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Noviembre 2012

La Revolución Bolivariana y la construcción del Socialismo:
Poder Popular y nuevos espacios políticos en Venezuela

Diego Tagarelli

Ponencia presentada el día 25 de Octubre del 2012

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Mendoza, Argentina.

Orígenes y rupturas del movimiento bolivariano.

Después de la victoria de Hugo Chávez en la Republica Bolivariana de Venezuela el 7 de Octubre pasado, no quedan dudas no sólo que la vinculación entre el liderazgo de Chávez y el pueblo venezolano sigue fortalecida, sino que se trata de un proceso de enriquecimiento interno muy interesante que está gestando la revolución bolivariana, a pesar de sus gruesos anacronismos, contradicciones internas o desviaciones en algunos espacios políticos (propio de un movimiento independentista, revolucionario y que desde el 2006 se declara por el socialismo).

No cualquier proceso revolucionario que postule un socialismo nacional y coloque como enemigo visible de la patria a la llamada burguesía venezolana es sus dimensiones antinacionales, mantiene continuidad y puede profundizar un proyecto popular, y resistiendo las enormes agresiones de los sectores de la derecha venezolana más violenta e irracional, los medios de comunicación y, por supuesto, los Estados Unidos (traducido en las diversas formas de conspiración, sabotaje, atentados, terrorismo, etc.), reafirme un voto masivo a Chávez y un apoyo categórico a la construcción de un socialismo bolivariana.

¿A qué se debe este gran apoyo del pueblo venezolano? ¿A qué se debe que la construcción de un socialismo bolivariano sea la opción electoral por excelencia? Bueno, digamos, primero, que nada tiene que ver con una opción meramente electoral (como podría suceder, en todo caso, con cualquier partido político de izquierda en cualquier nación desarrollada), o solamente como consecuencia de un proceso de construcción que se ha materializado ampliamente en el bienestar social de la población, sino también porque aparece como cuestión, yo diría determinante, la participación política de los sectores populares en un nuevo espacio de poder que se llama "Poder Popular". Es el Poder Popular el que ha permitido una reconfiguración de la cultura política venezolana y que define gran parte del soporte sociopolítico de la revolución. Pero no nos adelantemos.

Lo que sí creo conveniente aclarar de una vez es que el proceso bolivariano en marcha es fiel reflejo de que nuestros países, para lograr y consumar una verdadera independencia, un desarrollo económico equitativo o niveles de igualdad social de fuerte impacto en las relaciones de producción nacional, deben optar por modelos alternativos que vayan ejerciendo rupturas efectivas frente a las relaciones de dependencia transnacional; este especie de "desconexión" frente a las pautas de racionalización económicas impuestas por el capitalismo, esta especie de socialismo autóctono de carácter popular que no sólo le conceda sus propias representaciones simbólicas, sino que además vaya en concordancia con los grandes movimientos políticos nacionales y con las nuevas expresiones de poder popular.

Seguramente, esto no es, desde el punto de vista político e histórico: "DE UNA VEZ", "YA", "AHORA". Más bien obedece a un proceso de construcción histórico con enormes flujos y reflujos (en palabras de Álvaro Linera), avances, retrocesos, contradicciones y momentos históricos adecuados a las realidades nacionales. Pero creo que ningún país de la región escapa a esta posibilidad. Aunque Posibilidad no como reino de lo inevitable, sino asimismo contingente.

¿Qué es la Revolución Bolivariana? ¿Qué es esto del socialismo del siglo XXI? ¿Cómo se da el proceso revolucionario en Venezuela y como están las condiciones actuales de la revolución? Son todas estas cuestiones que no se desliga de lo que sucede en todos los países de la región latinoamericana. Estamos en presencia de un proceso latinoamericanista, de fuerte articulación y retroalimentación.

Hay un camino abierto y un debate muy interesante en toda América Latina y es el problema de la transición al socialismo, o de la transgresión del modelo capitalista dependiente. Por eso creo que lo más importante es rediscutir al socialismo en función de las condiciones concretas en nuestros países. Y la experiencia de Venezuela brinda, de alguna manera, esta posibilidad. El socialismo ya no es un debate académico ni, mucho menos, una cuestión utópica que provenga de los espacios políticos alejados de los movimientos nacionales actuales. No es el socialismo un espacio político distanciado de las experiencias políticas nacionales que vive actualmente América Latina. Pero es obvio que existen diferencias y realidades distintas y diversas.

Digamos en primer lugar que una interpretación de la revolución bolivariana y el socialismo en Venezuela, así como la cuestión del poder, el rol Estado Nacional, etc., es inseparable de una interpretación integral de la realidad latinoamericana y, más allá, de una interpretación global de las condiciones mundiales del capitalismo. Y esto en la medida que la incorporación histórica de Latinoamérica al ciclo del capitalismo mundial como satélite semicolonial, produce una forma particular de dominación donde el comportamiento de las clases sociales no escapa a luchas profundas por la conservación o transformación del sistema de dependencia trasnacional.

