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Diciembre 2012

Derrida/deconstrucción
Federico García Morales

Con raíces en una tradición filosófica y política radical, el deconstruccionismo es señalado en los círculos conservadores como el enemigo de la razón y del discurso, como un fracaso literario y filosófico, mientras la izquierda tradicional lo ha acusado de "obscurantismo terrorista", autoritarista y hasta fascista. A Derrida se lo ha llamado "boa deconstructor" y, dado su éxito en el mundo académico norteamericano, "mercadería americana bien conocida", "mercadería idiosincrática y críptica", "con el atractivo de una droga…"

Mucho de esa mala fama pareciera derivar de la intrincada escritura de su principal portavoz, Jacques Derrida (n.1930), que sorprendió al mundo con unos escritos pergeñados bastante tiempo atrás, donde cuestionaba la política de la razón filosófica, entretejida en el ascenso de la sociedad burguesa. Sin embargo, era la substancia del ataque lo que hacia inminente su condenación. No se podía poner en juego gratuitamente la racionalidad, los modos de percepción, el sistema disciplinario, la objetividad, los paradigmas centrales -la episteme- del pensamiento justificativo del orden existente. Y por eso en la última década se ha atacado al deconstruccionismo como si hubiera sido una corriente política, a pesar de que su expresión política se desplazaba en la sutileza.

El camino desconstruccionista interceptaba, además, una tendencia muy afincada en el movimiento marxista oficial, que decía sostener una línea de defensa de la razón, posición desde la que no entraba a reparar o mas bien, encubría, los mecanismos autoritarios y enajenantes que de esta manera hacía suyos. No en vano, también, fue de esta corriente que se lanzaron las primeras andanadas en contra de Adorno, de Marcuse y de Foucault, que planteaban resistencias a la razón filosófica, y a las estructuras culturales de la dominación. Quienes así aplastaban la crítica, se inclinaban consciente o inconscientemente ante la estructura social con sus reclamos de privilegios y su progenie de diferencias. Al decir de Adorno, la filosofía se mantenía… malogrado el tiempo de su extinción.

El desconstruccionismo nació a paralelas con la Nueva Izquierda, un movimiento radical que ha tratado de remontar la crisis de la izquierda tradicional, envuelta en el descalabro del "socialismo real". Esta coincidencia viene a ser como el resultado de un clima: el deconstruccionismo no fue nunca la filosofía de ese movimiento político, aunque comparte con él esa desconfianza frente al autoritarismo y esa disposición -como señalara Ryan- a criticar más que a obedecer, "y su rechazo a la lógica del poder y de la dominación en todas sus formas". Las obras de Michel Foucault, desde La Arqueología del Saber a Vigilar y Castigar, contienen ya ese sesgo que surge del enfrentamiento con la razón dominante, esa desconfianza dirigida a sus estructuras fundantes y de expresión cotidiana.

Esta rebelión viene de lejos: puede encontrar antecedentes en la rebelión de Nietzsche contra Kant, en lo relativo a la construcción de la realidad, que Kant maneja de manera fijista, fundándola en "la naturaleza humana". La rebelión Dionisíaca de Nietzsche lo llevó a construir sobre la arbitrariedad y la recreación de las formas. Y así condujo la reflexión hacia la sospecha de "la verdad", de la metafísica y de la conciencia. Y ya antes se formulaba también una lógica de deconstrucción, planteada por Hegel y Marx, que abrieron espacios a la contradicción y a lo secundario en la critica de "lo real". En el epílogo del pensamiento de izquierda al cerrar este siglo, Derrida puede construir su crítica al logocentrismo, y Foucault establecer la centralidad del Poder en el logos.

Desde el ángulo teórico, la critica de la sociedad de dominio, de enajenación, explotación y exclusión, desde Marx a nuestros días, ha alcanzado gran lucidez y un alto potencial: aún cuando se desplaza en la contradicción y la resistencia de las estructuras centrales de esa sociedad, ha contribuido a la generación de un estilo, de algo así como una contra-cultura, y sólo le falta la fuerza de masas para llegar a definir las líneas de un cambio inimaginable en las formas de convivencia. Éste es un proceso de intertextualización y de traducción del universo de la crítica a mundos prácticos: "traducción" debemos entenderla como transformación o metamorfosis y ninguna traducción será jamás el mismo texto. Llamemos a eso "consolidación de rupturas". La verdadera Sonata de los Adioses al siglo xx, donde cada uno de nosotros estará en condiciones de destruir una cita, un ladrillo de la vieja muralla.

¿Qué es deconstruir?

Deconstruir es un término que se alza para expresar una política critica, mediante el desnudamiento de los epistemes básicos en una línea que parece continuar la critica ideológica y la interpretación de textos, aun cuando originalmente la deconstrucción es un aborrecimiento de toda tradición o previa metodología. Pero se asienta en la era de la textualidad, donde la originalidad de la deconstrucción derrideana consiste en iniciar un movimiento cataclísmico en los códigos internos de estos textos que funcionaban como el Establecimiento.

