructivo. Para enfocarse solamente en un tema, la huella ecológica es cada día más “insostenible”. Ya no es suficiente proponer regulaciones (sin duda necesarias para una transición), ahora es indispensable pensar en las alternativas. En otros términos, para que el Sur pueda contribuir a una solución en el marco de las relaciones Sur-Sur, es necesario encarar una desconexión con relación al Norte, no solamente económica y política, como lo sugería Samir Amin hace ya varios decenios, sino también de su lógica de desarrollo. Esta última no fue solamente el resultado de una acumulación basada sobre todo en la expropiación y la explotación del Sur por el Norte, en una relación de tipo colonial o imperial, sino también el fruto de la idea de un progreso lineal, producto de la ciencia y de la técnica que lograría resolver siempre los problemas impuestos por la satisfacción de las necesidades siempre crecientes del género humano, siendo la tierra inagotable y su capacidad de regeneración sin límite. Es esta concepción nacida y mantenida en las sociedades mercantiles, en plena expansión durante los siglos XIII y XIV y cuyo apogeo se evidencia durante el Renacimiento y el Siglo de las Luces, la que motiva el desarrollo de una economía construida con base en el mercado y progresivamente en la acumulación de un capital productivo. Ella conduce hacia la sumisión del Sur, como proveedor de materias primas y de productos agrícolas y más tarde como mercado marginal de la producción industrial del Norte. La lógica que orienta este desarrollo, como lo hemos visto, exige la ignorancia de las externalidades, provocando los desastres ecológicos y el crecimiento de las distancias sociales que conocemos ahora, reservando finalmente a una minoría, los beneficios del crecimiento. Las sociedades socialistas se preocuparon de la transformación de las relaciones sociales de producción, pero muy poco de las relaciones con la naturaleza.

Debemos entonces redefinir un nuevo paradigma. Los argumentos a este respecto no serán desarrollados sino rápidamente, haciendo referencia a otros escritos anteriores. Lo esencial consiste en definir concretamente, en la situación actual de las sociedades del sur, aquello que podría convertirse en las relaciones Sur-Sur, el contenido de un cambio de paradigma. Este último, que podemos llamar el Bien Común de la Humanidad, significa la posibilidad de producir, reproducir y mejorar la vida, del planeta tierra y del conjunto de sus especies vivas y del género humano. Esto constituye el objetivo común de todos, el mismo que es imprescindible y que constituye el fundamento de todo comportamiento colectivo. Traducido en términos de acción, esto significa responder a los 4 ejes fundamentales de la existencia humana sobre este planeta y que toda sociedad debe afrontar. Actualmente una acción de este tipo exige nuevas opciones, que revisten una urgencia particular de cara a los desafíos ecológicos y sociales.

1) Restablecer el equilibro del metabolismo entre la tierra y los seres humanos Para este efecto, una colaboración Sur – Sur podría establecer, por ejemplo, normas comunes para encauzar la acción de las empresas multinacionales en las áreas de extracción petrolera o minera y en la agricultura. En efecto, su poder económico y político es tan grande, tanto como su capacidad de corrupción, que no respetan sino parcialmente las legislaciones de los países individuales, cuándo estas existen. Solo un frente común podría, en un período de transición, ejercer una fuerza suficiente para cambiar estas prácticas. El establecimiento de criterios comunes para la utilización de recursos no renovables podría constituir otro campo de aplicación, así por ejemplo, una utilización diferente del petróleo que simplemente para el transporte. Muchos derivados, en efecto, pueden remplazar los materiales utilizados para otros usos. La reducción de desechos, una menor producción de CO2 o de gas metano, la rehabilitación de tierras, la reforestación podrían convertirse en objetos de intercambio de experticias y de financiamiento colectivo. Sería lo mismo para el alargamiento de la vida útil de los productos industriales y la reducción de intercambios irracionales (los transportes interoceánicos y aéreos), producto de “ventajas comparativas”.

Resumiendo, se trataría de crear las condiciones de un eco-socialismo, la única manera de frenar los desequilibrios del metabolismo entre la tierra y los seres humanos y finalmente de construir un desarrollo “sustentable”, utilizando un saber compartido. La filosofía económica adoptada por el ALBA, la Alianza Bolivariana de Nuestra América, prueba que esto no es imposible (complementariedad y solidaridad, en vez que competitividad).

2) Restablecer el predominio del valor de uso sobre el valor de intercambio en la producción de las bases materiales de la vida. El único valor, en la perspectiva de la lógica del mercado, es el valor de cambio. Sin él, no existiría las ganancias, y por tanto, tampoco la acumulación. No existe, finalmente sino un solo valor, que se expresa particularmente en las bolsas de valores y el valor de uso está sometido.