Y evidentemente, las luchas de las masas populares que se intensifican fuertemente durante la década del noventa en toda la región, alcanzan al imperialismo y da lugar a formas de alianzas clasistas particulares que permite la emergencia de actores políticos nacionalistas y revolucionarios capaces de ejercer rupturas efectivas con el modelo capitalista dependiente.

El nacimiento del MOVIMIENTO NACIONAL BOLIVARIANO es el resultado político de estas condiciones que se condensan fuertemente en un país que, siendo el eje geográfico-estratégico de una región para el ejercicio de una dominación integral imperialista, conservó una sociedad desigual, una clase dominante parasitaria y una estructura económica semicolonial que se tradujo en la existencia de un Estado represivo, burocrático y sometido a las decisiones de la corporación mundial.

Pero, asimismo, es una sociedad que también conservo una identidad política bolivariana, una historia particularmente marcada por su lucha antiimperialista y colonial, una composición popular y nacionalista en los cuadros del ejército nacional y un sector de las masas populares que venía enfrentando las políticas neoliberales y que tuvo su explosión en el caracazo del `89, en la rebelión del `92 y el 13 de abril del 2002 con el regreso de Chávez luego del fallido golpe que intento efectuar Estados Unidos y los intereses petroleros apatridos.

La figura de Chávez, la lucha antiimperialista que sostiene el gobierno bolivariano y las masas populares organizadas cada vez más en el poder popular, el socialismo, etc., es el resultado de un proceso que, podríamos decir, tiene sus momentos históricos.

Quería aclarar esto no solo para entender la experiencia chavista en el marco de descomposición del capitalismo dependiente y de la emergencia de nuevos movimientos nacionales en América Latina, sino porque su desarrollo obedece a procesos sociales y políticos de rupturas internas que se han ido desarrollando a lo largo de sus 14 anos.

Cuando aparece el movimiento bolivariano liderado por Chávez y logra, por medio de su participación electoral, la victoria en el año 99, aparece en un contexto y bajo situaciones que sólo le permiten subsistir por medio de alianzas con algunos sectores de la burguesía comercial y ciertos factores de poder de la llamada Cuarta Republica. Si bien puede que esa alianza exprese una necesidad coyuntural, es parte también, por un lado, de una estrategia política de las clases dominantes de "coaptar" las iniciativas de Chávez para canalizar la crisis que vive el país por esos años hacia un proceso reformista que le permita subsistir como clase dominante y, por otro lado, de una estrategia del nuevo gobierno bolivariano que llega al poder por medio de elecciones representativas para canalizar la composición policlasista del movimiento bolivariano hacia un equilibrio nacional que permita su propia subsistencia. Es por lo tanto:

Un frente político que permite la inclusión de vastos actores sociales, económicos y políticos, sin una marcada posición política e ideológica.

Pero, y aquí aparece uno de los primeras dificultades para una correcta interpretación, no estamos hablando de un contexto internacional favorable (como lo fueron la década del 30 y 40 en varios países de la región, pongamos por ejemplo la emergencia del peronismo en Argentina) que permita un equilibrio sostenido entre los diversos sectores a través del crecimiento industrial (la burguesía industrial casi no existe, el Petróleo le costó a Venezuela 100 años de destrucción de la economía agrícola y la renuncia a un proyecto industrial emergente), ni a partir de la retención de una parte de la renta internacional del petróleo y la acumulación de capital nacional; ni estamos en presencia de un contexto económico y político nacional donde la burguesía nacional pueda sostener alianzas con el campo popular.

Más bien, estamos hablando de un contexto neoliberal de desindustrialización, de saqueo de los recursos naturales y del atesoramiento de la renta petrolera por una minoría que tiene gran influencia en las palancas políticas estatales. Por lo mismo estamos hablando de la profundización del modelo rentístico donde las corporaciones norteamericanas han hecho de Venezuela un paraíso para las clases parasitarias y para el funcionamiento de la economía mundial. Estamos hablando, en consecuencia, de la compradorizacion de la burguesía nacional y del empobrecimiento masivo de las clases populares.

Por ello, los orígenes del movimiento bolivariano, si bien nace como una corriente revolucionaria o "rebelde" dentro de las filas del ejército y pasa a ser, luego de la victoria electoral del 99, la expresión política visible de una alianza entre este ejército bolivariano, las masas populares que se hicieron visibles en el Caracazo y ciertas fracciones del capital nacional, es un movimiento amplio que difícilmente puede sostener algunas alianzas. No solo porque no cuentan con una base económica que pueda sostenerlas, sino además porque Chávez es hijo del Caracazo y del ejercito bolivariano que ha formado una corriente revolucionaria novedosa.

Por eso, la columna vertebral del chavismo son esas clases desposeídas que, como lo hizo el peronismo, el sandinismo, la revolución cubana, el nacionalismo de Velasco en Perú, etc., deben ser reconocidas políticamente. Por eso, inmediatamente asumido, el gobierno promueve un proceso de consulta popular para una nueva constituyente, lo que, de algún modo va a traducir la inminente ruptura de alianzas: la sola idea de la constituyente espanta a los elementos de la oligarquía y la burguesía comercial que aspiraba a reformas políticas.

