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Julio 2013

QUETZALCÓATL

 

Juan Gallegos Soto

 

¡Es mucho el esplendor del Cielo y de la Tierra y ser obra de un solo Dios!, pensó Quetzalcóatl; ¡yo mismo seré rojo, seré azul, seré blanco y seré negro!

Y se hizo Dios a sí mismo para gobernar la Tierra, los destinos del mundo y del Universo.


Que no haya ser sobre la Tierra que no obedezca mis designios y mandato. Conoceré al hombre hasta lo más profundo de su alma, al viento terrenal y cósmico;

los frutos de la tierra, el fuego terrenal y galáctico; el agua en todas sus formas y poderes;

me adueñaré de los cometas y su hielo; de la neblina, el vapor, y de la nube; y todo lo sembraré en la tierra, y que sea de todos. Bendeciré la tierra, los mares, lagos y ríos con la lluvia del cielo.


Dirigiré los aconteceres de los cuatro puntos cardinales, de la Rosa de Los Vientos, el zenit y el nadir.


Seré dueño del tiempo al conocer la muerte, el silencio, la inamovilidad; para resurgir de las cenizas con un poder ilimitado. Incinerado me integraré al viento, a la tierra y a los mares. Omnipresencia y omnisciencia no me serán ajenas y por ellas conocerán de mí hasta el rincón más apartado del Universo. Seré Dios de Dioses.

Y ya dueño de infinitas virtudes sabré dominar el mal y diseminar el bien en todas las latitudes y momentos.


Trascenderé las dimensiones y volveré a mis orígenes cósmicos, sustrato de mi génesis, donde nada permanece todo se trasforma.


Camino por los senderos siderales y conozco la mecánica quántica mucho antes de la revolución científica y técnica. Millones años ha de nuestra era

volaba en las nubes y constelaciones de Magallanes y Sagitario. Allí encontré la cuenta del tiempo primero que asiáticos y europeos. Este hallazgo entraña sabiduría más allá de la Gran Pirámide de Keops, El Partenón o la construcción del Taj Mahal.


Plasmé la sabiduría cósmica en la escritura arquitectónica, y en ella perdura sobremanera a la jeroglífica y cuneiforme en la pirámide del "Castillo de Chichén Itzá".

¡Esencialmente nada es fugaz y todo es eterno!


-Bien decías Huitzil: ¡escapa entonces del tiempo y del cambio!


-Sí, lo haré-

Aunque no del cambio y trasformación. El mismo Universo se devora a sí mismo y a la vez se expande y finalmente colapsará como el tiempo infinito.

El multiverso renacerá como el ave Fénix, y yo Quetzalcóatl con él, en nuevos ciclos de espirales. El tiempo reiniciará nuevos días y eras siderales.

Todo por mi voluntad. ¡Y reinaré en la nada, y reinaré en el todo!






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