Así por ejemplo, la Banca mundial, a finales de los años 1990, impuso a Sri Lanka el abandono de la cultura del arroz para importarlo de Tailandia o Vietnam, donde éste costaba menos. Esto permitiria el desarrollo de monocultivos para la exportación. En este paso, no se tuvo en cuenta, a más del valor de uso, lo que implicaba, entre otros, la soberanía alimentaria, las diferencias de saberes acerca del arroz, más de 3000 años de producción arrocera, las formas de producción comunitaria tradicionales, el valor cultural del arroz en la historia, la literatura, la poesía, los paisajes. Felizmente, las resistencias locales lograron abortar el proyecto. O, la producción de la base material de la vida (la economía) debe, por el contrario, organizarse sobre la base del valor de uso, estando el intercambio subordinado. A fin de asegurar este principio, la cuestión de la propiedad de los medios de producción es central.

En el modelo actual, su concentración es indispensable para garantizar una acumulación máxima. Para salir de esta situación, a parte de los pequeños o medianos productores, donde el control de los usuarios es casi automático, los otros deben ser socializados, bajo una forma u otra (no necesariamente la estatización). Un ejemplo de esta filosofía económica es el ALBA, que reúne una decena de países del subcontinente. Las bases de la cooperación económica están ya citadas y significan una ruptura con la ley del valor del capitalismo. Esto se traduce fundamentalmente, vía Petrocaribe, en el suministro de petróleo a los países no productores, a un precio inferior al del mercado. Una colaboración Sur-Sur podría establecerse en varios dominios públicos, tales como la reorganización de la agricultura campesina, la promoción de los pueblos indígenas, el control de los paraísos fiscales, la difusión de nuevas tecnologías para la preservación de los ecosistemas, la aplicación de las nuevas tecnologías, la propiedad intelectual, las comunicaciones, el espacio, en síntesis en todos los lugares donde las transiciones son necesarias para llevar adelante el cambio de paradigma y poner la ciencia y las técnicas al servicio del valor de uso.

3) Universalizar los procesos democráticos en todas las relaciones sociales y todas las instituciones. Esto concierne en primer lugar a cada una de las sociedades y en todos sus campos, no solamente en lo político, sino también en lo económico, social, cultural, religioso, así como en todas las relaciones entre hombres y mujeres. En la cooperación Sur-Sur, son las dimensiones regionales e internacionales que constituyen el objetivo fundamental. Para este objetivo, existen numeroso instrumentos, que ya se han citado previamente, pero se trata de transformar en prioridad la filosofía de base en la que ellos se inspiran, pasando del paradigma del crecimiento o de la modernidad capitalista a aquella del Bien Común de la Humanidad.

4) Ensalzar la interculturalidad y promover una visión holística de lo real. La hegemonía cultural de la modernidad capitalista se ha extendido globalmente, mientras que las otras culturas y saberes son marginalizados, folklorizados o eliminados. Esto lleva a un empobrecimiento cultural considerable, que conduce a la universalización de costumbres alimenticias, de la música difundida popularmente, de las prácticas de vestido, pero más aún, de mentalidades, modelos de comportamiento y de consumo. La difusión de los valores del mercado se ha convertido en el parámetro universal. La segmentación de lo real, que permite a la lógica mercantil desarrollarse ignorando las externalidades, debe también ser reemplazado por una visión de conjunto (holística), la única capaz de analizar las situaciones en todo su amplitud y, en consecuencia, de proponer soluciones adecuadas. La ética social necesaria para lograr el Bien Común de la Humanidad en sus varios elementos, puede apoyarse en la variedad de las filosofías y espiritualidades, exigiendo una vinculación permanente con la justicia, como fue el caso, entre otros, de la Teología de la Liberación nacida en América Latina. La cooperación Sur-Sur podrá encontrar numerosos objetivos, desde los medios de comunicación social (Telesur, por ejemplo, en América Latina), hasta traducciones de los respectivos patrimonios literarios respectivos, pasando por la protección de los pueblos originarios y la cuota de patentes. En conclusión, la desconexión del Sur, cara a cara al Norte no será completa sino cuando se abandone el paradigma capitalista y, en contraparte, se apunte a una construcción común de una alternativa para la vida de la humanidad sobre el planeta. De hecho, la crisis estructural que vive el entorno del planeta no deja elección y una cooperación Sur-Sur puede contribuir a establecer nuevos objetivos y a definir las transiciones. Ya hay numerosas iniciativas populares que van en este sentido y que en las diversas áreas esbozadas más arriba, muestran la vía a seguir. No es utópico en el sentido de ilusiones. No es un pensamiento platónico, sino basado en lo real. Es por esto que las alternativas deben construirse sobre la base de la experiencia de los movimientos sociales y de las organizaciones políticas, en interacción con los pensadores y no solamente desde el punto de partida de “élites iluminadas”.

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Contactos del autor: François HOUTART Instituto de Altos Estudios Nacionales, Quito (Ecuador) houtart@hotmail.com

http://systemicalternatives.org/2014/04/24/como-construir-un-nuevo-modelo-de-desarrollo-para-la-cooperacion-sur-sur-y-el-caso-del-ecuador/







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