Por todo esto, la estructura de alianzas primitivas del chavismo no podía ejercerse solamente a partir de la trasferencia de ingresos recogidos de la renta petrolera, sino que requería el condicionamiento de la burguesía petrolera y un planteamiento político más radical. Es decir, ante la ausencia de una burguesía de características industriales nacionalistas, y ante la ausencia de una infraestructura económica que pueda sostener relativamente nuevas formas de conciliación de clases, debía ser el Estado el que cumpliese un rol que impulsase la industria a través del control de la renta petrolera y debía ser el Estado un nuevo aparato que adquiriera dimensiones revolucionarias. Como el Estado no puede adquirir esas dimensiones revolucionarias, en esta etapa (y creo que en otras) es el mismo gobierno, su líder y las masas organizadas en el poder popular los que asumen un comportamiento revolucionario de características particulares.

Ya aquí, desde esta convocatoria a la constituyente, desde que Chávez nacionaliza algunos sectores de la economía, desde que lanza las leyes habilitantes para ejecutar una nueva Ley de Tierras y de Hidrocarburos e intenta neutralizar el poder de las empresas petroleras, el débil equilibrio social, o de coyunturas de alianzas se rompe y aparece un proceso de cambio revolucionario que ya no promueve la conciliación de clases. Sí puede actuar un frente nacional policlasista, pero con las clases populares -obreros, campesinos, intelectuales, ejercito popular, etc.- ubicados como columna vertebral y como actores protagonistas del cambio social.

El golpe de Estado del 2002 y el sabotaje petrolero en el 2003, no solo van a definir la posición de una derecha pro-norteamericana y fascista, sino que esos acontecimientos alimentaron la unidad entre el ejército y el pueblo civil, motivaron nuevas medidas nacionalistas y revolucionarias y fueron dando lugar a un discurso de izquierda en el gobierno y las masas populares que comenzó a adquirir trascendencia en las nuevas formas de participación política desde ejes territoriales concretos.

Ya en el 2006, Chávez se declara socialista. Y el escenario político y social del país asume nuevas características, sobre todo por el abandono (no podía ser de otra manera) de la clase media. Una clase media, que adopta como característica común de la clase media latinoamericana, un comportamiento suicida y peligrosamente ambiguo.

Es decir, las viejas alianzas con el capital privado y ciertos sectores de la burguesía venezolana ya están resquebrajadas y el frente bolivariano es, a partir de ese momento, un frente revolucionario que tiene una fuerte posición de clase popular. El capitalismo, el imperialismo y la burguesía son identificados como intereses de la anti patria y el Estado es una estructura de poder que debe ser eliminada para edificar el nuevo Estado Comunal Socialista.

Permítanme una aclaración antes de continuar: ¿Por qué los sectores populares pueden adoptar las categorías ideológicas del socialismo, del antiimperialismo, del comunismo (incluso), siendo que los partidos socialistas y la misma ideología socialista no interpeló históricamente a las masas? Bueno, primero porque es el mismo Chávez el que lo postula, después de varios años, desde un movimiento popular que admite ciertas categorías ideológicas revolucionarias. Pero fundamentalmente, porque el liderazgo de Chávez está estrechamente vinculado a una ideología bolivariana que permite subordinar los conceptos y categorías ideológicas del socialismo a esa ideología popular bolivariana. Es decir, el socialismo es planteado desde un campo ideológico popular que no son más que los referentes del bolivarianismo venezolano y latinoamericano. Es allí, donde se produce una articulación de la ideología popular bolivariana con los principios del marxismo y el socialismo.

Pero además, este socialismo que planeta Venezuela es un socialismo que se plantea desde un país oprimido por el imperialismo, un país que no ha desarrollado sus fuerzas productivas, donde el Estado pierde soberanía y donde el capitalismo no desarrolló una burguesía nacional autónoma. Es un país donde el proletariado no es una clase social homogénea que libre su lucha contra esa burguesía industrial que le extrae plusvalía, etc., sino un país petrolero que produjo una temprana formación de una aristocracia obrera en las ramas emblemáticas de la economía nacional subordinada a esta economía petrolera.

Esto quiere decir que las medidas lanzadas por el Estado como medidas "revolucionarias", son lanzadas desde un espacio y un contexto económico, político y social que identifica los principios socialistas como principios nacionales y populares que permiten la realización de las tareas históricas fundamentales para el desarrollo social. Ahí es donde el socialismo es postulado como un socialismo particular porque está apoyado en un programa nacional-democrático, es decir, concretando los objetivos nacionales-democráticos (muchos de esos objetivos, incluso, parte del proyecto de las burguesías nacionales que jamás podrán concretar en nuestros países: independencia nacional, soberanía popular, justicia social, desarrollo de las fuerzas productivas) a la vez que abre los caminos hacia el socialismo. Entonces, seguimos hablando, a pesar de que es un país que se declara por el socialismo, de un movimiento nacional de liberación, un movimiento independentista.

