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Julio 2013

La memoria de Michelle

Si de algo trata la demanda indígena en Chile es precisamente sobre la memoria. De la lucha de la memoria contra el olvido. Candidato que tenga oídos, que oiga.

Pedro Cayuqueo

En año electoral uno de los fenómenos más interesantes es la pérdida de memoria de algunos candidatos. De la mayoría, para ser justo. En semanas recientes pasó con Michelle Bachelet, quien durante el último debate presidencial de su sector solicitó a las autoridades evitar un “baño de sangre” en el desalojo de los colegios en toma. Más allá de la exageración -tendría que ser demasiado torpe el gobierno para sacar con tanques y comandos a los cabros de los colegios tomados, pega por lo demás de la fuerza pública- su frase resulta desafortunada por dos motivos.

Primero, de los desalojos post dictadura de los que tengo memoria y que terminaron en “baños de sangre” puedo citar los del Fundo Santa Margarita y del Fundo San Sebastián, los cuales me tocó reportear para Azkintuwe. En el primer desalojo fue asesinado Matías Catrileo y en el segundo Jaime Mendoza Collio, ambos por delincuentes de uniforme que gozan todavía del aplauso y la protección institucional del Alto Mando de Carabineros. Lo curioso es que en ambos desalojos gobernaba precisamente Bachelet. He allí la primera razón para lamentar sus dichos. ¿La segunda? Que por ambas muertes jamás se ha escuchado a la candidata pedir perdón o cuando menos balbucear un mea culpa. Tampoco se refiere en público al tema –entre muchos otros sobre los cuales guarda sepulcral silencio- y colegas que cubren su agenda me han confidenciado estaría vetado por el Comando. Es lo que se comenta.

Hace no mucho, entrevistada por Pato Fernández en The Clinic, Bachelet se refirió a ambas muertes –esto uno también lo supone ya que tampoco hace directa referencia a Matías o Jaime- como “situaciones dolorosas importantes”. Vaya eufemismo. Eso es algo que no me deja de sorprender. Jamás Michelle llama a las cosas por su nombre. Al pan, pan y al vino, vino. Es decir, al asesinato, asesinato. O a la violación de derechos humanos, violación de derechos humanos. Y es que de eso se trata finalmente lo acontecido en los potreros del sur (y también el 27F, otro tema al cual insiste en hacerle el quite). No olvidemos que ambos jóvenes mapuche fueron acribillados por agentes del Estado, último eslabón de una cadena de mando encabezada por la entonces primer mandataria y subsecretarios de triste recuerdo como Felipe Harboe o Patricio Rosende. Un consejo de campaña; si “asesinato” o “crimen” suena muy fuerte para el Comando de Michelle, bien podrían hablar entonces de “ejecuciones extrajudiciales”. Es la forma como Amnistía Internacional bautizó este deporte tan Latinoamericano del gatillo fácil policial. Bueno sería comenzar a llamar entonces las cosas por su nombre. Las familias de Daniel Menco, Rodrigo Cisternas, Alex Lemún, Matías Catrileo y Jaime Mendoza, todos asesinados en democracia, sin duda lo agradecerían.

“¿Cuál crees es la principal deuda de Michelle Bachelet en materia indígena?”, me preguntó hace un tiempo una colega de El Mostrador. Su principal deuda, por lejos, radica en el ámbito de los derechos humanos, respondí, una verdadera paradoja considerando su propia historia personal y las ideas que decía y dice aún defender, agregué. Y es verdad. A ningún Presidente uno podría exigirle más apego y compromiso con la dignidad humana que a aquel que perdió a un familiar víctima del terrorismo de Estado. Es el ruido que genera Bachelet en muchos sectores mapuche y no precisamente de derecha (aunque criticar su legado implique ser catalogado de inmediato como “derechista”). De allí la exigencia, si, exigencia de la lonko Juana Calfunao en orden a que Bachelet, a su regreso desde Nueva York, debía pedir perdón al pueblo mapuche. Se lo demandó una mujer, como ella, dirigente social, madre y esposa, cabeza de una comunidad golpeada como pocas en la zona sur. Exilio, prisión política, terrorismo de Estado. El día a día de la familia Bachelet en los 80’ fue lo que la lonko vivió bajo el mandato de la ex directora de ONU Mujer. Y con ella medio centenar de familias campesinas perseguidas como si de terroristas chechenos se tratara desde la administración de Ricardo Lagos. ¿Es tan difícil comprender entonces el dolor, la rabia y la decepción de tantos?

Así es la memoria en periodo de elecciones. Selectiva. Hoy no sé qué resulta más penoso. Si la derecha que nuevamente ha caído en el discurso del “terrorismo” y la seguridad pública para alinear su “voto duro” en La Araucanía (relegando a segundo plano la apuesta del ex ministro Joaquín Lavín por el Chile multicultural). O la ex Concertación y algunos de sus candidatos -sucursales sureñas incluidas- que piensan que los pueblos y la ciudadanía carecen de memoria. A todos ellos les tengo malas noticias. Si de algo trata la demanda indígena en Chile es precisamente sobre la memoria. De la lucha de la memoria contra el olvido. Candidato que tenga oídos, que oiga.

http://www.azkintuwe.org/20130207_001.htm







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