El punto de impacto se da en la crítica de la metafísica de la presencia como fundamento del sentido (las oposiciones binarias, las causas primeras y finales, la identidad subjetiva, la substancia, el sistema, el significado pleno, la verdad, la axiología jerárquica, la ontología del origen, de la esencia, de lo simple y de lo complejo, de Dios, del hombre, etcétera) que inaugura una lógica de "lo que es".

La deconstrucción revierte las jerarquías, demuestra el valor primario de los estratos reprimidos o relegados. Así, por ejemplo, la diferencia podrá afirmarse como más fundamental que la identidad, ya que la hace posible, desplazando en una modificación radical todos los otros conceptos metafísicos de origen de las cadenas de prolongación y movimiento indefinido, carentes de una instancia final, trascendental.

De ahí el término différance, un neologismo que combina el verbo differ -una distinción espacial- y diferir, en el sentido de extender un plazo. En el proceso de la "diferencia" no hay axiomas primordiales ni instancias de verdad absoluta o absoluta autoidentidad; sólo hay diferencias y aplazamientos. La presencia es sólo una instancia marcada por la diferencia: la falta de otro.

La identidad aparente es sólo el efecto de la diferencia (¿habría sido posible este discurso sin aquel capítulo sobre el Otro en El Ser y la Nada?). Lo que implica la alteridad de la identidad y su desplazamiento. En una correspondencia con la constitución del lenguaje, que ordena sus apariencias de identidad consolidada que llamamos "conceptos filosóficos", cuando no son más que lugar de tránsito de formas lingüísticas dominantes. La deconstrucción es pues un método propulsado por una dialéctica subversiva, que moviliza el potencial de lo secundarizado, de lo interiorizado, de lo enajenado.

No constituye una oposición a la dialéctica hegeliana, salvo que la entendamos como una oposición a su vez dialéctica que surge de introducir una negación en el primer movimiento de La Ciencia de la Lógica, trabajando en el no-aislamiento en la diferencia como historia. Una historia "indecible", abierta, que se niega, que puede encontrar su "modelo" en cualquier pequeño juego de crítica literaria. Y eso vale como argumento: el núcleo del lenguaje es la metáfora, el desplazamiento.

Deconstruyendo nos pemitimos enfrentar textos distantes, descubrir sus relaciones insospechadas, y glosar el Código Penal con una leyenda, Sartre con un poema. El discurso político mediante el discurso religioso, y el discurso positivo por el Padre Nuestro. Toda escritura tiene relevancia filosófica, y contiene el fundamento de su crítica. Y en nada de esto hay confusión y, un texto podrá iluminarse con el otro como en una epifanía.

Texto es un termino del agrado deconstruccionista. Lo mismo que "la textualidad general" del mundo, los textos literarios hacen sentido en la referencia, en la alteridad, en el desplazamiento, donde la misma inteligibilidad queda inscrita como texto, envuelta en la diseminación de la referencia. La historia es la historia de este encadenamiento, y la apertura de sus códigos es el comienzo de su subversión y el principio del cambio de todos los sujetos.

La textualidad es la verdad del sujeto y del objeto, y la eliminación de la distinción entre ambos. Es un juego de ausencias y presencias -de textos en el texto-. Un S/Z que marca el principio de una reducción escéptica de las estructuras lógico-culturales de los textos. Christopher Norris se ha hecho at respecto una interesante pregunta: "¿Cuáles serían las consecuencias para la filosofía si sus textos quedaran expuestos al tipo de lectura que ha hecho posible los desarrollos recientes en la critica literaria?" Y podríamos parafrasear: ¿qué pasaría con los discursos políticos, con los programas económicos?...

La deconstrucción ha encontrado amplio campo en la crítica literaria. Buena parte de la obra de Derrida se engalanaba en critica literaria. Por ejemplo, su Escritura y la Diferencia contiene cinco capítulos donde trata materias artísticas o literarias. Lo mismo en su antología Diseminación, donde trabaja a Mallarmé y Márgenes de Filosofía, donde hay consideraciones sobre Valery y Genet. Otros autores como De Man, y en general el deconstruccionismo americano, como J. Hillis Miller, conducen trabajos en esa misma dirección.

Pero también el deconstruccionismo ha florecido en el psicoanálisis (Deleuze), la política (Foucault), el feminismo ( G. Spitvak, De Lauretis) y en la consideración de la crisis de fin de siglo. En Antropología se ha empezado a experimentar con estrategias de textualización y de interpretación, las estructuras retoricas y la represión subyacente en el universo cultural (Tyler, Tedlock, y ya se entra a preguntar por "la vida social de las cosas".

Está en marcha una remodelación de la sociedad y del pensamiento social, fundamentalmente critica y desestabilizadora, donde todos los mecanismos de sostén ideológico, todos los pretextos del saber -los epistemes básicos- quedan expuestos. No estamos de regreso, no hemos alcanzado tampoco un punto de reposo para paladear las ganancias. Las contradicciones no han sido resueltas. El siglo XX comenzó en llamas, y sigue en llamas. Hemos conocido los más profundos fondos de la inhumanidad, es bueno que la deconstruyamos.

Universidad y Sociedad, No.9. Septiembre-Octubre de 1994.
Revista de la Universidad Autónoma de Tlaxcala







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