Yo creo que no hay mejor ejemplo, tanto por sus muchas similitudes como por sus muchas diferencias, que el caso del Peronismo. Obviamente, sin descuidar que el peronismo y el chavismo pertenecen a contextos históricos distintos. Más bien, me refiero a sus similitudes y diferencias como movimientos históricos nacionales en América Latina.

En el caso del peronismo, la unidad adoptada por Perón era entre clases sociales antiimperialistas que incluían fuertemente a sectores de la burguesía nacional e industrial, cuyo contexto histórico imponía forzosamente esa necesidad. En el chavismo es una unidad donde el equilibrio de las partes que integran el movimiento revolucionario está dado por la capacidad de transformación y trasgresión al sistema capitalista. Es decir, es un equilibrio inestable que se sostiene en función de los avances hacia el socialismo. El movimiento bolivariano liderado por Chávez intenta trascender el capitalismo.

En el peronismo, el poder popular no alcanzó a manifestarse por sí mismo porque el movimiento no logró superar las condiciones capitalistas estructurales, lo que originaba una dependencia de las masas populares hacia las realidades capitalistas económicas y el Estado Burgués. De hecho, la columna vertebral del movimiento peronista, los trabajadores, fue políticamente canalizada por los sindicatos insertos jerárquicamente en estructuras putrefactas del Estado Burgués. Con Perón, el movimiento era equilibrado de manera que sus contradicciones eran controladas. El General ejercía un control político determinante sobre aquellos elementos que podían conducir al movimiento a mayores alcances revolucionarios. En el Chavismo, el poder y esos espacios de poder son abiertos según las condiciones de lucha anticapitalistas dentro y fuera de los aparatos de poder estatales tradicionales. Chávez, más bien deja que esas contradicciones libren su batalla política, lo cual termina radicalizando aún más el movimiento hacia los cauces del socialismo. De esta manera, las contradicciones y peleas que se libran dentro del proceso permiten un avance, una mayor radicalización y una dinámica frecuente de sucesos que otorgan energía y procesos de rectificación a la revolución.

Lo cual, indiscutiblemente, no invalida aquellos orígenes revolucionarios de otros procesos históricos en América Latina, como lo fue el mismo Peronismo. Cualquier iniciativa política hacia la independencia nacional, la justicia social, etc., es tendencialmente anticapitalista y solo puede perdurar en la medida que en que el régimen revolucionario popular consolide su poder.

Poder Popular, Movimiento Nacional Bolivariano y estrategias políticas.

Ya aquí podemos, más claramente, preguntarnos por este proceso de transición hacia el socialismo venezolano que intenta producir el chavismo. No hay duda que a lo largo de 13 años de revolución, la cuestión del poder es la medula política del conflicto nacional. Todo, recae sobre la cuestión del poder, y no podía ser de otra manera, puesto que se trata de la necesidad de tomar el poder político y las palancas del Estado para modificar o reproducir las relaciones sociales de producción. Chávez lo dice muy bien: "una revolución económica debe estar precedida por una revolución política". Resulta imprescindible tener claridad sobre uno de los núcleos vitales del debate sobre la realidad política actual latinoamericana, que no es otro que la naturaleza del poder y las formas de concreción del poder popular.

Cuando el chavismo llega al poder político, desde sus inicios desarrolla una lucha que modifica la relación de fuerzas internas en los aparatos del Estado. Y esto, en la medida que el Estado y sus aparatos es el campo estratégico de las luchas políticas. No obstante, hay coyunturas donde las instancias de poder tradicionales del Estado no pueden ser viables para el fortalecimiento político de las masas y, por el contrario, aparecen muchas veces como instancias de poder contrarrevolucionarios. Es lo que sucedió, por ejemplo, durante el año 2003 con el sabotaje petrolero donde el Estado aparecía como un aparato decididamente manipulado por los intereses petroleros dominantes.

Como respuesta, Chávez lanza las primeras Misiones Sociales como instancias de poder popular, donde los sectores populares, el Ejército y los medianos y pequeños productores llevan a cabo los programas de alimentación, salud popular y abastecimiento por medio de los recursos del Estado pero sin su control político estricto. Misiones que vienen desde el Estado, pero promueven el empoderamiento de la sociedad.

Este largo proceso de conquista del poder por la revolución bolivariana ha consistido en desarrollar y fortalecer los núcleos de resistencia difusos que las masas populares siempre disponen en el seno de las redes estatales, pero creando y desarrollando otros nuevos, de tal forma que estos centros se conviertan en los centros efectivos del poder real.

A propósito de las misiones: hay que decir que no es un fenómeno de asistencialismo tradicionalmente promovido por un Estado clientelar, sino que tiene que ver con un sentido de empoderamiento de los sectores populares para ejercer sus derechos sociales que producen un fuerte impacto en la población popular. Su aparición ocurre dentro de un clima de confrontación y polarización política cuyos momentos más álgidos fueron el intento de Golpe de Estado en abril de 2002, el Paro Petrolero de diciembre de 2002 y el Referendo Revocatorio de agosto de 2004. Se crean la Misión Barrio Adentro (atención primaria en salud); en educación, Misiones Robinson I y II (alfabetización y culminación estudios primarios), Ribas (culminación de educación media) y Sucre (acceso a estudios universitarios); Misión Mercal (abastecimiento alimentario y protección nutricional); Misión Hábitat (tierra, vivienda y proyectos urbanos para la calidad de vida). Todas ellas, si bien cuentan con el apoyo financiero del Estado, pasan a ser formas de construcción institucional que no cuentan con el control absoluto del Estado. Incluso, las grandes misiones lanzadas hace pocos años, la gran misión vivienda, la misión agro Venezuela, la misión saber y trabajo o las misiones de atención a ancianos y madres en condiciones de pobreza, cuentan con la articulación determinante del poder popular para ser desarrolladas.

Hay avances que son innegables: La red Mercados de Alimentos (Mercal) cuenta con 20.000 establecimientos en todo el país, hay 50.000 médicos y cooperantes cubanos en Venezuela, 15.000 CDI, 300.000 viviendas construías en lo que va del 2.012, 3 millones de hectáreas expropiadas para el desarrollo agrícola (44% de crecimiento agrícola), 1.350 aldeas universitarias, 2 millones de alfabetizados por medios de la misión Robinson, 200 mil toneladas de productos básicos de alimentación distribuidos mensualmente, etc., etc.

Todas estas leyes, políticas y misiones son imposibles bajo un modelo capitalista.

Aquí, estamos hablando de una inversión social, de una ganancia social, de una conquista política popular. Esta estructura de poder es la que la revolución bolivariana está edificando a través de un modelo político que brinda las condiciones para la participación de los sectores populares en los diferentes niveles económicos, políticos e ideológicos. No basta con ocupar espacios de poder en el Estado sino que hay que generar una dinámica de participación popular propia

La alternativa que viene desarrollando el gobierno revolucionario, es la conformación de un Estado revolucionario de poder popular, como bien describe Diana Raby, que demuela las estructuras del Estado Burgués y procure resolver a favor del poder popular las contradicciones internas de la revolución en el seno del Estado.

La emergencia y conformación de los Consejos Comunales y las Comunas Socialistas son un claro ejemplo de lo que sucede en Venezuela en cuanto a la afirmación de una nueva cuestión del poder y una nueva relación de propiedad.

El eje estratégico y estructural de esta nueva dinámica de poder consiste en la transferencia de poder a los sectores populares organizados, cuya expresión más elevada es la Comuna Socialista, su articulación nacional en autogobiernos y el ejercicio del poder popular. Pero estamos hablando de transferencia, de traspaso, no de cederle, darle o facilitarle al pueblo el poder. O sea, estamos hablando de un proceso, que con sus obstáculos, intenta traspasar el ejercicio monopólico del poder a los sectores populares. Y aquí entramos en otra fase de fuerte contradicción.

La edificación de una nueva estructura de poder a través de las Comunas Socialistas, férreamente impulsadas por Chávez, representan un duro golpe al empleo de poder monopólico que atesora el Estado por medio de sus instituciones centrales de gobierno, donde parte de la disposición política del Partido revolucionario, gobernaciones, municipios, ministerios, etc., conforman un tejido de poder, muchas veces, opuesto a las necesidades populares.

Esto es: las relaciones de poder generadas por la Revolución Bolivariana ha adquirido, bueno es decirlo, rasgos populares y transformadores en sus mismas formas de legalidad y estructura al permitir la intervención política de los sectores populares en las luchas de clases internas. Pero del mismo modo, ha generado una burocracia, una maquinaria interna de poder y un aparato político complejo legitimado que no ha sabido comprender su papel transitorio dentro del proceso revolucionario. Por el contrario, ha colocado como prioridad política el mantenimiento de sus intereses particulares y, por lo tanto, existen sectores que resisten las alternativas que vienen irrumpiendo fuertemente desde el poder popular.

Esta boliburguesia que se ha manifestado además socialmente por nuevos sujetos socioeconómicos que adquieren un alto poder adquisitivo y un auto poder que los ha distanciado de las masas, es quizás, una espina para Chávez y el poder popular. No es apresurado decir que la formación de nuevos grupos económicos que operan a la sombra del mismo proceso revolucionario es un obstáculo real que no ha sido enfrentado con políticas concretas, lo cual abre un nuevo escenario: solo es posible superar ese obstáculo con el ejercicio del poder popular. La Revolución Bolivariana es quizás, por varios factores que no vale la pena profundizar ahora, una de las Revoluciones que, a diferencia de otras, ha contado y cuenta con un enorme caudal de riqueza y recursos económicos que ha alimentado en ciertos sectores políticos de la revolución una nueva forma de dominio lo cual no solo ha distanciado a estos sectores de las necesidades populares, sino que retrasa y entorpece un avance hacia un proyecto socialista.

¿Por qué Chávez decide que las elecciones nacionales deben dividirse (1 las presidenciales, 2 las gobernaciones y 3 las alcaldías? Bueno, por varias cosas: Primero y lo más obvio es que con Chávez se cuelan muchos dirigentes del Partido que si bien apoyan la revolución, son sectores muy burocratizados, sectores políticos o de poder que su visión termina donde termina la estructura de la partidocracia, sectores y dirigentes opuestos al poder popular (de hecho Chávez en la campaña ha sido muy duro con muchos gobernadores y alcaldes de la revolución). En segundo lugar, porque se abre una nueva etapa dentro de la revolución que requiere imperiosamente la profundización de los procesos de participación popular y la depuración de sus elementos oportunistas y contrarrevolucionarios.

El plan 2013-2019 elaborado por Chávez contempla fuertemente la consolidación del poder popular y comunal para fortalecer un proyecto socialista, es decir, la trasferencia del poder a las comunas organizadas. Obviamente, no se trata de anular las gobernaciones y municipios o pretender que Chávez no va a apoyar a los gobernadores chavistas, pero si va a exigir que las gobernaciones y alcaldías se subordinen a las decisiones del poder popular. Es que, por un lado, ya el pueblo ha llegado a una maduración política, ideológica y económica, de organización, etc., tal que la única manera de avanzar en el proceso revolucionario es a través de la sumisión por el poder popular de las instancias institucionales del Estado, lo cual conduce a esta necesidad política que Chávez ha lanzado enérgicamente, la demolición del Estado Burgués. De lo contrario, el poder popular, es decir, el poder verdadero se subordinaría a un Estado clientelar que terminaría por hacer desaparecer estas experiencias políticas indispensables para la revolución bolivariana.

La Comuna Socialista intenta modificar este escenario adverso sobre el ejercicio y el traspaso de poder. ¿Ignora, por ello, la cuestión política nacional? ¿Es la Comuna la construcción de un nuevo poder separado de las relaciones de fuerzas nacionales, estatales e institucionales? ¿Se propone erguirse como un poder paralelo, un no-poder? No.

Al edificar autogobiernos en las instancias comunales, las superestructuras de dominio atraviesan una lucha que se traduce a lo interno de los aparatos del Estado y su hegemonía institucional, al mismo tiempo que abre paso a nuevas alternativas del ejercicio del poder a través del poder popular.

No se trata del reconocimiento clientelar del Estado porque entonces el movimiento popular queda subsumido a la lógica estatal, más bien el poder comunal debe ser capaz de ejercerse sobre la sociedad, disolviendo las relaciones de dependencia con las instituciones para asumirse como autogobiernos. Pero:

¿Cómo están conformadas estas Comunas? ¿Qué es la Comuna?

1) Digamos en primer lugar que la Comuna Socialista traduce una unidad socioeconómica, política, cultural y territorial que la conforman las diversas organizaciones del poder popular (consejos comunales, movimientos populares, etc.). Si bien estas organizaciones o movimientos representan las células básicas de la Comuna Socialista, conservando su identidad, territorio y organización sociopolítica originaria, solo adquieren fuerza (es decir, poder) a partir de sus articulaciones estructurales y sus luchas contra las fuerzas de propiedad económicas dominantes.

- Uno de sus pilares políticos de organización se sustenta en propósitos que no reproducen (aunque siempre existen desviaciones y formas espontáneas de reproducción) los patrones de organización política, económica e ideológica de las fuerzas de poder capitalistas insertas en el Estado: la creación de nuevos mecanismos participacionistas propios y la creación de nuevas formas de propiedad comunal.

2) En segundo lugar, debemos señalar que las bases sociales de la Comuna Socialista dependen de las células de organización territorial que, desde hace años, vienen irrumpiendo en la escena nacional venezolana a través de los Consejos Comunales y formas de organización sociopolítica popular. El Consejo Comunal y las diversas manifestaciones del poder popular representan los primeros eslabones del ejercicio de Poder Popular.

- Después del intento de destituir a Chávez en el año 2002 con el golpe de Estado, la sociedad venezolana asumió distintas expresiones políticas de base que no sólo fueron creadas para respaldar al líder y el proceso naciente de la revolución bolivariana, sino además para asimilar y canalizar los nuevos cambios estructurales en espacios concretos de poder que le concedieron una legitimidad trascendental. Los consejos comunales de pertenencia territorial, delimitada en comunidades rurales y urbanas estratégicas, fueron su expresión más acabada. Sin embargo, a pesar de fortalecer sus vínculos, conquistar espacios de representación legal y desarrollar mecanismos de participación sólidos, los consejos comunales que se conforman a lo largo y ancho del país desde el 2002 sólo han alcanzado relevancia a partir de una unidad política que los representa: La Comuna Socialista. La Comuna Socialista pasa a ser, así, una etapa superior de organización que trasciende las restricciones territoriales comunitarias para dar lugar a una nueva forma de autogobierno nacional desde instancias territoriales concretas. Sin el sustento e integridad de la Comuna, las diversas expresiones prácticas del poder popular pueden caer en un peligroso abismo político si mantienen estructuras fragmentadas. Por un lado, la falta de integración o articulación entre las bases del poder popular organizadas en territorios específicos produce como efecto una mayor dependencia hacia las estructuras del Estado burgués.

De modo que la construcción de modelos alternativos de poder popular son convertidos en meros mecanismos asistencialistas que terminan pervirtiendo el desarrollo del socialismo y consolidando ejes políticos autónomos sin capacidad para cumplir funciones de gobierno popular dadas sus limitaciones naturales en infraestructura, recursos, etc. Por otro lado, al limitar el ejercicio político a esferas territoriales y sociales microscópicas, los consejos comunales y las organizaciones del poder popular anulan las capacidades de transformación económica puesto que toda modificación de las relaciones de producción dominantes depende de las unidades productivas que se conciertan a nivel nacional, regional o ampliamente territorial. Como resultado, muchas expresiones políticas del poder popular circunscriptas a espacios económicos restringidos y dependientes se convierten en organizaciones estrictamente políticas sin bases económicas comunitarias. Por el contrario, cuando, las organizaciones del poder popular se encuentran fuertemente adheridas a un poder comunal amplio y profundo, las debilidades estructurales que poseen (pactos con el poder constituido, aislamiento, recursos, manipulación, etc.) son neutralizados y sofocados. Las propuestas ideológicas que reducen la Comuna a una mera suma de consejos comunales ignoran que sus unidades socioeconómicas y políticas son imprescindibles para transformar las relaciones de dominio y sometimiento. Para construir las comunas no basta con agrupar consejos comunales; más bien, se trata de articular sus vínculos en todas las dimensiones estructurales y superestructurales con el objetivo de producir cambios en las relaciones de producción.

Por todo ello, insistimos en la necesidad de ver al Estado Nacional como vehículo de estas posibilidades. Si bien encierra grandes peligros que pueden concluir en la manipulación y retroceso de las potencialidades revolucionarias, es imprescindible comprender que el poder popular, en esta etapa de transición, debe establecer sus alianzas políticas con los mecanismos del Estado que involucran luchas internas determinantes. Alianzas que no significa subordinar los intereses del poder popular a las imposiciones de los aparatos e instituciones del Estado, sino para desplazar sus alternativas de poder a la matriz misma del Estado con el objetivo de emplear sus mecanismos de poder en beneficio de los intereses revolucionarios. Más aun en esta etapa de transición donde es necesario valerse del Estado para establecer estrategias de alcance nacional a través de las Comunas emergentes.

3) En tercer lugar, con la conformación de las Comunas Socialistas la soberanía territorial adquiere un nuevo sentido político, económico y social. En este sentido, las unidades de producción colectiva, la propiedad social y la articulación de sus aparatos productivos con el Estado deben impulsar un proceso de industrialización que potencien sus capacidades para satisfacer las necesidades humanas. Es decir, las Comunas tienen el deber de desarrollar la industrialización nacional.

-Aquí la economía está planteada sobre la base de que la producción es controlada por la comunidad y, por lo tanto, el trabajo deja de ser un intercambio individual de fuerza de trabajo y mercancías materializadas en bienes individuales para convertirse en una fuerza social socialmente productiva.

-En Venezuela, como en otros países de la región, donde los sectores populares habitan espacios geográficos bien definidos en cuanto a sus características urbanas, rurales y socioculturales históricas, la lucha de clases adquiere una territorializacion determinante. A dicho Chávez que el cuarto motor de la revolución tiene que ver con una nueva geometría de poder. La geometría mide, sobre todo, tres elementos: la distancia, la extensión y el volumen o contenido. ¿Cómo esta distribuido el poder político, económico, militar, etc., y como debería estarlo? es una pregunta que asimila no solo la necesidad de transferencia de poder a las nuevas células comunales, sino además de trasferir las luchas de los sectores populares en sus dimensiones territoriales para que, con su organización, traspasen sus fronteras espaciales y atraviesen las instancias estatales hasta construir un nuevo poder nacional. Así, no solo se parte de una base local-territorial para proyectarse en esferas más amplias y complejas, sino además que las comunas, células, consejos, poblaciones, etc., dejan de ejercer esa dimensión privada de lo social hacia una práctica publica, común, colectiva y dinámica, diaria.

Sostengo -desde una posición crítica, adherida a un proceso de aprendizaje constante- que el socialismo en América Latina, ahora más que nunca, tiene no sólo la obligación de construir un proceso anticapitalista en el marco de una revolución popular y genuina, sino además que su deber es superar las contradicciones internas que yacen en sus movimientos nacionales, venciendo a los enemigos internos de la revolución, corrigiendo sus desviaciones.

Por eso, al hablar sobre la cuestión del Poder, es imprescindible hablar de sus instrumentos de ejercicio de Poder. Uno de ello, y casi por excelencia, es el Partido Revolucionario. En el caso de Venezuela, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUVE).

El Partido Político revolucionario tiene un papel fundamental en cuanto a la acumulación de fuerzas políticas que enfrentan el poder histórico de las clases dominantes. Representa una instancia de poder primordial para fortalecer los orígenes del movimiento. El partido revolucionario, visto como el instrumento de poder por excelencia para imponerse en los escenarios políticos nacionales, responde a los intereses de las mayorías y ejerce, por su propia condición institucional, un espacio necesario para combatir a las clases dominantes en el seno del Estado.

Pero el Partido Político revolucionario no puede ser el núcleo de poder absoluto y permanente alrededor del cual se articulen todas las prácticas de poder ejercido por la sociedad. Y esto lo sabe muy bien, nada más y nada menos, que el propio Chávez. Chávez ha hecho un llamado a conformar el "Polo Patriótico". El objetivo de este nuevo movimiento nacional es transferir poder a las organizaciones del poder popular y extirpar del Partido Socialista Unido de Venezuela los mecanismos expropiatorios y monopólicos de poder.

En este sentido, aquí entran en escena varias estrategias como medios para alcanzar fines específicos:

Una estrategia principal que es derrotar al imperialismo, las oligarquías y burguesías criollas dependientes. Y otra estrategia que es derrotar al enemigo interno. Esto conduce a producir alianzas indispensables para la fortaleza de todo proceso revolucionario que se encuentra en proceso de formación o consolidación.


Podemos decir que existen diversas alianzas en la revolución

Las Alianzas Estratégicas: son las alianzas políticas populares frente al enemigo externo, el imperialismo y la fracciones dominante de poder local. Es decir, como parte del enfrentamiento hacia ese enemigo externo, se desprenden diversas estrategias políticas necesarias para establecer alianzas de clase entre los sectores sociales enfrentados al imperialismo y sus agentes de poder local. Son alianzas nacionales y populares que, sin embargo, incluyen a actores políticos-económicos y sectores sociales ajenos a un proyecto de transformación profundo y, por lo mismo, mantienen una tendencia a traicionar los movimientos de liberación popular y disolver las unidades de los frentes nacionales. La clase media latinoamericana, la pequeña burguesía o los intelectuales progresistas de medio pelo pueden servirnos como ejemplos de esta tendencia. Asimismo, estas unidades y alianzas pueden someterse a proyectos burgueses o reformistas. En este caso, el Estado Nacional se reconstruye para sostener un modelo de acumulación que fortalece a las burguesías nacionales o a los sectores de poder menos revolucionarios.


Las Alianzas Estructurales: son las alianzas que dependen de una "necesidad" plena, constante y dinámica entre las fuerzas populares revolucionarias. Sus estrategias consisten, fundamentalmente, en depurar del movimiento nacional sus elementos internos contrarrevolucionarios, elementos ocultos bajo el disfraz de la revolución, pero visibles y expuestos en situaciones concretas. La reconstrucción del Estado Nacional se sostiene sobre un modelo de acumulación socialista, objetivamente antagónico al fortalecimiento de las burguesías nacionales. En estas alianzas, las clases sociales incluidas no sólo están representadas por su situación objetiva desigual ante el imperialismo, sino además por su posición objetiva y subjetiva ante el modelo de explotación burgués y nacional interno.

Es imprescindible, en el nuevo contexto latinoamericano, el paso o transición de las alianzas estratégicas a las alianzas estructurales. Las unidades nacionales que se sujetan sobre alianzas estructurales, son alianzas que existen en estado embrionario en América Latina y dependen de las condiciones populares revolucionarias. Las he denominado estructurales en la medida que se hallan supeditadas no sólo a un proyecto antiimperialista sino a un modelo de construcción socialista, cuya columna vertebral es la destrucción de las cadenas que sujetan a los sectores nacionalistas al sistema burgués imperante.

De aquí podemos extraer una conclusión no menos relevante: Una verdadera unidad nacional, popular y revolucionaria sólo se sostiene por la concreción de intereses populares anticapitalistas. Por ello, es preciso decir que no es posible abordar una estrategia política de poder permanente sin considerar estas condiciones generales de los movimientos nacionales y sus formas de alianzas. Asimismo, es indispensable descubrir y procurar distanciar constantemente al enemigo interno, agazapado y oportunista de la revolución.

Vuelvo al principio nuevamente: ¿A que se debe también esta victoria contundente de Chávez el pasado 7 de Octubre?

Hay una encuesta en Venezuela que dice que el 65 % prefiere un sistema socialista. Y menos de un 20 % apoya el capitalismo. Además que los que eligen el socialismo no sólo lo hacen por una valorización de los programas y misiones sociales, la nueva realidad económica venezolana, etc., sino además por los niveles de participación política, los contenidos de igualdad social que emergen en la sociedad, por su relación al significado democrático que tiene y, además, por la creencia simbólica, emocional (subestimada por muchos intelectuales economicistas de la izquierda y la derecha) a los patrones de solidaridad que vienen irrumpiendo en el escenario social de Venezuela. No solo las realidades cotidianas de las masas conectan fuertemente todas estas premisas, sino además, la vinculación emocional del pueblo, de las masas con el líder de la revolución. Y aquí, fuera de todo análisis material y objetivo de la realidad social venezolana, aparece la cuestión subjetiva, de gran importancia: la solidaridad, el amor, esto de dar la vida por Chávez. Podemos decir, sin mayores reservas que la revolución bolivariana y su líder han podido colocar la mayor semilla que puede sostener a cualquier proceso revolucionario: la igualdad, el amor y la solidaridad.









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